Amaya: Lluvia de mentiras

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Amara Silberschatz, 22 Julio 2011.

?

¿Qué tal?

  1. MUY Bien! ¡Me gustó!

    13 voto(s)
    65.0%
  2. Falta por mejorar, pero bien.

    6 voto(s)
    30.0%
  3. Mal, no me gustó para nada.

    1 voto(s)
    5.0%
  4. Tenés mucho por mejorar.

    0 voto(s)
    0.0%
Estado del tema:
No se permiten más respuestas.
  1.  
    Amara Silberschatz

    Amara Silberschatz Usuario común

    Cáncer
    Miembro desde:
    26 Noviembre 2009
    Mensajes:
    234
    Pluma de
    Escritora
    Buenas, sigo con las excusas y responderé dudas de oy en adelante. ¡Yey!
    Es que ya hago mi programa más tarde y me alcanza un poco más el tiempo, como decía, el rumbo de esto siempre es fantastico. Sólo que el tiempo cronologico en mi historia pasa muy lento, al contrario de otros fic; por eso espero que se acostumbren un poco a eso, por lo menos en este libro es así :3

    pd: Ya viene el capítulo prometido :3
     
  2.  
    Amara Silberschatz

    Amara Silberschatz Usuario común

    Cáncer
    Miembro desde:
    26 Noviembre 2009
    Mensajes:
    234
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Amaya: Lluvia de mentiras
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    26
     
    Palabras:
    1898
    Capítulo 21

    ¡Peligroso pelirrojo!: Un resplandor de luz que cae en el olvido.

    Era un doce de marzo, si mal no recuerdo. En aquel entonces tenía apenas unos trece años. Aún era una niña y siempre había ocultado un secreto enorme desde que tenía memoria. No me gustó nunca saber que lo yo veía no lo veía nadie más, pero así era.

    Me encontraba muy preocupada por mi querida abuelita, la amaba. Ella siempre fue mi refugio, nadie nunca me creería si le contaba lo que pasaba y por eso nunca lo conté. Aunque al lado de esa señora me sentía tan feliz y tan “normal”, no sabía como expresarlo. Ella, por alguna razón, se había dado cuenta de lo “especial” que yo era. Sí, y desde ese día me había revelado un mundo mágico ante mis ojos, aunque también era oscuro y tenebroso en algunas ocasiones, mas ella siempre estaba para ayudarme.

    —Amaya, puedes acercarte más cariño —pidió ella desde la camilla (estábamos en un hospital).

    —Claro, abuelita.

    La ancianita posó sus orbes dorados sobre los míos. Con su pálida y temblorosa mano me despeinó el cabello. Se acomodo su canoso pelo, que en su juventud fue negro. Tenía unos setenta y ocho años.

    —Por favor, Amaya, quiero que cuides ese don tan especial que tienes y por nada… recuérdalo, por nada… le digas a nadie que lo posees.

    —¿Ni una gran amiga?

    —Tal vez a una gran amiga, pero… eres muy especial… muy distinta… solo tú eres capaz de hacer cosas impensables, tu poder no tiene limite. Porque como tú no existe nadie más.

    Quise reprocharle, mas no pude. Ya comenzaba a ver como su alma iba dejando su cuerpo. A mi lado cada vez sentía un aura más y más débil.

    Ella tomó mi mano y comenzó a susurrar: “Cada vez que necesites mi ayuda o algún consejo, podrás llamarme. Siempre y cuando tú quieras verme, me verás”.

    —Oye, ¡Tierra llamando a la tarada!

    —¿Qué? —bufé y mi amiga morocha me dio un zape.

    Iba a arrancarle la cabezota, pero justo en ese momento sonó la puerta. Y ella se fue a abrirla; maldije entre dientes.

    Una vez abierta la puerta entró por ella un joven alto y de piel pálida. Ojos color caoba y cabellos rojizos. Llevaba una túnica negra, al entrar se la quitó y dejó ver su fría expresión. Clavó sus penetrantes orbes en los míos, diablos, un horrible escalofrío recorrió mi espina dorsal.

    Por inercia, retrocedí unos centímetros (arrastrándome por el suelo). Sentí como el alma se me quería escapar del cuerpo, al tal punto que casi podía verla; un silencio abrumador se apoderó del sitio. Apuesto a que ellos dos lo disfrutaban, corrijo. Ellos dos lo disfrutaban, pero yo no.

    RobertHanson —dijo cortante mi amiga morocha.

    —Kendra Díaz —escupió con frialdad.

    Noté como ninguno de los dos parecía llevarse bien, ella le miró con odio. Él ni se inmutó ante su mirada.

    Comenzó a acercarse a mí y en ese momento percibí algo extraño en él. No es que el aura de Kendra sea normal, no, eso no era. El espíritu de ese joven era algo fuera de lo normal, no podía percibir bien qué era lo que lo hacía raro.

    —Ni se te ocurra —advirtió la morena.

    —Trata de detenerme —tentó él.

    —Kendra, ten cuidado —anuncié—. “Él no era normal, algún tipo de criatura rara ha de ser, pero ¿cuál?” —pensé—. Arrastré mi mirada hasta que me encontré con sus ojos rojizos, me daban un miedo inmenso. Algo indescriptible, tan atemorizante.

    Empecé a examinarlo, cerré los ojos e intenté sacar un poco de mis poderes y, lógicamente, no dio resultado. Al menos no el que yo esperé; intenté sentir bien su aura. Pero nunca antes había sentido algo así, un espíritu tan frío como el hielo. Él no tenía vida, era un cadáver andante; tragué grueso.

    Torpemente traté de decir algo y lo único que logré fue trabarme tanto que unos leves murmullos salieron de mi boca. Sea lo que sea que dije, no fue nada entendible.

    El pelirrojo me miró con una mueca de burla, ante esto mi amiga sacó su varita y le miró con ira.

    —¡¡He dicho lejos!! —gritó ella y avanzó unos pasos, le apuntó con su palito.

    —Tranquila, sé que esta mocosa podría hacerme más daño que tú… —explicó él.

    Sus palabras resonaron en mi mente, una y otra vez, casi desquiciándome. No sé porqué dijo algo así, pero lo dijo. Y si eso era así, yo no era conciente ni de que era capaz.

    Bajé la mirada, la posé en el suelo, ellos dos seguían en las mismas posiciones que antes; un alarido me sacó de mi concentrada búsqueda en el piso.

    —Como era de saber, una hechicera de tu altísimo rango debía —el pelirrojo bufó— ser acosada.

    —Podría con él de un solo golpe —presumió.

    Me asombré, jamás pensé oírla decir algo así. Ella era presumida, pero eso la volaba del estadio.

    Cuando la competencia se iba a desatar llegué y le grité: ¡Idiota!, ¿Cómo puedes apostar algo así?”.

    La pelinegra me miró intrigada. Clavó sus ojos cafés en mí y me apuntó con su báculo. Yo simplemente cerré mis ojos y esperé su ataque, no iba a huir. Así que cuando disparó un conjuro de magia negra, un rayo de color negro azabache y me dio de lleno, mandándome a volar. Y provocando que chocara contra la pared.

    El vampiro se quedó viéndome como si hubiera visto algo extraño; le sonreí e hice una mueca de dolor.

    Usé todo mi fuerza de voluntad para ponerme en pie, ese golpe me dejó muy aturdida y adolorida. Pero no me hizo gran cosa.

    Ligeramente di un paso al frente y le susurré: “Ya te has desenfadado, así que suelta esa cosa”.

    —Aja, mañana —dijo sarcásticamente la morena.

    En el descuido de ella el vampiro le arrebató la varita de las manos, sonrió arrogante y se mofó de la morocha:

    —¿Quién matara a quién?

    —Yo a ti, eso es obvio —aclaró ella.

    —¡Ya basta! —gruñí y le arrebaté la ramilla al pelirrojo.

    Ellos me miraron, pero ni caso les hice. Alcé mi mano derecha, en la izquierda tenía el trozo de madera vieja, y cerré los ojos, comencé a leer las letras verdes que suelen aparecer en mis pensamientos cuando las ocupo: “Nanai koru negai noru kikite”.

    Después de eso solo recuerdo que con forme iba pronunciando las letras estas se iban desquebrajando y cuando vociferé la última parte todo, absolutamente todo, se volvió luz…

    Narro yo.

    Cuando ella hizo eso cayó, pero justo cuando iba a tocar el suelo un cuerpo lleno de luz se la llevó y despareció. Y el vampiro se encontraba muy lejos del lugar, al parecer el sabía los poderes de la chica. Aunque la hechicera yacía en el suelo, su cuerpo se encontraba inerte sobre el suelo y junto a sus manos yacía la varita (que Amaya dejó caer cuando se desmayó).

    Narra Amaya.

    Unos ligeros rayos de luz solar comenzaron a interrumpir mi sueño. Y, por alguna extraña razón, quise abrir los ojos. Pero tuve que cerrarlos casi al instante; una ventisca azotó el lugar y las hojas de los árboles danzaron hasta caer al suelo. Todas las hojas eran cafés amarillentas. Raro, porque no es común que sean así o son cafés o son amarillas.

    Me intenté levantar, de una banca del parque, pero flaqueé y no pude alzarme, intenté recordar algo. Pero no lo logré, así que me di por vencida.

    Aún seguía echada en el poyo con la vista clavada en los árboles. No había pasados ni unos dos minutos desde que desperté, pero algo me mantenía preocupada. Hasta que de golpe llegó a mi mente la imagen de la pequeña Suzu; la desesperación se apoderó de mí y, a como pude, me puse en pie. Y salí corriendo en dirección a la casa de Kendra.

    Luego de un largo rato de carrera llegué hasta donde la morocha y comencé a tocar la puerta. Pero nadie salía, toqué repetidamente la puerta y, aún así, nadie se digno a salir. Justo cuando iba a pegar un grito, la puerta se abrió y al otro lado de ella se vislumbro una castaña de piel color chocolate y unos ojos cafés oscuros. Que no se veía muy contenta.

    —Maldita idiota —dijo molesta.

    —Serás desgraciada; —susurré— ¿has visto a mi niña?

    —Sí, pero ahora no me salgas con que no sabías donde estaba.

    —Es que… —titubeé— es que me desmayé… y no me acordé de que tú la estabas cuidando…

    Los ojos se le quisieron salir de orbita, su expresión cambió por completo. Y la sorpresa se apoderó por completo de su rostro.

    —¿Que tú qué? —dudó.

    —Vamos, ya te expliqué lo que me paso. Así que déjame ver a mi niña.

    No muy convencida me dejó ir a ver a la “rubiecita”; con desesperación (como cualquier madre al perder a su hijo) corrí hasta el cuarto de Kendra. Y ahí la encontré, dormida, la abracé y le di un beso en la frente. Aunque quisiera negarlo me había encariñado con esa niña.

    —Mami, —susurró— mami ¡eres tú!

    —Sí, soy yo —sonreí y la abracé más fuerte.

    Nos quedamos unos cuantos minutos, porque el cuarto de mi amiga se encontraba hecho un desastre. Y decidí ayudarla a recoger el despelote.

    Aunque había algo raro, parecía haber usado magia o una fuerza muy grande para destruir esas cosas. Pero no me animé a preguntar qué era lo que ocurrió.

    Al terminar de recoger el desastre, la pequeña y yo, nos fuimos; caminamos un largo rato, en silencio, hasta llegar al edificio donde residimos. Una vez frente al susodicho, entramos y saludamos al ancianito (como siempre). Subimos las escaleras y, como es costumbre, me tropecé con un escalón y casi me caigo.

    Ya nos encontramos en la puerta del departamento, pero… ¡Maldita sea, perdí las llaves!; suspiré. Comencé a rebuscar entre mis ropajes las llaves y estas no se dignaron a aparecer, maldije por lo bajo.
     
    • Me gusta Me gusta x 2
  3.  
    Amara Silberschatz

    Amara Silberschatz Usuario común

    Cáncer
    Miembro desde:
    26 Noviembre 2009
    Mensajes:
    234
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Amaya: Lluvia de mentiras
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    26
     
    Palabras:
    1879
    Capítulo 22

    Una película.

    Muy bien, la niña y yo quedamos puerta afuera. Por mi culpa, ¡no puedo creer no que no encuentre las putas llaves!
    Seguí rebuscando entre mi ropa, pero nada. Así que me di por vencida y me senté al lado de la puerta, ya era algo tarde. Como las cinco y treinta, David apenas había salido de la universidad.

    Luego de unos diez minutos llegó el muchacho de orbes verdosos que estuvimos esperando. Apenas nos vio ahí comenzó a formular una pregunta…

    —Perdiste tus llaves, ¿cierto?

    —Sí —puse la famosa cara de “perrito triste”.

    Él abrió la puerta y los tres nos metimos al departamento; yo me aliste para ir a trabajar y le pedí a la niña que se bañara.

    Me dirigí a donde el joven de cabellos claros y me despedí de él. Le pedí que cuidara bien a la pequeña y salí. Caminé un largo rato hasta llegar al trabajo.

    Narra David.

    Como quiero que llegue Amaya de su trabajo, tengo que darle la gran noticia, no sé como lo tome, pero seguro que será de buena manera. Aunque desde aquel momento ninguno ha dicho ni una palabra sobre lo que pasó entre Jake y Andrea.

    La noche pasó muy rápido, ya casi eran las nueve. Por eso mandé a la niña a dormir, me tomé un baso de agua y luego de que la pequeña se durmiera me puse mi ropa para dormir (un boxer negro).

    Esperé en el sofá sentado, viendo programas sin sentido para matar tiempo. Al rato de estar haciendo tonto, me levanté y me dirigía ver mi celular (que dejé en el desayunador), apenas eran las once y veinte minutos. Así que aún faltaba mucho tiempo para que mi castaña regresara.

    Pasé el resto de la noche pensando en que debería hacer, dejar a la rubia sería algo apresurado. Le pregunté el por qué de sus acciones y me dijo que él la había besado y le tengo que creer. Es mi novia, pero no quiero creerle, es como si deseara dejarla botada y quedarme por siempre al lado de Amaya, pero no puedo. Eso haría parecer que solo juego con las chicas y no es así.

    Ya casi iban a ser las doce de la noche y la muchacha, a quien estuve esperando, ya le debería de faltar poco para llegar. Puesto que saldría de su trabajo dentro de poco.

    Ahora que lo pienso, como yo trabajo en el diseño de páginas web ni me muevo de la casa, pero ella tiene que esforzarse mucho. Como quisiera ganar un poco más de dinero o decirle a ella... ¡Qué rayos estaba pensando no podía decirle eso!

    El sonido de una mano al golpear la puerta lo sacó de sus pensamientos, ya eran las doce y media. Amaya había llegado.

    Narra Amaya.

    Apenas llegué los ojos verdosos de mi amigo se llenaron de brillo, ilusión y de… a-amor… No eso no puede ser, tengo que haber visto otra cosa.

    Al entrar cerré la puerta, no tenía intenciones de salir de nuevo, y me dirigí al cuarto. Entré, me duche y me arropé con una blusa negra de tirantes algo holgada, un short negro corto y unas bragas negras de encaje. Y, como de costumbre, salí descalza.

    Caminé hasta el sofá donde hallé a David, quien veía televisión. Me acomodé a su lado, y posé mis ojos dorados en el aparato.

    Pasó un rato, como un cuarto de hora. Y ninguno decía nada, mirábamos en silencio la pantalla. El programa no era lo mejor de este mundo, así que rompí con el silencio sepulcral: “¿puedo poner otra cosa?”.

    —Claro —dijo el muchacho y me extendió el control remoto.

    Tomé mando del televisor y cambié de canal. Ya no veíamos el siete, sino que más bien el seis. Pero no estaban dando nada bueno, coloqué el canal cuatro y fue peor. Así que decidí poner el once, aunque el resultado fue el mismo. Ya harta tiré el mando en el sillón y me dispuse a levantarme, pero una mano me detuvo.

    —¿Vemos una película?

    —Creo que las hemos visto todas —señalé un gran aterro de cajas y discos.

    —Traje una nueva —sonrió y me enseñó una cajita.

    La cubierta de la caja era muy llamativa, muy sangrienta y lúgubre. Una niña aparecía en la cubierta, su piel era pálida y sus ojos rojos como la sangre. Su pelo negro y muy largo, se encontraba húmedo (se deducía con solo verlo) y su ropaje era un camisón blanco, algo rasgado y manchado con sangre, estaba parada descalza sobre un charco de sangre. Y a sus pies parecía yacer un hombre, piel blanca y cabellos cafés oscuros. Parecía ser la visión dentro de una habitación, porque atrás se veía una cama y una ventana. En la ventana se apreciaba la luna, pero de un color carmesí y no blanco.

    Sabía que era tarde, que mañana tenía clases, que si veía esa película no dormiría en toda la noche. Pero no me importó nada más que estar un rato con él, aunque se me hicieran ojeras o tuviera que faltar a clases.

    Sin pensarlo mucho le dije que sí, así que se dirigió al dvd y metió la película, luego tomó el mando del dvd y me lo entregó. Después se dirigió a la cocina, y comenzó a hacer palomitas de maíz (lo deducir por el sonido que hacían a explotar). Decidí irlo a ayudar, por eso me levanté y me dirigí a la cocina. Una vez en la cocina abrí la refrigeradora y me encontré un refresco, una coca cola de 1.5 litros. Tomé dos vasos y me los llevé junto con la botella, luego los dejé en la mesita de la sala y me devolví para ayudar a David con las palomitas.

    Caminé hasta la cocina y lo vi echar las rosetas en una taza transparente, luego les vertió un poco de caramelo encima. Hasta que se me hizo agua la boca, pero el pitido del microondas provocó que se me olvidara por un momento el tentativo caramelo y me viese obligada a abrir el electrodoméstico. Una vez afuera las rosetas las vacié en un tazón y noté que estas eran de mantequilla, no como las otras que eran de caramelo.

    Él llevó las palomitas de caramelo a la sala y yo la las de mantequilla, ambos colocamos los recipientes con granos de maíz en la mesita. Seguidamente, él se empezó a ir a la cocina. Supuse que algo más tenía para mí, por eso me tiré al sillón y esperé a que volviera. Y, para cuando regresó, colocó en el mueble un paquete de besitos de chocolate Hershey’s (misfavoritos).

    Él se sentó a mi lado, me pasó el brazo alrededor de la cintura. Me sonrojé mucho, y él sonrió ante tal reacción de mi parte.

    Agarró el control del DVD y encendió el aparato. Seguidamente, en la pantalla apareció la misma chica de la cajilla solo que con un chico a su lado. Tenía cabellos cafés oscuros, ojos grises y piel muy blanca. Ella tenía una sonrisa amable y un vestido negro (que la hacía ver más pálida), sus cabellos se veían ondulados y sus ojos se veían igual de rojos. Él vestía una túnica negra con una camisa blanca abajo, un pantalón negro y unos zapatos negros.

    Nos quedamos examinando la imagen un momento y a ambos nos pareció increíble la imagen. Pasados unos segundo David le dio “play”, la música sonó atemorizante y la pantalla se tornó negra. Y de un pronto a otro unas letras rojas aparecieron, parecían escritas con sangre. Las letras decían: “Yukiko, la vampiresa blanca”.

    La historia comenzó con una niña que vivía en un lugar frío y nevado. Desde muy pequeña se había acostumbrado a “alimentarse”. Pero ella no era un vampiresa ordinaria, para nada. Ella no envejecía como los demás, ya tenía casi cien años con ese estilo de vida y apenas aparentaba tener unos 12 años.

    Esa niña pasó unos doscientos años bebiendo sangre, tranquilamente, de los humanos. Hasta que, comenzó a ser perseguida por un grupo llamado VAHU.

    Ella nunca creyó que lo que hacía fuera malo, a pesar de su larga edad ella es muy inocente. Así que cayó en la trampa de un cazador, pero cuando se vio obligada a huir hirió sin querer al cazador. Y como no pudo dejarlo ahí tirado, se lo llevó con ella a su mansión.

    Cuando el cazador despertó, muy molesto, e intentó atacarla. Ella le rogó que no le hiciera daño, que no fue su intención lastimarlo, mas él sigue con el único objetivo de matarla.

    Ya eran como las una y media de la mañana, y ahora el cazador trataba de defender a la chica. Ambos luchando contra una gran cantidad de caza vampiros; David y yo ya casi acabábamos con las golosinas.

    Uno de los cazadores iba a herir a la chica, Yukiko, pero el cazador lo mató antes de que pudiera tan si quiera tocarla; la chica había sido herida y apenas podía esquivar los golpes. Ahora era una vampiresa lastimada y hambrienta, al final el muchacho quedó gravemente herido en el suelo. Agonizando, ella comenzó a sentir que algo raro le brotó de sus ojos. Estaba llorando, nunca había llorado. A él le quedaba poco tiempo de vida y ella no sobreviviría si no tomaba sangre.

    Estábamos súper concentrados en la película, en saber lo que haría la vampiresa. Pero no lo pudimos saber porque, ¡zass!, se nos fue la luz.

    Yo muerta del miedo, porque media película había sido de sustos, me abalancé a los brazos de David y me escondí en su pecho.

    —Tranquila, —me estrecho más contra su cuerpo— es solo una película.

    —Aja, cuando salga un caza vampiros y me cace no dirás lo mismo —susurré y me aferré más a su cuerpo, pero luego recordé que él andaba sin camisa y me apené.

    —Iré por nuestros celulares —anunció él.

    —Puedo… ir… contigo…

    No respondió, solo se puso de pie y me tomó la mano. Luego esperó a que me levantara y me guió mientras caminábamos rumbo al desayunador. Cuando llegamos a nuestro destino, proseguimos a intentar encontrar los celulares, pero no se aparecían. A pesar de que palpamos toda la superficie del desayunador.
     
    • Me gusta Me gusta x 2
  4.  
    Naru-Chan

    Naru-Chan Usuario popular

    Aries
    Miembro desde:
    11 Junio 2011
    Mensajes:
    653
    Pluma de
    Escritora
    Hola amiga, perdón por el retraso, es que tengo mucha lectura acumulada, y con la Uní, no me da casi tiempo de leerlas, pero en fin acá estoy n.n
    Bueno a ver, así que su amiga es una Hechicera, y encima apareció un vampiro,wow se esta poniendo muy interesante, tiene como una doble vida, ademas cuando era pequeña la abuela ya le dijo que tenia unos poderes y tenia que cuidarlos, y el vampiro pelirrojo también lo dijo...
    Y la peli, que miedo, no me gusta ver películas de terror sola, encima que se corte la luz, malisima u.u bueno pero ella lo tenia a David n.n
    Vamos a ver si algunas de las personas que rodean a Amaya tiene algo que ver también con todo esto...
    Sin mas que decir, me despido, avísame de la conti, un beso!!
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  5.  
    Amara Silberschatz

    Amara Silberschatz Usuario común

    Cáncer
    Miembro desde:
    26 Noviembre 2009
    Mensajes:
    234
    Pluma de
    Escritora
    Waaaa!! 10 mil disculpas para TuTi, lo siento!! ;_; es que ando super ocupada ;_; y además me explotan, casi no tengo inter T-T ni tiempo!!! Gomen, les dedicaré un capítulo a Ustedes, por seguirme leyendo y en especial a TuTi que pena!! Gumen T-T
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  6.  
    Amara Silberschatz

    Amara Silberschatz Usuario común

    Cáncer
    Miembro desde:
    26 Noviembre 2009
    Mensajes:
    234
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Amaya: Lluvia de mentiras
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    26
     
    Palabras:
    1361
    Buenas, odio meter algún ocmentario antes de escribir el fic o dejar el cap, pero debo hacerlo. Pues les traigo una noticia, no sé si les agrade a los que estan acostumbrados a leer conti bien seguido, pero ahora seguiré publicando acá igual que en fanfic.es pues ya emperejé el número de capítulos. ¡Besos!

    Dedicación: Para Ustedes, los cuatro fieles lectores, que aún contra todo pronóstico, me leen. Ustedes saben quiénes son, no sé si alguno quiere que escriba su nombre, pero estoy segura de que ustedes saben bien que es menos de lo que merecen, y es lo único que puedo darles. <3

    Capítulo 23

    A oscuras

    Buscamos los desgraciados celulares y como no dimos con su paradero no nos quedó más opción que esperar a ver si regresaba la luz. Era de madrugada, por eso no podíamos hacer mucho ruido y casi no hablábamos.

    —¿Ya lo encontraste? —consultó él.

    —No.

    Pasó un largo rato y, al fin, encontré mi celular. Le toqué una tecla y nos previó de luz. Así que con la diminuta iluminación de mi teléfono empezamos a caminar hacia la sala.

    Cuando llegamos nos echamos en el sillón y, como moría de miedo y frío, me abracé a mi compañero. Estuvimos así un largo rato que, por cierto, disfruté mucho y, como no llegaba la luz, ni nos molestamos en pensar en nada más que en abrazo que nos dábamos.

    —Amaya.

    —Dime.

    —¿Tienes frío?

    —Un poco, pero…

    No me dejó concluir, me besó. Yo no quise pensar en nada, sería solo por esta vez. Además, nadie se daría cuenta y solo era un beso, un delicioso beso.

    —Perdona —musitó rompiendo el roce de nuestros labios.

    —Tranquilo, por ahora está bien.

    —Quiero pedirte un favor.

    —Claro —respondí sin recapacitar.

    —¿Lo que sea?

    —Lo que sea.

    —¿Olvidarías al resto del mundo por esta noche?

    —David, yo…

    —Por favor, solo por esta vez.

    —Es… que…

    No sabía que decir, jamás me esperé que me pidiera algo como eso. Y, aunque, luego me odiaría por esto, ya comencé a considerar su petición.

    —Amaya, solo serán besos. Sí eso quieres, solo besos serán.

    —D-David…

    Miré sus ojos verdes claros, me lo decía de corazón. No mentía o tenía intenciones ocultas; solté un suspiro. Me aferré a su cuerpo semidesnudo y deposité un beso sobre sus labios. El cual él me correspondió, un beso tierno y cariñoso.

    —¿E-eso… es… un… sí? —preguntó el joven de ojos verdes con su voz algo entre cortada por el beso.

    —¿T-tú q-qué crees? —consulté con ironía y le regalé una sonrisa.

    Ni si quiera contestó, solamente me besó de forma apasionada. Tan lleno de pasión y deseo como si nunca más me volviera a ver. Duramos besándonos todo el tiempo que pudimos, bueno, hasta que el oxigeno nos comenzó a faltar y tuvimos que separarnos para tomar.

    Con la respiración muy agitada, traté de inhalar el aire lo más rápido posible, ya que pude sentir como su aliento entrecortado se acercaba a mi rostro y, solo venía a reclamar algo, mis labios. Como predije, me besó de nuevo, pero esta vez era un beso suave y lleno de amor.

    Estuvimos acariciándonos y besándonos una media hora o más, la verdad ni sé y poco me importa. Porque estoy disfrutando esto… sus labios, su lengua, su roce, su aroma, su cuerpo. Todo, absolutamente todo.

    —Amaya, —carraspeó— gracias.

    —¿Eh?, ¿por qué?

    —Por haber entrado en mi vida —dijo con voz ronca y, además, pude ver como sus ojos se tornaban algo oscuros, ya no había duda, se veía excitado.

    —D-David… —titubeé algo asustada y apenada.

    —Dime —seguía sonando excitado y su respiración seguía agitada por el último beso.

    —Creo que… deberíamos… detenernos… sino…

    —¿Recuerdas lo que te dije? —cuestionó sin pena alguna.

    —S-sí —tartamudeé.

    —Quiero que esta vez me respondas y con la verdad, porque quiero hacerlo contigo. Pero no podría si tú no quieres.

    Quedé congelada, no sé porque. Pero nunca se me había ni pasado por la mente algo así. Perder mi virginidad ahora y con él, es decir, lo amo y sé que él me ama. También sé que seré la primera en su vida, por qué dudo. No debería dudar, será qué tengo miedo. Sí, sí, eso puede ser. Porque he oído muchos rumores sobre eso, así que debe ser por eso. Aunque si le digo eso, quizás, se enoje o crea que soy una tonta.

    —Amaya, mírame —ordenó.

    Obedecí y le miré directamente a sus ocelos color verde musgo (por culpa de la excitación).

    —¿Quieres hacerlo conmigo? —indagó.

    —Yo… no lo sé…

    En ese momento tenía muchas dudas en mi cabeza. Y aunque estoy segura de muchas cosas, no estoy segura de si perder mi “virtud” aquí y ahora. Tengo miedo, debe ser normal, pero no me gusta ser miedosa o cobarde.

    Me aparté un poco de él, lo que provocó que me mirara extrañado. Paseé mis ojos por el suelo, como si hubiera oro y perlas regados. Apreté mis puños con fuerza, tenía que tomar una decisión y no podía darme el lujo de dudar.

    El labio inferior comenzó a temblarme ligeramente, así que supe que debía darme prisa y contestar antes de no poder razonar.

    Sentí como su cálido cuerpo se posó sobre el mío, David me había dado un abrazo. Luego rozó sus labios con los míos e introdujo su lengua en mi boca, después se separó de mí.

    —Lo siento, no fue mi intención —algo apenado y menos excitado, ya más conciente de lo que hacía.

    —No pidas perdón, de hecho… yo…

    —¿Tú, qué?

    —Yo sí quiero —susurré algo temerosa, pero segura de que esa era mi decisión final.

    Se me abalanzó encima y provocó que me cayera, quedando yo acostada en el sillón y él sobre mí.

    —Prometo ser cuidadoso.

    —Está bien, te creo… solo que…

    —¿Que qué?

    —Q-que… si… t-tenemos… bueno… pues… un… tú ya sabes… —dije extremadamente roja.

    —Condón, preservativo —explicó como si no fuera nada— ¿quieres que siga?

    —No, gracias —musité más roja que un tomate bien pintón.

    Él sonrió, corrijo. Se burló de yo, digo de mí.

    —¿Por qué?, si es muy normal.

    —Sí, lo es. Pero ¿no te da pena alguna hablar sobre eso con una chica?

    —¿Debería? —vociferó extrañado.

    —Sí; —susurré con algo de dificultad— por cierto, estás encima de mí.

    David me miró algo apenado, luego apoyó sus brazos en el sofá (uno a cada lado de mi cabeza) para no hacerme daño.

    —¿Así está bien? —preguntó algo preocupado.

    Yo solo le sonreí y asentí con la cabeza, luego sentí como se acercaba a mí, pero esta vez no venía a besarme los labios. Sino que rozó sus labios con mi cuello, lo que me hizo temblar. Me provoco una sensación tan extraña, como un escalofrío. Aunque no era eso, no sabía que era. Solo sabía que me hacía tiritar.

    PD: Al menos dejen un comentarios, chau.

    Att: Amira, la vampirezA.
     
    • Me gusta Me gusta x 2
  7.  
    Naru-Chan

    Naru-Chan Usuario popular

    Aries
    Miembro desde:
    11 Junio 2011
    Mensajes:
    653
    Pluma de
    Escritora
    Wow, wow, que paso acá >.< mira que David le propusiera eso ¬¬
    Oh vale si te soy sincera digamos que esperaba este capitulo n////n, lo se soné pervertida pero bueno esa es la verdad, ademas ellos dos se aman, aunque no estén juntos, así que no le veo nada de malo...solo hay que rogar que la peque nose despierte jeje
    Bueno y ojala que después de esto ellos estén juntos, seria triste que siguieran separados u.u
    Vamos a ver que sucederá en el próximo capitulo, si ellos siguen o por algo malo del destino >.< son interrumpidos jeje así que esperare la conti, no te olvides de avisarme si, un beso!
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  8.  
    CarlosCF

    CarlosCF Usuario común

    Miembro desde:
    18 Febrero 2011
    Mensajes:
    487
    Pluma de
    Escritor
    —Ami...
    —¿Qué?
    —¿Tienes frío?
    —Pues yo... —y ¡FUACATELA! le estampó los labios cual Bugs Bunny le demuestra su cariño a Lucas.

    Por el amor de todas las aguas Bálticas, pero si esta serie, digo, historia se pone cada vez más... cercana y comprometedora. ¡Te felicito!, está muy buena y entretenida (y desde el principio lo estuvo), espero que no la dejes, pero por favor, fíjale un final (final, eh) a tu primer tomo (al cual te pediría, que porrrr favor, no lo llames “1ra temporada”, jaja).

    ... ... ...Pero si fue David! ...alto, ¿quién era David? [​IMG], jajaja, ya ya, creo que era el vecino enamorado de La Otra.

    ... Después De Unos Cuantos Párrafos >>>
    ¡Muchachita!, ¿sabes que te podrían botar por eso?, aquí hay niños, y tú historia es como un televisor con la programación de los noventas a la 1 de la madrugada (jojo).

    ¿Al menos dejen un comentario?, Ami, si más usuarios supieran lo que acá cocinas, te aseguro que no te dejarían sólo uno, y dicho sea de paso, yo ya comenté aquí y estoy en una especie de libertad bajo palabra (que conste que tú me invitaste), así que quizá más tarde te llegue alguna notificación no muy plausible [​IMG] (la psicología inversa es tan divertida).
     
  9.  
    ren-chan

    ren-chan Entusiasta

    Géminis
    Miembro desde:
    16 Junio 2011
    Mensajes:
    179
    Pluma de
    Escritora
    hola amira-chan no me avisaste mala bueno me gusto demasiado este capitulo estuvo estupendo y muy romántico, narraste bien y no tienes falta de ortografia
    en verdad me gusto mucho el capitulo pero me hubieras avisado ya no importa
    esos si que se quieren mucho pero no deberia dudar amaya si quiere a david aunque yo estaria igual jajja
    bueno espero el proximo capitulo y espero que me avises si bueno cuídate amira-nesaan
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  10.  
    Amara Silberschatz

    Amara Silberschatz Usuario común

    Cáncer
    Miembro desde:
    26 Noviembre 2009
    Mensajes:
    234
    Pluma de
    Escritora
    Perdón, Dios, lo siento tanto. Sé que nadie me quiere oír diciendo que es por mis exámenes, mi modo. Prometo avisar mejor TuT Y carlos debo recordarte mi protagonista es una inmadura, con las hormonas a tope, cree que la vida es un asco y que sus problemas se resolverán teniendo al chicos de sus sueños. Una mala visión del mundo, aún así no puedo explicar el resto sería revelar historia :3 lo siento xP por ahora sé que parece telenovela y tiene vn propósito esto xD
     
    • Me gusta Me gusta x 2
  11.  
    Amara Silberschatz

    Amara Silberschatz Usuario común

    Cáncer
    Miembro desde:
    26 Noviembre 2009
    Mensajes:
    234
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Amaya: Lluvia de mentiras
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    26
     
    Palabras:
    1687
    Capítulo, por ahora nada nuevo :s

    Capítulo 24

    Por esta vez.

    Nos miramos fijamente uno al otro, no tenía ni la más mínima idea de cómo habían llegado las cosas a ser así. Y tampoco queríamos averiguarlo porque, por esta noche, íbamos a olvidar todo. A mi ex, a la rubia maniática, nuestros deberes, nuestros compromisos, nuestra razón y a la familia de ambos.

    Por una vez, solo por esta vez, seríamos felices. Aunque haríamos algo inapropiado, algo mal visto, algo… prohibido. Quizás, solo quizás, eso era lo que volvía todo esto más tentativo.

    La oscuridad, únicamente ella, sería la testigo de todos los actos que haremos, porque ya nadie más lo sabrá. Ni la pequeña, ni él o yo. Esto será olvidado, borrado del mundo y de nuestras historias. Pero, aunque no queramos, siempre seremos uno parte del otro y, en nuestras mentes, siempre vagará el recuerdo de lo que haremos.

    —Amaya, ¿estás segura? —musitó él, aún rozando sus labios en mi cuello.

    —Sí, no me arrepentiré de esto.

    —Pero no hay…

    —¿Qué?

    —C-condón.

    Lo miré algo decepcionada, quería hacerlo con él. Pero sin el preservativo no, porque podría significar una equivocación. Y no pensé nunca en traer hijos al mundo para pasar hambre, para darlo en adopción o para criarlos sin padre. No, eso no era lo que yo quería.

    Lo besé dulcemente en los labios; me acerqué a su oído y le susurré: “Entonces compramos uno y será otro día, ¿no?”.

    —Si tú estás dispuesta, pues, así será.

    Le sonreí y me aferré a él, no quería hacerle esto a esa “muñequita” rubia, pero no podía rechazar la oferta de él. Aunque quisiera, puesto que mis hormonas estaban al tope y no me dejan pensar bien.

    —Nunca fallas, ¿verdad? —preguntó el joven de cabellos claros.

    —No puedo errar, se supone que por eso mi padre y mi madre se encargaron de educarme estrictamente.

    —Equivocarse es de humanos —musitó y apegó suavemente sus labios con los míos.

    Correspondí su beso. Luego, muy agitada, separé mi boca de la suya y vociferé: “Lo sé, pero… para mi padre es de idiotas cometer errores”.

    —Entonces, esta noche seré un idiota —explicó él.

    Lo miré intrigada, por qué iba a ser un idiota. No había lógica para lo que dijo.

    —Haremos el amor, y será hoy.

    —No hay…

    —No importa.

    —N-no… p-podemos… —traté de decir, pero me calló con un beso.

    Nuestro labios iban al mismo ritmo, lento y delicado, asimilando un vals. Nos mantuvimos así por un rato, hasta que nuestros pulmones demandaron aire.

    —Déjate llevar —susurró él con la respiración entrecortada.

    —Y si algo pasa.

    —Nada pasará.

    —Pero… y ¿si pasara?

    —Nos haríamos cargo, o ¿no amarías al niño?

    —Sabes que no es eso. Lo amaría, pero no podríamos con tantos gastos y, además, tú tienes novia.

    —¿Qué es más importante una novia o un hijo?

    —Un hijo —dije sin pensarlo dos veces.

    Nos quedamos viendo fijamente, no quise apartar mis ojos de él. Mejor dicho, no pude separar mis orbes dorados de los suyos verdes.

    —Amaya, ¿entonces?

    —No sé, no quiero que algo así pase. Por favor, hagámoslo mañana.

    —Está bien —indicó con voz triste y algo resignada.

    Lo miré con cierto toque de inocencia, pero también con una pizca de tristeza en mis ojos, los que pedían perdón. Y, como respuesta, él desvió su mirada. Le sujete el rostro con ambas manos y guié sus ocelos hasta los míos.

    —Detesto esa mirada —bufó muy molesto.

    —Solo esta tengo… —susurré algo dolida.

    —Porque me hace hacer lo que tú quieras —concluyó y me besó de manera tierna, lógicamente, le correspondí la muestra de afecto.

    En este momento sentí ganas de olvidar todo y, solo por esta vez, hacer lo que quería, lo que deseaba, lo que anhelaba.

    Le besé el cuello y me quedé ahí olfateando su aroma. Sea cual sea su perfume me traía loca, sentí como sus brazos me aferraban a su cuerpo, tan tibio y cálido, tan lleno de amor.

    Su fragancia comenzaba a volverme loca, pero no quería ni debía caer en sus provocaciones o sería mi fin. No digo que todo fuera a salir mal; por el contrario, sería algo lindo e inolvidable, mas no desearía nunca que eso pudiera atarnos a algo que ambos pudimos haber evitado.

    —Amaya, por favor.

    —No, será luego.

    —Hoy.

    —Que será cuando decidas, no quiero meterme entre tú y tu novia.

    Él me miró con cierto enojo, no sé si por el comentario o porque no iba a caer en sus tentaciones.

    Lo admito, por esta vez, quise olvidarme de toda y hacer lo que yo deseara, lo que considerara lo mejor. Y no lo que la gente dictara como “bueno” para mí, anhelé romper las reglas y dejarme llevar por mis sentimientos. Pero, lamentablemente, la cordura regresó a mi cuerpo y no pude.

    David empezó a levantarse, dejándome sola en el sillón. Con solo verlo irse se me encogió el corazón, por lo que le agarré su mano para detenerlo.

    —¿Qué? —respondió algo cortante.

    —Perdóname, es solo que no quiero atarte a mí.

    —Amaya… —susurró y se volteó a mirarme— quisiera que, por una sola vez, dejaras al lado todo e hicieras lo que en verdad quieres.

    —Ponte en mi lugar, tienes novia.

    —Si tú me pidieras lo que te he pedido, lo haría sin dudarlo.

    Me quedé asombrada, no cabía en mi corazón tanta alegría. Jamás, nunca de los jamases, pensé si quiera en oír eso.

    Mi corazón quería salirse de mi pecho, los ojos me enchilaban y se me humedecían. Me senté en el sofá y luego me le abalancé encima para abrazarlo, en ese instante el tiempo pareció detenerse (lo que no me importó). Me aferré a él como si no quisiera perderlo, sentí como sus brazos me acurrucaban de manera sobre protectora. Después percibí como sus músculos se tensaban y me apegaba más a él.

    Estuvimos así durante un largo rato, sin mediar palabra alguna, con la música que entonaban nuestros corazones al latir tan rápido por nuestra cercanía y el canto de nuestras respiraciones; me tenía apegada a su pecho (algo musculoso, nada exagerado), en ese instante recordé que él se encontraba solo en boxer y de inmediato me ruboricé. Y, como por inercia, me separé de él.

    —¿Qué pasa? —preguntó con tono preocupado.

    —N-nada… —contesté ruborizada.

    Se acercó a mí y me aferró a su cuerpo. No pude evitarlo o renegarle, porque me gustaba esto, pero… sabía bien, muy bien, que esto estaba mal.

    Me separé de él y me dirigí al cuarto. Cuando intentó detenerme, tomándome por la muñeca, moví mi mano y me solté de su agarre.

    —Amaya —susurró y me miró serio.

    —Lo siento, pero… no me gustaría que me hicieran algo como lo que le haré a ella.

    —Sigues… siendo… una niña… —vociferó y me despeino mi melena castaña.

    Solté un gruñido e intenté morderle la mano, pero él logró apartarla a tiempo.

    —A veces pienso que eres mitad lobo —pronunció el muchacho de cabellos claros.

    —Ni sabes bien… —susurré— quien soy… —lo último lo dije con una voz apenas audible.

    —¿Por qué dices eso?

    —Por nada; espero que dejes tus intentos de conquistarme…

    —¿Por qué?, porque puede que me resulten.

    —Humm… tal vez, pero… tenlo claro… no quiero meterme entre tú y tu novia, niño caprichoso.

    —Mira quien habla, la que anda besuqueándose con el emo y luego cae ante mis tentaciones.

    Alcé una ceja y le miré intrigada.

    —Ca-pri-cho-sa —expresó él.

    Esto era la guerra, ¿cómo podía llamarme así?, si yo solo era un deseo de una noche para él. Me las iba a pagar y bien caro, después de todo… sé que está enamoradito de esa víbora, que digo… ¡pobre animalito!, esa peli-teñida ni se compara con ese pobre animalito. Es una ofensa llamar así a esa serpiente.

    Lo abracé y apegué mi cuerpo lo más que pude a él, su cuerpo era tibio y cálido al tacto. Pero no caería en su trampa, no sería tan tonta. Aunque su aroma me envuelve y me vuelve loca, ¡que rayos digo!; sentí como me acarició la coronilla (un rocé delicado y cariñoso). Entonces acerqué mis labios a los suyos, tanto que podía sentir su aliento y él el mío, pero no lo besé. Simplemente rocé mis labios con los suyos y, cuando él intentó besarme, me aparté de él dejándolo sólo.

    —¿Por qué hiciste eso? —habló David, pero yo ni atención le presté.

    —Las niñas caprichosas somos así —dije y resalté la palabra “caprichosas”.

    Ya era tarde así que nos fuimos a dormir, él a sofá y yo a la cama junto con la niña.
     
  12.  
    Amara Silberschatz

    Amara Silberschatz Usuario común

    Cáncer
    Miembro desde:
    26 Noviembre 2009
    Mensajes:
    234
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Amaya: Lluvia de mentiras
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    26
     
    Palabras:
    1965
    Capítulo 25

    Descanso.

    Ya había amanecido, son como las doce y cinco, más o menos medio día. Como suponen, no fui a clases. Si hubiera ido, tuviese que estar hace dos o tres horas en el instituto, pero yo no iba a sacrificar mis valiosas horas de sueño por ir a recibir clases así que falté.

    Solo yo he despertado, la niña aún duerme y David también. Parece ser que ambos están cansados, así que decidí prepararles “desayuno”, mejor dicho el almuerzo.

    Comencé a cocinar una carne de pollo arreglada con olores, porque haría una fajitas del susodicho animal. Las dejé en el fuego un buen rato, (hasta que estuviesen cocidas, pero no secas), y luego las serví en un plato. Después, empecé a preparar una mezcla para hacer empanadas y luego forme las empanaditas y rellené algunas de queso con azúcar, otras de jalea y algunas de frijoles machucados. Las metí en el horno y me eché en el desayunador a esperar que estuviesen listas.

    Me quedé ceñida en el horno un gran rato, pero luego me aburrí y decidí mirar hacia atrás, dándome la gran sorpresa de que David se encontraba despierto y se encontraba mirándome. Me dio tanta pena que tuve que voltear la cara y fingir que el horno era la cosa más interesante de este mundo.

    Clavé mis orbes en las empanadas, que se encontraban dentro el aparato, y ya casi se veían doradas. Así que me dirigí al horno y tomé un trapo, luego abrí la puerta del electrodoméstico y, con la mano en la que tenía el paño, tomé la bandeja en la que las puse a cocinar y la dejé en la pila.

    Cogí un plato bien grande y vertí las “chunchillas” en el. Seguidamente, di media vuelta y me dispuse a taparlas con un paño para que no perdieran el calor.

    Me lavé bien las manos y me dirigí a mi cuarto, sin siquiera mirar a David, porque tenía que bañarme y ponerme otra ropa. Él ciñó su mirada sobre mí, pero me hice la loca (literalmente), lo ignoré, y proseguí con mi camino.

    Luego de un rato, en el cual me bañé y vestí, salí de mi cuarto. Después de mí, salió la pequeña Suzu con un camisón blanco con dorado y una licra negra por abajo, unos zapatos de muñeca negros con dorado le hacían juego al traje y, como olvidar, que llevaba su cabello suelto.

    —Te ves bien —susurró como para que no lo pudiera oír.

    Narra David.

    No sabía como le iba a hacer, tengo novia. Pero… pero… cuando veo a Amaya así, se me alteran las hormonas. ¡Rayos!, la próxima vez que quiera compartir un cuarto será con algún familiar.

    Me quedé embobado, esos jeans azules tan pegados a su cuerpo le lucían bellísimos y ni para que mencionar que su blusa color negro (una de esas que se amaran por el cuello) le quedaba a la perfección. No sólo eso, unos zapatos de muñeca negros que le hacían juego. Su cabello castaño se lo ató en un moño desalineado, que le daba un toque rebelde a su estilo. El maquillaje era apenas visible, una ligera pizca de color negro sobre su parpado y el delineador del mismo color, y casi olvido el encrespador negro.

    —Ejem… —carraspeé la garganta— ¿Para dónde vas?

    —Iremos a dar una vuelta por la cuidad —respondí y la niña aún yacían en silencio a mi lado.

    —¿Con qué dinero? —consultó él.

    —Aún no me pagan, pero… sólo iremos a ver…

    —Las acompaño —susurró—. No fue en forma de pregunta, sino que más bien de mandato.

    La chiquita y yo nos dirigimos a la puerta y él, en un dos por tres, se bañó y se alistó; pasado un rato llegó a nuestro lado y nos abrió la puerta. Bajamos las escaleras, luego salimos del edificio, mas no sin antes saludar al viejecito dueño de los apartamentos.

    Afuera el clima era frío, en el cielo se dejaban ver las nubes grisáceas. Apenas dimos un paso fuera del edificio el frío se nos coló hasta los huesos, provocándonos un escalofrío.

    El día se nos pasó rápido, anduvimos por toda la cuidad. Vimos algunas tiendas, compramos algunas cosas y nos olvidamos un rato de los problemas. Aunque no de todos, en mi mente aún seguía la imagen de su cara (la de Amaya) inocente y sonrojada luego de mis besos. Pero ella nunca haría algo como acostarse conmigo, ni aunque se lo rogase. Ella era una chica muy lista y conciente de sus actos. Eso es lo que amo de ella, ¡que diablos!, ¡no debo decir algo así, pero ni en mis pensamientos!; ya casi atardecía.

    El cielo se tiñó de colores carmesíes, el frío se intensificó. Las luces de los edificios comenzaron a encenderse, los autos empezaron a disminuir y la tranquilidad y el silencio dieron inicio a su reinado, acabando con el bullicio e intranquilidad que hubo todo el día. Las estrellas ya querían salir, y pronto lo harían… porque el sol y su luz ya perecían, apenas unas leves tonalidades rojizas se vislumbraban en el cielo. Luego de unos segundos, la noche negra-azulada se apoderó del cielo y las estrellas, lucecitas tirantes, adornaron su oscuro manto. La luna, espejo de cristal, iluminó la noche hasta que los cúmulos de niebla se apoderaron de su brillo.

    Entre tanto ajetreo del día de hoy ya nos encontrábamos cansados, la niña apenas podía caminar. Porque tenía mucho sueño y Amaya se también veía muy cansada, pero yo me encontraba bien.

    Al rato ya habíamos llegado al edificio, saludamos al anciano y nos dirigimos a nuestro apartamento. Una vez ahí acostamos a la niña, luego Amaya se duchó y se vistió con un short negro, una blusa negra y unas bragas negras (podía saberlo con solo mirar su trasero) y, como siempre, olvidó ponerse un sostén, en momentos como este agradezco a dios no ser un pervertido, sino… me hubiera dado gusto examinándola con la mirada, aunque si la miró un poco de vez en cuando, pero cada cierto tiempo despego mis ojos de ella.

    —Ya puedes usar el baño —informó la castaña mientras se secaba un poco el cabello con un paño blanco.

    Sin mediar palabra alguna, puesto que ella no andaba muy contenta conmigo, me dirigí al cuarto y luego a la ducha. Me di un refrescante baño y me sequé con un el pedazo de tela color blanco y luego me lo amarré a la parte inferior de mi cuerpo, para cubrirme. Me dirigí al closet y busqué algo ropa interior, en realidad un boxer negro únicamente. Me lo puse y salí del cuarto sólo con eso puesto.

    —Amaya —llamé a la chica.

    —¿Qué?

    —Iré a visitar a alguien, regreso dentro de un rato.

    —Bueno, y pasado mañana no podré cuidar a la niña.

    —Está bien, yo lo hago —me metí por unos momentos al cuarto y me terminé de vestir.

    —Gracias, es que tengo que atender durante un evento.

    —¿Evento? —balbuceé entre dientes, ya me encontraba afuera.

    —Sí, sí. Pero… —me sonrió— tranquilo.

    Continué camino ala puerta. Tenía que ir a visitar a una persona muy importante, con la que he querido hablar desde hace ya un tiempo. No es que ella sea muy importante; por el contrario, pero lo asuntos que tengo que atender son de vital importancia.

    —Bueno, ya no te atraso más —musitó ella.

    Sin despedirme, di media vuelta y me fui. No quería ver sus ojos, no de nuevo, cada vez que lo veía desde aquel día… ¡No podía ni imaginarme el peligro que corre!, eso me sofoca y me harta el no poderla defender. El ser un inútil, comparado con ella y con los que la persiguen, pero bien dicen que si algo tengo es orgullo y no puedo permitir que ella se entere de lo fuerte que es, seguro querrá alejarse de mí para protegerme. Porque ella es así, y eso me encanta, aunque me preocupa que sepa que lo que yo soy. No soportará el hecho de ver la clase de bestia que soy, menos si se entera por qué su abuela murió.

    Sin siquiera darme cuenta ya estaba apunto de llegar a la casa de… bueno, de esa persona, no me gusta ahora ni pronunciar su nombre. Sólo es una arpía, sólo eso… y, lo peor, yo le creí sus cuentos baratos.

    Me quedé en pie delante de la puerta, alcé un poco mi mano y me dispuse a golpear la puerta. Pero en ese mero instante sentí un fuerte deseo de regresar a donde Amaya; ¿¡Por qué!? ¿Acaso ella corría peligro?

    Narra Amaya.

    Después de que se fue, me eché en el sillón y no me he movido. Pensando bien, este mueble tiene su aroma impregnado. Un aroma ligero y persistente que te envuelve, te emboba y te deja olvidar la… la… razón, aunque sea por unos momentos.

    La niña sigue dormida en la cama, yo echada aquí como si mi mundo estuviera destrozado, pero… ¡que rayos! ¡Yo no me deprimo por cosas así!, debe ser mi imaginación. Él no puede haberme provocado esto, o es que… ¿sin él no soy nada?, no, no y no. Las cosas no son así.

    Tratando de despejar mi mente empecé a pensar en mis poderes, en todo lo que sé que nadie más sabe y en todos los secretos que escondo, con eso sólo logré quedarme peor. Ahora me sentía un fenómeno, una rareza y una mocosa llorona y depresiva. ¿Acaso las cosas podían empeorar?; ¡¡No!!

    Pesadamente me dirigí a la cocina, busqué un poco de cereal y lo serví en una tasa sopera (para evitar regueros). Metí la caja al refrigerador y saqué un cantón de leche y lo vertí sobre el cereal. Luego miré detenidamente la leche empapar las hojuelas, proseguí a buscar una cuchara y colocarla en el tazón.

    Caminé hasta el sillón, me eché en el (sin ninguna intención de volverme a levantar). Pero olvidé el agua, así que me tuve que devolver a la cocina y llenar un vaso con el susodicho líquido, para luego regresar a la salita y sentarme en el sofá.

    Dirigí mis ojos al televisor, que se encontraba encendido, y miré un rato las caricaturas del canal Fox. Este canal era bastante entretenido, daban los Simpson. Un programa muy gracioso, a mi parecer. Aunque la mitad del tiempo Homero trata de estrangular a Bart, es muy divertido.

    Me quedé ceñida, un gran rato, en el aparato. Para mi suerte era un maratón de: “No molestar”. Entonces estuvo muy entretenida toda noche, pero como bien dicen que “todo lo bueno acaba” la maratónica concluyó.

    No sé bien qué pasó, pero luego de un rato… todo se volvió silencioso, tranquilo y solitario… mis parpados se cerraron y todo se volvió oscuro.
     
  13.  
    Amara Silberschatz

    Amara Silberschatz Usuario común

    Cáncer
    Miembro desde:
    26 Noviembre 2009
    Mensajes:
    234
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Amaya: Lluvia de mentiras
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    26
     
    Palabras:
    2111
    Capítulo 26

    Lo bueno, lo malo y lo feo.

    ¡Al fin!, me sentía tan aliviado… tan feliz, tan lleno de vida. No soportaba las ganas de ir donde Amaya y gritarle a los cuatro vientos que fuera mi novia, pero no a escondidas. No, no, sino con todas las de la ley.

    Me había deshecho de la víbora de Andrea, hasta que comprendo porque Ella la odia tanto. Sólo juega con los demás, y lo peor fue que la encontré en una escena deplorable.

    En ese instante sólo algo pasaba por mi mente, una y otra vez. Quería llegar a casa y pedirle a Ella perdón, pues tenía todo el derecho de pensar mal. Después de todo, si hacía esto por Ella que le aseguraba que no lo haría por otra.

    Medité un momento, no podía llegar y pedirle así como así que fuera mi novia, pero eran ya como las doce media noche. No hay ningún lugar abierto a estas horas, así que la gran incógnita es… ¡¿Dónde rayos conseguiría un condón?!

    No es que sea un maniaco del sexo, nada de eso. Sólo que ya no soporta un día más sin ella, sin poder besarla, acariciarla, sin poder ser más que un amigo. Lo único que quiero es estar siempre con ella, poder hacerlo con ella cuentas veces quiera. Y, sobre todo, tener un gran futuro junto ella. Pero para eso necesito que nunca sepa nada de sus poderes, de su pasado y de su historia, porque si en mi familia se enteran lo que podría pasar es una matanza, y no quiero eso.

    Amaya no lo sabe, no sabe que soy. Aunque está muy conciente de que somos muy diferentes, demasiado, mas eso no importa. Lo que no quiero es que se entere de que su poder es enorme, tan enorme que es codiciado hasta por los más fuertes y nobles vampiros pura sangre, por los prismas (seres que son dotados de poderes sobre humanos), por los hombres lobos y los demonios en forma humana. Y no sólo por ellos, también por los híbridos (seres nacidos de la mezcla de razas) y los cazadores (seres dotados de poderes para neutralizar a las demás razas).

    En verdad mi castaña es una chica muy especial, única en su especie. Porque la última que mostró rastros de poderes fue masacrada, hace no mucho tiempo, y esa mujer era su abuela. Lo increíble es que, a pesar de todo, dio una buena pelea.

    Apresuré mi paso para ver si iba a la casa de un amigo, le pediría algo que sabía bien que él siempre tenía. Así que no había oportunidad de que algo saliera mal, me dirigí hasta la casa de mi amigo y cuando llegué toqué la puerta.

    —¿Quién putas jode a estás horas? —habló, tan malhumorado como siempre, mi amigo desde el otro lado de la puerta.

    —Yo —respondí para hacerlo poner más furioso.

    —¿Quién putas es ¡yo!? —gritó.

    —Soy yo, David, ¡hombre! Así que ábrame rápido.

    Al abrirse la puerta, del otro lado, pude vislumbrar a mi amigo todo maltrecho y medio dormido. Llevaba puesta solamente una bermuda negra, su cabello rubio se encontraba hecho un desastre y su cara adornada por una mueca que espantaría a cualquiera.

    —¿Qué mierda vienes a buscar a estas horas a mi casa? —dijo hastiado, reconozco sólo habla así de feo cuando lo vienes a desvelar a media noche.

    —Algo muy importante para mí.

    —¿Qué?

    —Pues necesito un…

    Narro yo.

    En otro lado una castaña dormía placidamente en un sillón; sus cabellos le caía en la cara y algunos hasta tocaban el suelo. Su respiración era lenta y débil, los latidos de su corazón eran apacibles. Sus ropajes estaban algo desacomodados, pero ella seguía viéndose sumisa e inofensiva.

    La noche negra-morada, ya que era bien tarde, dificultaba el poder vislumbrar y distinguir de objetos. Pero entre las sombras se veían unos ojos de color rojo brillante, tan tojos como la sangre, ceñirse en la chica de cabellos cafés. La silueta de un hombre asechaba a la joven desde la oscuridad, aparte de sus ojos, lo único que resaltaba eran sus finos y filosos colmillos.

    —Parece ser que por fin han dejado sola a la “princesa” —musitó una voz, ronca y tosca, sedienta de sangre que al perecer provenía del sujeto que escondía su presencia en la oscuridad de la noche.

    Él se acercó unos cuantos centímetros, lo suficiente como para que la luz dejase ver el color de su cabello. Un cabello rojizo, dio un paso más y ahora se podía vislumbrar su cara. Sus ojos rojos, su piel pálida y su sonrisa arrogante.

    La joven, inconcientemente, sintió el peligro. He intentó huir, al menos de las pesadillas que el sujeto le provocó con su aparición…

    Narra Amaya.

    Un lugar lleno de árboles frondosos y llenos de vida, flores de mil colores. Un lago cristalino, muchas mariposas revoloteando por doquier y algunas avecillas trinando de árbol en árbol. El calor y la luz de sol abundaban en el lugar; parecía ser uno de esos cuentos de hadas. En esos donde la princesa de un cuento vive: un lugar hermoso y fantástico, lleno de cosas de ensueño.

    De repente miré mis manos, tan blancas comos siempre. No quise seguir pensando mucho en eso, en el sueño de la vez pasada. Quise disfrutar el ambiente en que me encontraba, del clima y de las cosas bellas que me rodeaban.

    Me acerqué al lago, y decidí mirar mi reflejo en el. Lo que vi me sorprendió mucho, levaba un vestido blanco de seda (muy caro) y unos zapatos blancos y delicados. Mi cabello de dejaba ver más largo y completamente lacio, mis pechos más grandes y mi vientre… un poco… abultado… apenas perceptible y poco notorio.

    Introduje unos de mis pies en el lago. Pero, para mi sorpresa, no se hundió sino que se quedó sobre el agua. Comencé a danzar, una danza ágil y delicada, que dejaría sorprendido al cualquiera que la mirara.

    Todo iba tan bien, hasta que… todo se volvió inhóspito y muerto, el cielo soleado se veía gris. Los pajarillos estaban en el suelo muertos, las mariposas ahora eran negras y los árboles estaban secos y sin hojas que los cubrieran. Lo que antes era verde y vivo, ahora lucía seco y muerto.

    Soplaba un viento frío, que se adentraba en tu cuerpo. Hasta llegar a tu alma y a tus huesos; el lago ahora parecía estar hecho de hielo. En menos de lo que me di cuenta todo estaba congelado, lleno de nieve.

    Traté de calentarme, abrazándome a mi misma, pero no dio resultado. Los vientos gélidos me dieron de lleno y los copos de nieve, que iban entre ellos, rasgaron mi cuerpo.

    Chillé, por culpa del dolor que invadió mi cuerpo. Parecía ser inofensivos copos, pero me hirieron y destrozaron mi vestido. Ahora la sangre resbalaba de algunas de mis heridas.

    Corrí, intentando irme lejos. Aunque recién salí del lago congelado, comenzó a quebrajarse el hielo y los pájaros muertos revivieron, pero tomando unas formas tan horribles que daban miedo. Eran como bestias enormes, cuya forma asimilaba un humano, pero con unas alas negras rasgadas y llenas de sangre, todos cubiertos por capas. Solo se distinguía su piel pálida y las enormes armas que cada uno cargaba. Eran como unos veinte o treinta tipos, algunos con oses y otros con espadas.

    Quise retroceder, pero una niña pequeña me tenía acorralada. La niña era muy blanca, tan blanca como la nieve y muy delgada. Sus ojos eran color gris, casi blanco y sus cabellos eran castaños, demasiado claros y largos. La niña podía tener unos catorce o quince años; me dirigió una mirada fría y penetrante, luego sonrió de manera atemorizante.

    Retrocedí dos pasos y me di cuenta que atrás se encontraban los sujetos de antes, no había escapatoria. Moriría, no me quedaba nada por hacer. Sólo resignarme.

    Tuve miedo, un miedo inmenso. A tal punto que comencé a temblar cual hoja al viento, intenté tranquilizarme y no podía, ya era presa del pánico.

    Ahora había llegado el momento, todos se acercaban a mí con la única intención de matarme. Los monstruos de aspecto demoníaco se tiraron a mí y cuando estaban a punto de tocarme…

    Narra David.

    El rubio de ojos dorados se negaba a creer lo que había oído, me miraba con una cara que jamás había visto (al menos no en él).

    —¿Estás de broma? —dijo molesto, pero ya más relajado.

    —No.

    —Has venido a estas horas solo para buscar eso, en qué cabeza cabe ¿ah?

    —En la mía y, vamos, no me digas que nunca te ha pasado.

    —Para ser sincero, no.

    —Joder, no eres normal.

    —Que tratas de explicarme…

    —¿Yo?, —pregunté incrédulo— pues nada, sólo te pido un favor.

    —Vienes a decirme que no puedes aguantar un día más sin hacerlo con Amaya, reconozco que no está mal. Pero cambiar a tu voluptuosa novia por ella, y además que me confieses todo lo otro.

    —Dime, ¿vas a dar o no el condón?

    —Aquí está, llévatelo —me extendió un paquete pequeño, luego hizo una mueca de enojo.

    —Mil gracias.

    —Cuando te conviene.

    —Pues sí; ahora sí me voy.

    —Hasta que al fin, no ves que no me agrada oír tanta palabrería.

    Quise acabar con el ambiente de charla, ni yo era lo que parezco y él tampoco; quizás no era el momento, pero quería saber algo.

    Cambié mi mirada a una seria y le pregunté: “¿Has sentido alguna presencia rara?”.

    —Sí —contestó y yo fruncí el seño.

    —¿Quién?

    —Un vampiro, al perecer otro pura sangre.

    —¿Algo más?

    —Una hechicera, pero parece ser su amiga y otras dos criaturas que no sé bien que son.

    —¿Híbridos?

    —No, algo raro, cuya aura es muy extraña.

    —Ángeles, puesto que la pequeña es uno y siempre que un ángel anda…

    —Hay otro que sigue sus pasos —completó él la frase.

    No tenía nada más que hacer, por lo que me fui de ahí.

    Narro yo.

    Mientras la castaña dormía, la extraña sombra de cabellos y ojos color sangre se acercó a ella, peligrosamente, con la única intención de matarla. Y así iba a ser, ella iba a morir ahí.

    Cada minuto él se aproximó más a ella, a tal punto que ya se encontraba a pocos centímetros. Tan cerca como para sentir el aroma de de su sangre bajo sus venas y la fuerza de su alma, pero ni eso lo hizo retroceder.

    Lentamente acercó sus colmillos a su cuello, ya iba a morderla. Y, he de decir, que no sólo sería una mordida. No, nada de eso. Acabaría hasta con la última gota de su sangre, y su alma se la comería algún demonio. Claro, que estuviera bajo sus servicios, sino sería un terrible error.

    Comenzó a encajar sus colmillos en su piel, pero justamente cuando iba a romper su piel un fuerte resplandor lo golpeo y lo mandó a volar lejos…

    -----------------

    Tres capítulos de esta cosa, que me han costado un OJO de mi cara. He estado tan atareada para poder eximirme en ciencias, en lo demás haber si paso :s y escojer una especialidad, la vida es dura TuT
     
  14.  
    TuTi

    TuTi Usuario común

    Tauro
    Miembro desde:
    13 Abril 2011
    Mensajes:
    277
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    1 HOlaaaa jajajajaja bien por ti xD ame los 3 caps... aunque ame la parte donde de dice caprichosa xD fue tan tonto jajajajaaja a sii y la parte del emo xD
    2 Sii la vida es dura...pero si estas en examnes ii mas de ciensas as como io namas observo pero no actuo xD paralise mi fic x completo asta q termine de recoger notas ii los examne finales jajajajaja
    3ME DA LA CHIRIPIORKA !!! ahora sii se puso bueno :o David tanbn es una kosa rara xD jajajaja mazz biennn

    No te aputro con la conti tomamete tuu time ;)
     
    • Me gusta Me gusta x 1
Estado del tema:
No se permiten más respuestas.

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso