El ensordecedor sonido de una desquiciante voz que mascullaba a mi alrededor; estimulando esa aberrante visión, acelerando el galopeo de mi sangre y estrujando mi diafragma hasta el cansancio. Aquellos delirios solo eran el comienzo de un escenario inevitable. La ilusión de degollar su cuello, apreciar sus dulces lamentos y saborear el néctar que desprende de sus cristalinos ojos. Deleitarme con el empalagoso vino que emana de su cuerpo y envolverme en la embriagadora fragancia que desprenden sus labios. Culminando en el éxtasis; saciando levemente este inconmensurable apetito.