Flor De Luna

Tema en 'Fanfics abandonados sobre Libros' iniciado por AnnaClearwater, 15 Enero 2012.

  1.  
    AnnaClearwater

    AnnaClearwater Iniciado

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    15 Enero 2012
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    Flor De Luna
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
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    27
     
    Palabras:
    3845
    Mal Presentimiento

    Varias sillas se arrastraron en el interior. Charlie fue el primero en aparecer y envolverme en uno de sus abrazos estranguladores.

    -Cariño, ¿cómo estás? ¡Qué alegría verte!- se distanció y me miró juntando las cejas-. ¿Ha pasado algo?

    ¿Por qué todo el mundo reaccionaba del mismo modo?

    -No abuelo, no te preocupes. Sólo he venido de visita. Tanto mamá como el resto se encuentran perfectamente. Por cierto, mamá te envía muchos besos. Me pidió que te dijese que te echa mucho de menos y que tiene muchas ganas de verte.

    -Yo también la echo mucho de menos- contestó con melancolía-. Os echo mucho de menos a todos.

    A su espalda aparecieron Sue y Leah acompañadas por Nahuel, y Charlie me liberó a regañadientes para que pudiese saludarles. Apenas me había tocado Sue cuando su hija la apartó y me estrujó con todas sus fuerzas. Nahuel se acercó cuando por fin Leah decidió soltarme, y me tomó de las manos mirándome con una enorme sonrisa.

    -Me hace muy feliz verte de nuevo. Pero me hace aún más feliz verte sonreír de ese modo. Espero que todo vaya bien entre Jacob y tú.

    -Todo va genial, Nahuel- afirmé mientras liberaba mis manos y le acariciaba la mejilla con el dorso de una de ellas. Las imágenes de lo ocurrido la pasada noche estaban aún demasiado frescas y no sería ético mostrárselo-. No podría ir mejor, te lo aseguro.

    Tras los saludos, pasé y me acomodé en el pequeño sofá del salón de Charlie entre él y Seth, que hablaba y hablaba sin parar de todo lo que había hecho con Jacob durante mi ausencia. Era sorprendente ver como su admiración hacia él aumentaba prácticamente cada día.

    Nos pasamos toda la mañana conversando y por la mediodía ayudé a Sue a preparar la comida. Aquella casa había adquirido un aspecto más hogareño desde que Sue y Seth vivían allí. Hasta Charlie parecía más animado.

    Después de comer, y aprovechando que había dejado de llover, salí a pasear con Leah quien, por falta de espacio principalmente, seguía viviendo en La Push. Conversamos sobre nuestras respectivas relaciones. Me sonrojé al pensar que ella vería lo ocurrido aquella noche cuando tanto Jake y ella entrasen en fase. Pero que lo viese Leah no era el mayor de mis problemas. No quería ni pensar en la que me esperaba cuando se enterase el resto de la manada.

    Me habló de lo bien que le iba todo con Nahuel, quién vivía a caballo entre La Push y su poblado, al que tenían planeada una visita para que ella pudiese conocer tanto a su tía como a su hermana. Era divertido verla hablar de él con tanta pasión, sobre todo teniendo en cuenta como había odiado en el pasado todo lo que tuviese relación alguna con los vampiros. Por ello, las bromas del resto del grupo hacia ella con respecto a este tema, estaban a la orden del día. Pero ya no le importaba lo que dijesen los demás. Finalmente había conseguido ser feliz. Ambas lo habíamos conseguido.

    Eran casi las seis cuando regresamos y decidí marcharme. No quería hacer esperar a Jacob.

    -¿Ya te vas?- preguntó Charlie haciendo un mohín- ¿Por qué no te quedas a cenar?

    -Hoy no puedo. Pero prometo volver mañana.

    -Está bien. Hasta mañana entonces. Y conduce con cuidado, ¿entendido?

    -Lo haré. Adiós a todos- grité desde la puerta-. Te quiero, abuelo.

    Me dirigí al coche a toda velocidad olvidándome de que Charlie seguía en la puerta, mirándome con los ojos extremadamente abiertos. ¡Oops! Le di con la mano y cerré la puerta antes de que pudiese decir algo. Tenía que evitar estas exhibiciones a toda costa cuando estuviese él delante. Cuando estuve fuera del alcance de su visión pisé a fondo el acelerador. Tenía que darme prisa. Guardé el coche en el garaje y subí a mi habitación. Ya sabía qué iba a ponerme. Sería toda una sorpresa para Jacob verme con el vestido rojo que tanto le gustaba. Lo saqué de la maleta y fui en busca de la plancha, busqué mi móvil y marqué el número de mi padre. Ni siquiera había acabado de sonar el primer tono cuando descolgó.

    -Hola cielo, ¿cómo estás?

    -Bien papi, genial- me pregunté si también podría leerme la mente a través del teléfono. Esperaba que no-. Verás, me preguntaba si podrías recomendarme algún restaurante de Port Angeles.

    -¿Restaurante? Cariño, creo que no has llamado al lugar más apropiado- cierto. ¿Cómo se me había podido ocurrir? Preguntarle eso a él era como preguntarle a un ciego cuál es su color favorito-. ¿Vas a ir con Jacob?

    Me eché a temblar.

    -Sí. Él quería cocinar, pero a mí me apetece más salir por ahí.

    -Pues pregúntale a él. O búscalo en internet.

    -Sí, eso haré. Voy a colgar, ¿sí? Tengo muchas cosas que hacer y muy poco tiempo. Gracias de todas formas.

    -Oye, Nessie, anoche…- ¡Oh, oh! El pulso me subió a mil-. ¿Qué tal?

    -¿Anoche? Bien… Muy bien, ¿por qué?

    -¿Muy bien? Eso quiere decir que nada de pesadillas, ¿no?

    -¿Pesadillas?- casi se me escapa un suspiro de alivio-. No. Ni rastro. Supongo que teníais razón y me ha sentado bien cambiar de aires.

    -No te imaginas cuánto me alegra oir eso. Tu madre y yo estábamos muy preocupados… Espero que te lo estés pasando bien.

    -Me lo estoy pasando genial. Y no os preocupéis, ¿vale? Dale besos a todos y uno enorme a mamá. Os quiero. Adiós.

    Colgué, cogí el vestido que había ido planchando mientras hablaba y corrí al cuarto de baño. Enchufé las tenacillas y, mientras se calentaban, empecé a maquillarme. Cuando alcanzaron la temperatura adecuada, comencé a hacerme algunos tirabuzones que iba recogiendo con horquillas hasta conseguir un semirecogido que, la verdad, no me quedó nada mal. Me enfundé el vestido y me estaba abrochando los zapatos cuando, a las siete en punto, llamaron al timbre. Cogí mi bolso y bajé. Al detenerme junto a la puerta me entró el pánico. ¿Me había arreglado más de la cuenta? ¿Y si no le gustaba cómo iba? Tras inspirar y expirar un par de veces, me armé de valor y abrí. Su cara se desfiguró por la sorpresa al verme. Y la mía no debió quedarse atrás. Estaba espectacular. Se había puesto el traje, que le quedaba aún mejor de lo que recordaba, y se había cortado el pelo. Pasé mi mano con cuidado por su cabeza.

    -¿Te has puesto gel fijador?- pregunté asombrada mientras acariciaba sus puntas con las yemas de mis dedos.

    -No querrías que viniese trajeado y lleno de greñas, ¿no?- me dedicó una de sus sonrisas paralizantes-. En realidad ha sido cosa de Rachel. No sabía qué hacer y me puse en sus manos. Estoy rarísimo, ¿verdad?

    -¿Rarísimo? No. Lo que estás es asombroso.

    -Mira quién fue a hablar. Casi me caigo de espaldas cuando te he visto con ese vestido- se aferró a mi cintura y me pegó a su cuerpo-. Tú si que estás asombrosa.

    Me besó empujándome hacia el interior y noté cómo sus dedos se enganchaban en la cremallera y comenzaban a deslizarla hacia abajo. Mi cerebro me ordenaba que le detuviera, pero el resto de mi cuerpo me suplicaba que le dejase continuar. Eran como el ángel y el demonio tentándome a elegir entre dos caminos: el correcto y el peligroso. Pero aunque el camino peligroso era infinitamente más apetecible, acabé obedeciendo al cerebro y tomando el camino bueno.

    -Jake, suelta esa cremallera- le pedí contorsionándome para poder sujetar sus manos-. Tenemos que irnos. Ni siquiera sé dónde vamos a ir a cenar.

    -¿Y por qué no nos quedamos? No sé tú, pero yo no tengo hambre alguna.

    Forcejeó para poder soltar sus manos, por lo que me solté y me alejé varios pasos de él.

    -No empieces otra vez. Vamos a ir a cenar a Port Angeles, ¿de acuerdo? Y nos vamos ya. No hemos reservado mesa y no sé si a estas horas vamos a poder conseguir alguna.

    -¿Bromeas? Mírate. Matarían a cualquiera que esté ocupando una mesa para poder dártela a ti.

    -Tú y tus exageraciones…- suspiré y le miré alzando una ceja-. ¿Vamos a por el coche o ahora también crees que llegarías antes corriendo?

    -¿Corriendo? ¿Y arriesgarme a que estropees esta maravilla de vestido? ¡Ni loco! Será mejor que vayamos en coche.

    Sí… Por supuesto que le preocupaba mi vestido… Ni él mismo se tragaba semejante mentira. Puse los ojos en blanco y me dejé arrastrar hacia el garaje sin tiempo casi ni para coger las llaves. Se las lancé y las cogió sin ni siquiera apartar la vista del deportivo de mi tía, al que se dirigía como hipnotizado.

    -No puedo pedir más esta noche- fue lo único que dijo durante todo el trayecto. Eso sí, lo repitió unas cien veces.

    Le pedí que parase frente a un pequeño restaurante, justo en el centro de la ciudad, que llamó mi atención debido a una enorme vidriera que adornaba la parte superior de la fachada. Nos bajamos bajo mirada curiosa de todo aquel que se encontraba cerca y entramos, esta vez arrastrándole yo a él mientras me maldecía por haberle ofrecido ese maldito coche tan llamativo. El interior era elegante sin llegar a lo excesivo. Parecía estar atestado, pero pude distinguir un par de mesas libres entre una multitud que, para mi desgracia, no nos quitaba los ojos de encima.

    -¿Puedo ayudarles en algo?

    Una chica joven apareció ante nosotros. Iba uniformada. Era alta y esbelta. Llevaba su deslumbrante melena rubia recogida en un grueso moño y sus ojos azules escrutaban a Jacob sin disimulo alguno mientras le sonreía de forma estúpida. Estaba claro que esta vez no iba a ser yo quien tuviera que tirar de encanto para conseguir sitio.

    -Veníamos buscando mesa- contestó Jake, para su alegría-. ¿Hay alguna disponible?

    -Pues sí, aunque parezca increíble sí. Aún hay algunas libres. Habéis tenido suerte- ¿no podía haber dicho “sí” y punto?-. Seguidme, por favor.

    Comenzamos a andar sintiendo como las cabezas se giraban hacia nosotros a nuestro paso y mientras ella seguía parloteando sobre lo afortunados que habíamos sido, ya que su restaurante solía estar siempre hacia los topes; su restaurante era uno de los mejores de la ciudad; su restaurante servía los platos más exquisitos; su restaurante esto; su restaurante lo otro… Como si a nosotros nos importase lo más mínimo. Tuve que contenerme para no preguntarle qué hacía entonces trabajando como una simple camarera si aquel era su restaurante.

    -Ahora mismo os traigo la carta- nos dijo una vez que estuvimos sentados.

    Me aferré al borde de la mesa y fijé los ojos en la servilleta, doblada artísticamente en forma de cisne. Jacob acarició mi mejilla. Levanté los ojos hacia él, que me miraba preocupado y traté de sonreírle.

    -¿Te encuentras bien?

    -Sí, mentí-. Me encuentro perfectamente.

    -¿En serio?

    No pude contestarle. La chica volvió y empezó a recomendarnos diferentes vinos y una gran variedad de platos. Yo me limité a abrir la carta y elegir con desgana lo primero que vi.

    -¿Y de beber?- preguntó mirándome durante un segundo escaso para volver a centrarse enseguida en mi acompañante.

    -Sólo agua- murmuré.

    En realidad, ni siquiera quería agua. Mi estómago se había cerrado en balde. No sabría decir con certeza si se debía a los desgarradores celos que me estaban consumiendo. Era obvio que eso era cierto… Pero había algo más que no lograba distinguir.

    -De acuerdo, ¿qué pasa, Ness?

    -Nada, de verdad, es sólo que…- suspiré y agité la cabeza-. No me encuentro bien.

    -¿No pasa nada pero te encuentras mal?

    La camarera trajo mi agua y una copa con lo que fuese que había pedido él.

    -Espero que lo disfrute- le deseó jovialmente.

    Bufé. Lo hice lo suficientemente bajo como para que ella no pudiese escucharlo, pero también lo suficientemente alto para ser captado por el fino oído de Jacob. Una enigmática sonrisa apareció en su cara.

    -¿Qué te hace tanta gracia?

    -¿A mí?- preguntó alzando las cejas de forma inocente-. Nada, nada.

    -¿Jake?

    -¿Estás… celosa?- lo dijo como si se resistiese a creérselo.

    -¿Yo? ¿A qué viene…?- volví a suspirar-. No lo sé.

    Soltó una carcajada mientras aferraba mi mano y la amoldaba a su mejilla. Bloqueé mi cerebro para impedir que le llegase imagen alguna. Entrecerró los ojos y me miró con la cabeza ladeada. No había visto nada. Su expresión se relajó.

    -Las cosas cambian cuando las ves desde el otro lado, ¿eh? Ahora ya sabes cómo me siento yo.

    -Déjalo, ¿quieres? Ya te he dicho que no sé si se trata de eso.

    -Admítelo, Ness- bromeó-. Hoy soy yo el irresistible- imagino que mi gesto acabó con sus ganas de bromear. Volvió a ponerse serio y besó el dorso de mi mano-. ¿Ha pasado algo en casa de Charlie?

    -No, todo ha ido genial allí. Estoy así desde hace un rato.

    -¿Y no sabes por qué puede ser?

    -No, no tengo ni idea.

    -Promete que me dirás lo que sea en cuanto lo sepas.

    -Te lo prometo.

    Después de la cena, de la que apenas probé bocado, y tras la cual a la camarera sólo le faltó acompañarnos al coche y abrirle la puerta, pusimos rumbo a casa. Durante el viaje de vuelta traté de poner en orden mis pensamientos para poder averiguar qué era lo que me estaba pasando. Ladeé la cabeza para poder mirar a Jacob y entonces, como si de una de las visiones de Alice se tratase, tuve una revelación. De pronto supe que no me quedaba mucho tiempo a su lado. Fue una especie de mal presagio, pero lo sentí dolorosamente real. Aparté los ojos de él y miré por la ventanilla sin ver nada. No quería que Jacob viese la enorme conmoción que sentía en ese momento.

    -¿Quieres que me quede o prefieres estar a solas?- Me preguntó cuando llegamos y recogió y el coche.

    No pude evitarlo y comencé a sollozar mientras me arrojaba a sus brazos. Lo último que quería en ese momento era separarme de él. Empecé a besarle con fervor y, aunque al principio se mostró algo esquivo, enseguida se rindió y respondió a mis besos con la misma pasión.

    El color rojo no tardó en empezar a cubrirlo todo, como anticipo de lo que iba a ocurrir. Jacob volvió a convertirse en el centro del universo, en lo único que podía percibir, así como en lo único que necesitaba percibir.





    Me desperté en mi cama, entre sus brazos. A duras penas podía recordar cómo habíamos llegado hasta allí. Todo lo demás lo recordaba con absoluta claridad.

    Él seguía dormido. Me incorporé a medias y comencé a recorrer con mi dedo índice el contorno de los perfectos músculos de su pecho. Abrí los ojos lentamente y me sonrió. Yo le di un beso y me recosté de nuevo sobre él, que me rodeó con sus ardientes brazos.

    -¿Has dormido bien?- le pregunté.

    -De maravilla. ¿Y tú?

    -Bueno, hay noches en las que he dormido más- contesté con reticencia.

    -Sí, desde luego- convino-. Pero dudo mucho que hayas tenido noches mejores.

    Solté una débil carcajada y me incorporé. Esta vez no traté de cubrirme rápidamente. El pudor había desaparecido. Me acerqué a mi maleta, aún por deshacer, y busqué mi bata negra de raso.

    -¿Dónde está nuestra ropa?- pregunté mientras ajustaba la cinta alrededor de mi cintura. No había ni rastro de ella.

    -¿La ropa?- se carcajeó-. Supongo que te la irás encontrando por las escaleras.

    -¡Ah! De acuerdo. Esto… Voy a preparar algo para desayunar.

    -Eso estaría genial- contestó mientras se sentaba en la cama y se estiraba-. Oye, Nessie, ¿te importaría buscar mis pantalones de camino?

    -Claro. Ahora te los traigo.

    Tal como me había dicho, nuestra ropa se encontraba esparcida por toda la escalera. La fui recogiendo por el camino. En el salón estaba mi vestido rojo, o lo que quedaba de él, pues estaba hecho jirones. Y seguí hasta la puerta del garaje, donde encontré la última prenda: la chaqueta de Jake. Subí de nuevo para llevarle los susodichos pantalones y dejar todo lo demás.

    -¿Tienes por ahí alguna camisa de tu padre o de alguno de tus tíos que pueda servirme? No es que tenga frío precisamente, pero si Billy me ve llegar sin camisa... Bueno, ya me entiendes.

    -¿Y qué hay de la tuya?

    -Creo que no la dejaste en muy buenas condiciones.

    -¿Yo?

    Rebuscó en el montón de ropa que acababa de dejar sobre la cama y me la lanzó.
    Mientras la examinaba, enrojecí por completo. Apenas le quedaban dos botones y tenía otros tantos colgando. Los demás habían desaparecido. De eso sí que no me acordaba. Se acercó a mí y elevó mi cara para obligarme a mirarle.

    -¿Qué pasó anoche?

    El peso de la desolación cayó sobre mí con contundencia. Llevaba todo el rato intentando no pensar en ello. Era de esperar que sacase el tema a colación antes o después.

    -Nada. Sólo un pequeño bajón.

    -Y eso, ¿por qué?

    -Yo… No lo sé.

    -Prometiste decirme lo que fuese.

    Odiaba tener que mentirle. Sentía que no sólo le traicionaba a él, también me traicionaba a mí misma. Debía confiar en él.

    -Sé que vas a pensar que estoy loca o algo así, pero… Anoche sentí que esto no va a durar mucho- confesé señalándonos a ambos para enfatizar el “esto”-. Es como si supiera que no nos queda mucho tiempo, que todo va a terminarse de un momento a otro.

    -¿Y se puede saber qué es lo que te hace pensar eso? Nessie, si es por lo de aquella camarera, sabes de sobra que…

    -No, Jake. Esto no tiene nada que ver con tu camarera.

    -No es mi camarera- contestó molesto mientras dejaba caer los brazos a ambos lados de su cuerpo.

    -Eso no importa.

    -Sí que importa, Ness. Eres lo más importante de mi vida y me duele que no confíes en mí. Sólo te veo a ti. No puedo ver a ninguna otra. Créeme.

    -Te creo, Jake.

    -¿En serio?

    -Te lo prometo- susurré con los ojos anegados.

    Él me abrazó con fuerza mientras yo ahogaba mi llanto contra su pecho.

    -Nada va a terminarse, ¿entendido?

    -No quiero que te separes de mí- le imploré-. Prométeme que nunca me vas a dejar, que siempre vas a estar a mi lado.

    -No hace falta que te prometa nada.

    -Sí, hace falta- sollocé-. Necesito que me lo digas.

    -Está bien. Te lo prometo. Te juro que voy a estar siempre a tu lado, ¿vale?

    -Gracias- me limpió las lágrimas y volvió a besarme.

    Su estómago sonó estrepitosamente haciéndome romper a reír entre lágrimas.

    -Voy a preparar el desayuno, ¿sí? Creo que lo necesitas más que una camisa.

    Lo dejé acabando de vestirse y bajé de nuevo. Cogí una sartén y abrí la nevera. Esme se había encargado de equiparla perfectamente, aun así, no tenía ni idea de qué iba a hacer. Nunca antes había cocinado y no tenía muy claro qué debía hacer. Mis conocimientos culinarios se reducían a las pocas veces que había echado una mano a mi madre o a Esme. Así que aún seguía parada frente a la nevera cuando llegó Jacob, que me arrebató la sartén de las manos.

    -Yo me encargo- me dijo guiñándome un ojo y apartando una silla para que me sentase a la vez que sacaba una bandeja de bacon.

    Pronto empezó a irse el chisporrotear del aceite y la carne, y la cocina empezó a llenarse de un delicioso aroma. Me senté y observé la desenvoltura con la que se desenvolvía. La sensación de la pasado noche volvió a incordiarme. Apreté los dientes con fuerza y traté de serenarme. Jacob repartió el bacon entre dos platos que colocó sobre la mesa.

    -Que aproveche, señorita- me deseó mientras me tendía los cubiertos y me llenaba un vaso con zumo de naranja.

    Esbocé una débil sonrisa, bajé la cabeza y comencé a juguetear con el tenedor. A pesar de no estar mirándole, sabía que él permanecía inmóvil frente a mí y podía sentir, como ya me había pasado otras veces, sus ojos fijos en mí. Levanté los ojos y su seriedad me sobrecogió.
    No pude evitar levantarme y abrazarle. Jacob me acunó entre sus brazos suavemente, repitiéndome entre susurros lo mucho que me quería.

    -Se me ha ocurrido algo- comentó pensativo. Me sujetó por los hombros y me echó hacia atrás para poder mirarme-. ¿Por qué no hacemos un viaje?

    -¿Un viaje? ¿A dónde?

    -Rebecca no para de darme la brasa pidiéndome que vayamos a visitarla.

    -¿Rebecca? ¿Quieres que vayamos a Hawai?- mis ojos se dilataron por la sorpresa-. Yo... No sé.

    -¡Oh, vamos! Sería estupendo. Tú, yo, la playa… ¿Qué me dices?

    -Que octubre no es el mes más propicio para ir a la playa.

    -Ness, aquella playa no es como La Push. No he ido nunca, pero sé por mi hermana que allí brilla el sol hasta en diciembre. En las fotos que nos envía se ven unos paisajes alucinantes. Me gustaría poder ver aquello con mis propios ojos.

    -No sé, Jake. ¿Cuándo nos iríamos?- su sonrisa se ensanchó a la vez que su mirada se iluminaba, sabedor de que esta vez iba a ser él el vencedor-. Tendré que decírselo a mis padres, ¿no?

    -¿Qué te parece mañana?

    -¿Mañana? Es muy pronto… No sé si a mis padres…

    -¡Venga, Nessie! Tus padres saben que estás segura conmigo, da igual dónde estemos. Además, no creo que pongan muchas pegas. Sólo vamos a visitar a mi hermana.

    -¿Y qué hay de los billetes?- pregunté con malicia-. Tengo entendido que andas mal de fondos.

    Desvió su mirada mientras su cara adquiría un leve matiz rojizo.

    -Bueno, yo… Había pensado en pedirle algo de dinero a Embry.

    Su incomodidad me hizo echarme a reír. Tenía el ceño fruncido y el labio inferior ligeramente adelantado. Parecía estar a punto de ponerse a hacer pucheros.
    No seas ridículo- coloqué mi mano en su mejilla y proyecté en su mente la imagen de los billetes que me habían regalado mis padres-. No pienso permitir que vayas por ahí pidiéndole dinero a tus amigos.

    Sus brazos aprisionaron mi cintura y me acercaron a él, que me besó con ternura. Me di cuenta de que sólo de ese modo era capaz de olvidarme de todos mis temores. No sabía con certeza qué iba a suceder en el futuro, pero mi presente estaba completamente lleno de él, y eso era lo único que me importaba.

    Claro que, cuando sus labios se separaban de los míos, el miedo a perderle se pegaba a mi piel.
     
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    Anh Peárys

    Anh Peárys Bubbles

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    Aw~~


    ~Tienes algunos errores de ortografía, pero nada grave.

    ~En los diálogos, usa el guión largo: (— )

    ~Narra mas, no solo blá, blá... Atraerá mas atención.

    ~ Todo es muy romántico nwn, que tiernos se ven.

    Muñeca Ha Neko
     
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    AnnaClearwater

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    Aloha!:
    A Charlie no le hizo ni pizca de gracia lo del viaje. Cuando fuimos a despedirnos aquella tarde, se quejó varias veces acerca de que Jacob se creía el único con derecho a pasar tiempo conmigo.

    -¡Vamos, Charlie!- le dijo él-. Sólo van a ser cinco o seis días. Luego puede quedarse en Forks un poco más antes de volverse a Alaska.

    Aunque no pareció convencerle del todo, al menos sirvió para que dejase de refunfuñar.
    Mis padres, por el contrario, parecían encantados con la idea. No dijeron nada al respecto, pero podía apostar cualquier cosa a que lo que más les gustaba del viaje era que iba a estar lejos de Forks y, por tanto, de mi pesadilla.





    Eran poco más de las tres del mediodía cuando nuestro avión aterrizó en el aeropuerto de Hito.

    Rebecca y Solomon nos recibieron alborotados y nos colocaron los típicos collares de flores.

    -Aloha, Renesmee! ¡Bienvenida a Hawai!- me dijo Rebecca abrazándome-. Me alegra mucho conocerte, I. ipo. Jake no exageró ni un ápice cuando nos habló de tu belleza.

    -Gracias, yo también me alegro de conocerte.

    Lo cierto es que el parecido entre Rebecca y Rachel era tan asombroso que me daba la sensación de que ya nos conocíamos. Solomon era alto y musculoso, con
    la piel morena y el pelo negro, largo y rizado, recogido en una coleta baja. Ambos vestían con ropa veraniega. Nada que ver con la que llevábamos Jake y yo. A pesar de haberme dicho que eh Hawai siempre era verano, estaba claro que no se refería al mismo verano que yo conocía de Forks o Alaska. Así que, en pocos segundos, estábamos empapados en sudor.

    -Creo que vais a tener que ir de compras- bromeó Solomon cuando Jacob se quitó la camiseta para mitigar el calor.

    Le miré con envidia y él me sonrió. Me acarició la mejilla, pero procuró mantenerse alejado de mí, gesto que agradecí sinceramente. Ya tenía bastante con la temperatura de mi cuerpo y la exterior, como para encima tener que lidiar con el sofocante calor que me asediaba cuando le tenía demasiado cerca.

    El camino hasta su casa fue una sucesión de paisajes de ensueño y plantaciones de caña. Todo eso acompañado por el intenso brillo que producía el sol al reflejarse en el océano, de un intenso color turquesa. Más que una ciudad, Hilo era un pueblo costero mucho más grande de lo normal, pero no se aproximaba ni un ápice a la imagen que yo había pintado en mi mente cuando me imaginé cómo sería la capital de Hawai. Las humildes casitas, todas pintadas de colores claros, contrastaban con la magnificencia de los numerosos hoteles. La diferencia entre ambas construcciones era realmente llamativa.

    La casa de Rebecca era igual de modesta que todas las que habíamos visto por el camino. Tenía las paredes blancas y la puerta y las ventanas de color crema. El pequeño jardín estaba rebosante de infinidad de flores de varios colores y de plantas que nunca antes había visto. Pero lo mejor era que justo detrás de la casa, como a unos cien metros, estaba la playa.

    -Supongo que estaréis muertos de hambre- aventuró mi cuñada con una enorme sonrisa que parecía calcada de la cara de su hermano-. No estábamos seguros de si os gustaría la comida hawaiana, así que hemos tirado de la cocina tradicional americana. Hay hamburguesas y patatas fritas en abundancia.

    -¡Y perritos calientes!- añadió Solomon palmeándose el estómago.

    -¡Qué pena!- se quejó Jacob de broma haciendo un exagerado mohín-. Y yo que pensé que por fin iba a probar algo de por aquí como el tiburón a la brasa o un revuelto de cachalote…

    -Jacob, II.lolo!- le espetó ella dándole un manotazo en el hombro.- Ni siquiera hay cachalotes por aquí.

    Su marido le rodeó la cintura y entraron juntos. Yo iba a seguirles, pero Jake me detuvo sujetándome por las caderas y girándome hasta que estuve de frente a él.

    -¿Cuánto hace que no… te alimentas?

    -Me comí un par de chocolatinas justo antes de embarcar.

    -No me refería a ese tipo de alimento.

    Acarició la parte inferior de mis ojos y alzó una ceja.

    -Puedo vivir perfectamente sin… -miré a todas partes esperando que no hubiese nadie y añadí bajando la voz hasta convertirla en un murmullo- sangre.

    -¿Seguro? Esas ojeras no tienen muy buena pinta.

    La quemazón de la garganta, provocada por la sed, no tardó en aparecer. ¡Maldita sea! ¿Por qué había tenido que recordármelo? Carraspeé y fingí una total indiferencia.

    -Seguro. Además, no creo que haya mucho con lo que alimentarme por aquí- recorrí los alrededores con la vista y volví a mirarle a él mientras me encogía de hombros-. Me conformaré con las hamburguesas.

    Le besé y le cogí de la mano para entrar en la casa.

    La salida de compras de esa tarde fue inevitable. Los dos necesitábamos ropa más ligera de forma casi urgente. Y, ya puestos, yo también necesitaba un bikini, que estrené en cuanto dejamos el resto de cosas en casa.

    Nos pasamos toda la tarde en la playa, bañándonos, paseando, tomando el sol…

    -Eres increíble- comentó mientras acariciaba suavemente mi brazo. Mi piel lanzaba tenues destellos bajo la luz del sol. Eran casi imperceptibles para el ojo humano, pero no para los suyos, que me observaban maravillados. De pronto, empezó a reírse a carcajadas-. ¡Pobre Quil!

    -¿Quil?- me extrañé- ¿Por qué te has acordado de él ahora?

    -Por esto.

    Estábamos recostados sobre una enorme toalla. Él se incorporó para poder inclinarse sobre mí y besarme de forma frenética. Pestañeé varias veces tratando, primero de recuperar el control y, segundo, de comprender a qué se refería.

    -No te sigo- comenté sin aliento.

    -Verás, Quil anda algo mosqueado conmigo últimamente- arrugué el entrecejo. Me costaba creer que Quil pudiese estar enfadado con alguien, mucho menos con su mejor amigo-. Bueno, en realidad no es conmigo exactamente. Lo que le molesta es que nosotros podamos estar… así- repasó mi cintura con el dorso de su mano para acentuar sus palabras-, mientras que él tiene que esperar varios años aún- seguía sin comprender del todo y él debió notarlo por mi expresión, así que continuó hablando-. En teoría, Claire es tres años mayor que tú y, sin embargo, él no puede ni pensar en ella del mismo modo en el que yo pienso en ti.

    Por fin conseguí entenderle. ¡Pobre Quil! No vería el momento en el que pudiese estar con Claire como lo estábamos Jake y yo. Y aún le quedaban, como mínimo, otros cinco o seis años.

    -Debe de ser un fastidio para él.

    -Lo es desde que tú… cambiaste. De todos modos, tampoco es tan terrible. A él le encanta estar con Claire, le da igual de qué forma. A mí mismo me encantaba estar contigo cuando eras pequeña. Obviamente no tenía el mismo significado que ahora. Siempre fuiste el centro de mi universo, lo que me hacía seguir con los pies pegados a la Tierra. Ahora le das sentido a mi mundo de la misma forma pero, a la vez, de un modo completamente diferente.

    Como si del capricho de una niña pequeña se tratase, le arrebaté las gafas de sol. No me gustaba que tuviera los ojos ocultos. Él engarzó su boca en la mía y tuve que detenerle, una vez más sin aliento, antes de que montásemos un escándalo público.

    Los días siguientes fueron iguales. Sol, playa y arrumacos. Era verdaderamente como estar en el paraíso. Todos mis temores se habían esfumado dando paso a una agradable sensación de paz y bienestar.

    Pero pedir que aquello durase, era mucho pedir.

    Al quinto día de estar allí, salí con Rebecca a comprar comida y estuvimos visitando un par de lugares típicos. Volvimos muy pasado el mediodía.

    Cuando entramos en casa, Jacob estaba sentado en el salón. Tenía el rostro pálido y los ojos brillantes, casi ocultos bajo las cejas. Parecía como si hubiese estado llorando. Me senté en sus rodillas y le acaricié el pelo, insistiéndole para que me contase qué le ocurría. Pero fui incapaz de arrancarle palabra alguna hasta que finalmente me apartó, se puso en pie y salió diciendo que necesitaba estar sólo.

    No regresó hasta bien entrada la madrugada. Yo llevaba varias horas acostada, aunque seguía completamente despierta a causa de la preocupación.

    Sus besos apremiantes y la rapidez con la que el color rojo comenzó a invadirlo todo, haciéndome perder el control. Me impidieron volver a preguntarle qué había pasado.


    I.<<Cariño>> en lengua hawaina (N. de la A.)
    II.<<Tonto>> en lengua hawaiana. (N. del A.)
     
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    Eliizabeth

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    Mee encantaaa..:cool:
    Pero que le paso a jacob..:eek:
    Casi no encontre fallas de ortografia todo perfectoo..:)
    Y gracias por escribir esta maravillosa historia.:D . Yo queria saber que paso de jacob y nessie despues pero creo que stephenie esta escribiendo un libro sobre ellos llamado luna eterna y te agradesco..
    Me avisas la contii porfa??:p
     
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    AnnaClearwater

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    En realidad ya llevo 24 capítulos y estoy terminando ya el 25, solo que aquí me han recomendado que los vaya subiendo de poco en poco, por eso no subo muchos. Ahora pondré dos capítulos más, pero si quieres, puedes pasarte por mi blog y leerte el resto. Me alegro de que te esté gustando. Un besito! :)
    P.D. Sobre lo de Stephenie Meyer... A mí también me gustaría que continuase... Estoy por enviarle mi historia, a ver si se anima :rolleyes: , no, en serio, estaría muy bien conocer su versión de esta historia, pero me conformaría con que terminase Sol De Media Noche.
     
  6.  
    AnnaClearwater

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    Le observaba en silencio mientras desayunábamos. Solomon y Rebecca aun no se habían levantado. Llevaba ya dos días comportándose de forma extraña y no sabía cuanto más iba a poder soportarlo. Mis miedos habían vuelto a la carga y no se me ocurría nada más que pudiera espantarlos. Sin su ayuda, me parecía un trabajo de titanes.

    -¿Te importaría dejar de hacer eso?

    Del sobresalto, la cuchara calló de mis manos poniéndolo todo perdido de leche y cereales.

    -¿El qué?- pregunté confusa-. Pero si yo no estoy haciendo nada.

    -Ah, ¿no? Pues lo estás haciendo otra vez.

    -¿Qué es lo que estoy haciendo?- mi voz sonó cansada.

    -Mirarme como si no fueses a volver a verme.

    Bajé la mirada y empecé a limpiar la mesa fingiendo no haberle oido. Él golpeó la tabla y se puso en pie. Sus ojos estaban cargados de furia.

    -¿Es que nunca me va a salir nada bien? ¿Es que estoy condenado a estar siempre amargado?- aunque hablaba a voces, no estaba segura de si hablaba conmigo o consigo mismo-. ¡Maldita sea! ¿Es que nunca vamos a poder ser una pareja normal? En el tiempo que llevamos juntos, apenas hemos estado bien un par de días... ¿Crees que eso es normal? Porque desde luego que a mi no me lo parece.

    No le contesté. Había enmudecido. Por suerte, Rebecca entró justo en ese momento.

    -¿Se puede saber qué pasa? ¿A qué vienen esas voces, Jacob?

    Ignoró a su hermana y, tras mirarme durante varios segundos con la mandíbula tensa y la mirada llameante, se dio la vuelta y salió a la calle dando un sonoro portazo.

    Apoyé los codos en la mesa y oculté la cara entre mis manos tratando de recuperar la compostura. Rebecca me acarició el pelo.

    -¿Estás bien, cielo?

    -Sí, sólo ha sido...- alcé la cabeza y le miré intentando parecer despreocupada-. En realidad no ha sido nada.

    -Pues no parecía nada precisamente... ¿Sabes qué? Nos vamos de compras. No hay nada mejor para olvidarse de los problemas.

    Acepté. Ir de compras era lo último que me apetecía hacer en ese momento, pero al menos me serviría para alejarme de él y dejar que se tomase un respiro y viese las cosas con más calma. Quizás le había agobiado demasiado y lo único que necesitaba era un poco de espacio y de soledad.

    Nos pasamos toda la mañana entre probadores. Al principio no quería probarme nada, pero poco a poco me fui animando. Rebecca era incansable. Todo le gustaba y todo tenía que probárselo. Decidí que tenía que presentarle a Alice. Seguro que se caerían genial.

    Debo reconocer que me animé bastante, incluso que me divertí. La alegría de Rebecca era contagiosa. Debía de tratarse de algo que todos los Blacks llevaban en su genética.

    Llegamos a casa cargadas de bolsas y charlando animadamente. Jacob estaba en la puerta. Su expresión hizo que mi buen humor se esfumase tan rápido como había aparecido. Por lo visto, mi distanciamiento no había servido para nada. Si bien podía decirse que la situación parecía estar aún peor.

    Su hermana se pasó todas sus bolsas a una mano para poder rodearme los hombros con el brazo libre. Al llegar junto a él, Rebecca cogió mis bolsas y entró dejándonos a solas.
    Permanecimos mucho rato observándonos en silencio. Era como si ninguno nos atreviésemos a decir nada. Alcé la mano para acariciar su cara, pero él se apartó e hizo una mueca. Sentí una extraña presión en la yema de los dedos...

    ... Y entonces lo supe. El momento que tanto temía había llegado. Ni siquiera me cogió por sorpresa. Sabía con tanta certeza que acabaría pasando que apenas me afectó.

    -Tenemos que hablar- murmuró mientras echaba a andar.

    Inhalé una gran cantidad de aire y le seguí casi inconscientemente.. No volvió a decir una palabra más hasta que llegamos a la playa. Una vez allí, se detuvo y se giró para poder mirarme. Estudiaba mi cara tratando de averiguar qué sentía. Ni yo misma podía decir con exactitud cuál era mi epresión.

    -Ness, yo...

    Vaciló un instante y volvió a cerrar la boca. Parecía incapaz de hacerlo.

    -Di lo que sea de una vez, Jacob- le apremié con un hilo de voz. No quería alargar más aquel momento. Cuanto más deprisa acabase con todo, mejor.

    -No sé cómo voy a decirlo y...

    -No necesito que me digas nada. Sólo quiero saber por qué- la dureza y la calma de mi voz parecieron sorprenderle casi tanto como a mi-. Sólo dime que error he cometido y si hay algo que pueda hacer para no sentirme tan... mal.

    La voz se me quebró, pero el llanto seguía bajo control. Jacob apretó fuertemente los puños a ambos lados de su cuerpo y sacudió la cabeza con lentitud sin dejar de mirarme.

    -Tú no has hecho nada, Ness. Simplemente, ésto no...- suspiró y desvió sus ojos-. Esto no funciona. Ha ido mal desde el principio y alargándolo sólo hemos conseguido hacernos aún más daño ahora- volvió a mirarme y descubrí que tenía los ojos llenos de lágrimas-. No tenía que haber dejado que esto llegase tan lejos.

    -Dijiste que la imprimación era para siempre- susurré sabiendo que me estaba agarrando a un clavo ardiendo.

    -Por lo que se ve, vuelvo a ser a excepción.

    Se encogió de hombros y perdió la mirada en el océano. Yo no podía dejar de mirarle. La presión de mis dedos se convirtió en un sinfin de dolorosas punzadas. Pero eran como delicadas caricias si las comparaba con la tremenda quemazón que sentía en el pecho.

    Cerré los ojos, inspiré y expiré varias veces y me di la vuelta, abriendo nuevamente los ojos cuando le tuve a mi espalda para no tener que volver a verle.

    No intentó seguirme cuando me encaminé de vuelta a casa. Rebecca tampoco me dijo nada al verme entrar. Se limitó a darme un prolongado abrazo y dejó que me fuese a la habitación.

    Eché el cerrojo y me senté en la cama abrazada a mis rodillas. Intenté normalizar mi respiración y asimilar lo que estaba pasando. Ni lloraba ni tenía ganas de hacerlo. Me preocupaba la relativa tranquilidad con la que me lo estaba tomando. ¿Tan preparada estaba para ésto? Eso parecía. Era como si mi cerebro se hubiese estado entrenando en secreto desde que presentí que ésto ocurriría. Y ahora apenas me afectaba. El único inconveniente era el incendio que se había desatado en mi interior y que estaba abrasándome, provocándome un dolor insoportable. A pesar de eso, mi mente permanecía intacta, como si me hubiesen realizado una lobotomía y extirpado la parte del cerebro que maneja las emociones.
    Pero el fuego se extendía y llegó un momento en el que empezó a costarme trabajo respirar. El aire entraba en mis pulmones con enorme dificultad. Y me entró el pánico. Intenté ponerme en pie para poder ira hasta la ventana y abrirla, pero perdí el conocimiento y me desplomé.





    Varios golpes me despertaron. Sonaban muy lejos, pero supe enseguida que alguien, Solomon o Rebecca, estaba golpeando la puerta. Una conversación desde el otro lado, terminó dándome la razón.

    -¿Crees que le habrá pasado algo?

    -No seas exagerado, Solomon. Sólo quiere estar sola. Es normal.

    -¿Normal? Ipo, lleva casi cinco horas encerrada- ¿en serio?¿Había pasado tanto tiempo?-. Ni siquiera ha salido a comer.

    -No creo que tenga mucho apetito. Déjala sola un poco más, ¿sí?

    Pero Solomon volvió a golpear la puerta una vez más.

    -Renesmee, tesoro, solo dinos que estás bien. Te prometo que después te dejaremos tranquila.

    Me aclaré la voz y contesté.

    -Estoy bien. Sólo me había quedado dormida.

    -¿Pregúntale si tiene hambre?- cuchicheó Rebecca.

    -¿Quieres comer algo? ¡Hay hamburguesas!

    Lo dijo como si eso pudiese solucionar cualquier tipo de problema. En cualquier otro momento me habría echado a reir por su entusiasmo.

    -No, gracias. No tengo hambre.

    -Como quieras. Entonces, estás bien, ¿verdad? Lo siento. Sé que soy muy pesado, pero es que nos tienes muy preocupados.

    -De verdad, estoy bien.

    -Vale. Pues... Te dejamos sola otra vez. Si quieres algo dilo, ¿si?

    -Gracias.

    Les oí alejarse y me incorporé.Estaba algo mareada y me dolía la cabeza. Debía de haberme dado un buen golpe al caer. Abrí la maleta sobre la cama y comencé a recoger mis cosas. Ya no pintaba nada en aquel lugar, así que sería mejor que volviese a casa.

    -¿Podríais pedirme un taxi?

    Rebecca se levantó del sillón y me miró con los ojos dilatados.

    -¿Te vas? ¡Oh, no! ¡No, por favor! Quédate esta noche y te vuelves mañana, cuando estés más tranquila.

    -Estoy muy tranquila, Rebecca, de verdad. Quiero volver a casa y estar con mis padres.

    Solomon se levantó también y se acercó a mí para tomarme de las manos.

    -Yo te acompañaré al aeropuerto.

    -¿Os acompaño?- preguntó su esposa.

    -No, tú quédate por...- Me miró dudando sobre si continuar o no. Finalmente lo hizo-. Quédate por si regresa.

    Obvié el comentario, sabiendo de sobra a quien se refería, me despedí de Rebecca y seguí a Solomon hasta el coche.

    Mientras nos dirigíamos al aeropuerto le vi. Estaba en la playa, justo en el mismo sitio donde le había dejado, a unos trescientos metros de nosotros. Se había sentado en el suelo y tenía las manos hundidas en la arena. Reconoció el sonido del coche y se levantó a toda velocidad. Giré la cara en cuanto sus ojos se toparon con los míos.

    -¿Quieres que pare?- me preguntó Solomon disminuyendo la velocidad cuando le reconoció.

    -No. Quiero llegar a casa cuanto antes.

    Aceleró y nos alejamos. Ni siquiera me giré para mirarle por última vez. Ni necesitaba ni quería hacerlo. Mi vida iba a sufrir un cambio radical. Nada de llantos ni lamentaciones. Por el motivo que fuese, Jacob había decidido salir de mi vida, y eso era algo que yo debía asumir.

    Llegamos al aeropuerto y me despedí de Solomon. Le pedí que volviese a casa asegurándole que sabría arreglármelas bien sin su ayuda.

    Cuando me quedé a solas, me encaminé a facturar el equipaje. Pero entonces un pensamiento se cruzó por mi mente. Nada iba a cambiar si regresaba con mi familia. Todo estaba impregnado de su presencia y de sus recuerdos. E irme a Forks sería aún peor.

    No sabía qué hacer. Desolada, me senté en un banco. Fue en ese momento cuando mis ojos se posaron involuntariamente en un enorme cartel de una agencia de viajes que anunciaba una ruta por la Toscana.
    Italia.

    Fue como si alguien hubiese puesto ese cartel adrede frente a mí. Varias piezas encajaron y una idea cobró fuerza en mi mente.

    Quería cambiar de vida. Quería alejarme y olvidarme de Jacob. Pero, sobre todo, quería mantener a salvo a mi familia. Y había un modo fácil, rápido y eficaz de hacer que todo eso fuese posible. A cambio, mi libertad. Un precio muy bajo si tenía en cuenta todo lo que podía ganar si mi jugada salía bien.

    Hacía tiempo que me estaba inquietando la idea de que mi familia podía estar en peligro y, de un modo u otro, sentía que estaba en mis manos el poder ayudarles.

    Varias veces había oído hablar de lo mucho que valoraba Aro a los vampiros que poseían algún don. Era consciente de que el mío probablemente no sería un poder muy útil para él, pero sabía lo impresionado que el líder de los Vulturis había quedado conmigo.

    Me pondría a su disposición si, a cambio, él prometía dejar en paz a mi familia.

    Sólo esperaba que llevar a cabo mi plan resultase tan sencillo como lo había sido pensarlo.
    Pero tenía que darme prisa. Era posible que Alice ya pudiese verme y no iban a tardar mucho en ponerse en marcha para estropearme las cosas.
     
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    AnnaClearwater

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    Recordaba con exactitud la parte del diario de mi madre en la que narraba el momento en el que impidió que mi padre se expusiera al sol para provocar a los Vulturis que, cuando llegué a la plaza en la que se encontraba la torre del reloj, era como si ya hubiese estado allí.
    Hacía frío. Demasiado incluso para mí. No me había cambiado de ropa y aun seguía llevando las prendas veraniegas que me había puesto aquella mañana y que no eran exactamente las más indicadas para el gélido clima invernal.

    Barrí el desierto lugar con los ojos en busca del callejón donde se ocultó mi padre. Fue por allí por donde les llevaron ante Aro, Marco y Cayo, así que ese era el camino a tomar. Se suponía que estaba al norte de la plaza, justo a la derecha de la torre.

    Cuando logré divisar el estrecho emplazamiento, respiré profundamente y cogiendo mi maleta, rodeé la fuente y me encaminé hacia allí. No había absolutamente nadie a mi alrededor. Probablemente por eso me asusté más cuando, a punto ya de internarme en el oscuro callejón, una mano se apoyó en mi hombro. Quise gritar, pero el sonido se atascó en mi garganta y sólo conseguí exhalar. Aterrorizada, me giré para encontrarme de frente con la enorme figura de un desconocido. A pesar de la penumbra, pude ver el destello de su pupila granate. Iba cubierto con una túnica de color gris perla que le llegaba hasta los pies, y me sonreía.

    -¡Hola, Renesmee!- me saludó con un agradable tono de voz-. Te estábamos esperando.

    Extendió su brazo derecho hacia mi. En él llevaba cuidadosamente doblada lo que supuse que sería otra capa. Mis ojos deambulaban de su cara a su brazo y de nuevo a su cara. El desconocido insistió con un ligero movimieto de cabeza instándome a coger su ofrenda, pero yo estaba paralizada. Así que, tras lanzar un suspiro, avanzó hacia mí y rodeó mis hombros con la gruesa capa. Retrocedió un par de pasos y me observó de nuevo con una sonrisa complaciente.

    -Mucho mejor, ¿no te parece?- alzó una mano con la intención de acariciar mi cara, pero yo di un respingo y me alejé de él, que soltó una armoniosa carcajada-. No tengas miedo, pequeña, nadie va a hacerte daño, te lo prometo.

    Volvió a acercarse a mí y pasó un brazo sobre mis hombros, empujándome hacia un lado e instándome a darme la vuelta. Comenzamos a andar. Yo giré mi cara hacia el callejón. ¿A dónde me llevaba? ¿Quiénes me estaban esperando? ¿Para qué? Nadie sabía dónde estaba. Nadie excepto... Alice. Sólo se me ocurría esa explicación. Ella había visto cómo me dirigía hacia los Vulturis y había mandado a un conocido que se encontraba cerca de allí para detenerme. ¡Maldición! Mi plan había fracasado estrepitosamente. Y ahora, ¿qué? ¿Acaso iba ese individuo a enviarme de vuelta a Alaska? ¿O vendría alguien de mi familia a recogerme aquí? Decidí que lo mejor que podía hacer era resignarme y dejar que pasase lo que tuviese que pasar.

    Mientras le daba vueltas y más vueltas a todas las cuestiones que burbujeaban en mi cabeza, el desconocido y yo habíamos dejado la plaza atrás. O mejor dicho, la estábamos bordeando. . Caminábamos a ritmo de paseo circunvalando el pequeño castillo medieval. Me guió hacia la entrada, formada por varios arcos de piedra antigua. Sobre el arco del centro ondeaba una bandera de intenso color rojo. Cuando estábamos subiendo las escaleras miré a mi acompañante. La luz de las farolas iluminaba su rostro y un estremecimiento me paralizó. Él fijó en mí sus ojos y me observó con precupación.

    -¿Ocurre algo?

    -Te conozco- siseé casi aliviada-. Tú... Tú me ayudaste en el aeropuerto de Seattle.

    -Creo que te equivocas.

    -No, eras tú. ¡Lo sé!- mi voz iba cobrando fuerza conforme iba hablando.- Tú me ayudaste a encontrar la salida y me conseguiste un taxi. Sé que fuiste tú, Adamu.

    En cuanto pronuncié el nombre, la mandíbula se le desencajó y sus ojos se cristalizaron.

    -¿Has dicho Adamu?- asentí-. No es posible- sacudió la cabeza, incrédulo y volvió a fijar sus terroríficos ojos en mí mientras me sujetaba con fuerza por los hombros-. ¿Estás segura de lo que dices?

    -¡Claro que lo estoy! Me acuerdo perfectamente de tí... Pero tus ojos...

    -No era yo- le miré con excepticismo. Él alzó una mano antes de que yo pudiese replicar y continuó hablando-. Mi nombre es Akamu. Quién te ayudó fue mi hermano. Hace años que no le veo... Le creía muerto- movió la cabeza con pesadez y me sonrió-. No te imaginas la alegría tan inmensa que me has dado. ¿Él estaba...? ¿Se encontraba bien?

    -Sí. Parecía un empresario o algo así. Iba trajeado y... Sus ojos eran dorados- comenté ésto último creyendo que podría interesarle, como así me lo indicó su sorpresa.

    -¿En serio? ¿Dorados? ¡Vaya! No puedo creérmelo.

    -Pues así era- él asintió pensativo, pero sin dejar de sonreir-. ¿Por qué le creías muerto?

    Nada más terminar de preguntarlo, me mordí el labio, arrepentida por ser tan cotilla. Sin embargo, él pareció no darle importancia.

    -Es una larga historia que prometo contarte- soltó una carcajada-. Nos va a sobrar el tiempo- calló, suspiró profundamente y sujetó mi mano-. Y ahora, sigamos. Debemos entrar. Como ya te dije, te estábamos esperando.

    Opté por no preguntar y seguirle. Aquel extraño de pronto me inspiraba una profunda confianza.

    Una vez en el interior de aquel edificio, tuve de nuevo la sensación de haber estado allí con anterioridad. Mi madre había estado allí. Volví a recordar lo escrito en el diario con absoluta claridad.

    <<Las paredes estaban revestidas de madera y los suelos enmoquetados con gruesas alfombras de color verde oscuro. Cuadros de la campiña de la Toscana intensamente iluminados reemplazaban a las ventanas inexistentes. Habían agrupado de forma muy conveniente sofás de cuero de color claro y mesas relucientes encima de las cuales había jarrones de cristal llenos de ramilletes de colores vívidos. El olor de las flores me recordó al de una casa de pompas fúnebres.

    <<Había un mostrador alto de caoba pulida en el centro de la habitación. Miré atónita a la mujer que había detrás...





    Sus detalladas descripciones hacían que sintiese que no era la primera vez que estaba en esos lugares. Me pasó en la plaza, me estaba pasando en aquella especie de recepción y estaba convencida de que me seguiría pasando.

    Me pregunté qué habría sido de la mujer que mi madre vio tras el mostrador que ahora se encontraba vacío. ¿La habrían transformado o...? Era mejor no pensar en ello. De todas formas, otro pensamiento inundó rápidamente mi cabeza. Mis conjeturas habían vuelto a ser erróneas. Akamu no era ningún conocido de Alice. Probablemente, nadie de mi familia sabía aún dónde me encontraba. Él era, tal y como indicaba su vestimente, un ayudante de los Vulturis. A pesar de este descubrimiento, la confiaza que sentía hacia él permaneció intacta. Inspiré una gran cantidad de aire, expulsándolo después con un suspiro, y me aferré con fuerza a su mano, que me devolvió el apretón de forma cariñosa.

    Iba reconociendo el lugar conforme avanzábamos. El amplio corredor con las dos puertas revestidas de oro al final, por las que sabía que no íbamos a entrar, el panel que se apartó mostrando la vulgar portezuela de madera, la antecámara de piedra y, tras ésta, la enorme estancia circular con los ventanales protegidos por rejas y los tres tronos de madera. Todo estaba iluminado por una enorme araña de cristal situada justo en el centro de la sala y bajo la cual se encontraban los tres Vulturis, en pie y envueltos también en sus características capas negras. Para mi sorpresa, no había nadie más. Esperaba encontrarme allí con Demetri, Félix, Alec... Y con Jane. Pero no había ni rastro de ellos.

    -Buen trabajo, Akamu- murmuró Cayo dirigiéndome una fiera sonrisa.

    Aro se acercó a nosotros y, tras palmear el hombro de mi acompañante, sujetó mi cara entre sus ásperas y gélidas manos.

    -Renesmee, querida, bienvenida a nuestro hogar- el énfasis que puso al pronunciar "nuestro" me dio a entender que yo también formaba parte de esa primera persona del plural-. Todos nos sentimos muy dichosos por tenerte entre nosotros.

    -Aro, no olvides comentarle...

    -Cayo, hermano, no te impacientes. Nuestra joven invitada acaba de llegar. Dejemos que se instale y se aclimate antes de... hablar sobre ese tema.

    Yo seguía apretando la pétrea mano de Akamu, que no se había separado ni un centímetro de mi lado. Aro tomó mi otra mano y yo me estremecí. Iba a descubrir todo lo que se ocultaba en mi mente, lo que me había conducido hasta allí. Iba a verle a él... Entrecerró los ojos mientras hurgaba entre mis recuerdos. Finalmente, me soltó y me sonrió con tristeza.

    -Eres una joven fuerte. Vas a recuperarte, ya lo verás. Nosotros nos encargaremos de ayudarte. Aunque...- se giró y lanzó una mirada cargada de significado a sus hermanos, quienes habían ido avanzando hasta colocarse detrás de él. Después volvió a mirarme. Parecía contrariado-. Nunca antes había visto unos lazos tan fuertes como los que te unían a ese...- bajé los ojos y los fijé en el suelo mientras las llamas volvían a reavivarse en el interior de mi pecho-. ¡Oh! ¡Cuánto lo siento, mi querida niña! No volveré a mencionarlo si así lo prefieres.

    Le miré tratando de recuperar la compostura y me aclaré la voz.

    -Aro, yo sólo te pido que...

    -¡Oh! Tranquila- me interrumpió-. No hay por qué preocuparse. Nadie va a hacerle daño a tu familia. He visto lo que piensas y me parece un acto muy noble por tu parte. De todas formas, hay cuestiones que no pueden ser ignoradas.. Pero, como ya he dicho, es mejor que lo aplacemos hasta que te hayas acomodado.

    Noté cómo se aflojaba la mano de Akamu. Aro le miró expectante y yo hice lo propio. Tenía la mirada perdida, como recubierta por una densa neblina. Era la misma mirada que ponía Alice cuando...

    Ahora podía entenderlo. Los Vulturis me estaban esperando porque me habían visto llegar mediante las visiones de Akamu.

    Cuando éste se recuperó, volvió a apretar mi mano y extendió la otra hacia Aro, que se la estrechó con urgencia. Esperé hasta que Aro le soltó para no interrumpir el flujo de sus pensamientos, y después le envié yo los míos. Era sólo una pregunta: "¿Qué ocurre?". Él trató de disimular y apretó varias veces sus dedos en torno a lo míos, dándome a entender que no podía responder a mi pregunta en ese momento.

    Entre tanto, el anciano Vulturi se paseaba delante de nosotros frotándose las sienes bajo la atenta mirada de sus hermanos.

    -Señor- le interrumpió Akamu-, no quiero molestarle, pero están a punto de llegar. ¿Qué pensáis hacer con ella?

    Aunque parecía no haberle oído, le contestó sin mirarle y sin dejar de pasearse.

    -Llévala a la habitación que mandé a preparar para ella. Después reúne a mi guardia y volved aquí inmediatamente.

    -Así lo haré.

    Salimos de la habitación por una puerta diferente a aquella por la que habíamos entrado, y nos internamos por un corredor apenas iluminado por unas antiquísimas lamparillas que daban un aspecto tenebroso al lugar. A nuestras espaldas empezó a armarse bastante jaleo. Algo importante debía estar a punto de pasar y, al parecer, no iba a ser necesario que Akamu reuniese a la guardia. Aún sin verles, pues mi acompañante me llevaba justo delante de él, impidiéndome ver nada de lo que ocurría, pude reconocer todas y cada una de las voces.
    -Va a ser de lo más divertido- se carcajeó Félix.

    -Sí, ésto pinta pero que muy bien- convino Alec-. Sólo espero que esta vez Aro no se contenga.

    -Espero que te guste tu cuarto- comentó Akamu sin venir a cuento. Yo no contesté, pero él continuó hablando, por lo que intuí que lo único que pretendía era impedirme oir lo que pasaba en la habitación que acabábamos de dejar atrás-. Es muy amplio y luminoso. Y tiene unas vistas magníficas.

    Seguíamos andando a través de aquel oscuro pasillo cuando una voz me hizo detenerme en seco.

    -¿Dónde está?- aulló mi padre-. ¿Qué has hecho con ella?

    -Tranquilízate, amigo, y sed vienvenidos a mi hogar.

    -¡Déjate de falsos cumplidos y tráela ahora mismo!

    Aro había hablado en plural. Había dicho "sed bienvenidos". ¿Quién más había venido? ¿Alice? ¿Mi madre? Esperaba que no. Habría sido una locura por su parte meterse justo en la boca del lobo (¡maldita frase hecha!). Giré sobre mis talones y reemprendí la marcha en la dirección contraria. Akamu no tardó en detenerme.

    -No puedes ir.

    -¿Cómo que no puedo ir? ¿Por qué?

    -Es mejor que no te vean.

    -Pero... ¡Es mi padre!

    Me pidió mediante gestos que bajase la voz.

    -Y eres tú quien ha decidido venir. Has de acatar las normas.

    -Lo sé... Mira, no voy a cambiar de idea, te lo prometo. Yo sólo... Deja que se lo explique, por favor.

    -Lo siento.

    -Por favor, Akamu, te lo ruego. Sólo a mí me creerá. Si no me ve... A saber lo que puede pensar que me habéis hecho. Lo único que deseo es evitar un conflicto.

    -No sé si es buena idea.

    -Lo es. Es una idea increíble.

    -Aro va a enfadarse si...

    -Yo me encargo.

    Suspiró y me liberó. Aceleré el paso con él pegado a mis talones. Llegué frente a la puerta de la sala, donde se había formado un incómodo silencio, y la abrí con decisión. Los tres ancianos seguían en el centro, pero esta vez estaban escoltados por la guardia al completo. Un escalofrío se deslizó por mi espalda cuando vi a Jane observándome con curiosidad, como una sombra diminuta entre los gigantescos Félix y Demetri. Alec estaba justo detrás de ella, con una mano sobre sus hombros. Pero apenas la observé durante unas décimas de segundo, justo lo que tardó mi padre en estrecharme entre sus brazos. Emmett y Jasper acudieron tras él.

    -Lo siento, señor- se excusó Akamu-. No he podido impedírselo.

    -No te preocupes- le contestó con la voz inexpresiva-. Mejor así.

    Casi ni les oía. Era como si todos, excepto mi padre y yo, estuviesen al final de un largo túnel. Intenté regular mi respiración y relajarme todo lo que me fuese posible. No podría convencerles de que quedarme era la mejor opción si me alteraba o me venía abjo.

    Mi padre encerró mi cara entre sus manos y fijó sus ojos en los míos, forzándome a hacer lo mismo. Le expliqué sin palabras el motivo de mi decisión e intenté que comprendiese y aceptase que era algo irrevocable. Él cerró los ojos y apretó la mandíbula.

    -¡No seas estúpida! ¡No seas estúpida! ¡No seas estúpida!- me pidió entre dientes-. Ésta no es la solución, ¿No te das cuenta?- abrió de nuevo los ojos y me miró con amargura-. Ven con nosotros.

    Negué una sola vez con la cabeza. Él suspiró, me soltó y se giró para poder enfrentarse a Aro, quien le miraba expectante. Cuando volvió a hablar, su voz sonó cascada. Parecía haber envenjecido de repente.

    -Aro, por favor, te lo suplico. Deja que nos la llevemos. Déjala marchar. Éste no es su lugar. Ella está confundida y... Por favor, déjala ir.

    -Me temo que eso no es posible- contestó con su habitual calma-. No tengo por costumbre retener a nadie en contra de su voluntad. Todos los que se encuentran entre estos muros lo hacen por decisión propia. Ella acudió a nosotros porque quiso y podrá marcharse si es su deseo.

    Todas las miradas se posaron sobre mí. Aro sabía cómo jugar sus cartas. Habría podido retenerme a la fuerza si hubiese querido. Es más, podía haber retenido también a mi padre y a mis tíos. Sin embargo, sabiendo con certeza que yo no iba a marcharme, estaba manejando la situación de tal forma que iba a salirse con la suya y, además, iba a salir de ela de forma elegante.

    -¿Renesmee?

    Mi padre pronunció mi nombre sin ni siquiera mirarme. Mejor. Me armé de valor, alcé la cara mirando al vacío para evitar evitarme con cualquiera de los ojos allí presentes y contesté con la voz alta y clara:

    -Me quedo.

    -Bien. Pues, en ese caso, yo también me quedo.

    El aire se escapó de mis pulmones atropelladamente. La sonrisa del líder de los Vulturis era un reflejo del triunfo que suponían para él las palabras dichas por mi padre. Un creciente murmullo se extendió entre los miembros de la guardia. Aro lo acalló simplemente levantando su mano.

    -Magnífico- le oí murmurar entre dientes-. Toda una sorpresa.

    "-¡No!- pensé-. ¡No puedes quedarte! Tú... ¡Piensa en mamá!"

    Él me miró alzando una ceja. Estaba intentando aplicarme a mí lo que yo acababa de decirle. ¿Acaso se creía que no había pensado en ella? Tanto la seguridad de mi madre como la del resto de mi familia era uno de los motivos de que me encontrase en aquel lugar.

    Sacudió la cabeza una vez más. Iba a ser realmente difícil hacerle entender mis razones. Pero entonces se dió la vuelta y sus ojos se achicaron mientras observaba a mis tíos. No me costó mucho averiguar con cual de los dos estaba hablando. Jasper le miraba fijamente. Me sorprendió que fuesen tan indiscretos. Todo el mundo les observaba. Paseé mi vista por cada uno de los allí presentes para comprobar cómo estaban reaccionando ante aquella escena. Emmett parecía estar a punto de ponerse a gritar. Tenía la mandíbula tensa y los brazos cruzados a la altura del pecho con los puños fuertemente apretados. Los miembros de la guardia permanecían impasibles, eran como estatuas. Akamu me miraba sin ocultar su preocupación. Cayo se impacientaba por segundos. Cambiaba continuamente el peso de su cuerpo de un pie a otro. El gesto de Marco era el habitual. Era como si intentase que su aparente aburrimiento fuese suficiente para disolver aquella grotesca reunión. Y Aro... Estaba eufórico. Ni en sus mejores sueños (de haber podido soñar) habría imaginado algo así.

    -Por favor, Edward, hazme caso- la voz de Jasper me hizo volver a centrar mi atención en ellos dos-. Es lo mejor.

    -No, Jasper, tú...

    -Yo puede serle de más ayuda que tú.

    ¿Serme de ayuda? Estaban hablando de mí, ¿verdad? Era a mí a quien querían ayudar, ¿no? Aunque no podía ser. No lograba entender qué tipo de ayuda podría necesitar yo. Estaba perfectamente. No, no necesitaba que ninguno de ellos se quedase conmigo.

    Aro les observaba entre curioso y divertido. Nadie más hablaba.

    -Alice- dijo mi padre sin voz-. ¿Qué pasará con ella?

    Jasper se estremeció, pero de nuevo parecía calmado cuando contestó.

    -Ella lo entenderá. Tú sabrás hacer que lo entienda.

    -¡Esto es de locos!- bramó Emmett, quien no había dicho ni una sola palabra desde que llegaron-. Nadie va a quedarse aquí- me taladró con la mirada-. ¿Me has entendido? Na-die.

    La expresión del anciano líder se tornó precavida mientras todos los demás optaban por una actitud defensiva avanzando un paso hacia él, que les detuvo volviendo a alzar su mano. Incluso Marco parecía estar ahora interesado.

    -Haya calma, amigos- pidió Aro mirando a Emmett con una amplia sonrisa a la que éste respondió dejando sus dientes al descubierto-. La violencia no conduce a nada bueno.

    -Aro, acaba con esto de una vez- Cayo miró a mi imponente tío imitando su gesto. Pero ambos se relajaron de golpe. Una enorme oleada de paz invadió la habitación. Emmett comenzó a golpearse la cadera con el puño y Cayo miró a Jasper con curiosidad durante unos segundos para luego volver a dirigirse a su hermano-. Ponle fin de una vez a esta charada.

    -Cayo, mi querido e impaciente hermano, como ya he dicho, no soy yo quien tiene que decidir nada.

    -Ya está todo decidido- Jasper caminó hasta colocarse a mi lado y cogió mi mano-. Renesmee quiere quedarse y yo me quedaré con ella- eta vez, mi padre se mantuvo en silencio. Emmett bufó y sacudió la cabeza-. Edward, volved a casa y explicadle al resto lo ocurrido. Vamos a estar bien, de verdad.

    -Por supuesto que estaréis bien. Entonces, ¿está todo decidido?

    Mi padre intentó hablar, pero Jasper volvió a tomar la palabra.

    -Así es. Renesmee y yo nos quedamos. No hay nada más que hablar.

    -Bien. Pues, Akamu, acompáñales a la habitación que preparamos para la joven Renesmee- hizo una nueva pausa y cuando volvió a hablar, quedó más que claro que se dirigía a mi padre-. ¿Vamos a contar con algun otro invitado o...?

    -No- de nuevo, Jasper impidió que mi padre hablase-. Sólo nos quedamos nosotros. Ellos se van.

    -Muy bien. Pues me temo que aquí termina nuestra breve reunión. Mis queridos Edward y Emmett, espero que tengáis un buen viaje de vuelta. Enviad mis más sinceros saludos a vuestra familia y decidles que esperamos verles... pronto- Emmett le miró desafiante y Aro le sonrió con suficiencia mientras se acercaba a mí y me acariciaba el pelo-. Ahora tenemos una buena excusa para encontrarnos más a enudo, ¿no es cierto?

    Mi padre apretó los dientes. Su expresión se tornó desesperada cuando volvió a mirarme. Solté la mano de Jasper y me dirigí hacia él, que me estrechó fuertemente entre sus marmóreos brazos. La calma había desaparecido y una horrible sensación de pánico ocupó su lugar. Intuí que mi tío estaba tratando de hacerme cambiar de idea, pero no soportó mi miedo durante mucho tiempo. Sólo un minuto después noté el poder de su don anestesiándome.

    -No te preocupes papá- le pedí intentando infundirle a mi voz toda la seguridad que yo no sentía-. Todo va a salir bien.

    -Piénsatelo, cielo. Aún estás a tiempo de cambiar de idea. Puedes venirte con nosotros.

    "-No, papá- pensé. Había decidido que despedirme de mi padre era un asunto demasiado íntimo. Me negaba a compartir aquel momento con todos aquellos peligrosos desconocidos-. Os quiero mucho a todos y siento lo que os estoy haciendo. Sé que no me comprendes, pero esto es lo mejor. Dile a mamá que la adoro, que junto contigo sois lo más importante que tengo en mi vida- la cara de Jacob relampagueó en mi memoria, pero lo ignoré. Ambos lo hicimos-. No quiero que Esme se preocupe por mí. Hazle saber que estoy bien. Pídeles perdon a Carlisle y a Rosalie. Es probable que se sientan defraudados- negó con la cabeza y quiso hablar, pero yo sujeté su cara entre mis manos y continué-. Y lo más importante: dile a Alice que no se preocupe por Jazz. Me las arreglaré para que regrese cuanto antes. Os quiero- le repetí mientras besaba sus mejillas-. Os quiero muchísimo. No lo olvidéis."

    Le solté para ir a abrazar a Emmett, pero éste alzó las manos para detenerme sin ni siquiera mirarme. Estaba muy enfadado.

    -Lo siento- farfullé herida por su reacción.

    Agaché la cabeza y volví junto a Jasper, pegándome a sus costados mientras él rodeaba mis hombros con firmeza. De no ser por él, me habría derrumbado. Con el rabillo del ojo vi cómo Aro le hacía un gesto con la mano a Akamu, que se acercó a nosotros y nos pidió que le acompañásemos.

    Antes de salir por la misma puerta por donde había entrado, miré a mi padre por última vez.
     
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    AnnaClearwater

    AnnaClearwater Iniciado

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    La Cruda Realidad:

    Akamu nos condujo a traves del estrecho pasillo, tenuuemente iluminado por elegantes lámparas de pared colocadas a intervalos regulares, hasta la que iba a ser mi nueva habitación. O, mejor dicho, nuetra habitación, pues Jasper se negaba completamente a marcharse. Tres veces había sujetado su mano y le había pedido, mentalmente, por supuesto, que regresase. Y tres veces se había soltado bruscamente y había continuado andando en silencio. A la cuarta, me miró exasperado y se cruzó de brazos y aceleró el paso hasta estar lo suficientemente alejado de mí como para que no pudiese tocarle.

    Akamu se detuvo junto a una enorme puerta negra con el pomo y las bisagras de oro, la abrió y se hizo a un lado para cedernos el paso. Fui a entrar, pero Jasper me detuvo y entró delante, transmitiéndome al pasar un espeso flujo de desconfianza. Todo estaba en penumbras, apenas podía distinguir un gran bulto situado en el centro, que intuí que sería la cama.

    Nuestro acompañante entró detrás de nosotros y se encaminó hacia la pared lateral.

    Cuatro lamparillas, estratégicamente colocadas, iluminaron la estancia. Las paredes, exentas de cualquier tipo de decoración, estaban pintadas de un luminoso color blanco que desentonaban con el resto del tenebroso edificio. También era blanca la colcha y el dosel que cubrían la gigantesca cama que estaba, como había creído ver, en el centro del dormitorio, y la gruesa alfombra sobre la que estaba colocada y junto a la que se encontraba de forma inexplicable mi equipaje. Y blancas eran también las cortinas y el elegante tocador, así como los dos sofás de cuero y la mesita convenientemente situados frente al balcón de piedra antigua. Sobre la mesa había un jarrón con rosas blancas, como no podía ser de otro modo. El suelo era de madera pero, en lugar de blanco, era de un discreto color avainillado.

    -Esta será tu habitación, Renesmee. Por ahora, tú tío permanecera contigo hasta que acondicionemos un cuarto para él- le miró con gesto de disculpa-. Tu visita ha sido del todo inesperada para nosotros.

    -No os preocupéis por mí. Yo prefiero quedarme aquí. Quiero estar con ella en todo momento- pude notar el énfasis que dio a esa última frase-. No necesito que preparéis ningún otr lugar para mí.

    -Como desees- se encogió de hombros y volvió a girarse hacia mí-. Tengo entendido que el blanco es tu color favorito. Espero que todo sea de tu agrado. Especialmente la cama. Es la primera vez que entra una en este lugar y no estábamos muy seguros de si sería lo suficientemente cómoda.

    -Muchas gracias- balbuceé-. Es todo... precioso. No os tendríais que haber molestado.

    -No ha sido ninguna molestia- contestó con una cálida sonrisa-. Y ahora, si me seguís, os enseñaré el resto de las estancias.

    -Si no es mucho pedir, preferiría verlas mañana- sugerí-. Ha sido un día muy... largo y necesito descansar.

    Jasper se acercó a mi lado y rodeó mi cintura con un brazo.

    -Entonces acuéstate. Mañana iremos juntos a verlas.

    -¡No! Yo... Ve con él, ¿sí? Necesito estar a solas. Aunque sólo sea un rato. Por favor.

    -¿Estás segura? Te noto algo... inquieta. No sé si es buena idea alejarme de tí ahora.

    -No te preocupes. Estaré bien, de verdad.

    Había perdido la cuenta de cuántas veces había repetido esa frase a lo largo del día.

    -Volveré enseguida- prometió.

    Me besó en la frente y salió detrás de Akamu.

    En cuanto me quedé a solas, todo el miedo que Jasper había estado manteniendo a raya cayó sobre mí. Retrocedí hacia atrás aunque apenas era consciente de estar moviéndome. Mi espalda chocó contra la pared del fondo de la habitación. Me fui resbalando lentamente hacia el suelo hasta quedar sentada. Me abracé a mis piernas, con las manos enroscadas en los tobillos, y dejé que los recuerdos me fuesen golpeando. Se me había clavado especialmente la expresión de Emmett cuando quise despedirme de él. Nunca le había visto tan enfadado, al menos no conmigo.

    Visualicé la cara de mi madre, con su dulce mirada dorada. Debía de estar pasándolo realmente mal. Toda mi familia estaría hundida, pero sobre todo ella... Y mi padre. Había visto el dolor en su cara cuando nos despedimos. Y era precisamente ese dolor, tanto el suyo como el del resto de mi familia, el que me estaba matando. Era como si algo maligno me hubiese poseído, algo que me empujaba a hacer sufrir a cuantos me rodeaban.

    La imagen de cada uno de ellos se paseaba por mi mente como si fuese una proyección de diapositivas. Pensé en Alice y me juré a mí misma que haría hasta lo imposible por que Jasper regresase con ellos. Pensé también en Leah, Seth, Paul, Jared, Embry, Quil... Intenté imaginar cuál iba a ser la reacción de cada uno cuando descubriesen que yo era ahora un miembro más del "enemigo". Me pregunté que le contarían A Charlie y a René para explicarles mi repentina desaparición...

    Y entonces se apareció su rostro. A excepción del pequeño desliz mientras me despedía de mi padre, no había pensado en él en todo el día. Había estado evitando hacerlo, pero ahí estaba ahora. Rompiendo mi burbuja y devolviéndome a la cruda realidad. El torrente de recuerdos se había desatado y me arrastraba irremediablemente hacia las profundidades del dolor más crudo.

    Entre sollozos rememoré el tacto de su ardiente piel oscura, su pelo, casi siempre despeinado, el brillo de sus expresivos ojos negros, su nariz y sus altos pómulos, esos labios que me hacían perder el control cada vez que se acercaban a mí, esas manos que ya nunca volverían a tocarme...

    Los sollozos se convirtieron en gemidos y los gemidos en gritos ahogados. No había llorado en todo el día, pero había estado esperando todo el tiempo a que llegase este momento, el momento en el que me derrumbaría y me rompería en pedazos irreparables.

    Me dejé caer de lado hasta tener la mejilla apoyada sobre las frías láminas de madera.

    Y así me encontró Jasper, quien me levantó del suelo y me tumbó en la cama, sentándose a mi lado y acariciándome la frente mientras me enviaba una sobredosis de calma.

    No salí de la habitación durante los cuatro días siguientes, en los que no me acordé ni de beber, ni de comer... Incluso de hablar. Me limité a permanecer tumbada en la cama, con los ojos fijos en el dosel.

    La primera noche que pasamos en aquel frío lugar, mi tío, creyéndome dormida, aprovechó para salir de la habitación. En cuanto se alejó lo suficiente para que su poder no me afectase, la angustia me hizo dar terribles alaridos. No había vuelto a dejarme sola ni dos segundos. Se pasaba las horas dando vueltas por la habitación. De vez en cuando me preguntaba si tenía hambre o sed y tras esperar una respuesta que no llegaba, se sentaba en mi cama y, sujetando mis manos, me hablaba dulcemente de cualquier cosa.





    Cuando desperté al cuarto día, Jasper estaba asomado al balcón. Me incorporé y fui junto a él. Aún no había amanecido. La visión me dejó casi sin aliento. Se veía toda la ciudad desde allí. Akamu no exageró cuando dijo que las vistas eran magníficas. Todo estaba envuelto en una espesa niebla que se enrollaba entre los edificios como si estuviese abrazándolos. La temperatura de mi cuerpo no me permitía apreciar con claridad el clima exterior, pero debía de hacer bastante frío. El olor de la humedad era exquisito.

    -Es precioso, ¿verdad?

    Me giré para responderle, pero su rostro hizo que se me olvidara incluso lo que iba a decir. Sus ojos, negros como el azabache, estaban enmarcados por unas enormes ojeras prácticamente del mismo color. Alcé un dedo y se las acaricé.

    -¿Cuánto hace que no... comes?

    Un recuerdo me abofeteó y Jasper notó el cambio en mi ánimo. Se acercó a mí e imitó mi gesto.

    -Creo que no tanto como tú.

    Intenté recordar cuánto hacía que no comía... La última vez había sido aquel desastroso desayuno en casa de Rebecca. Y en lo que a sangre se refería... Era incapaz de recordarlo. Mi cuerpo reaccionó ante el recuerdo de la sangre. La garganta empezó a dolerme como si la estuviesen aguijoneando y las piernas me flaquearon. Tuve que aferrarme con fuerza al frío balcón y disimular lo mejor que pude para no preocupar a mi tío. Olvidaba que el disimulo no servía de nada cuando se trataba de Jasper, que se giró velozmente y me sujetó.

    -¿Estás bien?

    -Tranquilo, sólo es el hambre. Has hablado de sangre y... Por cierto, eso me recuerda que debería alejarme de tí- me observó con la cabeza ladeada y una ceja alzada. Me había explicado mal-. Lo que quiero decir es que tú también llevas días sin comer y no creo que te venga bien estar tan cerca de mí.

    -No voy a hacerte daño, Renesmee- puse los ojos en blanco. Eso ya lo sabía-. Prefiero enloquecer de hambre a ponerte un dedo encima.

    Bufé frustrada. Seguía sin comprenderme.

    -Ya sé que no vas a hacerme daño. Lo que quiero decir es...- hice una pausa en busca de las palabras adecuadas-. A ver. Sé lo sensible que eres con respecto a la sangre. También soy consciente de que, desde que nací yo, el estar en contacto permanente con el abuelo Charlie, Sue, René y demás, te ha ayudado a controlarte más y a tolerar mejor la sangre humana. Pero el estar cerca de tí cuando tienes tanta sed me parece... No sé... Cruel. Hace que me sienta mal. Como si estuviera torturándote o algo así. ¿Me sigues?

    Sujetó mis hombros y me miró con una amplia sonrisa.

    -Recuerda que estoy aquí por decisión propia, cariño. Puedes estar todo lo cerca de mí que quieras. Estoy tan acostumbrado a tu olor que ya ni siquiera me despierta el apetito.

    Le devolví la sonrisa y le abracé. Quería a todos mis tíos por igual, pero era con Jasper con quien menos contacto había tenido. Aunque esperaba que su estancia en Volterra no fuese muy larga, aprovecharía para estrechar mis lazos con él.

    -Eso está mucho mejor.

    -¿El qué?- pregunté confundida.

    -Tu estado de ánimo. No sé a qué se debe esta repentina paz, pero es realmente agradable.

    Apreté aún más mi abrazo y permanecimos así durante largo rato... Hasta que mis tripas burbujearon.

    -Será mejor que vaya a buscar a Akamu. Necesitas comer.

    -Necesitamos- puntualicé.

    -Sí, eso- me sonrió de nuevo, pero su gesto se tornó precavido cuando puso su mano en mi mejilla-. ¿Crees que podrías quedarte a solas unos minutos?

    -Sin problemas.

    Me besó en la parte superior de la cabeza y desapareció.
     
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    Me tumbé en la cama boca abajo y centré mis pensamientos en el sonido de mi respiración. Tenía que ignorar como fuese la sensación de quemazón que ahora se había unido a la maldita sed. Inspirar... Expirar... Inspirar... Expirar... Inspirar... ¡Ugh! ¿Dónde se había metido Jasper? Ya se había echo de día. Y las imágenes volvían a cobrar fuerza en mi mente.

    Sin motivo aparente, recordé mi pesadilla. Al parecer, mis ojos no era lo único que había heredado de mi madre. Sólo esperaba que no continuase igual, sólo que con Jazz y conmigo ocupando el lugar de Alice y mi padre. Me mataba pensar que pudese llegar a causarle daño a algún miembro de mi familia. Algún daño físico, quería decir, porque para evitar un daño psicológico era ya algo tarde.

    Un pensamiento me llevó a otro y acabé pensando de nuevo en él. Por mucho daño que me hubiese hecho, no podría soportar que le ocurriese algo malo. Me daba igual si yo le importaba a él o no, pero seguía amándole. Iba a seguir amándole el resto de mi vida y no ganaba nada negándolo.

    Por suerte, justo cuando estaba a punto de rendirme y volver a caer en el pozo sin fondo del dolor, oí los pasos de mi tío acercándose.

    -¿Ness?- se sentó a mi lado y acarició mi espalda-. ¿Estás bien?- intenté contestarle pero no me salía la voz-. Tranquila, pequeña. Ya estoy aquí.

    Empecé a notar la influencia de su don.

    -¿Está bien?

    Cuando oí la voz que había hecho esa pregunta me sobresalté. De no ser por el poder de Jazz, me habría dado un infarto. Aún temblorosa, me incorporé hasta quedar sentada en la cama, justo frente a la fría mirada de Cayo.

    -Sí, estoy bien- contesté con firmeza. Me giré hacia Jasper y le miré extrañada-. ¿Dónde está Akamu?

    -¿Es que te desagrada mi compañía, jovencita?- le miré incapaz de contestarle-. Soy tan capaz de acompañarte a comer como puede serlo Akamu.

    -Ella no se refería a eso, Cayo. Yo le dije que iba...

    -Gracias por las explicaciones, pero no me son necesarias- le cortó de forma maleducada-. Si no os importa, la "comida" está a punto de llegar. Será mejor que nos demos prisa.

    Y sin más dilación. se dio la vuelta y se encaminó hacia la puerta, desde donde nos miró con impaciencia. Nos levantamos para seguirle. Sujeté la mano de Jasper mientras reproducía lo que acababa de decir Cayo sobre la "comida". No me gustaba la forma en la que lo había dicho. Mi tío fingió ignorarme y continuamos andando por el oscuro pasillo. Íbamos en dirección a la sala en la que había visto a mi padre por última vez y en efecto, fue allí donde entramos. Y era allí donde se habían reunido la totalidad de los habitantes de aquel lugar. O al menos eso me pareció cuando vi a la enorme muchedumbre que había allí reunida. Todos me observaban con curiosidad, por lo que traté de escudarme detrás de mi tío.
    Nada más entrar, la puerta se cerró. Fuera empezó a formarse un suave murmullo que se acercaba poco a poco. Venía gente. Podía oir los latidos de varios corazones apresurados.

    Venían humanos.

    Mi pulso ascendió a mil. Ahora sabía a que se refería Cayo. Así que esa era la comida: sangre humana. Miré a Jasper aterrada. Él también se había dado cuenta de lo que estaba a punto de pasar. Dió un traspies y habría caído de no ser porque yo lo sujeté. Ni siquiera trató de tapar mi reacción, pues él se sentía exactamente igual que yo. Sus ojos estaban abiertos y su cara reflejaba pavor. Parecía como si hubiese entrado en estado de shock. No sabía qué hacer. Busqué a Akamu para pedirle ayuda, pero estaba justo detrás de Cayo y no podía verme. Los pasos se acercaban y Jasper seguía sin reaccionar. Una risita ahogada llamó mi atención. Me giré hacia un lado para encontrarme con Jane, que parecía estar divirtiéndose de lo lindo mientras nos observaba con curiosidad. Los pasos estaban ya al otro lado de la puerta. Oía murmullos en un idioma que no conocía, pero alcanzaba a notar el miedo en sus voces. Tras varios segundos, la puerta se empezó a abrir lentamente. Una despampanante mujer de pelo color caoba y unos llamativos ojos de color violeta (que me hicieron sospechar que eran de ese color debido al contraste de unas lentes de contacto de algún color azulado con el rojo natural), asomó y asintió mirando hacia Aro, quien le devolvió el asentimiento y comentó:

    -Bon apetit.

    Un gruñido de impaciencia se extendió por todos los allí presentes cuando un grupo de unas quince o veinte personas entró recorriendo la estancia con ojos llenos de pavor. Apenas me dio tiempo a fijarme en un chico de unos treinta años que parecía pedirme auxilio con la mirada. No pude hacer nada. Excepto Jasper y yo, todos se lanzaron sobre ellos. Se formó una horrible orquesta de gritos y desgarrones de tejidos. Me encogía cada vez que escuchaba el crujir de un hueso.

    Pero pronto el olor de la sangre nubló el resto de mis sentidos. Comencé a temblar mientras luchaba contra mí misma para evitar unirme a la masacre. Nunca antes había sentido una necesidad tan imperiosa. Cayo me miró de forma tentadora mientras hundía su boca en la yugular de una joven. Noté cómo, inconscientemente, se retiraban mis labios para mostrar mis dientes. Estaba hambrienta. Como jamás lo había estado. Apreté fuertemente los puños a ambos lados de mi cuerpo y cerré los ojos. Tenía que centrarme y evitar cometer una locura. Y entonces...

    ...Todo se volvió negro.

    Lo siguiente que recuerdo es abrir los ojos y encontrarme en mi cama. Me sentía angustiada y al borde de un ataque de ansiedad. La razón de esos desagradables sentimientos era simplemente que Jasper no estaba. Me encontraba completamente sola en aquella fría habitación y con la garganta más dolorida que nunca.

    Curiosamente, en ese momento me llegó el delicioso aroma de un plato de macarrones. El hambre me estaba haciendo tener alucinaciones.

    Mientras me incorporaba se abrió la puerta. Apenas pude dar crédito a lo que veían mis ojos. Marco, cargado con una bandeja en la que traía el deseado plato de macarrones, un cartucho rebosante de patatas fritas y una gran jarra con lo que parecían ser unos tres litros de sangre.

    -Tú tío me pidió que te trajese algo de comer. No sé si te gustará esto. Espero que sí.

    Se acercó a la mesita, dejó allí la bandeja y me hizo un gesto con el brazo para que me acercase. Era la primera vez que oía su voz... Y la primera vez que veía en su rostro el amago de una sonrisa, pues sus ojos seguían conservando ese aire de melancólica tristeza.

    Me acerqué hasta él. El hambre superaba con creces a la desconfianza. Me metí una patata en la boca mientras miraba la jarra con el ceño fruncido. ¿Acaso no sería...? Miré a Marco.

    -Tranquila. Puedes beber sin preocupación. Es sangre animal. Encargué que la consiguiesen para tí.

    Acerqué el borde a mis labios y no paré hasta terminarla por completo. Tuve que resistirme a la tentación de meter los dedos para recoger las ultimas gotas. Me senté en uno de los sofás y comencé a devorar la pasta. Estaba realmente bueno. Apenas tardé un par de minutos en vaciar el plato. Marco dejó escapar una débil carcajada cuando me metí un puñado de patatas en la boca de una vez. Le miré mientras masticaba y no pude evitar devolverle la sonrisa.

    -¿Dónde está mi tío?- pregunté mientras me metía la última patata en la boca.

    -A salido de caza con Akamu. Volverá pronto.

    Se hizo un incómodo silencio. Me habría gustado preguntar si yo también podía salir de caza, pero imaginaba que la respuesta sería un no rotundo, así que opté por callarme.

    Varios segundos después, fue él quien habló.

    -Renesmee...- le miré expectante-. Me gustaría disculparme por lo que ha ocurrido. Cayo ha vuelto a comportarse como el imbécil que es. Supongo que fue algún tipo de broma que se trajeron entre manos él y la... estúpida de Jane... y algún otro necio. Yo debería haberos sacado de allí... Tanto Akamu como yo estamos muy arrepentidos y, sobre todo, muy avergonzados. Espero que no creas que tuvimos algo que ver en todo esto.

    Estaba estupefacta. Nunca me habría imaginado a uno de los tres Vulturis hablando de aquella manera de uno de sus hermanos. Menos aún a Marco. Había ira y odio en sus palabras cuando se refería a Cayo y Jane, y aquello me agradó. Me hizo sentir que estaba un poco menos sola en aquella tétrica estancia.

    -No te preocupes. Sé que no tuvísteis nada que ver en todo este asunto. No voy a culparos a ninguno de los dos por lo ocurrido. Sé muy bien quien es el verdadero culpable.

    Por si mi sorpresa no fuese ya lo suficientemente grande, Marco se agachó junto a mí y colocó su mano en mi mejilla.

    -No permitiré que te ocurra nada malo, ¿entendido? A partir de ahora, yo mismo me encargaré de que no se os moleste, de que estéis todo lo bien que os sea posible. Y aquel que se atreva a perjudicaros, ya sea solamente a intentarlo, te aseguro que lo pagará muy caro- asentí estupefacta. Él se levantó mostrando su triste sonrisa una vez más-. Imagino que querrás descansar. Ha sido un día muy... complicado. Duerme un rato. Tu tío debe de estar a punto de llegar.

    Y sin más, desapareció.

    Me dirijí hacia la cama medio aturdida, pensando qué motivo podría tener Marco para querer defendernos con tanto ahínco. Probablemente se debiese a su antigua amistad con Carlisle. El abuelo Carlisle... Comencé a sentir un tremendo sueño. Su bondadosa cara, es lo último que recordé antes de dejarme dormir profundamente. Jasper no debía de andar muy lejos.
     
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    AnnaClearwater

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    A Solas Con El... ¿Enemigo?

    Abrí los ojos y me estiré. Apenas entraba un haz de luz por una ventana que no recordaba haber visto en ese lugar. Entorné los ojos y el corazón me dio un vuelco al reconocer dónde me encontraba. Ya no estaba en la residencia de los Vulturi. Estaba en La Push. En su casa.
    Busqué a tientas la lámpara de la mesita de noche y encendí la luz. Me sobresalté cuando vi mis manos o, mejor dicho, aquellas manos, Pues no eran las mías. Aunque las habría reconocido entre un millón. Salí de allí y entré en el pequeño cuarto de baño que se encontraba justo en la puerta de al lado. Accioné el interruptor y observé su cara en el espejo durante largo rato. Tenía el pelo enmarañado, barba de varios días y los ojos hinchados y ojerosos.

    Sin apartar la mirada del cristal, recorrí el mentón con la yema de los dedos; sus pómulos, su nariz, sus labios, el contorno de sus ojos, de los que brotaron dos gruesas lágrimas...

    Un intenso dolor fue creciéndome en el pecho conforme todo mi cuerpo ardía y se contorsionaba entre terribles temblores. Todo el dolor parecía concentrarse en su rostro. Sentí la imperiosa necesidad de salir de allí. Corrí hacia la puerta y, mientras saltaba al exterior, mi cuerpo dio paso a la figura de un imponente lobo de pelaje rojizo.





    Me incorporé empapada en sudor. Jasper y Akamu me observaban con detenimiento. Mi tío se acercó a mi suministrándome una agradable dosis de tranquilidad. Cada vez era más consciente de por qué había decidido ser él quien se quedase conmigo.

    -¿Estás bien?

    -Sí. Yo solo... Estaba soñando.

    -¿Una pesadilla?

    -Más o menos- me levanté medio aturdida y miré por el balcón hacia el exterior. Estaba amaneciendo entre una espesa neblina.

    -¿Te gustaría salir de caza?

    Me giré hacia Akamu con los ojos dilatados. Por supuesto que me apetecía ir de caza, pero... Miré mis ropas. Aún seguía envuelta en la capa gris que me habían dado hacía ya casi una semana.

    -¿Podría darme una ducha primero?

    -Por supuesto. Acompáñame.

    -Dame un segundo para coger mis cosas.

    Me acerqué al rincón donde estaba mi maleta y la abrí pensando en si tendría algo apropiado para ponerme. Por suerte tenía un par de vaqueros y un cálido jersey blanco que me había comprado en Hilo y que, por tanto, aún estaba por estrenar. Con el estómago algo revuelto, cogí la ropa que iba a usar y mi neceser, guardé el resto de cosas y me levanté para seguir a Akamu, dejando a Jasper a solas.

    Nada más avanzar un par de pasos fuera de la habitación, nos salió al paso la terrible sonrisa de Jane.

    -Curiosa casualidad- dijo arrastrando las palabras y clavando en mí su fría mirada-. Justo ahora iba a buscarte. Aro quiere verte.

    -Dile que ahora mismo no puede ir- contestó Akamu-. Renesmee va a asearse. Yo mismo me encargaré de llevarla ante Aro cuando termine.

    -Desde luego no le vendría nada mal un cambio de ropa- comentó observándome con desagrado-. No te demores. Es importante.

    Y sin más, se alejó. Akamu y yo continuamos andando y descendiendo escaleras. Imaginé que debíamos de estar en el subsuelo, pues la temperatura había descendido de forma notable. Nos detuvimos ante una puerta de color marfil.

    -Te estaré esperando aquí. Tómate el tiempo que creas necesario.

    Abrió y me cedió el paso cerrando después a mi espalda.

    No tenía ni idea de cuánto tiempo hacía que no pisaba un cuarto de baño. Lo atribuí a mis genes vampiros, pues era poco probable que un humano pudiese aguantar tanto tiempo sin ir al aseo. Durante unos minutos, me dediqué a observar todo lo que había a mi alrededor, preguntándome si ese cuarto de baño había estado siempre ahí o si lo habían construido debido a mi llegada. Debido a la aparente modernidad de las cosas y a la forma en la que relucían, la última opción me pareció la más acertada. El enorme plato de ducha se encontraba en una de las esquinas del fondo. En la otra esquina había un elegante lavabo con un ornamentado espejo dorado colgado sobre él. En la pared de la derecha había un gigantesco armario con los mismos adornos color oro que el resto del mobiliario: una silla, una percha y, justo en la pared de enfrente, una gran estantería de apariencia pesada sobre la que tan solo había lo que parecían cinco toallas cuidadosamente dobladas. Pero lo mejor era el pequeño jacuzzi de madera situado en el centro de la estancia, el cual me hizo dudar entre usarlo o darme una ducha rápida pero reconfortante. Debido a la supuesta urgencia de Aro por hablar conmigo, me encaminé hacia el plato de ducha, abrí la mampara y giré los dos pomos dorados. Ya habría otra ocasión para usar el jacuzzi. Mientras esperaba a que el agua saliese caliente, fui hasta el espejo y me observé. Mi aspecto era terrorífico. Tenía el pelo sucio y enredado y unas enormes ojeras que me llegaban casi hasta la base de la nariz. Decidida a no volver a ver mi reflejo hasta estar segura de que mi aspecto fuese, por lo menos decente, cogí una de las toallas y , tras colgarla en una percha convenientemente situada justo al lado, me desnudé y me metí en la ducha. Del agua salían espesas volutas de vapor. Puse la mano bajo el chorro para comprobar que la temperatura era ideal y después dejé que resbalase por todo mi cuerpo. Casi logré olvidarme de todo, hasta de dónde me encontraba. Pero al cerrar los grifos y salir al exterior, me di de bruces con la realidad. Mi cerebro volvió a ponerse en frenético funcionamiento. ¿Qué querría Aro de mí? Intentando retrasar al máximo el momento de encontrarme con él, me sequé y me vestí con detenimiento. Incluso tomé un secador que había colgado junto al espejo y me arreglé el pelo, que ya me había crecido hasta algo más abajo de los hombros.

    Casi media hora después, salí para encontrarme con Akamu quien, aparentemente, no se había movido de donde le dejé.

    -¿Mejor?- me preguntó con una sonrisa.

    -Mucho mejor.

    -Ahora te llevaré con Aro y después saldremos a cazar. Imagino que debes de tener hambre.

    -Bastante, la verdad.

    -Dame tus cosas. En cuanto termines de hablar con él, Jasper, tú y yo iremos a por unos cuantos gamos.

    Sólo de imaginármelo, se me hizo la boca agua y la garganta empezó a escocerme.

    Subimos hasta la torre donde se encontraba la sala en la que Aro me estaba esperando. La misma sala donde el día anterior había estado a punto de sucumbir a la tentación de la sangre humana. Al entrar pude ver que, para mi sorpresa, estaba solo, sentado en el asiento central. Se levantó cuando entramos y casi levitó hacia nosotros.

    -Renesmee, querida, ¿cómo está siendo tu estancia?

    -Bien, muy... tranquila.

    -Me gustaría disculparme por lo sucedido ayer- posó su mano en mi mejilla y me observó con exagerada tristeza-. Espero que hayas perdonado a mi bromista hermano. Sólo quería divertirse un poco, aunque me temo que su broma se le fue un poco de las manos, ¿no es así?

    La mirada suplicante de aquel joven humano que pareció comprender demasiado tarde lo que estaba a punto de ocurrir volvió a aparecerse en mis pensamientos. Al verlo, Aro apartó su mano de mi cara sutilmente.

    -Akamu, por favor, dile a Chelsea que venga un momento. Después ve a comprobar si nuestro otro inquilino, su tío, desea algo.

    -Por supuesto.

    Antes de darse la vuelta y salir pude ver un chispazo de preocupación en sus ojos. Lo cierto es que a mí tampoco me agradaba en exceso la idea de quedarme a solas con el anciano vampiro. Pero a la vista de que no tenía otra alternativa, tomé aire y decidí enfrentarme de forma tranquila a lo que fuese a ocurrir a continuación.

    -Bien, debo recordarte que teníamos un asunto pendiente.

    Intenté en vano recordar qué podía ser, pero no caía en nada que yo pudiese tener pendiente con aquel ser. El vampiro se encaminó de nuevo a su asiento y se sentó, invitándome a acercarme mediante el movimiento de su dedo índice.Avancé apenas un par de pasos y me detuve.

    -Lo siento- dije con un hilo de voz-. Per no sé de que me hablas.

    Ladeó la cabeza y entornó los ojos.

    -Me parece tan interesante esa característica humana... A mí también me gustaría poder olvdar... tantas cosas.

    Traté por todos los medios de reprimir una mueca. Si yo fuese él, querría olvidarme de la totalidad de mis actos. Aro pasó varios segundos con la mirada perdida, después volvió a fijarse en mí y me dedicó una sonrisa melancólica.

    -Me temo que el asunto que vamos a tratar va a ser un tanto... doloroso para ti- un escalofrío recorrió todo mi cuerpo-. Pero aún así, creo conveniente hacerte partícipe de la gravedad de la situación- me miró esperando una respuesta que no llegó, por lo que decidió continuar hablando-. Nosotros nunca hemos aceptado el hecho de que los de nuestra especie establezcan amistad con otras... criaturas. Y jamás hemos tolerado que se revele nuestra naturaleza... Mucho menos si estas cuestiones atañen a uno de nuestros más antiguos enemigos.

    -¿Enemigos? No entiendo...

    -¡Oh! Sí, querida. Por supuesto que me entiendes. Me refiero a esa... amistad con los licántropos de la que tu familia presume. Imagino que eres consciente del hecho de que los vampiros y los hombres lobo hemos sido enemigos desde tiempos inmemorables...

    -Vuestros enemigos son los Hijos de le Luna y ellos no...

    -Todos tienen el mismo origen, querida. Ambos son hombres lobo y, por lo tanto, ambos se consideran enemigos de nuestra especie.

    -Tú mismo pudiste comprobar que no suponen ningún riesgo para vuestra especie. Ellos también tienen un secreto que ocultar ante el resto de los humanos, por lo que...

    Llamaron a la puerta y, sin esperar a que nadie le autorizase el paso, entró una diminuta vampira de pelo castaño claro y un cuerpo cuya silueta recordaba vagamente a un reloj de arena. Aro asintió una sola vez en su dirección y ella se limitó a colocarse junto a los tres asientos y observarnos. El Vulturi volvió a centrar su atención en mí.

    -Fascinante- murmuró-. Es realmente incomprensible cómo les sigues defendiendo después de todo. ¿Es que no te has dado cuenta de hasta qué punto os han utilizado y se han reído de vosotros?

    -No sé a dónde quieres ir a parar- contesté airada. No quería seguir seguir con el tema de los licántropos, pues eso conllevaba tener que pensar en él, algo para lo que aún no estaba, ni de lejos, preparada-. Ellos jamás harían daño a mi familia.

    A pesar de la rapidez que empleó, pude ver cómo volvía a asentir hacia la vampira antes de volver a fijarse en mí.

    -No estés tan segura de lo que dices, mi querida niña. De hecho, uno de ellos ya les ha hecho bastante daño. O, ¿cómo crees que se siente tu familia en estos momentos? Ese hombre lobo es el culpable de que dos de sus miembros no se encuentren entre ellos... Apuesto a que tu padre ya ha descubierto cuáles eran sus verdaderas intenciones. Lo que no sé es cómo, con su maravilloso don, no lo había hecho ya... - se inclinó hacia adelante y me miró con una sonrisa sarcástica-. Durante todo este tiempo, ellos sólo han velado por su propia seguridad... Deja que te lo explique de forma comprensible- se levantó de su asiento y comenzó a caminar trazando un amplio círculo a mi alrededor mientras yo clavaba mis ojos en el suelo rezando porque no pusiese sus manos sobre mí-. Antes de la primera llegada de tu familia, ellos eran quienes dominaban en aquel territorio, así como los únicos que disfrutaban de las ventajas de tener un terreno tan extenso para cazar. Pero entonces llegaron los Cullen y a la enemistad natural existente se unió el tener que compartir con ellos sus tierras... Casi habrían preferido que fuesen como el resto de los de su clase, lo cual habría sido lo más normal... Nunca llegaré a comprender esa enfermiza obsesión por respetar la vida humana... Pero dejemos a un lado las extrañas costumbres alimenticias de tu familia y continuemos con lo verdaderamente importante.

    <<Esos licántropos siempre han buscado la forma de expulsarles de allí. Primero se sirvieron de un sinfín de estúpidas leyes que, en principio, parecieron funcionarles. Pero no contaban con que años más tarde volverían, por lo que decidieron adquirir métodos más drásticos.

    <<Uno de los miembros de la manada intentó robarle la pareja a uno de sus enemigos... No sé si me sigues- asentí en silencio. Sentía mi cuerpo ingrávido y mi cabeza nublada. Sus palabras estaban clavándose en mis entrañas y haciéndome sentir un repentino desprecio por aquellos a quienes hasta ese momento había considerado mis amigos-. Eso fue suficiente para alejarles de nuevo, pero por un pariodo de tiempo aún más breve que la vez anterior. Por si eso no fuese basante, transformaron a tu madre en uno de los nuestros, rompiendo así una de sus ancestrales y absurdas reglas.

    <<Mas en lugar de tomarse esa transformación como una ofensa para provocar una contienda y poder expulsarles, lo cual demuestra a todas luces su cobardía, decidieron continuar con su anterior plan con una variante: tú, querida, fuiste la siguiente opción de ese lobo.

    <<Obviamente, tu padre se opuso a esa unión, por lo que volvieron a alejarse de allí. Y como esa marcha parece haber sido la definitiva, el licántropo comprendió que ya no tenía sentido seguir con su farsa. Jugó contigo unos meses, esperando que te ilusionases y causando con ello una ruptura más dolorosa, lo cual le aseguraría no tener que volver a verte a tí o a cualquier miembro de tu familia nunca más.

    Mientras hablaba, había ido acercándose lentamente a mí, que no sabía qué decir. Su relato me parecía totalmente verídico. ¿Y si era cierto? ¿Y si en realidad los Vulturi se hubiesen pasado todos esos años intentando ayudarnos? Después de todo, el abuelo Carlisle había convivido con ellos casi dos décadas y Aro parecía tenerle aún en alta estima, así que, ¿por qué iban a querer hacernos daño? Puede que nos hubiésemos equivocado de enemigos. Puede que hubiesen intentado decírnoslo y les hubiésemos malinterpretado. De hecho, nunca nos habíamos parado siquiera a esperar una explicación por su parte.

    Todo mi mundo parecía haberse dado la vuelta. Mis creencias, mis convicciones... Todo estaba ahora patas arriba. No podía discernir qué cosas de las que conocía eran verdad y qué cosas eran mentira. Ahora ambos extremos se habían mezclado formando un enorme ovillo de sinsentidos.

    -¿Eso es todo?- pregunté sin atreverme a mirarle-. ¿Puedo irme ya?

    -Sólo una cosa más que añadir y podrás marcharte- me estremecí cuando noté su frío aliento en mi nuca-. Hay otra cuestión que no podemos obviar. Y es el hecho de que ciertos humanos sean conocedores de nuestro secreto- ¡Oh, no!-. Aún no tengo muy claro cómo actuar ante esta situación. Pero ten por seguro que tomaremos medidas al respecto.

    Esta vez mi ira se volcó hacia mi madre. ¿Cómo podía haber hecho partícipe a René de todos y cada uno de los detalles de su nueva vida? ¿Es que acaso era tan estúpida de no haber visto que su sinceridad para con su madre traería consecuencias nefastas para los demás? Apreté fuertemente los dientes y clavé mi mirada en la suya.

    -¿Puedo irme ya?

    -Por supuesto pero antes, mi pequeña Renesmee, quiero que sepas que, al igual que mi hermano Marco, yo también estoy aquí para ayudarte. Cualquier cosa que necesites, no dudes en pedírmela.

    Salí de aquella habitación a toda velocidad. En mi interior había un volcán de rabia contenida a punto de entrar en erupción. Akamu y Jasper venían a mi encuentro.

    -¿Qué ha pasado?- preguntó Jasper tratando de calmarme-. ¿Por qué estás tan...?

    -Ahora mismo no quier hablar- le corté de forma tajante-. Y, por favor, deja de intentar tranquilizarme. Deja que me desahogue. Si no puedes soportarlo, te sugiero que te alejes de mí.

    Me aparté para dejarles pasar, pues yo no sabía qué camino tomar, y les seguí rumiando mi enfado. En el fondo me sentía culpable por haberle contestado tan mal, pero ya estaba harta de tener que lidiar con los problemas de todo el mundo.

    Comenzamos a bajar y nos internamos en un bello pero sinuoso y frío laberinto de piedra antigua. El olor a humedad era tan intenso que se pegaba en mis pulmones dificultando el paso del aire. Cada pocos metros, una pequeña rendija permitía el paso de un par de rayos de luz. No sé cuanto tiempo tardamos en salir de allí. Parecía que llevábamos horas caminando cuando por fin pude ver cómo las paredes se teñían poco a poco de luz, hasta que por fin pude ver la salida.

    Estábamos en un sótano que debía pertenecer a una iglesia o a una casa de pompas fúnebres, debido a la enorme cantidad de cruces de hierro forjado que se encontraban amontonadas por todas partes de forma desordenada. Subimos unas pequeñas escaleras de caracol y salimos a lo que parecía un pequeño altar. Estábamos en una una iglesia que aparentemente tenía varios siglos de antiguedad. El aroma a incienso aún permanecía de forma muy leve, pero era el olor del moho el que prevalecía sobre cualquier otro. Apenas quedaban un par de bancos de madera. No había ni una sola de las esculturas intactas. Un crucificado al que le faltaba más de media cabeza y un brazo, presidía el altar mayor. Por las vidrieras, la mayoría de las cuales estaba echas añicos, entraban débiles rayos de sol que anunciaban un día gris. Avanzamos entre escombros hacia la salida. Frente a nosotros se hallaba un denso bosque de castaños. El aroma y el sonido de una pequeña manada de ciervos me llegó flotando tentadoramente.

    -Podéis empezar cuando queráis. Yo os estaré esperando aquí mismo.

    Entrecerré los ojos y me dejé llevar. Mis piernas se movían a toda velocidad, felices de haberse reencontrado de nuevo con la libertad. Me sentía viva por primera vez en muchos días. Volqué toda mi rabia en la caza, lo cual pareció aumentar mis sentidos. En pocos segundos me eché encima de uno de los desprevenidos animales y clavé mis dientes en su yugular. Notaba la palpitación de sus venas en mis labios mientras su cálida sangre bajaba por mi garganta. Era deliciosa. Tuve que volver a echarme una carrera para cazar a otro de los animales, que habían huído despavoridos ante mi repentina llegada. Al terminar con el segundo notaba mi estomago a punto de reventar, por lo que decidí emprender el camino de vuelta hasta la iglesia, donde Akamu y Jasper ya me estaban esperando. Sin decir una sola palabra, reemprendimos la vuelta al castillo.
     
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    El Secreto De Marco


    Lo último que me apetecía en ese momento era hablar, así que al entrar en la habitación me encaminé hacia mi maleta en busca de mi reproductor. Pero cuál fue mi sorpresa al descubrir que tanto eso, como mi teléfono móvil habían desaparecido. Esa era la gota que colmaba el vaso. Me levanté como una exhalación para encararme con Akamu.

    -¿Dónde están mis cosas?- casi le grité-. ¡Dámelas ahora mismo!

    -Renesmee, yo no...

    -Sí, tú sí. Tú debes de ser quien trajo mi maleta hasta aquí y, por lo tanto, sólo tú has podido ser el que se ha llevado mis cosas.

    -No fui yo quien trajo tu maleta. Recuerda que yo estuve a tu lado en todo momento y...

    -¿¡Entonces quién ha sido!? ¿¡O es que me tomáis por una imbécil!?

    -¡Renesmee, tranquilízate!

    -¡Yo estoy muy...!- un repentino sopor me hizo tambalearme. Jasper me cogió en brazos y me tendió en a cama. Apenas tenía fuerzas para mantener los ojos abiertos-. Jasper, no tengo... No tengo sueño.

    Pero sí que lo tenía, y sabía de dónde procedía aquella repentina sensación, aunque nunca antes la había sentido de forma tan descomunal. Pasaron pocos segundos hasta que decidí rendirme y dejarme arrastrar hacia las profundidades de la incosciencia.



    Aún era de noche cuando me desperté. No había ni rastro de Jasper o Akamu. Fui hacia el balcón con la esperanza de poder estar a solas durante al menos cinco minutos. Las palabras de de Aro resonaban con fuerza en mi cabeza. ¿Cómo es que mi padre no se había dado cuenta de todo esto? ¿O es que había algo más detrás de este asunto y Aro no lo sabía? Lo que sí tenía claro es que no pensaba perdonar a mi madre si algo llegaba a ocurrirle a los abuelos Charlie y René por su culpa. Había sido una estúpida por desobedecer las normas de forma tan arriesgada. Me crucé de brazos sobre la barandilla y me sorprendí alegrándome por haber decidido alejarme de unos seres tan estúpidos. Sacudí la cabeza para deshacer la maraña de pensamientos y traté desesperadamente de dejar la mente en blanco mientras sentía como la niebla iba mojando mi cara. Habría dado cualquier cosa , lo que fuese, por poder sacar de mí los recuerdos que me asediaban y poder cerrar así la herida que seguía sangrando en mi interior.
    Cerré los ojos con fuerza, y tomé una enorme bocanada de aire y apreté los puños. "¡Ya está bien!- me dije a mí misma-. ¡Se acabó! Sé que he dicho ésto miles de veces, pero no puedo seguir así. Ya no. Ha llegado el momento de separar de una vez la razón del corazón. No gano nada arrepintiéndome por cada una de las cosas que dije o hice en el pasado. Voy a demostrar que soy fuerte y que sé sobreponerme a..."

    -¿Renesmee?

    Se acabaron mis cinco minutos de soledad. Entré de nuevo en el cuarto para encontrarme con quienes se habían convertido en una especie de guardia personal: Jasper, Akamu y Marco.

    -¿Podemos hablar un momento contigo?

    Miré a Japer y me encogí de hombros.

    -¿Serviría de algo que dijese que no?

    Andé cansinamente y me senté en la cama. Marco se sentó a mi lado y colocó su mano en mi hombro.

    -Renesmee, ¿qué te dijo Aro ayer?

    -No sé qué importancia puede tener eso para vosotros.

    -La tiene- contestó Jasper, quien parecía sumamente preocupado-. Ness, por favor, dinos qué fue lo que te dijo.

    -Aro me ha abierto los ojos. Me ha hecho ver lo equivocados que hemos estado durante todo este tiempo y lo estúpidos que hemos sido... sobre todo yo- añadí a media voz.

    -No, cielo- Marco me acarició el pelo y bajó su mano hasta mi barbilla sujetándola y girando mi cara hasta que mis ojos estuvieron fijos en los suyos-. Lo único que ha hecho Aro ha sido soltarte una enorme sarta de mentiras.

    Me levanté y miré a los tres de forma desafiante.

    -¡De eso nada! Aro ha sido la única persona que, por primera vez en mi vida, no me ha tratado como si fuese una cría de ocho años. Sólo él ha sido capaz de tratarme de acuerdo a mi verdadera edad y de decirme las cosas a las claras y sin rodeos. Y absolutamente todas y cada una de sus palabras eran ciertas. No sé cómo demonios no me he dado cuenta antes de cómo nos estaban utilizando esas asquerosas bestias- Jasper dejó escapar una exhalación de incredulidad y frunció el ceño. Yo le miré-. No sé cómo no os dísteis cuenta vosotros.

    -Akamu, ¿sabes si había alguien más con ellos en aquella sala?

    Marco había vuelto a adoptar su pensativo aire habitual.

    -En principio no, pero Aro me pidió que...- sus ojos se abrieron desmesuradamente-. ¡Claro! ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Aro me pidió que fuese a buscar a Chelsea.

    -Sabía que esto era cosa suya... Ahora mismo vuelvo.
    Marco se levantó y salió a toda velocidad. ¿Quién era Chelsea? ¿Y a qué venía todo eso ahora?

    -Ness, escúchame- Jasper intentó acercarse a mí, que alcé una mano para detenerle-. Escúchame, por favor. Jac... Los licántropos nunca han intentado hacer nada en nuestra contra. Tú lo sabes mejor que nadie.

    Bufé y me limité a guardar silencio.

    -Déjalo, Jasper. Es inútil- Akamu tenía la vista fija en la puerta y se acariciaba las sienes sin dejar de pasearse de un lado a otro

    Pocos minutos después, Marco regresó acompañado por un chico de unos veinte años, alto, desgarbado y rubio y con una intensa mirada escarlata.

    -Este es Cedric- anunció Marco-. Fue una especie de... regalo de Eleazar.

    -¿Regalo?- inquirió Akamu.

    -Eleazar, como ya sabes, pasó una larga temporada con nosotros. El tiene el don de detectar a vampiros dotados y de comprobar qué tipo de poder poseen y de qué fuerza. Sabía lo cansado que estaba de que Corin intentase alegrarme la vida- se fijó en la incomprensión que había pintada en mi cara, así que me explicó:- Mi esposa fue asesinada. Nunca supe a manos de quien. Aro lleva mucho tiempo intentando levantarme el ánimo mediante el don de Corin, que consiste en hacer que cualquiera se sienta contento con su estado.

    Gracias a esa confesión, pude comprender el por qué de su actitud pasiva. Tragué saliva y evité su mirada.

    -Así que éste es el desconocido de mis visiones- murmuró Akamu observando al recién llegado con la cabeza levemente ladeada- ¿Cómo es que nunca le había visto entre nosotros?

    -He puesto el máximo cuidado en tratar que nadie supiese de su existencia, sobre todo Aro y Cayo- me fijé en que Marco era el único de los tres Vulturis que no hablaba de los otros dos como "sus hermanos"-. Y ya llevo varias décadas de éxito. Conforme le vayais conociendo, os dareis cuenta de que es un ser maravilloso, siempre dispuesto a ayudar- el joven le sonrió e inclinó la cabeza con displicencia.

    -¿Y en qué consiste su don?- preguntó Jasper.

    -¿Por qué no se lo explicas tú, Cedric?

    -Sin problemas- contestó el chico con una voz increíblemente sedosa y musical-. Mi don consiste en detectar si un vampiro se encuentra bajo la influencia de algún otro poder, así como en la capacidad de incrementar o eliminar dicha influencia.

    Akamu y Jasper parecían fascinados. Yo estaba simplemente confundida. No entendía qué pintaba ese chico allí. Ningun vampiro me había hecho nada.

    -Cedric lleva años librándome de la tediosa sensación de falsa felicidad que Corin trata de imponerme. Y ahora nos dirá si, tal como sospecho, Renesmee se encuentra manipulada por Chelsea. Cuando quieras, Cedric.

    El joven me miró durante unos segundos con aparente concentración y volvió a girar sus ojos hacia Marco.

    -Nunca había visto algo semejante- le dijo-. Está totalmente bajo su influencia. ¿Quieres que...?

    -No, espera un momento. Creo que primero deberíamos darle algunas explicaciones. Me temo que no está comprendiendo mucho de lo que estamos hablando- le miré con el ceño fruncido. Estaba algo liada, eso era verdad, pero también estaba enfadada... Muy enfadada. ¿Acaso se pensaban que no me habría dado cuenta de algo así?-. Renesmee, sé que ahora mismo no me creerás, pensarás que todo lo que voy a decirte es mentira, pero todos esos pensamientos y sentimientos que ahora te embargan, son fruto del poder que Chelsea está ejerciendo sobre tí- moví la cabeza con resignación, pero no dije una sola palabra-. Verás, Chelsea puede influir en los vínculos emocionales, ya sea reforzándolos o disolviéndolos. Es por eso que ahora sientes tanto odio hacia tus familiares y amigos, así como también sientes un nuevo e inusitado respeto hacia Aro.

    -¿Esto es lo mejor que se os ha ocurrido? Pues espero que no os creáis que esta patraña va a funcionar. Mis sentimientos no han sido manipulados por nadie.

    -¿Eso crees? Muy bien. Déjame que te demuestre lo equivocada que estás- Marco avanzó un par de pasos hacia mí y me miró con avidez-. El don de Chelsea es capaz de manipular cualquier tipo de lazo afectivo, excepto aquel que une a una pareja... Y ahora dime, ¿han cambiado lo más mínimo tus sentimientos hacia Jacob?

    Su nombre hizo que mi corazón se detuviese durante una fracción de segundo. Llevaba mucho tiempo sin oirlo y, sobre todo, sin pronunciarlo, aunque no había estado fuera de mi cabeza en ningun momento. Si bien es cierto que tras la charla de Aro sentía cierto desprecio hacia todos mis allegados, ya fuese porque me sentía utilizada o porque les culpase de lo ocurrido, algo dentro de mí había estado buscando incansablemente una excusa que le exculpase a él de todo, algo que me dijese que lo que había sentido por mí había sido tan intenso y tan real como lo que yo había sentido... Y, muy a mi pesar, sentía. Volví a mirar a Marco con la respiración entrecortada e intentando mantener la compostura y no echarme a llorar, lo cual hacía que me escociesen los ojos sobremanera. Jasper se acercó a mi lado y trató de cogerme la mano. Pero yo me alejé para impedírselo. No necesitaba que nadie se apiadase de mí.

    Marco le pidió por gestos a Cedric que se acercase.

    -Jasper, es de suma importancia que evites usar tu don sobre Renesmee ahora, o lo que Cedric va a hacer no serviría de nada. Sé que te resultará difícil, y te diría que puedes irte si quieres, y así evitarte el mal trago, pero también sé que no querrás hacerlo. Debes dejar que sus sentimientos fluyan de manera normal. Renesmee, deja que Cedric se acerque a tí. Cuando él termine, podrás comprobar si tenías razón o, por el contrario, la teníamos nosotros.

    El chico avanzó lentamente hacia mí, que temblaba de la cabeza a los pies, y me tomó de las manos.

    -Ahora mírame, por favor.

    Con desconfianza y convencida de que no serviría de nada, pero dispuesta a demostrárselo, sujeté sus manos y fijé mis ojos en los suyos. En seguida empecé a nota un calor asfixiante. La vista se me nubló y empezó a dolerme intensamente la cabeza. Me invadió una oleada de ira que me hizo querer gritar y golpeare. Pero la ira enseguida dio paso a una total desolación. Rompí a llorar amargamente sin poder hacer nada para evitarlo. Mi cabeza parecía a punto de estallar. Y cuando creía que no podía sentir más dolor, me invadió una placentera sensación de tranquilidad. El dolor de cabeza desapareció junto con el calor y recuperé la visión. Durante un segundo, pensé que Jasper no había podido evitar usar su don en mí, pero desheché la idea rápidamente en cuanto le miré. Estaba tenso y parecía aún más pálido de lo normal. Probablemente había esperimentado los rápidos cambios de humor al mismo tiempo que yo. Parecía estar sufriendo. Solté a Cedric y me arrojé a sus brazos.

    -Lo siento- sollocé-. Siento haber desconfiado de vosotros.

    -No ha sido culpa tuya- susurró besándome en la frente.

    -Sí que lo es. Todo es culpa mía. ¿Cómo he podido dudar de vosotros? ¿Cómo he podido creerle?

    -Todo eso te lo ha provocado Chelsea- repitió Akamu una vez más-. En realidad, tú nunca desconfiaste de nadie.

    Caminé hacia la cama y me senté. Estaba exhausta. Como si llevase horas y horas corriendo sin parar. Miré a Cedric, quién continuaba mirándome fijamente. Y entonces me asaltó una duda.

    -Marco, ¿cómo has hecho para que Aro no descubra a Cedric?

    A pesar de su sonrisa, una sombra de tristeza oscureció su rostro.

    -Mis recuerdos le atormentan de tal manera que decidió que era mejor no mantener mucho contacto con ellos. Así que apenas se acerca a mí y, cuando lo hace, se limita a ver únicamente aquello que le interesa en ese momento. Mi esposa Dydime era su hermana.

    -¿Nunca tuviste algún indicio de quién...?- me mordí el labio inferior, arrepentida por haber hurgado en un recuerdo que debía de ser tan doloroso para él.

    -Desistí en la busqueda del asesino tras muchos años de infructuosas investigaciones. Aunque, por supuesto, siempre tuve mis sospechas... Ella jamás abandonaba este lugar, por lo que debió hacerlo alguien cercano, pero nunca encontré ninguna prueba, por lo que decidí que lo mejor era rendirme y... asumir su pérdida.

    Todos los presentes guardamos silencio mientras él se perdía entre sus recuerdos. No podía siquiera imaginarme lo que debía sentirse al perder a la persona más importante de tu vida. Incluso ahora, a pesar de que todo había terminado entre nosotros, no podría soportar que algo le ocurriese a... a Jacob.
    Jasper se removió incómodo, molesto por la repentina atmósfera de tristeza. Marco le sonrió y me miró.

    -Y ahora llega lo complicado de todo este asunto. Aro va a querer que sigas yendo a verle. Cuanto más tiempo pases expuesta al don de Chelsea más fuerte se vuelve su efecto, y para él sería muy importante contar contigo como aliada cuando llegu el momento de...- carraspeó y desvió levemente la mirada- de enfrentarse a tu familia.

    A pesar de que ese dato era algo obvio, sentí como si me hubiesen pateado fuertemente el estómago. No tenía la menor idea de cómo podía terminar esta historia. Y el presentimiento de que algo grave iba a ocurrir cayó sobre mí como un grueso y asfixiante manto.

    -Pero en cuanto Aro la toque, descubrirá que ella... que nosotros...

    -Tranquilo, Jasper- terció Marco-. Ya se nos ocurrirá algo para que Aro no pueda...

    -Yo sé cómo hacer que Aro no quiera tocarme- una idea se encendió en mi cabeza como una bombilla. Todos me observaban expectantes-. Veréis, ayer, mientras Aro hablaba conmigo, no sé muy bien por qué, se me vino a la cabeza uno de los chicos que... Bueno, uno de los chicos que ví cuando Cayo me llevó a la habitación donde vosotros os... alimentais... El caso es que al verlo, Aro se apartó rápidamente de mí, lo cual me llevó a pensar que no es capaz de tolerar ese tipo de recuerdos. No es del todo seguro, pero me temo que no se nos va a ocurrir nada mejor.

    -Es muy probable que tengas razón- convino Marco-. Es mejor eso a nada. De hecho, tienes bastante razón. Aro nunca ha llevado muy bien eso de visualizar a sus víctimas. Así que puede que tu idea sea buena.

    -No lo sabremos hasta que no lo intente- suspiré y dejé caer la cabeza hasta tener la barbilla pegada al pecho. La idea de ver como mi familia debía enfrentarse a los Vulturis no dejaba de dar vueltas en mi cabeza.
     
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    Temarii Juuzou

    Temarii Juuzou Maestre

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    Ola amiga.}
    La verdad te recomiendo invites guente a que lean tu fic, es muy bueno y sería muy popular, pero no veo publicidad por parte tuya en perfiles u.u
    La otra cosa que he notado, escribes hermoso *O* odio crepusculo, pero tu fic me hace investigar de él (poco, odio el amor en libros) nada más cuida la ortografía y te recomiendo hagas publicidad, una sí estaría bien

    Sería buena forma, sin más que decir, me despido.
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    Fernandha

    Fernandha Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

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    Publicidad o no aquí estoy tal y cómo lo prometí hace unas...¿horas? ;-; Pero bueh...
    ¡Uff!, ¡uff! Pasándo x`D ¡Gracias por la invitación!

    ¿Sabes algo? En mi vida he leído una historia que realmente me guste, te lo puedo admitir. Algunas me agradan y otras están bien, puedo hasta decir que ciertas escrituras me han enamorado pero tú. ¡Dios! Éres la primera en mis años de lectora que me ha hecho encontrar ésa historia con la cual diga: "¡Dios! Me he enamorado perdidamente de ésta historia, es taaaan adsf~ que no sé cómo describirla"

    Un día en cierta entrevista que me hicieron me preguntaron: >>Qué debe tener una historia que tú digas: "¡Dios! Me he enamorado perdidamente de ésta historia, es taaaan adsf~ que no sé cómo describirla"? << y la cual respondí:

    "Jaja, es que ésa es la cuestión mi querida Watson (?) Yo no deseo decidir qué es lo que debe tener ésa historia pues se volvería taaaan perfecta que terminaría siendo monótona. El caso es que al leerla yo no pueda despegarme ni un segundo, que aunque yo no quiera la ame. "Una historia decide a su lector, el lector jamás podrá decidir la historia" C:"

    ¡Y aquí me tienes! Completamente embobada, trama, narración, ideas, coherencia, personalidad. ¡Todo está perfecto a mi mera opinión! Hace tanto que el ánimo por comentar una historia había desaparecido ¡pero tú lo has devuelto subitamente! Es tan exquisita en ideas, tan perfecta en mi fangirleo qué no sé qué decir y sabrás perdonarme pero realmente, me ha gustado. ¡Encantado! Y aún así se queda corto; no soy de ésas personas que te alaban o hacen crecer tu ego porque sí -en realidad detesto éso- pero no lo puedo evitar contigo. ¡Wow!

    Si bien, tuviste faltas ortográficas y ciertas gramáticales, al igual que el uso de guión largo. Pero no lo puedo evitar: Me hundo más en la historia que en lo técnico. Sin embargo, éso no me quitará tiempo para dar ciertas menciones a éstos aspectos:

    La ortografía: Sí, al menos usas las acentuaciones pero aún dejan qué desear. Al no usar adecuadamente una tildación cambia radicalmente el significado de la palabra; usas el tiempo pasado no salgas de él, prosigue hasta el final y acentua correctamente ;') Sé que eso es difícil pero no imposible; acude aun beta. Te brindarán la ayuda necesaria, al igual que la tolerancia que necesites para explicar a fondo cada error del texto.

    Guión: Veo que tienes ciertos problemas con ésto en particular ya que utilizas el "Guión corto" que difiere en grande con las del "Guión largo" :Here: El link que te he dejado te ayudará extremadamente bien para entiendas su correcta empliación.

    La profunda relación de Renesmee con Jacob, el drástico cambio de edad y mentalidad. Los hilos familiares, amistad y demás: la entregación de un dividido cómo lo es ella con un licántropo es puramente ¡increíble! la verdad detrás de los relatos, los nuevos amigos, viejos enemigos que terminarían siendo ahora el mejor Az es ¡pff! No tengo palabras, ¡me has dejado sin ellas! Primera vez en mi vida que no sé cómo explicar lo gratamente que me ha gustado ésta historia.

    Mis más sinceras felicitaciones a ti querida, gran historia tienes en puerta. Sólo cuida ésos detalles y ¡oh Dios bendito!
    ¡Magnífica obra maestra tendrás!

    Buen día, espero me avises de la continuación.
    At: Fer-chan.
     
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    AnnaClearwater

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    Pues qué decirte... Ahora eres tú quien me ha dejado a mí sin palabras. La verdad es que es gente como tú la que me hace querer seguir escribiendo, así que no te preocupes por lo de hacer crecer mi ego (soy extremadamente humilde, te lo aseguro). Por otro lado, gracias por el link, nunca he tenido demasiados problemas con la ortografía (algún fallo tonto tal vez), pero en cuanto a los guiones y eso, lo cierto es que no tenía mucha idea ni mucha práctica (espero que no me culpes, ten en cuenta que ésta es mi primera narración seria). Así que el enlace me vendrá de maravilla (ya he tomado algunos apuntes y todo ^^). Sin más, decirte que me ha ENCANTADO tu comentario y que espero seguir haciéndote disfrutar con mi relato. Un besazo enorme y UN MILLÓN DE GRACIAS una vez más.
    AnnaClearwater
     
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    AnnaClearwater

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    Aro volvió a solicitar mi presencia al día siguiente. Akamu me acompañó intentando tranquilizarme y repitiéndome una y otra vez, al igual que había estado haciendo Jasper durante toda la noche, que todo iba a salir bien. Yo no lo tenía tan claro. No sabía cómo funcionaba exactaente el don de Aro, si lo veía todo con el más leve contacto o si necesitaba algo más de tiempo para poder adentrarse en cada recuerdo y pensamiento. Si la opción correcta era la primera, todo se vendría abajo y Marco podría acabar peor que mal.

    Cuando llegamos frente a la puerta temblaba como un flan. Akamu acarició mi mejilla y entró para anunciar mi llegada. Salió pocos segundos después evitando mi mirada e invitándome a entrar mientras cerraba la puerta quedándose fuera. Aro me sonrió ampliamente desde su asiento. Chelsea se encontraba en el mismo lugar del día anterior. Parecía como si no se hubiese movido aún de ahí.

    —Hola de nuevo, mi querida pequeña. ¿Has pasado una noche apacible? —asentí con los ojos fijos en los suyos y haciendo un amago de sonrisa cómplice. Debía de comportarme como si siguiese pensando que sólo él me hablaba con sinceridad. El Vulturi se levantó y yo centré todos y cada uno de mis pensamientos en la imágen del chico asesinado por si se decidía a poner un dedo sobre mí—. Me alegra saberlo. Es bueno que estés descansada, nos espera una nueva conversación... digamos complicada.

    —Estoy lista para hablar de lo que sea —contesté con la mayor tranquilidad.

    Caminó hacia mi posición y colocó su mano sobre mi hombro. Me estremecí. Ahora era el momento de comprobar si mi plan funcionaría o no. Por suerte, Aro apartó la mano rápidamente y parpadeó varias veces. Me dio la espalda.

    -No dejes que el presente se confunda con tus recuerdos, querida —murmuró—. Y menos cuando sabes que la mayoría de esos recuerdos no son fieles a la realidad.

    Sutilmente lanzó una breve mirada a Chelsea. No se si fue por sugestión o lo sentí realmente, pero enseguida comencé a notar cómo su don se apoderaba de mí. Otra vez la sensación de ira y desprecio contra todos aquellos a quienes amaba... Contra casi todos... Esta vez era más fuerte aun. Pensé en Cedric y en si iba a costarle mucho deshacerse del efecto esta vez, pero desheché ese pensamiento rápidamente, pues Aro volvió a acercarse a mi lado. La cara contraída del joven volvió a ocupar cada rincón de mi mente cuando la mano acerada del vampiro se posó en mi mejilla, una vez más, durante un segundo escaso. Suspiró y se encaminó de nuevo hacia su asiento, sentándose y observándome con detenimiento.

    —Bien, como te dije, aún tenemos cosas de las que hablar. Después de abrirte los ojos en cuanto a esos amigos llicántropos vuestros, o espero haberlo hecho —asentí sin dejar de mirarle—... Bien, bien. Hoy debemos afrontar un nuevo tema. Verás, pequeña, tu madre, hermosa, inteligente y con un don de lo más interesante, lleva poco tiempo formando parte de nuestro mundo, por lo que aún resulta un tanto inexperta en cuanto a nuestras costumbres. Pero no podemos excusarla, pues tu padre y el resto de su familia deberían haberla instruido al menos en aspectos tan básicos como el de mantener nuestra naturaleza en secreto.

    —Lo sé, lo dijiste ayer y creo que tienes toda la razón. Es una ley y ella la ha quebrantado —mi voz sonó firme y segura—. Así que debe pagar por ello.

    —Eres ciertamente admirable, querida niña. Me sorprende tu entereza y tu interés por la justicia. Venir a formar parte de mi... clan ha sido una decisión de la que no te arrepentirás. —sonreí con fingido orgullo—. Y ahora sigamos con lo que es importante. Verás anoche me reuní con mis hermanos y hemos tomado una decisión con respecto a todo este asunto. Se supone que aún es un secreto, pero creo que a tí puedo confiártelo —me sonrió confiado y se levantó majestuosamente—. Dentro de dos días nos reuniremos en Forks con tu familia —me estremecí, pero mi semblante continuó impasible—. Ha llegado la hora de dejarles las cosas claras. Llevamos años... siglos intentando que entren en razón. Ésta será su última oportunidad. Por supuesto iremos con nuestras mejores intenciones, pero imagino que algunas de nuestras decisiones no serán del todo comprensibles para ellos, por lo que es probable que tengas que ayudarnos a hacerles entrar en razón.

    —Estoy a vuestra entera disposición —me oí decir—. Cualquier cosa que me pidáis la haré si es por el bien de vuestra especie.

    —Querrás decir nuestra especie. Pues no eres tan diferente a nosotros. Será un honor tenerte entre los míos, pequeña Renesmee. Viendo que estás tan de acuerdo con nuestros planes, te relataré detalladamente lo que nos dispondremos a hacer.

    <<Mis hermanos, yo y el resto de mi guardia saldremos de aquí a primeras horas del día. Jasper nos acompañará. Llegaremos a Forks para encontrarnos con tu familia a eso del mediodía. El punto de encuentro será el de siempre. Tú, en cambio, harás el viaje en avión acompañada por Akamu. No sé si estás capacitada para viajar a nuestro modo durante un recorrido tan largo —asentí una vez más. Sentía la necesidad de de obedecerle, como si sus palabras fuesen la más sagrada de las verdades—. Una vez en Forks, Akamu y tú permaneceréis a la espera de mi señal para venir a nuestro encuentro.

    <<Tú misión es, simplemente, convencer a tu familia de que ha obrado mal y que debe asumir las consecuencias de sus actos. Eso y... prevenirles de que usar cualquiera de sus dones puede acarrear consecuencias aún peores.

    —¿Consecuencias...? Aro, ellos sentirán la necesidad de defenderse. Será muy complicado, casi imposible, evitar que usen sus dones.

    —Por eso nadie como tú para hacerles entrar en razón —asentí con sumisión una vez más—. ¿Tienes alguna pregunta que hacerme? ¿Algo que necesites saber o algo que creas necesario hacerme saber?

    —No, yo solo... Bueno, es probable que, como la decisión está tomada, Alice ya les haya puesto al corriente de todo. Carlisle volverá a reunir a todos sus conocidos, como ya hizo la vez anteriror...

    —¿Y cual es el problema, mi querida niña?

    —Que creo que vosotros también deberíais de buscar aliados. Si acudís sólo con vuestra guardia, os superarán en número. Sus dones son impresionantes y en caso de... enfrentamiento —volví a estremecerme—... Me temo que no tendríais nada que hacer contra ellos.

    —No temas, querida. Evitaremos por todos los medios llegar a esos extremos tan desagradables. Pero en cuanto a los dones... Me gustaría, si puede ser posible, que me contases qué tipo de dones poseen los acompañantes de mis amigos los Cullen.

    Sorprendente, me vi relatándole con todo lujo de detalles los poderes de todos y cada uno de los vampiros con los que iban a volver a encontrarse. Previniéndole de lo que podría pasar si tenían que enfrentarse contra un número tan elevado de seres dotados con tan extraordinarias capacidades.

    —Por eso precisamente os aviso de que deberíais de buscar más apoyos.

    —No sabes cuánto agradezco tu ayuda. Prometo pensármelo pero, como ya te he dicho, espero no tener que llegar tan lejos. Y ahora, si no tienes nada más que añadir, puedes retirarte y descansar. La próxima vez que nos veamos las caras, será en tu pueblecito natal. Espero me seas de gran ayuda.

    Incliné la cabeza y él hizo un ademán con el brazo mientras volvía a sentarse. Pero antes de que su espalda hubiese tocado el respaldo, yo ya me encontraba fuera de allí.

    En mi habitación me esperaban con impaciencia. Como era de esperar, el don de Chelsea me hizo desconfiar de ellos y negarme a contarles nada. Me debatía entre el terror que sentía por lo que podría llegar a ocurrir y la necesidad recién adquirida de serle leal a Aro. Cedric se acercó a mí y me tendió sus manos con una tímida sonrisa.

    —Jasper, si quieres, puedes salir fuera —comentó Marco—. Me temo que hoy va a ser aún más duro para tí que ayer. Chelsea ha hecho un trabajo impecable. Apenas percibo sus anteriores lazos emocionales... A excepción de uno, por supuesto.

    —¿Te importa si me voy?

    —Puedes hacer lo que te de la gana —contesté fríamente—.

    —De acuerdo, Avisadme cuando hayáis terminado.

    Salió sin dejar de mirarme y cerró. Cedric avanzó un poco más hacia mí sin bajar las manos. Le di la espalda y me dispuse a salir al balcón, pero Marco me detuvo.

    —No ganas nada huyendo, Renesmee. Sabes que lo que sientes no es real, así que dale las manos a Cedric y deshazte de esos sentimientos que no te pertenecen.

    Fruncí el ceño, pero obedecí. Y de nuevo volví a sentir el calor, el dolor de cabeza y la montaña rusa de sentimientos que me dejó exhausta y aturdida, pero con la agradable sensación de saber que era yo y sólo yo quien manejaba mis sentimientos.

    —Gracias Cedric —le dije cuando éste me ayudó a sentarme en la cama—. Espero no tener que volver a pasar por ésto nunca más.

    —No tienes por qué agradecerme nada. Siempre es un placer ayudar a los amigos.
    Intercambiamos sendas sonrisas. Jamás pensé que pudiese encontrarme con gente tan pura en un lugar como Volterra.

    —¿Y bien? —preguntó Jasper nada más entrar—. ¿Funcionó? ¿Pudiste evitar que...?

    —Creo que sí. Imagino que de haber notado algo se le habría reflejado en su forma de actuar. Y no he notado nada en absoluto. Intentó acercarse a mí dos veces y nunca mantuvo contacto conmigo más de medio segundo.

    Les conté todo lo que habíamos estado hablando. Ahora que mis sentimientos volvían a ser cosa mía, el hecho de saber el peligro que corría mi familia me aterraba hasta tal punto que me impedía pensar y hablar con claridad.

    —Siento no haber dicho nada antes —se disculpó Marco—. Pero no quería meterte más cosas en la cabeza. Tenías que estar centrada en evitar que te leyese la mente y saber eso sólo te habría complicado aún más las cosas. De todos modos, sabía que Aro te lo acabaría contando todo. Al fin y al cabo, eres la pieza fundamental de su plan.

    —¿Hay alguna forma posible de que Aro me permita viajar con ella? No quiero separarme de su lado.

    —Lo siento mucho Jasper, pero me temo que no. Aro tiene muy clara su táctica. Aunque sospecho que no nos lo explicó todo con claridad. Apuesto que guarda uno de sus sucios trucos en la manga. Tenía la esperanza de que confiase lo suficiente en Renesmee como para contárselo todo, pero me equivoqué.

    —Cuidaré de ella —Akamu se acercó a él, que no dejaba de mirarme—. No le pasará nada. Te lo prometo.

    —Akamu... ¿Tu don no te permite ver qué va a ocurrir? —pregunté con nerviosismo.

    —Mi don me permite ver el futuro siempre y cuando sea algo que me influya a mí. Al tener que viajar contigo, no sé qué ocurrirá en la otra parte hasta que lleguemos nosotros. Y después de eso, por ahora, no logro ver nada más.

    —Es extraño —Marco se paseaba pensativo por el cuarto —. ¿Cómo es posible que no veas nada? Estás absolutamente envuelto en ésto. Aunque no veas lo que va a ocurrir mientras no estés con nosotros, deberías saber lo que pasará después, ¿no?

    —En teoría sí. Supongo que conforme vayamos acercándonos a ese momento, iré viendo más cosas. Pero por ahora, no veo más allá del momento en que nos acerquemos a los límites de Forks. Por cierto, Marco, ¿Crees que es seguro que Cedric viaje con nosotros?
    El chico abrió los ojos de forma desmesurada.

    —Seguro y probablemente necesario. Su don puede venirnos bastante bien en caso de urgencia. Como ya os he dicho, me temo que Aro no nos ha contado la totalidad de sus planes.
    Me acerqué a Jasper y le tomé de las manos.

    —Alice ya debe de estar al tanto de todo. Seguro que ellos también estarán ahora haciendo ahora sus planes. Todo va a salir bien. Como la úlitima vez. El escudo de mi madre es infranqueable por cualquiera de sus dones. Lo único que tengo que hacer es engañar a Aro, hacerle creer que no lo está usando.

    —Nunca la había sentido tan fuerte y con tanta valentía como aquel día —contestó con una sonrisa melancólica—. Fue sorprendente. Casi puedo decir que ella era quien nos estaba alentando a todos los demás...

    —Su unión con Edward y Renesmee, así como su gran amistad con el lobo me sorprendieron sobremanera —comentó Marco—. Han sido los lazos más fuertes que jamás me haya encontrado. Habría sido prácticamente imposible romperlos en caso de haber tenido que hacerlos.
    Su recuerdo hizo que mis ojos se inundasen en lágrimas. La echaba tanto de menos... Jasper me abrazó con fuerza.

    —¿Por qué no descansas un rato?

    —Preferiría, si es posible, salir a cazar y darme una ducha.

    —Akamu os acompañará. Yo llevaré a Cedric a su escondite e iré a ver si soy capaz de sonsacarle algo más a Aro.

    Volvimos a internarnos en el pasadizo subterráneo que conducía hasta la iglesia y una vez que salimos al exterior y percibí el olor de de una pequeña manada de gamos y el latido de sus corazones, perdí el control y me dejé llevar por mis instintos. Acabé con dos de ellos en cuestión de pocos minutos y cuando iba a volver de regreso, me topé con otro que andaba desorientado y no pude evitar cazarlo y hundir mis colmillos en su cálido cuello. El camino de regreso lo hice medio a rastras. Estaba llena hasta los topes. Maldije no poder convertirme en un murciélago y poder salir volando. ¿Es que las cosas realmente necesarias tenían que ser sólo mitos?
    De lo que no me privé esa vez fue de darle uso al jacuzzi. Lo conecté y cuando la temperatura estuvo al nivel óptimo, me introduje en él y perdí la noción del tiempo.

    Regresé a mi habitación casi dos horas después para encontrarme con que había alguien allí con quien no contaba.
     
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    AnnaClearwater

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    La diminuta mujer me observó con una mezcla de terror y compasión en sus ojos. Marco sujetaba sus manos y le hablaba con voz trémula.



    ¿Qué hace ella aquí? pregunté al borde del colapso.







    No te preocupes, Renesmee trató de tranquilizarme Akamu. Renata es de fiar.

    Bufé con incredulidad y miré a Japer, quien me pidió calma con la mirada y un leve movimiento de cabeza. No me lo podía creer.



    ¿De fiar? Si no me falla la memoria, y dudo mucho que así sea, Renata es algo así como la guardaespaldas personal de Aro. Según tengo entendido, su don es muy parecido al de mi madre, bastante peor, por supuesto añadí con mofa.






    contestó ella. A diferencia de Bella, yo sólo puedo escudar a aquellos que se encuentren cerca de mí.


    ¿Qué hace ella aquí? insistí de nuevo a la vez que la ignoraba.


    Renata ha venido a ayudarnos. Ella conoce de primera mano las verdaderas intenciones de Aro.




    ¿Y no se os ha ocurrido pensar que podía tratarse de un engaño? ¿Y si es Aro quien la envía para destapar nuestras intenciones?

    Marco soltó las manos de la vampira y se acercó a mí.


    Cedric se ha encargado de eliminar el influjo de Chelsea de ella, al igual que hizo contigo. Podemos confiar en ella, créeme.


    ¿También le has mostrado a Cedric? me alarmé—. Esto no me gusta.

    Renesmee, no tienes por qué desconfiar de mí. Estoy cansada de servir a Aro. Estoy harta de verle cometer injusticias. Aro se merece un poco de su propia medicina, ¿no crees?

    En lugar de contestarle, le di la espalda y me dirigí a mi cama con la esperanza de que la reunión de esa noche no se alargase demasiado. Necesitaba dormir y sacar de mi cabeza todo tipo de preocupación, aunque sólo fuese durante unas horas.


    Me llevaré a Renata antes de que su ausencia llame demasiado la atención e iré a ver a Cedric anunció Marco. Descansa, Renesmee. Mañana será un día complicado.

    ¿Mañana? me reí con sarcasmo—. Nada complicado si lo comparamos con lo que nos esperas al día siguiente Akamu carraspeó e hizo un extraño gesto hacia Jasper, quién se rascó la sien con manifiesta incomodidad. ¿Qué está pasando aquí? Sin rodeos.





    Renesmee, verás...


    Jazz, sin rodeos he dicho.

    Está bien verás... Esto... Aro ha adelantado sus planes para mañana.

    ¿¿Qué ha hecho qué??


    Siéntate se pegó a mi costado y me ayudó a sentarme al borde de la cama. Yo estaba hiperventilando. En parte es mejor. Así terminaremos con todo ésto más rápidamente.

    No estamos preparados gemí.

    Sí que lo estamos. Marco nos ha estado dando instrucciones.

    ¿Qué tipo de instrucciones?

    No te preocupes por eso. Tú sólo debes limitarte a permanecer junto a Akamu y hacer todo cuanto él te diga, ¿entendido?

    Tengo miedo Jazz hundí mi cara en su cuello y rompí a llorar.

    Tranquila, pequeña. Como tú misma me dijiste, todo va a salir bien.
    Se me revolvió el estómago a la vez que un incómodo pensamiento se me introducía en la cabeza.


    ¿Y si todos están enfadados conmigo? ¿Y si no quieren que regrese?

    ¿Cómo puedes pensar eso? Ness, deben estar deseando verte.

    No creo que todos lo estén deseando.

    Su rostro se dibujó en mi mente con total nitidez. Seguro que debía de odiarme por haberme unido a los Vulturis. Ahora era, más que nunca, su enemiga natural. En caso de estar dispuesto a ayudar a mi familia, estaba segura de que no dudaría en acabar conmigo si eso fuera necesario, lo cual me dolía sobremanera.

    —Ness, Jacob tiene tantas ganas de verte como los demás —solté un bufido por respuesta—. Escúchame, hay cosas que aún no sabes y que debería de haberte contado.

    —¿Cosas? ¿Qué cosas?

    —Verás, Jacob...

    El corazón saltó en el interior de mi pecho y la respiración se me cortó. Sujeté la mano de Jasper con fuerza mientras intentaba en vano escupir las cientos de preguntas que me rasgaban la garganta. ¿Le había pasado algo? ¿Estaba bien? Recé porque no hubiese cometido ninguna locura tras dejarme...

    —Tranquila, está bien. Es sólo que... Ness, Jacob nunca quiso hacerte daño —exhalé todo el aire de golpe y me crucé de brazos con el ceño fruncido. No tenía ganas de oir cómo defendía lo que había hecho... Jacob me había roto el corazón sin darme una explicación y eso no tenía defensa posible—. Escúchame, ¿sí? Él ni siquiera quería dejarte.

    —¿Entonces por qué lo hizo? —estallé—. Todo estaba perfectamente. ¿Qué le hice? ¿Qué maldito error cometí?

    —Tranquilízate —su don me atenazó los músculos y el enfado se esfumó tan deprisa como había aparecido. Era verdaderamente como estar anestesiada—. Si Jacob te dejó fue porque... Tu padre le pidió que lo hiciese.

    Imagino que fue él quién me impidió estallar en mil pedazos. Aunque me sentía hecha una furia, no podía expresarlo. En lugar de ello, seguía como atontada, como si no pudiese asimilar lo que acababa de oir. ¿Mi padre...? No. Eso era imposible. Debía de ser un error. Inspiré profundamente y fijé mis ojos en los de mi tío hasta que él hizo lo mismo.

    —A ver, explícamelo todo desde el principio antes de que saque mis propias conclusiones. Y te aviso de que estoy a un segundo de hacerlo.

    —Está bien. Mira, todo empezó con una de las visiones de Alice. Digamos que ella vio como los Vulturis se decidían a atacarnos usando como excusa nuestra unión con los lobos, tal y como ha ocurrido... O está a punto de ocurrir. —asentí algo aturdida—. Así que, para evitar que fuese a mayores, tu padre habló con Jacob y le pidió que tratase de alejarte de él por un tiempo, hasta que la amenaza se hubiese evaporado. Obviamente el se negó encarecidamente, pero después de barajar múltiples opciones y no encontrar ninguna solución, decidió obedecer a tu padre.

    —¿Por qué no me dijisteis nada a mí? ¿Por qué no estaba avisada? —pregunté desesperada—. No habría cometido la estupidez de venir aquí de haber sabido que todo era una farsa.

    —Pero Aro se habría dado cuenta. Sin embargo, así ha sido más sencillo. El verte y descubrirte absolutamente desolada, ha servido para que se crea que no hay nada ya que una a nuestra familia con la manada.

    —¡Pero van a ir de todos modos, Jazz! ¿De qué ha servido entonces?

    El silencio me dio a entender que había dado en el clavo. Había dicho lo que nadie se atrevía a decir. Todo este asunto de ocultarme todas y cada una de las decisiones que se tomaban a mi alrededor no había servido absolutamente para nada. Bueno sí, serviría para empeorarlo todo.
    Ni siquiera sabía cómo sentirme en ese momento porque una nueva sensación había entrado a formar parte de la inmensa nube de emociones que ya me embargaban: tristeza, terror, aturdimiento, confusión... Y ahora alegría. Una alegría inmensa de saber que Jacob aún me quería. Que nada había cambiado entre nosotros y que, lo único que podía sentir en ese momento hacia mí era miedo... Como mucho decepción. Pero no odio. Jacob me seguía queriendo... Aunque eso no sirviese para nada ahora que todos corríamos tan grave peligro. Akamu se acercó a mi lado y me acarició el pelo.

    —¿Por qué no duermes un rato?

    —¿Cómo quieres que me duerme cuando es probable que toda nuestra familia...?


    Vuestra familia va a estar perfectamente. Ellos sabrán lo que deben hacer. Además, os tienen a Jasper y tí aquí. Vosotros podeis ayudarles mejor que nadie... Principalmente tú. Aro confía en tí.





    ¿Pero y si...?

    No hay peros... Descansa, ¿vale?

    Me giré hacia mi tío y rodeé su cintura con mis brazos, pegando mi cara a su pecho.


    Jasper, no quiero separarme de tí...


    Nos veremos en cuanto llegues, te lo prometo. Ahora descansa.

    Eres una jovencita muy fuerte, Renesmee. Sabrás afrotar esta situación con valentía...¿Puedo contarte algo? Akamu se acercó a mi lado mientras me recostaba. Asentí. Verás, en mi tribu, nos asignaban nombres según nuestro aspecto cuando nacíamos. Mi hermano y yo adoptamos los nombres de Adamu y Akamu, que significan "tierra roja" debido al color rojizo que tenía nuestra piel al nacer. Desde siempre, he tenido por costumbre imaginar qué nombres tendrían las personas que conozco si perteneciesen a mi tribu.


    ¿Y qué nombre me pondrías a mí? pregunté con curiosidad.


    A tí te llamaría Flor de Luna, pues a pesar de tu apariencia frágil, como la de una flor, llevas en tu esencia la fortaleza y la eternidad características de la luna. Incluso su brillo.


    Flor de Luna... repetí para mí misma. Me gusta.


    Tenemos una leyenda con la que probablemente podrías sentirte identificada. Se llama "La leyenda de la Luna y el Lobo" I ... ¿Te gustaría oirla? asentí con el corazón encogido y la cabeza repentinamente inundada de recuerdos suyos. Pues bien. Cuenta la leyenda que, en un tiempo sin tiempo, la Luna era siempre redonda y lejana, atada detrás del cielo y colgada de la nada entre vacíos. Miraba el mundo a sus pies coronada de plata y olvido. Y estaba bien mirando en la distancia. Pero una noche, distraída, se acercó demasiado a la Tierra y se le enredaron los dedos en las ramas de un árbol. Cayó de pie sobre la hierba y, de repente, le salió al paso una sombra oscura: pelo crespo y una sonrisa lobuna.

    <<Cabriolas de luz de Luna enmarañadas de Lobo jugando entre arbustos y colinas. Aullidos y risas y rumor de estrellas entre las hojas.

    <<Pero todo lo que empieza, acaba, y el Lobo volvió al bosque y la Luna al cielo.

    <<Cuenta la leyenda que antes de separarse, la Luna le robó al Lobo su sombra para vestirse de noche el rostro y recordar el aroma del bosque. Y que, desde entonces, el Lobo le aúlla a la Luna llena pidiéndole que le devuelva su sombra.



    Aquella noche me dormí pensando en la leyenda y con la absoluta certeza de que aparecería un lobo en mis sueños.
    Pero noda más lejos de la realidad pues, después de mucho tiempo, mis sueños volvieron a ser protagonizados por seres con capuchas negras .








    I. "La leyenda de El Lobo y la Luna" no me pertenece. Desconozco a su verdadero autor. (N.del A.)
     
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  17.  
    AnnaClearwater

    AnnaClearwater Iniciado

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    Dado que no veo que mi fic tenga muchos seguidores aquí, os informo a los pocos que seguís leyendo que continuaré publicándolo en mi blog. Gracias a los que me habéis estado siguiendo! :'(
     
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  18.  
    DarkHinata

    DarkHinata Entusiasta

    Aries
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    Hola! esto es una pena! me he quedado muy interesada con tu escritura..quisiera que siguieses escribiendo aca,y no en tu blog (que de todas formas no tengo,y que por ende entonces deberias publicar como link).
    La fascinacion de escribir fics no es esperar que todo el mundo los lea; sino ser feliz escribiendo, y serlo ademas con aquellas pocas personas que los leen.
    Te recomiendo que sigas escribiendo aqui,o publiques el link de tu blog si no he logrado convencerte,porque es muy egoista de tu parte dejarnos la historia a la mitad.
    Me gusta mucho la forma en la que narras,no hay muchos errores de ortografía; mas bien de puntuación y creo que vas llevando por buen camino la historia de una Nessie al principio cargada de preguntas de la niñez,y pasada a la adolescencia; superada y confundida por problemáticas amorosas.
    No quisiera que dejaras a Nessie encerrada en una habitación en Volterra,mientras Jacob muere de la desazón sin ella. Espero tu respuesta,pequeña.

    Hinata♥
     
  19.  
    AnnaClearwater

    AnnaClearwater Iniciado

    Acuario
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    Tienes razón en lo que has dicho, pero comprende que me sienta un poco frustrada compartiendo mi historia con toda la ilusión del mundo y viendo que apenas la leen 4 o 5 personas. Gracias por tus consejos y me lo pensaré, lo cierto es que me has hecho darle vueltas al asunto. Mientras, si quieres seguir leyendo, el link de mi blog lo puedes encontrar en mi informacion de perfil, donde pone página web. Te lo dejaría por aquí pero me borrarían el mensaje por SPAM... Muchas gracias por todo. Espero tus comentarios y tus críticas allí también... Si quieres, claro. Un abrazo!!
     
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  20.  
    Tarsis

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    Cierro el tema, ya que no se seguirá actualizando.
     

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