Saludos. Otra vez de regreso, pero ahora con algo más largo. Esta vez tengo uno de mis relatos que forman parte de mi antología Relatos de sueños y otros delirios, que estoy trabajando a través de mi blog personal. Espero les guste, y les dejo el enlace a la entrada original: Escritor entre comillas: Viejo hogar Viejo hogar Encendió la luz de pequeño departamento mientras entraba por la puerta. Su día había sido igual de molesto que siempre: mucho trabajo, regaños y soledad. Suspiró. Tenía veintisiete años y las situaciones de la vida lo habían llevado a la gran metrópoli, lejana de su añorado pueblo; viviendo en un lugar mediocre de manera mediocre. Ya no hablaba con su familia, le daba vergüenza admitir que no había podido cumplir sus propias expectativas. Recorrió el anticuado vestíbulo, todo estaba sucio y demacrado, la pintura de las paredes se estaba cayendo, dejando en su lugar un color opaco. Llegó a su habitación y se aventó sobre un colchón tirado en el suelo. Planeaba dormir, hasta su hambre se había ido. Aquella noche soñó con su antiguo pueblo, había tomado un camino diferente y vivía sin mucho lujo, pero bien. Qué añoranza, qué tristeza. Despertó con lágrimas en los ojos al verse a sí mismo siendo «exitoso», exitoso en la vida. Los días pasaron y los sueños recurrentes continuaban, al igual que su trágica vida. Meses rotaron y ahora en su sueño se veía casado, siendo feliz al lado de su amada. ¿Así hubiese sido su vida si se hubiera quedado en el pueblo que le vio nacer o sólo eran ilusiones de consuelo que le mostraba su mente? Era una pregunta que siempre se hacía, sin poder encontrar una respuesta. Despertó bañado en sudor, ya se había acostumbrado a esos sueños de esa vida utópica, sin embargo el de esa noche había sido diferente, la caída de un barranco había sesgado su vida, su «yo» de los sueños había decidido morir. No entendía el sueño, ¿tenía un significado o sólo eran tontas ilusiones? Pasó varios días buscando la respuesta a esa pregunta, los sueños se había desvanecido y en su lugar sólo un negro total se mostraba; la película había acabado. Tomó la decisión. Dejó su mediocre vida atrás y con sólo una maleta en brazo; partió. Iba a regresar a su pueblo, quizá el sueño había sido una señal o quizá no, no obstante, él quería eso, quería regresar y buscar la felicidad de un tiempo perdido; la nostalgia, la añoranza. El ferrocarril se iba acercando, una extraña sensación subió hacia su boca: ¿qué diría?, ¿qué explicación le daría a sus padres?, ¿lo entenderían? Había fracasado, esa era la verdad, si él no lo aceptaba, ¿podrían hacerlo sus progenitores? Tantas preocupaciones que se vieron desvanecidas al ver el paisaje del lugar que lo vio crecer. Ya no era lo de antes, claro estaba, la urbanización había llegado con fuerza, sin embargo se sintió cómodo y feliz. Una vez detenido bajó del ferrocarril, respirando el aire de la montaña, dibujando una gran sonrisa en su rostro; feliz. Salió de la estación encontrándose con un pueblo transformado. Decidió visitar algunos lugares antes de ir a casa de sus padres. Recordar aquellos tiempos en los que fue feliz. Llegó a la iglesia que, a pesar de ya no ser religioso, le trajo hermosos recuerdos. Vio al cura, el cual, al percatarse de su presencia, se fue de la capilla principal lo más rápido que pudo; una extrañeza que prefirió no tomar en cuenta de momento. Pasó por su vieja escuela, andando y mirando con ojos alegres el recinto que recordaba diez veces más grande; se burló de su propia ingenuidad. Recorrió lugar tras lugar, rememorando tiempos lejanos, hasta que al fin llegó al barrio de su antiguo hogar. Los nervios volvieron a dominar su cuerpo, haciéndolo temblar sin saber qué hacer o qué decir. Ya se encontraba delante de la puerta, esperando, respirando profundo para tratar de relajar. Golpeó tres veces la puerta y espero. Trató de regular su respiración, sin éxito. ―¿Quién es? ―escuchó la voz demacrada de su madre, quería responder, mas las palabras no salían―. ¿Quién es? ―volvió a repetir. ―So-soy yo, Da-Daniel ―tartamudeó. Escuchó una ligera queja de sorpresa y luego silencio―. He regresa… ―¡Calla! No puedes ser Daniel, él murió hace algunos días, no sé quién seas, pero te pido que te vayas de aquí… ―silencio, escuchó los sollozos de su madre―, por favor. No sabía que pensar, ¿a qué se refería con que había muerto? Ella no había sabido nada de él en años, ¿por qué…? ―¡Eso es imposible! Apenas regresé de la ciudad, no había hablado con ustedes en años, ¡yo no he muerto, estoy aquí! ―¡Espíritu del demonio! No caeremos en tus juegos, no abriremos la puerta, ¡largo! ―Ahora era la voz de su padre la que le gritaba. «¿Qué demonios?», exclamó para sí mismo sin entender nada: ¿qué sucedió?, ¿por qué?... Los hechos poco a poco se comenzaron a conectar en su mente: «murió hace algunos días, no me digas que…». Sus sueños, una vida que él no había vivido, pero que alguien o algo más lo había hecho por él, o quizá el fuese el «algo». Al entender eso decidió irse. ―Gracias. ―Fue lo último que dijo antes de retirarse. Volvió a recorrer la ciudad tratando de encontrar una lógica a todo aquel suceso, explicación imposible de encontrar. Las lágrimas descendieron por su rostro, mientras se llevaba la mano de manera repetida a su cabeza y a sus ojos, tratando de relajarse. El cielo se oscureció, una gota cayó sobre su mejilla, seguida de otra y otra; poco a poco tapizaron todo el terreno, adueñándose del suelo y del silencio. Comenzó a llorar con más fuerza. ―¿¡Quién demonios soy!? ―gritó mientras llegaba al camino que lo sacaba del pueblo, quería una explicación a toda esa locura. «Locura. ―Sonrió―. La única locura soy yo». Su andar lo llevó a adentrarse al bosque de rededor, llegando a un lugar conocido en el que nunca había estado: el barranco donde su «yo» real había terminado con su vida. Se acercó, mirando el fondo. Lloró con más fuerza al recordar todo… ―Adiós a todos ―susurró. Un brinco. El impacto del suelo doblando su nuca acabó con su vida en el instante. No tendría entierro, ni tumba; ni sería recordado. Algo había ocupado su lugar en el mundo, algo se había adueñado de su vida… y de su muerte.
Bueno, leído. Algunos detalles que te dejaré... Primero, el género es Tragedia. Tiene todos sus elementos conformados perfectamente, hasta casi a propósito, encuadra en este género perfectamente, me parece raro que lo hayas cambiado en la categorización. Pero bueno, pecata minuta. El escrito... al final me quedo con una dudita. Es decir, entiendo que sea un misterio, pero debe ser un misterio entendible, y si al final no deseas revelarlo por lo menos se deben dejar pistas para que el lector pueda descifrar tan tremendo enigma (¿por qué es que los padres declaran que está muerto cuando todos sabemos que está vivo? El meollo del asunto), y no dejarlo como una inconclusión. Eso. Porque como te digo, no me quedó bien claro qué es lo que estaba sucediendo ahí. Otra cosita es que vas muy deprisa. Quizá no te lo parezca, pero sí, porque al tratarse de un relato en donde tratas de enfatizar los puntos más negativos de un alma desesperada, la mejor técnica narrativa debe ser la progresión densa y pesada. Muchas insistencias en el dolor, en la pena, en el odio, en la tristeza, en el llanto, en el vacío, en la desesperanza, en la soledad, eso es lo que perturba al lector. Es lo que lo hace partícipe de tanta zozobra que existe en el protagonista. Como consejo, cuando estés narrando una situación así detente, haz pausas, crea y curte tu atmósfera negra. Compártele un poco de dolor al lector, si logras que éste sufra o por lo menos que sienta una angustia en su interior, habrás triunfado en tu objetivo en el relato. Y el problema acá es que se me hizo pronto todo lo que ocurrió en el principio, fue como un planteamiento de "bueno, me siento mal y todo, entonces me marcho al pueblo". Ya como one-shot, esto bien podía alargarse a 2,000 palabras y hubiera estado fenomenal. Se dice que lo que se pueda narrar con 100 palabras, que se narre con 100; y lo que se pueda con una, que se narre con una. Sin embargo, en escritos pesados lo mejor es engrosar las expresiones hasta un punto asfixiante. Máxime si el protagonista acaba suicidándose por sus dolores. Por cierto, de nueva cuenta (y debo recalcar con el "de nueva cuenta" por algún escrito tuyo que ya tuve oportunidad de analizar antes), la muerte vuelve a hacérseme forzada. Está bien un suicidio como broche de oro, pero... acá faltan argumentos. Básicamente el muchacho se traslada a una ciudad, y como no le gusta el ambiente ahí regresa al pueblo. Después da un par de toques a la puerta de sus padres, dos diálogos intercambiados de muy probable confusión y entonces por eso él... ¿se suicida? ¿Así va? Un suicidio vacío, apresurado y para darle el entorno de depresión y tragedia de nuevo, forzadito. Y como último detalle, la ortografía está súper bien, pero "demacrada" hace alusión estrictamente a la apariencia. Decir "voz demacrada" es incongruente, en estricto sentido. Yo sé que se entiende, y entendí perfectamente la frase hasta como una metáfora, pero podría aderezarse de una mejor forma, más apropiada. Qué decir de las cosas buenas, la narración es linda, en eso te detienes donde debes hacerlo y todo. El personaje está bien creado. La insuficiencia de diálogos no me da demasiada perspectiva de su persona, de su pensamiento, todo es lo que el omnisciente narrador nos dice, pero no nos deja un poco de experimentación. Hizo falta más tensión en el clímax. Dos diálogos lo desarmaron. Era como para que los padres se asomaran por la ventana a ver quién los molestaba ese día, o por lo menos no atribuir directamente que se trataba de un demonio. Pero bueno, este punto es perdonable si acaso los padres eran demasiado supersticiosos o creyentes, o bien que la voz del hijo sea tan característica que no pueda pertenecer a nadie más (pero en este caso, vaya, de nuevo, pudieron haber abierto la puerta o asomado por la ventana, por simple inercia de encontrarse con su hijo sea cual sea la circunstancia). Un dato pequeño: debes checar cómo se conforma un párrafo. El párrafo debe tener SÓLO UNA idea principal, y unas cuantas más, acaso un par, que ayuden a reforzarla, a las que se les llama ideas secundarias. Revisa ahora tus párrafos. Verás que hay dos o más ideas principales en varios de ellos. Ésa es la mayor razón por la cual se ve apresurada la narración, carente de pausas. Porque aglomeras tus ideas, hay que darles espacio, dejar que cada una se defienda por sí sola y darles sus respectivas herramientas, no fusionarlas y amontonarlas porque entonces o no entendemos nada, o se nos hace súper fluida una narración en la que varias cosas pasan a la vez y deberían estar por separado. Sé que puedes hacer cosas mejores, ¡ánimo! Te seguiré leyendo. Espero que mi comentario te sirva por lo menos en algún punto. Un saludo.
Estoy de acuerdo con lo que Cygnus te dijo en la mayoría de cosas, en especial con el final. Sin embargo, no ha sido un mal escrito, yo sí quedé conforme con el misterio, no satisfecha porque al fin y al cabo quedó la duda, pero sí conforme como para no odiarlo. Me gustan tus descripciones, no sé si te lo habré mencionado en otro comentario, puedo imaginarme el lugar y eso es algo que ayuda mucho al momento de leer el escrito. No sé qué más decirte, me quitaron de las manos las palabras allí arriba, espero que mejores. Saludos.
Oh, magnífica respuesta, hay varios puntos de los que no me había percatado hasta que lo dijiste. Lo trataré de trabajar conforme a ello. Por otro lado, el misterio, pues creo que di varias pistas y sólo algo que deben de saber de mí: estoy obsesionado con los Doppelgänger, así que a ver si con ello el misterio va tomando más forma. Gracias por sus comentarios =D