Juicio Egoísta

Y hoy amanecí volando sobres nubes blancas y negras, ya no eran de colores; una lástima, pues amo las de colores. Les traigo una mini historia que venía rondando mi cabeza desde la mañana, prácticamente y está escrita en mi cabeza. Sólo tiene escasos tres capítulos contando el prólogo. Es una historia tan dulce, de esas que adoro escribir pero lo hago cada mucho tiempo porque nadie quiere que yo haga sufrir a las personas y pokemon; pero todos esos, se jodieron hoy.

Espero los básicos tomatazos, críticas destructivas y comentarios positivistas. Es un prólogo tan corto y lindo a la vez (L).

Los pokemon no me pertenecen pero sí el personaje principal y el abuelo, buajajajaja.​

Título: Juicio Egoísta.
Pareja: Ninguna
Género: General.
Summary: Nadie es lo suficiente bueno para no cometer un mal acto, ni siquiera cuando se es niño. Nieth es egoísta, manipulador y no sabe lo que hace.
Advertencia: No es lindo.

¡Bienvenidos los olvidadizos, que vuelven a tropezar con la misma piedra!​

​

Juicio Egoísta​

Prólogo​

—Nieth, abuelo te trajo un obsequio.

— ¿Qué es? —ojos azules mirándolo curioso. El niño, de prematuros nueve años vestía un común pijama blanco de rayas negras.

—Un pokemon —continuó, sentándose en el sillón rojo cerca de la chimenea; el agotamiento se percibía en sus grandes ojos negros y, en la línea curveada formada por labios resecos, el esfuerzo. La camisa blanca repleta de múltiples manchas de polvo profesaba las largas horas de jornada de trabajo y las rasgaduras en el pantalón negro, las caídas continuas en el campo.
Nieth observó por la ventana antes de continuar; las flores amarillas de la mimosa le otorgaban a la noche una tenue sensación de frescura, la cabaña en la que vivían se divisaba completamente pequeña a su lado. No le gustaba vivir ahí, rodeado de madera y flores de colores; extrañaba la ciudad, a sus padres.

—Gracias — articuló. El anciano, acariciando la barba blanca alrededor de la boca, sonrió complacido; el pequeño, en cambio, observó la silenciosa esfera que reposaba en la mano izquierda del mayor.

¿Por qué debía que tener un pokemon?

—Toma, pronto cumplirás diez años, es tu responsabilidad cuidar uno —el tono no apremiaba replica alguna, a pesar de ser amable; Nieth sacudió el polvo inexistente de su pijama y cogió la pokebola con su mano, examinándola.

—Puedes abrirla —sugirió—, yo dormiré un momento cerca del fuego, me gusta el calor —cruzó los brazos y recargó aún más su cabeza calva contra el respaldo del sofá, cerrando los ojos.

El infante estudió con su mirada las llamas azules y rojas, fácilmente podía lanzar la pokebola; sólo debía estirar la mano lo suficiente y soltarla.

¿Por qué tenía que ser tan fácil? Sonrió altivo acomodándose en la manta azul cercana al fuego, justo al lado del sillón del abuelo.

—Tonto pokemon —susurró, furioso—, sal.

Al tocar el suelo, en un sonido seco, la esfera roja y blanca se partió en dos, justo por el centro y un destello blanco se manifestó, tomando una forma amorfa frente a sus ojos.

Una llama azul resplandeció, compitiendo con la de la chimenea; el aspecto del pokemon le recordaba a las viejas veladoras que su madre solía usar para navidad y el sobresaliente ojo amarillo que lo observaba con curiosidad, a los pequeños dulces que no resistía comer.

—Litwick —la voz recitada era como la de un fantasma, lenta y astuta. Nieth sonrió tras los lentes, entrecerrando los ojos.

—Bienvenido —pronunció, hipnotizando al pokemon con sus profundos ojos azulados.
Confianza y calidez, eso transmitía Nieth todo el tiempo; parecía un ángel con cabello negro y largo, siempre sonriente y capaz de manipula cualquier acción. El niño sostuvo al pokemon entre sus brazos.

¿Por qué debía ser responsable? ¿Por qué exactamente un pokemon? Un torpe y asqueroso pokemon.

— ¿Juegas conmigo?

Sonrió.

Papá y mamá no volverían a castigarlo de esa manera.