Maldita [Sessho&Kago]

¡Hola! Bueno, pido disculpa por la tardanza, pero los estudios me impiden hacer los capítulos más rápido, ya quisiera yo actualizar constantemente :C

Aquí la continuación, espero que les guste, siento que me quedo más o menos, ya ustedes me dirán que les pareció. Busco siempre mejorar y aprender C: Muchas gracias por sus comentarios y “Me gusta” ¡Espero que les guste el capítulo! *-*

Maldita [Sesshomaru&Kagome]​

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Capítulo 2. Fingir, fingir y fingir.​

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—Cuando despiertes fingirás ser la misma de siempre, ¿te quedó claro? —con voz amarga y llena de fastidio le hablaba aquella bruja de cabellera blanca, al oído de la asustadiza chica.

—Si… —susurró por inercia. Sus orbes marrones estaban ya, sin el brillo acostumbrado y la energía radiante que siempre destilaba a su alrededor, había desaparecido.

—¿Sabes el plan, no?

—Enamorarlos, ilusionarlos y luego matarlos —repitió exactamente las palabras dichas anteriormente por la bruja. Kagome se había convertido ahora en la marioneta, y hasta juguete, de la maldad.

—Perfecto, ahora ¡Despierta! —le demandó la anciana.

Y así lo hizo.

Sus ojos marrones se abrieron de manera abrupta y de golpe se sentó en el futón en el cual estaba hace minutos recostada. Su respiración se volvió agitada y su cuerpo tembloroso se tornó.

“¿Qué es esta sensación?” Pensó la azabache, llevando una de sus temblorosas manos a su acelerado corazón.

Una punzada.

Su corazón estaba siendo perturbado por un gran dolor, que ella catalogaba como una punzada. Su rostro se contrajo y una lágrima escapo rodando por su mejilla derecha.

—¡Ah! —viéndose vencida y aturdida por el dolor, soltó aquel chillido al aire.

Pero no fue un simple chillido, aquel grito resonó por toda la pequeña cabaña la cual estaba, en ese momento, habitada. Los presentes que ahí se encontraban acudieron a donde procedió el grito, encontrando a una Kagome aturdida, temblorosa y asustada.

—Kagome, ¿estas bien? —la voz, de quien hablaba, sonó entrecortada, y por momentos muy preocupada.

Verla así era doloroso.

Sus pupilas estaban dilatadas, sus mejillas enrojecidas, sus manos posadas en su corazón y en su rostro un mueca producto del dolor. Su cuerpo temblaba como si un escalofrió estuviese recorriendo su delicada piel, y sudaba como si estuviese experimentando una alta fiebre.

—¡Kagome! —gritó Sango. —¡Kagome! ¿Qué te pasa? ¡Kagome! —la llamaba, la sacudía, le gritaba… Pero nada parecía traerla de vuelta a la realidad, parecía estar perdida en un mundo vacío, donde nadie tenía acceso, más que ella. Con su mirada clavada en un punto muerto de la cabaña, allí se encontraba, mirando a la nada, sintiendo el vacío.

—¡Kagome, reacciona!

Y así lo hizo.

Su voz, su tacto. Fue lo único que la pudo hacer reaccionar. Su gruñido de molestia, su voz llena de fastidio pero con un toque de preocupación. La trajo de vuelta a la realidad que pertenecía.

—Inuyasha… —susurró ya vuelta en sí. Un falso brillo se poso en sus ojos marrones, y una sonrisa fingida adornó sus delicados labios.

Kagome fingiría ser la de siempre.

—¡Feh! ¿Se puede saber que te pasaba? —su voz sonó con un deje de arrogancia, como si el asunto le fastidiara, como si ver a Kagome así no le importara.

—No, nada. Estoy bien, fue un mareo momentáneo —una barata excusa maquinó su mente. Pero la pronunció con tal firmeza y seguridad, que esta no parecía tener indicio de mentira.

—¿Cómo que nada? Estabas como ida. Temblabas y sudabas, Kagome.

—No le des importancia, Sango. Ya estoy bien, es más, tengo algo de hambre —mintió nuevamente.

—Bueno, te prepararé algo de comer, hace rato Miroku fue por comida junto con Shippo —con voz más tranquila y respuesta por lo anterior, le informó a su amiga con cierta emoción.

—Te lo agradezco. Mientras, iré a dar una vuelta —sus labios fueron adornados por su típica sonrisa alegre. —¿No te molesta, Inuyasha?

La sorpresa se vio reflejada en el rostro de los presentes, que Kagome estuviera, en cierto modo, pidiendo permiso para salir, era algo de que sorprenderse, extrañarse y hasta preocuparse.

Todos parecieron quedar en shock, procesando las palabras de la miko, intentando entender el “¿Por qué?” De su repentina pregunta.

—Haz lo que quieras, Kagome —fingiendo no importarle sus palabras, soltó las suyas con desprecio.

—Muy bien, ¡gracias! —entusiasmada le agradeció mientras salía de la cabaña, dando pequeños saltos, como si fuese una niña pequeña.

—Inuyasha… ¿No crees que Kagome ha actuado de una manera extraña?

—¡Feh! Está igual que siempre.

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“Ojala esté por aquí” Se dijo para sus adentros, viendo su alrededor con la esperanza de encontrarlo, pero solo la vegetación y los altos arboles parecían estar presente, acompañado de la suave brisa que inundaba el inmenso bosque.

A pesar de estar horas recorriendo el bosque en busca de su presencia y no obtener resultado, nunca detuvo su paso, estaba llena de determinación, de esperanza y con un objetivo en mente.

Y allá, a lo lejos, divisó su figura.

La chica al ver su objetivo puso en movimientos sus piernas, y allí estaba, parado junto a un río, apreciando como el sol se ocultaba detrás de la inmensa montaña que parecía extenderse por el inmenso cielo, una escena hermosa.

La suave brisa que estaba presente, pasaba entre esos cabellos plateados que la azabache observaba con sutileza, viendo como la brisa parecía jugar con los mismos, aquellos mechones plateados se balanceaban de manera elegante, simplemente hermosos, incitando al toque.

—Sesshomaru… —susurró una vez que se posicionó a su lado, sintiéndose por momentos intimida por la sola presencia del youkai.

—Hmp, mujer —una breve mirada le dedicó, ya que solo unos segundos le bastaron para examinarla y detallarla, pero sin darle importancia su atención se vio posada en el hermoso atardecer, nuevamente. —¿Qué haces aquí? —le preguntó con indiferencia, y claro, su acostumbrada frialdad.

Un suspiro escapó de las labios de la miko, para poderse llevar bien con Sesshomaru tendría que tragarse todo su orgullo, y llenarse de paciencia, y cuando la situación lo ameritara, tendría que ser sumisa.

La misión que le encargaron no era sencilla.

—¿Yo? Pues, creo que me perdí —bajo la cabeza fingiendo vergüenza. — No, no ¡Mentira! En realidad te estaba buscando —con cierta brusquedad corrigió su anterior mentira, suplantándola por una más consistente.

—¿Para?

—Es que quiero saber como esta la pequeña Rin, ¡tengo muchas ganas de verla! —aquellas palabras fueron pronunciadas con tal emoción, creíble a los oídos de cualquiera.

Segundos. Fue lo que duro el silencio en aquel lugar, pues la voz imponente de Sesshomaru se hizo presente, resonando en los oídos de la miko.

—Ella está bien

Y media vuelta dio, con la intención de marcharse. Kagome al ver su acción, sintió una opresión en su pecho, sentía que la oportunidad se le estaba escapando de sus manos, y no, aquella no iba a suceder. Sus piernas rápidamente en movimiento se pusieron, y solo unos segundos le tomó para estar a la par con él.

—¡Espera Sesshomaru! —en su timbre de voz se podía notar cierta desesperación. —Quiero verla, llévame a ella, solo serán unos minutos —le rogó con la mirada.

Sesshomaru no dijo nada, simplemente siguió su camino, al igual que ella.

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—¡Señor Sesshomaru! —alegremente la niña lo saludó, corriendo a su lado, pero sus grandes ojos marrones captaron otra presencia. —Oh, ¡señorita Kagome! —y su bella sonrisa se amplió.

—Amo, ¿por qué la humana está aquí? —Jaken veía con desprecio a la miko, cuestionando su presencia.

Pero se quedaría con la duda, pues de la boca de Sesshomaru no salió ni un gruñido, solo una mirada amenazadora se poso en él, y solo eso bastó para que Jaken mantuviera el pico cerrado.

El youkai bajo un árbol se encontraba, con sus finos parpados cerrados, pareciendo estar disfrutando de algo, que todos desconocían. Ahí estaba, tan tranquilo y relajado, como si la presencia de la miko no le importara, y ciertamente así era.

—Rin, tenía muchas ganas de verte. ¿Cómo has estado? —la emoción se veía reflejada en su rostro y palabras. Y de cuclillas estaba frente a la niña, acariciando su cabellera negra.

—Muy bien, señorita. ¿Y usted? —la niña estaba encantada con la presencia de la azabache, pues pocas veces la podía ver, y en ocasiones, añoraba su presencia y lindos tratos en silencio.

—Muy bien, también —le sonrió.

La azabache tomó de la mano a la pequeña, y le sentó junto a ella bajo un árbol, tenía mucho que hablar con Rin, más bien, una pregunta importante que hacerle, y no perdería la oportunidad.

—Oye Rin, ¿qué significa Sesshomaru para ti? —sin rodeos, sin titubear, soltó la pregunta con firmeza.

—¿Qué significa? —ante la pregunta formulada, la niña se vio confundida, y cierto era, en sus ojos se podía apreciar la duda.

—Sí, es decir, ¿qué es el para ti?

—Pues, yo lo veo como el padre que perdí. El señor Sesshomaru cuida muy bien de mí —sus labios fueron atrapados por una amplia sonrisa, cargada de felicidad, emoción y mucho sentimiento. — ¿Por qué lo pregunta?

La azabache sonrió con satisfacción, las palabras dichas por la niña era lo que anhelaba escuchar. Ignoró su pregunta, acarició su cabello, le sonrió con confianza, y le preguntó con voz clara y firme.

—¿Y no te gustaría tener una mamá?

 

Hola a todos C: Siento mucho la tardanza, pero la universidad no me deja escribir T_T Pero dentro de poco, habrá vacaciones, aunque sea unas semanas :3
Aquí les traigo la continuación, sí, lo sé, está corta, igual espero que les guste. Intentó mejorar la narración, hay voy :3
Si ven algún error, no duden en decirme. Gracias C:

Maldita [Sesshomaru&Kagome]​

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Capítulo 3. Vuelve.​

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—Una mamá… —murmuró perpleja asimilando la pregunta formulada. Su cerebro no lograba procesar respuesta alguna, una afirmación deseaba salir de sus pequeños labios, un deseo reprimido que ahora podía ser expresado. —¡Es lo que siempre he deseado! —y con euforia soltó aquellas palabras. Su rostro se vio adornado por la más bella sonrisa existente.

—Pues, a mi me encantaría ser esa madre que anhelas —le miró con ternura. Posó su cálida mano en la mejilla de la pequeña, regalándole una suave caricia.

—¿Enserio? ¡Muchas gracias, señorita Kagome! —alegre, complacida, orgullosa, ilusionada… ¿Cuántas emociones podía sentir una pequeña niña?

Pero no todos estaban brincando de alegría, no, con tan solo ver el rostro de Jaken, pero sobre todo, el de Sesshomaru, aquella felicidad se derrumbaría en cuestión de segundos.

—Señor Sesshomaru ¡Tendré una mamá! —y dando pequeños saltos de felicidad se acercó al youkai.

—Tonterías —gruñó con molestia. Ladeó el rostro y la miró. Y ahí, en los labios de Kagome estaba posada la burla.

Su furia incrementó.

—Pero, señor Sesshomaru. La señorita Kagome lo ha dicho, ¡ella ha dicho que será mi mamá! Además, ese siempre ha sido mi mayor deseo, acéptelo por favor —murmuró por lo bajo.

Murmuro que solo pudo ser captado por Sesshomaru gracias a su desarrollado y fino oído. En los ojos achocolatados de la pequeña niña se vio, por momentos, reflejada la tristeza profunda.

Su punto débil.

No lo soportaba, no le gustaba, no lo toleraba, no lo permitía. Sesshomaru es y siempre será victima de la dulzura que envuelve a Rin y, aunque él lo negara, la realidad siempre se veía reflejada.

—Haz lo que quieras —y un tenue sabor de amargura se posó en sus labios al pronunciar tales palabras.

Sus orbes achocolatados brillaron de felicidad, y como muestra de agradecimiento le dedicó su mejor sonrisa. Pero no, aquello no fue suficiente para aplacar la furia que Sesshomaru estaba sintiendo consigo mismo.

¿Desde cuando él accedía a todas las peticiones de la pequeña niña?

“Maldición”

—Señorita Kagome, ¡el amo Sesshomaru lo ha aceptado! ¡Usted será mi mamá! Gracias —se acercó a la azabache, dejando a su paso huellas de felicidad y alegría.

Rin anhela un abrazo maternal. ¿Desde cuando la pequeña no era abrazada con amor y cariño? Una lágrima traicionera bajo por su delicada mejilla mientras se refugiaba en los cálidos brazos de la sacerdotisa. Aquellos eran mejor de lo que imaginaba.

—No tienes nada que agradecer, a mi me alegra mucho saber que has aceptado que sea tu madre —con voz suave y pausada le habló, posando en su tono de voz el cariño y la dulzura que deseaba transmitir. —Pero, ¿por qué lloras, Rin?

—Son lágrimas de felicidad, señorita. Estoy feliz porque ya tengo una mamá, ahora sé que recibiré el amor maternal que me arrebataron. ¡La quiero mucho! —sus sinceras palabras y su radiante felicidad chocaron contra la fachada falsa de la sacerdotisa.

Kagome se estremeció.

Su rostro padeció por momentos y un escalofrió estremeció su espina dorsal. Los recuerdos invadieron su mente, y su verdadero yo quiso florecer.

—¿Le pasa algo, señorita Kagome? —y en la voz de la pequeña se pudo apreciar la preocupación.

—Yo… —su mente no lograba procesar ninguna respuesta ante la pregunta de la pequeña, no en ese estado. ¿Acaso la maldición no está diseñada para fingir y mentir en cualquier situación? —No, nada… Tengo que irme —le susurró con dificultad.

Se puso de pie con mucho esfuerzo, un mareo la invadió pero firme en la tierra se plantó para evitar caer.

—Pero…

—Hablamos mañana, Rin. Yo te busco.

No espero la respuesta, no deseaba escucharla, no podía desfallecer ante ella.

Sus piernas se movían gran velocidad pasando entre los árboles, ignorando el dolor que las espinas le provocaban. Pero, ¿hacía dónde corría?

Y abruptamente se detuvo.

“¿Qué pasa conmigo?”

Su respiración agitada estaba, sus pupilas dilatas se encontraban, y en su rostro yacía una mueca confusión. Cerró los ojos en un intentó de calmarse, pesadamente suspiró, quiso olvidar y seguir aparentando. Seguir adelante con todo…

Pero los recuerdos la torturaban.

“¡La quiero mucho!” En su mente fresca estaba esa declaración, aún podía escuchar el chillido de la infantil voz haciendo eco en su delicado oído. ¿Tanto le habían afectado esas palabras?

Y ahí, en medio de la nada, lo sintió. Algo dentro de ella palpitó, una sonrisa en sus labios se posó y en su interior se escuchó: Vuelve.