Witch “Cuando olvidemos la magia que detiene el tiempo, los tiempos felices ya habrán pasado” — Penitenziagite! —grita la gente, lo cual en nuestro idioma significa “arrepiéntete”. La gente reza enfrente de una cruz mientras los tambores resuenan, los niños miran curiosos algo que jamás debería ser mostrado y los trovadores cuentan una historia, mi historia. En la lejanía de mi corazón, mientras no puedo evitar llorar en el fondo del mismo, me siento pérdida y sin ilusión, a un tris de escapar sin poder hacerlo. — Opus transit in otium —es lo único que puedo repetir como última oración. La sacerdotisa, con sus hermosos cabellos verdes, tira el agua bendita sobre mí, una y otra vez, sus ojos llenos de furia y odio, ansioso de determinar mi condena, de llevarme al fondo del abismo donde nadie pueda encontrarme, esos ojos sin misericordia. — Se questo amore profano è nato di magia —ella grita frente a toda la gente mientras yo no puedo decir nada— Penitenziagite! —toda la gente le apoya y me abuchea, hay incluso quien escupe sobre mí— liberare le fiamme dell'odio —en este rito tan horrible, donde no es odio lo que yo poseo, sino ellos contra mí— La mortz est super nos! Mis ojos se cierran tratando de no llorar, trato de ver al cielo en su ocaso, como fuego: ¡Quemándose! Lo que una vez fue un hermoso cabello rosa, ahora no era más que los residuos de un juicio, ¿Cuál había sido mi pecado? ¿Cuál fue mi error? Yo solamente me había enamorado, yo sólo quería ser amada, eso fue todo lo que hice. Mientras paseaba en los caminos de un pequeño pueblo de Italia, buscando nuevos ingredientes para mis pócimas, fue cuando lo vi. En ese pueblo había un bello príncipe de cabellos morados, tan hermoso y elegante que no pude evitar ser cautivada por él. He aquí la historia de mi pecado: — ¿Se encuentra usted pérdida señorita? —sus ojos se posan en mí mientras me tiende la mano. — No es así… —trató de huir ante lo prohibido, ante lo que nunca debe ser. ¿Puede haber algo más hermoso que la magia? ¿Algo que sea eterno? Esto que las personas normales llaman amor, yo nunca lo había sentido hasta aquel día, yo no sabía lo que era y mucho menos lo busqué. Pero cuando lo encontré, no pude evitar querer estar más y más cerca de él, no pude evitar sonreír y enamorarme de alguien que quizá nunca me iba a corresponder. No se necesita magia cuando se está enamorada, yo nunca quise corromper este sentimiento con algo tan sucio, yo quería ser amada por lo que era, ese fue el deseo más humilde que pude tener en el fondo de mi corazón. Tener un hombre que me amará por sí mismo, casarme y tener hijos, tener una familia, tener un hogar… ¿Qué había de malo en eso? Abrazo la cruz y miró al cielo, hubo una vez hace mucho tiempo alguien que murió injustamente de esta forma, sin poder gritar le pido compasión de mi pobre alma enamorada, esta es mi última oración. Una sacerdotisa de hermosa figura, una mujer de carácter firme y cruel, ella lo supo apenas me miró, ella sabía mi procedencia y la herencia que corría por mi sangre, ¡Yo no quería problemas! Aún así ella me juzgo antes de saber. Las palabras de ella resonando en la cabeza de mi amado, él no pudo confiar en mí, él no pudo amarme; si esto hubiera sido magia, él nunca hubiera podido dudar de mí, siempre me hubiera amado, pero no era magia y era su corazón, puro e incierto como cualquier humano me juzgó. — Legato allá croce, il diavolo vi invita —sus gritos me dejan casi sorda entre mis lágrimas— Penitenziagite! Penitenziagite! —¿De qué he de arrepentirme? Aún así mi único error fue enamorarme de el hombre equivocado— prima di gridare il maleficio —¡Ya no quiero escuchar! Por favor, piedad para mi corazón roto— virtus migrat in vitium. Tú lloras amado mío, tus ojos que alguna vez me vieron con ternura no son capaces hoy de ocultar todo su odio, dime ¿Cuál fue mi pecado? El crimen fue habernos enamorado y la penitencia el que yo naciera bruja, pero pensaba que eso no importaría. — Nunc cuncta rerum debita —en mi último aliento yo no soy capaz de odiarte como debería— libera la fiamma sacra —ellos gritan agarrados de la mano ante mi dolor. — Exorbita a semita —susurro casi con dolor mientras veo la furia con la que soy lastimada. El cielo que parece haberme abandonado, se escucha los gritos de está estúpida humanidad, mientras grita una y otra vez que me arrepienta, pero ¿De qué he de arrepentirme? Las llamas de su ira se avivan en la puesta de un ardiente sol lleno de odio y dolor. — La mortz est super nos! —es todo lo que gritan mientras mi cuerpo sufre las heridas. Cuando nos conocimos, cuando hablamos por primera vez, el viento corría muy fuerte al punto de tirar mi sombrero de mi pelo y hacerlo volar muy lejos, este cayó en tus fuertes manos. — ¿Se encuentra usted pérdida señorita? —sus ojos se posan en mí mientras me tiende la mano. — No es así… —trató de huir ante lo prohibido, ante lo que nunca debe ser. Aquella sacerdotisa que consagro su cuerpo a Dios, ella también estaba enamorada de usted ¿No es así? Pero por sus votos nunca podría ser suya y por tanto nadie más debía tocarle, yo lo supe y no me fui, yo lo supe y me enamoré. Por eso fui condenada desde la primera vez que te vi, desde la primera vez que hablamos, aún cuando repita ese momento una y otra vez, yo sé que nunca volverá. Pensé que si nos enamorábamos naturalmente uno del otro, podría escapar a esta condena y renunciar a mi propia sangre para ser una mujer normal a tu lado. — ¡Suéltame! ¡Suéltame! —mi cuerpo forcejea mientras me detienes del pelo, tus ojos lloran de ira y yo sufro la penitencia de tu débil corazón— ¡Suéltame! ¡Suéltame! —al final son tus manos con tu espada quienes cortan mi cabello. — Penitenziagite! Penitenziagite! —pero… ¿De qué he de arrepentirme? Si me abrazo a la cruz de este pecado, donde mis oraciones jamás serán escuchadas, podría morir de tristeza y ser olvidada por todos, entregar mi felicidad al hombre que ame y fallecer en su propia ira, ¿No es así? — Se questo amore profano è nato di magia —grita ella, que no es más que una pecadora al igual que yo— nunc cuncta rerum debita —que se enamoro de un hombre prohibido— liberare le fiamme dell'odio —¡No puedo evitar gritar! ¡No quiero esto! — Xorbitan a semita —gritó en mi dolor— la maledizione! la maledizione! —gritó entre lágrimas. Un rojo tan ardiente como las flamas del fuego, siguen gritando que me arrepienta de mis pecados, pero ¿Cuál ha sido mi pecado? Entre mis lágrimas de sangre los sigo maldiciendo para nunca ser olvidada, para que mi pobre corazón no caiga en la miseria. — La mortz est super nos! —gritan una y otra vez. Unas alas negras se extienden en mi espalda, como mi último hechizo, mi último juramento, ¿Quieren que muera? ¡Yo no quiero morir! ¡Me niego a morir! Si quise una vez ser como ustedes, ¡Me arrepiento! Ese fue mi único pecado y es de lo único de lo que me arrepentiré. Este amor profano y sucio, manchado en la codicia y los celos, algo así… ¡No lo necesito! Volaré lejos y me esconderé, no necesito volver a sentir, ni volver a enamorarme, este es mi hechizo y condena, aún así amado mío… te deseo felicidad.