Hola! Aquí les traigo un NaruHina que espero sea de su agrado! Título: "Unforgiven" Pareja: Naruto Uzumaki x Hinata Hyuga. Advertencias: Lemon algo explícito, Oocs, Universo altenativo. "Naruto y sus personajes son propiedad de Masashi Kishimoto-sama" Gracias por leer! x x x Unforgiven. x "Me pregunto cuántas veces puedes perdonar a alguien para no perderlo, incluso si ya no merecen tu perdón" x Capítulo 1: Comeback. x x Uzumaki Naruto: "Nunca me voy a perdonar por ser tan cobarde, por creer que huir era la única solución. Siempre quise estar a tu altura. Siempre quise ser como tú. Siempre quise ser algo importante para ti. Este sentimiento me cegaba. No me daba cuenta de lo mucho que te esforzabas para que todo saliera bien. Al comienzo, llegué a pensar que nunca pude ser lo que realmente te merecías, pero, incluso ahora, me doy cuenta de lo felices que fuimos en realidad. El amor es algo tan hermoso como misterioso, incluso si es de un solo lado. Una persona siempre tendrá dudas al respecto, nunca será capaz de comprender del todo este tipo de sentimientos, pero – hablando por mí misma – creo que gracias a esa duda podemos realmente saber lo que nos hace felices y nos llena de satisfacción. Pero, como al fin y al cabo todo tiene sus contratiempos, llegué a descubrir que no siempre las cosas saldrán como uno lo espera. El profundo dolor de saberme perdedora, me llevó a hacer cosas que jamás creí que haría… como huir. Fuimos tan alegres como pudimos, me enseñaste muchas cosas, y reíamos muy a menudo. Pero también existían los días grises, como el último día que nos vimos. Sé que me comporté como una niña inmadura, pues en ese entonces aún lo era, pero el inmenso dolor que me produjo el saber que estarías mejor sin mí, me obligó a abandonarlo todo. Pues, ¿para qué querría ya estar cerca de ti, si no podía tenerte conmigo? Y no todo es culpa tuya, lo sé. También en parte es mía… por amarte más de lo que un simple humano puede hacerlo. Porque sabes que te amé, te amo… y – aunque duela en el alma – siempre seguiré amándote. Pero eso no cambia el hecho de que tenga miedo de acercarme nuevamente hasta ti. Aún no soy capaz de ir hasta donde estás, y enseñarte lo que es mío… lo que es mío y tuyo. Nuestro pequeño fruto, una prueba del verdadero amor que una vez nos dimos. Sé que cuando llegue el día en que lo haga, tal vez no seas capaz de perdonarme. Así como aún no soy capaz de perdonarte muchas cosas. Pero… Yo sólo quiero que entiendas que… Te sigo amando." x x x La bella ojiperla releyó aquella carta que escribió años atrás, y… que nunca fue capaz de enviar. Suspiró pesadamente, y la volvió a colocar dentro del que fuera su diario íntimo cuando cursaba el último año del bachillerato. El mismo doloroso año en que todo ocurrió. Y que nunca quería recordar. Sin embargo, no podía despegarse de esos recuerdos tan fácilmente, y ella lo sabía. Un ejemplo claro, sería su viaje de mañana. Otro ejemplo… acababa de ingresar a la habitación en donde ella se encontraba. – Mamita, ¿me lees un cuentito para ir a dormir? – solicitó aquella razón por la que luchaba día a día contra la vida. La única razón por la que siguió viviendo. – Menma… – le sonrió a su pequeño hijo de cinco años mientras lo subía sobre su regazo. El infante recostó la cabeza en su pecho. – Ya metí los libros en una de las maletas. No voy a desordenar nada. – No es justo. – el niño hizo un puchero. – Quería que me leas Pepe y el Agua antes de dormir. – rezongó. – Es que estoy tan cansado… – habló exagerando la "a" al decir tan, bajándose del regazo de su madre con molestia. – Bueno… – la mujer sonrió e hizo una pose pensativa, simulando estar buscando una solución. – Tal vez podría leerte Los tres cerditos. Es el único libro que no guardé. – ¿De verdad? – el niño abrió los orbes azulados de par en par y una enorme sonrisa se le formó en los labios. Él amaba ese libro. – ¡Ese cuento es muy divertido! Hinata sonrió con amabilidad mientras se perdía en el hermoso y angelical rostro de aquel pequeño niño. Era la viva imagen de su padre: Alegre, juguetón, travieso, hiperactivo, sonriente. Tenía los ojos igualmente azules como el mar, aquella piel bronceada, e incluso las extrañas tres líneas en las mejillas. En lo único que se diferenciaban, era en el color de pelo. Menma lo tenía de un negro azulado, y no rubio. Así que la Hyuga no podría deshacerse nunca del recuerdo de su primer amor, porque, aparte de ser Menma idéntico a él, sólo faltaba un día para volver a pisar aquella ciudad. No sabía si podría llegar a verlo nuevamente, pero debía estar preparada de igual manera. – ¡Aquí está el book, mamita! No se dio cuenta del momento exacto en el que el niño había ido a traer el libro, pero ahí lo tenía frente a ella. Se rió al notar la forma en que había mezclado su idioma con el inglés que aprendía ahí en Londres. Su hijo cursaba el jardín de niños, y era muy inteligente. Cosas como el inglés aprendía con una rapidez increíble. – Bien… – comenzó la de ojos perlas. – Como ya conoces el cuento, no se valen preguntas, ¿bueno? – su hijo era demasiado exagerado a la hora de hacer preguntas a la mitad de las cosas. – Está bien, mami. ¡Pero yo quiero ser el lobo que se coma la canasta que era para la abuelita! – No, no hijo. Esa es otra historia. – rió. – Bueno. Igual. ¿Cuál me ibas a leer? Hinata suspiró. A pesar de que al parecer tardaría horas en terminar de leer el cuento a su pequeño. No había nada que la hiciera más feliz que el hecho de poderlo tener con ella cada noche. Ese niño era su salvación. x x x – Tenemos más de nueve millones de pedidos sólo en tarjetas. – informó aquella pelirroja. – Perfecto. – el rubio se sentó tras su escritorio nuevamente. – Karin, necesito que llames a Kiba, está en el segundo piso. Si no lo recuerdo mal, él tenía algo que decirme. – Enseguida. Cuando la chica cerró la puerta tras sí, el joven empresario se recostó pesadamente en la silla, y lanzó un suspiro bastante audible. Era sábado, y debía buscar a Naruko de la casa de su madre después de almorzar. Aquello le era más conveniente que buscarla de la escuela, puesto que, su hija salía de ésta antes del mediodía. Pero tampoco quería molestar a su madre. Lo mejor era buscarla temprano. Hacía dos noches que no dormía con su pequeña, y la extrañaba más de lo que pensó. Tres golpecitos en su puerta lo sacaron de sus cavilaciones. – ¡Adelante! – exclamó. – Con permiso, jefe… – mencionó aquel morocho, mientras ingresaba a su oficina. – ¿Me mandó llamar? – No tienes que llamarme jefe siempre, Kiba… – dijo él con una sonrisa. – Recuerda que estoy reemplazando a mi padre por unos días. Sólo Naruto, ¿ya? Y sí. Te mandé llamar por lo que me dijiste ayer… ¿Dijiste que necesitabas permiso para algo? – Ah, sí. – el castaño recordó. – Bueno, quería pedirte permiso para salir hoy más temprano… Es que… mi novia llega esta noche de Londres, y necesito preparar la casa…y eso… – ¡Claro! No estaba enterado de que tuvieras novia… – comentó el rubio sonriendo. – ¿Desde qué hora más o menos quieres estar libre? – inquirió luego. – Y, si se puede, desde las siete aproximadamente. Llega a las nueve de la noche… – No hay problema… Además, dentro de una hora más, llega la nueva funcionaria transferida, que te ayudará con el tema de las computadoras. – explicó. – Dejaré a cargo a Karin… Y puedes tomarte la tarde libre, trabajaste mucho esta semana. – Gracias, Naruto… El heredero de las empresas importadoras Uzumaki's Import sonrió nuevamente. Si bien era cierto que la reputación y productividad de la empresa había aumentado considerablemente desde la inclusión del nuevo funcionario Kiba Inuzuka, tampoco era razón para mantenerlo todo el día trabajando como esclavo. – No hay de qué. Ah, y por cierto… – habló luego de unos segundos de silencio. – ¿Tu novia se muda para Tokio? ¿O sólo está de visita? Me dijiste que viene de Londres. – Sí, viene de Inglaterra. Pero creo que sólo por unos meses. – explicó. – Pronto se casa aquí su primo, y quiere estar presente. Pero aún no sabe si abandonar definitivamente su trabajo como maestra de preescolar que consiguió allá. – Ya veo… – se quedó pensativo unos segundos. – Debe ser duro mantener una relación a distancia. Claro, sin contar que tú llevas tan sólo dos meses aquí… – Es la primera vez que nos separamos por tantos kilómetros. Pero veremos si encontramos un trabajo para ella aquí. – continuó el Inuzuka. – ¿Es inglesa? – No. Es japonesa. Parte de su familia es de aquí. – Entonces encontrará trabajo pronto. – apoyó el Uzumaki. – He oído que en el colegio en donde estudia mi hija se necesitan maestras. Quién sabe, capaz le sirva… Kiba asintió. – Muchas gracias, Naruto. – No es nada, ahora ve a terminar todo rápido, para poder retirarte. – Sí. Naruto volvió a su antigua posición en la silla. Sólo faltaba una semana para que su calvario terminara. Desde que su padre había salido de vacaciones, todo el trabajo recaía sobre él, y su prima Karin. Quizás él también necesitaba un descanso. Estaba ya arto de tantos papeles, pedidos, entregas. Cerró los ojos. Debería llamar a Sasuke para que tomaran algo esa tarde, o quizá mañana. Hacía tiempo que no compartía con su mejor amigo/enemigo. Pero primero debía ver a su hija. La extrañaba tanto, que preferiría tenerla con él ahí en la empresa todo el día, antes que mandarla con su madre para no volver por dos días. Naruko… x x x Llevaban más de diez horas en aquel avión, y estaban muy cerca de llegar. – Mm, mamita, tengo mucho frío. – murmuró el infante mientras se acurrucaba a su progenitora. – ¿No se puede apagar el aire condicionado? Seguro el abuelo tiene frío también. La mujer sonrió ante aquellas palabras, y se limitó a cubrir a su pequeño con la toalla más próxima que se encontraba dentro una de sus maletas. No hacía mucho calor, pero ella aún no sentía frío. Lo que la estaba carcomiendo por dentro era la ansiedad. Su padre, Hiashi, quien también residía en Londres últimamente, viajaba en el asiento ubicado detrás de ellos. Menma no podría vivir sin su abuelo, y Hinata sabía eso perfectamente. Nunca pensó tener que volver a ese espantoso lugar. Le causaba una sensación extraña el recordar que volvería a ver a su pequeña – ya no tan pequeña – hermanita Hanabi. La extrañaba demasiado. La última vez que la vio, fue cuando Menma cumplió su primer año de edad. Esa vez toda su familia fue a verla a Londres. Incluso su madre, que actualmente residía en los Estados Unidos, a quien hechaba muchísimo de menos. Era así como que, en su ausencia, le faltaba algo. Y Neji… Oh, ¡cuánto extrañaba a su primo! Ése que siempre la protegía y estaba allí para ella. ¿Quién iba a pensar que se estaría casando nada más ni nada menos que con su novia de la secundaria? Bueno, la relación entre ambos siempre había sido irrompible. Totalmente admirable. También extrañaba a sus mejores amigos: Temari y Sasuke. ¿Qué habría sucedido de ambos? Ella había sido tan ingrata que no los había escrito en mucho tiempo. Eso la hacía sentir mal, ya que ambos siempre se habían preocupado por ella. La primera, de seguro andaba siempre tan loca y fiestera como lo fue desde que la conoció. ¿Cómo andaría su relación con el vago de Shikamaru Nara? Y Sasuke… ¿Habría logrado vencer todos los conflictos entre él y Sakura Haruno? Ella sabía perfectamente que el carácter de cada uno era como una barrera que les había impedido estar juntos. Debería llamarlos y contarles de su regreso en cuanto llegara. Y, obviamente, también se le pasó por la cabeza cómo estaría él. Ella no lo necesitaba. Hacía tiempo había descubierto que podía estar sin él, y también pudo salir adelante. Pero de algo estaba segura… quería verlo, y no sabía la razón de aquella inminente necesidad. Sasuke le había comentado, meses después de su partida, que – aquel de quien no quería ni pensar ni pronunciar su nombre – se iba a casar. Y, en ese momento, ella se rompió más de lo que ya estaba. Pero si ahora lo pensaba bien…, quizás aquello siempre fue lo mejor para la otra criatura. Ella tampoco tuvo la culpa de nada. Se aferró más al abrazo de Menma, y respiró hondo intentando disipar el ligero dolor que se formaba en su pecho al recordar todo aquello. Intentó convencerse a sí misma de que la única manera de sellar de una vez por todas el dolor, era olvidando el pasado. Pero era más fácil decirlo que hacerlo. Suspiró una vez más, y, cerrando los ojos, ya sólo esperó que los minutos pasaran con mayor rapidez. Necesitaba llegar ya. O su mente pronto colapsaría. x x x – ¡No es justo pa! – exclamó la pequeña rubia haciendo un tierno mohín con el rostro. – ¿Por qué no puedo quedarme a jugar Ninja? Yo no tengo ni sueño. – He dicho que no… – el progenitor la observó fijamente. – Basta de videojuegos por hoy, Naruko, ¿sabes la hora que es? – se acercó a la consola, y presionó él botón de apagado. – Y, ya te dije que no es un ninja. Es un caballero. Los ninjas no usan armaduras. – explicó. – ¡Papá! – el puchero que hizo la niña, enterneció al hombre. – Porfitas. Sólo un ratito más. Naruto resopló, y se sentó en el plush junto a su hija, mientras volvía a prender aquel clásico Play Station 2. Era un idiota por acostumbrar a su hija a ese tipo de juegos. – ¡Gracias pa! – la niña de -casi- seis años se colgó del cuello del rubio, y le dio un beso en la mejilla. – ¡Eres el mejor! – Jugaré contigo esta última misión. – advirtió. – Después nos vamos a la cama. La niña asintió enérgicamente. – Mañana es domingo, Naruko… – le informó observando la pantalla. – Vamos a almorzar con el tío Sasuke y la tía Sakura, para que puedas jugar con los mellis. Y más tarde haremos las tareas, ¿está bien? – Sí, pa. – ella sonrió mientras su rostro era alumbrado por las luces de colores que se reflejaban en la oscuridad de la habitación. – Y… ¿Cuándo va a venir ma? – inquirió de pronto. – Em, pronto, mi amor… – el rostro del Uzumaki mayor se llenó de angustia. – No te preocupes por ella. Sabes que tiene trabajo. Sólo por eso no viene a verte. – Hum… – la pequeña rubia frunció los labios, disgustada. Sus ojitos aperlados adquirieron una tristeza que logró atravesar a Naruto. – Bueno… ¡Ja! ¿Viste cómo le maté a ese monstruo? Él suspiró. Shion… ¿en qué rayos andaba? Era ya únicamente responsabilidad de él que Naruko fuera feliz, y no iba a fallar en nada. Ya había cometido demasiados errores en el pasado, y no estaba dispuesto a meter a su amada hija en algún lío. Ella le había hecho ver de nuevo la luz, y nadie podría competir contra ese amor. – ¡Sí! – exclamó la menor. – ¡Le corté la cabeza! – ¡Naruko! – reprendió. ¿De dónde había quitado su hija aquellas palabras tan bonitas? Estaba seguro de que él no se las enseñó. O por lo menos, eso creía. x x x – ¿Te ayudo con el niño, amor? – inquirió el moreno, cuando él y su novia dejaron de besarse, en una de las puertas de atrás del taxi que ella había abordado. Ella negó con la cabeza tranquilamente, tomando a su niño dormido en brazos, y bajándolo del vehículo con mucho cuidado. Habían llegado al apartamento una hora más tarde de lo esperado, por la cantidad de personas que se encontraban amontonadas en el aeropuerto de Tokio. – Puedes ayudar al señor con las maletas… – habló refiriéndose al taxista, con la aguda voz que tuvo desde siempre. – Si no te molesta, llevaré a Menma a la cama. Generalmente, si llega a despertar, no duerme hasta verme a mí, o a su abuelo a su lado. – explicó con paciencia. – Sabes que mi padre ya fue a la casa, ¿verdad? Kiba asintió. – La habitación celeste, la primera del segundo piso, es para él. – informó con una sonrisa. – Esta noche dormirá con nosotros… – citó la Hyuga. – Es la de al lado, ¿no? – dijo ya girándose para ingresar a la residencia. El Inuzuka respondió de mala gana: – Sí, la de paredes blancas. Hizo un gesto de molestia en cuanto ella ingresó. Ese niño otra vez tendría que arruinarles su noche de reencuentro. Y eso que se había molestado en cada detalle de la bendita habitación, prácticamente, matrimonial. La mujer inmediatamente fue hasta donde debía. Estaba híper cansada, y su hijo era muy pesado. Lo depositó con suavidad en el lecho. Lo observó durante varios minutos. Pasó directamente a quitarse las botas y el pantalón de jean, quedando en pantis. Retiró su blusa, mientras se decidía entre colocarse un pijama, o simplemente un camisón, los cuales los tenía guardado en la gran cartera que traía consigo. De pronto, sintió unos cálidos brazos rodearla de atrás por la cintura. – Mm, Kiba… – musitó. – Ahora no… Por favor… – ladeó el rostro hacia él. – Estoy cansada. Él se separó algo disgustado, no sin antes recibir un beso fugaz en los labios. La había extrañado tanto por dos meses, la necesitaba. Pero también comprendía lo que implicaba un viaje de más de once horas. Luego de que se colocara el camisón de dormir, y apagaran todas las luces, fue el infierno para Hinata. No pudo pegar un ojo. Había caído en cuenta de lo grave de la situación. Había vuelto. Por fin estaba en Tokio. Una sensación indescriptible la invadió por dentro. Y no pudo evitar pensar directamente en una sola cosa: Naruto Uzumaki. Quemaba, golpeaba, desgarraba… Pero, tarde o temprano sabía que debía enfrentarse a todo: A su madre – que volvería muy pronto de Florida –, a Neji, a Hanabi, a sus amigos, a su novio, a su hijo, y a él. A Naruto. Sabía que si lloraba, Kiba y Menma podrían notarlo, y los asustaría en vano, por lo que decidió reprimirse todo. Y guardarlo para otra ocasión. x x x – ¡Niños! – la exuberante belleza de aquella mujer de cabello únicamente rosa, se veía simplemente una milésima afectada por ese ceño fruncido que iba dirigido a aquellos tres traviesos infantes que correteaban sin pudor alguno por aquel desgastado puente de la tan nombrada placita que ellos conocían como "Ichiraku" por el simple hecho de encontrarse frente a un restaurante con ese nombre. – ¡Cuidado! ¡Pueden lastimarse! – Ya déjalos, Sakura… – mencionó aquel divino hombre, sentado cómodamente en un sillón perteneciente al puesto de ramen más famoso de la ciudad. – Pocas veces se divierten en otro lugar que no sea la escuela. – Estoy cuidando de quienes son tus hijos también, Sasuke Uchiha. – replicó ella a modo de reproche. Él bufó por lo bajo, y observó de soslayo a un sonriente Naruto, quien estaba sentado a su costado. El rubio se encogió de hombros, y el azabache suspiró pesadamente. ¿Quién mierda entendía a las mujeres? – ¿Por qué no aprendes de Naruto…? – continuó la mujer, a lo que su marido puso los ojos en blanco. El rubio, por su parte, se encontraba divertido con aquella escena. – Él está cuidando solo de su hija, sin necesidad de que tener a una mujer a su lado, y tú, tirándole todo el trabajo a la tuya. Naruto sólo hizo una mueca entre divertido y algo incómodo. Sasuke la observó con reproche, y sólo entonces ella comprendió lo dura que fue su frase. Sabía que su amigo no estaba en buenas condiciones sobre lo de su mujer, y aun así abrió la bocota. – Lo siento, Naruto, es mi culpa, yo… – Está bien, Sakura-chan… – le interrumpió sonriendo con tristeza él. – No es culpa de nadie, yo estoy muy bien. Esto no me afecta, de verdad… – Pero… – ¡Oh mira! – el Uchiha interrumpió a su esposa. – Murasaki otra vez está golpeando a Kyosuke… – comentó. – ¡Murasaki, deja en paz a tu hermano! – exclamó en dirección a sus hijos mellizos. La peli rosa observó la escena y frunció el ceño. Su hija era demasiado agresiva con su hermano. Negó con la cabeza y caminó hasta donde se encontraban los niños. Naruto observaba la escena, divertido. Sakura no había cambiado nada en tantos años, siempre comandando todo. – Oye, Dobe… – mencionó el azabache, quitándolo de sus cavilaciones. – Disculpa a Sakura, sabes cómo es. No quiso mencionar lo de…– – Tranquilo, Teme…– interrumpió nuevamente el rubio. – De verdad estoy bien. No es que extrañe a Shion ni nada por el estilo. Lo único verdaderamente preocupante de todo esto, es que Naruko me pregunta mucho por ella… – Debe ser muy difícil para la niña… – Y lo es. – afirmó. – Imagínate, lleva seis meses fuera. No sé en qué líos estará metida. Y sólo llama una vez a la semana. – Pobre Naruko… – Sasuke observó a la niña rubia, que reía de sus amigos que estaban siendo regañados. – ¿Pero, estás seguro de que estás bien? Te veo algo desanimado… – Estoy perfecto, Sasuke. El Uchiha suspiró pesadamente. – Bien, entonces puedo contártelo. – dijo en voz baja. – ¿Qué cosa? – Ella ha vuelto, Naruto. Han vuelto. – explicó serio. El rubio no comprendió. – ¿Volver? ¿Quiénes? – Los Hyuga. Al oír aquello sus azulados orbes se abrieron de par en par. Observó interrogante a su mejor amigo. Sasuke asintió. – Sí. Tu Hinata regresó. x x x Hasta aquí por ahora! Qué les pareció? Espero que les haya gustado. Si tengo su apoyo, continuaré la historia lo más pronto que pueda. Por favor déjenme sus comentarios, es una prueba de si estoy haciendo las cosas bien o mal. Y de verdad necesito saberlo. Todo depende de ustedes! Gracias a todos los que se molestaron en leer! Espero que podamos leernos pronto. Besotes a todos! Y que estén bien! Sayonara xD
asdfghjkljhgfdfghjgf HOLA!!!!:D Que les parecio? Me guto muuucho!!! La trama es muy interesante ademas de que todos los personajes encajan bien y no e visto Ooc;) Y que Hinata quedo embrazada!!! Tal vez yo tampoco hubiera tenido el valor de enviar la carta:confused: Y me quede con la duda de que le paso a Shion!! Me puse a pensar, habra escapado? Se murio? La metieron a la carcel por trafico de drogas?xD Necesito saber que le paso y porque no esta!!! Bueno, solo quiero decirte que la trama esta muy buena y que sabes narrar bien los hechos y plantear bien a los personajes;) Y lo del Lemon... No me importa!! Yo AMO el Lemon!!xD Yo me despido y... ME AVISAS DE LA CONTI!! SAYONARA!!! Atte: Alex-sama
Me encanto el capitulo estuvo genial la trama me engancho desde las primeras lineas tienes que seguir este fic le veo muy buen futuro. Tu ortografia es muy buena se me hizo muy sencillo leerlo. Avisame de la conti pleease! Y no te tardees en subirla que esta genial!!! Una duda quien es Shion? Es de la serie de naruto??
hai q tal oye me encanta este fic actualiza porfa actualiza pronto y pon el siguienta cap besossss felicidades te quedo genial chaooooooo suerte de: sofiandromeda:)
Capítulo 2: Vueltas de la vida.xxx– ¡Pa! ¡Pa! – exclamaba la pequeña niña una y otra vez, sin recibir respuesta alguna por parte de su progenitor, quien se encontraba al volante de aquel lujoso Audi. No era como si no quisiera prestar atención a su hija. Lo que ocurría era que aún no se veía capaz de volver a la realidad de la que había escapado inmediatamente al recibir aquella valiosa información por parte de Sasuke. ¿Que Hinata había vuelto? Una sensación indescriptible se apoderaba de su cuerpo, al tiempo que presionaba con fuerza el volante de su vehículo. Seguía sin poder dimensionar del todo lo importante de aquella noticia. Y los pensamientos alborotados ya se hacían presentes en su cabeza que, por mucho tiempo, consideró hueca. – Está por Tokio desde anoche… – ¿Sabías que iba a venir? – No. Me lo comentó al llegar. – ¡Teme! ¿Cómo pudiste esconderme algo así? – ¡Pero si te lo acabo de contar Dobe! Sabía que te alterarías. ¿Alterarse? ¿Él? ¿Pero de dónde sacaban semejante estupidez? Pues claro, todos los días alguien viene y te dice que tu amor de la secundaria ha vuelto. Y encima te lo dicen tarde. ¡Ese Sasuke debía estar mal de la cabeza! Esa información debió ser lo primero que le dijera en cuanto lo viera. Él haría lo mismo en una situación así, ¿o no? Tan sumido estaba en sus pensamientos, que, no notó el momento exacto en que su pequeña hija comenzó a sollozar, con la mirada fija hacia la ventanilla del coche. El rubio se sorprendió. – ¿Q-qué sucede, Naruko?– inquirió con inquietud. La niña lo observó con tristeza, mientras intentaba secar las caprichosas lágrimas que resbalaban por sus sonrosadas mejillas con las pequeñas manitas. – Pá… – habló apenas la niña. – ¿Por qué nunca me respondes cuando te pregunto en dónde está má? – inquirió acusadoramente. – ¡No es justo! ¡Yo la extraño! Naruto por un momento se sintió el peor padre del mundo. ¡Su hija estaba ahí con él! Pidiendo su atención. Ella lo necesitaba, quizás Hinata no. Él debía hacer feliz a su hija, y olvidarse tan sólo por un momento de aquel atormentante pasado. Frunció los labios y apretó con más fuerza aún el volante. ¿Qué estaba haciendo? Estacionó frente al primer McDonalds que fue capaz de observar. El tema de los Hyuga podía esperar. Su pequeña no. – M-mi bebé…– mencionó él con voz suave, mientras estiraba los brazos en dirección a su primogénita. – No llores. Ven aquí… Naruko observó a su padre por largo tiempo, y, después de unos segundos se arrojó a sus brazos, derramando aún más lágrimas. El hombre suspiró. Se le partía el alma cada vez que la veía llorar. – ¡Pá! – su vocecita aún se escuchaba entrecortada. – Quiero que má regrese… – Tranquila, mi amor. – susurró él acariciando la melena rubia. – Va a regresar. Te lo prometo. Ahora está trabajando porque quiere traerte un lindo regalo para tu cumpleaños. ¡Falta muy poco…!– comentó a fin de animarla. – Sí… – dijo ella con leve entusiasmo surgiendo de sus adentros. – ¿Me vas a hacer la fiestita, pá? – inquirió con la voz adecuada para realizar una petición grande. – ¡Claro que sí mi princesa! – ¿Y má va a venir a verme? – insistió enfocando sus hermosos ojos aperlados en los azulados de su padre. Éste asintió con una sonrisa tranquilizadora para la niña. – ¿Lo prometes? – indagó ya luego con una sonrisa más abierta. La cara de picarona que ponía cuando quería algo enserio atravesaba por completo al Uzumaki mayor. – Prometido. – sonrió él de la misma manera. – Gracias. – ella rió fuertemente. Ya se sentía mucho mejor. – Y… pá… – mencionó alargando demás la última vocal. Él la observó suspicazmente. – ¿Qué? – ¡Vamos a quedarnos en McDonalds!– exclamó a todo pulmón. El rubio suspiró. Su hija era un caso perdido. xxx– ¡Awwrr! ¡Soy el lobo feroz! – exclamaba la joven castaña, mientras correteaba al pequeño niño por los alrededores de la enorme residencia Hyuga. – ¡Te voy a comer enterito! – ¡Auxilio! – gritaba Menma con mucha potencia. – ¡La tía Hanani se convirtió en un monstruo! – ¡Es Ha-na-bi! – aclaró la chica de diecisiete años mientras seguía corriendo. – ¡Y soy un lo-bo, no un monstruo! Hinata observó la encantadora escena que montaban su hermanita y su hijo, con una sonrisa cálida en el rostro. Verlos sonreír era lo que lograba llenar el vacío que muchas veces sentía en su pecho. – Hinata-sama. Se giró al oír aquella agradable voz. – Neji-niisan. – Hana-sama acaba de llamar…– informó con la seriedad característica en él. – Llegará mañana por la tarde… – Ya veo…– Hinata suspiró. Hacía un buen tiempo que no se comunicaba con su madre. Ésta de seguro la reprendería apenas llegase. La extrañaba tanto, que el correr de las horas se le hacía lento en su larga espera. – Gracias por comentármelo…– sonrió a su primo. – Y, por cierto, nii-san, deja de llamarme "sama". Eso de la tradición familiar ya no tiene sentido para mí. Siempre has sido como mi hermano… – Es que…– él sonrió de medio lado. – Ya me he acostumbrado a llamarlos así… – Pero quiero que dejes de hacerlo, ¿sí?– habló volviendo la mirada a aquellos quienes correteaban por el jardín con interminable energía. – Somos iguales, completamente iguales. Y más aún ahora que lo de la herencia se fue a la quiebra…– explicó. – Tenlo en cuenta. No soy superior a ti, ni mi padre, ni mi madre, ni Hanabi. Nadie es más que nadie. El castaño observó por largo tiempo a la mayor de sus primas. Sin dudas Hinata había madurado. Ya no era la misma pequeña débil, tímida y acomplejada que solía ser en sus tiempos pasados en Tokio. Era una hermosa y realizada mujer ahora. Y, no cabía la menor duda, la principal causa de ese enorme crecimiento, acababa de caer de rodillas al suelo. – ¡Auch! – ¡Menma! – exclamó la madre, caminando preocupada hacia su pequeño de cinco años. – ¿Te lastimaste? – Y-yo…– el infante tenía el rostro colorado, y los ojos empezaron a aguársele, mientras sostenía su rodilla. La raspadura era mínima… pero, después de todo, un niño es un niño. – ¡Levántate, perezoso! – bramó la joven castaña, acercándose a su sobrino con una sonrisa de medio lado. – Si lloras por haberte caído aquí, no quiero ver lo que sufrirás cuando empiece a enseñarte Aikido… Menma, luego de colocar un rostro de espanto, hizo todo lo que pudo porque las lágrimas no empezaran a brotar de sus orbes azules claros. – Nee-chan…– Hinata se acercó con tranquilidad a su hermana. – Déjalo. Aún es pequeño. – ¡Pero no quiero que Menma sea un debilucho como tú, hermana! La de cabellos azules observó a la menor con una ceja enarcada. Así que Hanabi seguía pensando así de ella… Se entristeció un poco, pero lo único que hizo fue sonreír tenuemente. La otra, al rato, se arrepintió de sus palabras. – Lo siento, Hina, yo… Hinata estuvo a punto de decirle que no se preocupase, pero una vocecita habló antes que la suya. – ¡Mi mamita no es debilucha!– el pequeño Hyuga se levantó del suelo con mucha prisa, y corriendo chocó abrumadoramente contra su joven tía. – ¡Ella es muy fuerte! – Menma… – ¡Es muy muy fuerte! – continuó el primogénito. – Ella sola me lleva a la cama por las noches. ¡Sin ayuda de Kiba-san! Y además, sabe hacer muchas cosas…– pensó unos segundos. – ¡Como cocinar! ¡Ella cocina muy rico!– siguió dando pequeños e inofensivos puñetazos contra las piernas de su tía. Hinata Hyuga sonrió, observando a su hijo. – Bueno, tienes razón…– Hanabi envolvió con sus brazos al niño. – Tu mami no es nada débil. – observó a su hermana mayor. – De hecho, es la mujer más fuerte que he conocido en la vida. Y sí, cocina delicioso. Se sonrieron. Neji los observó con ternura. – ¡Kiba-san si es un debilucho!– exclamó el infante, sorprendiendo a todos. – ¿Qué? ¿Por qué?– inquirió la menor, algo divertida. Cabe mencionar el hecho de que el Inuzuka – quién sabe por qué – no le caía nada bien. – No lo sé…– Menma hizo una mueca divertida. – Nunca me ha alzado. Por suerte que él no es mi papá ¡de veras! Porque quiero uno muy fuerte. Todos quedaron en silencio. – Bueno…– su madre no sabía por dónde comenzar. – Espero conocer pronto a mi papá…– continuó el niño. – ¿Sabías que él viaja por todo el mundo?– con los ojos brillosos, observó a Hanabi. – ¡Debe ser un gran aventurero! Como en los libros que me lee mamita… – Wow… Debe ser muy genial…– dijo la castaña, sonriendo despreocupadamente. – ¡Sí que lo es! – ¿Jugamos otra vez al lobo feroz?– sugirió la misma chica. El pequeño asintió enérgicamente y, segundos después, ya se los veía de nuevo correr a toda velocidad por el patio de la residencia. Hinata suspiró aliviada. Era la primera vez que Menma mencionaba algo de eso en público. Ella suponía que su hijo notaba lo mucho que la inquietaba aquella situación, por lo que no habituaba hablar de ello. Siempre que quería saber algo sobre su padre, preguntaba de otra forma, como tirando indirectas. Su hijo era muy gentil, pero, sobre todo, inteligente. Sabía que él tarde o temprano tendría que descubrir todo. Y las posibilidades eran mayores, estando en Tokio. Comenzó a caminar hacia el interior de la vivienda, con intención de dejar jugar tranquilamente a su niño y su hermana. Pesó junto a Neji, y le sonrió. – ¿A qué hora vuelve Tenten-san de la academia, nii-san? –inquirió con amabilidad. – Debe llegar como dentro de media hora. – respondió él, educadamente. – ¿Otou-san y Kiba-kun siguen prendidos a la televisión?– preguntó, poniendo los ojos en blanco. Neji asintió, suspirando con pesadez. Su tío era un aficionado por el basquetbol, más bien la NBA, y cada partido era, para él, tan importante como su vida misma. Y parecía ser que el novio de Hinata estaba en las mismas. – Bien, entonces empezaré a cocinar dentro de unos momentos…– comentó la mujer. – Pero, antes, si me permites, debo usar el teléfono… Quiero hacer una llamada… – Adelante. Luego de sonreírle una vez más, fue cuestión de segundos para que su prima desapareciera hacia la puerta de entrada. El que dentro de unos días se casaba, no pudo evitar sentirse algo afectado, al recordar lo mal que su prima la había pasado antes de que naciera Menma. Sufrió tanto, que, cuando dio a luz a su pequeño, aún derrochaba lágrimas de felicidad, mezcladas con las de angustia. Neji nunca olvidaría las lágrimas de su prima. Y nunca olvidaría las causas de las mismas. Hacía tiempo que no lo veía, pero sabía que, tarde o temprano, Naruto Uzumaki tendría que dar la cara, y sería el mejor momento para hacerle pagar lo mucho que dañó a su querida prima. Estaba preparado para molerlo a golpes cuando fuera necesario. Pero había algo que lo inquietaba. Estaba convencido de que el rubio estúpido no sabía absolutamente nada acerca de la existencia de Menma, su hijo. ¿Cómo sería su reacción al momento de saberlo? Porque sí. Iba a saberlo de alguna manera alguna vez, incluso, ni él mismo podría interponerse a aquello. Sabiendo que, a pesar de todo, merecía estar enterado de que era padre de un niño, hacía más de cinco años. xxxSabaku No Temari salió de la piscina, sintiendo algo de frío. El domingo era uno de esos de pocos días en los que podía relajarse y descansar plenamente. El trabajo en la Empresa Sabaku la estresaba cada vez más, y los días de sufrimiento amenazaban con aumentar, sumándole el hecho de que ahora debía formar una alianza con esaempresa de la cual no quería saber nada. El quebrantable teléfono móvil sonando, la sacó de su trance. Resopló con apremio. ¿Quién la llamaría un domingo, después de todo? – ¿Diga? – Temari-san… – Eh… Espera…– el simple hecho de que una vocecita tan dulce la contactara significaba que no se trataba de alguien de negocios. Una nostalgia inmensa la invadió al recordar esetimbre en especial. – Soy yo, Hin– – ¿Hinata?– indagó antes de que la otra voz pudiera terminar. – Sí, la misma. – ¡Oh por Dios! ¡Hinata!– chilló como si fuera lo mejor que le había pasado en mucho tiempo. – ¡Amiga! Te extraño tanto… – Yo también te extraño, Temari…– la voz de su pequeña peliazul, obviamente ya no adquiría la misma inocencia de hacía unos cuantos años. – Tengo miles de cosas que contarte… Y enseñarte… – ¡Ay, amiga! ¡Yo igual!– sonrió como nunca antes, y se lanzó al suelo, mientras buscaba broncearse algo. – Pero, a todo esto… ¿Cómo es que ocurre este milagro de que quieras llamarme? No has aparecido por el teléfono desde hace añares… – Sí, sé que fui descortés… Lo siento. – se disculpó al otro lado de la línea. – Estoy en Tokio ahora y… De verdad quiero hablar contigo… – Yo también, Hina, no sabes lo que… ¿QUÉ? ¿Estás en Tokio? – Eh, sí… – Mi querida…– se puso de pie inmediatamente. – Tú y yo tenemos que hablar seriamente, de mujer a mujer. xxx– A ver…– murmuró la rubia incrédula. Hinata se mordió el labio inferior. Ya sabía lo que le tocaba. – Iba a perdonarte el hecho de que no me llamaras en millones de años…– dijo aparentando calma. – Pero… ¡Por favor, Hinata!– exclamó al borde de las lágrimas. – ¿Cómo mierda se te ocurre ocultarle a tu supuesta mejor amiga que tienes un hijo…? – Temari, yo– – Oh, no. Y no es un niño cualquiera…– siguió la de ojos aguamarina, sacando a relucir su ya evidente furia. – ¡Tiene cinco años, Hinata! Significa que es de esa época. ¡Hace más-de-cin-co-años que me guardas un secreto así de grande!– a este paso, estaba gritando más que hablando. – No, y tú tan tranquilita con tu… es mi hijo, Tem… ¡Estás loca mujer! ¡Híper mega ultra LO-CA! La Hyuga sintió ganas de estallar en llanto, cuando su amiga la observó entristecida. El lazo que se había formado en aquellos tiempos entre ambas, aún era lo suficientemente fuerte, y notaban la angustia interna de la otra. Siempre había sido así. – Nada ha…sido fácil, Tem…– empezó con la voz entrecortada. – Nunca imaginé en realidad que podría estar aquí, dando la cara, comentándote felizmente que soy madre…– la voz se le quebró cuando observó a Menma, quien, a lo lejos, jugueteaba con unas hormigas. La rubia la observó con angustia contenida. – Juro que si…– continuó la ojiperla. – Que si pudiera cambiar mi pasado, lo débil, ingenua y estúpida que fui en su momento, lo haría. Pero, jamás desearía el no haber tenido a Menma…– los ojos se le estaban aguando. – Él es mi luz, Tem. Es quien me ha hecho ver la vida con claridad. Por él me hice fuerte…– unos sollozos interrumpían constantemente su manera de hablar. – Sé que hice mal al irme de la nada, y ya te pedí perdón miles de veces por ello… Pero juro que jamás lo habría hecho si estuviese enterada desde un principio acerca de lo que cargaba en mi vientre… – Hina…– sólo era cuestión de tiempo para que la Sabaku también comenzara a lloriquear. Los ojos le ardían, y sentía un nudo bastante molestoso en la garganta. – Yo…yo me equivoqué fatal…– siguió sollozando. – Y mi dolor también alcanzó a mi pequeño…– se sorbió la nariz fugazmente. – Fui cobarde, lo sé. Lo alejé de su padre, de su otra familia… Le impedí muchas cosas, a ambos en realidad, porque, sin tener en cuenta mi sufrimiento, sé que nadie se merece que le arrebaten el derecho de saber que es padre… Yo sólo…– se arrojó a los brazos de su amiga. – Sólo pensé en mí misma… Y no sabes, Temari, ¡cuánto me arrepiento! La Hyuga se sacudía prácticamente en llanto. Temari la imitó. Nunca imaginó que el dolor que tenía reprimido en su interior la de ojos perlas, fuera tan abundante y punzante. Se sintió horrible, una terrible amiga, porque, a pesar de no haber sido su culpa, pudo haber buscado muchas más formas de encontrar a su amiga en aquel tiempo en que se había marchado. – Ya… Hina…– la rubia le sobaba con cariño la espalda. – Está bien. Te has desahogado correctamente, y…– suspiró. – Estás equivocada en muchas cosas…– alertó. La otra se separó temblorosa, y la observó. – Tu mayor error, es creer que todo es tu culpa… – No, Tem, sí es mi culpa… – No. – la tomó de los hombros. – Mira, Hinata Hyuga. No has sido tú la que eligió sufrir…– aclaró observándola con ímpetu. – Todo ha pasado por alguna desconocida razón. Mírate… El pequeño te ha hecho madurar mil… La de cabellos azulados, bajó la mirada quedamente. – Te has vuelto una mujer maravillosa. Lo sé. En realidad, siempre has sido maravillosa, pero ahora…– sonrió. – El toque de seguridad que antes no tenías, ha aparecido. Sólo tienes que aumentarlo… Y, ¿sabes cómo lo conseguirás? Volvió la mirada a su amiga, algo inquieta. Se sorprendió al ver la enorme y divina sonrisa esbozada por la Sabaku. Una sensación de nostalgia inmensa la invadió. – ¡Siendo tú misma!– la habló con suavidad. – Mostrándote tal cual eres, demostrando tus sentimientos… ¡Amando a tu hijo, y siguiendo en lucha por él! Esa es la única clave… – Yo…– luego de un titubeo, la sonrisa cálida, sincera y esperanzadora, apareció después de mucho en la mayor de las Hyuga. – Gracias, Tem. Un abrazo furtivo, fue lo que vino a continuación. – ¡No es nada!– chilló la otra. – Y perdóname por haberte dicho esas cosas en un principio, sin tener idea de por lo habías pasado… Lo siento, en serio, amiga… – cerró los ojos y sonrió efusivamente. – ¡Cuánto te extrañé! Mi tontita favorita… – Heh…–ella acompañó con una risa baja. – Yo también te extrañé demasiado, no te imaginas cuánto…– rompieron el abrazo, y volvieron a sonreírse mutuamente. – Y no hace falta que te disculpes… Yo fui la tonta… siempre… – Ay, no empieces…– Temari colocó los ojos en blanco. – Y… ¿ya lo sabe…?– un simple gesto con la cabeza en dirección a Menma, hizo que Hinata comprendiera todo. Negó con la cabeza. – Era lo lógico…– asintió la rubia. – Naruto tampoco lo sabe aún, ¿cierto? Aquello tan repentino, fue como una apuñalada en el pecho de la joven madre. Aún le costaba poder escuchar con normalidad aquel nombre. Cerró los ojos y disimuló con una sonrisa nerviosa. – No… – suspiró. – Aún no lo he visto… – Ya veo… Ni siquiera hizo falta que Hinata le comentara a su amiga quién era el padre. Ella enseguida lo comprendió por sí misma. Después de todo, Menma era un mini Naruto, y aquello era imposible de ocultar. Lo que tardó en notar la rubia, fue la repentina inquietud de su amiga al momento responderle anteriormente. – Supongo que todo a su tiempo…– mencionó ya para dar un punto final al tema. No quería inquietar a Hinata más de lo que ya estaba. – Y, hablando de tiempo… ¿Por cuánto piensas quedarte? Escuché que Neji se casa dentro de unas semanas… La Hyuga asintió. – Bueno, aún no lo sé. – murmuró dudosa. – Tenía pensado quedarme sólo por un mes, o dos… Pero…– se rascó la nuca. – Otou-san, Neji-niisan, Hanabi-chan y Kiba quieren que me quede…– alegó. – ¿Kiba?– inquirió la rubia confundida. – ¿Quién es…– vaciló al notar el violento sonrojo en su amiga. Sonrió entre dientes. – Oh, ya. Entiendo. – rió por lo bajo. Se dio cuenta de que, en temas de sonrojos, Hinata no había cambiado nada. Pero, por lo menos, el anteriormente molestoso tartamudeo, había desaparecido por completo. – Debes quedarte más. – insistió Temari al fin. – No te esperé tanto, para que te vuelvas a ir…– aquello sonó como una amenaza. La otra rió. – Debo pensarlo. – habló con tranquilidad. – En Londres tengo mi trabajo, y muchas cosas que no traje…– comentó algo desganada. – Pero Tenten-san me dijo que hablaría en la escuela en donde ella enseña para conseguirme un lugar, por si decidiera quedarme. – ¡Eso es genial, Hina!– exclamó eufórica. – Después de todo, te mereces algo de vacaciones antes de volver a trabajar… ¿No crees? – Bueno, en realidad, no. – sonrió. – Quiero empezar cuanto antes, si va a ser así… – Fantástico…– su amiga la sacudió sujetándola de los hombros. – Puedo ayudarte también. Tengo muchos contactos, y sólo tienes que presentar tus papeles para que te acepten… ¡La novia de Kankuro fue aceptada con facilidad, sólo porque era nuestra amiga!–le guiñó un ojo. – Suena bien…– le sonrió de oreja a oreja. – Gracias, Tem… Aunque, de todos modos, tengo que hablarlo primero con mi familia, y pensar en lo que me conviene… Se quedaron unos cuantos minutos en silencio. La ojiperla recordó algo importante, y sonrió, tomándola de los hombros. La otra la observó interrogante. – ¿Y cómo has estado tú?– preguntó insinuando picardía en la voz. – ¿Cómo va todo con Shikamaru-san?– inquirió finalmente. – Eh…– Temari hizo una mueca algo indescifrable. – Tengo mucho que contarte, amiga. Muchísimo. xxx– Shion, no puedo creer que lo estés diciendo en serio…– habló apretando los dientes. – ¡Es tu hija, caray!– exclamó. – ¿Cómo puedes darle prioridad a un puto desfile de modas o lo que sea? – Naruto, no me levantes la voz…– advirtió aquella voz chillona a través de la otra línea. – Sabes cómo es mi trabajo. ¡Lo estoy haciendo para ayudarte en lo económico también, tarado! – No necesito tu dinero de mierda, Shion. – dijo irritado. – ¡Es ella quien necesita tu compañía! ¡Siempre me pregunta por ti! Que cuándo vas a volver, que cuándo tal cosa. ¡Está destruida! – ¡Ya te dije que no me hables fuerte!– insistió la mujer. – Volveré cuando tenga que volver, pero no ahora. Entiéndelo. Estoy con centenares de desfiles que cumplir… – Es absurdo, Shion, por el amor de dios. – aquello se oyó como una súplica. – No necesitas trabajar, ella tiene todo lo que necesita… ¡Sólo faltas tú!– reiteró. – Juro que si era por mí, no te lo estaría pidiendo. ¡Ni siquiera me afecta! Pero es mi hija. Tu hija la que está sufriendo. – Naru…– murmuró a través del teléfono. – No puedo volver. Quiero trabajar independientemente de las necesidades. ¡Amo el modelaje! Lo sabes… – Por última vez, te lo pediré así…– dijo el rubio intentando calmarse. – Vuelve al país, mujer… Hazlo por el bien de tu hija. – ¿Tanto me extrañas?– inquirió burlona. El Uzumaki cortó la llamada con toda la rabia que ya no pudo contener, y arrojó el teléfono móvil duramente contra la pared. – ¡Vete a la mierda! Esa mujer lo sacaba de quicio. Siempre lo había hecho. No sabía qué hacer con ella. Pero el asunto de Naruko le partía el alma. Ella sólo quería tener a su madre a su lado, como todos sus compañeritos de la escuela…, eso era lo que le había dicho la pequeña de cabellos rubios. Si hubiera sido otra la madre de su hija, él… Suspiró. Era inútil. Naruko no era hija de Hinata, como él habría querido que fuera. Ellos no estaban juntos, como él hubiera deseado. Ella había vuelto, y no por él, como siempre había anhelado con tanta esperanza. Sólo le quedó perderse en los malditos recuerdos de tantos momentos felices y erróneos, mientras se lamentaba en silencio, y rogaba que su pequeña hija no hubiera escuchado su discusión con Shion, y, sobre todo, que no lo viera derramar lágrimas de impotencia. xxxSintió un estremecimiento invadirla, en el momento en que Kiba le besaba la espalda descubierta con sutileza. Sin embargo, no estaba con ánimos para nada de eso, y no quería herirlo, siendo fría, o no correspondiéndole, por lo que optó por decirle suavemente. – Me dijiste que mañana sales temprano…– acarició los brazos del hombre. – Será mejor que te duermas ya, o no aguantarás. Trabajaste demasiado en estos días, amor… El Inuzuka lanzó un gruñido de decepción, pero no intentó oponerse. Ciertamente, estaba cansado y no podía negarlo. – Mañana intentaré volver más temprano…– murmuró acomodándose en el lecho. – No seguiré soportando que te me niegues cada noche, mi vida… La Hyuga se enrojeció de pies a cabeza debido a la vergüenza. Segundos después, se acomodó al lado de su novio, y se acurrucó contra su pecho. – Lo siento… – No te preocupes…– sonrió él. – El señor Namikaze llega mañana de sus vacaciones, y estoy seguro que me dará permiso… A Hinata le alertó el oír ese apellido. – Por cierto… ¿Cómo se llama tu jefe?– inquirió con cautela. El apellido le había parecido de lo más conocido. – Puede que lo conozca, ya sabes, vivía aquí antes… – Minato Namikaze…– pronunció él, despreocupado. A ella, le dio un espasmo en el estómago. – Pero temporalmente era su hijo, Naruto. Naruto Uzumaki. – reiteró, dejándola con una sensación indescriptible. – Trabajo en las empresas Uzumaki's Import. – A-ah… Él frunció el ceño, confundido al verla algo... alterada. – ¿Sucede algo, amor? – inquirió preocupado. – No. Nada…–cerró los ojos y evitó hacer muecas que evidenciaran sus nervios. – No sucede nada. xxx Aye, Sir!¿Y? ¿Qué opinan?Espero que les haya gustado, y no duden en hacerme saber cualquier inquietud, crítica, duda, queja, palabras de aliento, dedicación de música XD, o lo que sea que tengan que decirme. Recuerden que los reviews son la forma de decir a un autor: Me gustó tu trabajo. O algo así.En fin, trataré de volver pronto.Gracias infinitamente a las personas que se molestaron en dejarme comentarios antes, son geniales >.<, y nos leemos prontamente. ^^Abrazotes y Narutos sexys para todas! XD Aclaraciones solicitadas: Shion es la protagonista de la primera película de Naruto Shippuden: "La muerte de Naruto". De hecho, esta Shion es muy parecida a Hinata, y me he acostumbrado a involucrarla con nuestro zorrito en algunos de mis fics (la mayoría en realidad) XDBye.¿Reviews?