Las vacaciones de verano son definitivamente mis vacaciones favoritas: las cálidas temperaturas, las flores de temporada, el final de un semestre más, la posibilidad de ir a nadar, las salidas con amigos, entre otras cosas. El verano es la estación del año en la que vivimos con más energía y con menos preocupaciones. Al menos, eso es lo que yo pienso mientras estoy sentado a la sombra de un árbol, en una banca a las afueras del edificio donde presentamos nuestro último examen del semestre de nueve a diez de la mañana. Me parece un buen final para el primer año en la universidad; me siento muy confiado de cerrar con notas más que promedio (esta vez). —¡¡Len!!— escuché una voz que me grita desde la entrada al edificio en el que tomé el examen. —¡Por acá, Rin!— le llamé sonriendo, poniéndome de pie para recibirla con un abrazo. —¡¿Cómo te fue?!— me preguntó con una sonrisa de oreja a oreja. —¡Saliste muy rápido! —Ya sabes que estudio hasta que no tenga que leer toda la pregunta para saber la respuesta. —¡Presumido!— me gruñó, soltándose del abrazo. —Yo vuelvo a leer el examen cuatro veces. —No tiene nada de malo, linda—le dije tomando sus manos entre las mías. —¿Cómo te sentiste? —… De hecho creo que me fue muy bien— dijo con un leve sonrojo, sonriendo. —Gracias. —Te dije que la sesión de estudio serviría— le dije antes de darle un pequeño beso en los labios. —¡Se supone que yo debo de tener la razón en todo!— dijo sonrojada y haciendo otro puchero. Nuestros amigos empezaron a salir también del edificio, con escasos segundos de diferencia, uno tras otro. Excepto que tres de ellos estaban presentando en otra aula, y también otro examen. Luka, un año mayor que nosotros, salió primero; era quien menos preocupada se veía, pues también era de mucho estudiar, aunque se tomaba su tiempo como Rin para leer y releer el examen. Justo detrás de ella salió Kaito, de su misma clase; él era de los suertudos, que no ponía toda su atención en clase, faltaba por ir a trabajar, estudiaba poco y tenía notas decentes, sin estresarse mucho. Poco después llegó Miku, en nuestra clase; para ser la novia de Kaito, tenía una suerte un poco distinta, pues nunca faltaba a clases y entregaba todos los trabajos, pero a penas y pasaba los exámenes. Por último, salió Gakupo, en la misma clase que Kaito y Luka, novio de esta última; le invertía el mismo tiempo al estudio que Luka y era muy responsable, pero ese día llegó tarde y por eso fue el último. —¡Entonces…!— exclamó Kaito rodeando a Miku con sus brazos. —¿Estamos todos listos? —Con la excepción de que tenemos que recoger las maletas, sí— se rió Gakupo. —Supongo que tomaremos dos taxis— pienso en voz alta mientras volvemos a los dormitorios. —Ya lo pensé— me explica Luka. —Gakupo irá con Rin y Miku, y tú con Kaito y conmigo. —Que lista en desarmar todas las parejas; nadie se puede enojar— Miku se encogió de hombros. —Es más que nada por seguridad ¿verdad?— preguntó Rin y Luka asintió. Ya que Gakupo y Kaito eran los que sabían el camino hacia la playa que quedaba al sur del campus, y que eran los más varoniles (tengo que admitir), tenían que ir uno en cada taxi para cuidar lo mejor posible de las chicas por si tocaba algún taxista que quisiera pasarse de listo. Y como medida extra de seguridad contra la posibilidad de que dos taxistas quisieran hacernos algo a los seis, se llamaría a uno de los taxis cinco minutos después de que el otro se fuera. Además, no nos dejarían directamente en la playa sino en un pequeño mercado cerca. Luka pensó todas las precauciones. Pero, primero era lo primero: volvimos a nuestros dormitorios para recoger nuestras maletas, pues desde mediados de semestre habíamos separado, entre todos, una semana completa en una pequeña cabaña en la playa. Tenía dos recámaras y un sofá-cama que yo compartiría con Rin. Por supuesto que los seis habíamos acordado que compartir cama con nuestras parejas no significara que fuera a pasar nada; no íbamos a eso. El único inconforme en un principio había sido Kaito, pero Miku, al igual que Luka y Rin, habían sido muy firmes al aclararnos que era un viaje en el que los seis íbamos a convivir. Gakupo, el más sensato del grupo, le dijo a Kaito que si no era capaz de entender lo que las chicas estaban pidiendo, lo tendría que hacer entender a golpes. “¿Sabes a quiénes se les hace entender con violencia cuando ignoran lo que una chica quiere o no quiere? Acosadores y otros” había dicho Gakupo con un tono preocupado y amenazante al mismo tiempo. Kaito lo entendió en el acto. Yo no soy nada tonto. No tengo nada que andar haciendo con Rin en una cama que no sea dormir. Somos muy jóvenes para eso. ¿Qué necesidad? No necesitamos mucho más que la compañía del otro, abrazarnos, besarnos. No llegamos a más. Nos recordamos que nos queremos, nos contamos todo, hablamos por mensaje y por teléfono. Incluso siendo novios desde la preparatoria, para los dos nuestra relación no necesitaba nada nuevo. —Ya quiero estar en la playa— dijo Rin entusiasmada mientras caminamos al dormitorio femenil. —Yo también— le respondí sonriendo, viendo cómo se apresuraba a entrar al edificio. —Los vemos en unos cuarenta minutos— nos dijo Luka a los chicos mientras las tres se iban. El dormitorio varonil no estaba muy lejos. Y cuando entramos, Gakupo y Kaito me recordaron en cuánto tiempo debía de estar listo antes de irse a su habitación. Ellos eran compañeros de cuarto, al igual que Rin y Miku, por estar en el mismo grado. La compañera de cuarto de Luka estudiaba otra carrera en la misma universidad; su nombre era Meiko y venía de otra ciudad, por lo que había terminado sus exámenes más temprano para poder volver a su hogar natal más pronto. En mi caso, tenía como compañero al hermano menor de Luka, llamado Luki, quien resultaba parecerse mucho a ella, en apariencia y en cuanto a seriedad. Él también estudiaba una carrera diferente y era muy reservado. Se llevaba bien con Gakupo, pero nuestro grupo completo era un conjunto muy extrovertido para él. Yo lo entendía: desde la secundaria, nunca se me dio conocer personas nuevas y le debía las gracias a Rin por haberme arrastrado a nuestro grupo, pero de más joven tal vez no la hubiera dejado. —Todavía estás a tiempo de empacar— le dije medio en broma a Luki cuando llegue al cuarto. —Estaré bien— me respondió sonriendo desde su cama, donde estaba dibujando. —Bueno, yo hice el intento— me reí revisando que mi maleta estuviera completa. —Por favor no te vayas a ir a la playa preocupándote por mí ¿sí, Len? —No, no, Luki, yo sé que tienes otras cosas que preferirías hacer con tus vacaciones. —De hecho, voy a meterme a trabajar— suspiró. —No quiero estar haciendo nada. —Esas son buenas noticias— le miré con cierta sorpresa, pero sonriente. —Es un asunto de ganar-ganar: tendré algo para hacer y dinero para materiales de dibujo. —Sigue siendo una pena que no vayas a la playa con nosotros, pero me alegro mucho por ti. —Tal vez me lleve bien con mis compañeros de trabajo y decidamos ir un fin de semana. —Ese es el espíritu. Estuvimos hablando otro poco sobre el trabajo para el que metió solicitud mientras terminaba de alistar mi maleta y me ponía ropa más fresca. Cuando pasó media hora, me despedí de él y me encontré con Kaito y Gakupo para dirigirnos de vuelta al dormitorio de las chicas. Esperé con Kaito y Luka a que llegara el primer taxi en la entrada principal al campus. Los demás esperaron junto a un pequeño puesto de venta de jugos que había camino al portón. Llegó nuestro taxi y, una vez en camino, le mandé un mensaje a Gakupo para que vieran el reloj para que ellos pidieran el suyo en cinco minutos. Todos estaríamos reunidos en el mercado en solo media hora, y nos tomaría diez minutos caminar hasta la cabaña. Solo estuvimos en el mercado cinco minutos cosas para un desayuno, una comida y una cena. Compraríamos más comida luego. Llegamos. Cuando entras, puedes ver a izquierda y derecha las puertas que dan a los dos cuartos, y al frente, alcanzas a ver parte de la sala y comedor; pero lo que más llama la atención es el enorme ventanal que abarca casi toda la pared y da una increíble vista de la playa y el mar, con un pequeño balcón. Además, la sala a la izquierda tiene un enorme televisor con un reproductor de DVD y una consola de videojuegos, así como varios discos para ambos aparatos. Y el comedor a la derecha está pegado a la cocina, vacía de todo excepto botellas de agua y un tazón con frutas en la barra. Luka estaba lista para empezar a preparar sándwiches de carne de cerdo con barbecue y papas fritas, pero Kaito propuso que tomáramos una siesta, para recuperar la energía que nos habían quitado los exámenes, y a mí me pareció muy tentador. Miku y Rin estaban de acuerdo, por lo que Gakupo ayudaría a Luka a hacer de comer; y amablemente nos ofrecieron a mí y a Rin su cama mientras tanto. No lo íbamos a rechazar. Despertamos justo cuando nuestra hambre fue mayor que nuestro cansancio. La comida estaba lista así que solo ayudamos a servirla y poner la mesa para sentarnos los seis a comer. Hablamos un poco del último examen, porque no podíamos evitar tenerlo en mente. —Creo que ya fue suficiente de hablar sobre el examen— decretó Kaito cuando acabamos. —Tienes razón, lo siento— dijo Luka, quien sacó el tema, con una pequeña risa. —¡Es hora de irnos a la playa!— exclamó Rin mientras se acomedía a recoger los platos. —Definitivamente: ni un minuto más aquí dentro mientras haya sol afuera— dijo Miku. —Bien, bien, ¿por qué no se van a preparar?— Gakupo empezó a lavar los platos. —¿No quieres ayuda?— me ofrecí, pero no dudó en negar con la cabeza. Aunque se encargaron de cocinar, tanto Gakupo como Luka decidieron limpiar también. Tal vez porque notaban lo ansiosos que estaban Kaito, Miku y Rin por ponerse su traje de baño y correr hacia el mar. Yo también estaba emocionado, pero no por eso no hice al menos otro intento de ofrecerme a ayudarles a limpiar. Cuando me rechazaron de nuevo, tomé el baño de Gakupo y Luka para vestirme. Miku y Rin se vestían en el cuarto de Miku y Kaito, mientras Kaito se vestía en su baño. Él y yo estuvimos listos primero. —Me pregunto si Miku estará decidiendo aún qué traje de baño usar hoy— suspiró Kaito. —No debería importarles mucho ¿cierto? El orden en que se los ponen— comenté. Kaito asintió pero lo dije más por hacer conversación. Yo sabía que Rin había tenido problemas para comprar los trajes de baño para el viaje: casi nada en la sección para dama le quedaba del todo bien. Su complexión delgada y bajita le causaba molestias a menudo; pero claro, yo trataba de animarla todo el tiempo. Después de todo, como lo he admitido antes, tampoco soy el chico más varonil, y no solo de nuestro pequeño grupo. Finalmente, las tres chicas estuvieron listas casi al mismo tiempo, y lo único que nos faltaba era verificar que cargáramos lo necesario. La cabaña incluía un servicio que mandaba a poner un pequeño techo con sillas todas las mañanas; pagamos un poco extra para que fueran dos techos y seis sillas. Solo nos quedaba cargar nuestras toallas de playa, bloqueador (o bronceador, al gusto), botellas de agua en una pequeña hielera, sándwiches en una péquela mochila y cerillos en caso de que decidiéramos hacer una fogata. Teníamos permiso para hacerla, siempre y cuando fuéramos cuidadosos. Finalmente, estábamos todos en la playa. Miku y Rin empezaron a ponerse bloqueador una a la otra. Kaito era realmente el único que decidió usar bronceador, en spray: sabíamos que nos íbamos a reír de él cuando acabaran las vacaciones. Luka le ayudó a Gakupo a ponerse bloqueador y ella se puso un poco en brazos, piernas y cara. Yo igual. Ambos éramos los de piel sensible en el grupo, así que traíamos puestas playeras de licra encima. —¿No te da más calor así?— me preguntó Kaito. —Hmm: ¿un poco de calor momentáneo o quemaduras que durarán un mes?— respondí. —Es un desperdicio cubrir tu lindo traje de baño, Luka— le reclama Rin con cierta envidia. —Créeme, Rin: hay una buena razón por la que no compre uno nuevo para este viaje— dijo Luka. Miku estaba jugando con sus pies en la arena mientras todos estábamos listos, pero entonces Kaito decidió cargarla en brazos y empezar a caminar con ella hacia el mar, haciéndola gritar sorprendida. —¿No estás lista para el agua?— preguntó el peliazul sonriente. —¡Puedo caminar hasta ella, Kaito! No pudimos evitar reírnos. Dejamos nuestras sandalias junto a las sillas y nos unimos a ellos camino al mar. Aquella era una playa semi-privada que en ese momento estaba prácticamente vacía. Y es que había otras cabañas en renta a varios metros, pero las familias que normalmente las rentaban aún no podían hacerlo porque alumnos de preparatoria hacia abajo aún no salían de clases. Escuchamos a Miku volver a gritar sorprendida cuando Kaito la bajó y sus pies tocaron el agua. Nos dimos cuenta por nosotros mismos al llegar que, ya que acababa de entrar el verano, el agua aún estaba algo más fría de lo ideal. Pero le dimos poca importancia; el calor seguía siendo intenso como el sol que brillaba en un cielo completamente despejado. El agua se sentía más increíble cuando notabas que la arena te había estado quemando los pies. Aunque todos sabíamos nadar, no nos metimos muy profundo dentro del mar. La cabaña tenía flotadores de varios tipos y pelotas de playa, pero decidimos que lo mejor sería no utilizar nada el primer día. Simplemente caminamos hasta que el agua nos llegara a mí y a Rin cerca de nuestros hombros, refrescándonos, sintiendo las olas movernos de arriba abajo al acercarse a la orilla. Cuando se empezó a poner el sol, los chicos y yo buscamos ramas para hacer nuestra fogata. Miku decidió que hacían falta papas fritas para los sándwiches y fue por una bolsa una vez que estuvo seca. Queríamos tener una cena sencilla a la luz de la fogata y las estrellas. La tuvimos. El viento empezó a soplar, así que las chicas se metieron con las bolsas de playa y nosotros nos quedamos a asegurarnos de que la fogata se apagara, metiéndonos a la cabaña después con las hieleras. Rin estaba sentada en el comedor, mirando su celular por primera vez en horas mientras Miku y Luka se duchaban. Gakupo se puso a extender las toallas a secar y Kaito vaciaba las hieleras. Fui entonces a sentarme junto a Rin. —¿Tu mamá ya se acordó de ti?— me burlé y ella sonrió. —Aún creo que es increíble que me haya dejado venir a este viaje. —Eres una adulta, sabes lo que estás haciendo, y ella confía en ti. —Y eso me encanta. Pero también me fascina que confíe en ti. —¿Esto es un halago o insulto? —Un halago— se ríe. —Siempre pensé que no daba mucho crédito a nuestro noviazgo. —¿Cómo algo serio, quieres decir?— me encogí de hombros. —Normal. —¿Lo crees? —La mayoría de los padres hoy en día no creerán que un noviazgo de preparatoria durará. —Llevamos tres años juntos— sonríe, y yo también. —Y los que faltan— beso su mejilla. Yo tampoco había puesto mucha atención a mi celular. Tenía una única llamada perdida de mi padre; y como Kaito decidió encender el televisor, me salí a devolverle la llamada. El único sonido afuera era el suave murmullo de las olas del mar. No me hubiera molestado dormirme afuera. Cuando volví adentro, Luka y Miku salió de bañar, por lo que Rin y Kaito fueron los siguientes en entrar. Kaito dejó el televisor en un canal donde pasaban programas de concursos y Gakupo se había sentado a ver, así que Luka se le unió. Miku recibió una llamada y también la atendió afuera. Cuando Kaito y Rin salieron de bañar, se unieron a Luka a seguir viendo la televisión. El programa que estaba en ese momento involucraba trivia, y Gakupo y yo contuvimos una pequeña risa mientras los tres sentados al sofá discutían la respuesta a una pregunta que el presentador estaba haciendo. Una vez todos nos duchamos, nos quedamos un rato sentados en la sala frente al televisor, hasta que a Rin se le escapó un bostezo y Luka se dio cuenta de que estaba entrada la madrugada. No íbamos a levantarnos temprano al día siguiente, pero nos haría bien descansar; además, si no dejábamos de ver la televisión, Rin y yo no podríamos sacar el colchón del sofá-cama. Los demás se fueron a sus respectivas recámaras. Yo empecé a preparar el sofá mientras Rin sacaba cobijas del armario para que fuera más cómodo, además de tomar una para cubrirnos. Las almohadas también estaban ahí. Ya estábamos vestidos con nuestras pijamas después de la ducha así que fuimos directo a acostarnos y finalmente apagamos la televisión. La luna brillaba por encima del mar y su luz entraba en un tono leve a través de las persianas cerradas de los ventanales. Estaba acurrucado con Rin casi en completa oscuridad, escuchándola respirar, sintiendo sus latios. —Len…— susurra. —¿Sí? —Haz tú el desayuno mañana… —¿Yo?— contuve una pequeña risa. —Sí…— se oía ya adormilada. —Prepárame hot cakes… —Está bien— besé su frente. —Por ahora, buenas noches. —Buenas noches… Te amo— dijo acomodándose aún más cerca de mí. —Y yo te amo a ti.