X de Xilófono [Días de Abecedario]

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Este es otro aporte para "Días de Abecedario" la actividad de @Shani .

Andrés era un chico de siete años al que le costaba mucho relacionarse con la gente, no entendía su comportamiento y para él eran muy complejas las relaciones sociales. Lo que más amaba Andrés era la música, por lo que cuando su padre le regaló un xilófono que había comprado en una tienda de segunda mano, el pequeño no paraba de tocarlo. Se aprendió muchas melodías y día sí y día también lo tocaba por las tardes, al volver del colegio. Andrés no lograba centrarse en sus estudios y por más que lo intentaba, no lograba ser como los otros niños. Él ponía especial atención a la música, pero no podía centrarse en otras cosas como lo eran las matemáticas o el lenguaje, con el cual tenía especialmente dificultad incluso para expresarse verbalmente.

Cada vez que la profesora le mandaba leer en clase Andrés se sentía muy nervioso y eso le hacía leer peor todavía de lo que ya lo hacía naturalmente. Las letras y las palabras se mezclaban en su mente. Él entendía mejor la música, esta era armonía y no tenía unas reglas estrictas, si no que buscaba otro tipo de belleza. La música era como una madre para las personas como él, las personas que tenían una mente compleja. A Andrés no le gustaba pensar lo que muchos, que tenía una enfermedad, no, él prefería pensar que con ello se le había otorgado un don, el don de ver las cosas diferentes y de apreciar otros detalles. No le gustaba escuchar maldecir a veces a su padre la suerte de tener un hijo así, le dolía mucho aún no entendiendo del todo los sentimientos de las personas.

Cuando Andrés fue enviado a un colegio para niños especiales, porque por fin sus padres podían pagarlo allí conoció a otros niños, pero en realidad, todos eran muy diferentes a él aunque sus padres insistían en que iba a estar con sus iguales, no era cierto. Todos allí eran diferentes, Andrés lo sabía, pero no por eso no se fijó en Antía. Al verla, con sus gafas que le empequeñecían los ojos y aquella coleta medio desecha, la inocencia que transmitía, le causó demasiada ternura. A Antía le gustaba como Andrés tocaba el xilófono y le gustaba escucharlo, incluso aplaudía a veces. El chico sentía algo realmente agradable cuando estaba con aquella niña y por eso le gustaba tocar para ella. Mucha gente le preguntaba a Andrés, que dado que se le daba tan bien la música, por qué no tocaba otros instrumentos, pero ellos no lo comprendían y el pequeño no los culpaba, aquel instrumento era parte de Andrés, incluso parte de su propia mente. Cuando tocaba, Andrés se encontraba en armonía y podría transmitir tristeza, alegría, ira, lo que fuese, podía expresarse libremente y por eso Antía adoraba escucharle también, porque ambos se entendían.

Andrés nunca planeó sentir algo tan fuerte por aquella niña de mofletes sonrosados y mirada curiosa, pero en algún momento de los siguientes años, pasó. El chico no sabía mucho sobre declaraciones, por lo que optó por mandarle una carta con un regalo a Antía, él no era una persona que dominase el lenguaje, así que el mensaje fue escueto, pero la chica, lo entendería perfectamente, al igual que el significado del presente que le enviaba. Aquella carta decía:

“Te envío este pedazo de mí, porque sé que tú lo cuidarás bien.”​

Sabía que aquello era suficiente, junto con la lámina de su xilófono. Sabía que Antía lo entendería ya que sabía cuanto significaba aquel instrumento para él, porque la música, al igual que Antía ahora, para él, lo era todo.