Ni sueños, ni pesadillas.

Bienvenidos a otra historia escrita por mí, CristalOfNight como podrán imaginar. Espero se comprenda a qué quise llegar con este one-shot, a qué quise referirme con toda esta narración, especialmente las últimas frases.

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Ni sueños ni pesadillas.

“Sin importar lo que nos pase, sin importar lo sintamos, debemos siempre distinguir un sueño o pesadilla de la realidad.”
–Jimena Jakel (CristalOfNight).

Sus pasos, casi cojeantes, resonaron en el oscuro lugar donde ella se encontraba. Encorvada hacia delante, con sus manos tratando de calentar sus brazos, Nadeyus caminaba por un largo y oscuro sendero. En su mejilla, una larga herida sangrante la hacía quejarse de dolor por cada corriente de aire que la rozaba.

Elevó su mirada al cielo oscuro que se cernía delante de ella, el profundo vacío negro solo iluminado por las estrellas y una hermosa luna, la más redonda y completa que ella recordara. Nadeyus ladeó la cabeza; largos mechones de cabello rubio casi dorado rozaron los puntos que tenía su hombro izquierdo, cuya gasa cubriente había perdido en algún punto de su huída, no sabe donde.

Puso sus manos más frías que la noche invernal en sus mejillas, el contacto con sus inflamados músculos la hicieron chillar de dolor, seguidamente, el frío entumeció las zonas malheridas.

Su mirada se dirigió, ahora, a las dos armas que descansaban en su cinturón, una TT-30 y un cuchillo NR-40 si bien ella recordaba. Dos armas que ya había usado incontables veces antes, armas gracias a las que se había ganado el título de “la ejecutora”.

Nadeyus tragó saliva, tratando de contener una pequeña lágrima que quiso caer al recordar todas esas familias que había aniquilado, que había destrozado. Ella solo deseaba que todo termine, que la guerra con Estados Unidos alcance su tan anhelado final.

Los disparos que sonaron tras y delante de ella la alegraron, sus compañeros soviéticos debían estar llegando a por ella, debían estar buscándola para llevarla al centro médico, o eso ella esperaba.

El general se acercó arrastrando el olor pútrido de los cuerpos en descomposición; Nadeyus caminó hacia él con una gran sonrisa en sus labios, quizá le daría la esperada noticia al fin…

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La madre observaba aterrada como los doctores, de a poco, alejaban las máquinas de su hija, encontrándose devastada por lo que, sabía, iban a hacer.

No pudo hacer nada por salvarla, nada para que la mantengan con vida; ella solo pudo escuchar las últimas palabras de la mejor soldado perteneciente a la Unión Soviética alguna vez existente, cuando dio un respiro más:

—La Guerra Fría ha acabado…

El persistente sonido de una máquina ubicada a su lado indicó que su corazón se había detenido, que había dado su último suspiro.

Ella fue solo una niña que luchó por el bien de su país, a quién a pesar de sus esfuerzos desecharon para hacer lugar a más heridos. Ella fue la única que se permitió morir cegada por su mejor sueño, cuando se negó a aceptar la realidad.
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