Death Note SUBORDINADOS (Fanfic Death Note)

Tema en 'Fanfics de Anime y Manga' iniciado por Bellapoms, 20 Febrero 2024.

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    Bellapoms

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    Piscis
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    20 Febrero 2024
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    Escritora
    Título:
    SUBORDINADOS (Fanfic Death Note)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Comedia Romántica
    Total de capítulos:
    23
     
    Palabras:
    3138
    CAPÍTULO 12: DECISIONES (PARTE 2)


    Tras pasar toda la noche juntos, al día siguiente, Light y Leyre llegaron al cuartel, y lo primero que hicieron fue ir derechos a la sala de cámaras, donde sólo estaba L.

    Al verles, el detective les miró con suspicacia, asustado por ver juntos al Primer y Segundo Kira como él les llamaba. Light se adelantó y comenzó a hablar.



    —L, me gustaría hablar contigo— pidió el castaño con serenidad, queriendo arreglar las cosas con su mejor amigo, quien se giró dispuesto a escucharle— Todo lo que dije el otro día estuvo muy mal por mi parte. Me pasé bastante— se disculpó— Llevaba mucho tiempo guardándome las cosas y al final exploté. Siento todo lo que te dije. Me comporté como un imbécil— finalizó desviando la mirada avergonzado.

    L le miró con los ojos muy abiertos, sin poder creerse que el gran Light Yagami le estuviese pidiendo disculpas.



    —¿Esto va en serio, Light?— preguntó el detective llevándose el pulgar a los labios.



    —Totalmente en serio— contestó el policía— Pero quiero dejar claro que algunas de las cosas que dije las mantengo— esclareció.



    —Está bien... Puedo considerar esto como una disculpa... Sólo espero que las cámaras lo hayan grabado— murmuró L, sabiendo que esa era una escena que no se repetiría.



    —¿Tú no tienes nada que decir, L?— le cuestionó ahora Leyre con sarcasmo, dando la cara por Light ante el orgullo del detective.



    —¿Yo? Qué va... No recuerdo haber hecho nada por lo que deba disculparme— respondió L dando la espalda a sus amigos, convencido de llevar la razón.



    —¿Ah no? ¿Y la orden de alejamiento falsa?— le recordó Leyre indignada.



    —Eso fue por tu bien, Leyre. Deberías darme las gracias por intentar protegerte— rebatió L mirando a las cámaras con fijeza, negándose a disculparse por ese motivo.

    La pelirroja bufó completamente indignada, incrédula por lo que acababa de soltar el chico.



    —¿¡Perdona!?— preguntó ofendida, sin poder creerse lo caradura que era su amigo.



    —Déjale, Leyre... Ya sabes lo orgulloso que es... Además, me lo merecía...— murmuró Light entristecido, dirigiéndose a su novia.

    L les miró de reojo, llevándose de nuevo el pulgar a los labios, de forma pensativa, llegando a una conclusión: o ese chico actuaba realmente bien, o volvía a ser el Light Yagami de siempre.

    L se dio la vuelta y le miró directamente a los ojos.



    —¿Pasó ayer algo de lo que no me haya enterado?— preguntó el detective directamente, sin andarse con rodeos. Light le miró confuso, sin saber exactamente a lo que se refería, mientras que Leyre se puso tensa, retirándole la mirada al detective, tratando de ocultarle la verdad. Pero L se fijó rápidamente en la reacción de la policía, fijando toda su atención en ella— ¿Ocurrió algo, Leyre?— insistió, creando un clima tenso realmente insoportable.

    Leyre apretó los puños y bajó la mirada al suelo, intentando soportar la intensa mirada de L.

    Pero ese ambiente incómodo se rompió de pronto, cuando alguien abrió la puerta, salvando a la pelirroja.



    —Anda, Light... ¿Pero qué haces tú aquí?— preguntó Stella, sorprendida por verle allí.



    —Quería disculparme con L por mi actitud de estos días— contestó el castaño con absoluta sinceridad, visiblemente arrepentido.

    Stella le miró fijamente a los ojos, viendo de nuevo la inocencia en ellos.



    —¿Y las disculpas están aceptadas?— preguntó de nuevo la joven, mirando al detective.



    —Claro que sí... Disculpas aceptadas— respondió el pelinegro— Pero como comprenderás, Light, no puedo dejar que vuelvas al "caso Kira". Todavía no he podido comprobar que esta semana no hayas contactado con el asesino. Así que, naturalmente, no puedo dejar que accedas a la información confidencial del caso— explicó tajantemente.



    —Eso ya me lo imaginaba...— afirmó Light— De todas formas, si mi equipo descubre algo más de este caso, no dudaré en informarte. Aunque sé que tú no harás lo mismo conmigo— contestó con tranquilidad. Tras despedirse de sus amigos y su novia, el castaño se dio la vuelta y volvió a las oficinas con los demás agentes.

    Stella, Leyre y L se quedaron solos en la sala de cámaras, por lo que la subordinada del detective se acercó a su chico y se sentó junto a él. Leyre, en cambio, se quedó estática.



    —No me gustaría hacer esto a la fuerza, Leyre... Así que espero que estés dispuesta a contarnos todo lo que sabes— la amenazó L, adivinando lo que la chica intentaba ocultar. La pelirroja suspiró profundamente y comenzó a hablar.



    —Ese chico que se acaba de marchar ya no es Kira. Os lo aseguro— prometió la policía, desesperada por que la creyesen.



    —¿Y pretendes que te crea así por las buenas?— la presionó el detective mirándola fijamente a los ojos, quien le sostuvo la mirada con firmeza.



    —L... Stella... Ayer confirmé vuestras sospechas. Light era Kira— afirmó Leyre con total seguridad— Entré en su casa cuando no había nadie y, efectivamente, sobre su escritorio había un cuaderno negro en el que estaban escritos los nombres de todas las víctimas de Kira, además de unas instrucciones de funcionamiento—hizo una breve pausa antes de continuar— ¿Recordáis lo que os contamos sobre los delirios de Teru Mikami el día que nos secuestró?— le preguntó a sus dos amigos.



    —¿Teru Mikami? ¿El Asesino del Tarot?— contestó L con otra pregunta. Leyre asintió, y Stella se quedó callada, escuchando con atención.



    —Pues era cierto. Ese maníaco tenía razón en todo, porque... Cuando Light entró en la habitación y me pilló leyendo el cuaderno, pude ver a un ser que nunca creí que pudiese existir. Light me dijo que era un... Shinigami— tras decir esto, L abrió los ojos como platos, recordando que, además del Asesino del Tarot, Kira también había mencionado esa palabra como acertijo en uno de los asesinatos. Leyre prosiguió—

    Al parecer, el poder de Kira emanaba de la libreta— aseguró— Y como dijo Mikami en su día, basta con sólo escribir el nombre de una persona en el cuaderno para acabar con ella, ya que a los cuarenta segundos, la víctima termina pereciendo de un ataque cardíaco— añadió— Pero hay algo más, y es que, según me contó Light, cuando escribes el nombre y la causa de la muerte, se te otorgan seis minutos y cuarenta segundos para especificar de qué manera quieres que esa persona muera— concluyó la explicación de Leyre, lo que dejó a L anonadado ya que todo encajaba a la perfección.



    —¿Pero estás hablando en serio, Leyre?— la mencionada asintió— Es que es increíble... ¿Un cuaderno que mata?— preguntó Stella impresionada. Leyre volvió a asentir rápidamente.



    —¿Y qué hizo Light cuando se vio descubierto?— preguntó L, esperando que lo que le contase la pelirroja fuese verdad.



    —Cuando me vio, cogió el cuaderno y me ofreció unirme a él y a su causa— contestó la chica, captando aún más la atención de la pareja— Obviamente me pareció un delirio y no acepté. En ese momento, Light sacó un boli, y comenzó a apuntar mi nombre en la libreta— Leyre se acarició el brazo, recordando los incesantes dolores que sintió en el pecho al creer que realmente le daría un ataque al corazón—

    Pero de pronto, dejó de escribir, tiró el cuaderno lejos, y lo quemó— explicó, quedándose en silencio unos segundos y recordando todo lo ocurrido.



    —¿Y después?— Stella la instó a seguir hablando.



    —Después, el Shinigami le acusó de no haberlo entretenido demasiado, Light se sentó en el suelo y perdió el conocimiento durante un rato— contestó Leyre acordándose de las palabras de Ryuk— Cuando se despertó ya era el de siempre, y ese Shinigami se había marchado— concluyó— se hizo un silencio en la sala que duró varios segundos. La pelirroja miró a sus amigos esperando a que dijesen algo. Al no tener respuestas, siguió hablando— Todo ha terminado. Light ha renunciado a ser Kira.

    Así que ya no tenemos que encerrarle— la voz de Leyre se quebraba, buscando alguna reacción en L y Stella, los cuales seguían inmutables.



    —Te equivocas— murmuró L— Lo que nos acabas de contar no nos asegura que Light haya dejado de ser Kira— dijo de forma cortante, haciendo que Leyre sintiera una gran rabia y apretase los puños con fuerza, queriendo pegarle por primera vez en su vida.



    —¿¡Es que no me has oído!? ¡Ha quemado la maldita libreta! ¡No se acuerda de nada!— gritó Leyre con furia, sintiendo que sus ojos se llenaban de lágrimas por la impotencia.

    Stella se levantó para intentar tranquilizar a su amiga.



    —No, Leyre... Light puede haber fingido perfectamente todo eso para hacernos pensar que él ya no es un criminal, y que los poderes de Kira han pasado a otro— rebatió el detective— Ahora tenemos la seguridad de que fue el Primer Kira, y nuestra responsabilidad es hacer que pague por todos sus crímenes— sentenció— Lo siento, Leyre, pero Light será encarcelado— las palabras de L fueron duras y dolorosas.

    Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de la chica, que intentó acercarse al detective con rabia, dispuesta a enfrentarse a él. Stella la detuvo dándole un abrazo.



    —L, basta ya. No le hagas esto, ¿vale? No es el momento— dijo Stella intentando refrenar a su amiga— Leyre, venga, tranquilízate. A Light no le va a pasar nada. Déjame hablar un minuto con L. Sólo un minuto, por favor— pidió la policía secando las lágrimas de la chica. Leyre asintió aún disgustada, y salió de la sala de cámaras dando un sonoro portazo. Stella se dirigió a su novio, mirándole con el ceño fruncido— Podrías ponerte un límite, ¿no crees?— sugirió la joven enfadada.



    —¿Es que tú no piensas lo mismo que yo?— preguntó el detective, mirándola sin entender su reacción.



    —Claro, L, puede que tengas razón. Pero esa no es la forma de decírselo y lo sabes— contestó la policía molesta— ¡Venga ya! ¡Si parecía que buscabas hacerla llorar, joder!— exclamó con indignación.



    —Sólo quiero que se dé cuenta del tipo de persona que es Light— rebatió el pelinegro—

    Sé que es difícil. A mí también me costó aceptarlo. Pero las cosas son así...— dijo hablando por él mismo además de por Leyre.



    —Lo sé... Pero piénsalo, después de lo que nos ha contado, existen dos posibilidades: que esté fingiendo, o que realmente haya perdido la memoria— expuso la agente— ¿Y si estamos en el segundo caso? ¿Y si de verdad, quemando la libreta, ha perdido los recuerdos como Kira? Nosotras ya le conocimos tal cual es ahora, pero tú siempre dices que en algún momento fue Kira, y que de alguna manera perdió la memoria y olvidó haberlo sido. ¿Y si ahora está pasando lo mismo?— L se quedó pensativo, sopesando las dos opciones.



    —En ese caso, nos encontraríamos ante el dilema de si es justo perdonar a un criminal que ni siquiera recuerda haberlo sido— contestó el detective pensando en esa posibilidad— Pero de todas maneras, aunque no sepa que lo ha hecho, los asesinatos los ha cometido igual, y lo justo sería que fuese a la cárcel, Stella— explicó de forma lógica, como si hubiese ensayado esas frases una y otra vez.



    —¿Entonces me estás diciendo, que aunque Light ahora mismo sea inocente, le inculparías de todas formas?— preguntó Stella mirando a su novio directamente a los ojos.



    —Hombre... Dicho así... Suena bastante mal— susurró con la mirada perdida.

    Stella aprovechó ese momento de debilidad de L para reforzar sus argumentos.



    —L, por favor, no delates todavía a Light— pidió la chica— Dale unos días. Si comprobamos que las muertes se detienen, significará que Leyre tenía razón, y que ya no existe Kira— añadió apostándolo todo a una carta, esperando que el detective aceptase el trato.



    —De acuerdo...— cedió el pelinegro— Pero aún tenemos que encontrar al Segundo Kira.

    Como estoy casi seguro de que es Misa Amane, y por lógica, se puede deducir que también tiene uno de esos cuadernos. Así que ordenaré un registro de su apartamento por tenencia ilícita de estupefacientes. De esta manera podremos comprobar si realmente es el Segundo Kira— afirmó con decisión.



    Efectivamente, así se hizo. A los dos días, la orden de registro fue aprobada por un juez y toda la casa fue desmantelada, encontrando efectivamente dicho cuaderno en un falso fondo de uno de los armarios. Misa fue inculpada por ser Kira, el famoso asesino en serie, y se le dio a la prensa cómo única y verdadera culpable. Oficialmente, el caso ya estaba cerrado, por lo que todo el cuartel de investigación estaba prácticamente abandonado, y sólo quedaban L y Leyre en la sala de cámaras apagando los monitores por última vez.



    —Parece que todo se ha terminado— dijo la policía en un suspiro.



    —Sí... Todo ha acabado— murmuró el detective con su tono habitual.



    —Bueno... Creo que Light y Stella nos están esperando fuera— contestó la pelirroja tras apagar el último monitor, dispuesta a dirigirse a la salida.



    —Leyre, espera...— la paró el pelinegro.

    Ella se volteó a verle— Siento lo del otro día. Cuando nos contaste lo de Light, y yo aún así seguí acusándole. No tendría que haberlo hecho— se disculpó con sinceridad.



    —No te preocupes, ya está olvidado— respondió Leyre con una sonrisa. L le devolvió la sonrisa de forma dulce y ambos salieron por el pasillo hacia la salida— ¿Ha salido de ti lo de pedirme perdón, o te ha ayudado Stella?— preguntó divertida.



    —Oh, ¿por quién me tomas? Ha salido de mí, de forma natural— contestó con fingida indignación, mintiendo tan horriblemente mal que hizo que Leyre comenzara a reírse, lo que hizo que el detective también riese, y notase un pequeño pinchazo en su corazón, ya que seguramente esa sería la última vez que tuviese una charla con su amiga. Cuando Leyre y L llegaron junto a Light y Stella, éstos ya les esperaban para despedirse del detective.

    Frente a ellos, Watari esperaba al lado de la limusina.



    —L, mantendrás el contacto, ¿verdad?— preguntó Light, apenado por tener que decirle adiós a su mejor amigo.



    —Lo intentaré. Pero ya sabes lo difícil que es tener amigos cuando eres una de las personas más buscadas del mundo— contestó el detective con algo de humor en la última frase.

    Light le tendió la mano a su amigo y la estrechó con fuerza, pero el castaño miró fijamente al detective y con una sonrisa, le abrazó sintiendo en el alma tener que separarse de él.

    L correspondió torpemente al abrazo, ya que no se lo esperaba. Tras esto, el detective se posicionó frente a Leyre.



    —L, no puedes irte... ¿De qué borracho nos reiremos ahora?— preguntó la pelirroja con melancolía y burla a la vez.



    —¿Te parecen esas las palabras adecuadas para despedirte de mí?— contestó el detective con fingida sorpresa. Tras esto sonrió y le dio un abrazo a la chica.



    —Te voy a echar mucho de menos— susurró Leyre sintiendo los ojos llorosos.

    L se separó de ella y se puso frente a Stella, la cual estaba con los labios apretados, casi haciendo un puchero, a punto de llorar, sin poder decir nada.



    —Bueno, Subordinada... No te irás a poner a llorar, ¿no?— dijo L acariciando la mejilla de su novia, la cual no pudo evitarlo y le abrazó con fuerza, derramando algunas lágrimas por su rostro.



    —No se te ocurra desaparecer— pidió Stella intentando sonar amenazante.

    L correspondió a su abrazo y puso su mejilla junto a la de ella.



    —No quiero decirte adiós... Te echaré tanto de menos— murmuró el detective derramando una lágrima, la cual se limpió enseguida.



    El detective besó a su subordinada en los labios y se apartó presuroso, como si temiese que estar un segundo más así, terminase por hacerle cambiar de opinión respecto a su partida.

    Sin decir nada más, se dirigió a la limusina y Watari le abrió la puerta, pero justo antes de entrar, les dedicó una última mirada a los tres.



    —Aunque este caso ha sido muy duro, puedo aseguraros que estos han sido los mejores meses que he vivido. Ha sido un placer conoceros, amigos míos— tras decir esto, se montó en la limusina y Watari cerró la puerta.

    El hombre trajeado se despidió de los tres policías, y después entró en el vehículo y arrancó, alejándose de ellos. Estos se miraron de forma desolada, sin saber qué decir.



    —Deberíamos volver ya a casa— murmuró Stella secándose las lágrimas.



    —Tienes razón, aquí ya no hacemos nada— contestó Light con un suspiro lastimero.

    Los tres comenzaron a caminar en dirección contraria a la que se había ido la limusina.

    Mientras, en el automóvil, Watari observaba por el retrovisor la expresión abatida del detective.



    —L...— el chico le interrumpió.



    —Sé lo que me vas a decir— el detective cortó a Watari, sin dejarle terminar la frase.



    —Nunca te había visto tan feliz como en estos últimos meses. Yo siempre he querido lo mejor para ti. Siempre he buscado tu protección, pero me he dado cuenta de que todo eso no te hacía feliz. Con ellos has entablado una amistad, y ese es un vínculo muy importante que no me gustaría que rompieses— dijo el hombre mayor de forma paternal.



    —Watari... Yo siempre he trabajado solo, y así han funcionado las cosas. Si les pido que vengan conmigo, estaré siendo un egoísta— contestó L casi en un susurro.



    —No tienen por qué venirse con nosotros. Quédate con ellos, aunque sea una temporada. Después ya veremos qué hacer— tras estas palabras, se hizo un silencio en la limusina, roto sólo por el ruido del motor en marcha.

    En la calle, Stella, Light y Leyre iban de camino al coche del chico que se disponía a llevar a las dos policías a sus casas. En ese momento, la limusina tras ellos se paró antes de girar la calle. Los tres se dieron la vuelta y vieron que del vehículo salía el detective junto con Watari.

    Light, Leyre y Stella no se esperaban ver a L allí, frente a ellos, nuevamente.



    —¿Qué ocurre?— preguntó Light preocupado.



    —No es nada grave. Sólo quería deciros que aunque me he pasado toda la vida resolviendo los casos solo, he comprobado que contar con la ayuda de algunos agentes no viene nada mal, y me gustaría contar con un grupo de confianza. Así que... ¿Qué me decís? ¿Queréis ayudarme a resolver crímenes?— ofreció el detective observándoles atentamente.

    Todos le sonrieron, sabiendo perfectamente la respuesta.



    —Pues claro que sí— contestó Stella en nombre de los tres.



    —Me alegra mucho oír eso— respondió L— En ese caso, tendré que pasar una larga temporada en este sitio...— dijo como si fuese una consecuencia y no la causa de la propuesta.



    Los tres policías se abrazaron al detective, el cual puso una mueca de agobio que relajó inmediatamente después.

    Al parecer, el cuartel general seguiría abierto un tiempo más, y Light, Leyre y Stella seguirían siendo los agentes especiales de L.

    Sus Subordinados.
     
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    CAPÍTULO 13: HALLOWEEN

    Pasó un mes desde que L tomó la decisión de quedarse con Watari en Tokyo.

    Tanto Stella, Light y Leyre como los demás agentes especiales pensaron que tendrían mucho trabajo al reabrir de forma indefinida el cuartel de investigaciones, pues al estar bajo las órdenes de L dieron por hecho que tendrían que resolver cientos y cientos de difíciles casos.

    Pero nada más lejos de la realidad, ya que los tres policías se pasaban el día en la sala de cámaras llevándole cafés al detective, escuchando noticias en el telediario y rechazando las peticiones que se enviaban desde todos los países en busca de la ayuda del pelinegro.



    ¿Y por qué?



    Por el simple hecho de que a L le parecían casos demasiado aburridos como para gastar su tiempo y sus energías en investigarlos.



    Solamente uno en todo el mes llamó la atención del joven lo suficientemente como para ponerse manos a la obra, y fue tan sencillo que lo resolvieron en menos de un día.

    Así que esa tarde estaban Light, Leyre y Stella en la sala de cámaras, como de costumbre, desganados y pensando seriamente en la posibilidad de inventarse un caso ellos mismos aunque fuese para darle algo de emoción a sus recientemente aburridas vidas.

    L, por su parte, se dedicaba a jugar con las fresas de su pastel mientras miraba los monitores de la sala.



    —¿Tus días siempre son así?— preguntó Light de forma soporífera, mirando a su amigo de reojo, con la barbilla apoyada en su mano.



    —No... Normalmente resuelvo varios casos a la vez— contestó L con simpleza, terminando por atrapar la fresa y comiéndosela. Light le miró con absoluta incredulidad.



    —¿Y por qué llevamos prácticamente un mes sin hacer nada?— volvió a preguntar el castaño.



    —Oh, bueno...— el pelinegro se llevó el dedo pulgar a los labios, y meditó su respuesta antes de continuar— Simplemente, no me apetece hacer nada— contestó dejando al chico sin palabras— Los casos que nos han llegado eran demasiado fáciles de resolver, y tampoco quiero quitarle el trabajo a la policía— explicó— Además, si te dedicas a hacerles siempre los deberes, al final no aprenden, ¿no crees, Light?— concluyó mirando al aludido, el cual suspiró cansado, rindiéndose ante la lógica del joven.

    En ese momento, Watari entró en la sala con una enorme sonrisa y unas llaves en la mano.



    —L, ya tenemos el apartamento— anunció el hombre realmente ilusionado. Sin embargo, L lo observó con los ojos entornados y una mueca de fastidio.



    —Watari, ya te dije que no me hacía gracia esa idea— murmuró el detective algo molesto.



    —Lo sé. Pero hemos estado casi dos meses de hotel en hotel, y no podemos pasarnos la vida durmiendo en el cuartel... Así que, si quieres quedarte aquí indefinidamente, la única opción que nos queda es coger un apartamento—explicó Watari acercándose a L, y poniéndole las llaves en la mano. El pelinegro las cogió con desgana, observándolas cómo si tuviesen la culpa de todo— El apartamento es un ático lujoso en el centro, concretamente, en Ginza.

    Ya lo he alquilado... Aunque el color del salón no te va a gustar. Deberíamos pintar— concluyó con su habitual sonrisa amable.

    L suspiró profundamente.



    —Pues contrata a alguien— contestó el detective encogiéndose de hombros, sin darle importancia al tema de la pintura.



    —Yo había pensado que como estáis aquí, sin hacer nada, a lo mejor os gustaría hacerlo vosotros mismos— sugirió el hombre trajeado mirando a L, pero también a Light, Stella y Leyre.



    —¡Ay, sí! ¡Qué buena idea! Así haremos algo, y pasaremos una tarde entretenida— exclamó Leyre emocionada con la idea de poder salir de ese cuartel.



    —Perfecto, contratados— contestó L de forma monótona— Watari, ya tenemos pintores. Y mira tú qué bien, encima nos ahorramos dinero, que esto va incluido en el sueldo— añadió seriamente pero con cierto tono burlesco.



    —Oye, guapo, no te hagas el listillo que tú vas a pringar igual que todos— rebatió Light con el mismo tono burlón que había utilizado su amigo.



    —Cuidado, Yagami, que soy tu jefe— murmuró el detective señalando al castaño de manera acusadora.



    —Pues como eres nuestro jefe, tendrás que hacernos una demostración de cómo se pinta una pared en condiciones— respondió Stella con una sonrisa tan dulce como falsa— Eso contando con que seas capaz, claro— agregó tratando de retarle.



    —No intentes liarme, subordinada, que nos conocemos... Yo ya no pico— aseguró L mirando a su novia con desconfianza, la cual no pudo evitar reírse— En todo caso, supervisaré cómo trabajáis. Pero que quede claro que no pienso mancharme ni un dedo de pintura— sentenció sin más preámbulos.



    A la mañana siguiente, los tres policías y el detective fueron a comprar la pintura que habían escogido para el apartamento.

    Watari les avisó de que sólo el salón ya medía cincuenta metros cuadrados. Así que Light decidió llamar a más agentes para que les ayudasen a pintar. Pero, finalmente, el único que aceptó fue Matsuda.

    A las doce del mediodía, los cinco amigos y Watari, se encontraban en el ático.

    El piso contaba con una amplia terraza que daba a la calle donde estaban todas las tiendas de firma lujosas. Además, de un enorme salón y una gran cocina, tenía tres habitaciones y dos baños, y estaba decorado en estilo Moderno.

    Las paredes estaban pintadas en color blanco roto, pero como Stella, Light, Leyre y Watari querían pintarlas en tonos tierra, entre todos los policías tuvieron que retirar los muebles para no mancharlos. Mientras tanto, L se dedicaba a dar órdenes y mirar cómo sus amigos trabajaban, cumpliendo con su promesa de no mancharse ni un sólo dedo de pintura.



    Se repartieron las paredes en dos grupos.

    Por un lado. Watari, Stella y Matsuda, y por el otro, Light y Leyre. Tras esto, los cinco comenzaron a pintar enérgicamente.

    Como a Watari, Stella y Matsuda les había tocado la pared más grande, agotaron antes el cubo de pintura. Así que el policía moreno tuvo que ir a coger buscar otro cubo a la habitación que estaban usando como almacén provisional. Leyre y Light continuaban pintando cada uno con su rodillo, dispuestos a dar la siguiente capa en cuanto la primera secase.

    Repentinamente, el castaño miró de reojo a su concentrada novia, y con una mirada maliciosa, cogió con discreción una de las brochas que estaban en la mesa de trabajo, alargó el brazo, y pintó la nariz de la pelirroja, sacándola de sus pensamientos. Fingiendo no haber sido él, Light volvió a su postura inicial, pasando el rodillo por la pared una y otra vez. Leyre le miró sorprendida, abriendo la boca en señal de indignación y mojando la brocha que tenía, en el bolsillo de su mono, le pintó la mejilla con una risa vengativa.

    Light, dispuesto a devolverle la jugada a Leyre, cogió nuevamente la brocha. Pero justo en ese momento, Stella pasaba junto a él, distraída, por lo que, cuando Light alzó el brazo para pintarle la mejilla a Leyre, ésta se agachó, causando que la brocha diese de lleno en la cara de Stella.

    La policía miró a su amigo con estupefacción y la novia del chico no pudo hacer más que echarse a reír.



    —Stella...— Light iba a disculparse, pero la chica le interrumpió.



    —¡Te vas a enterar!— exclamó la pelirroja persiguiendo al castaño, quien ya intentaba apartarse de ella, imaginando perfectamente cómo quedaría su bonito rostro si su amiga lo alcanzaba.



    —Cógele, Stella, cógele— animaba L a su subordinada desde la otra punta del salón, de pie, en su habitual postura encorvada.



    Stella terminó por alcanzar a Light al agarrarle de los brazos, pudiendo pintarle casi por completo toda la mejilla y parte de la barbilla. Cuando ésta iba a pintar al castaño por segunda vez, Light logró escapar y se escondió detrás de Watari. Stella, intentando agarrarle de nuevo, cayó sobre el hombre mayor, pintándole la nariz y el bigote de color arena.

    Sin poder evitarlo, todos comenzaron a reírse, excepto Watari, quien cogió su brocha, dispuesto a devolverle la jugarreta a la joven, siguiendo así con la batalla campal que se había organizado por culpa de Light.

    L, al ver la que se estaba liando en el salón, se echó hacia atrás y se pegó a la pared, con la intención de ponerse a salvo del inminente ataque. En ese momento, Matsuda, quien caminaba por el pasillo con el cubo de pintura en las manos, vio cómo sus amigos se divertían manchándose con las brochas.

    Al joven policía se le iluminó la mirada, queriendo participar de inmediato.



    —¡Anda! ¡No sabía que había una guerra de pintura!— exclamó emocionado, dispuesto a volcar el cubo sobre sus amigos.



    —¡Noooo!— gritaron Stella, Watari, Light, Leyre y L para detenerle. Sabiendo que el chico no les escucharía, los cinco se agacharon para evitar que la pintura cayese sobre ellos.



    Desgraciadamente, al detective no le dio tiempo a esquivarlo y toda la pintura recayó sobre él, dejándole completamente embadurnado.

    Repentinamente, se hizo un silencio absoluto en el salón, donde todos observaban cómo la pintura goteaba del pelo y la ropa de L.

    El pelinegro levantó la cabeza y miró a Matsuda con evidente furia. Sin decir ni una palabra, el detective cogió un rodillo del suelo y se acercó hasta el policía, mirándole fijamente y parándose frente a él. Matsuda le contemplaba atemorizado, incapaz de mover un músculo.

    Sin piedad ninguna, L alargó el brazo y pintó por completo el rostro del chico.



    —Puedes agradecer que ya no sea tu jefe, Matsuda. Pero me voy a encargar personalmente de que te asignen los peores casos durante el resto de tu vida— murmuró L como si se tratase de una sentencia judicial, dejando mudos a todos los presentes.



    El resto del día pasó tranquilo, retomando cada uno sus labores de pintura, aunque riéndose a carcajadas cada vez que recordaban lo ocurrido entre L y Matsuda.

    Sobre las ocho de la tarde, los cuatro policías y el hombre mayor terminaron de pintar el salón sin la ayuda del detective, el cual fue de inmediato a darse una larga y relajante ducha.

    Al día siguiente, Leyre, Light, Stella y Watari se encontraban en la cocina del cuartel rememorando entre risas la escena del día anterior. A todos les hizo gracia la situación, excepto a L, quien todavía conservaba restos de pintura en las puntas de su pelo.

    De pronto, Leyre comenzó a sentirse mal, sintiendo unas repentinas náuseas que le hicieron abandonar la estancia rápidamente para ir al baño. Allí, la joven vomitó todo el desayuno. Esto le pareció muy extraño, ya que nunca le había sucedido antes.

    Cuando se sintió un poco mejor, se dirigió a la sala de informes, convertida oficialmente en el aula de cotilleo del cuartel, donde la esperaba Stella, la cual la miraba sorprendida al ver su cara de enorme malestar.



    —¿Qué te ocurre, tía? ¿Estás enferma?— preguntó la policía preocupada por su amiga.



    —No lo sé... Esta mañana me he levantado bien, con ganas de desayunar, y ahora de pronto me dan náuseas— explicó la pelirroja contrariada— Pero no pasa nada, ya estoy algo mejor— aseguró, sin darle demasiada importancia.



    —He oído en la televisión que hay un brote de gastroenteritis. A lo mejor la has cogido tú también...— dijo Stella mirando a Leyre con preocupación, tocando su frente para comprobar su temperatura— Mmm... Parece que no tienes fiebre— dictaminó.



    —A lo mejor me ha sentado mal el desayuno o algo así— Leyre intentó buscar una explicación a lo que podía ocurrirle.



    —¿Pero has desayunado algo raro hoy?— preguntó la chica con curiosidad.



    —Qué va, tía... Lo de siempre— contestó la policía.



    —Pues qué raro...— Stella se quedó pensativa— Lo único que se me ocurre, es que puedas estar...— murmuró dejando caer la posibilidad, esperando a que Leyre entendiese a lo que se refería.



    —¿Estar qué?— preguntó Leyre asustada, temiéndose la respuesta.



    —Embarazada— concluyo la agente, haciendo que la pelirroja sintiese que le faltaba la respiración.

    En ningún momento se le había ocurrido esa posibilidad, ya que tomaba la píldora y supuestamente eso no debería ocurrir.

    Pero existía un 2% de posibilidades de que fallase, y con su suerte...



    —Ay, Stella... ¿Crees que estoy embarazada?— preguntó Leyre alarmada ante la pequeña posibilidad de estar esperando un bebé.



    —Hombre... No creo... Pero todo es posible.

    ¿Te ha venido el período este mes?— le preguntó ahora Stella, intentando sacar una conclusión en claro.



    —A decir verdad, debería haberme bajado antes de ayer— susurró la joven pensativa, dándose cuenta de que realmente existía la posibilidad de que estuviese teniendo un retraso. Leyre se puso pálida y se llevó la mano a la boca, sintiendo nuevamente cómo las náuseas la atacaban.



    —Leyre, Leyre, tranquilízate, sólo llevas dos días de retraso. Seguro que es casualidad— dijo Stella intentando tranquilizar a su amiga.



    —¡Ay, Dios mío! ¿Y si estoy embarazada? ¿Qué hago yo ahora con un bebé? Y lo peor de todo, ¿cómo se lo tomará Light?— se preguntó a sí misma con desesperación, pensando en que era demasiado pronto para que fuesen padres.



    —Pues si ese fuera el caso, ya podría tomárselo bien porque al bebé lo habéis hecho los dos— contestó Stella pensando en la posibilidad de ser tía— Pero vamos, relájate, que aquí no va a haber ningún bebé— afirmó calmando los nervios de la chica, la cual estaba casi al borde de la histeria.

    En ese momento, Stella y Leyre se dieron cuenta de que L había entrado en la sala de informes y las miraba desconcertado.



    —¿Qué decís vosotras dos ahora de un bebé?— preguntó el detective de forma suspicaz— Otra bromita con eso no, ¿eh, subordinada?— le advirtió, recordando la vez que casi sufre un infarto por culpa de ese tema.



    —Calla, hombre, que no es eso— respondió la policía intentando que su novio omitiese el asunto.



    —Entonces... Si no es eso...— susurró L mirando a Leyre y llevándose el dedo pulgar a los labios, deduciendo lo que estaba ocurriendo. No tardó en llegar a una conclusión— ¿¡No me digas que estás embarazada!?— le preguntó el detective a su amiga casi gritando e ignorando completamente a su subordinada.



    —Sshh... Cállate, que te va a oír Light— ordenó Leyre tapándole la boca a L. Cuando le soltó, éste continuó hablando.



    —La verdad es que se nota que has cogido un par de kilitos...— murmuró L con increíble sinceridad, haciendo que la pelirroja terminase de verse embarazada realmente.



    —L, no juegues con eso, que está sensible— le regañó Stella causando la risa en su novio.



    —Bueno, ya basta. Vamos a salir de dudas ahora mismo— dijo Leyre con fingida firmeza, pues realmente estaba muy asustada— Stella, ¿me acompañas a la farmacia?— le pidió a su amiga.



    —Claro que sí— contestó la policía levantándose y dirigiéndole una mirada intensa al detective— Que ni se te pase por la cabeza decirle nada de esto a Light. ¿Está claro?— ordenó amenazante.



    —No me ofendas, subordinada... Estás hablando conmigo, y yo soy una tumba— respondió L fingiendo ofenderse tan sólo por la advertencia.



    Tras esto, Stella y Leyre salieron del cuartel dejando solo al detective, el cual sonrió con malicia, planeando su venganza por la broma que le hicieron a él.

    Al cabo de unos minutos, Light entró en la sala de informes y se dio cuenta de que sólo se encontraba L allí.

    El pelinegro contempló al castaño sin pestañear, tomando asiento a su lado para mirarle más de cerca y por más tiempo, sin moverse ni un sólo centímetro. Light, al percatarse de esto, le observó extrañado.



    —¿Pasa algo, L?— preguntó el policía, confuso por la rara actitud de su mejor amigo.



    —Ah, no... No es nada. Es sólo que hoy tienes como... Cara de padre. Sólo eso— contestó el detective retirándole la mirada con una sonrisa dulzona, saboreando ya la venganza.

    Light alzó una ceja sin entender el comentario del chico.



    —L, tío, cada día dices cosas más raras...— dijo el castaño entornando la mirada e ignorando el mensaje subliminal del pelinegro— Por cierto, ¿dónde están las chicas?— preguntó Light al no verlas por ningún sitio.



    L le miró de reojo con una perturbadora sonrisa, acariciándose el labio inferior con su dedo pulgar. De pronto, el detective cambió su expresión completamente y miró a las cámaras ubicadas en la pared.



    —Han ido a por pastelitos— dijo con seriedad antes de volver a mirar a Light de reojo— Y creo que traen el más grande para ti— concluyó con sorna, descolocando aún más al policía.



    —¿Pero qué dices? Si a mí no me gustan los pastelitos— contestó Light con inocencia, sin captar las indirectas de L.



    —Uy... Pues éste te va a encantar...— aseguró el mayor con una sonrisa maliciosa.

    Light le miró con el ceño fruncido, cansado de tantas pullitas.



    —¿Se puede saber qué insinúas?— preguntó el castaño algo alterado.



    —¿Yo? Nada de nada— contestó el pelinegro observando unos informes e ignorando completamente al policía.

    Light dio un fuerte golpe en la mesa y se levantó dispuesto a irse.



    —Me agotas, L... Voy a tomarme un té— avisó Light dirigiéndose hacia la puerta.



    —Haces bien— respondió el detective— Aunque, si yo fuera tú, me haría una tila. Con dos bolsitas— recomendó, despidiéndose con la mano.

    Light bufó sin entender ese estúpido jueguecito de su amigo, y salió de la sala dando un portazo.



    Después de un rato, Stella y Leyre volvieron al cuartel y fueron directas al baño para que Leyre se hiciese la prueba de embarazo.

    Afortunadamente, el predictor dio negativo, por lo que la pelirroja comenzó a dar saltitos de alegría. Estaba tan feliz que salió del baño canturreando "negativo, negativo".

    En ese instante, Stella y Leyre chocaron de frente con Light, el cual venía de la cocina con su taza de té en la mano.



    —¿Qué es eso de negativo, negativo?— preguntó Light confuso.



    —Ah, nada... Es una canción que nos hemos inventado— respondió Stella saliéndose por la tangente, tratando de despistar al castaño.



    —¡Oye, vale ya! ¡No soy idiota! ¿¡Qué narices está pasando aquí!?— preguntó Light frustrado de que tanto L como Stella le vacilasen.

    Leyre le miró con lástima, sin poder seguir engañándole.



    —Tienes razón, Light...— comenzó a hablar Leyre— La verdad es que esta mañana me han dado náuseas, y tenía un retraso de dos días.

    Así que, Stella y yo pensamos que tal vez pudiese estar embarazada— explicó, viendo cómo su novio se ponía pálido— Pero... Ha dado negativo— concluyó con una sonrisa.

    Entonces, Light comprendió todo, acordándose de las indirectas de L.



    —Será hijo de...— murmuró Light mirando a las cámaras, sabiendo que su amigo les observaba desde la sala de cámaras, probablemente con una sonrisa malvada.

    Y efectivamente, desde la otra sala, L se llevó el dedo pulgar a los labios y sonrió a los monitores al ver la expresión furiosa de Light.



    A la mañana siguiente, Stella se encontraba en la sala de informes revisando los que habían recibido recientemente desde Corea del Sur, en los cuales solicitaban una vez más la ayuda de L en un caso.

    Después de leérselos todos, se dirigió a la sala de cámaras para enseñárselos al detective con la esperanza de que aceptase comenzar con la investigación. Su sorpresa fue mayúscula al comprobar que allí sólo estaba Watari hablando por teléfono.



    —Sí, el pastel de fresa... ¿Podría estar listo para el sábado?— el hombre se quedó en silencio unos segundos— Sí, perfecto. Muchas gracias. Hasta luego— se despidió colgando el teléfono.

    Stella se acercó a la mesa y dejó los informes sobre ella, observando atentamente a Watari.



    —¿Encargando otro pastel para L?— preguntó la policía con una sonrisa.



    —Sí, pero éste es especial. Es para su cumpleaños— explicó el anciano con su típica amabilidad.

    Stella se quedó patidifusa con la noticia, ya que no sabía que se acercaba el cumpleaños de su novio.



    —¿Y cuándo es su cumpleaños?— preguntó nuevamente la chica.



    —Este sábado— respondió el hombre trajeado con una sonrisa.



    —¿El día 31?— preguntó Stella nerviosa. Watari asintió— Pues tendremos que hacerle una fiesta, ¿no?— sugirió con ilusión.



    —No creo que quiera. Siempre ha pasado sus cumpleaños solo, así que nunca los celebra. Como mucho, compramos un pastel— explicó Watari.



    —Pues este año será diferente. Ya que ahora le ha dado por no coger ningún caso, vamos a montarle una buena fiesta de cumpleaños y de Halloween— afirmó la pelirroja emocionada.

    Al poco rato, Stella había reunido en esa sala a Watari, Light y Leyre.



    —¿Qué hacemos aquí?— preguntó Leyre extrañada por esa pequeña junta.



    —Light, Leyre... Os he reunido aquí para deciros que el sábado es el cumpleaños de L, y quiero organizarle una fiesta sorpresa de disfraces, ya que coincide con Halloween— explicó Stella.



    —Anda... ¿Es su cumpleaños?— preguntó Leyre con una sonrisa curiosa.



    —¿Y por qué no nos lo ha dicho antes?— quiso saber Light, sin entender que su amigo fuese tan hermético respecto a su vida personal.



    —Porque L no le da importancia a su cumpleaños— contestó Watari— Para él, sólo es un día más.



    —Pero eso va a cambiar— anunció Stella con una sonrisa, teniendo ya mil ideas para sorprender a su novio.



    —¿Y cuál es el plan? Porque supongo que tendrás un plan...— preguntó Light conociendo bien a su amiga.



    —Elemental, mi querido Light— contestó Stella con orgullo— Este año mi familia vendrá desde Madrid para pasar unos días conmigo y conocer Japón— comenzó a explicar— Entonces, he pensado que podríamos alquilar una casa, decorarla de forma tétrica, y hacer una fiesta de disfraces con ellos y con nuestros amigos.

    Yo creo que si lo organizamos bien, nos lo pasaremos en grande— concluyó sonriente, mirando a Light, Leyre y Watari.



    —¡Es una gran idea, tía!— exclamó Leyre feliz por poder ver a la familia de su mejor amiga, ya que ella los quería como si también fuesen parientes suyos.



    —Sí, lo es... Pero se te olvida un pequeño detalle, Stella— dijo Light pensando en lo que se le había escapado a la joven— L se va a negar en rotundo a meterse en una casa con tanta gente— le recordó.



    —También había pensado en eso— le interrumpió Stella— Le llevaremos sin decirle nada, y le daremos una sorpresa— expuso.



    —¿Y cómo piensas disfrazarle? Sabes que no va a querer ponerse nada distinto a lo que lleva habitualmente— rebatió Light desconfiando ligeramente del plan de la chica.



    —Eso es muy sencillo, amor— contestó Leyre con una sonrisa despreocupada— Nos disfrazaremos todos y le diremos que vamos de fiesta a Shibuya. Ya sabes que a L le gusta salir más que a un tonto una tiza— dijo— Cuando llegue a la casa, y vea a todos los invitados, será demasiado tarde para que escape— finalizó de forma alegre, recibiendo un beso en los labios por parte de Light ante tan buena idea.



    Estando de acuerdo con el plan de Stella, cada uno se encargó de ir de compras con el fin de encontrar el disfraz adecuado para la ocasión.

    Finalmente, llegó el sábado: día de Halloween y del cumpleaños.

    Aunque L ya estaba al tanto de lo de "salir de fiesta por Shibuya" esa noche, no podía evitar sentirse algo receloso, sospechando enormemente de sus subordinados.



    —Oye... ¿Es estrictamente necesario lo de ir disfrazado?— preguntó el detective llevándose el dedo pulgar a los labios.



    —Por supuesto, L. Es Halloween— contestó Light con una sonrisa.



    —Mmm... ¿Y puedo preguntar de qué vas a ir tú, Light?— le interrogó L con segundas intenciones, dispuesto a burlarse de su amigo— Recuerda que en Halloween, uno tiene que dar miedo.

    Así que de desabrocharse botones, ¿eh?—

    el detective simuló que se desabrochaba un botón de la camisa, imitando al castaño en aquel restaurante de Cancún. Light bufó sólo de pensar en la cara que pondría el chico cuando supiese que se vestiría de ángel blanco— Venga, Light, dime de qué vas...— insistió casi como si supiese la respuesta. Light cerró los puños con fuerza sin mirar a L, intentando ignorar la pregunta de éste. El pelinegro, al darse cuenta de lo molesta que le resultaba la situación al policía, acercó su silla a la del joven y siguió insistiendo— Light... Dímelo, dímelo, dímelo, dímelo...— L repitió esa palabra miles de veces, mientras le daba toques en el hombro con el dedo índice para molestarle. La paciencia del castaño estaba llegando a su límite, sintiendo unas tremendas ganas de pegarle un puñetazo en la cara. Pero respiró hondo y se lo pensó dos veces, ya que no le serviría de nada ocultárselo, si por la noche le vería con el disfraz puesto.



    —¡Cállate ya!— ordenó Light exasperado— Voy de ángel blanco. ¿Contento?— casi gritó el chico.

    L adoptó una expresión seria durante unos segundos, asimilando lo que acababa de decir Light. Pero, de pronto, empezó a carcajearse como nunca lo había hecho, notando cómo algunas lágrimas comenzaban a saltar de sus ojos.



    —JAJAJAJA espera, espera... ¿De ángel blanco?— preguntó el detective sin poder aguantar la risa— No sabía que eras tan metrosexual. Esto es más gracioso de lo que imaginaba...— L dejó de reírse un poco, secándose las lágrimas de la risa.



    —Le hacía ilusión a Leyre, ¿vale?— se excusó Light algo avergonzado.



    —¿Ha sido Leyre?— preguntó L sorprendido— Madre mía, chaval... Esta relación te está costando tu orgullo. Se está riendo de ti claramente. Si yo fuera tú... Cortaba— murmuró convencido.



    —En realidad me da igual. Por lo menos el mío es un disfraz cómodo— contestó Light alzando los hombros— Me gustaría ver la cara que pones cuando veas el tuyo...— dijo con una risa maliciosa, intentando preocupar a su amigo.



    —¿El mío? ¿Cómo es? No me digas que lo ha elegido Watari... O peor aún, ¿Stella?— preguntó el detective con una mueca de susto, cayendo por completo en las redes del policía.



    —Ah... Adivinas— respondió el castaño de forma jocosa, a modo de venganza por las carcajadas del pelinegro.

    Por un momento, L le miró atemorizado.

    Pero cuando vio la sonrisa de Light, pensó que sólo era una trampa e intentó hacerle ver a su amigo que no estaba asustado.



    —Bah, no pienso caer, Yagami. Yo confío en el buen gusto de mi subordinada— murmuró L aparentando convicción. Light se echó a reír.



    —¿Desde cuándo te has vuelto tan confiado, L?— preguntó el castaño entre risas— En fin... No pasa nada. Ya lo verás esta tarde— finalizó con una risa malévola.



    El detective no contestó, dedicándose sólo a seguir mirando las monitores con los ojos entrecerrados y una expresión taciturna, tratando de imaginar qué tipo de disfraz le habría comprado su novia.

    Así pasaron las horas, llegando por fin el momento de disfrazarse. Los tres policías y el detective se cambiaron en el cuartel, al igual que Watari, quien les llevaría hasta la fiesta.



    La primera en arreglarse fue Leyre, disfrazada de ángel negro para complementarse con Light. La pelirroja llevaba un vestido con corsé negro, con una falda de tul y bordados en el pecho, el cual era palabra de honor. Completaba el conjunto con unas alas negras que ocupaban parte de la espalda y unos zapatos de tacón.



    La siguió Stella, que había decidido ir de vampiresa, poniéndose un vestido negro ajustado y escotado, una fina capa, medias de rejilla y botas altas de tacón.



    Light, como le dijo a L, iba de ángel blanco.

    El chico llevaba una camisa de manga tres cuartos, chaqueta, pantalones, botas y alas blancas. Él representaba la claridad, totalmente opuesto a Leyre, que era la oscuridad.



    A conjunto con Stella, L iba de vampiro.

    El detective vestía una camisa de botones color crema, chaleco negro con detalles dorados, pañuelo blanco estilo siglo XVIII, pantalones y mocasines negros. El toque final lo daba una chaqueta larga de terciopelo en color escarlata y unos colmillos de plástico.

    Al verse en el espejo, el detective puso una mueca de desagrado exagerada.



    —Yo no me pongo ezto— advirtió, apenas vocalizando debido a los falsos colmillos.



    —¡Pero si estás muy guapo!— exclamó Light riéndose exageradamente de su amigo.

    L iba a insultarle cuando Stella llegó a la habitación con el maquillaje para pintarle la cara.



    —¡Perfecto! Ya sólo te falta el maquillaje, L— dijo la policía viendo que el detective ya estaba disfrazado.



    —¿Zeda una bdoma? ¡Yo no voy a maquilladzme!— el chico luchaba porque se le entendiese con los colmillos puestos.



    L intentó escapar de la habitación. Pero fue en vano, ya que Light y Leyre le agarraron y le sentaron en una silla a la fuerza, sujetándole mientras Stella sacaba los polvos blancos y los esparcía por el rostro de su novio, dejándolo aún más pálido que de costumbre. La joven difuminó un poco de sombra roja en los ojos, para destacar más sus ojeras, y le puso sangre falsa por el labio y la comisura, dándole apariencia de Conde Dracula.

    El detective se miró de nuevo al espejo, completamente horrorizado, sin poder creerse la estampa que éste le mostraba.

    A él le parecía que estaba espantoso.

    Pero, en realidad, su versión vampírica era bastante atractiva.

    En ese momento, Watari entró en la estancia para avisarles de que la limusina estaba lista.

    El hombre también se había disfrazado, optando por vestirse de mayordomo zombie antiguo.

    Llevaba una camisa blanca de botones, pantalones de tiro alto a rayas negras y blancas, chaqueta negra y larga con las mangas carcomidas, pañuelo en color crema y chistera negra. Se había maquillado muy pálido, con sangre en la cara y ojeras.



    Una vez en el automóvil, tardaron muy poco en llegar a la casa alquilada para esa noche.

    Stella había quedado directamente allí con su familia y varios amigos, y todo estaba perfectamente decorado para una fiesta inolvidable. El único que no sabía nada aún, como de costumbre, era L.

    Pero no fue así por mucho tiempo, pues en cuanto llegaron a la zona y vio toda la cantidad de coches aparcados, se percató de que había sido una encerrona.



    —¿Pod qué ziempre me hacéiz lo mizmo? ¿Me tenéiz alguna especie de dencod o algo?— preguntó L resignado, saliendo de la limusina entre suspiros.

    Los tres policías, el detective y Watari llegaron a la puerta de la casa, y Stella llamó al timbre. Abrió la puerta la madre de la chica, disfrazada de Maléfica.



    —¡Hija! ¡Cuánto tiempo! ¡Te he echado de menos!— exclamó la mujer abrazando fuertemente a la policía— ¡Pero qué guapa estás! ¡Ese disfraz te favorece, cariño!— añadió. Tras esto, la señora alzó la mirada viendo primero a Light, el cual parecía sacado de la última colección de Ralph Lauren— Uy... ¡Pero qué chico tan guapo!— dijo dirigiéndose al castaño— Tú debes ser el novio de mi Stellita, ¿L, verdad?— preguntó con una sonrisa amable.

    Light se rió nerviosamente, negando con la cabeza, y Stella intervino para aclarar la confusión.



    —No, mamá... Él es Light, el novio de Leyre— dijo señalando a la pelirroja, que la sonrió alegremente, saludándola con la mano.



    —Ay... Perdona, es que le he visto tan elegante...— se disculpó la mujer avergonzada— ¡Leyre, bonita! ¿Cómo estás?— preguntó abrazando a la joven— Tus padres te mandan saludos y muchos besos. Me han dicho que vendrán a verte pronto— afirmó con una sonrisa maternal.



    —Qué ganas tengo de verles, jo...— dijo la pelirroja en tono nostálgico— Bueno, él es Light Yagami, mi novio— le presentó al castaño, que la saludó amablemente.



    —Siento la confusión... Pensaba que eras el novio de mi hija— se disculpó nuevamente la mujer.

    En ese momento, L rechinó los dientes.

    Su suegra ya estaba cayéndole mal y ni siquiera la conocía. ¿Cómo podía confundirle con ese crío? Él era exclusivo e inimitable.



    —Mira, mamá, este es L... Mi pareja— dijo Stella acercando al detective hacia su madre, quedando los dos frente a frente.



    —¡Uy, qué vampiro más apuesto!— exclamó la mujer con una sonrisa simpática.



    —Muchaz graciaz, zuegra— respondió el detective agradecido, cambiando de parecer respecto a la mujer.



    Tras esto, la madre de la policía saludó a Watari, y todos entraron al interior de la casa, donde se encontraban sus amigos y gran parte de la familia de Stella, los cuales estaban charlando con una copa en la mano, disfrazados cada uno de un personaje distinto. Al ver a las dos policías, las saludaron con el mismo cariño con el que lo hizo la madre. Stella cogió de la mano a L, e intentó presentarle a todos sus familiares. La expresión del detective era de indiferencia, sin prestar apenas atención a la conversación que todos mantenían.

    Hasta que, en ese momento, notó cómo alguien tiraba de su chaqueta hacia abajo, tratando de llamar su atención. L buscó al causante de su molestia, y se encontró a un niño de unos seis años con el pelo negro, los ojos azules y un disfraz de vampiro infantil.



    —¡Me has copiado el disfraz!— exclamó el niño con el ceño fruncido.

    L le miró con los ojos entrecerrados, poniendo la misma expresión que el menor.



    —Perdona pero yo soy el mayor, así que eres tú quien me lo ha copiado a mí— rebatió el detective hablando ya correctamente, debido a que se había quitado la falsa dentadura de vampiro después de conocer a la madre de Stella.



    —¡Mentira! Yo llegué antes a la fiesta. Por lo tanto, yo iba disfrazado de vampiro antes que tú— contestó el niño con altanería.

    El detective le miró, lleno de curiosidad, percatándose de que el chiquillo era más espabilado de lo que pensaba.



    —¿Cómo te llamas?— preguntó L agachándose a su altura, observándolo fijamente y llevándose el pulgar a los labios.



    —Noah— contestó con orgullo— Y Stella es mi tía— recalcó con arrogancia— ¿Tú quién eres?



    —Pues yo soy L, y Stella es mi novia— le respondió soberbiamente, intentando quedar por encima del niño, el cual le miró con chispas en los ojos, visiblemente celoso.



    —Stella nunca tendría un novio como tú— objetó Noah, sin creer en las palabras del detective.



    —¿A qué te refieres con "como yo"?— inquirió L extrañado, sin entender a qué se refería el niño.



    —A que eres raro— respondió el pequeño mirando a L de arriba a abajo. Éste se quedó sin palabras, asimilando lo que acababa de llamarle su "sobrino"— Y aunque fueses su novio, Stella me seguiría queriendo más a mí— afirmó con seguridad en sus palabras.



    —¿Y tú cómo estás tan seguro de eso?— preguntó L, asombrado con la labia de Noah.



    —Porque cuando vivía en Madrid, me llevaba al parque, me compraba pasteles, helados, juguetes... Y me leía cuentos— explicó el niño— Seguro que a ti nunca te ha leído ningún cuento— añadió, mirando fijamente al detective, dejándolo nuevamente sin palabras.

    L le miró con una sonrisa, agradado porque el crío fuese tan listo.

    En ese momento, Stella interrumpió la escena.



    —¡Vaya! Veo que ya os conocéis...— dijo la joven con una dulce sonrisa.



    —Tía... ¿A que a mí me quieres más que a él?— preguntó Noah seguro de la respuesta.

    Stella se rió, sin saber muy bien a qué venía eso.



    —Yo os quiero mucho a los dos— contestó besando la mejilla de su sobrino.



    —Sí, sí... ¿Pero a quién más? No escurras el bulto, subordinada— preguntó el detective queriendo saber la respuesta. Stella se acercó a su novio y le susurró al oído.



    —No empieces con niñerías, L...— contestó dándole un corto beso en los labios.



    —Me ha dicho que en Madrid le leías cuentos y le comprabas pasteles— dijo el detective remarcando la última palabra— ¿Tengo que empezar a ponerme celoso?— preguntó cruzado de brazos, fingiendo enfado. Stella le sonrió.



    —No te pongas celoso, tonto... A ti también te leeré los cuentos y te compraré todas las golosinas que quieras— le consoló haciendo que el chico sonriese de oreja a oreja— Por cierto, ¿por qué no vais a ver las chuches que han puesto en la mesa?— sugirió, haciendo que su novio y su sobrino se marchasen curiosos.

    Por el camino, Noah se cruzó con su madre y su tía mayor, las cuales charlaban con el hermano y el padre de Stella. El niño cogió de la mano a L y le llevó junto a ellos.



    —Mira, mamá... Es el novio de la tía Stella— dijo Noah presentando a L al resto de la familia por segunda vez, sin saber que ya lo conocían.

    Todos saludaron al detective de forma amistosa, haciendo que, esta vez, se sintiese a gusto y relajado aún estando rodeado de gente.



    Leyre, por su parte, le presentó a Light a toda la familia de Stella, los cuales le recibieron de forma efusiva, mostrándose, como siempre afectuosos, y elogiando al chico al compararlo con un modelo de Calvin Klein.

    Un rato después, familiares y amigos se encontraban reunidos, escuchando las divertidas batallas que Light y L contaban acerca de sus días en Cancún.



    —¡Y el día del karaoke fue buenísimo!— exclamó Light entre risas— Nos subimos los chicos al escenario y cantamos una canción cada uno— relató divertido el momento OT que vivieron.



    —Hombre... Es que no sabéis cómo canta aquí la superestrella— dijo L de forma burlona.



    —¿Tengo que recordarte quién cantó "Seré tu amante bandido"?— le respondió Light riendo.



    —Eso fue porque estaba borracho— rebatió L intentando defenderse.



    —Pues aún así entonabas de maravilla— dijo Stella con socarronería— Creo que todavía tengo el video descargado de YouTube...— bromeó, haciendo el amago de buscarlo en su móvil para enseñárselo a todos.



    —Ni se te ocurra, subordinada— advirtió L con jocosidad.



    Todos empezaron a reír al oír el apodo por el que el detective llamaba a la policía.

    La familia de ésta le acogió muy bien, y eso hizo que el chico sonriese, sintiendo que por primera vez en su vida tenía una gran familia.

    Así pasó el resto de la noche, con todos charlando y contando multitud de historietas que creaban un clima sumamente agradable. Tras un rato, Stella y Watari sacaron el enorme pastel de cumpleaños que el hombre había encargado, y todos le cantaron el cumpleaños feliz al detective.

    L, al principio, sintió algo de vergüenza por ser el centro de atención. Pero rápidamente ese sentimiento fue sustituido por uno de felicidad plena, ya que era la primera vez que pasaba su cumpleaños con tanta gente, y que alguien se tomaba la molestia de hacer que fuese una fiesta inolvidable.



    Al final de la noche, L estaba sentado con Noah en uno de los bancos del jardín, mirando al cielo estrellado mientras el detective le explicaba al niño el nombre y la forma de algunas constelaciones que podían verse.

    Sin que ninguno de los dos se percatase, Stella les sacó una foto que guardaría como recuerdo de aquella noche tan especial.

    Al escuchar el ruido del flash, L la miró con una sonrisa, y ella le saludó con la mano entrando de nuevo a la casa donde se celebraba la fiesta. Media hora después, cuando Noah se metió dentro, L fue hasta Stella y la sacó al porche para poder hablar con ella sin tanto alboroto.



    —¿Entonces te ha gustado la fiesta?— preguntó la pelirroja con una sonrisa.



    —Sí, me lo he pasado muy bien. Tienes una familia muy agradable— contestó el pelinegro mirándola a los ojos con la misma sonrisa que ella le regalaba, cogiéndola de la mano dulcemente.



    —Pero quien más te ha gustado, ha sido mi sobrino. ¿Me equivoco?— preguntó la chica sabiendo lo bien que habían congeniado L y Noah.



    —No te equivocas. Noah es adorable— respondió el detective acordándose del mini vampiro— Es verdad que al principio era algo irritante. Pero al final me ha caído genial— murmuró, manteniendo la dulce sonrisa de antes.



    —Me alegro que te haya gustado, L— dijo Stella con sinceridad— Lo malo, es que no me ha dado tiempo a comprar ningún regalo de cumpleaños— añadió apurada. L la miró sorprendido, pensando en que todo lo que había hecho por él, había sido mejor que cualquier regalo del Universo.



    —Pero si este es el mejor regalo que me han hecho nunca, Stella— aseguró el detective de forma honesta, observando con atención a su novia— Yo nunca había tenido una familia, y tú esta noche me has regalado una— murmuró con un tono algo triste, pero sin borrar la sonrisa de la cara.

    Stella no supo qué decir, por lo que tan sólo se acercó al chico y, acariciando su mejilla, le dio un beso en los labios que él le devolvió gustoso.



    Finalmente, cuando ya sólo quedaban Watari, L, Light, Leyre, Stella, y la familia de ésta última en la casa, llegó la hora de marcharse.

    Tras despedirse de sus parientes, que viajaban a Hokkaido al día siguiente, Stella, sus dos amigos y su novio, junto con Watari, salieron de la casa dispuestos a irse.

    L no había visto a Noah desde que éste entró a la casa. Pensando que, el niño, había olvidado despedirse de él, siguió a los demás hasta la limusina para montarse.

    Pero antes de poner un pie en el vehículo, el detective pudo oír cómo alguien lo llamaba.

    Al voltearse, vio cómo Noah corría hacia él tan rápido como podía.



    —¡L, espera!— exclamó el niño llegando junto al chico— No sabía que era tu cumpleaños, y como no tenía ningún regalo, te he hecho uno— dijo dándole una hoja de papel. L la cogió y la miró atentamente: se trataba de un dibujo de ellos dos vestidos de vampiro.

    El detective no pudo evitar sonreír y, sin decir nada, se agachó y abrazó al niño dulcemente.



    —Muchas gracias, Noah. Es el mejor regalo que me han hecho nunca— murmuró el pelinegro con sinceridad, no refiriéndose al dibujo, sino a la familia.

    Tras esto, besó la mejilla del niño y se reunió con sus amigos, los cuales estaban ya esperándole junto a la limusina.
     
  3.  
    Bellapoms

    Bellapoms Iniciado

    Piscis
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    Título:
    SUBORDINADOS (Fanfic Death Note)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Comedia Romántica
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    23
     
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    CAPÍTULO 14: EMBOSCADA

    A la mañana siguiente, todos encontraron una novedad en el cuartel. Concretamente en la cocina, pues L había puesto en la nevera el dibujo que le había hecho Noah el día anterior, exponiéndolo como si de un padre orgulloso se tratase.



    —Madre mía... Este niño es un auténtico prodigio— afirmó L con total convencimiento, sin poder dejar de contemplar el dibujo.



    —L, ¿no crees que estás exagerando un poco?— preguntó Light entre risas— Sólo es un dibujo hecho por un niño de seis años— añadió sin ver la espectacularidad que L veía.



    —Es que tú no lo entiendes, Light... Sólo los genios podemos reconocernos entre nosotros— explicó el detective aún embobado con el regalo de ahora sobrino. El castaño suspiró, ignorando las tonterías de su amigo.

    Mientras los chicos charlaban en la cocina acerca del "asombroso talento" de Noah, Stella entró en la sala de cámaras. Allí, la joven se dio cuenta de que las luces aún estaban apagadas, pero de que había alguien sentado en el sitio de su novio.



    —L, ¿por qué estás a oscuras?— preguntó la policía pulsando el interruptor e iluminando toda la sala. Ya con todas las luces encendidas, Stella pudo ver a L sentado en su postura habitual, con su ropa de siempre y el pelo alborotado. Lo que la extrañó bastante, fue que el detective ni siquiera se girase para mirarla, ni la hablase para saludarla— Oye, ¿estás bien?— preguntó, colocando una mano sobre el hombro del chico.



    L siguió sin inmutarse, mirando fijamente los monitores, mientras mechones de su pelo ocultaban parcialmente sus ojos.

    La pelirroja hizo mayor presión al agarrar el hombro del joven, tratando de hacerle reaccionar. Entonces, él se giró y la miró repentinamente, dejándola impactada.

    Ese no era L.

    El chico frente a ella tenía los ojos de color carmín y una sonrisa macabra en los labios. Stella iba a gritar para pedir auxilio, pero el tipo se abalanzó contra ella, haciéndola chocar contra la pared, y dejándola inmovilizada.

    A continuación, sacó de su bolsillo un pañuelo impregnado en cloroformo y la durmió por completo.

    Mientras tanto, en la cocina, L seguía hablándole a Light de las dotes artísticas de Noah.



    —En serio, Light... Nunca había conocido un niño así. Es tan inteligente... Va a hacer cosas muy grandes— vaticinó L, recordando al sobrino pequeño de su subordinada.



    —Madre mía... ¿Te importaría dejar el temita del niño por un rato? Me estás poniendo la cabeza como un bombo, tío— pidió Light exasperado— Es más, ¿por qué no te vas a la sala de cámaras? Llevas aquí una hora y no has hecho nada. Ni siquiera has encendido los ordenadores— dijo, llamándole "vago" de forma indirecta.



    Debido a las palabras de Light, L levantó las manos, en señal de rendición, y salió por la puerta, dirigiéndose a la sala de cámaras.

    Cuando llegó, el pelinegro se encontró las luces y las cámaras ya encendidas, cosa que le extrañó bastante.

    El detective se acercó hasta su mesa y, sobre ésta, vio una pequeña nota escrita a mano.

    Al leerla, sintió su corazón pararse al instante.



    "Si quieres volver a verla, sube a la azotea."



    L reconoció la letra al instante, pues no había mucha gente que escribiese como esa persona.

    Sin perder un segundo, rebobinó unos minutos las imágenes captadas por las cámaras.

    Como se temía, una persona aparentemente igual que él había secuestrado a Stella.

    La había dormido con cloroformo y justo antes de llevársela, le había dedicado una sonrisa perturbadora a través de las cámaras.

    L no se lo pensó ni un instante, y subió a la azotea aún sabiendo que se trataba de una trampa para atentar contra él.

    Conocía a ese tipo, y sabía que si se demoraba un segundo más, sería capaz de matar a Stella.

    Así que, lo más deprisa que pudo, llegó hasta la azotea. Allí se encontró con una imagen similar a la suya, de espaldas, mirando hacia la ciudad.

    La respiración de L era algo agitada al haber subido las escaleras corriendo.



    —Beyond... ¿Dónde está?— preguntó el detective manteniendo la distancia.

    El chico no contestó, por lo que obligó a L a dar un paso al frente— ¿Qué le has hecho?— volvió a preguntar, temiendo realmente por la vida de su novia, ya que el chico era impredecible.



    El asesino se dio la vuelta y miró directamente al detective con una sonrisa socarrona, indicándole con la mano que se acercase a él.

    L rehusó su propuesta, pero Beyond Birthday le mantuvo la mirada, dándole a entender que tendría problemas si no obedecía.

    Fue en ese momento cuando L se arrepintió de no haber llamado a Watari al descubrir la nota, o de no haberle pedido ayuda a Light y Leyre. Ahora se encontraba totalmente solo ante el peligro, y con la vida de su subordinada en juego, ya que no hacer lo que Beyond le pedía, sería un error que le costaría la vida a Stella.

    Sin más remedio, L se aproximó a BB con paso lento, quedando ambos cara a cara, retándose con la mirada: Beyond le sonreía, mientras que L le miraba con seriedad. Eran como dos caras de la misma moneda.



    —El tiempo no pasa por ti, L. Estás exactamente igual que hace tres años— dijo BB manteniendo la típica sonrisa burlesca que irritaba al detective.



    —Tú tampoco has cambiado demasiado— contestó el mayor de ambos con sequedad.



    —Creo que tengo algo que te pertenece— dijo el ojirrojo llevándose un dedo a los labios, imitando el gesto del detective, el cual le miró casi suplicante, rogándole con la mirada que le dijese dónde estaba Stella— Crees que la he matado, ¿verdad?— preguntó ahora de forma juguetona. Al ver que L no respondía, siguió hablando— Venga, saca tus conclusiones, señor detective— le instó a hablar.

    L le miró con odio, sabiendo que la única forma de sacarle algo a ese psicópata era seguirle el juego.



    —Sé que no la has matado. Porque si lo hubieras hecho, no tendrías nada con lo que chantajearme— le respondió L— Aunque me has demostrado en numerosas ocasiones que contigo nunca se sabe. Hay un 83% de posibilidades de que esté viva— dedujo sacando sus propias conclusiones. BB le sonrió.



    —Tan brillante como siempre, Lawliet— murmuró el sádico joven— De acuerdo. Me has convencido... Te diré dónde está— aseguró, acercándose lentamente a L, llevando su rostro al oído de éste— Tu novia está... Muerta— susurró, recalcando la última palabra con saña, haciendo que L abriese los ojos aterrorizado, sintiendo que su corazón iba a dejar de latir en cualquier momento.



    La primera reacción de L fue intentar golpear a Beyond. Pero antes de que pudiese llegar tan siquiera a tocarle, el asesino le agarró, acercándole completamente a él y clavándole un cuchillo en el estómago, retorciéndolo con fuerza para que sangrase aún más y la herida fuese difícil de cerrar, comprometiendo así sus órganos vitales.

    El detective sólo alcanzó a emitir un pequeño quejido de dolor, notando cómo la cálida sangre resbalaba ya por su piel, haciéndole sentir un ardiente dolor que daba paso a una agonizante insensibilidad. BB sacó el cuchillo, y empujó a L, haciendo que éste cayese al suelo.

    El asesino observó divertido la escena, viendo cómo el chico intentaba presionar la herida.



    —Ahora tengo que irme, Lawliet... Tengo un asunto que resolver. Y tú, tienes una cita con la muerte— dijo Beyond con malicia y burla.

    Tras esto, limpió el cuchillo en la camisa del detective, y se marchó, dejando al mayor completamente solo y sin ayuda.



    Sumido en el dolor de su cuerpo y en el frío que le calaba hasta los huesos, L sólo podía pensar que, por un error suyo, había perdido a una de las personas que más había querido en su vida.

    La respiración del detective se entrecortaba, notando en su boca un cierto sabor a metal.

    Los latidos de su corazón cada vez eran más lentos, faltándoles la fuerza suficiente para hacer que la sangre bombease.

    En ese momento, alguien entró de nuevo a la azotea, y L pudo escuchar cómo corría hacia él. Pensó que se trataría de Watari o, tal vez, de Leyre o de Light.

    Dicha persona cogió la cabeza de L, y la puso en su regazo, intentando taponar la herida con las manos. El joven intentó mantener la mirada fija para averiguar de quién se trataba, sorprendiéndose al comprobar que era Stella, la cual sollozaba al ver el estado en el que se encontraba su novio. L empalidecía por segundos y sus ojeras se marcaban notablemente, hundiéndole los ojos.

    El detective, con gran esfuerzo, llevó su mano al rostro de la policía, acariciando su mejilla, y limpiando algunas lágrimas que resbalaban hasta caerle en los pómulos.



    —No llores... Después de todo lo que me has dado, siento que puedo morir tranquilo— susurró L casi sin fuerzas, intentando sonreír. Esto hizo llorar más a Stella.



    —No digas tonterías. Te vas a poner bien. Mañana te despertarás y todo volverá a ser como siempre— contestó Stella queriendo creerlo— Volverás a discutir con Light, a regañar a Leyre, a pedirle caprichos a Watari y me seguirás llamando subordinada... Como siempre lo has hecho— dijo esto último entre sollozos, recordando el día que se conocieron, en el cual, el detective la bautizó con ese apodo que tiempo después tomaría un significado distinto en su relación.

    L volvió a sonreírle con dificultad, sintiendo el punzante dolor de su estómago volverse casi insoportable.



    —¿Podrías darme un último beso, subordinada?— preguntó el detective casi aliento, tratando de esbozar una última sonrisa para ella.



    —No me digas eso— pidió la chica sin querer ver la cruda realidad— No me llames subordinada como si fuese la última vez— suplicó.



    —Por favor...— susurró el joven con gran dificultad para respirar.

    Stella se acercó a su rostro y le besó dulcemente en los labios.

    Al apartarse, vio cómo su novio entreabrió los ojos para dedicarle una última mirada y cerrarlos para siempre.



    —¡L! ¡L, ABRE LOS OJOS!— gritó Stella con desesperación, llorando desconsolada.



    Mientras tanto, en la sala de cámaras, Watari, Light y Leyre acababan de ver las grabaciones de Beyond Birthday secuestrando a Stella y la nota que L había leído, temiéndose lo peor.

    Subieron rápidamente a la azotea, y allí se encontraron la escena más triste que habían visto en su vida: L sangrando y Stella cogiéndole entre sus brazos.



    Light y Leyre se quedaron en shock, sin saber qué hacer. Naturalmente, el primero en reaccionar fue Watari, quien corrió instintivamente hacia L, ya muerto en brazos de su amada subordinada. Intentó buscarle las constantes vitales, pero ya no había pulso.

    Light y Leyre se acercaron enseguida, y al ver así a su mejor amigo, la pelirroja no pudo evitar comenzar a llorar. El castaño, por su parte, intentó que el detective reaccionase, agachándose a su lado y zarandeándolo.

    El joven intentó pensar con claridad y pedir ayuda.



    —¡Dios mío! ¡Hay que llamar a una ambulancia!— gritó Light desesperado por ver a L en esas condiciones.



    —Light, no tiene pulso, ¿qué hacemos?— preguntó Leyre sollozando, con lágrimas en los ojos. El policía llevó los dedos al cuello del detective, tratando de buscarle algún latido por leve que fuese.



    —Tiene. Pero es muy débil...— anunció Light preocupado.



    —Bien. Lo primero que tenemos que hacer es taponar la herida e intentar parar la hemorragia— contestó Watari apurado.



    Siguieron las indicaciones del hombre, y Light y Leyre taponaron la herida del detective. Stella se mantuvo abrazada a él, demasiado afectada para saber cómo reaccionar. Mientras tanto, Watari llamó a emergencias desde una línea privada, logrando que en pocos minutos llegase un helicóptero medicalizado. Tras subirle, le llevaron al hospital más cercano.

    Una vez allí, los ATS que iban en el helicóptero, sacaron la camilla en la que iba L, y se lo llevaron de urgencia a quirófano para operarle.



    Tras la puerta de éste, se encontraban Light, Leyre, Stella y Watari.

    Light dejaba escapar varias lágrimas, temiendo por la vida de su amigo. Aún así, intentó calmarse para no alterar más a Stella, pues lo último que necesitaba la chica, era verles mal a todos. Watari estaba sentado en una de las sillas de la sala de espera, completamente hundido y con el rostro entre las manos, sin poder creerse que la persona a la que había criado como a un hijo, se estuviese debatiendo entre la vida y la muerte.



    Leyre, en cambio, no podía contener el llanto, aunque sabía que eso no ayudaba a su amiga. La imagen de L sangrando de esa forma la atormentaba, por lo que tuvo que sentarse junto a Watari, dejando a Light de pie junto a ellos.



    Stella no había sido capaz de decir nada desde que salieron de la azotea.

    La chica estaba estática frente a la puerta del quirófano, intentando ver todo lo que sucedía tras esas puertas. Las lágrimas no habían dejado de salir de sus ojos ni un instante, pudiendo sentir todavía el cuerpo desplomado de L sobre ella, sin ningún aliento de vida.

    La policía sabía que en esa sala se decidiría si su novio viviría o moriría, y sólo pensar en la segunda opción, la quemaba por dentro, notando grandes zarpazos en su pecho y un nudo en la garganta que le impedía respirar.

    La joven trató de secarse las lágrimas con las manos, pero no conseguía nada, ya que seguidamente volvían a brotar.

    Light se acercó por la espalda, y pasó un brazo por los hombros de Stella, abrazándola para que descargase todas sus lágrimas en él.



    —Todo va a salir bien... L es muy fuerte. Ya lo sabes— susurró el castaño abrazando fuertemente a la chica, que no podía dejar de llorar.



    —¿Y si se muere, Light? ¿Qué hago yo si eso pasa?— preguntó la pelirroja con la respiración entrecortada por los sollozos— Light, no quiero que le pase nada— susurró casi sin fuerzas, derrumbándose por completo.

    Light al ver así a su amiga, no pudo evitar comenzar a llorar también.



    —Eso no va a pasar, Stella... L no puede morir— murmuró intentando convencerla a ella y a él mismo.

    En ese momento, el cirujano salió del quirófano y miró seriamente a los cuatro.



    —¿Familiares de Ryuga Hideki?— preguntó el doctor. Stella y todos los demás se acercaron rápidamente, deseosos de saber cómo se encontraba L.



    —Soy su novia. ¿Cómo está?— preguntó la policía con total desesperación.



    —Hemos logrado reanimarle, pero sus constantes vitales son muy bajas debido a la pérdida de sangre— contestó el médico— El paciente ha entrado en coma profundo, y es muy probable que no despierte nunca.



    Las palabras del doctor provocaron una reacción inmediata en todos los presentes. Watari se sentó nuevamente, desplomado, sin poder creerse que L estuviese en esa situación.

    Light se llevó una mano al rostro, dirigiéndose a la pared y golpeándola con rabia e impotencia, sintiendo cómo la desesperanza se hacía con él. Leyre se derrumbó al oír tan malas noticias acerca de su amigo, por lo que tuvo que sentarse junto a Watari, quien la rodeó con sus brazos para que la chica llorase en su hombro. Stella, por su parte, sintió náuseas nada más escuchar las palabras del doctor. Repentinamente, comenzó a sentir un intenso mareo y una perdida parcial de la visión, por lo que Light tuvo que sostenerla al ver que la chica podría caer desmayada de un momento a otro.

    Todas las esperanzas que habían puesto en que L se recuperase, acababan de esfumarse casi por completo y el culpable no era otro que Beyond Birthday.



    —¿Hay alguna posibilidad de que despierte? ¿Algo que se pueda hacer? Lo que sea, doctor— preguntó Light desmoralizado, aún con Stella entre sus brazos.



    —Sólo podemos esperar— contestó el médico intentando calmarles— Ahora está estabilizado en la UVI, y en las próximas horas, lo subiremos a planta. Siento darles tan malas noticias— concluyó, comprendiendo la situación y sabiendo el duro golpe que esto suponía para Light, Leyre, Stella y Watari.



    Tal y como el doctor les había dicho, apenas tres horas después, los tres policías y el hombre mayor subieron a una habitación de la segunda planta, donde recibieron la camilla de L pocos minutos después.

    El aspecto del chico no distaba mucho del que tenía en la azotea, más pálido que de costumbre y bastante demacrado. La diferencia, era que en ese momento le rodeaban varias máquinas que monitorizaban sus constantes vitales, vigilando cualquier cambio brusco en su estado.

    Watari se sentó en un sillón justo al lado de L. Light y Leyre se sentaron en el sofá de la habitación, observando a su amigo apenados. Stella se encontraba de pie junto a su novio, cogiéndole de la mano y observándole con tristeza, esperando que en cualquier momento abriese los ojos y la observase con su habitual mirada profunda y sincera. Pero no lo hizo y, según el médico, era poco probable que lo hiciera.



    Esa noche decidieron pasarla todos allí, acompañando a su gran amigo, que en ese momento los necesitaba más que nunca. Recordando que los comatosos solían reaccionar a los estímulos externos, Light, Leyre, Stella y Watari decidieron hablarle, tratando de que reaccionase a sus voces, pero nada parecía hacer efecto.

    El día siguiente pasó de la misma manera, a diferencia de que esa noche, en el hospital, sólo quedaron Watari y Stella.



    Durante el tiempo que L estuvo ingresado,

    Light, Leyre y Stella tuvieron que volver a la comisaría para trabajar como agentes de policía de la APN. Pero ninguno podía dejar de pensar en todo lo vivido ese año con el detective.

    A sus mentes llegaban múltiples recuerdos:



    La primera vez que se vieron en el "caso Kira", que fue el día en que L se presentó como tal ante ellos.



    La primera noche que salieron de fiesta por Shibuya.



    La venganza que prepararon Light y L haciéndoles creer a las chicas que eran gays.



    Los berrinches del detective cuando no quedaban pastelitos.



    Las estúpidas apuestas que siempre andaban haciendo ambos chicos.



    Las tiernas sonrisas que el detective les

    dedicaba para conseguir lo que quería.



    Los celos infantiles que le tenía a Matsuda.



    El viaje a Cancún.



    Las bromas que solían gastarle Leyre y Light apoyados por Stella y Watari.



    El tierno carácter del detective y su frecuente bipolaridad.



    Todos esos recuerdos se hacían cada vez más lejanos. Pero lo más duro de todo llegó cuando, al cuarto día del coma de L, Watari les dio una noticia que resultó como un balde de agua fría para los policías.

    Desde la Wammy's House ya habían escogido al sucesor del afamado detective, y Stella, Light y Leyre debían elegir si seguir bajo sus órdenes o volver a la completa normalidad.

    Esta conversación la tuvieron en el hall del cuartel, donde muchas otras veces habían charlado con L.



    —Sinceramente, no creo que pueda estar bajo las órdenes del sucesor de L— dijo Light con seriedad, viéndose incapaz de ver a cualquier otro en el puesto de su mejor amigo.



    —Comprendo vuestra posición, chicos... Si no os sentís en condiciones de seguir con nosotros, lo entenderé— contestó Watari sabiendo que los tres agentes habían estado ayudando en los casos por la amistad que les unía a L.



    —Gracias, Watari, pero no creo que sea apropiado que tras todo lo que ha ocurrido, estemos bajo las órdenes del sucesor de L— contestó Leyre mientras el hombre asentía.

    Stella, en cambio, no había dicho ni una sola palabra, y sólo se había dedicado a observar la escena, pensativa. Watari la miró, casi adivinando lo que iba a decir.



    —Stella, ¿vas a decir algo?— preguntó el anciano al ver la expresión enfadada de la joven.



    —¿Ya le han buscado un sustituto?— preguntó visiblemente molesta por la rápida actuación de la Wammy's House.



    —¿Y qué pretendías que hiciesen, Stella? Desgraciadamente, el pronóstico de L no es muy favorable— contestó el hombre entristecido al pensar en el detective.



    —Podrían haber esperado un poco. No está muerto— respondió la policía con rencor.



    —A mí es al primero al que le ha dolido tan repentina decisión— aseguró Watari afectado por las palabras de su casi nuera— Pero estamos muy presionados. Son muchos deberes y obligaciones los que implica ser L— le recordó— Necesitamos a alguien que ocupe su cargo, aunque sea temporalmente— concluyó, intentando consolar a la chica, que le había retirado la mirada, con lágrimas contenidas al pensar en otro L que no fuese su novio.



    —Lo entiendo— respondió escuetamente Stella. Tras decir esto, se levantó y salió de la sala dando un sonoro portazo.

    Light, Leyre y Watari la observaron apenados por lo afectada que estaba.



    Pasaron las semanas y los tres amigos no supieron mucho más de Watari ni del presunto sucesor, pues al no trabajar con ellos, la identidad del nuevo L quedaría en completo secreto.

    Por otra parte, el estado del detective no mejoraba en absoluto, pues sus constantes vitales cada vez eran más débiles, y eso indicaba que no le quedaba mucho tiempo de vida.

    Evidentemente, Stella se negaba a aceptarlo, y por ello seguía pasando las tardes enteras y las noches en el hospital junto a él, sentada a su lado y contándole cómo había ido el día. Constantemente acariciaba su mejilla y cogía su mano, buscando algún tipo de reacción que nunca llegaba, lo que la entristecía muchísimo.

    Y esa tarde no estaba siendo muy distinta a todas las demás desde hacía casi dos meses.



    —Hoy tampoco hemos tenido noticias de Watari, ni de ese sucesor que te han puesto— le explicó la policía— Light se negó a trabajar con él y, por supuesto, Leyre también. Y yo me niego a colaborar con nadie que no seas tú, así que... Supongo que ya se habrá olvidado de nosotros. Pero las enfermeras me han dicho que viene a verte todas las mañanas. ¿Te ha dicho algo?... Seguramente sí— Stella suspiró profundamente y apoyó la cabeza en la camilla, sujetando la mano de L con delicadeza— Las cosas son muy aburridas sin ti, ¿sabes? Ya no bromeo con Light. Ninguno de los dos tiene ganas de reír.

    Y Leyre siempre me mira con lástima...

    Hace bastante tiempo que no hablo con ella— le informó sobre sus amigos— Debería estar más con ellos, pero es que cada vez que les miro, me acuerdo de ti... Y cada día te echo más de menos— se quedó en silencio, observando cómo la respiración y el pecho de su novio subía y bajaba acompasadamente, al ritmo de las máquinas que le monitorizaban. Stella agarró más fuertemente la mano de L, y se incorporó dejando su rostro a la altura del detective— No sé si me estás oyendo, L... Pero no puedes morirte. ¿Me entiendes? No puedes irte después de haber entrado en mi vida y largarte como si nada hubiese pasado. No es justo. No me hagas esto...— Stella comenzó a llorar. Las lágrimas recorrían su mejilla, y resbalaban por la del detective, pero éste no reaccionaba.

    La policía sabía que en cualquier momento, el corazón de su novio podría pararse, y la poca vida que le quedaba, simplemente desaparecería. Este pensamiento se le clavaba en el pecho, como si de mil agujas se tratase, y no pudo evitar acercar sus labios con delicadeza a los de L, intentando que ese beso la reconfortase y le recordase todos los momentos vividos con el chico. Al principio tan sólo fue un roce, pero lentamente pegó sus labios a los del pelinegro, dejando caer algunas lágrimas más por su rostro. Stella se separó apenas unos milímetros y llevó su mano a la mejilla del chico, acariciando su pálido pómulo— Te quiero tanto... No te mueras, por favor— lloró, enterrando su cara en el pecho del chico.



    De pronto, la respiración de L se entrecortó y la expresión de su rostro comenzó a cambiar, apretando con fuerza los párpados, y abriéndolos con extrema lentitud, intentando enfocar su mirada. Lo primero que L vio fue la molesta luz blanca del hospital, que le hizo volver a cerrar los ojos durante unos segundos. Lo siguiente que notó, fue un peso en su torso, y en cuanto se fijó bien, pudo reconocer a Stella, que sollozaba amargamente. Sentía todo su cuerpo muy pesado, y con gran esfuerzo, consiguió levantar su mano y llevarla hasta la espalda de la policía, haciendo que ésta se incorporase de inmediato al sentir la mano de L sobre ella. El detective tenía los ojos entreabiertos, con notable dificultad, pero aunque así fuese, a Stella se le paró el corazón nada más verle, sintiendo la mayor de las alegrías al comprobar que el detective acababa de despertar de aquel coma profundo.

    Las lágrimas seguían brotando sin parar, pero esta vez por la emoción. L intentó hablar, pero le fallaron las fuerzas en cuanto notó la profunda herida en el abdomen. La pelirroja le dio un beso en la mejilla. L volvió a intentar hablar, pero Stella colocó el dedo índice en sus labios, impidiéndole decir una palabra.



    —No hables. No hagas esfuerzos. Voy a llamar al médico— la policía intentó levantarse, pero el detective la paró cogiéndola de la mano.



    —No te vayas... No me dejes solo— le rogó el chico con voz ronca.

    Stella volvió a acercarse a él y le dio un corto beso en los labios.

    —Estaré aquí enseguida— prometió la chica, yendo en busca de un médico.



    Un par de minutos después, el doctor llegó a la habitación junto a dos enfermeras que no podían creerse lo que acababa de ocurrir.

    L había conseguido salir del coma. Los médicos le hicieron varias pruebas para comprobar su estado, y aunque no parecía tener ninguna secuela grave, debía hacer reposo absoluto.

    Lo primero que hizo Stella fue llamar a Watari, que, emocionado por las palabras de la policía, apareció en el hospital en menos de diez minutos. En cuanto llegó a la habitación de L, se sentó a su lado, le cogió de la mano y se echó a llorar, intentando secarse las lágrimas aún teniendo las gafas puestas.



    El detective susurró el nombre del anciano y éste le abrazó con delicadeza, temiendo que su protegido se fuese a evaporar.

    Stella también llamó a Light y Leyre, los cuales se presentaron en el hospital enseguida.

    La primera reacción de la pelirroja nada más entrar en la habitación, fue de correr hacia su amigo y abrazarle también. La chica le abrazó emocionada, derramando algunas lágrimas, cogiéndole tan fuerte por la felicidad, que el detective emitió un pequeño quejido.



    —Leyre, más despacio— susurró dolorido pero con una sonrisa.

    La joven se incorporó enseguida, preocupada.



    —Perdona, perdona, perdona— repitió suavizando el abrazo.



    Light se quedó en la puerta, aún asimilando el volver a ver a su mejor amigo con vida.

    Se acercó con paso lento hacia la camilla, sin apartar la mirada ni un instante del detective. Éste le observó medio incorporado.



    —¿No piensas decirme nada?— susurró con una sonrisa.

    Light, aún incrédulo, se agachó y acarició la mejilla del chico, mirándole fijamente a los ojos, como si no creyese lo que veía.

    En ese momento, le abrazó con cuidado.



    —Madre mía... No hay quien pueda contigo— dijo el castaño riendo emocionado.



    —Bicho malo nunca muere— contestó el detective sonriendo, correspondiendo el abrazo de su amigo.



    Ese día lo pasaron todos juntos en el hospital, poniendo a L al corriente de todo lo sucedido el tiempo que había estado en coma.

    La semana estuvo repleta de pruebas para confirmar el bienestar del detective.

    Al fin, y tras mucha insistencia de L, consiguió el alta médica y pudo marcharse a su nuevo apartamento.
     
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  1. Monokuma J
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