El Funeral

Tema en 'Relatos' iniciado por Red, 30 Noviembre 2012.

  1.  
    Red

    Red Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    15 Abril 2005
    Mensajes:
    87
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    El Funeral
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1386
    Llevo 6 horas aquí. No tuve prisa por llegar, y la verdad no tengo prisa por irme. Supe
    que había muerto apenas unos minutos después de que ocurriera, y el golpe no fue
    tan fuerte como esperaba. Quizás era por que yo esperaba su muerte desde hace
    tiempo, y en cierto modo, incluso la deseaba. Ahora, incluso me pregunto si fui yo
    quien le mató en realidad.

    Ahora mismo, me encuentro cómodamente apoyado sobre un alcornoque que da
    cobijo a las tumbas de los que están a su alrededor. Tengo que admitir que es un
    bonito lugar. Al igual que los cementerios americanos, hay césped cubriendo cada
    tumba, y algo de rocío cubriendo cada lápida, algunas adornadas con toques cristianos,
    y otras simples trozos de piedra grabadas. Algo tan simple es capaz de provocar
    lágrimas, sonrisas e incluso conversaciones. Son muchas las personas que se paran
    frente a lápidas a recordar a sus seres queridos, sin embargo, nadie vino al funeral mi
    estimado y fiambre compañero, que ahora yace a 5 metros bajo tierra en un ataúd de
    pino, que poco a poco y con el tiempo, terminará siendo invadido por millares de
    insectos que corroerán cada trozo orgánico que quede en su ser.

    Vine aquí acompañándole, cuando estaba metido en su caja, y me quedé aquí
    escuchando las palabras hermosas, pero vacías, que el cura comentaba sin emoción ni
    pena a una multitud inexistente. Vi como los enterradores echaban tierra sobre el
    cadáver, con calma, y haciendo chistes obscenos sobre una chica que apareció el día
    anterior en una telenovela. Mientras eso ocurría, yo miraba en silencio, sin emoción
    alguna, todo el panorama. Esa soledad siempre le estuvo rodeando.

    Sonrío ligeramente cuando ya por fin está del todo enterrado y todos se marchan. Se
    merece esa mierda de funeral, al fin y al cabo, fue una mierda de persona, ¿no?

    A los 16 dejó los estudios, convencido de que no eran necesarios para triunfar en la
    vida. A los 18, le encerraron por tráfico de drogas. Sus padres le sacaron a los pocos
    días esperando que aquello cambiara su conducta. Lo hizo, se volvió mas imbécil de lo
    que ya era, lo cual muchos creían imposible.

    Sus padres trataron de echarle de casa, no podían con los gastos, y su madre tuvo que
    dejar su condición para volver a trabajar, y su padre, pluriemplearse,
    mientras él, con toda comodidad y sin ningún remordimiento, veía la televisión,
    compraba por internet, y fumaba marihuana. No era eso todo lo que hacía, por las
    noches también iba de botellón, y eso si, era el mas popular de la noche, tanto chicas
    como chicos le adoraban. Unos monos aplaudiendo cuando otro mono daba una
    voltereta básicamente.

    A los 20, su padre finalmente le echó de casa, y al contrario de lo que pensaba su hijo,
    lo hizo con todo el dolor que su corazón le permitía. Esa vez, en la puerta de la casa
    nº3, mientras todos los vecinos y transeúntes se paraban a mirar, su padre le gritó
    echándole de casa, con lágrimas en los ojos mientras su madre lloraba apenada a su
    marido tratando de impedirlo. Él no lloró, sino que en cierto modo se alegró,
    convencido de que iba a triunfar en la vida. Las últimas palabras que le dedico a sus
    padres fueron “gracias por nada”. Y la última imagen que tendría de sus padres serían
    ellos llorando. Jamás se volvieron a ver, ni siquiera asistieron al funeral.

    Él se fue lejos, a otra ciudad con un amigo. Entre los dos trabajaban haciendo lo menos
    posible, y gastando todo lo que tenían en cosas que no necesitaban. Eran felices así.
    Sin embargo a su amigo no tardó en darle una sobredosis, eso le hizo alejarse
    ligeramente de la droga durante un tiempo. Pero además también provocó que
    perdiera el piso donde estaban alquilados. Así, él tuvo que empezar a ir por su cuenta,
    trabajando de aquí allá en trabajos mundanos y normales, que el no valoraba.

    A los 24 conoció a quizás la única persona que llegaría a apreciar algo en toda su vida.
    Ella hizo que se centrara un poco, también le dejó ir a su casa y trató de ayudarle en
    todo lo posible, convencida de que lograría cambiarle y hacerle un mejor hombre, o
    mejor dicho, un hombre.

    El amor es ciego, tanto, como para que no te deje ver la cantidad de cuernos que
    tienes. Eso le pasó a ella, convencida de que él buscaba trabajo le daba demasiado
    tiempo libre, y en cierto modo si que buscaba algo, pero no trabajo. Tuvo a muchas
    chicas, chicas que apreciaban y admiraban esa rebeldía y actitud de gilipollas, y que
    luego le aborrecían para quererle poco después. Muchas chicas que provocaron que el
    fuera conocido en toda la ciudad como el sinvergüenza mas asqueroso de toda la
    ciudad, y que su novia fuera conocida como la chica mas ilusa del mundo entero.
    Aquello acabó cuando él tenía 25. Su novia le encontró en su propia casa con una
    chica, o con dos, ninguno se acordaba realmente de que pasó aquella noche, tan solo
    recordaban la terrible pelea de aquella noche. Volvieron a los 3 días, ambos
    convencidos del cambio de él. Los dos tenían esa confianza mutua, y los dos se
    equivocaron. Y así continuo durante dos años, dejarlo, volver, dejarlo, volver… Esa
    relación carecía de sentido. Ella finalmente lo entendió tras la bofetada que le dio él
    una noche que llegó borracho. Pero, ¿Por qué no dejarle? ¿Por qué no irse y buscar a
    otra persona? Ella le quería, ese era el problema. Nadie podía entenderlo realmente, ni
    ella misma quería hacerlo. Pero lo hizo, la misma noche en que él le puso la mano
    encima, ella agarró el pomo de la puerta y se marchó para no volver.
    Él no pudo comprender eso, y jamás lo haría. Ella realmente no quiso volver con él, y
    cuando él la emboscó en un callejón, no lo aceptó. Él perdió los estribos, el control, y
    su amor por ella era demasiado fuerte, y su cerebro, demasiado pequeño. Ella acabó
    desnuda en aquel callejón, acabó llorando, y él, por primera vez en su vida,
    comprendió el mal que había hecho.

    Corrió todo lo que dieron sus piernas, la lluvia impedía que se fijara por donde iba. Del
    mismo modo impedía al conductor del coche que se fijara por donde conducía. Pudo
    ver a sus padres llorando, a su amigo muerto, a su novia rota… se pudo ver a él mismo,
    solo. El coche se dio a la fuga, y el quedó allí, tendido en suelo, solo, llorando.

    No le echaré de menos desde luego. Ni el ni nadie supongo. Nadie ha venido a su
    funeral ni nadie vendrá a verle.

    Lentamente, doy algunos pasos al frente. Empieza a llover. Camino con calma, y miro
    lo que será mi tumba de aquí a la eternidad. Mientras me miro, oigo pasos tras de mí.
    Entonces la veo, va de negro, se ve muy hermosa. No lleva paraguas, no lleva más que
    un ramo de flores. Ella no dice nada, se acerca y me aparto, mirándola en silencio. Ella
    me mira, y al mismo tiempo no lo hace, mientras se acerca a mí, que yazco callado e
    inmóvil bajo tierra, representado por esa simple piedra grabada.

    Ella se arrodilla en la tierra, embarrada por la lluvia y deja las flores. Se produce un
    silencio que dura tanto, que no soy capaz de determinar cuanto tiempo estuvimos allí.
    Ella se pone a llorar. Ella llora por mí.

    Yo, sorprendido, no puedo hacer nada más que mirarla. En vida, jamás supe cuanto la
    quise, y ahora, que estoy muerto por fin comprendo que lo único que echo de menos
    de la vida es a ella. He tenido que morir, para descubrir la felicidad, y mi felicidad es
    ella.

    Por primera vez, sonrío de corazón y lloro de alegría. Ella sigue llorando en silencio
    mientras la lluvia la envuelve. Me acerco con cuidado, me agacho a su lado.

    -Lo siento.

    Esas son las únicas palabras que soy capaz de decir. Ella para de llorar y me mira, no a
    aquel trozo de carne que la hizo sufrir, me mira a mí. Yo sonrío y comienzo a alejarme
    lentamente hacia lo desconocido. A lo lejos lo oigo. Te quiero.
     
    • Me gusta Me gusta x 2
Cargando...
Similar Threads - Funeral
  1. Sir Lord Baltimore
    Respuestas:
    2
    Vistas:
    572

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso