Wagner y Los diez mil dientes

Wagner y Los diez mil dientes [Drabblecito]

Wagner y Los Diez Mil Dientes
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Cuando Ubayd Rych Hamatad González vio salir al monstruo del armario desde bajo su alfombra, supo que estaba soñando.

—Linda pesadilla, ¿no? —Habló el monstruo. Su voz sonó como salida del inframundo.

—Sí, pero ya voy a despertar —dijo Ubayd de forma altanera.

—Claro, claro —se burló el monstruo.

En su cabeza calva habían trece mil cuernos; su boca tenía diez mil colmillos, y cada vez que hablaba, caían hilos de saliva de ellos. Medía unos dos metros, tenía un cuerpo que, a pesar de las circunstancias, Ubayd encontró hermoso: marcado por duros músculo, de un color negro, con pecas rojas salpicadas por todo el cuerpo. Pero lo que más le llamó la atención a Ubayd fueron sus ojos, de un inocente color azul, como los suyos.

Mientras Ubayd se sentaba sobre el borde del colchón, sacudiendo la cabeza, el monstruo caminó hacia la radio que estaba en una esquina de la habitación color verde y puso un CD.

— Wagner —indicó él, al tiempo que comenzaba a sonar La Cabalgata de las Vakirias.


—Y voy a despertar.

El monstruo lanzó una carcajada gutural que hizo que cada miembro de Ubayd temblara. Frunciendo su ceño, se sentó a su lado. Olía a humo de cigarro y a ese olor que todos tienen cuando babean mientras duermen.

—Vamos a ver, Ubayd, hoy te voy a comer y no lograrás despertar antes de eso.

Esta vez fue Ubayd quien se rió y lo miró con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Así? ¿Y cómo lo vas a hacer?

—Ah, muy fácil, muy fácil —Ubayd juró ver caer aún más saliva de su boca, pero no pudo confirmarlo.

El monstruo chasqueó lo dedos y al instante dos arañas gigantes aparecieron, bajando del techo, quedando suspendidas frente su rostro. Ubayd tuvo terror. Siempre había tenido miedo a las arañas.

—¡Sí que no va a despertar! —El monstruo rió al ver cómo retrocedía hacia la pared, con la vista fija en las arañas que con sus patas alcanzaron los dedos desnudos de sus pies.

—¡No, no, no! —Gritó desesperadamente.

Puso las manos sobre su cabeza, la sacudió, negándose a mantenerse en ese sueño. Nada pasó. Las arañas tejieron finos hilos alrededor de sus piernas, cubriendo su abdomen, pegando sus brazos a sus costados. No pudo moverse. Gimió cuando las patas frías tocaron su rostro y comenzaron a envolverle el cuello.

Repentinamente, se elevó por los aires y fue absurdamente consciente de que los timbales de Wagner resonaban en un hermoso final apocalíptico.

—Ahora —dijo el monstruo con solemnidad—, te comeré.

En un pestañar, Ubayd vio los ojos del monstruo, sus propios ojos emocionados, tristes, tan inocentes, y medio segundo después, vio una fosa inmensa y oscura, llena de dientes y baba. Quiso gritar, pero sintió muy, demasiado rápido, cómo diez mil dientes se enterraban en su cuerpo. Y ya no supo nada más.

De hecho, nunca más supo algo.

Quizás por esa razón Ubayd Rych Hamatad González no fue capaz de despertar al día siguiente.

Fin, Fin
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Huy, tiempo sin publicar.
Drabble que hice por Julio para un concurso que no gané por razones evidentes (?).

Saludos
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