Una noche inmortal

Tema en 'Relatos' iniciado por Kirino Sora, 15 Marzo 2012.

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    Kirino Sora

    Kirino Sora Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    4 Octubre 2011
    Mensajes:
    189
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Una noche inmortal
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2019
    Bueno, aquí estoy con una nueva historia para la actividad Atracción inmortal. ¡Espero que os guste!

    Una noche inmortal

    ¿Te encuentras bien?”
    ¡Ring! ¡Ring!
    Me desperté sobresaltada, levantándome violentamente y tirando la manta por alguna parte de mi cuarto. Estaba sudando, con los ojos abiertos de par en par y jadeando un poco. Me dejé caer de nuevo en mi cama, con mi brazo derecho sobre mis ojos, sin poder ver nada; otra vez ese extraño sueño.
    “¿Por qué me pasa esto a mí?”, pensé, ya han pasado 2 años desde que empecé a tener los mismos sueños cada noche, y en cada noche me despierto de la misma manera: llena de sudor y temerosa.
    El molesto sonido del despertador aún resonaba por toda la habitación, yo me tapaba los oídos con la almohada. Sé que señalaban las 7 de la mañana; tenía que prepararme para ir al colegio.
    Me encaminé al cuarto de baño, me arreglé y centré la vista en el espejo en donde se reflejaba una chica, era yo, Everline Swith. Mi cabello oscuro, ya arreglado, descendía hasta llegar a la altura de mi cintura; mis ojos de un extraño color verde aún tenían un poco de legañas así que me las quité; y para finalizar llevaba una vestimenta algo sencilla pero que abrigara, ya que era invierno. Ésta se componía de una camisa de cuello largo gris con rayas negras, una chaqueta negra y calentita, llevaba unos vaqueros cortos, más o menos hasta medio muslo, pero no tenía frío con los leggings negros que me puse, y para finalizar unas botas marrones a la altura de mis rodillas.
    Antes de coger mi mochila, desayunar e irme hacia el colegio, le di un último vistazo al espejo y me toqué el cuello; ahora no se podía ver en el espejo pero antes, mientras me vestía, se podía apreciar unas marcas en ella, marcas de... colmillos. Entonces aquel sentimiento que me mareaba y me hacía sentir cansada y con ganas de vomitar volvió; decidí que lo mejor era olvidarse de ello y me fui.
    Alcé mi vista al cielo; era de un triste color gris, amenazando por nevar en este tranquilo día de invierno. Me di cuenta que era el mismo cielo de aquel doloroso día: el día que murieron mis padres. Sí... me duele mucho al recordarlo...
    Ese frío y nevoso día de invierno era igual de nubloso que éste; mis padres y yo estábamos en casa, todos alrededor de una tarta y celebrando mi 16º cumpleaños. Me regalaron un lindo conejito de peluche, ya era mayor para que me gustaran estas cosas propias de niñas pequeñas pero me encantaba. Justo cuando estaba a punto de soplar las velas se escuchó un fuerte estruendo proveniente de la entrada. Al principio nos pusimos un poco nerviosos, preguntándonos quién sería a estas horas. Mi padre se dirigió a ver pero lo único que se supo de él fue un grito lleno de espanto y sufrimiento suyo; estaba asustada. Yo me aferraba a los cálidos y protectores brazos de mi madre mientras abrazaba mi nuevo peluche conforme unos pasos extraños se aproximaban más y más.
    En la esquina del pasillo, una mano ensangrentada se posó en ésta y unos siniestros ojos dorados aparecieron. Las dos gritamos horrorizadas al presenciar la actual escena: ese hombre encapuchado de gabardina negra agarraba a mi padre, o por lo menos su cuerpo inerte, inmóvil, ensangrentado... muerto, sonriendo de forma psicópata y con las manos y la cara llenas de sangre mientras nos miraba fijamente con aquellos ojos llenos de locura.
    —Os mataré... —musitaba el hombre mientras se sacaba la capucha, dando a relucir esa larga y extraña cabellera plateada; tenía rastros de sangre en las puntas de su cabellera y me sorprendió ver esas extrañas orejas puntiagudas—. ¡Os mataré por alejarme de mi familia, mis amigos... de todo!
    Mi madre me empujó bruscamente contra la pared e impacté contra ésta, haciendo que cerrara los ojos fuertemente, desbordante de lágrimas; después oí un chillido de dolor mientras ella me ordenaba que escapara. Cuando volví a abrir los ojos, lo primero que vi fue un charco de color rojo en el suelo, manchando todo a su paso.
    —¡Mamá! ¡MAMÁ! —La busqué con la mirada y observé cómo la sangre salía de ella, me acerqué a ella y la sacudí todo lo posible pero no se movía; estaba muerta.
    —Da igual lo que hagas; ella no despertará nunca más —dijo mientras se lamía la sangre de sus dedos—. Y pronto será tu turno.
    Mis manos manchadas de aquel líquido carmesí temblaban; quería huir pero mis pies no reaccionaban, sentía tanto pánico que era como si mis estuvieran pegados al suelo. Cerré los ojos, esperando que me apuñalara al igual que hizo con mis padres pero... aquel golpe nunca llegó. Al contrario, sentí unas gotas caer en mi mejilla, causando que abriera los ojos, asombrándome.
    Un chico de más o menos mi edad se encontraba delante mía, agarrando el brazo del agresor y mandándole lejos con una fuerza descomunal que destruyó la pared. No podía negar que era bastante guapo: tenía la piel casi tan blanca como la nieve de afuera; sus ojos, de unos seductores ojos carmesí, miraban con odio al hombre de cabello plateado; su cabello era muy oscuro, es como si la noche se reflejara en ella; y su vestimenta, todo, tanto los pantalones como la chaqueta que llevaba eran del mismo color que su cabello a excepción de su camiseta, de la que tenía los dos primeros botones abiertos, manchados con gotas rojas.
    Yo me quedé observándole embobada, nunca había visto un chico tan guapo en mi vida. Algo en él me atraía por completo, sin embargo, no era el momento ni el lugar para pensar en ello.
    —¡BRUNO SCARLET! —gritó el hombre de cabellos plateados, y muy furioso que digamos— ¿¡Por qué interfieres!? ¿Aun cuando tu clan, el Clan Scarlet, fue masacrada por ellos, la Orden de la Cruz?
    No entendía nada... ¿Clan Scarlet? ¿La Orden de la Cruz? ¿Qué significa todo esto?
    —Sí... Es cierto que estos fueron los cazavampiros que mataron a mis padres —Bruno contemplaba los cadáveres de mis padres, en cambio yo le miraba sorprendida por lo que recién ha dicho. ¿Cazavampiros, mis padres? ¡Esto se volvía cada vez más loco!—; sin embargo ellos fueron los que me dejaron vivir, a mí y a mi hermana con la condición de proteger a su hija Ever. Desde aquel día les juré que la protegería, incluso si fuera a sacrificar mi vida.
    —¿ACASO SE TE HA IDO LA CABEZA? ¡Un vampiro protegiendo a un simple mortal! ¡Es el mayor disparate que he escuchado en mi vida! ¡No voy a perdonarla, ni a ella ni a sus padres, los que mataron a mi familia en un intento de incinerar a todo el Clan Scarlet! ¡Os voy a...!
    Sin embargo, ni ahora ni nunca podrá acabar esa frase; Bruno ya lo atravesaba con sus manos, haciendo que toda su ropa se tiñera de rojo y yo gimiera espantada por lo que acababa de ver. Aunque antes de que el hombre no pudiera moverse nunca más sacó una navaja de su bolsillo y se lo clavó de lleno en el abdomen, sacándole un grito de dolor. Bruno lo tiró contra la mesa haciendo que se rompiera en mil pedazos y... aquel hombre no se movió durante
    —Adiós... Tom Golder... —musitó antes de caer al suelo de rodillas, escuchándose un sonoro golpe.
    —¿Te encuentras bien?pregunté temblorosa, me horrorizaba ver su sangre esparcida por todo el suelo, en su ropa... sobre todo en su hermoso rostro pero a la vez era escalofriante; esos ojos rojos que me miraban fijamente, petrificándome, pero no me asustaba, es mas, había algo en esos ojos que me atraía.
    —No te preocupes, estoy bien...confesó Bruno.
    Él se encontraba arrodillado, jadeando y respirando con dificultad a medida que aquel líquido escarlata caía de su brazo izquierdo, manchando aún más el suelo repleto de sangre provenientes de otros dos cuerpos.
    —¿Seguro que no es nada grave?Las lágrimas descendían lentamente por mis mejillas mientras estrujaba mi conejito de peluche, con algunas salpicaduras de sangre, contra mi pecho aterrada. ¿Qué futuro me aguarda después de lo que acaba de ocurrir, de este trauma que difícilmente podré superar?
    —Si te digo la verdad... mi cuerpo se siente bastante pesadoSolté un pequeño gemido cuando se derrumbó, casi sin fuerzas para mantener los ojos abiertos—. Maldición... Esto me pasa por no comer durante años...
    Muchos sentimientos desbordantes revoloteaban en mi interior: miedo, tristeza, soledad, inquietud, inseguridad... pero sobre todo confusión.
    —¿Puedo... Puedo hacer algo? No... No quiero que usted muera...
    —Entonces...
    Él se volvió a levantar dificultosamente, posó su mano sangrienta por mi cintura, tan gélida que me estremecía. No podía parar de observar aquellos seductores orbes carmesí que decoraban su rostro, hipnotizando completamente todo mi ser. Se acercó peligrosamente a mi cuello; notaba como su respiración entrecortada me golpeaba, abrió sus atrayentes labios y los clavó en mi cuello, arrebatándome parte de mi sangre. La vista se me nublaba a medida que él seguía succionando, la vida se me iba de las manos mas no tenía miedo. Después todo se tornó de color negro.
    Dos años... Dos años han pasado desde aquello, desde que empezaron a aparecer esos sueños, desde que tengo esta marca en el cuello, desde que me enamoré de aquel vampiro de ojos carmesí... desde que me convertí en un ser inmortal. ¿Por qué yo?
    Aunque mi vida hubiera cambiado, eso no significaba que mi corazón ya no fuera “humano”; por muchos años que hayan pasado, aún seguiré siendo Ever, una chica convertida en vampiro que vive como un ser mortal. No obstante no me desagradaba la idea de vivir durante siglos; aquel amor de hace dos años aún seguía en pie y no abandonaría sin antes luchar.
    No tenía ganas de recordar aquello; el recordar a mis padres aún era doloroso. Por lo que tome un desvío en vez de tomar el camino de todos los días; seguramente si pasaba un momento por el estanque del parque tal vez me relajaría un poco. Iba en dirección al parque en el que siempre me llevaban cuando era pequeña; no había nadie... o eso era lo que pensaba.
    Entre toda esa nieve blanca se podía contemplar una silueta al lado del estanque. Me acerqué sigilosamente mas cuando un montón de nieve cayó del árbol que tenía a lado se giró, haciendo que se cruzaran nuestras miradas.
    —No puede ser cierto... —Mis ojos se abrieron de par en par al verle delante mía, la persona que atrapó mi corazón, el que me sedujo y dejó aquella cicatriz eterna y llena de pasión en mi cuello—. Bruno...
    —Me alegro de verte... Ever.
    Fin
     
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