Ibrahim despertó como si no lo hubiera hecho: apenas sentía ni veía nada, únicamente una oscuridad entre la que se vislumbraba un pasillo. Lo siguió, muy confuso. Hacía un momento acababa de arrasar un mercado lleno de infieles, sacrificando su vida para ello. Si estaba muerto, no lo parecía. Si estaba vivo, no sabía dónde estaba. Poco a poco la oscuridad se fue disipando, pero sin convertirse en algo cegador. En su lugar, las paredes de lo que parecía una cueva se fueron tiñendo de una luz roja, tenue, sangrienta y tétrica que continuaba hasta donde alcanzaba la vista. Ibrahim finalmente llegó a una especie de sala abierta en lo que parecía roca. Sintió entonces una presencia… y luego un susurro en su mente que no hacía más que llamarle. Aquel susurro se fue repitiendo durante unos eternos instantes hasta que evolucionó en una voz potente, grave, amenazante y antinatural, casi diabólica, que penetraba hasta las mismas entrañas “Sabes por qué estás aquí” — ¿Q-quién eres? —la confusión de Ibrahim se había convertido en el terror con el que pudo preguntar a la voz que le hablaba Ante Ibrahim apareció un hombre desnudo salvo por sus partes íntimas, que estaban cubiertas por un paño blanco. Se mostraba musculoso, con un largo pelo rubio ondeando ante un viento que no parecía existir. La sorpresa llegó cuando alzó dos enormes alas del mismo blanco del paño. Parecía un ángel. Parte del miedo de Ibrahim se convirtió en satisfacción. Lo que predicaban era verdad. La causa por la que se sacrificó era justa. La yihad de la que le habían hablado tenía sentido. Ibrahim adquirió la seguridad suficiente para seguir preguntando: — ¿Estoy en la Yanna? ¿Dónde están mis vírgenes? — Ahí —el ángel señaló una pira que apareció de la nada y en la que se encontraban los cuerpos carbonizados de setenta y dos mujeres de aspecto prácticamente irreconocible. La satisfacción volvió a borrársele a Ibrahim en favor del miedo —. Sé lo que has pensado hace un momento, y siento decirte que Alá te ha condenado por tu sacrificio a venir conmigo. Mi nombre es Satán —las alas se le volvieron negras—, o Lucifer, si así lo deseas Ibrahim se estremeció. Todo lo que había creído y le habían enseñado se acababa de demostrar falso. Estaba en el infierno. Satanás siguió hablando: — Quiero que veas lo que has causado antes de venir aquí —Ibrahim comenzó a ver el mercado donde se había inmolado. El caos era generalizado: ambulancias iban y venían con heridos y muertos, y la mercancía que se vendía estaba completamente destrozada. Los llantos de algunas mujeres al ver las vidas de sus familiares segadas peleaban contra las sirenas incesantes. Otros preferían huir y salvar sus vidas ante cualquier otro atentado que viniera después. Ibrahim no pudo evitar soltar una lágrima de arrepentimiento, pero sentía con resignación que ya era demasiado tarde, que ya no podría arreglar nada, que su condena era eterna e irreversible — ¿Ves ahora por qué ellos irán a la Yanna y tú no? La yihad de la que te han hablado es una farsa, además de la ausencia de infieles entre los muertos. No obstante, Alá es mucho más piadoso que yo, y te dará una segunda oportunidad si realmente estás arrepentido de lo que has hecho —Ibrahim vio entonces imágenes de un bebé en el vientre de su madre, a punto de nacer. Satanás continuó hablando —. Este niño nacerá fuerte, sano y será próspero. Alá te ha permitido arrepentirte de tus pecados y reencarnarte en él. ¿Aceptas? Las lágrimas que a Ibrahim le empezaban a aflorar se convirtieron en un torrente. Realmente no sabía lo que hacía cuando aquella bomba estalló en el mercado, únicamente seguía ciegamente una fe herética de la que acababa de decidir alejarse. No pudo decir una palabra más antes de ser transportado a un hospital en el que lloraba de forma ruidosa. Ibrahim acababa de nacer de nuevo Nota del autor: Con este oneshot no he pretendido insultar a ninguna confesión religiosa. Si resulta ofensivo a alguien y me lo notifica, pediré lo más rápido que pueda que borren esto. La Yanna, por otro lado, es el equivalente islámico al Cielo católico