Se caen las estrellas

Tema en 'Relatos' iniciado por Lionflute, 1 Marzo 2016.

  1.  
    Lionflute

    Lionflute Usuario popular Comentarista empedernido

    Aries
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    Escritor
    Título:
    Se caen las estrellas
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    4525
    La primera estrella cayó un domingo por la noche. Esperanza dormía sobre el pecho de Tomás y despertó por un ronquido de éste a mitad del sueño. En un principio no entendía muy bien lo que sucedía y tuvo que refregarse los ojos para situarse en la casa de campo, pero entonces fijó su vista en la ventana, que estaba a los pies de la cama, y vio cómo una estrella caía a toda velocidad, a lo lejos, perdiéndose entre los cerros más allá del gran río que pasaba por el lado del poblado. El hecho la sorprendió tanto que comenzó a zarandear levemente a Tomás para despertarlo. Él, atolondrado aún por el sueño y un tanto molesto por ser despertado a mitad de la noche, le preguntó que qué pasaba, que por qué tanto escándalo a esa hora.

    —Se caen las estrellas —le dijo asustada.

    Tomás la miró sin saber si tomarse aquello como una jugarreta de parte de Esperanza o bien tomárselo en serio. Ella tenía esa costumbre de hacer bromas fuera de lugar, sin embargo, dadas las circunstancias y por la cara de ella, se dio cuenta que lo decía muy en serio y entonces le revolvió un poco el cabello, como tratando de calmarla.

    —Tranquila, de seguro fue una estrella fugaz y ya —le dijo mientras volvía a acostarse para disponerse a dormir nuevamente—. Las estrellas hacen eso todo el tiempo.
    —Pero yo la vi y no fue lo mismo que una estrella fugaz. Fue a parar detrás del cerro, estoy segura de ello.
    —Ay, mujer, estate tranquila —le dijo él mientras volvía a componerse en la cama, frente a ella, y le tomaba el rostro para calmarla finalmente con un beso en la frente—. Debiste haber visto mal. Las estrellas no caen a la tierra.

    Y con esto último Tomás se fue a dormir nuevamente. Esperanza pasó unos cuantos minutos sentada, pensando en lo que había visto. Estaba completamente segura de que la estrella cayó al otro lado del cerro y no le gustaba que Tomás no le creyera, aunque ya no se lo reprochaba. Hace un tiempo ya que la relación andaba un poco extraña. Ella había decidido que durante esas vacaciones no iba a reprocharlo tanto, para evitar que se alejara como lo había hecho hace unos meses. El último tiempo había sido complicado para ambos y habían decidido tomar vacaciones solos, en el campo, para volver a acercarse, para reconquistarse nuevamente. Aprovecharon entonces que el tío de Esperanza, que la quería tanto, les arrendaba una casa que tenía cerca de un poblado para entonces partir durante unas semanas los dos solos, sin la ciudad que les estorbara. Finalmente Esperanza se fue a dormir, aún con la duda bailándole en la consciencia, pensando que quizás todo fue producto del brusco despertar.

    A la mañana siguiente, Tomás se levantó temprano para salir a trotar por el campo. A él le gustaba eso de hacer ejercicio, pero lo hacía solo, ya que a Esperanza le parecía una locura el levantarse a las ocho de la mañana para pasar frío. Él había comenzado con esa actividad hace un tiempo, cuando se empezaron a enfriar las noches y despertaba súbitamente sin nada que hacer. Veía a Esperanza durmiendo a su lado y lo atacaba la angustia y luego no podía conciliar el sueño. Salir a trotar fue, en un principio, un escape a todo eso, pero hoy en día se le había hecho costumbre y, aún en el campo, quería mantenerla, pues desde que comenzó ya había perdido un buen poco de peso y pensaba que le sentaba bien. A Esperanza no le importaba mucho lo que él hiciera en las mañanas, pues disfrutaba verlo contento y, mientras él salía a recorrer el campo, ella se desperezaba tranquilamente en la cama e iba a preparar el desayuno. Sin embargo, esa mañana algo le molestaba, algo le rondaba en la cabeza. Necesitaba averiguar si esa estrella realmente había caído o si solo fue producto de su imaginación. Terminó de preparar lo que pudo del desayuno y se dirigió donde el vecino que vivía en el terreno de al lado para pedirle el periódico. Ya que él vivía ahí todo el año, lo recibía siempre por las mañanas, ahorrándole el trayecto hasta el pueblo que, si bien no era tanto, al no tener auto era un poco tedioso. Creía que, si lo que vio era cierto, seguramente sería parte de las noticias, después de todo las estrellas no caen todos los días. Apenas tuvo el periódico en sus manos, miró el título de la portada que hacía referencia a asuntos políticos recientes y, en el resto de la portada, ninguna otra de las noticias que ahí figuraban mencionaba nada sobre una estrella. Ojeó rápidamente cada página, pensando que quizás podría formar parte de una pequeña anécdota, pensando que quizá cayó en algún lugar despoblado y que alguien podría comentar ese hecho, pero no encontró absolutamente nada. Desconcertada, se despidió amablemente del vecino y volvió a la casa de campo a recibir a Tomás que volvería pronto. En el camino iba pensando que tal vez sí fue todo su imaginación, pero se resistía a creerlo, porque lo que vio le pareció demasiado real como para ser una artimaña del sueño.

    Tomás se fue a tomar una ducha al llegar, mientras que Esperanza ponía la mesa. Al rato ambos se sentaron y comenzaron a comer. Tomás observaba a Esperanza, que apenas le dirigía la palabra. La miraba como a algo lejano, perdida en sus pensamientos, como en otro mundo. La trajo de vuelta de un tirón, ya que la mesita era pequeña y él, con su gran estatura, le bastó ponerse de pie para alcanzarla al otro lado con un beso. Esperanza reaccionó de repente y, sin querer, pasó a llevar la taza de té con su brazo y esta fue a parar al piso.

    —Lo siento —dijo Tomás entre risas y yendo en busca de la escoba y algún trapo para limpiar—. Solamente quería que volvieras a la tierra.
    —Ay, lo siento yo. Es que no puedo sacarme lo de la estrella de la cabeza. Se veía tan real. Juraría que no fue una alucinación, pero fui donde el vecino para revisar el periódico y no decía nada al respecto. Quizás me estoy imaginando cosas.
    —Seguro fue una estrella fugaz y ya —le dijo mientras recogía los trozos de taza rota en el piso—. Como estabas despertando, quizá tu mente armó el resto. Debiste aprovechar para pedir un deseo.
    —Si hubiera sido una estrella fugaz no habría dudado en hacerlo, pero a las estrellas que caen a la tierra no se le piden deseos.

    Esto último Esperanza lo dijo tan seriamente que Tomás no se atrevió a seguirla contradiciendo. La última vez que la contradijo fue una gran discusión. Ella terminó aventándole platos y él terminó yéndose de casa. De eso ya unas cuantas semanas. No quería arruinar esas vacaciones y sabía, por el tono de voz de ella, que si seguía con el mismo discurso, las cosas se iban a poner realmente feas y, una vez que la discusión iniciara, no habría como detenerla. Creía también que sería una discusión tonta, pero de las cosas más tontas ya habían surgido tantas otras, y es que es como tirar de una hebra suelta en un chaleco: puede que la hebra salga sola con un poco más de lana, como podría destejer gran parte de éste. Nunca se sabe y, por lo mismo, es mejor no tentar a la suerte. Tomás entonces limpió el desastre de la taza rota, preparó otro té y volvió a sentarse. No conversaron mucho más aquella mañana, porque Esperanza siguió un tanto perdida hasta después del almuerzo, cuando él la logró convencer y ambos salieron a recorrer los alrededores hasta el atardecer.

    Al volver decidieron irse a dormir pronto. Ambos estaban fatigados por el trayecto de la caminata y se metieron a la cama sin mucho que decirse. Estando ya acostados y a media luz, Tomás comenzó a deslizar lentamente su mano por entre las sábanas. Le acarició suavemente los muslos a Esperanza, que se torcía con movimientos de gato bajo las sábanas. Se dejaba besar en el cuello por Tomás y de a poco se iba entregando a las caricias. Y así fue ya entrada la noche: Esperanza se dejó llevar, en un inicio con un dejo de desgano, pero aguantó, como de costumbre, hasta el final, hasta que Tomás se hubo saciado de tantas ganas de amarla, acumuladas de hace ya tantos días. Luego de eso y un par de besos tiernos por parte de él, ambos se durmieron abrazados y con el ruido de aquella noche silenciosa filtrándose por la ventana.

    Tomás no durmió bien y despertó con la luna entrando por la ventana. Cuando se dio cuenta de que Esperanza no estaba en sus brazos, se sentó en la cama bruscamente, asustado de lo que pudiese estar pasando. Se dio cuenta, entonces, de que Esperanza se encontraba en el balcón, mirando el cielo en camisa de noche y bebiendo té. Él se levantó y fue a pararse al lado de Esperanza para preguntarle que qué estaba haciendo ahí, que era muy tarde.

    —Ya van dos esta noche —le responde Esperanza sin dejar de ver el cielo.
    —¿Dos dices? ¿dos qué?
    —Dos estrellas cayeron hoy —dice ella, ahora mirando la taza de té—. Una cayó en el cerro mismo y se sintió un leve estruendo; la otra cayó seguramente en el río, pero era más pequeña y no hizo ruido alguno.

    Esperanza estaba segura de lo que decía, pero lo hacía con un dejo de desdén, como esperando que Tomás no le creyera una sola palabra. Por su lado, él estaba perplejo. No podía concebir la idea de que las estrellas se estuvieran cayendo tan cerca sin causar estruendo suficiente para despertar a todo el pueblo. Le costaba creerle a Esperanza que todo eso que decía era cierto, pero no podía ignorar tampoco lo que ella le contaba. Si estaba ella ahí, de pie y mirando el cielo esa madrugada, era porque creía firmemente en ello. Tenía que hacer las cosas bien esta vez, en lugar de huir como la última ocasión, pues se lo había prometido a ella antes de comenzar aquellas vacaciones.

    —¿No quieres volver a la cama conmigo? —le preguntó suavemente, como invitándola con la voz.
    —Las estrellas se están cayendo, Tomás. Eso debe significar algo —dijo, mirándolo a los ojos finalmente— ¿No quieres tú averiguarlo conmigo?

    Tomás no sabía muy bien cómo responder. Creía que quedarse ahí era hacer el loco, pero quería traer a Esperanza de vuelta y para eso requería de su confianza. En un segundo, en el que barajó varias posibilidades, decantó finalmente por la que creía que era la salida más diplomática.

    —Mira, hagamos una cosa —le propone—. Iremos mañana al pueblo y revisaremos todos los periódicos y le preguntaremos a todo el mundo si saben algo al respecto. Si las estrellas se están cayendo, alguien más debe saberlo. Si es así, entonces con gusto te acompañaré hasta el horizonte en busca de la razón ¿Te parece?

    Esperanza lo miró dudosa, preguntándose si lo decía en serio. Naturalmente, luego de los últimos meses vividos, le costaba creer en su palabra, pero al ver en sus ojos pudo notar al Tomás de antes y, de golpe, le vino al pecho el sentimiento de cuánto lo quería. Sabía que él dudaba de su palabra también, que a él le costaba creer que las estrellas se estaban cayendo una a una, pero quería averiguarlo al menos y pensó que, quizás, era suficiente. Se dejó guiar entonces hasta la cama y ambos volvieron a dormir bajo la luz de la luna.

    Al día siguiente, Tomás ni siquiera fue a trotar. Fue incluso Esperanza quien despertó primero y quien lo despertó a él también. Le tenía el desayuno preparado y estaba lista para partir al pueblo a investigar sobre las estrellas. Tomás aceptó todo con una sonrisa y desayunaron muy animadamente esa mañana, entre bromas y casi devorando todo de un bocado, antes de montarse en la camioneta y partir camino al pueblo. Al llegar ahí, compraron todos los periódicos que pudieron encontrar, incluso aquellos que no hablaban más que de política o de farándula, por si acaso alguien de esos medios se percató también de lo sucedido y decidió escribir, al menos, una columna al respecto. Esperanza revisaba todo minuciosamente, cada hoja, cada noticia, cada columna y lo más cercano que encontró estaba en la sección del horóscopo de un periódico de farándula, donde las estrellas le decían a aries que se acercaba un mal augurio pronto. Esperanza estaba muy inquieta al respecto. Estaba segurísima de haberlas visto caer. Las había sentido tan cerca que parecía que al estirar el brazo iba a poder sentir un poco de su luz. Tomás, por su lado, preguntó a varias personas si alguien se había percatado de ese acontecimiento, pero de vuelta no recibió más que caras de extrañeza ¿Cómo era posible que nadie en el pueblo sintiera caer una estrella tan cerca? Era difícil de admitir, pero ahora creía que la pobre Esperanza se estaba volviendo loca. Ella estaba hasta las lágrimas tratando de buscar alguna prueba que Tomás pudiese creer, porque ella las había visto, ahí, en el cerro, ahí, cayendo al río y vayamos al bosque del monte, seguro la encontramos, o rentemos trajes de buzo, sumerjámonos en el río para encontrarla, pero me tienes que creer, por favor, me tienes que creer. Tomás tuvo que tomarla por los hombros y apelar a su razón, decirle que tal vez lo que vio era otra cosa y que, quizá, lo estaba malinterpretando todo. Le propuso finalmente, siempre para ganar su confianza, pasar la noche en vela con ella, mirando el firmamento para así asegurarse de que las estrellas no se caían. Esperanza aceptó luego de un rato, creyendo que quizás tenía razón, pero en el fondo teniendo la certeza de poder, al fin, comprobar lo que vio.

    Llegaron a la casa ya con las últimas luces del día. Aprovecharon el clima cálido de aquella semana para hacer una fogata en el patio con los periódicos que habían comprado. Prepararon algunas cosas para comer y así sacar el mayor provecho posible a su tiempo juntos. Miraron el cielo hasta muy entrada la noche y nada ocurrió. Todas las estrellas titilaban eternas en el firmamento, pegadas y aferradas al cielo, como si nunca se hubiese caído alguna y como si ninguna se fuese a caer. Tomás estaba tranquilo con esto, pero al ver el rostro de Esperanza, sabía que algo la inquietaba. Sin embargo, ninguno dijo nada. Ambos dejaron que la noche hablara por sí sola a través de sus estrellas y, cuando los primeros rayos del sol aparecieron, la conclusión era clara e inapelable. Ninguna estrella se salió de su sitio, ninguna sola se atrevió a dejar su puesto. Desde aquella noche no se volvió siquiera a hablar del tema, casi como por acuerdo tácito. Estuvieron entonces un poco más unidos y Tomás estaba contento de ver que Esperanza lo aceptara tan plácidamente, al menos en apariencia. Pero cuando la noche llegaba, ella seguía saliendo al balcón cuando Tomás se dormía. Él se hacía el dormido cuando la sentía dejar el nicho e instalarse con la tacita de té a mirar el cielo, pero ninguno se reprochaba nada. Ninguno quería decirle al otro que no era posible su comportamiento, después de todo lo ocurrido. Tomás creía en el fondo que quizás Esperanza comenzaba a enloquecer, pero no lo diría, porque sería discusión segura. Creía, sin embargo, que algo tenía que haber en el cielo que le llamaba tanto la atención a Esperanza. Por su lado, ella no le contaba nada a Tomás, por lo que nada se habló de estrellas cayéndose por unos cuantos días y todo parecía de una calma aparente. Todos los días eran un poco igual y, por las noches, se dejaba acariciar por Tomás, que la buscaba invariablemente entre las sábanas, quizás para evitar en parte que ella saliera al balcón a admirar el cielo nocturno, a esperar que las estrellas cayeran, porque era cierto que ninguna estrella cayó esa noche y tampoco en las siguientes, pero igualmente ella salía por si acaso, por si alguna volvía a caer de repente.

    Días después, una la mañana cuando Tomás volvía de trotar, éste se acercó por la espalda mientras ella preparaba los huevos para el desayuno y, casi con un tono de broma, le habló suavemente al oído.

    —Anoche dejaste la ventana abierta, me estaba muriendo de frío en la cama.

    Esperanza lo miró con cara de quien es sorprendida en una travesura. No esperaba que él estuviera al tanto de sus salidas a mirar las estrellas de noche y no supo qué responderle. Al juzgar por su rostro, Tomás supo que no le diría nada y decidió continuar él mismo.

    —¿Aún vigilas que las estrellas no se caigan?
    —Estoy segura de lo que vi —respondió mientras seguía revolviendo los huevos—. Solo estoy buscando una prueba para que tú me creas.
    —¿Y han caído estrellas en estos días? Hace tiempo que ya no hablas del asunto.
    —Desde el día de la fogata que no cae ninguna. Pero uno nunca sabe, hay que estar atento. Si alguna se dirige a la casa hay que reaccionar de inmediato.

    Entonces Tomás la abrazó por la cintura y le besó el cuello mientras la iba acariciando poco a poco. Esperanza se fue dejando, sin detener lo que hacía, y él acercó su boca al oído de ella para susurrarle.

    —Ninguna estrella va a caer en esta casa. Es más, ni seguros estamos de que las estrellas se caigan.

    Enojada, Esperanza lo quitó con un codo y fue a servir el desayuno.

    —Yo sé perfectamente lo que vi —sentenció con una mirada firme— y si tú lo hubieras visto también, tendrías tanto miedo como yo.

    Tomás estaba sorprendido. Realmente le parecía ridícula tanta terquedad. Esperaba que ahora, ante toda prueba, Esperanza se resignara, pero ella seguía pensando en ello, insistiendo en que era cierto.

    —No es posible que aún creas en eso. Nunca he visto una estrella caer y nadie más parece haberlas visto ¡Debe ser una broma que aún sigas empecinada con ello!
    —¡Lo dices solamente porque no las has visto! Pero yo las vi y no eres capaz de creer en lo que digo si no lo dice también alguien más. No has cambiado nada.
    —No me vengas con eso, Esperanza, que tú tampoco has cambiado. Si me hubieras invitado a ver las estrellas contigo aquella noche quizá las hubiera visto.
    —¡Para qué invitarte si seguro no me hubieras creído! —entonces Esperanza cambió súbitamente su tono de voz, de un reproche furioso a una súplica piadosa—. Pero ahora tienes que creerme, estoy segura de que las estrellas seguirán cayendo y que una caerá en esta casa.
    —¿Cómo puedes estar segura de eso? No puedo creer que insistas aún.
    —Tienes que creerme, estaba en el periódico el otro día.
    —¿Cómo?
    —¿Recuerdas aquel de farándula? En el horóscopo decía que las estrellas anunciaban un mal augurio para aries.
    —¿Y qué con eso?
    —Yo soy aries.

    Tomás no podía darle crédito a sus oídos. Ahora sí que estaba seguro que Esperanza se estaba volviendo loca. No probó nada del desayuno ni y, sin contestar, se metió a la ducha, se vistió y salió de casa para alejarse de todo eso. De haberse quedado, seguramente la discusión hubiese subido de tono y todo por lo que había trabajado en esas vacaciones se hubiera desmoronado. Le parecía inconcebible todo lo que estaba sucediendo y se fue a caminar por el monte durante todo el día. Por su lado, Esperanza se quedó llorando por un buen rato sentada a la mesa y, por falta de hambre, decidió tirar el desayuno a la basura. Estaba segura de que una estrella caería y que sería en esa casa y esperaba que él también le creyera, esa era su última esperanza después de todos esos días. Aquel mal augurio anunciado por las estrellas no podía ser otra cosa, por eso había pasado todas esas noches observando, por si acaso, esperando que llegado el momento pudiera despertarlo rápido, salir huyendo ambos y así salvarse. En un principio pensó que él no le creería, porque hasta a ella le sonaba un poco tirada de los pelos la idea, entonces decidió guardárselo para ella. Pero con el pasar de las noches, y ante la calma del cielo nocturno, la atacó la certeza de que aquel mal augurio se cumpliría en cualquier momento, que tenía que estar atenta, que las otras estrellas que habían caído eran una advertencia, y sintió que era su deber decirle. Por eso explotó esa mañana, porque aquel destino le parecía inevitable y no podía seguir ocultando su preocupación si quería salvarlos a ambos. Pero él no le creyó. Ahora tendría que salvarse sola y buscar la manera de que aquel mal augurio no la alcanzara junto a él.

    Tomás pasó esa mañana y tarde caminando por la naturaleza, pensando en si era posible, quizá, que las estrellas se cayeran. Recordó aquella noche en la que estuvieron junto a la fogata viendo las estrellas y aún le parecía una idea inconcebible. Pero tanta seguridad no podía venir de ninguna parte y pensó que, aunque fuera complicado, debería confiar en Esperanza. Quizás algo había detrás de todo el cuento de las estrellas, algo tenían que preocupaban tanto a Esperanza. Pensó en estas cosas hasta que el cielo comenzó a tomar un tono naranja y, al notar que había perdido la noción del tiempo en cavilaciones que no iban a ningún lado, decidió volver a la casa para reencontrarse con Esperanza. En el camino, resolvió darle el beneficio de la duda y pasar las noches que les quedaban mirando el cielo con ella, para que, si lo que decía era cierto, ambos pudiesen reaccionar a tiempo, ambos pudieran salvarse. Sin embargo, al llegar a la casa, sintió un silencio inhabitual que inundaba los rincones. El inmueble no era muy grande, puesto que al ser una casa de vacaciones para una pareja, constaba solo de una sala de estar -que a la vez era cocina y comedor-, un baño y una recámara espaciosa con un balcón. Notó inmediatamente desde la entrada el desayuno tirado en la basura y entonces se dirigió al cuarto, esperando encontrar ahí a Esperanza. No había más que una carta doblada a la rápida en medio del edredón. Las cosas de ella tampoco estaban y no le costó hacerse la película de lo que estaba sucediendo. Leyó la carta con detenimiento, pasando cuidadosamente por encima de cada palabra. En ella Esperanza le pedía que por favor la comprendiera, qui si él no iba a creerle, no quería que se viera involucrado en el mal augurio que le esperaba, no quería que, llegado el momento, él no le creyera y finalmente, por estar convenciéndolo, la estrella los aplastara a los dos. Se había ido de vuelta en un bus que salía del pueblo a la ciudad, donde al caer una estrella todo el mundo se enteraría. Creía que estando sola sería más sencillo evitar el impacto. Decía también la carta que eso no significaba que no lo amaba, pero que las cosas irían mejor así por un tiempo, hasta que la estrella cayera y ella estuviera a salvo. Que por favor disfrutara los días en el campo, pues su tío no tenía ningún problema con dejarle la casa por unos días y que, por favor, no la siguiera. Tomás se sentía mal, porque sabía que todo eso era a raíz de la discusión, que las cosas hubieran sido muy distintas si él le hubiese creído desde la primera vez, pero ya era tarde para eso.El campo en soledad no le parecía el mejor panorama para esa semana y, decidido, tomó su camioneta para ir en busca de Esperanza, aunque esta no quisiera, para decirle que le creería, que esperaría la estrella con ella y que ambos saldrían ilesos de aquella calamidad.

    La noche había empezado a caer y Tomás ya iba por el pueblo cuando escuchó la noticia en boca de alguien que pasaba por la calle mientras él se detenía en una esquina.

    —Hoy habrá lluvia de estrellas —decía un niño a su madre—. Hay que quedarnos despiertos para verla.

    Esas palabras le calaron profundo a Tomás. Tuvo entonces la certeza de que ese era el día del mal augurio. Entre tantas estrellas fugaces en el firmamento, quién notaría una estrella que cae a la tierra: Era el plan perfecto del destino. Se dispuso entonces a ir en toda marcha hasta la ciudad, pero ésta no estaba para nada cerca. Le pareció también que ese día todo confabulaba en su contra, puesto que el tráfico en el pueblo estaba inusualmente agitado y molesto, cortándole el paso en varias ocasiones y, saliendo de éste, una de sus ruedas se pinchó y debió llamar al técnico del pueblo para cambiarla. Todo esto retrasó su salida y, para cuando alcanzó la carretera, la noche ya cubría todo con su manto.

    En aquella ruta de campo no había un alma que moviera la noche. En el silencio del camino, Tomás pensaba solamente en llegar a la ciudad lo más rápido que le fuera posible. Se figuraba llegando para pedirle perdón a Esperanza y para salvarla de aquel destino que le parecía cada vez más inminente. Tenía que llegar a tiempo, antes de que la lluvia de estrellas comenzara, porque a cada kilómetro estaba más seguro de que aquel sería el día. Divisaba ya la ciudad a lo lejos en el horizonte cuando vio la primera estrella fugaz manifestarse en el firmamento. A esa le siguieron unas cuantas más y la lluvia de estrellas comenzó de a poco a llenar el cielo. El corazón de Tomás se aceleraba con cada una que veía y, en el fondo del panorama le parecía que algunas estrellas alcanzaban la tierra y se estrellaban con un silencioso estruendo. Pisó el acelerador, aprovechando que la carretera estaba vacía, y le pedía a aquel cielo estrellado la posibilidad de llegar a tiempo para salvar a su querida Esperanza. Sin embargo, en medio de la lluvia de estrellas, de repente divisó una que le pareció demasiado grande. En ese momento pasaron muchas cosas por su cabeza: La primera fue que estaba feliz de que Esperanza no estuviese loca, porque lo que veía era claramente una estrella que caía a la tierra; lo segundo fue pisar el freno lo más fuerte que pudo, sin embargo esto solamente logró que el auto patinara sobre el pavimento sin control alguno; lo tercero y último que pensó es que estaba feliz de que ese mal augurio no significara el fin de Esperanza, puesto que en ese momento la estrella impactaba el auto con tal fuerza que lo dejó aplastado a un lado de la calle, humeando bajo la esfera ardiente y brillante que era esa estrella caída del cielo.
     
    Última edición: 6 Marzo 2016
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    Ichiinou

    Ichiinou Amo de FFL Comentarista destacado

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    Creo que es muy necesario el rating "corazón roto", porque ese final, me lo ha roto completamente. La verdad, me esperaba que Esperanza tuviese la razón, que en efecto algo pasaría, pero no sabía que sería justo eso lo que sucedería, con lo cual, te felicito por el factor sorpresa, siempre es agradable. :3
    Me ha encantado como me ha enganchado esta historia de principio a fin, sí, es larga, pero la has hilado de tal forma que ha quedado perfecta. Además, la idea de las estrellas, es tan hermosa que no sé, te ha quedado un relato perfecto. De ahí el rating que te he dado. :)
    Y bueno, creo que no tengo nada más que decir, ha sido realmente hermoso, como todo lo que haces y bueno, te felicito.
    ¡Un saludo! :)
     
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  3.  
    RedDelphox

    RedDelphox Entusiasta

    Leo
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    Siempre llega ese momento en la vida de una persona que esta en una relación donde debe preguntarse ¿Seria capaz de creer cada locura de aquella persona? Al parecer Tomás no supo responderla a tiempo y en consecuencia fue aplastado por una estrella caída del cielo (Eso es ir mas allá de la razón para llegar a un punto en concreto yo creo :v)

    Bueno en lo personal nunca e visto una lluvia de estrellas, así que si me dijeran que las estrellas caen del cielo, yo también estaría como Esperanza mirando por el balcón (en mi caso una ventana) con una taza de té (o café) esperando el momento en el cual la estrella comience a caer, agarrar a mi gata , soltar a mis perros y salir volando de allí...¡Ah! y avisarle mi familia también por supuesto.

    Me gustaría saber en realidad cual fue la causa de los conflictos pasados en la relación de Tomás y Esperanza (Aunque este relato parece mas bien un prologo de alguna película de ciencia ficción donde las estrellas caen del cielo y matan gente ) porque tengo esa fastidiosa manía de encariñarme mucho con los personajes de un relato (así sea de solo unos capítulos o de un relato simplemente).

    Como sea, decidí darte la contra y comentar tu relato (ademas de que tu spam por fin pudo inmutarme...eso y que Foros DZ se volvió a chashear :'v ) . Es bueno darse la vuelta por otros lugares y ver esos escritos de los cuales no tenias idea de su existencia (como es cuando entro al foro de creaciones originales) Tal vez publique algo acá aparte de la amaurosis y exitosa historia de Accel y pues...nos vemos :v
     
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  4.  
    Equinoccio

    Equinoccio Eterno enemigo de los tildes. (?

    Sagitario
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    Bueno negro, no podías evitar rompernos el kokoro, no? Pese a que no soy muy fan de los finales tristes la historia me encanto.

    Por otro lado y ya un poco mas serios, como siempre elogio tus diálogos, la manera natural con la que los expresas es envidiable. También hay que aclarar que la historia engancha muchísimo, esta excelentemente narrada, al punto de abstraerme en ella y no distraerme con nada... y siendo yo eso dice bastante.
     
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  5.  
    Bugs Bunny

    Bugs Bunny Die Hexe Usuario VIP

    Piscis
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    No sé si es que cada vez estoy más familiarizada con tu forma de escribir y tu manera de acabar las cosas que a mí no me impactó ese final, es más, desde el momento en que Esperanza dejó la casa y Tomás fue tras ella, supe que algo así pasaría, pero no es como si dejara de ser triste, como que un mal sabor deja. Aunque más pena me dieron los pensamientos de ella hacia él que otra cosa, me causa cierta melancolía.

    Como la mayoría de las veces, la narración fue agradable, fluida, y bastante profunda por momentos. Me pareció acertado que no revelaras todo al principio, pues primero pones sobre la mesa que hubo "algo" que los alejó, pero más adelante lo vas desvelando y con eso invitas al lector a que continúe la lectura. Deberías fijarte más en las mayúsculas y la puntuación, no me voy a poner a marcarte punto a punto todo puesto que generalmente eres bastante cuidadoso, pero a veces uno no tiene cabeza y se nos escapan los detalles. Hubo algo más también, pero te lo estaré comentando aparte.

    En fin.
     
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  6.  
    rapuma

    rapuma Maestre

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    El ser humano por naturaleza es incrédulo, todo lo que no entiende lo rechaza... pero por suerte Tomas se dio cuenta, tarde, bueno, sí... pero se dio cuenta que Esperanza no mentía! xD Irónica muerte, me hubiera gustado que Esperanza hubiera salido lastimada; ella se creó la propia esfera de mal augurio pero salió cobrandola el buen Tomas! No me esperé la muerte, pensé que iba a reírse, incrédulo por el fenómeno no tan natural que alcanzaba finalmente a ver!
     
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  7.  
    Fersaw

    Fersaw Las puertas se han abierto de nuevo

    Aries
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    Pluma de
    Escritor
    Simplemente, sublime, el destino jugó todas sus cartas para que algo funesto se sucintara. Me dejas impactado, fue una muerte muy interesante, sin embargo, ya me esperaba un final triste, lo cual no me molesta, son algo diferentes a lo usual y, por lo tanto, interesante. No obstante, debo recalcar que me esperaba la muerte de Esperanza ante los ojos incrédulos de Tomas, pero el cambio repentino con la muerte de él fue la ceresina en el pastel. Solo dos palabras definen esta historia amigo "Muy buena"
     
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