Two-Shot Who will be the one to break your fall, boy? [Gakkou Roleplay | Cayden x Verónica]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Zireael, 7 Enero 2025.

Cargando...
  1. Threadmarks: I. you're lighting yourself on fire
     
    Zireael

    Zireael Dios de FFL Comentarista empedernido

    Leo
    Miembro desde:
    27 Agosto 2011
    Mensajes:
    10,681
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Título:
    Who will be the one to break your fall, boy? [Gakkou Roleplay | Cayden x Verónica]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    9806
    Para evitar el tocho de intro: es canon para la noche del 8 de julio y un poquito de la madrugada del 9 de julio.

    El cierre del año fue bastante malo y la suerte de reventón de escritura se me pausó allí, de hecho fue a principios de octubre justo cuando todo se me empezó a caer de a pedazos (?) Mi plan era continuar los AU cuando estuviera más libre, pero el cerebro se me congeló en un intento por sacar las cuestiones académicas y personales así que los long-fics sufrieron y sufrieron otras cosas que tenía escritas a medias.

    En cierta manera, retomar esta pendejada que salió de la idea random de los niños saliendo a ponerse en pedo me ayudó a reiniciar los sistemas, como que me ayudó a volver a encastrar las piezas sueltas de la Pau escritora. Como lo fui escribiendo de a cachos y ya hace un rato acabó quedando INMENSO y lo tuve que cortar, ¿qué pasó entonces? Me salieron dos capítulos de proporciones bíblicas y por eso los saqué de The Alchemist, porque originalmente se suponía que fuese parte de la colección pero jajas.

    Bruno TDF te invoco (?)

    [​IMG]
    Por un lado me habría gustado usar la otra carta de Cay, The Strength, porque ajá tiene un leoncito (?) pero las vibras eran absolutamente de Three of Swords Cay, así que ni modo. Como siempre, dejo los significados de la carta de Vero.
    Two of Swords: Representa las relaciones, el balance y la armonía; indica que el lector está en transición entre dos mundos o en movimiento. También puede significar que siente que está en un lugar complicado, quizás por tener un problema con alguien a quien aprecia. El dos de espadas llama al lector para que siga su intuición y aborde las situaciones mediante la comunicación clara, además de que acepte lo incierto del momento. Invertida esta carta implica que es necesario tomar una decisión entre dos opciones

    El título sale de Revenant de The Warning que es un temazo, dejo el live porque es hermoso, la letra combina esa canción con Training Season. Originalmente iba a usar acá Hurt, que la puse durante el almuerzo y fue la que usé para escribir casi todo, pero esta versión en el Royal Albert Hall de Training Season me cayó anoche Y PASARON COSAS CUZ WTF, es como la sesión de Royal Albert Hall de BMTH, me cambió la vida y eso que ni escucho a Dua Lipa activamente. El título del capi igual sí sale de Hurt jsjsj

    Con eso dicho, que entre el fic! Perdona cualquier dedazo, es demasiado texto pa que no haya alguno.



    I

    dear boy
    tell me where you're running off to now, boy

    who will be the one to break your fall, boy?

    .
    are you someone that I can give my heart to?
    or just the poison that I'm drawn to?
    it can be hard to tell the difference late at night

    .
    dear boy
    tell the wolves you're finally coming home now
    do what you are best at, burn it all down

    .
    don't wanna have to teach you how to love me right
    I hope it hits me like an arrow

    [​IMG]
    The Three of Swords
    x
    The Two of Swords

    .
    Stalemate . No right choice . Transition .

    | Cayden Dunn |
    | Verónica Maxwell |

    *

    *

    *

    The Three of Swords


    Afuera la noche había caído hace un rato, en el cielo ya no quedaba mucho del tinte violeta del anochecer, pero me había quedado plantado en el centro de la habitación mirando el cielo manchado por las luces de la ciudad. No se podía ver una sola estrella entre tantos faros, la noche ni siquiera era negra en estas ciudades, era más bien anaranjada o rojiza… Algo oxidada quizás, como la sangre seca.

    Le había dado vueltas a lo que había pasado en el dojo el resto del día, durante las clases de la tarde y en el viaje en tren. Ilana había aparecido a mi lado cuando estaba todavía recogiendo mis cosas, se sentó sobre el pupitre ya vacío de adelante y balanceó las piernas. Un poco sin querer recorrí su cuerpo con la vista, no era la primera vez y puede que no fuese la última, y de hecho me hizo preguntarme si justamente por eso tentaba los límites.

    Ilana era dulce, cálida y amable, pero incluso si no tenía experiencia de mundo, porque daba la sensación de ser una chica de casa, parecía menos ingenua que otro par que me conocía y tuve que preguntarme por qué parecía tener más malicia. Algo en su sonrisa pareció fuera de lugar, lo noté apenas mirarla aunque no pude darle forma y a pesar de ello, y sobre todo a pesar de lo de la vez anterior, me preguntó si volvíamos juntos en el tren.

    ¿No era un poco codiciosa? Bueno, en verdad había admitido serlo.

    Acepté porque últimamente me paseaba entre no saber estar solo y no querer estar con nadie. El caso fue que pudimos sentarnos desde que subimos al vagón y ella se puso a mostrarme lo que le salía en Instagram, resultó ser una mezcla de vídeos de animales, mitología, plantas y moda. Hablamos un rato, pero luego guardó silencio y sentí aflojaba algo de peso en mi dirección sin dejar de pasar los reels en la aplicación. Se echó así un rato hasta que bloqueó el teléfono y me di cuenta que estaba dormitando en mi hombro, le quité el móvil con delicadeza para que no se le fuese a la mierda y la dejé estar, pues porque así eran las cosas.

    Porque era un ingrato e Ilana con su insistencia estaba poniéndome atención.

    Como Verónica regulando su ansia por tocarme.

    En casa seguí pensando porque se acercaba la hora, pensé y pensé sin llegar a ningún lado mientras le ayudaba a mamá con la cena, lo hice incluso mientras preparaba arroz de más para los almuerzos de mañana. Mi madre preguntó por qué la comida extra, le dije el motivo y percibí su mirada pues estaba a mi lado, creí que me había atravesado el cráneo con los ojos aunque no dijo nada y ni siquiera me picó para molestarme. Tal vez prefirió no correr el riesgo de presionar botones incorrectos.

    Al terminar con la comida me di una ducha antes de cenar, me puse una camiseta negra, unos jeans del mismo color y me ajusté el cinturón que tenía la cadena al costado, pues porque no era yo mismo si no era extra por algún lado. Fue luego de eso que me quedé viendo por la ventana con la puerta abierta, pero al final me senté al borde de la cama y maté tiempo mirando Instagram. Estuve así unos diez minutos cuando vi que mi madre aparecía en el umbral de la puerta y alcé la vista del teléfono para mirarla, ya estaba con el ceño fruncido. Guardé el móvil y me levanté en dirección al armario mientras ella me cuestionaba por qué tenía puesta ropa de calle, así que tuve que soltar la bomba.

    —¿Qué dices que harás luego de haberte echado no sé cuántos días afuera, Cayden Dunn? —Me retó plantada en la puerta mientras yo movía la ropa colgada en el armario buscando una camisa—. ¿Sabes que existe una autoridad llamada vivir bajo mi techo y llevas como desde los quince pasándola por donde no da el sol, muchacho?

    Después de un suspiro elegí tan siquiera ser medianamente sincero. Luego de la regañina de ayer era lo menos que le debía a mi madre, que en este punto no hacía más que soportarme y tratar de mantenerme en casa. Además me había pedido que le diera unos días de paz, ¿y cuántos le había dado? Ni dos completos.

    —Una amiga pasó un examen importante de judo y quería llevarla a celebrarlo —respondí con calma, procurando dejarle claro que al menos mi intención era diferente al motivo de mi desaparición previa. Puede que también fuese una confirmación de que algo pasaba, pero no quería hablarlo ahora ni pronto—. No me moveré de casa el fin de semana y no me verás reprobar un examen.

    Ella pareció rendirse o eligió darme el beneficio de la duda, sólo Dios sabría. Apoyó el hombro en el marco de la puerta, se quedó allí mirándome y Cinis apareció para sentarse junto a sus pies, observándome como si fuese su pequeña sombra. Ambos tenían una cara que decía: Espero que lo que te inventes esté bueno o no saldrás de esta casa.

    —Si vamos a hacer esto tendrás que decirme quién es la dichosa amiga, sólo ubico a Yuzuki.

    —¡Si lo dices así suena como que no tengo amigos! —repliqué encima de sus palabras.

    —Tienes amigos, cielo, lo que no tienes es amigas.

    That’s even worse! ¡Sí tengo amigas!

    —¿Sí? —soltó buscando molestarme ahora sí—. A ver, dame tres nombres que no sean inventados, ¡sin mencionar a Yuzu!

    —Pues… Anna fue la que vino a dejar a Ko la noche del festival, le dije que se quedara, pero se fue a casa esa noche, luego Verónica, Ilana… ¿Pediste tres? ¿Contenta?

    —Mucho —concedió, risueña, y dio un paso dentro para sentarse en el lugar que yo estaba ocupando antes al borde de la cama. Ni modo, si el sacrificio que pedía para dejarme salir era chisme, chisme había que darle—. Ahora dime cuál de las muchachas es la del examen de judo.

    Me llené los pulmones en una inhalación derrotada, saqué un par de camisas y las arrojé a la cama con cuidado de que no le cayeran encima. Mi idea era llevarla a Roppongi porque no quería meterla a los bares del viejo y no sabía qué tan apropiado sería llevarla al bar del Krait en vistas de que la chiquilla era amiga de Fujiwara. Mejor evitábamos cualquier margen de error en ese sentido, que ya bastante la había cagado con el muchacho poniéndome espeso por unas preguntas, si luego él quería llevarla pues que fuese decisión suya, no mía.

    El punto era que podíamos ir al Maharaja que era donde la dejarían pasar porque me conocían a mí y sabían que era contacto directo de Yuzu. Siendo un miércoles, madrugada de jueves, tendría actividad sin que fuese tan exageradamente caótica como los fines de semana. Las discotecas no eran mis lugares predilectos, pero con unos tragos encima y alguien de confianza uno se olvidaba de esas cosas.

    Aunque hoy a pleno mediodía y sobrio ya había olvidado unas cuantas.

    —Vero es la del examen. Va al salón de Ko, la conocí hace poco un día que estaba en el patio frontal cantándole a… Ah, Vero tiene un gorrión blanco que suele acompañarla, es muy curioso. Ese día le canté a Copito, así se llama el pájaro, es muy cute. El otro día me acompañó en el receso aunque no estaba Vero porque me vio en el patio y le canté otra vez. —Mamá entrecerró los ojos al escucharme acortar el nombre de la muchacha, pero luego se quedó genuinamente descolocada con el asunto del ave aunque no dijo nada y retomé el tema—. Es una chica muy bonita, cariñosa y extrovertida. Practica artes marciales y mandó a volar a un compañero de su salón, es más bajo que yo, pero tiene más cuerpo y aún así… ¡Whoosh! Voló, me lo contó otra amiga que sí va a mi clase. Jokes on you, ¿quién no tenía amigas, dijiste?

    La anécdota que acompañé de un arco con el brazo la hizo reír, no le llevó el apunte como tal a todo el numerito y lo que hizo fue un gesto con la mano, como dejando claro que la entrevista no terminaba. Ya me estaba viendo que luego haría la misma sesión de preguntas de todas las pobres chicas. Además llevaba un rato sin hacer nuevas amistades y ella lo sabía muy bien, era uno de los varios motivos por los que había accedido al cambio de escuela justo en tercer año. Mamá sabía que me hablaba con otras personas, pasaba que además de Yuzu y luego de que perdiera a Ko en el camino, pues nadie venía a casa, por eso se echaba la vida preocupada.

    La hacía pensar que me convertiría en la sombra de Liam.

    Que ambos arderíamos con el mismo frenesí, solos.

    —¿Por cuál cinturón aspiraba en su examen? —preguntó mientras estiraba el cuerpo para pescar una de las camisas, ambas eran oscuras, pero me extendió la que a sus ojos debía ser la mejor opción—. Me gusta cómo te queda esta, cielo, además por el tipo de tela y el corte no da tanto calor.

    —Marrón, antes del cinturón negro —contesté tomando la prenda y con la otra mano estiré un poco la camiseta negra que ya tenía puesta—. La iba llevar sobre esto, just in case.

    —Como quieras, te vas a ver guapo de todas formas.

    That’s not the point at all —murmuré, avergonzado.

    —¿Seguro? ¿Y qué haces describiéndome a Vero como “muy bonita”?

    —Oh, vaya, ¿se supone que estoy ciego y no me di cuenta? —Era un chiste de muy mal gusto si recordábamos el incidente Craig, pero como ella no lo sabía daba igual—. ¡Si la gente está linda, está linda y ya!

    Mi defensa le sacó una risa desde el pecho, estuvo a poco de ser una carcajada. En cierta manera me consolaba saber que no estaba tan molesta conmigo como para no hablarme o decirme que no saliera con una amiga, pero tampoco sabía hasta dónde era cierto que no lo estaba. Mamá era una buena persona, pero había cosas que hacía para proteger a los otros que no necesariamente la protegían a ella y no sabía hasta dónde se reservaba por miedo, como lo hacía yo. La duda me picó en el cuerpo y no supe muy bien qué hacer con ella, por lo que al final no hice nada.

    Me puse la camisa, ajusté un par de botones y entonces caminé hacia mi madre que seguía sentada en el borde de la cama, me incliné hacia ella y busqué su rostro para dejarle un beso en la mejilla. Cuando me erguí me estaba mirando con los ojos bien abiertos y por alguna razón pude notar en qué nos parecíamos, qué rasgos compartíamos. La muestra de afecto pareció revolverle algo, fuesen emociones o recuerdos, pero fingió demencia y estiró las manos para alcanzar la camisa y empezó a abotonarme lo que faltaba con un cariño inmenso. La acción despertó una memoria lejana de cuando era pequeño y ella me ayudaba a vestirme.

    No había amor más grande que el que esta mujer me profesaba.

    No sabía si lo merecía.

    —A veces siento que te malcrío —admitió en voz baja—, pero ahora, incluso luego de estos días, escucharte planear una salida para celebrar el triunfo de una amiga… ¿Cómo podría privarte de ello? Estás haciendo amigos de nuevo y me alegra, porque siempre me preocupa eso.

    —¿Qué me quede solo? —tanteé viendo el movimiento de sus manos que se detuvieron un instante antes de continuar.

    —Que por otras situaciones olvides que puedes ser un buen hijo, un buen amigo y que te estás convirtiendo en un buen hombre —resolvió con sencillez y dijo lo que tal vez era parte de lo que habría querido decir el día que la interrumpí—. Ahora eres muy joven, tienes tiempo para cometer errores y te llevarás algunos fiascos, como todos nosotros, pero no quiero que por ello dejes de ser Cay. No quiero que dejes de ser el niño que enseñamos a amar, ¿lo entiendes?

    Terminó con la camisa dejándome un par de botones sueltos por lo que la prenda negra de abajo quedó un poco visible y buscó mis brazos, deslizó el tacto hasta mis manos y las levantó despacio. Juntó ambas, una sobre el dorso de la otra, y me dio un beso en la que quedó encima. También era algo que hacía cuando era pequeño, sobre todo en invierno cuando le decía que tenía frío. No recordaba cuándo había dejado de hacerlo y suponía que en cierta manera la vida se basaba en un montón de últimas veces que en su momento no sabíamos que eran tal cosa. Algún día teníamos una última conversación, un último abrazo, un último deseo.

    Temía esas últimas veces porque había perdido a Yako.

    Porque habíamos perdido casi todo lo demás después de él.

    Eso en vez de hacerme inmune sólo me había sensibilizado al punto de lo insoportable. Era así cómo funcionaban muchos vicios y yo ya tenía claros problemas de impulsos, por eso conocía los puntos de sobrecarga. Era un desastre y no podía echarme la vida esperando que me aceptaran así tal cual, como el impulsivo que era. Debía suavizar los bordes afilados.

    Por los que creían que podía ser mejor que esto.

    ¿Pero podía en realidad?

    —No sólo yo te amo, cielo —susurró y se me anudó la garganta porque me anticipé a lo que podría decir—. Aprende a reconocer el amor en los ojos de otros aunque no sea el que esperas. Aprende del amor ajeno, mi vida.

    Lo sabía, ¿cierto? Era mi madre, debía saberlo antes que yo mismo.

    La verdad que había negado tanto tiempo.

    No pude contestarle, tomé aire y me solté de su agarre para esta vez tomarla a ella por los brazos, instándola a ponerse de pie. Una vez estuvo levantada la atraje en un abrazo, firme, y la guié para que apoyara el rostro cerca de mi pecho. Se hizo pequeña entre mis brazos luego de corresponder el gesto y no pude recordar cuándo la había rebasado en altura, pero tenía que haber sido ya hace años. Algún día sería yo quien debiera cuidarla a ella y a mis tíos, luego de que ellos invirtieran sus vidas en mí, algo que Liam no quiso hacer.

    Cuando se separó de mí noté que tenía los ojos cristalizados, pero no dije nada al ver que estiraba las manos a mi cabello que seguía ligeramente húmedo de la ducha que había tomado y de la crema para peinar. Fue separando algunos rizos con agilidad, sin deformarlos, y mientras tanto me preguntó cómo nos habíamos organizado, le conté que uno de los chóferes de Liam me iba a recoger y que entonces pasaría por Verónica para que fuéramos a Minato, a Roppongi, le dije que si hacía falta la llevaría donde Yuzu para que pasara la noche, pero mi idea era que cada uno estuviera en su casa antes de las dos. Además que obviamente iba a cuidarla aunque en la práctica era Vero quien podía cagar a palos a alguien si nos molestaba mucho.

    —Si algún día quieres traer a otros amigos a casa sabes que puedes hacerlo. Tus amistades siempre son bienvenidas aquí.

    Asentí, ella me dejó el cabello quieto y me dio un beso en la mejilla antes de salir de la habitación. Escarbé las gavetas del escritorio, al fondo de una encontré un paquete de cigarros recién abierto y trastabillé cuando encontré la hierba. Dudé, pero cerré la puerta de la habitación y preparé los dos porros más cargados que habría visto nadie en un rato, los guardé en un tubo de caramelos y los zambullí en el bolsillo junto al encendedor.

    Al salir del cuarto fui marcándole a Verónica que me contestó cuando iba llegando abajo y puse el altavoz mientras iba a la cocina para servirme un plato inmenso de comida en lo que iba a contándole que estaba listo y pronto saldría de casa. Ella escuchó el alboroto de las ollas, claro.

    —¿Estás comiendo? ¿No dijiste que estabas listo, leoncito?

    —Lo estoy —contesté ya sentándome en la mesa—, pero en lo que pasan buscarme no iba a aguantar hambre. ¿Ya comiste o quieres que pasemos por algo?

    —¡Ya cené! —respondió y creí escucharla abrir y cerrar puertas a las prisas—. Copito también, se comió las semillitas y ya está esponjadito, listo para dormir. ¡Le tomé una foto super bonita, te la voy a enviar!

    —La estaré esperando. ¿Lo dejas en casa?

    —Sí, para que el pobrecito no se desvele. ¿Debería llevar un cardigan o algo así, lindo? ¿Qué opinas?

    Ya no tenía cara con qué avergonzarme por los apelativos luego de lo del receso.

    —Mejor, por si al salir sopla viento. A donde vamos hay unos casilleros a la entrada, podemos guardar allí algunas cosas que no queramos tener encima mientras estamos dentro de lugar y queda con llave, tú lleva lo que necesites. No quiero que pases frío ni te sientas incómoda por algo, así que tenlo presente.

    —Siempre tan caballero, ¿a qué sí? —bromeó y como no me estaba mirando me permití una sonrisa ligeramente satisfecha—. Está bien, lo tendré en cuenta. ¡Gracias!

    Le molesté diciéndole que se apurara, no fuese a ser que llegara a buscarla y estuviera medio lista, y entonces colgué. Estaba por empezar a comer cuando mamá bajó para cenar conmigo, hablamos un poco más porque había oído a Vero en el altavoz y le conté de las chicas de la escuela empezando por Anna, la presentación de baile, el abrazo que me había dado por las galletas tiesas y algunas cosas más. De Ilana le hablé un poco menos porque tenía que borrar la verdad de cómo la había conocido, pero le conté que se había transferido recientemente y habíamos vuelto juntos en el tren hoy y otros días.

    Al terminar de comer elegí seguir mi propia recomendación, me fui a traer una chaqueta del armario y pesqué la de siempre, la del dragón dorado en la espalda, y me la eché encima al escuchar que afuera soplaba algo de brisa aunque no estaba fresco como tal. Una vez listo le dije hasta luego a mamá y apenas me dio tiempo, pues cuando estaba por bajar de nuevo escuché la bocina de un auto.

    Despedí a los gatos que estaban en la boca de la escalera, medio apreté el paso y salí de casa cerrando con llave. Afuera había un gato callejero al que acaricié antes de abrir la puerta de atrás del coche para subir allí, no tenía intención de mandar a Vero sola de por sí. Por lo general no miraba a los chóferes de Reaper porque eran bastante estoicos, pero siempre saludaba.

    —Buenas noch-

    Night, lad —apañó la voz que reconocí pertenecía a Mad Wolf, saludó en inglés, pero continuó en japonés—. Me dicen que vas a una dirección en Bunkyō.

    —Joder, ¿tú de nuevo, Nozomu? ¿Por qué no mandaron a uno de los de siempre?

    —Porque la gente tiene días libres, muchacho, y porque me dio la gana venir. Contigo no me aburro ni un poco, todo el rato es un circo. ¿Confirmas el destino?

    —Lo confirmo. ¿Te puedes comportar? Vamos a pasar por alguien, luego necesito que nos dejes en el Maharaja, en Roppongi.

    —Copiado, boss —contestó con sarcasmo.

    Eran casi veinte minutos de camino, así que apenas dejé de ver la casa en los espejos y como viajaba con Mad Wolf saqué uno de los puros que había preparado y me aseguré de que estuviese bien encendido antes de dar una calada profunda, reteniendo el humo, y al soltarlo al coche lo cubrió una cortina traslúcida. Nozomu estiró la mano hacia atrás, golpeando el asiento, y le pasé el puro. Le dio una pitada importante y antes de regresármelo lo observé unos segundos hasta que soltó una risa que pronto lo puso a toser. Di por asumido que la caja con la pipa, la picadora y la hierba en la guantera del coche de Liam eran de Nozomu entonces, no del viejo.

    —¿No será esto una nueva maravilla del mundo? Lo liaste con el amor de una madre arropando a un niño. Y cargado que da gusto, ¿aspiras a morir hoy o qué?

    El comentario del amor con que lo había liado me arrancó una carcajada, recibí el puro de nuevo y pegué el siguiente hit, sentí el calor en la garganta y esta vez fui yo el que empezó a toser, bueno, ¿cuánto me había durado la sobriedad? ¿A duras penas dos días? Qué decepción. La ventaja era que no le había hecho promesas a nadie sobre dejar de consumir.

    —Aspiro a ver luces bonitas, Mad Wolf, y a no pensar —bromeé sin más.

    Hicimos el trayecto intercambiando el porro, el tipo no pasó de cuatro caladas y me acabé lo que quedaba, la gracia me dejó el cuerpo flojo, la cabeza en silencio y la percepción de estímulos algo alterada, nada muy loco. Como estaba mejor descansado y no tenía a Liam tocando las pelotas no me pegó mal. Mad Wolf bajó la velocidad, abrió las ventanas y dejó que el humo saliera en esperanza de que la peste no se sintiera tanto, aunque dudaba que tuviera éxito con eso. Balanceé la gracia encendiendo un cigarro común y silvestre, me fumé la mitad y le pasé lo que quedaba a Nozomu, asumiendo que le daría igual también.

    Se estacionó donde la aplicación marcaba el punto, apagó el auto y salió para terminarse el cigarro con las caderas apoyadas en la nariz del coche. Iba con ropa formal negra, sin saco eso sí, como los chóferes de Liam de siempre. Sólo allí pensé que igual no había analizado esto muy bien, más allá del impulso inicial. Estaba pasando a buscar a la chica cuya hermana era guardaespaldas en un coche negro, vidrio polarizado y chófer privado con pintas cuestionable; eso se veía un poco mal, como mínimo lo bastante sketchy para levantar alarmas. Me pasaba por no querer pedir un Uber, la verdad.

    También bajé del auto, pero Verónica no tardó ni un minuto en salir casi corriendo y se acercó a mí, sonrisa puesta en el rostro. Reflejé el gesto a pesar de que me distraje con lo brillante que me pareció su cabello, noté además de que llevaba puesto un abrigo pequeño seguro por mi recomendación de hace un rato.

    —Leoncito. —Me llamó con suavidad, ampliando la sonrisa—. ¿Cómo estás? ¿Te aprovechó la cena?

    —Me aprovechó. ¿No se te olvida nada? Revisa que lleves todo —le dije sin ponerme a pensar que ya la hierba también me había aflojado la sección de lenguaje del cerebro, no tardaría mucho en ponerme a parlotear—. Una última revisión de rutina, soldado.

    —¿Soldado? —atajó, sorprendida, pero luego se colocó firme y saludó—. Digo, ¡recibido, Capitán!

    Cuando relajó la postura revisó un pequeño bolso que cargaba, fue enumerando las cosas que debía llevar: antibacterial para las manos, llaves, unas gomas de mascar y dinero. Ahí me reí y ella alzó la vista para verme, igual esto de ponerme las botas que tenían más suela no había sido la mejor idea, la chiquilla se veía más pequeña de lo que ya era y lo noté más que en el almuerzo. Como fuese, la sonrisa que le dediqué debió ser una pizca más oscura, más parecida a la que me había descubierto los dientes en el receso, pero aún así me entrecerró un poco los ojos pues no dejó de ser sincera.

    —El dinero no lo necesitas hoy, Snowy —dije casi en voz baja—. ¿Recuerdas de quién es la fiesta? La casa invita.

    Lo dicho, era un niño malcriado. Gastaría el dinero de Liam porque el cabrón me lo debía, porque me había propuesto punzarlo entre las costillas y hacerlo sangrar hasta su muerte incluso si mis gastos ni siquiera se comparaban a sus ingresos.

    A ella una sonrisa le alcanzó el rostro, iba a decir algo, pero pareció que se le encendió el cerebro de repente y escarbó de nuevo el pequeño bolso. De un bolsillo interior sacó la argolla que le había dado temprano, la abrió con cuidado y se estiró hacia mí. Fue un poco automático, pero me incliné para que no tuviera que hacer ese esfuerzo y ella me colocó el pendiente en la oreja de nuevo, le di las gracias en voz baja y ella lo reflejó diciendo que me agradecía por el lucky charm.

    Apenas había dicho eso cuando Mad Wolf se despegó del auto, escuché que llamó mi atención y me pidió otro cigarro. Por un instante dudé, pero acabé sacando la cajetilla, le pasé uno y él sacó su propio mechero, creí sentir la mirada de Verónica encima e imaginé que era porque recién ahora me veía así. Para sobrevivir a la noche y a la calle en particular había creado una serie de malos hábitos y me había aferrado a fracciones de mi propia personalidad que se desviaban de quien solía ser en la escuela, en casa y con mis amigos cercanos. Era bastante menos tímido, pero también más hosco y soberbio.

    Aparte de eso, yo había sacado los cigarros, por rebote el fumador también era yo. Hasta ahora me había conocido cantándole a Copito, pasándole fotos truchas de mis gatos y contestándole a cualquier hora, incluso si habíamos tonteado en el receso esto era distinto. Una sorpresa o dos se las llevaba cualquiera. Daba igual de momento, el caso fue que allí me di cuenta que me había saltado el protocolo social y ni siquiera había presentado a esta gente. Tomé aire, señalé a Mad Wolf con un movimiento de cabeza y al empezar a hablar caí en que sólo tenía su apodo y su nombre, me faltaba el apellido.

    —Vero, este es…

    —Nozomu Horrigan, amigo de la familia —contestó él presentándose en el orden occidental y rodeó el coche para acercarse a nuestra posición, allí hizo una reverencia ante ella.

    Amigo de la familia era mucho decir, pero imaginaba que Nozomu nos vigilaba hace años o lo había hecho toda la vida. La noción era más amable que decir “chófer de la familia Dunn” o la mierda que fuera, sonaba más amigable y también evitaba algunas preguntas. Este cabrón sabía qué decir y qué no, comenzaba a quedarme más claro que antes por qué ocupaba el lugar a la derecha de Liam.

    —Y ella es Verónica Maxwell. Es una amiga que hice en la nueva escuela —presenté a la chica que reflejó la cortesía social.

    —Es un placer conocerlo, señor Horrigan. Gracias por traer sano y salvo a mi- a Cayden.

    La corrección en tiempo real fue bastante obvia, pero los dos elegimos no llevarle el apunte. Él negó con la cabeza, restándole importancia al asunto de traerme sano y salvo, pues al final era su trabajo y llevaba días haciendo de niñero. De paso le dio otra calada al cigarro.

    —El placer es mío. Puedes confiar en que estarás segura con nosotros.

    —Termínate el cigarro si quieres, no nos matará llegar algo más tarde —dije hacia él hundiendo las manos en los bolsillos.

    El tipo asintió, apoyó la cadera en este lado del auto y Vero llamó mi atención para mostrarme otra foto de Copito diferente a la que me había pasado antes. Pronto estuvimos enfrascados en una conversación sobre animales porque saqué el móvil y con movimientos algo lentos busqué una foto de los gatos que había tomado el día que fui a buscar ropa a casa para volver a largarme. Estaba en eso cuando el cabrón de Nozomu mandó mi pedido de comportarse a la mierda.

    —Cayden. —Pilló bastante rápido que no debía usar el otro nombre frente a ella, luego observó a Vero—. ¿Dónde escondías a la chica? Creí que no tenías novia.

    La pregunta no fue tan mala como la afirmación, dejé de prestarle atención a la albina y las neuronas atrofiadas pasaron a estar congeladas directamente. Mi primer impulso había sido corregirlo, brusco, diciendo que no lo era, pero la intención se me quedó atorada en el pensamiento cuando se me ocurrió que igual sonaba como una ofensa hacia ella rollo “Jamás sería novio de una chica así”, aunque ese pensamiento exagerado era idea mía nada más.

    No me alcanzó la vergüenza que me habría caído encima en otro momento, pero sí me pescó demasiado en frío y me quedé mirándolo, desconcertado, mientras él tenía una expresión neutral que no reflejaba nada en particular. Estaba por fumar de nuevo cuando fue Vero la que metió la cuchara.

    —¿Yo? —repitió como si la cosa no fuese con ella y cuando la miré noté que estaba sonriendo, entre divertida y satisfecha, luego entendí por qué—. Lamentablemente no soy su novia, pero sería afortunada de serlo. ¿No es un muchachito guapo, señor Horrigan?

    El desconcierto que sentí aumentó porque ahora tenía interiorizado que sus coqueteos eran, de hecho, en serio. Nozomu se me quedó mirando y lanzó la colilla al suelo después de pegarle la última calada al cigarro. Separó la cadera del auto, giró el cuerpo y juré que había sonreído, irónico, lo que soltó fue un comentario que ella no entendería.

    Una puya demasiado personal.

    —Quizás. Me recuerda a alguien que conozco —apañó mientras rodeaba el auto—. En fin, Vero-chan, aprovéchate entonces. Esta noche lo tienes para ti sola y viene en modo caballero, no creo que puedas encontrar mejor cita en todo Tokyo.

    —¿De verdad? Ya me lo imaginaba, pero tener una segunda opinión es muy bueno —dijo ella de lo más satisfecha con la noción de que era la mejor cita de la ciudad.

    A ver, a ver, ¿en qué momento se habían hecho compinches para esta estupidez? Me limité a suspirar mientras guardaba el móvil, escuché que Vero se rio y me estiré para abrir la puerta del coche, indicándole que subiera primero. Ella sonrió, complacida que dio gusto, murmuró un “Gracias, leoncito” que sonó encantado de por sí y la seguí para subir al asiento trasero.

    —¿Eso también lo olvidaste? —respondí a su agradecimiento en lo que cerraba la puerta, Mad Wolf ya había subido también. Lo que dije ni siquiera eran mis palabras en verdad—. Me tomo mis labores de caballero muy en serio.

    Acabábamos de retomar la marcha cuando solté la siguiente tontería. Lo dije con confianza, la suficiente para que rozara la soberbia.

    >>Hoy se supone que seas la princesa celebrada. Yo me encargaré de todo.

    Su reacción fue llevarse las manos al rostro, a sus mejillas, y la escuché reírse bajito. Era una tontería, pero arrancarle esa clase de respuestas un poco sí me alimentaba los delirios de grandeza que enmascaraba una buena parte del tiempo. Era el problema de tener embrollos asociados al ego, a veces uno se conformaba con bien poco y otras veces más bien exigía demasiado, ¿pero ahora mismo? Nada de eso importaba lo suficiente, realmente nada importaba lo suficiente hace tiempo si me sentaba a pensarlo con objetividad.

    No había solución para muchas cosas, debía aceptarlo.

    Dejar que lo que tuviera que ceder al caos, cediera. Yo incluido.

    Cénit y nadir.


    En el camino le fui contando a Vero sobre la zona y el lugar al que iríamos para tampoco llevarla tan a ciegas. Roppongi era un barrio de Minato conocido por su vida nocturna, similar a algunas zonas de Shibuya y Shinjuku, que se orientaba a un público joven en su mayoría, pero la zona también era frecuentada por muchos expatriados que iban desde empresarios extranjeros, militares fuera de servicio y estudiantes. No llegué a mencionarlo porque no venía al caso, pero era Roppongi donde se habían asentado una buena parte de los nigerianos presentes en Tokyo, muchos de ellos asociados a la administración de discotecas, bares, clubes y demás mierdas.

    La bronca de los nigerianos había empezado en 2006, se había acrecentado en 2010 cuando drogaban a la gente para robarles y se mantuvo hasta que Yuzuki apareció, en 2018, luego de haber huido de los chacales inferiores que no la respetaban, culminando en nuestra desarticulación oficial después de los intentos de Ratel y suyos por relevar a Kaoru. Los nigerianos se habían calmado, también los japoneses y la yakuza había retrocedido, negándose a reconocer el control de una mujer sobre el barrio, incluso si era hija de Shiro Minami, descendiente directa de los Minami de la Era Heian. El mandato de Yuzu, por consecuencia, estaba libre de las ataduras de la yakuza, pero eso también la volvía vulnerable, pues nadie más que sus nigerianos la protegía y, si acaso, parte de la familia de aquel tipo de la cicatriz en el rostro.

    El Maharaja estaba en el sexto piso del edificio ROCMON, era una de las discotecas o clubes principales administrados por los perros salvajes de Yuzu y en el que ella pasaba más tiempo, sin hacerse conocer como lo que era: la cabeza del barrio. Aparecía y desaparecía con libertad, procuraba que todo estuviera en orden y se encargaba de comandar a los demás desde las sombras. Por ello el lugar era seguro, tan seguro como ella consiguiera que fuese.

    Había sido en Roppongi donde habían cagado a palos a Kohaku.

    Era territorio de Yuzu, ¿qué coño había pasado?

    ¿Qué mierda estaba pasando en los barrios?


    Había divagado en esos pensamientos un instante mientras hablaba con Vero, pero forcé a la mente a desconectar y gracias a la hierba de antes no me costó mucho, pero volví a preguntarme hasta cuánto soportaría hacerme el loco con esa mierda o con todas las cosas en sí. Habían apaleado a Ko, podrían haberlo matado sin que me diera cuenta siquiera, Arata me había soltado una bomba en la cara y tenía que hacer un balance de pros y contras, de lo que podía perder o ganar. No había mucho o nada que ganar, así que mis elecciones se basaban en lo que no estaba dispuesto a perder, incluso si sacrificaba un anhelo.

    Al llegar a Roppongi Nozomu detuvo el auto en la entrada, bajé del coche y volví a abrirle la puerta a Verónica, que bajó y cuando pretendió caminar algunos pasos más allá la sujeté del brazo, haciendo que se quedara a mi lado. Seguro pretendía estirar las piernas en ese metro cuadrado, pero yo no tenía tiempo para tonterías. De momento no había tantas personas por el día de la semana, pero la gente estaba medio loca incluso así, daba igual si ella tenía experiencia con la velocidad de los espacios urbanos, porque no era ni parecido a la vida nocturna de una ciudad nueva.

    —Roppongi es demasiado acelerado, necesito que te quedes conmigo siempre y si hay muchas personas me das la mano, ¿está bien, Vero?

    —¡Señor, sí, señor! —afirmó otra vez en modo militar, luego asomó la cabeza para ver a Nozomu y se sujetó a mi brazo, supuse que para darle tranquilidad a mi paranoia—. Muchas gracias por traernos, señor Horrigan.

    —No es nada, Maxwell. Hazle caso a Cayden, ¿quieres? Sé que no tiene pinta, pero sabe manejarse en este ambiente. Si algo lo incomoda, debería incomodarte a ti, ten eso en cuenta.

    Fue el equivalente de decirle que confiara en mis ojos, algo que no era descabellado de por sí, Mad Wolf tenía que saber de primera mano algunas de mis cosas porque la información fluía de Liam a él. Sumado a eso, ayer él había pasado por mí a la escuela porque se lo pedí expresamente, ya que me había dejado su número el fin de semana, porque me dio miedo acobardarme en el tiempo que me tomaba llegar en el tren y en el trayecto de regreso la charla estuvo un poco pesada.

    Ya él sabía que había firmado los papeles que aseguraban que una vez Liam la palmara todo lo que le había pertenecido sería mío, por lo que esperaba de mí la mínima coherencia que ameritaba semejante cosa. En sus palabras, una vez eso sucediera y aunque no controlara a los irlandeses, porque no me interesaba, podría dejarlos en la calle si me daba la gana y necesitaba la seguridad de que su vida no dependería de un niño que un día despertaba de malas y se le acababa el mundo.

    También había hablado de Liam y el abuelo Flanagan, no con la esperanza de que perdonara a mi padre y comenzara a considerarlo tal cosa, sino de que lo entendiera. Todo lo que sabía de Flanagan Dunn era que así como Liam y yo, su relación había sido un desastre y había sido de esa manera hasta su muerte, antes de que yo naciera. Sin embargo, Nozomu llevaba más tiempo cerca de Reaper que mi madre y sabía más. La bomba de información fue violenta, pues resultaba que era nieto de un abusador. Un condenado viejo excéntrico, distante e intenso aún así, otro más; sus genes resistían los ajenos con demasiada fuerza.

    Te pareces a él y sé que no quieres parecerte, como él no quería parecerse a Flanagan.

    Liam jamás se atrevería a golpearte,
    había dicho.

    Es allí donde Liam se diferencia de Flanagan.

    Y en la capacidad de amar es que tú te diferencias de Liam.


    ¿Hasta dónde era cierto? No tenía idea, no creía que fuese mentira del todo tampoco porque las personas lo rescataban. Lo señalaba mamá, Arata, Yuzu y Ko el día de la azotea se había empeñado en no dejarme olvidarlo. No desacreditaba sus esfuerzos, pero me sentía tan desconectado del mundo a veces y requería tanto espacio para resetear mis sistemas y sanar que lo dudaba. No me parecía que el amor fuese consistente con esas sensaciones y necesidades, ¿pero qué sabía en realidad al respecto? ¿Qué sabía cuándo estaba haciendo el tonto con esta chica sólo porque me había ganado su confianza y ella la mía?

    Vero había asentido a las palabras del viejo Horrigan, el movimiento le agitó el cabello y Nozomu se dio por servido, pisó el acelerador y se largó. Yo me había quedado dando vueltas en esas ideas, vi el coche alejarse y giré el cuerpo para buscar la callejuela que nos escupía frente al edificio que albergaba el Maharaja. Había una fila no demasiado larga en la entrada principal del ROCMON, pero la ignoré y crucé la calle hacia los tres garajes de enfrente que estaban cerrados.

    Me deshice con cuidado del agarre de la chica, pero la miré con la clara intención de recordarle mi indicación y escarbé en los bolsillos hasta que encontré el tubo donde tenía guardado el otro puro. Me aparté un poco, no demasiado, y encendí la hierba. Le di la primera calada y regresé la atención a ella poco antes de exhalar el humo, que empañó un poco su silueta.

    —¿Y no compartes, leoncito? —dijo, pícara, y a mí la gracia me hizo reír lo suficiente para toser.

    No respondí nada de inmediato, procuré no escupir un pulmón y sentí que se acercaba para darme algunas palmaditas en la espalda. Di otra calada, luego una tercera y apenas percibí que volvía a la suerte de línea base que había perdido de Bunkyō a Minato aplasté la colilla del puro contra el tubo, apagándolo. Lo guardé con cuidado y una vez tuve las manos libres di un paso, me colé en el espacio de la chica y me incliné ligeramente en su dirección. La brisa continuaba aunque aquí los edificios cortaban un poco del viento, para el caso de todas formas algo de cabello se le había movido y estiré la mano para apartarlo de su rostro.

    —Pensé que debías saberlo —solté apenas al volumen suficiente para que me oyera entre los ruidos de la calle—, pero las muchachas bonitas no deberían fumar.

    Incluso con los sentidos embotados noté el chispazo fugaz de sorpresa que cruzó la mirada porque hasta entonces había fingido demencia sobre lo que había pasado en el almuerzo, pero allí se di cuenta que estaba volviendo sobre la misma línea con más claridad que con los comentarios anteriores. Ya de paso, notar la chispa de sorpresa me estiró la sonrisa y cuando regresé a mi espacio la vi llevarse las manos al rostro una vez más. Contuve una risa y busqué su brazo de nuevo deslizando el tacto hasta su muñeca y rondé la idea de tomarle la mano, lo que terminé haciendo pasado unos segundos. Ella me recibió sin más.

    Como la oportunista que era.

    —¿Debería ir acostumbrándome a esa clase de comentarios, lindo? —bromeó sin mucha dificultad, pero no le contesté.

    La fila en el ROCMON no era rara, pertenecía al Maharaja aunque estaba pisos más arriba, pero allí evaluaban si dejaban pasar a las personas, pedían identificaciones o requisaban a quien hiciera falta. Me salté a todos, el tipo que estaba mandando gente arriba reparó en mí e hizo un asentimiento de cabeza sutil, de forma que pasamos con otro grupo de personas al ascensor.

    Conforme fue subiendo comenzó a escucharse parte del bullicio que provenía del club, como un preludio. No le había avisado nada a Yuzu porque de por sí había salido corriendo de su apartamento el martes por la mañana al pasar a recoger mis cosas y ni siquiera sabía si hoy tendría rondas en el hospital. Puede que me aprovechara demasiado de la bondad de la mayor de las Minami.

    Como me aprovechaba de la bondad de todos los demás.

    Arriba el elevador se descongestionó según bajaron las personas, dándonos espacio, pero Verónica no me soltó la mano y la dejé estar. El tipo de seguridad que ponía y quitaba la cadena dejó entrar a las personas, nosotros no tardamos en quedar frente a él e indicó que pásaramos luego de guardar lo que necesitáramos en los locker, dejamos allí mi chaqueta, el bolso de Vero y su abrigo. Adentro nos recibió el cambio de luces, nada quedaba de los bombillos aburridos del exterior. En la oscuridad toda clase de luces de neón y LED eran las que iluminaban de manera tentativa los espacios.

    Señalaban el lugar de la barra, el DJ, los baños y el camino a la suerte de segunda planta que tenía el lugar. Los techos altos que habían creado seguro aprovechando dos pisos habían permitido crear lo que para Yuzu era una suerte de panóptico, donde habíamos estado la noche en la que me largué a llorar y todo ese espectáculo. Arriba había otra barra y, si podía confiar en mis recuerdos de entonces, también algunas mesas altas y un sofá.

    En todo el local había figuras de diversos tamaños de un elefante dorado, la suerte de logo, símbolo, la cosa que fuese del club. Que uno en cada costado de la barra, uno en medio de los baños y así hasta parar de contar. Además de eso la acústica del lugar tenía los bajos ridículamente potenciados, prácticamente cualquier canción que pusieran o las mezclas del DJ vibraban en el cuerpo, repicaban y volvían al espacio. La combinación de sonido y luces con el idilio de la hierba me distrajo lo suficiente como para no notar lo que estaba por suceder.

    Yuzu apareció de la nada, parecía haber terminado de decirle algo a un chico de piel oscura y justo surgió en mi campo de visión de golpe, primero el mechón albino, luego sus ojos violeta. Debía llevar unas botas de plataforma, porque su mirada no quedó a la altura usual de otros días, estaba más cerca de la mía. En el destello púrpura y los colmillos, que noté apenas abrió la boca, recordé por qué Matsuo se me parecía un poco a ella. Tenían el mismo aire asilvestrado, como de perro salvaje.

    —¡¿Te parece bien salir huyendo del apartamento sin explicarme nada, Cayden?! —gritó para hacerse oír por encima del palpitar de la música—. ¡Primero todo el drama, que te deje dormir en casa, luego te largas y te apareces tan fresco en Roppongi un puñetero miércoles! Es el colmo del descaro.

    Verónica, que seguía sujeta a mi mano aunque un paso por detrás, asomó la cabeza por la derecha al escuchar el repentino alboroto al que sólo le faltó mi nombre completo. A mí me tocó parpadear para enfocar a Yuzu un poco mejor, porque gran parte de mi atención la había absorbido sólo haberla escuchado.

    —Perdona, debí avisar o algo. No es… está todo bien, ¿sí, Yuzu? —comencé a explicar y por la manera en que creí que la mayor de las Minami veía a Verónica tuve que apurarme con las explicaciones, arrastré a la muchacha frente a mí y después de soltarla apoyé las manos suavemente en sus hombros—. Traje a una amiga.

    —Amiga —gesticuló con los labios más de lo que habló, sorprendida, y comencé a tomarme personal esto de “no tienes amigas”. Como fuese, al final abandonó el fastidio o lo dejó para después y entonces sí alzó la voz—. ¿Y esta muchacha tan bonita?

    —Que me lo pregunte alguien así de guapa me hace sentir muy halagada —atajó ella con el exceso de confianza y el, ni idea, coqueteo perenne que al parecer manejaba desde temprano.

    Yuzu se sorprendió, me intercambió una mirada y a mí se me escapó una risa que no debió escucharse en realidad. De todas maneras le hizo gracia y sonrió divertida con todo el cuadro aunque estábamos aquí en medio de más protocolos sociales. Yuzuki era bastante adaptable, su posición lo exigía, pero parte de ello venía de que a pesar de que lo olvidáramos con cierta frecuencia, la chica seguía siendo casi una mocosa y parte de ser un crío implicaba aprender a cambiar las máscaras. La vida había hecho a Yuzu más dura de lo que debería e incluso así no dejaba de ser ella, no dejaba de amar, de guiar ni de ser una buena amiga, una buena hermana y una buena hija.

    —Maxwell Verónica —dije encima del volumen de la música, luego me incliné sobre la albina desde su espalda para poder continuar con la presentación, puede que al hablar lo hiciera demasiado cerca de ella—. Minami Yuzuki, es amiga mía desde hace tiempo.

    —Puedes llamarme Yuzu sin problema, Vero-chan —soltó la mayor con la amabilidad usual—. Es un placer.

    —¡El placer es mío! Me pone muy contenta conocer a una amiga de mi leoncito.

    El sobrenombre que usaba a diestra y siniestra causó que Yuzuki me mirara de nuevo esta vez haciendo una pregunta silenciosa a la que quizás no pude o no quise darle forma. De todas maneras, luego de un intercambio de palabras más que no registré en la memoria, Yuzu pronto nos estuvo arrastrando a una de las mesas.

    La mayor de las Minami interrogó sobre los gustos de Vero, así que a la niña le fueron lloviendo los cócteles dulces mientras hacían conversación sobre varias cosas y a mí los highballs de whiskey, uno tras otro, que iban bien con el verano de por sí. El efecto de la hierba comenzó a diluirse de manera gradual, pero me entretuve varias veces con las luces y las vibraciones de la música del Maharaja mientras las chicas conversaban.

    Vero le habló de la escuela, sus otros amigos y un poco de su hermana mayor o eso registré de tanto en tanto. Creí que le mencionaba lo del amuleto que le había dado, la liga para el cabello, y lo del examen de judo, que se desvió a la anécdota de Ryuuji volando por los aires y allí volví a la charla para me descojonarme como cinco minutos. No había pérdida, me acordaba y me cagaba de risa.

    Como fuese, cuando la plática giró de regreso a mí ya sentía calor por el alcohol y tenía la vista un poco echada a perder, aunque no era que estuviera viendo doble, no todavía al menos. La albina, que se había sentado junto a mí desde que nos acomodamos, lanzó una pregunta al aire y pensé que era un poco chismosa, aunque yo pecaba de lo mismo más por gajes del oficio.

    La información era oro líquido después de todo.

    —¿Hace cuánto conoces a mi leoncito, Yuzu?

    —¿A Cay? —soltó una risilla y señaló al menos unos siete centímetros debajo de su estatura que si ignorábamos las tremendas botas pisa cráneos, pues era un poco la estatura de Vero o algo menos—. Lo conozco desde que era de este tamaño, tenía trece años, cara de bebito y esos rizos incontrolables. Una cosita adorable que luego perdió el respeto por sus mayores y decidió pegar un estirón que lo hizo dejarme tirada. Era arisco y respondón, pero lo domamos rápido, ¿a qué sí, Cay Cay?

    —Domamos suena a manada —respondí antes de pasarlo por algún filtro y bebí un poco más.

    —Puede que sea cierto. Habría que reconocerle la labor a su verdadero origen~

    Suspiré al escucharla, relajando la postura contra el respaldo del asiento que era una suerte de sillón que rodeaba la mesa. Nadie entraría en detalles que nos llevarían sin escalas a “Hey, solíamos ser una pandilla de críos en Chiyoda, ¿pero quieres saber de cuando Cayden casi tenía la edad en la que se comía los mocos y se puso suavecito porque le presentamos a un niño de su escuela?”, reconocía el cambio ahora con más claridad que entonces y era molesto, incluso si no sabía del todo la intencionalidad del reclutamiento posterior al mío. No me había calmado hasta cerca de una semana después de que los locos de mierda me secuestraran, lo hice cuando apareció.

    Cuando lo trajeron a él.

    Tiny Lionheart! —soltó la muchacha, ya ni filtró el inglés en su cerebro y por suerte tampoco era muy brillante, así que no se detuvo en los orígenes de nada—. So cute. Seguro eras súper adorable, ¿no, leoncito?

    —¿Era? —dije fingiendo haberme indignado terriblemente.

    Sentí los ojos de Yuzu encima, calculadores. Esta chica me conocía hace demasiado tiempo, puede que no se le escapara ni la mínima cosa, el asunto era que tampoco me preguntaba nada si yo no parecía dispuesto a hablarlo para empezar, excepto aquella noche en que escarbó y me largué a llorar. Quizás era un error estructural en todos nosotros, ni siquiera podía recordar si Kaoru sí preguntaba o sólo daba cosas por asumidas también. A lo que iba era que seguro estaba notando más de lo que notaba yo mismo desde hace años.

    Now you’re handsome, it’s not the same! —contestó de inmediato, a mí se me escapó una risa y choqué su pierna con la mía debajo de la mesa—. Aunque también eres adorable, no tiene caso negarlo.

    Well, thanks, birdie —apañé sin detener el pet name.

    —¿Y cómo han mantenido la amistad tanto tiempo? —retomó ella como si nada.

    A Yuzu se le escapó una risa que amenazó con volverse una carcajada, había bebido bastante menos que nosotros, pero no era que estuviera sobria tampoco. Puede que el asunto no fuese tan gracioso en realidad, ni una pizca, pero uno tenía que reírse de las cosas de vez en cuando.

    —Compartimos algo de rebeldía. No somos amigos del obedecer por obedecer, ¿cierto, cariño?

    Que usara un apelativo afectuoso llamó la atención de Verónica por un segundo, la sentí mirarme, como esperando por mi reacción, y se mantuvo observando mi perfil cuando hablé. Puede que la mierda esta de la confianza cuando tenía que ver conmigo fuese una cagada, deformaba la noción de maneras extrañas. En mi cabeza Yuzu era un chacal, como los demás, eso le otorgaba permisos y privilegios. En cierta manera me tenía enredado en un dedo, pero incluso así a veces me seguía resistiendo y escapaba de sus manos, como escapaba de las de todo el mundo.

    La verdad era que no era una amistad muy consistente. Tal vez Verónica tenía que detenerse a mirar las red flags que decoraban el camino como luces en una pista de aterrizaje.

    —La obediencia y la devoción son completamente distintas —reflexioné dando otro trago, la sonrisa que me alcanzó el rostro fue densa y eché el brazo sobre el respaldo de la silla, el cabello de Verónica me hizo cosquillas en la piel. Ya estábamos en el terreno de las conversaciones de borrachos, esas que pretendían ser profundas y no lo eran en realidad—. Las rigen emociones contrarias.

    —Y puede que seamos idealistas —añadió la mayor de las Minami—. Así que eso, quizás hayamos mantenido la amistad porque tenemos mentalidades similares aunque no parezca.

    Era el condenado fuego, ¿verdad? Ni más ni menos, Yuzu y yo entendíamos el mundo haciendo un balance de emociones intensas, incluso si yo renegaba de ellas con regularidad. No habían puntos intermedios de ninguna clase, era todo o nada.

    —¿Emociones contrarias? —preguntó Vero.

    Me reí, dejé caer la cabeza en su dirección y amplié la sonrisa. Ah, ya íbamos a empezar, era siempre igual, todo el maldito tiempo.

    Fear and love, birdie, nothing else. You can be forced to surrender or decide to do it, all by yourself —dije por completo en inglés, ella entendería y Yuzu pescaría lo suficiente—. La segunda requiere de confianza, la fe de que al entregarte no serás lastimado. No hay una sola cosa en el mundo que funcione sin lealtad y reciprocidad.

    Por esa idea infantil de cuento de hadas era que teníamos un Judas, por esas tonterías era que muchas cosas estaban hechas un desorden. No había nada que el amor por sí solo pudiera solucionar, ya se lo había dicho a Shimizu de por sí antes de que todo se fuese a la mierda.

    Lo que el amor no arregla sólo lo complica.

    Es así como el castillo de la historia colapsa.
     
    • Ganador Ganador x 1
  2. Threadmarks: II. you know you aren't going any higher
     
    Zireael

    Zireael Dios de FFL Comentarista empedernido

    Leo
    Miembro desde:
    27 Agosto 2011
    Mensajes:
    10,681
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Título:
    Who will be the one to break your fall, boy? [Gakkou Roleplay | Cayden x Verónica]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    10172
    No conozco el autocontrol y acá no se duerme hasta que yo no termine de publicar esto. Repito que es kilométrico.

    En la segunda sección están combinadas Hurt y Biblical Love de Flower Face, porque aquí no hay delirio sin drama. Again, perdón cualquier typo.
    Edit: El video de Hurt está medio trambólico por derechos de autor, a veces aparece insertado correctamente y a veces no, así que sea lo que tenga que ser (?)



    II

    said you'd take a bullet, told me you would die for me
    I had a really bad feeling you'd been lying to me
    we were on the low, but you were getting high with me
    when it's past 11, that's a different side I see

    .
    I'm too tired to forgive you, it's too hard on my liver
    and you know, it’s all over now

    .
    settle down, I'll spell it out, it's simple enough
    I came around, I figured out, should follow my gut

    [​IMG]
    The Three of Swords
    x
    The Two of Swords

    .
    Heartbreak . Confusion . Recovery .

    | Cayden Dunn |
    | Verónica Maxwell |

    *

    *

    *

    The Three of Swords


    Los bajos de la red de sonido del Maharaja rebotaron, los sentí en el cuerpo y las luces vibraron al mismo ritmo a nuestro alrededor. La música que salió de los parlantes tenía que ser la white girl type of shit que se le habría ocurrido a cualquiera, pero me di cuenta que no fui el único en reaccionar al comienzo de la canción. Varias voces rebotaron en una suerte de afirmación colectiva y al mismo tiempo busqué los ojos de Verónica entre la oscuridad interrumpida por destellos de luces, su cabello brillaba por la luz negra de a ratos, pero el azul de sus ojos se había tornado más oscuro, como el agua del océano cuando la noche caía sobre ella. La mirada que le eché tuvo que ser el equivalente de soltar “Es mi canción”.

    ¿Lo era? Ni un poco, pero qué pedazo de letra se habían aventado los hijos de puta.

    Empiné la botella de cerveza, quedaba menos de la mitad y desapareció de un trago, la dejé en la primera mesa que ubiqué. El beat cayó y las estrofas comenzaron a correr. Las personas empezaron a seguir la letra de inmediato, no tardé en unirme al coro que había iniciado y quizás, sólo quizás, le puse más emoción de la que ameritaba. El alcohol llevaba ya un rato de haber desaparecido ciertas restricciones.

    Said you'd take a bullet, told me you would die for me.

    I had a really bad feeling you'd been lying to me.

    We were on the low, but you were getting high with me.


    It was love at first sight, felt like you were chosen —canté a todo pulmón—, but that blood in your veins, yeah, I know it's frozen!

    Verónica, que seguía el ritmo con el cuerpo al igual que yo, se zampó lo que le quedaba del cóctel de un trago y sentí su mirada encima. Cuando creí ver que dejaba el vaso vacío en una mesa cercana busqué sus manos, la pesqué de ambas y caminé en reversa, arrastrándola conmigo, hundiéndonos entre las personas.

    Come on —gesticulé más de lo que alcé la voz en realidad, como si la pobre fuese a leerme los labios o algo, y le dediqué una sonrisa amplia—. Vienen las líneas buenas.

    Los versos de la chica, que solo entonces noté era la misma artista que la de la canción aquella tan deprimente que había cantado Ilana en el primer viaje en tren, tenían lo que me parecía una cuota bastante acertada de ira. Puede que por eso me gustaran, no estaba seguro, no lo pensaba mucho. Los seguí de principio a fin, recordé a medio camino que había una versión de la canción sólo de ella algunos cambios y que la letra era un pedazo de obra de arte igual, ¿era básico que te cagas? A veces y me daba igual.

    Cuando la parte de la chica terminara volvía a caer el estribillo, así que solté una de las manos de Verónica y señalé mi oído, indicándole que pusiera atención. Conforme cantaba dándole énfasis a la letra con el cuerpo, se fue acercando la caída de nuevo y ya había preparado a la niña, no podía ser sólo yo en este viajecito.

    Said you'd take a bullet, told me you would die for me! —cantamos los dos y se me escapó una risa entre las palabras de la siguiente línea—. I had a really bad feeling you'd been lying to me!

    La canción fue diluyéndose hacia la siguiente hasta fundirse con ella y el cambio implicó también una diferencia en las luces. Bajaron de intensidad hasta dejar el club casi a oscuras y en un reflejo más bien involuntario busqué el cuerpo de Vero con los brazos, di con sus hombros, la envolví con cierta firmeza y la atraje a mí, porque sabía que los tíos en los clubes eran un poco salidos, aprovechados y asquerosos. Sentí una de sus manos en el costado del cuerpo, navegó la zona un poco a tientas y también la sentí apoyar la cabeza en mi pecho. Solté el aire por la nariz, demasiado consciente de ello, y sentí el corazón golpearme las costillas, el metal pretendía encerrarme, pero el fuego pronto convertiría los barrotes en mantequilla.

    No había una opción correcta, ¿entonces por qué me molestaba en elegir?

    Mucho lamerme las heridas y toda esa mierda, pero seguía siendo un mocoso y sobre todo, no era una piedra, poseía los mismos defectos que el resto de hombres al final del día. El tacto me lanzó una pequeña onda de calor por el cuerpo y aflojé el agarre a su alrededor, pero mis dedos se hundieron en su cabello. El manto de nieve era larguísimo, cubrió mi mano en el acto y no detuve la caricia que alcanzó su nuca y un tramo ínfimo de la línea de su columna hacia la espalda. ¿No acababa de estar pensando en los aprovechados? Vergüenza tendría que darme.

    Tendría, pero no fue el caso.

    .
    .
    .

    The Eight of Swords


    Los observé desde mi panóptico, desde el momento en que los dejé solos y subí los había mantenido en el radar, necia, buscando la anomalía. Llevaban un rato bailando pegaditos que daba gusto y habían seguido bebiendo, Cay llevaba ya un par de meses algo más suelto y si uno unía puntos, puede que sólo fuese cuestión de tiempo que algo pasara, lo que fuese. La tensión que se estaba formando podía verse desde hace rato, pronto reventaría, bastaría un roce.

    Era una de las pocas veces en que veía a Cayden con una persona externa a los chacales, sin contar a la famosa Anna Hiradaira que habían mencionado hace tiempo, y aunque me alegraba que ampliara sus horizontes todavía estaba el ruido de los días anteriores. Su aparición cuando eligió dejar de huir de mí, la charla, la misma cara que había tenido durante parte del año pasado y el antepasado y luego cómo había huido de su casa, viniendo a dar a mi apartamento y reapareciendo la mañana siguiente para irse corriendo al oírme.

    ¿Y ahora traía a esta muchacha?

    ¿No era un poco imprudente?

    No del todo, quería decir, traerla aquí de todos los lugares disponibles tenía sentido. En la medida de lo posible estaba segura dentro de estas paredes, incluso si no tenía control sobre algunos cabrones que llegaban hasta que los pillaba con las manos en la masa y los sacábamos a patadas, pero igual… Estaba trayéndola demasiado cerca de sus sombras, algo que creía que él no haría de no ser que hubiese algo de fondo creando interferencia con sus decisiones, había un ruido opacando sus alarmas y aunque había medio hablado conmigo, no podía hacer otra cosa que asunciones. Decía que estaba bien y nada más quería celebrar el examen de la muchacha, en parte debía ser cierto porque Cay era amoroso incluso si lo ocultaba, pero no podía ser sólo eso. Algo olía a quemado hace tiempo, desde que había dejado de buscarme por el golpe que me enteré después que había recibido.

    En la hoguera yacía un corazón apuñalado desde varias direcciones.

    El tema era que aquí vendía hierba de vez en cuando a clientes más o menos fijos, luego estaba yo que no era ninguna santa y el hecho de que, bueno, desde que Cay había comenzado a salir o escaparse de noche era un poco distinto. Más confiado, pero también más prepotente y a veces, si se sacaba la lotería, mucho más caótico e impulsivo. No era una versión de sí que mostrara de gratis, lo hacía porque significaba un beneficio o su supervivencia, y requería muchísima gasolina en el tanque, algo que había hablado conmigo el día apareció en casa cuando las gemelas iban saliendo.

    De repente solo conduzco un coche mental a toda velocidad, había dicho.

    Es un milagro que no me haya partido el cuello en los choques.

    ¿Hasta cuándo su cuerpo soportaría el latigazo del impacto?

    Lo vi cantar como si quisiera escupir los pulmones, arrastrar a Maxwell consigo y cuando pasó la transición una de las pocas luces que quedaba desde mi ángulo me permitió notarlos prácticamente fundidos el uno en el otro. Cayden por lo general sólo aceptaba aproximaciones de personas conocidas y hasta yo me había divertido un poco calentándole la polla el día que luego soltó a llorar, pero me pregunté hasta dónde se podían dar cuerda mutuamente. Cay no debía tener mucha experiencia de por sí, aunque el exceso de confianza de este año daba a entender que ya alguien debía haberse sacado la lotería. En cualquier caso, dependía de ella aprovechar esta suerte de error en el sistema y en verdad nadie podría culparla, Cayden había pasado de un niño adorable a un muchacho de facciones suaves, pero atractivo aún así.

    Había necesidades, ¿no?

    No había quién culpara a Maxwell por lo que hiciera hoy en tanto no esperara de Cay más de lo que él estuviera dispuesto a darle, ya no físicamente. Este muchacho, con su dulzura, su amor y su intensidad, era terriblemente inconsistente y el compromiso no era su fuerte, en lo absoluto. No le gustaba sentirse atado por obligación, mordía y pateaba a quien quisiera controlarlo incluso poniendo en riesgo su integridad, mucho de ello era porque no quería sentir que ataba a los demás… pero existía en él un deseo contradictorio, un anhelo demasiado antiguo y un miedo demasiado pesado.

    Cargaba la herida del que niega una verdad, varias de hecho.

    Los que estábamos heridos lastimábamos a los demás.

    Cuando la atrajo hacia sí percibí su intención de cuidarla, tal vez inconsciente, pero luego la gracia le volteó las cartas y afilé la vista. Creí notar sus dedos hundidos en el cabello de ella, la mano de la albina seguía afianzada en el costado ajeno, el rostro casi hundido en su pecho y sólo rompieron ambos contactos, más o menos, cuando la siguiente canción empezó formalmente. Las luces debieron encandilarlos al volver a moverse de acuerdo al ritmo, pero él la mantuvo cerca y la sonrisa que le vi en el rostro cuando giraron en el espacio, juntos, y un nuevo haz de luz los alcanzó se pareció un poco a las de Arata y me pregunté si nuestra linda Vero se daría cuenta de lo que pasaba con Cayden una vez la noche caía sobre él. Tal vez no fuese correcto, pero existía un motivo por el que a veces sí era necesario tratarlo como si fuese una bomba de relojero.

    No era la mejor de las ideas alimentar demasiado su ego.
    Porque se convertía en Ícaro.

    Ascendía con rapidez, con las alas en llamas, y una vez se derretían su deseo era que el mundo ardiera con él y el problema era que esa clase de fuego tenía demasiada fuerza, yo lo conocía porque lo poseía y había sentido algo muy parecido en diversos momentos de mi vida. Él no sabía manejarlo todavía, dudaba que alguien supiera en realidad. Lo ponía eufórico sentir la sangre hervirle en las venas, notar el poder que tenía, y entonces giraba fuera de sí, arrastrando a todos dentro o fuera de su torbellino de fuego. Allí era donde dudaba de él, por desgracia. El fuego que Cayden poseía era codicioso, anhelaba todo para sí, desde los cimientos hasta los escombros. Deseaba ser visto, que le pusieran atención y lo admiraran, incluso si todo eso venía con saberse un objeto de envidia al mismo tiempo, pero lo tomaba. Este chico explotaba aquello que le permitiera acceder a lo que temía no merecer nunca o perder en cualquier momento.

    Lo que pudiera hacer pasar por amor era suyo para abusar.

    Se movieron al ritmo de la música, Cay le rodeó la cintura con un brazo y los vi intercambiar algunas palabras antes de reírse. Ella lo había alcanzado con las manos, con una le sujetaba la solapa de la camisa y la otra solo reposaba en algún punto de su pecho, incapaz de cortar el punto de unión. Aprovechó un momento de la canción para estirarse hacia el pelirrojo, le habló prácticamente sobre el oído y creí que él asintió en respuesta, lo siguiente que supe fue que caminaban hacia la barra tomados de la mano, imaginaba que la excusa era no perder a Verónica. Pasaba que con Cayden todo eran excusas.

    Me desentendí pues ambos estaban grandecitos ya y fui a pedirme una cerveza a la barra de esa planta. Fue cuando apareció un tipo que no tenía por qué estar allí: la mano derecha del viejo Reaper, el apellido era de su padre, Horrigan. Era hijo de una japonesa, padre irlandés, sus facciones mezclaban de formas curiosas esas dos sangres. Los rasgos de sus ojos eran los de su madre, el resto de características de su padre y para este momento tenía cuarenta y tres años. Entre todo era joven y según lo que sabía se había mantenido junto a Liam durante más de dos décadas.

    Mad Wolf —saludé, tranquila, y le puse la cerveza delante—. ¿Tú dejaste a Swallowtail y su amiga?

    —Sí.

    —¿Y planeas llevártelos?

    —Si él me lo pide. Estacioné el coche a algunas calles de aquí, pero me dio sed estar esperando como imbécil.

    —¿Y elegiste entrar a la disco por una cerveza? —pregunté, tragándome la risa.

    Reaper agradece el licor que le enviaste como parte del pago por las deudas de Shimizu Ryouta con los pubs de Minato —soltó sin detenerse en formalidades—, espera otro lote tan pronto como puedas. Además, quería hacerte saber que fue él quien lo llevó a la escuela el otro día y que la idea es que deje de huir de casa de una vez.

    ¿Liam Dunn estaba jugando a la casita?

    Por eso Cayden estaba fuera de sí, hasta entonces se suponía que no hablaban nunca. No que él me lo hubiese dicho, sólo lo suponía porque no hablaba de su padre y si acaso recordaba alguna vez, inconexa, en que había usado la frase “Mi padre me envió…” y no mucho más. Por eso el día que reventó, cuando tuve que sacarle todo con cuchara, asumí que el rechazo primigenio había moldeado todo lo demás.

    Se paseaba de manera extraña entre el amor y el desinterés, existía en él una distancia irreconciliable que provenía del miedo. Había llorado y llorado, diciendo que estaba harto de buscar atención porque no sabía externalizar que deseaba ser elegido por alguien, aunque yo intuía cómo eran algunas cosas en realidad. Había visto a este niño crecer, muchos de sus embrollos tenían nombre y apellido, pero él no quería reconocerlo. Aborrecía la idea de reconocerse herido, de sacarse los arpones del cuerpo y ver la sangre. Elegía una y otra vez ser el rebelde en vez de la víctima, negándose a admitir que ambas figuras estaban irremediablemente conectadas.

    Que sólo aquel que se sentía lastimado o violentado podía rebelarse con un motivo real.

    —¿Qué quiere Reaper de él?

    —Deberías preguntarte qué quiere Kinryū de Reaper más bien. —Alcé una ceja al escuchar el nombre con que se había referido a Cayden, pero no pregunté y lo dejé hablar—. Sigue volviendo, como si esperara un cambio, no creo que sea bueno para él… traté de espantarlo llamando a su viejo, para empezar un conflicto que los alejara y los regresara al estado que manejaban antes, sin hablar directamente, pero no sé si servirá de algo. ¿Tienes una manera de convencerlo, Masaru?

    —Con esto no. Que yo sepa no deja entrar a nadie en ese espacio y en estos días ha estado un poco… incontrolable en general. Lo que pasa entre Reaper y él va a quedarse entre ellos, lo siento. No podemos hacer más que sentarnos a ver las consecuencias —respondí luego de darle un trago a la botella que me puso el cantinero en reemplazo de la que le di al irlandés—. Es un niño rebelde a fin de cuentas, hará lo que le diga que no haga. Acostúmbrate, Mad Wolf, porque te saca canas un día sí y al otro también. ¿Qué sabes de la chica que traía?

    —No ha cumplido los dieciocho, como debes asumir. Vive en Bunkyō, la recogí de un apartamento allí. Compañera suya de la nueva academia, confianzuda y demasiado habladora si me preguntas. No parece tener una sola relación con este lado del mundo, está limpia y no creo que sepa que él tiene la mierda hasta el cuello, entre de quién es hijo y lo que hace. —Empezó a recapitular el tipo luego de beber un poco—. La información que conseguí en este rato es bastante básica. La chica vino desde Canadá, asumo que los familiares siguen allá, y tiene una hermana de veinticinco que viene al apartamento de Bunkyō ocasionalmente. El tutor legal formal es un tipo que trabaja en una metalúrgica, herrero o algo así. Los papeles del apartamento… a nombre de su hermana mayor, Maxwell Valeria. Entrena tres veces a la semana, dos en un lugar, uno en el otro y suele salir a correr temprano.

    —Limpia —repetí, desinflándome los pulmones—, bien. Confío en ti para que lleguen a casa sanos y salvos esta noche, no queremos repetir el incidente Shimizudani.

    Reaper no está contento respecto a ese incidente, Masaru, pero no queremos cobrarles a ustedes nada de eso. Sabemos que Shimizu Ryuota murió… o fue asesinado, sólo Dios sabrá, pero no más errores. No deben tocar a Kinryū.

    —Y no lo harán —afirmé con una convicción que no supe de dónde saqué—. A nadie le conviene.

    —Un par de cosas más —retomó cuando pensé que dejaría el tema anterior quieto—, un contacto con accesos a ciertas bases de datos me dijo que la mocosa recién aprobó el examen de judo para el cinturón marrón y… es Segundo Dan en karate, tiene un historial previo de bronces y platas.

    —¡¿Segundo Dan con diecisiete años?! —dije escandalizada y estuve a nada de atragantarme con la cerveza.

    —Segundo Dan con diecisiete años —confirmó—. Y eso es todo, Masaru. Nos vemos, esperamos el lote de licores.

    Mad Wolf empinó la cerveza que desapareció con rapidez y dejó la botella sobre la barra de un golpe seco antes de irse, haciendo una reverencia bastante informal. Se retiró bajando las escaleras sin prisa, esquivó a varias personas y salió del club o eso supuse, de por sí alguien de su edad desentonaba en este espacio. Cuando ya no pude verlo tomé mi botella, volví sobre mis pasos y apoyé el peso del cuerpo en el barandal de la segunda planta para buscar a Verónica y Cayden con ayuda de los juegos de luces, esperando detectar el cabello de ella que reaccionaba a las luces negras como lo hacía mi mechón albino.

    No tardé en encontrarla y el cuadro que presencié desde mi trono fue incluso mejor que los anteriores, a pesar de que no pude oír nada. Suponía que le venía bien para olvidar por qué llevaba todos estos días tan alterado, pero no por ello dejaba de ser un desastre. Siempre lo había sido.

    .
    .


    you need to get outta your head
    you're killing yourself again
    you better get what you want
    you only get one shot
    keep lighting yourself on fire
    you know you aren't going any higher
    this is what you want, but why?

    .
    are you insane? Look at how you're living
    is it what you really wanted, what you really wanted?

    .
    I want a biblical love
    but it's never enough
    want it to tear me apart

    .
    why the hell would you hurt yourself for this?
    make a martyr of me

    .
    .

    The Three of Swords


    Llevábamos bajo las luces, entre la música y las personas ya un rato, con pausas para seguir bebiendo. Sentía los pensamientos lentos, procesaba menos lo que hacía y aunque notaba que a ella las manos se le habían soltado, no vi por qué trazar un límite. Hablábamos en una mezcla de inglés y japonés que seguro nadie podía entender más por la velocidad que por otra cosa.

    El contacto empezó a aumentar, aquí y allá los toques surgieron, fuese que los buscara ella o yo. La sensación comenzó a nublarme la cabeza, porque al final tampoco era lo que se dice un maestro del control de impulsos, y cuando me habló al oído para decirme que fuésemos a beber algo más accedí, pero ya me quemaba el cuerpo. Llevaba desde el puto mediodía quemando, sentía el fuego vibrando, necio, en su búsqueda por arder sin límite.

    Al llegar a la barra adelanté el cuerpo para poder pedir los tragos y la cerveza por encima del ruido de la música, el pobre desgraciado tuvo que volver a preguntarme porque no me escuchó bien. De paso le alcancé el dinero, de la pasta que me había estado dando Liam en estos días para variar, y estaba recibiendo el cambio cuando escuché a un imbécil. Habló en un japonés un poco atropellado, a saber si por ebrio o por extranjero, quizás ambas.

    —Muñeca, ¿te invito a un trago? —preguntó y a mí se me activó la mala hostia de un sólo chispazo.

    Joder, no podía faltar un cabrón.

    You better think that twice, arse —repliqué de inmediato, girando el cuerpo con la botella de cerveza en la mano.

    Para andar de lanzado esperaba más, porque lo que me recibió fue un tipo que si acaso debía ser unos cinco centímetros más alto que la propia Verónica. No estaba feo, vaya, pero tampoco estaba guapo y pasó de fastidiarme a casi darme pena. Como si las chicas no fuesen naturalmente más bonitas que un montón de varones que a veces ni se bañaban bien; de ahí que uno entendiera que el gusto por los hombres no era ninguna decisión, si daban a elegir, la respuesta era evidente y puede que por lo mismo no estuviera muy interesado en los tíos con cara de convictos. Vaya cosa triste, me iban los príncipes con cara de no matar una mosca.

    De todas formas la brusquedad de mi respuesta bastó para que ella me alcanzara el brazo, su mano se deslizó hasta la mía y sentí que entrelazó los dedos. El gesto fue tanto una distracción como una bandera blanca, me pareció la solicitud silenciosa de que me quedara tranquilo.

    —Gracias —dijo hacia el idiota cuando pudo encontrar la sección en japonés de su cerebro—, pero no me quiero alejar de este muchachito~

    Entre mi intervención y la respuesta de Vero el pobre imbécil puso tremenda cara de estreñido, se disculpó conmigo en vez de con ella, porque como siempre los tipos respetaban más a otro varón que una mujer y me desinflé los pulmones sin contestarle nada. Me solté de la mano de la albina, por un momento percibí que ella pensó que había trazado el límite, pero sólo lo hice para echarle el brazo sobre los hombros, la piel descubierta estaba caliente, y le alcancé la botella de cerveza después de beber un poco. Giré el cuerpo una vez más para recibir los tragos y le pasé uno.

    Sorry about that —le dije al volver la atención a ella.

    It’s okay, sweetheart —contestó de inmediato—. Sé que era para cuidarme, don’t think about it so hard.

    —Bueno, pero veníamos aquí a brindar —retomé acercándole el vasito de shot que tenía baijiu, un poco el equivalente chino de meterse un tequila.

    Mañana (¿hoy) nos íbamos a acordar de esta idea de mierda.

    Ella chocó el suyo, lo elevamos y ambos lo bebimos de un solo trago. Ninguno de los dos arrugó la cara, en su lugar nos reímos y le alcancé el siguiente ya que el tipo de la barra nos lo había puesto. Repetimos el ritual, dejamos el vaso vacío en la barra y nos fuimos con la cerveza que era a medias, pues porque tampoco aspirábamos a quedar muertos.

    Nos sentamos para terminarla, aunque ambos seguíamos moviendo el cuerpo al ritmo de la música a pesar de eso. Ella me echó el peso en un costado, así que volví a deslizar el brazo sobre los hombros y me entretuve jugando con hebras de cabello albino, con cuidado de no enredárselo. Pobre chica, la verdad, desde temprano no le dejaba el pelo quieto.

    Nos fuimos intercambiando la cerveza sin prisa y al terminar nos levantamos, hubo parada técnica en los baños y luego de recoger las cosas del pequeño casillero dejamos el edificio ROCMON. Verónica se puso su abrigo antes de salir, yo me dejé la chaqueta bajo el brazo y una vez afuera la brisa que entraba por la callejuela estaba bastante más fría que cuando llegamos. Algunas noches de verano eran así, medio que funcionaba como el desierto.

    Le señalé los almacenes cerrados a Vero, ella me siguió los pasos y en lo que volvía a encender el puro la vi frotarse los brazos sobre el abrigo. Sujeté el cigarro con los labios, estiré la chaqueta frente a ella y le hice una seña que acató con rapidez, pasó un brazo primero, el otro después y la chaqueta quedó sobre ella una vez se acomodó las mangas de su propio abrigo dentro. Si de por sí a mí me quedaba una pizca grande, porque había sido de Yako que era un poco más alto de lo que yo era ahora y tenía algo más de cuerpo, a Vero poco le faltó para que le quedara como un vestido. Notarlo me hizo gracia aunque volví a la tarea de encender la hierba.

    Thanks, my lionheart —dijo abrazándose a sí misma de lo más contenta.

    You're welcome, birdie —contesté luego de haber encendido el porro por fin, dando una pitada importante.

    Para dar otras dos tuve que luchar con el viento e igual como ya estaba borracho me pegó más que temprano por lo que elegí mejor no hacer más el tonto. Estaba guardando lo que me quedaba que todavía alcanzaba para una fumada mañanera que me reviviría de la resaca, cuando noté que Vero estaba mirando un letrero algo más allá. Quería decir, suponiendo que pudiera enfocarlo, porque a mí me costó un poco.

    Are you hungry? —pregunté al notar que era de una cafetería.

    —Se me antojó un postrecito, but everything it’s closed.

    Lo suyo fue casi una lamentación, pero como vio que ya había apagado el puro se acercó para tomarme del brazo, lo frotó un poco con las manos y las mangas de mi chaqueta, seguro pensando en que tenía frío. Ni sentía el viento, si debía ser honesto.

    —Hay un 7-Eleven a cinco minutos, por huevos está abierto. A veces han sobrado postres del día y los venden baratísimos a esta hora. Podemos ir a comer al parque, está muy cerca de la tienda.

    Really? Are you good, sweetie? —Había pasado a mi otro brazo con su pequeña misión de “Procurar que Cayden no se congele”—. ¿No tienes frío?

    I’m okay and no, so let’s go.

    Empecé a caminar procurando no ir muy lento porque ya era tarde y a esa hora, bueno, ya se comenzaba a ver gente tirada. Los japoneses eran un poco raros para beber, como se les iban los trenes algunos se quedaban noqueados en la calle y uno mejor no se ponía auxiliar gente, era de no acabar. Nos llevé por algunos atajos para evitar parte del show hasta que dejamos, digamos, el corazón de Roppongi. Durante el pequeño trayecto me fumé un cigarro, Vero me llevaba sujeto de la mano de lo más realizada cosa que no me molestó y me entretuve jugueteando con sus dedos, sus manos eran pequeñas.

    En el camino fuimos conversando de varias cosas de la noche y la resaca de puta madre que íbamos a tener. No era muy responsable de parte de ninguno de los dos, pero llegados a este punto me di cuenta de que… había dejado de pensar en todo lo que llevaba casi dos semanas dando vueltas. Ni una sola idea, ni un solo pensamiento se me había atascado en un buen rato y me sentí liviano entre la desinhibición del alcohol y la sedación de la hierba, que ya se había asentado.

    Al entrar a la tienda ella me soltó la mano para corretear los enfriadores. El chico de la caja se nos quedó mirando con una pereza inmensa, pero obviamente no dije nada y fui avanzando por los pasillos. De repente se me antojó un ramen instantáneo cargado de porquerías, pero pensé que el mareo de la borrachera haría que aunque me supiera como un manjar de dioses no pudiera comerme ni la mitad. Opté por seguir a Vero, en el camino pesqué una botella de jugo de uva y cuando encontré a la chica me señaló lo que había encontrado.

    —¡Mochi relleno con helado en oferta! —anunció sacando uno del enfriador—. Look, this one is Taro and the other… Oreo! ¿Cuál quieres, mi leoncito?

    Cosas aparte, sí estaba siendo suyo esa noche.

    Aunque no iría a decírselo.

    —Taro.

    Fine~ —canturreó dejándose ella el de Oreo.

    Estaba borracha que daba gusto, en parte por eso mejor nos saqué del Maharaja. Iba siendo hora de que dejáramos de beber o acabaríamos vomitando en algún arbusto y pues la idea era sobrevivir para poder ir a clases, porque no había manera de que ninguno de los dos se saltara la escuela por esta idea de mierda.

    Como fuese, por las tres cosas pagamos super barato y salimos del 7-Eleven. En el camino al parque Oeste de Roppongi abrí el jugo y también lo compartí con Verónica. El parque obviamente estaba vacío, de por sí no era muy grande y como el territorio era de Yuzu ya no tenía muchos mocosos interesados en ir a hacer el imbécil. Casi todos trabajaban a esta hora o estaban lo bastante seguros en sus hogares como para no andar gastando el tiempo en idioteces.

    Las luces eran amarillas, escasas, y alumbraban el espacio de manera algo penosa. Caminamos hasta una de las bancas en el extremo del parque, allí nos sentamos a comer, ella me ofreció a probar el mochi que había elegido así que yo hice lo mismo y al terminar dejé los envases vacíos en el extremo de la banca. Sin duda la idea del postre había sido genial, el condenado me supo a gloria.

    Pasó un rato donde sólo ocupamos el mismo espacio, supuse que Vero entendió que estaba aprovechando el rato de silencio, pues porque los ambientes de discoteca no era lo mío en realidad. Se escuchaba el paso intermitente de algún coche y creí también escuchar el canto distante de alguna de las primeras cigarras de la temporada. Verónica bebió algo más de jugo, lo que quedaba, y dejó la botella vacía en el suelo para tirarla después. Pasó un rato hasta que habló de nuevo.

    —Hacía tiempo que no disfrutaba tantas dulzuras juntas, la pasé muy lindo ¿pero sabes qué, leoncito? —Se inclinó en mi dirección, lo noté y no hice nada al respecto, en consecuencia sus labios encontraron mi mejilla con suavidad y parpadeé despacio—. Lo más dulce de la noche fuiste tú.

    Suponía que eso también contaba como el pago de su deuda.

    Lo que me cruzó la mente no fue tanto un pensamiento formal, fue más una idea abstracta que no pude detener a tiempo por el alcohol en sangre. Tomé aire lentamente, lo solté por la nariz y pensé o lo intenté, porque en realidad estaba bastante borracho y algo drogado, pero al final lo que elegí fue el camino del sincericidio, como todo ebrio. Seguro por la mañana lamentaría haber sido tan abierto con el asunto, pero ahora no creía que fuese tan importante.

    Me levanté de la banca, me planté frente a Verónica y anclé una rodilla al suelo, desde allí la miré. No me costó nada notar que ocultaba una sonrisilla detrás de la mano, cubierta casi del todo por la manga de mi chaqueta y el cuadro me dio un poco de risa, porque para ser un gesto de contención no cumplía ya ninguna función. Llevaba desde el almuerzo tonteando sin preocuparse demasiado por nada.

    Estiré las manos, tomé la que estaba en su rostro, luego la otra que reposaba en su regazo y sostuve ambas con cuidado. La acaricié con mimo, bajando la mirada al punto de contacto, y me quedé suspendido en su regazo. Ella se mantuvo en silencio, esperando, y yo ordené las palabras lo mejor que pude.

    —Quería que tuvieras una celebración divertida por lo del examen, es un logro importante. Han sido días un poco extraños y tal vez no haya sido honesto contigo o los demás al respecto, pero has sido paciente. Eres paciente y amorosa, me di cuenta desde que te encontré tarareando para Copito y me alegra haberte conocido —comencé a decir en voz baja, levanté una de sus manos y le di un beso en el dorso—. La idea de esta salida inventada de la nada era hacerte feliz, que la pasaras bien.

    Volví a bajar su mano y la solté, dejando ambas sobre su regazo y en un arrebato que podía pasar por capricho apoyé las mías en la piel descubierta de sus piernas. Allí me afirme con cuidado de no hacer fuerza de más, usé el punto de ancla para enderezarme y estiré el cuerpo en su dirección, prácticamente choqué con el azul de sus ojos y noté que el alcohol le tenía el rostro enrojecido como a los japoneses de cepa. Me hizo la gracia suficiente para hacerme sonreír y entrecerré los ojos al dejarle el beso en la mejilla, suave. Pude haber retrocedido, pero en su lugar me moví y el siguiente beso que deposité en su piel se acercó más a su oído.

    Tenté los límites casi inexistentes.

    ¿Y este beso también sería prestado?

    —Felicidades, Vero —susurré desde allí.

    La escuché suspirar, la reacción me pareció bastante involuntaria, pero la oí demasiado cerca como para mantener la cabeza fría, aunque ya de por sí llevaba un buen rato con las ideas derrapando en direcciones anárquicas. No se me podía dar una pizca de confianza, qué va, me ofrecían la mano y agarraba el hombro, ni siquiera avisaba. Llegados a este punto tenía que venir con advertencia o algo, porque comenzaba a ser un poco exagerado.

    Tomé aire con pesadez con el cerebro vuelto aire, ella me habló y su voz también sonó cerca. Retrocedí algo más despacio de lo que debí, pero la oí y apañé lo que me dijo no sin algo de dificultad, porque no se me podía pedir que pensara de manera coherente en este momento.

    Get up, Lion, siéntate aquí de nuevo.

    Seguí la indicación con la docilidad de un animal entrenado, terminé de erguirme y regresé a mi lugar en la banca, estaba por decirle que perdonara si la había incomodado cuando sentí que me echaba los brazos encima. El movimiento nos hizo medio girar el cuerpo a ambos de forma que quedamos mejor enfrentados, ella afianzó el gesto y yo reaccioné con algo de retraso, pero pasé los brazos bajo los suyos y correspondí. Poco después la sentí hundir el rostro en el hueco de mi hombro y frotó la cabeza allí, como un gato. Era una tontería, pero consiguió hacerme sonreír sin darme cuenta y enredé mejor el brazo alrededor de su cintura, hice algo de fuerza y la arrastré con cuidado a mi regazo. Inicialmente no tuvo ninguna intención, simplemente pretendí poder estrecharla mejor.

    —Si no quieres que te toque más o lo que sea me lo dices. Are you listening?

    Esperé cualquier señal, la que fuese, pero la escuché reírse por lo bajo y lo que hizo fue afianzar el abrazo, por lo que yo también lo mantuve. Ella acomodó las piernas en la banca y procuré dos cosas, hacerle caricias en la espalda con una mano, mientras que con la otra busqué a tientas los paletones de su falda. Los reajusté, cosa de que a la pobre chica no se le viera nada que no debiera aunque estuviéramos solos, y dejé la mano a un costado de sus muslos para mantener la tela en su lugar aunque ya que estaba acomodada no hacía falta en realidad.

    What is it, dear? —la molesté en un susurro—. ¿Ya caíste por mis encantos acaso?

    —¿O tú caíste por los míos? —replicó casi de inmediato.

    Volvió a reír, lo sentí contra el cuerpo más de lo que lo escuché y sin darme cuenta presioné las yemas de los dedos contra su pierna, sobre la tela de la falda. Verónica aflojó el agarre, retrocedió, pero mantuvo las manos en mis hombros y al encontrar mis ojos de nuevo me sonrió. Una de sus manos se despegó de donde la había dejado y me apartó el flequillo de la frente, lo hizo con un mimo bastante evidente, y tuve que hacer un esfuerzo casi exagerado para no navegar su rostro con la vista.

    Retiró la mano, pero al hacerlo bajó y la punta de sus dedos me alcanzó la mejilla, luego el cuello y las conexiones neuronales se me fundieron de una en una, como bombillas en una serie de luces de Navidad, me había pasado la misma estupidez con Ilana en el tren, pasaba que allí estaba sobrio y demasiado consciente de todo. Pasé saliva y si recuperé una pizca de conciencia fue porque me habló un poco antes de darme un toquecito en la nariz.

    ¿No había algo de crueldad en esto?

    En la manera en que hacía retroceder a Ilana, pero la mantenía a mi lado.

    Y el hecho de que estaba aquí con esta chica en el regazo.

    ¿Pero a quién le importaba en realidad?

    —Me hiciste muy feliz. Pasé una noche divertida, bebí tragos muy buenos, conocí a Yuzuki y todo eso junto a mi leoncito. Te pude conocer más también, te queda bien la confianza —comentó sin alzar mucho la voz, regresando la mano a mi hombro y sentí que me acariciaba el costado el cuello, erizándome la piel—. Además, pude presumir que andaba con un muchachito tan guapo y caballeroso, ¿qué te parece?

    La estupidez me hizo sonreír sin permiso, ella continuó con las caricias y en ese momento trastabillé, mis ojos se deslizaron del azul de sus ojos manchado por la luz de los postes del parque a su boca y sentí que su mano se afianzaba allí donde había estado acariciándome. Quizás fue mi percepción, pero me incliné tan despacio que tuve un segundo para sentir mi respiración chocar contra ella antes de unir mis labios con los suyos.

    Afiancé mejor la mano en su muslo todavía sin dejar caer los paletones de la falda, pero sin darme cuenta en verdad deslicé el meñique bajo la tela. La otra mano dejó su espalda para cruzar el espacio entre nosotros y se encajó entre su cuello y su mandíbula para atraerla en mi dirección. Una respiración se me extinguió contra ella y ladeé la cabeza, despacio, prácticamente pidiendo permiso.

    Ni una pizca de resistencia.

    En consecuencia, no me quedaba autocontrol del que disponer.

    Colé la mano que estaba cerca de su mandíbula en el espacio entre nosotros, me aparté unos milímetros y con el pulgar la insté a separar los labios antes de volver a besarla. Me comí un suspiro de su parte un instante antes de deslizar la lengua en su dirección, choqué con la suya y el calor se me proyectó al cuerpo con fuerza. Sentí con demasiada intensidad el peso de su cuerpo en el regazo, la temperatura de su piel, la humedad de su boca y el sabor a uva. Era dulce y yo era un idiota, el mismo idiota que se revolcaba en sangre en tanto fuese empalagosa. Las sombras palpitaron, me sobrecargaron los sentidos y pronto estuve metido en el fango hasta el cuello.

    No existía nada más que esto.

    No había nada más allá y era maravilloso.

    Hasta entonces había modulado la ansiedad que solía dominar mis movimientos en estos contextos apenas me sabía correspondido, codicioso como era, pero entonces me fui a la mierda. Aumenté el ritmo del beso, ella se acopló y cuando quise darme cuenta sus manos, tibias, encontraron mi rostro. Acunó mis mejillas un instante, el tacto me dejó una respiración congelada en los pulmones y me empujé en su dirección en el momento en que se deslizaron trazando un camino. Bajó a mi mandíbula, me acarició los costados del cuello y permaneció allí.

    La mano con que había separado sus labios navegó el espacio a tientas, al final la usé para envolver su cintura, el movimiento pegó su pecho al mío y presioné los dedos en su costado. No podía con todas esas microtareas, sentí como los paletones de la falda se derramaron hacia abajo cuando la tela se escapó de mi agarre y la palma de mi mano quedó por completo sobre su piel descubierta. Una de las suyas se separó de mí, pero pronto encontró la que mantenía en su pierna, se colocó encima y en vez de apartarme, me guió para que siguiera acariciándola según a ella le parecía mejor y, claro, seguí las indicaciones al pie de la letra.

    Para desgracia o fortuna suya, aprendía bastante rápido. Todas las manías las absorbía y las guardaba en pequeñas notas mentales para usarlas después. Hijo de puta yo, porque no las olvidaba, siempre volvía a presionar los botones que habían funcionado, para los otros y para mí. Almacenaba datos a conveniencia, nada más.

    Sentí que el cerebro se me terminaba de desconectar e interrumpí el beso para tomar aire, pero no pude solo quedarme quieto, qué va. Seguí el camino que su mano trazaba en su muslo y moví la cabeza para poder dejarle un beso en la mejilla, otro en la línea de la mandíbula y repartí otro par al trazar el camino hacia su oído. Ni siquiera le había dicho nada cuando otro suspiro le abandonó el pecho y fue a parar cerca de mi propia oreja.

    Easy, birdie —murmuré presionando suavemente la yema de los dedos contra su piel y respiré sobre ella adrede, fue pesado, denso.

    Otro suspiro más de su parte, esta vez algo entrecortado, y no pude contener la sonrisa o no lo intenté siquiera. Surgió de un recoveco oscuro, como solía ser el caso, me alcanzó el rostro y me descubrió los dientes un momento. Lo pensé aunque me dio igual, pero a su manera esto también era un parche sin sentido y aunque no era correcto no me había basado en la evaluación moral para casi ninguna de las cagadas que me había mandado desde abril hasta hoy. Además, lo cierto era que el incendio que me consumía las neuronas era muy efectivo como distractor, eso debía reconocerlo. Fundía los fusibles necesarios para hacerme olvidar un montón de cosas.

    Era un maldito hipócrita.

    Un mojigato de manual.

    Buscó mis labios de nuevo, prácticamente se comió mi sonrisa y a saber si le llevó el apunte a lo que le dije, si lo hizo eligió mandarlo al diablo por ahora. Guió mi mano hacia arriba por el costado de su muslo, el autocontrol se me siguió yendo de vacaciones y en medio de la codicia y los caprichos, aflojé el agarre en su cintura para buscar el contacto que había mantenido cerca de mi cuello y lo deslicé a mi nuca, instándola a hundir los dedos en mi cabello. En una pausa ínfima volví a hablar casi encima de su boca.

    —Tócame —exigí ya con la voz pastosa, había bajado una octava, fácil—. Go on, touch me as much as you like. ¿No es lo que has querido hace días de por sí?

    Claro que me daba cuenta, no era ciego ni imbécil.

    Puede que de hecho ese fuera el problema principal.

    Sus dedos se aferraron a mi cabello, la sensación hizo que esta vez fuese yo quien ahogara un suspiro en medio del beso mientras la mano que conservaba sobre la mía abandonó su posición y se sumó a la intención de recorrerme. El cabello, los costados del cuello y siguió hacia el pecho, descendió, sentí el cosquilleo de las yemas de sus dedos en el abdomen y el borde del pantalón cuando buscó el final de la camisa para colar las manos dentro, se coló también en la camiseta negra que estaba debajo y sus dedos, tibios, me recorrieron. El tacto me hizo soltar el aire por la nariz, se transformó en un nuevo suspiro pues la calidez de sus manos contra mi piel desapareció cualquier pensamiento coherente.

    Do you like it? —preguntó en voz baja en una nueva pausa, se escuchó suave, sedosa.

    Yeah —contesté en una exhalación—. Keep going.

    Vaya cosa ambigua.

    Fue un instante, pero olvidé donde estábamos y el cuerpo casi me exigió que mandáramos esto al diablo, que se acomodara en mi regazo como Dios pedía y listo. La imagen mental me descoordinó, regresé el brazo a su cintura, esta vez bajo la chaqueta, luego navegué su espalda baja con la mano y con la otra tenté la cara interior de su muslo. Lo que estuvo por enviarme directo a la mierda fue sentir que aflojaba las piernas, que estaba dispuesta a permitirme ir más allá. La idea me dejó la mente licuada y subí más la mano, si no seguí fue por un breve instante de claridad mental que llegó a mí no necesariamente por los motivos que debía, aunque no me duró casi nada.

    Este puto parque estaba desierto.

    ¿Pero por qué habría de dejar que cualquiera la viese?

    ¿No lo había dicho ya en la mascarada? El problema era el público, no la acción en sí.


    Había sido eso, un desliz, un error de cálculo, porque aunque tuve ese instante de claridad dejé su boca para bajar los labios a su mentón y me detuve sobre la piel nívea de su cuello antes de presionar la lengua. Mi respiración chocó allí, a ella un gemido quedo le abandonó la garganta y con todo y la cantidad de alcohol que me había zampado, escucharla me envió sangre a los lugares incorrectos, que Dios me perdonara y que me perdonara ella si se daba cuenta, que era lo más seguro. A saber si fue un delirio de vicioso, pero creí sentir que se movía y los roces involuntarios, tan involuntarios como podían considerarse, me derritieron las neuronas que me quedaban. Respiré con algo de dificultad contra su cuello, enredé el brazo en su cintura de nuevo y la estreché contra mí, el gesto hizo que se moviera un poco y eso acentuó el punto de contacto esta vez a conciencia. El sonido que me abandonó la garganta se pareció demasiado a una queja que ni yo mismo supe si fue de placer o una forma de reclamar más atención. Quizás fue ambas.

    Un par de cables se me quemaron y repartí una serie de besos húmedos allí en su cuello, impulsivos y erráticos. La voz de Verónica me rebotó en los oídos, percibí que intentaba modularlo, pero la muchacha tampoco era de piedra y a mí me habían soltado todas las putas correas de repente. Presioné la lengua una vez más, la escuché de nuevo y ella sacó las manos de debajo de mi ropa para buscar sostenerse, se aferró a mis hombros y entonces pellizqué su piel entre los dientes un instante, ni idea de si la marqué o no, no lo procesé y la chica era blanquísima, así que mal por ella. Volví a conectar con la sobriedad un poco de golpe y para retroceder apenas unos centímetros tuve que hacer un esfuerzo que me pareció titánico.

    Este no era el lugar, por Dios.

    Este no era el lugar y tampoco era el momento.

    Dejé caer la frente en su clavícula, sus brazos permanecieron rodeando mis hombros y creí que ambos respirábamos con algo de dificultad. Sentía mucho calor, demasiado para mi propio bien, y tal vez lo mejor habría sido quitármela de encima, pero no la moví de mi regazo y dejé la mano en el nido de sus muslos, indeciso sobre qué demonios hacer con las licencias que estaba otorgándome, y con la otra la estreché contra mí con algo más de insistencia, necio. El calor ajeno incluso si era un maldito parche continuó sosegando mis ideas y calmó el desastre que sentía en el pecho hace días, el caos absoluto que no era capaz de detener y al que me negaba a darle forma en voz alta porque involucraba un montón de mierdas, no sólo la ira silenciosa.

    La furia que nacía del egoísmo.

    Del deseo por crear una jaula en la que encerrar a mi adorada ave conmigo.

    Conmigo y nadie más.


    Las manos de Verónica acariciaron mi cabello, pero el abrazo como tal creí pretendió anclarla, permitirle la pausa necesaria para volver a llevar oxígeno a las neuronas y recuperar algo de sobriedad, tan siquiera mental. Me dio un beso delicado en la sien aunque me seguía negando a soltarla, mientras tanto colé la mano bajo la chaqueta y busqué levantar su blusa en la zona de la espalda para acariciar su piel desnuda sin más intención que esa, tocarla. Colé los dedos por el elástico de la falda y abarqué más piel con la mano, dejándola en su cadera, porque era un maldito acaparador.

    Lo quería todo. Los cimientos y los escombros.

    Quería todo lo que tuviera para darme.

    No me quedaban energías para seguir luchando contra mí mismo.


    —Tengo que regresarte a casa —murmuré para nada convencido y me desinflé los pulmones con un suspiro prolongado.

    I know, my lionheart —respondió ella todavía acariciándome, creí notar que enrollaba un rizo en sus dedos—. Sé que vas a cuidarme.

    Una pausa, en el silencio de la noche sólo quedaba el grito de la cigarra y el sonido de nuestras respiraciones. Nada más que eso y yo dejé de luchar, había dejado de luchar hace semanas, incluso luego de haber ido a la torre de Liam, estrellado su vaso contra una pared y haberle dicho que no renunciaría. No aprendía nunca, de verdad, no aprendía ni una puta vez y como daba igual lo que hiciera y con quién no vi por qué frenarme.

    Conduciría este auto hasta el culo de gasolina hasta partirme los huesos contra una pared. Tal vez si me partía el cuello por fin los ecos de mi propia voz me dejaran en paz, quién sabe.

    Hit me up —murmuré.

    —¿Huh?

    Me moví despacio, aturdido, y colé el rostro de nuevo como si fuese a besarla una vez más. Ella cerró los ojos, pero el beso no llegó y hablé lo bastante cerca de su rostro para sentir que mi respiración chocaba con su piel una vez más, lo que dije lo hice tan bajo que el paso de un coche en la otra calle quiso ahogar la idea y desvanecerla. Habría sido de lo más triste, ¿o no?

    If you want kisses and maybe something else, birdie. —Acaricié el interior de su muslo, fue casi un roce, pero aún así ella entreabrió los labios para respirar y aflojó las piernas de nuevo, supuse que fue automático. Notarlo revivió la sonrisa oscura de hace un rato—. You name it, I'm down for it.

    Para no haber hecho nada muy loco con una chica estaba jugando demasiado de intrépido, lo sabía, ¿me importaba? No en realidad. Llegados a este punto me daba un poco lo mismo, pero era claro que ya estaba pensando con las pelotas y no había mucho que hacer al respecto. Lo que pasara después de esto no era mi problema, no ahora mismo.

    Ella abrió los ojos lentamente, me repasó con la vista y antes de inclinarse de nuevo en mi dirección murmuró un para nada prudente “Tú también avísame”. Me besó con suavidad acunando mis mejillas, saqué mi mano de en medio de sus piernas, envolví su cuerpo y le correspondí sin poder evitar profundizarlo un momento. El nuevo beso no fue tan caótico, pero fue más profundo y las sensaciones que desató se me proyectaron al cuerpo como una ola de calor que no retrocedió ni cuando se separó para besarme la mejilla con mimo.

    No dije nada por unos segundos, finalmente pasé el brazo bajo sus piernas y la levanté con cuidado, de la misma forma la bajé hasta que sus pies encontraron el suelo. Eso nos regresó a la separación inicial, pero su mirada encontró la mía y alcancé su rostro con las manos acunando sus mejillas. La besé con suavidad, porque sí, porque me dio la gana y no tenía mucho interés en dejarla quieta en realidad aunque estaba comprometido con la causa de regresarla a su casa con Valeria. Cuando la dejé ir, dando unos pasos para salir del parque e ir llamando a Mad Wolf, estiré la mano hacia ella que acató a la señal y la tomó. Entrelacé nuestros dedos, comencé a caminar y el dragón dorado, el dichoso Kinryū, ondeó a su espalda.

    La bestia había posado los ojos sobre ella.

    Era una bendición y una maldición, yo la conocía bien.

    Al pasar a dejarla a Bunkyō la ayudé a bajar del coche, Nozomu salió a fumarse un cigarro y pasó de nuestra existencia dándonos la espalda. Vero se estiró para darme un abrazo, la recibí sin problema y cuando retrocedió noté que le echaba un vistazo a Mad Wolf, me sonreí al suponer la intención del gesto y recibí el beso que depositó sobre mis labios, suave, sentí el cariño que le imprimió y algunos recuerdos se me mezclaron de formas extrañas, haciendo que el corazón se me presionara en el pecho. La puñalada no sanaba.

    A pesar de eso y de que podría haberla dejado irse, lo que hice fue encajarle una mano en el rostro sujetándola por las mejillas y le estampé otro beso más, aunque una sonrisa se me coló a la mitad. Siempre me encaprichaba con otras cosas a medio camino, ¿no? Se me antojaba algo más cuando ya había hecho la lista de deseos.

    —Procura dormir algo —la molesté en voz baja.

    —Tú también —contestó junto a una risa, me dejó otro beso más y retrocedió—. Gracias de nuevo, mi leoncito hecho de fuego.

    Escuchar la tontería me hizo sonreír aunque no respondí, ella entonces quiso regresarme la chaqueta, pero le dije que se la dejara para que no fuese a pescar el frío de la noche y con eso acordado desapareció dentro del apartamento. Al subir al auto con Nozomu me acomodé en el asiento del acompañante, sentí que el cabrón me miraba y medio giré rostro hacia él, la sonrisa que me dedicó fue un poema. Al imbécil poco le faltó para cagarse de risa en mi cara.

    You prudish little arsehole —soltó entre risas—. What are you even doing here, going back home like such a well behaved kid?

    Me seguía muriendo de calor, medio que todavía tenía una carpa en los pantalones y encima venía Mad Wolf a ser Mad Wolf. Qué difícil era la vida del famoso, ¿a qué sí? Fingí no ponerle atención, estiré la mano a la pantalla del tablero para desincronizar el móvil del viejo y luego de sacar el mío lo enlacé para poder buscar una canción que me gustara. Una vez la encontré la puse y subí bastante el volumen, de manera que cuando hablé de nuevo tuve que alzar la voz.

    Maybe I’m a well behaved kid. ¿Acaso no se te ocurrió nunca? —atajé luego de reírme, puse cara de borrego a medio morir y encendí un cigarro una vez abrí la ventana. A él mi comentario lo puso a carcajearse, pero de todas formas me golpeó el brazo para que le pasara un cigarro también—. No es asunto tuyo, así que apúrate. Quiero dormir.

    —¿Ahora los mocosos dicen dormir en vez de admitir que van a hacerse la paja más destructiva de la historia? Cuidado con esas, te da el bajón después.

    —¿Experiencia personal? —El humo del tabaco me abandonó los pulmones por la nariz—. Shut the hell up, man.

    Just saying, lad. No one should go to sleep with blue balls —dijo conteniendo una risa luego de dar una calada.

    Probably not.

    Mi propia respuesta me hizo reír, me tomó algunos segundos recuperar la compostura y empecé a cantar la canción que había puesto. Nozomu sonrió para sí y por un instante tuve que detener la velocidad de mi descontrol, fue un frenazo en seco que me hizo preguntarme si tal vez este hombre, con su cara de culo y su falta de tacto, intentaba balancear el daño que hacía Liam. Si no estaba aquí recogiéndome luego de haber ido de joda con una amiga porque era lo que se suponía que hacían los padres, ¿pero importaba?

    No tenía sentido hacerme ilusiones de ninguna clase.

    Con nadie.

    La duda no me duró nada, me distraje rápido con las sensaciones que todavía me recorrían el cuerpo y seguí cantando a todo pulmón como si el planeta fuese a acabarse en el siguiente par de horas y en ellas pudiera creerme el dueño de un trono de humo o al menos de las cenizas que me pertenecían luego de que mis alas fuesen consumidas. Había salido esa noche como si no hubiese un día siguiente, pero lo había y tenía cosas que hacer pues era un maldito idiota sin remedio.

    No era mejor que ningún otro cabrón en el mundo.
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
Cargando...
Cargando...

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso