Inhalar, exhalar, inhalar, exhalar. Como contener esta irremediable sed, este empalagoso deseo de refrescar mi garganta, con el dulce néctar de su sangre. ¡Oh eterno! ¿Por qué eres tan cruel? dejas al cordero recién nacido en las fauces de un hambriento iracundo. Porque a la flor más frágil la impregnas de un irresistible aroma. Cuando tu suave voz me llama y tu inocente mirada se encuentra con la mía; es entonces cuando más se desborda este inasible apetito. Pero no temas amada mía, beberé hasta la última gota de ti.