N/A: Cannon. Personaje: Suiren Craig y Violet Balaam. Contenido oculto No tenía perspectiva del tiempo para identificar cuánto exactamente llevaba ahí acostado, con una cantidad considerable de cables conectados en mi cabeza, la masividad de luces con las que observaban mis retinas y el cómo sentía deslizarse el agua salina de mis lagrimales. No era un procedimiento como tal doloroso, pero era estorboso estar tanto tiempo con los ojos abiertos. En cuanto noté por el rabillo del ojo la bata blanca supe que había terminado, desconectándome para sentarme en la camilla, viendo a mi hermana en brazos de mi madre al otro lado del vidrio. Le mostré los dientes entonces en una sonrisa dulce, colocándome la camiseta y la sudadera gris sobre ésta, recibiendo la ayuda del doctor para bajarme al no alcanzar el suelo por la altura. Salí del consultorio y mi madre bajó a mi hermana, me apresuré a darle mi mano para mesearla con liviandad. —Los cables me hacen cosquillas, ya verás que si te los llegan a poner el tiempo pasa deprisa. —No entiendo por qué te hacen eso Suiren, si estás sano, bueno, yo te veo bien. Relajé los hombros en lo que doctor le comentaban el diagnóstico a mamá, lo suficientemente lejos para no escuchar nada en absoluto. Y en realidad, por mi edad tampoco hubiese entendido demasiado. —Creo que es por el color Violet, el color de mis ojos está cambiando. La risa suave de ella llenó mis oídos, relajando mis facciones. —Eres el niño que más llama la atención de la clase, así que, si tus colores están cambiando, yo quiero un cambio también. La vi peinarse las puntas del cabello. Lo traía largo, más o menos hasta la mitad de su espalda. —No, tú no necesitas cambio de colores, hermana. . . . Pestañeé al sentir la retina arder, retirando el mentón de la máquina en lo que me cubría los ojos con el antebrazo. El parpadeo del láser se detuvo casi de inmediato. Mi madre estaba preguntando si estaba bien pero tan solo mordí el interior de mi mejilla. Lo que fuese que tenía se había evocado solo en mí, las revisiones de mi hermana hasta ahora iban bien, por lo que no me preocupaba demasiado por ella, al menos no por ahora. —Sí. Suiren parece responder al parpadeo del láser. —¿Entonces su vista estará bien, doctor? Separé apenas el antebrazo para comenzar a abrir los párpados, sintiendo un ardor horrible al dar con la luz de la habitación. Fue en cuanto me di cuenta que las enfermeras estaban entrando, el que había gritado desde lo más profundo de mi pecho por el malestar de la vista. El llanto de mi madre no demoró en llegarme a lo tímpanos para guardar silencio. Estaba asustada. Y yo aún… era un niño que no entendía nada. . . . —Feliz cumpleaños, Suiren, ya son trece… ¿o catorce? —el doctor me extendió el detalle de una agenda a lo que la recibí, pestañeando con parsimonia y asintiendo con la cabeza al no apetecerme hablar. Hace ya unos meses en que no me tocaban la vista, tan solo hacían los controles de rutina, y fortalecían las dietas alimenticias con mamá. Sin embargo, con el divorcio de ella y mi padre, el regreso de su relación con el padre de mi hermana; y ahora la mudanza. Eran cambios abruptos a los que debía adaptarme rápidamente. Me despedí del médico con un movimiento ligero de mano, colocándome el saco al estar nevando. Ya iba solo a los consultorios privados que me pagaba aún mamá, por lo que no faltaría si era ella quien estaba haciendo el esfuerzo de enviarme dinero. Fue en cuanto llegué a casa que mi padre se encontraba viendo la televisión, con una botella de alcohol al borde de su pie descalzo en que sonó el móvil. —Tanto tiempo, hermana. El silencio acompañado del respirar frenético al otro lado de la línea me tensó, continuando ahí de pie, con el celular en el oído, a la espera de lo que en ese entonces me torturó por años. —Sui, Sui —lloriqueó ahogada, y no tuve el valor de hablar aún—. No quiero ir al médico, me duele Sui, me duelen muchos los ojos. El aire se me encapsuló en los pulmones, no sé por cuanto tiempo, pero lo sentí eterno. —¿Te están haciendo laser? La garganta seca provocó el ronco de mi voz, y ella tan solo jadeó. Mamá me había dicho que solo yo lo había contraído por un error genético, me había prometido el que mi hermana no pasaría por lo mismo, pero había sido algo ridículo el creer que, por yo vivirlo, por exponerme al dolor de los procedimientos y experimentaciones médicas ella no tendría que pasar por ello, y ahora, me empezaba a preguntar una cantidad de cosas que antes no me había planteado más allá de los superficial. —No quiero decirle a mi madre lo mucho que me duele, ella ya está preocupada Sui —habló entre el quejumbroso llanto. —Duele, pero solo será un par de veces. Había sido automático, mis palabras surgieron sin pensarlas. Algo que no me caracterizaba… y aún así no pude detenerme al escuchar el llanto contenido del otro lado de la línea. —Violet, si yo no perdí la vista tú tampoco lo harás. La garganta me carraspeó, en conjunto de la tensión en la cabeza. De nuevo, no sabía a ciencia cierta si ambos correríamos con la misma suerte. —¿Lo prometes? —murmuró a lo lejos—, ¿Lo prometes Sui? —Lo prometo, Violet