El dulce sabor de lo prohibido

Tema en 'Vampire Knight' iniciado por Kohome, 25 Marzo 2012.

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    Kohome

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    El dulce sabor de lo prohibido
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    7
     
    Palabras:
    1680
    Bueno, finalmente decidí seguirlo.

    Sé que ha pasado prácticamente un siglo, pero intentaré ser más constante ahora que salí a vacaciones.

    PD: Por favor eviten el spam.

    Capítulo 5:
    María.​

    La pequeña de ojos dorados se encontraba aterrada, oculta en una esquina, con las piernas contraídas contra su pecho. Por primera vez, no se había fijado de a donde había terminado dando, y como resultado, estaba realmente perdida.

    Su respiración era rápida, de vez en cuando sorbía su nariz mientras sus lágrimas iluminaban su rostro, con los faroles que alumbraban a esa hora. Quizá la aldea de cazadores, no era el mejor sitio para un nivel E, pero siempre se corrían riesgos de todas formas.

    —Saki —llamó una voz desde atrás. Se giró asustada, sin encontrar a nadie.

    Tembló como nunca y lloriqueó. Rezaba porque no fuese un vampiro jugando con ella antes de matarla.

    —No te asustes —sintió la presencia de alguien detrás suyo, tragó seco y tensó sus músculos.

    — ¿Qué…? —se atrevió a decir, oyendo como respuesta, una risa pasiva.

    —Lo que debo decirte, no es bueno —ella balbuceó empezando a entrar en pánico —, los Kiryuu fueron atacados.

    La niña, aún temerosa abrió los ojos con asombro, viendo la nada.

    —Los padres murieron y Zero fue convertido… En un nivel E —su paciencia se colmó, la pequeña se puso en pie y corrió tan rápido como pudo, pero aquello no le duró, ya que un fuerte agarre la detuvo y trajo hacia atrás.

    — ¡Suélteme! —gimoteó con natural desespero.

    —Lo lamento, Saki —una mano se interpuso entre su vista y el mundo —, pero no puedo dejarte ir.

    Su conciencia empezó a jugarle una mala pasada, un mareo potente amenazó con dejarla inconsciente, y antes de caer en la batalla, oyó con claridad:

    —Perdona lo que te haré —y finalmente decayó.

    -------------------

    — ¡Ichiru! —Gritó la joven azabache despertando en una habitación con apenas su cama. Se llevó la mano al pecho agitada, su nuca estaba empapada, y desde su frente caían miles de gotas de sudor. Su mirada se centró en la ventana abierta, el sol iluminaba lo que lo que estuviera a su alcance, llenando la mitad de la cama de una luz amarillenta y potente.

    Apoyó la mano del lado donde el sol resplandecía; se echó para adelante en un solo impulso, ilusionada.

    —Tsk —bufó regresándose a las sombras. Sus ojos ardieron por un segundo—. Debo estar volviéndome loca —se regañó con una sonrisa burlona. Intentó levantarse para cerrar sus cortinas, pero las cadenas que la mantenían sujeta a la cama la detuvieron de golpe. Las vio simplemente, con la expresión más neutra que pudo dibujar en su rostro. Sujetaban sus pies con agarre firme, como si fuese una paloma que podía huir por la ventana, y aún con ello, la ventana tenía barrotes. Suspiró.

    —Buenos días, Saki —dijo una voz desde atrás.

    Ella se quedó en silencio, no giró, sabía que al más mínimo intento de ver al portador de aquella voz, recibiría una reprimenda, o en todo caso, cubrirían sus ojos antes de poder ver la más mínima parte de su rostro.

    —Espero que no hayas tenido ese sueño de nuevo —dijo con dulzura acercándose. Sintió que la cama se hundía detrás de ella y una mano acarició con lentitud su cuello, sintió asco, temor, incomodidad.

    —Es algo que no le incumbe —bufó con rebeldía oyendo un suspiro decepcionado.

    — ¿Tanto me odias? —quedó en silencio absoluto, Saki no dijo nada y el personaje misterioso respiró hondo —. Bueno, aquí te dejo mi sangre, Saki —la joven vio con el rabillo del ojo el recipiente junto a ella, su garganta se secó al instante, ansiaba beber de aquella botella con notorio desespero, pero se contuvo por orgullo propio en aquel instante.

    —Gracias —atinó a decir poco convencida, no queriendo que le fuese arrebatado el líquido.

    —Vendré más tarde para verte —acarició el cuello de la azabache con suavidad, haciendo que se estremeciera—. Lo prometo.

    Oyó los pasos constantes y lentos alejarse. La perilla se giró y seguido a ello, el eco sordo de la puerta cerrarse llegó a sus oídos.

    Un suspiro largo salió de su boca. Se echó en la cama con aire agotado; ni siquiera sabía dónde estaba, con quién estaba, nada acerca del mundo; empezaba inclusive a sentir claustrofobia.

    Se relamió los labios viendo el frasco. Quitó el corcho con afán, cuidando no derramar ni una sola gota. Llevó la boca de la botella hacia sus labios secos, una sonrisa demencial adornó su rostro mientras se atragantaba con el líquido; no podía evitar imaginarse bebiendo del cuello de aquel que la mantenía encerrada, drenando su sangre hasta verlo muerto; pero claro, ese era un lujo que no podía darse, perdería el control entonces, y luego, terminaría siendo eliminada por los cazadores.

    Volvió a relamer sus labios con pesar, mirando con arrepentimiento el recipiente vacío.

    —Debo dejar de ser tan impulsiva —se dijo tragando saliva.

    Hacía tiempo que su vida constaba de lo mismo: siempre se despertaba mucho antes del atardecer —o “posible madrugada”; en el caso de un vampiro—, saludaba con “el mejor gesto”, a aquel que con la excusa de cuidarla, la mantenía cautiva; recibía su recipiente con sangre, lo bebía todo de un solo trago, se arrepentía, y finalmente se echaba a la cama sin tener nada más que hacer. Era frustrante, pero era su nuevo estilo de vida.

    Además, aquel vampiro, o quien fuera, había transformado a la pequeña niña, en una nivel E con fines que ni siquiera ella conocía; había pedido perdón, de eso no cabía duda, y era bastante educado; pero si había algo que ella no toleraba, era aquel misterio y encierro en que había sido mantenida hasta ahora. Ni siquiera su rostro le había dejado ver, ¿cómo podría confiar en su palabra, si ni su identidad conocía?

    Bufó con indiferencia, estaba harta de la situación, pero si quería sobrevivir —o al menos mantener un sustento de sangre asegurado—, debía contenerse.

    -----

    — ¡Idol-sama! —gritaron eufóricas un mar de jóvenes, tras la salida de la clase nocturna.

    El de cabellera dorada saludaba con un gesto sonriente, regalando besos disparados, con aparente precisión, a las muchachas que se desmayaban, o peleaban por ellos.

    —Hanabusa —regañó su primo —, contrólate.

    —Eh… Akatsuki, ¿no tendrás celos, o sí? —Jugueteó recibiendo una mirada, que aunque no transmitiese molestia, reflejaba su cansancio.

    Hizo caso omiso y continuó caminando, regalando amores falsos a sus admiradoras.

    Kaname caminaba en silencio, viendo al prefecto de cabello plateado sin ningún gesto que delatase algo. Yuuki había atrapado un resfriado desde hacía unos días, y por mucho que protestase, Kaien no dejaría que saliera a montar guardia, menos con los frío próximos al invierno.

    —Kuran —le llamó demandante el prefecto —, Yuuki te envía saludos. —lo que había dicho no sonaba creíble, su voz transmitía fastidio puro hacia el vampiro.

    —Gracias, Kiryu-kun.

    Desde que había llegado la nueva alumna a la clase nocturna, María, el ambiente no era el mismo, tanto Zero como Kaname, se habían vuelto más fríos y misteriosos que antes; apenas y sonreían —en el caso de Kaname, ya que en el rostro de Zero, sonrisas: pocas—. Y los demás, simplemente no preguntaban a qué se debía.

    La susodicha avanzó con una jovial sonrisa en los labios, discreta y ordenada a simple vista. Los de la clase no pensaban lo mismo. Cuando llegó se mostró demasiado eufórica ante la presencia de un pura sangre, lo peor del caso era ¿y quién no? El hecho de poder presentarse con mayor intimidad de lo normal, o inclusive si quiera cruzar miradas de vez en cuando, era un honor demasiado grande para un vampiro, aunque a muchos les pareció sospechosa -quizá fastidiosa-, o demasiado alegre para su gusto.

    Una mirada fría del prefecto, bastó para deshacerse de las jóvenes humanas. Aido suspiró con tristeza, y los demás ni se inmutaron.

    —Kaname-sama —llamó la voz de Seiren. El vampiro la miró simplemente, sabiendo qué sucedía.

    —Entiendo —dijo con voz pasiva—. Iré cuando pueda.

    La vampiresa asintió haciendo una última venia antes de desaparecer.

    Continuaron caminando hasta llegar a las aulas, cada quien tomo el asiento que quiso –en la posición que quiso-, y se prepararon para recibir la clase de Yagari.

    El susodicho entró con aura despectiva, viendo a los alumnos como la peor escoria que hubiese tocado la tierra. Cada quien tuvo su forma de expresar fastidio, más aun así no pasó de simples miradas.

    —Bien…, chupasangres –hizo hincapié en la palabra con desprecio—. Retomemos el tema de ayer.

    Aquella fue la señal para dar inicio a la clase, al mismo martirio diario al que el director les tenía sometidos.

    Zero hacía guardia en silencio, viendo de reojo el aula donde la estudiante de intercambio se mantenía sonriente. Apretó la mandíbula al no querer recordar lo sucedido hacía algunos años, conteniendo su repentino odio hacia la joven y ganas de tirar del gatillo de su Bloody Rose.

    Siguió derecho suspirando, estaba agotado, harto de todo su entorno.

    De no haber sido por aquella pura sangre, de seguro estaría con su hermano, con su familia. Pero no, la vida no lo había querido así, se burlaba de él en su cara mientras el pobre apenas y se defendía.

    Metió su dedo en el gatillo del arma y le dio vueltas en el aire, sentado en un barandal que podría considerarse como el límite entre el suelo y un precipicio.

    —Esa niña —masculló molesto, bufando.

    Dobló su rodilla dejando su otra pierna en el aire y continuó con su momentánea distracción.

    —Es como aquella mujer —su tono se volvió más sombrío de lo normal. Expresaba tanto odio contenido, que podría causar temor a cualquiera.

    Se giró hacia los ventanales de las aulas y vio pasar a María. Lo peculiar fue el momento en que apareció un muchacho de antifaz detrás de ella, viendo hacia todos lados de forma sospechosa. Zero casi se atraganta con su saliva, pero pasaron de forma tan fugaz que no logró fijarse bien.


    ------
    @yuuki cross muchas gracias por tu comentario. Espero que te guste.
     
  2.  
    yuuki cross

    yuuki cross Iniciado

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    me dejaste sin palabras... me pregunto quien esa persona que tiene a Saki y si Shizuka tuvo algo que ver.... me
    dio un poco de lastima lo de Zero ya sufrio bastante con la perdida de su hermano y sus padres...
    y ahora ah estado tratrando de vivir me pregunto que es lo que sucedera ahora ¿sabra lo de saki?
    y lo mejor de todo ¿volveran a verse los tres? ya quiero leer la conti avisame en cuanto hayas subido la
    continuacion de verdad esta muy padre.....
     
  3.  
    Kohome

    Kohome Fanático Comentarista destacado

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    Bueno, he aquí la conti. :)
    Esta un poco más larga, ya que con el tiempo se aprende a extender más los capítulos -creo-.

    Como sea, en verdad espero que les guste.

    Capítulo 6.

    De vuelta.​

    María caminó por las aulas de clase, asegurándose de no encontrarse con el prefecto que, en aquel momento, estaba sumergido en sus memorias, viendo desde la terraza del edificio los alrededores poblados de árboles de la academia.


    —Bien, Ichiru, es hora de que vayamos a ver mi cuerpo. —Ordenó al joven de antifaz que asintió en silencio—. Asegúrate de que Zero no me vea.


    Tal y como le ordenó, el menor de los gemelos se quedó viendo hacia donde su hermano, que con mirada perdida, observaba la aparente nada.

    Una vez María se introdujo entre los árboles, rumbo a los dormitorios abandonados, le siguió de cerca y con cautela.


    Al llegar, la vampiresa le sonrió a su servidor incondicional y entró junto con él hacia la habitación donde reposaba el cuerpo de la pura sangre Shizuka.

    Se acercó a un ataúd de madera de roble y abrió la tapa. Dentro, descansaba una mujer de –aparentemente- no más de treinta y cinco años. Su cabello largo y blanco se esparcía por toda la superficie roja y acolchada del ataúd. Llevaba un kimono de tonos suaves, y las manos, delicadas y frías, se encontraban sobre su vientre con los largos dedos entrelazados. Lucía muerta, pero la vampiresa prefería llamarle “coma temporal”, ya que su alma estaba fuera, pero podía volver en cualquier momento.


    —Dentro de poco dejaré éste cuerpo —soltó de golpe, sorprendiendo al muchacho que solo la miraba atento.


    —Entonces… ¿entonces me morderás? —Hubo un silencio incómodo que tensó al Kiryuu al igual que a la joven, quien no se atrevía a girar para encararlo.


    —Ichiru, ya habíamos hablado de eso…


    —Lo sé, pero en verdad quiero ser un vampiro —ella pareció vacilar, viendo su cuerpo reposando.


    —Perderás el control. —Sentenció con tono seco, sorprendiendo al de ojos púrpuras—. O te matarán como el hombre a quien convertí…


    No lo miraba, y él, con aquella última frase, había decidido dejar el tema.


    —Yo… —se alejó un paso de la vampiresa, vacilante—. Iré a la habitación.


    —Sí, es mejor que lo hagas.


    Ichiru se quedó viendo a la joven noble, luego a la pura sangre y, finalmente, soltó un suspiro resignado. Se fue dando un portazo.


    -.-.-.-.-


    Saki forcejeaba contra las cadenas; para ella, era irritante no poder zafarse cada noche que pasaba. Desperdiciaba su tiempo haciendo nada, mientras el mundo avanzaba y los demás la debían dar por muerta.


    —Maldición —bufó, tras largos quince minutos de forcejeo.


    Se tumbó bocarriba y quedó viendo el techo de tela que tenía la cama. Tal vez, si desde un principio el personaje que la tenía cautiva le hubiese permitido salir, moverse, conocer más gente, incluso conocerlo, su rebeldía ni siquiera existiría, de eso estaba segura. Se habría resignado a comenzar de cero, ya que todos sus conocidos odiaban a los vampiros. Excepto Kaien, Yuuki, Kaname, que obviamente era uno de ellos, y su querido Ichiru.

    ¿Cómo estarían ellos? Tal vez no la recordaban ya. No tenía esperanzas reales de que la buscaran. Nunca las tuvo. Pero en verdad quería enterarse de sus vidas.


    —Saki —la puerta se abrió de golpe y ella, aprovechando la guardia baja de su captor, se giró y pudo verlo al fin, abriendo los ojos ante la sorpresa.


    — ¿Qué…? —retrocedió pasmada, siendo detenida solo por las cadenas. Estaba en shock, y la imagen del hombre quieto en la puerta, tan helado como ella, la torturaba—. ¿Cómo es que…?


    —No. —Aquella palabra la aturdió más de lo que estaba—. ¡No, no, no!


    La joven cazadora se movió en la cama hasta quedar cerca del hombre que, con el mismo afán, llegó hasta ella.


    —No debiste girar, Saki —se quejó él, haciendo que la azabache se confundiera.


    — ¿De qué hablas, Ichiru? —Sonrió y lo estrujó con fuerza contra sí misma, irradiando euforia—. No sabes cuánto he querido verte, ¡y siempre fuiste tú! ¿Por qué me tienes así, encarcelada? Sabes que no huiría, no de ti.


    —No es tan simple. —El Kiryuu se quitó el antifaz y soltó las cadenas que sujetaban los tobillos de la joven—. No puedo dejar que nadie se entere que te tengo aquí.


    — ¿A qué te refieres con eso? —Inquirió con ingenuidad a lo que el gemelo negó y vio hacia sus espaldas, con nerviosismo—. ¿Dónde estamos?


    —En la academia Cross —susurró, sujetando el rostro de la confundida muchacha.


    — ¿Academia Cross? ¿Quieres decir que mi sensei está aquí? —Su sonrisa se amplió—. ¿Es alguna clase de escuela para cazadores? ¿Yuuki y Kaname están aquí?...


    —Saki…


    — ¿Qué hay de Zero?


    Ichiru hizo silencio y se apartó repentinamente de ella.


    —No lo menciones con esa emoción —su gesto se endureció, dejando a Saki confusa.


    La joven se levantó tambaleándose un poco debido al tiempo que llevaba sin hacerlo y clavó sus ojos dorados en los púrpuras del menor de los gemelos.


    —Ichiru… —acarició con ternura el cabello plateado del susodicho, que apartó la mirada con poca delicadeza—. ¿Qué pasa?


    No respondió, ella se mantenía quieta, viendo cómo un gesto lleno de frustración y resentimiento invadía el rostro del Kiryuu.


    —Quizá yo pueda responder eso.


    Ambos giraron hacia la puerta donde, María, sonriente, observaba la escena.


    —Shizuka… sama —murmuró el gemelo, apartándose de Saki.


    — ¿Shizuka? —aquel nombre de pronto causó una serie de recuerdos que la asustaron. “Los Kiryuu fueron atacados…”,la frase empezó a torturarla.


    —Lo que sucedió mientras tú te transformabas, fue que, como ya sabrás, la familia Kiryuu murió casi por completo —la sonrisa no abandonaba el rostro de la vampiresa—. Solo sobrevivió Zero, ya que, gracias a Ichiru, pude matar a sus padres, y transformarlo en un Nivel E.


    La azabache, con un repentino temor plasmado en el rostro, se giró hacia el muchacho que había extrañado desde aquel incidente.


    —Ichiru, ¿eso es verdad?


    El nombrado no pudo verla a los ojos, se limitó a asentir con un gesto lleno de arrepentimiento que Saki no creyó. Acababa de expresar un desprecio puro hacia Zero, y si lo que la vampiresa le había dicho era cierto, entonces no debía confiar en ninguno de los dos, por mucho que le doliera, ya que esa había sido su primera lección: No confíes ni en tu sombra.


    Negó varias veces, asustada, buscando un medio de escape. Debía ganar tiempo.


    —Eso quiere decir que fuiste tú quien me mordió —sus ojos se llenaron de rabia contenida, viendo fijo y sin alguna clase de pudor a la vampiresa—. Maldita chupasangre.


    María rió.


    Ichiru mantenía un gesto pesaroso, y aquello que recién había escuchado, en cierto punto, le había herido. Creía que Saki no tenía ese desprecio que tenían la mayoría de cazadores hacia los vampiros; creencia que acababa de irse por el caño.


    —Querida, lamento decirte que no fui yo quien tuvo el… honor… de transformarte —la vampiresa se acercó a la muchacha y le tomó el mentón. Tenía una sonrisa socarrona, que empezaba a irritar a la cazadora.

    Saki apartó el rostro manteniendo su posición defensiva, luego la empujó hacia el Kiryuu y corrió fuera de la habitación. La fuerza que tenía era sobrehumana debido a su condición y a que, Ichiru, durante todos sus años cautiva, le llevó sangre de Shizuka, que al ser sangre pura, le otorgaba a la joven un poder fuera de su control.


    Recorría los corredores largos y atestados de puertas sin dar con la salida. Estaba perdida, no daba con ningún sitio, por lo que decidió entrar en una habitación cualquiera y cerrar con llave. Oyó los pasos apresurados del peli plata pasar cerca y detenerse allí. Tapó su boca, evitando que un sollozo se le escapara, sintiendo temor y desasosiego.

    Esperó eternos segundos y luego vio la sombra del muchacho yéndose.


    Cayó de rodillas y se echó a llorar. No sabía qué era lo que sucedía, estaba confundida, necesitaba respuestas y no deseaba volver con la vampiresa e Ichiru.


    —Madita bruja —murmuró con voz entrecortada, secando sus lágrimas.


    Intentó recapitular todo: Zero al parecer estaba con vida y en las mismas condiciones que ella, ella se encontraba en una academia que de seguro pertenecía Kaien, de Yuuki y Kaname no sabía nada, la tal Shizuka había acabado con la familia que la había acogido, e Ichiru había ayudado; pero, la sangre pura no había sido quien la había convertido en una nivel E.

    Odiaba a la vampiresa, odiaba que pudiera ejercer ese control con el Kiryuu, y él disfrutara de servirle. Estaba confundida, ya que no sabía si eran celos u odio verdadero; quizá se tratara de ambos sentimientos juntos.


    Secó todas sus lágrimas y se levantó del suelo. La habitación estaba llena de velas, y junto a una enorme cama, había un ataúd abierto. Sintió repentina curiosidad, se acercó y vio el rostro sereno de una mujer, ahogó un grito y retrocedió hasta la ventana, aquel lugar no le traería nada bueno, ya que la idea de tirarse hasta el suelo no le resultó tan loca y suicida como parecía.


    —Bien, quizá… —contó cuatro pisos y tragó seco—. No, es mala idea.


    La puerta se abrió y entró María con el muchacho tras ella.


    —Mi habitación no es el mejor escondite —dijo la noble de estatura baja con un deje de sarcasmo en la voz.


    Saki maldijo lo que haría; avanzó hacia ellos, y en el momento en que el menor de los Kiryuu dio por sentado que se había rendido, vio cómo la muchacha corría hacia la ventana, rompiendo los vidrios y precipitándose a un golpe que podría darle muerte a un humano.

    La azabache sintió el golpe con anticipación, por lo que cubrió su cabeza y cerró los ojos.


    Cobarde. Eres una cazadora, ¡puedes con esto!


    Abrió los ojos sorprendida ante la voz que la reprendía en su cabeza; tenía razón, sería una vergüenza como cazadora si se rendía tan fácil.

    Vio el suelo con decisión y puso los pies en la tierra antes de caer, doblando las rodillas hasta quedar sentada. Tocó la superficie bajo ella y sonrió satisfecha.


    — ¡Saki, por favor, detente!


    Vio hacia arriba donde el peli plata la miraba preocupado.


    —No quiero volver contigo —dijo con tono severo—. Creí que me querías, que querías a tu familia, a tu hermano. Pero no, estás tan ciego que solo sigues a esa… chupasangre.


    —Pero… eres igual a ella.


    —Sí, y es por eso que la Saki que conociste, dejará de existir —dio media vuelta, viendo hacia la enorme puerta doble donde dormitaba un guardia. Más allá estaba un edificio donde pudo distinguir a un joven de cabello platinado, vigilando desde una terraza. Zero. —. Desde ahora seré solo una cazadora más para ti.


    Empezó a correr, lastimando sus pies mientras llegaba a la puerta. El tipo se mantenía durmiendo.


    —Oiga… —lo sacudió un poco, escuchando un fuerte ronquido como respuesta—. ¡Oiga!


    El tipo dio un salto y vio a la joven con amargura.


    —Maldición, ¿qué ya no puede un hombre dormir mientras este lugar esté vacío?


    —Por favor, abra la puerta —le rogó la joven viendo hacia atrás, donde la joven vampiresa salía del edificio. El tipo le preguntaba una cantidad de cosas que ella no tenía ánimo de responder, solo continuaba rogando que le abriera—. ¡Rápido! —Gritó después de mucho, asustando al tipo que prefirió dejar que se fuera.


    La puerta rugió mientras el hombre le daba salida a Saki; ella no esperó a que se abriera completamente, ya que María estaba demasiado cerca, y debía acelerar el paso.

    Su cuerpo pasó por el pequeño espacio entre cada puerta de madera y continuó corriendo acelerada, le faltaba poco para llegar, y fue entonces cuando confirmó que el muchacho que vigilaba era Zero, que la veía con sospecha y preparaba su Bloody Rose.


    — ¡Zero! —Tropezó con torpeza y cayó de bruces contra el suelo, vio detrás de ella, sin ver rastros de la noble, pero su risa resonaba fuerte en su cabeza. —. ¡Ayúdame, por favor!


    Se levantó y siguió corriendo hasta que el muchacho pudo verla bien.


    — ¿Saki? —Inquirió estupefacto, allí, frente a él, estaba la joven que hacía años había dado por muerta.


    Ella no tuvo tiempo de explicar, ya que sintió cerca la presencia de la vampiresa, por lo que pensó en continuar corriendo, adentrándose en el edificio, tumbando una puerta cerrada.

    Subió las escaleras hasta un segundo piso. Todo estaba apagado, no entendía qué era lo que Zero vigilaba allí, pero no tenía tiempo de pensarlo.


    —No lo conseguirás, linda —se giró hacia atrás y vio a la joven riendo. No lo soportaba, el pavor que le recorría el cuerpo era demasiado, y la adrenalina no la dejaba concentrarse. Tenía muchas dudas, Zero de seguro la estaría buscando, pero ya era tarde para quedarse a esperarlo, o buscarlo incluso, debía llegar pronto a algún lugar a salvo. Vio a su alrededor y vio una puerta doble, dentro se oían voces, personas, muchas.


    —Tal vez esta vez no te serviré como conejillo de Indias —dijo empujando la puerta que se abrió con un fuerte ruido. Todos los de la clase nocturna se giraron hacia la recién llegada, que paseó la mirada por todos y cada uno de ellos, incluyendo al profesor, a quien se asombró de reconocer.


    —Yagari —murmuró asombrada. Continuó viendo a toda la clase hasta que su mirada se detuvo en un estudiante específico.


    —Maldita… —susurró la noble, oculta en las sombras, extendiendo la mano hacia la joven. Saki sintió un terrible dolor de cabeza, se llevó las manos a las cienes y apretó mientras gemía, nadie le quitaba los ojos de encima, Yagari apenas y era capaz de mostrar su sorpresa.

    La inconciencia caía sobre la azabache, que clavó sus ojos dorados en los borgoña del Kuran que se acercó a ella con rapidez.


    —Kaname… —murmuró en un último aliento, luego sucumbió, cayó en brazos del pura sangre y todo se tornó negro.


    ----

    Bueno, no soy de explicar las cosas que se darán en el fic, pero debo decir que, todo va así de rápido, porque no es el punto más importante de la historia, y desde ya, debo decirles que cambia un poco el rumbo del anime y manga, e incluye aspectos de ambos. :).

    De nuevo gracias por leer.

    PD: Perdonen mis errores, no tuve mucho tiempo de corregirlo.
     
    Última edición: 5 Enero 2014
  4.  
    yuuki cross

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    woooo me dejaste con la boca abierta...... nunca crei que Ichiru era quien tenia a Saki prisionera :eek: pero si no fue Shizuka quien la convirtio en vampiro entonces ¿quien?.... aun que al final me revolviste un poco entendi todo hasta que intenta escapar de ellos pero ahi fue que me perdi se encontro con Zero pero que es lo que sucede que hace que lo pase de largo... :confused: o algo asi me gustaria que me explicaras esa parte y bueno sere paciente y esperare el proximo capitulo cada vez se va poniendo mas interesante ;)
     
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  1. YouraiMitala
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