Romántico ¿Sabes?

Tema en 'Relatos' iniciado por Neru, 21 Abril 2024.

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    Neru

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    Escritor
    Título:
    ¿Sabes?
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1129
    Nota del autor: Este escrito es un poco personal. Suelo escribir cosas relacionándolas con mis experiencias, y aunque esto nació de un problema que tuve con un amigo (normal, no especial jajaja), el giro que dio fue bastante curioso; no, no iba a ser para nada un escrito romántico, pero en eso se terminó convirtiendo a medida que escribía. Sin más que decir, por favor, disfrútenlo.
    Disclaimer: El escrito trata sobre una pareja homosexual.




    ¿Sabes?

    Cada vez que lo pienso, creo que las cosas van a cambiar. Si te vas, sé que mi camino tomará un rumbo distinto y sumamente peligroso; uno que quizá nunca querré seguir o elegir sin ti. Sin embargo, siempre ignoras mis palabras, siempre estás a mi lado, a pesar de que te hiera, que mis palabras claven en tu pecho como estacas... Sabes que yo no podría vivir sin ti. Es por ello que hoy estoy aquí.


    — ¡Cállate! —Grité mientras alzaba la mano, pero era imposible para mí pegarte.
    — ¡Estás mal, Noah!, ¡deja de hacerte fuerte! —Lágrimas corrían por mis mejillas, mientras que tus palabras cálidas intentaban reponerme y darle lógica a mi razón; intentabas ayudarme—. Entiéndelo… No quiero que te hagas daño.



    A pesar de todas las cosas que te dije, sigues aquí. Aún soportas mis errores, y me vuelvo pequeño cuando me ignoras por hacer lo mejor; no quieres pelear más ni escuchar mis palabras hirientes, pero las soportas por el amor que me tienes. Eres la persona que más me tiene paciencia, y yo sigo sin reconocerlo con mis propias palabras: “tienes razón, quiero hacerme el fuerte por los dos”.

    Intento ser la persona que quieres que sea, pero no me sale, ¿sabes? A veces quisiera retroceder el tiempo y librarte de conocerme; no haberme entrometido en tu vida, pues, aunque digas que no fue así, realmente lo hice. Imaginaste una vida ideal conmigo, mis palabras te sedujeron y te llevaron a la ruina que eres hoy a mi lado, a pesar de que contemos con el dinero suficiente para mantenernos a nosotros y a nuestros pequeños.


    — ¡Entonces vete! —Grité una vez más, mi cabeza estaba ardiendo y mis pupilas cada vez estaban más dilatadas—. ¡No me veas así!, ¡soy lo peor que te pudo haber pasado!
    — ¡No! —Me gritaste de nuevo, y tus ojos comenzaban a dilatarse; había logrado todo lo contrario a lo que quería: estabas llorando—. Eres el amor de mi vida… Y, aunque no seamos la pareja más perfecta del mundo, sé que puedo contar contigo para todo.



    Pero nuestras peleas no eran lo único; la relación que poseíamos tanto en la cama como en público era extremadamente diferente. Inclusive, hoy estás sonriendo como si nada de lo que pasó ayer hubiese ocurrido; acaricias mi cabeza como si fuera un niño pequeño, y me agrada. Estás cargando en brazos a la pequeña Alice, mientras yo concentro mi mirada en los ojos de su gemelo, Dimitry.
    Somos felices… o eso es lo que parece.


    — ¿Entiendes que no puedo vivir sin ti? —Preguntaste. Aquella interrogativa me dejó en el aire; los bebés comenzaron a llorar e interrumpieron inmediatamente mi pensamiento—. Somos una familia, Noah.


    “Y las familias superan todo juntos, si no, no serían familia”, cito tus palabras cada vez que recuerdo aquella escena. Sonrío como idiota y simplemente cierro mis ojos, mientras lágrimas comienzan a resbalar por mis mejillas al darme cuenta que soy el peor esposo que puede existir. “Estás enamorado de un imbécil, Alan”, pienso una vez más y tú me regañas con la mirada, porque siempre sabes lo que pasa por mi mente.

    Porque me conoces más de lo que me conozco a mí mismo.

    .
    .
    .



    Por fin llega diciembre, el mes que estábamos esperando ansiosamente para poder visitar a nuestros parientes lejanos. Sin embargo, me dices que no podrás asistir conmigo al viaje de tres días, aunque hayamos contratado a una niñera confiable; te excusas con la razón de que deseas cuidar a los bebés de primera mano.


    Estoy de camino al aeropuerto, manejando en el vehículo que compramos juntos. Reviso mi celular y me llega un mensaje tuyo en el que colocas: “¡Feliz viaje, te amo!” y unos corazones que habías diseñado tú, porque trabajas para una empresa de mensajería, diseño y esas cosas… Eres un artista. Aprovechando el momento, me siento a revisar los mensajes que antiguamente nos mandábamos; sí, todavía los tengo guardados. Y me doy cuenta que han pasado años, pero como si fueran apenas meses… Siempre me dijiste que era un olvidadizo, y lo admito hoy.

    Oigo una bocina de un coche apurarme, puesto que la luz del semáforo ya cambió y debo apresurarme. Pero… mi mente me dice que regrese; el corazón también me dicta volver a tu lado.

    Al llegar a casa, aparco cerca de la acera y me bajo del vehículo. Tomo mis maletas y miro por la ventana, y te encuentro jugando con nuestros pequeños gemelos.


    —Quiero adoptar a dos gemelos, aunque nos tome tiempo hacerlo —fue lo que me dijiste, y yo sonreí.
    —Primero tenemos que hacer que “los tengas” —me golpeaste suavemente por ser un morboso y bromear con ello; ya habíamos tenido relaciones aquel día y estabas cansado. Te miré a los ojos y me mordí el labio al pensar en lo hermoso que eres—. Te amo.
    —Y yo a ti —juntaste tus labios con los míos en un cálido beso y acariciaste mi cuello mientras lo hacías.



    Toco el timbre y abres, sorprendido por supuesto, y tus ojos se llenan de lágrimas. Me abrazas tan fuerte, como si no quieres soltarme, y susurras a mi oído un “gracias” muy especial. Me preguntas, después de entrar a nuestra casa, por qué regresé y te exaltas porque mi vuelo lo perderé; y yo respondo con una sonrisa en el rostro, queriendo demostrar que deseo cambiar y que lo haré.

    —Porque no puedo estar un día sin ti —sonrío mientras tomo en mis brazos al pequeño Dimitry; “mi favorito” entre los dos gemelos—. Me volveré loco si estás demasiado lejos de mí, Alan.


    Una vez más, no puedes evitar contener las lágrimas y ocultas tu rostro en mi pecho.

    Es la primera vez, después del día en el que nos casamos; es el primer día y momento en el que lloras de felicidad y no de tristeza. Sabes que el dolor se ha ido, sabes que las cosas cambiarán.

    Sabes que te amo.
     
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