Historia larga Misión: Recolección [Trilogía: Una misión; Un futuro mejor 1]

Tema en 'Novelas' iniciado por Sonia de Arnau, 28 Julio 2013.

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  1. Threadmarks: Capítulo 19.- Más dudas y la decisión definitiva
     
    Sonia de Arnau

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    Misión: Recolección [Trilogía: Una misión; Un futuro mejor 1]
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    Acción/Épica
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    Bueno, después de tanto tiempo esta historia vuelve. ¡Yay! Sé lo que se preguntarán, "Pero Kay, ¿algún día leeremos el final de esta magnifica obra?" Y yo te responderé, "Ah, mi querido lector, eso espero, eso espero." En fin, les dejo el capítulo. Solo una nota para mis anteriores lectores (si todavía están interesados en leer y siguen por aquí), les recomiendo que lean el capítulo 18 porque es el único capítulo que tiene cambios drásticos: para que cuadrará con lo que viene.

    Sin agregar más, disfruten la lectura.



    Capítulo 19
    Más dudas y la decisión definitiva


    Amber se dirigió hacia Preciosa y subió a ella y comenzó a cabalgar dirección a donde los mando, esperaba verlos en el camino, pero si no, se detendría a los pueblos cercanos, realmente no muy lejos de allí, se cruzó con un transporte de servicio público, desde el interior, Stanley al verla hizo que el chófer se detuviera, provocando que Amber también lo hiciera, ella se acercó al percatarse que el varón bajó del vehículo.

    La mujer se alegró de verlo, y se bajó de Preciosa para acortar distancia entre ella y Hugo.

    —¿Dónde está Brad? —fue su modo de saludo.

    —Aquí —respondió el joven también bajando del auto, estaba en la parte de atrás.

    —¿Qué sucedió? —preguntó, preocupada, al ver el brazo enyesado de Brad.

    —Es una larga historia —contestó intentando sonreír para cambiar el rostro preocupado de su maestra—. No pude obtener al White. Se lo llevaron —terminó avergonzado.

    Pensar en eso le provocó una rabia interna, a la vez que tristeza; no sabía como reaccionar, o que sentir, más que decepción.

    —No pudimos obtenerlo —rectificó Stanley—. Nos lo quitaran.

    —Eso es lo de menos —dijo Amber tomando el hombro del joven, animándolo—. Me alegra saber que están bien. Los dos. Vamos a casa, tienen que descansar —propuso la mujer acercándose a Preciosa y montarla. Los varones hicieron lo mismo y los tres se dirigieron al campamento.

    Aunque le insistieron a Brad fuera a descansar, él no lo hizo, deseaba contarle todo a Amber sobre los poewos, lo que utilizaron y cómo se movieron

    —Ve a descansar —le dijo Edwin a su amigo. Stanley lo miró.

    Yo estoy bien. El que me preocupa es Brad, todo el día y el trayecto ha estado muy serio”.

    Brad comenzó a contarles todo los detalles. Tanto Amber como Edwin estuvieron atentos a cada palabra. Una vez que terminó, los presentes notaron el estado negativo de Brad sobre el White. Amber intentó de animarlo de nuevo, agradeciendo que haya cuidado a Stanley.

    —¿Cuántos los atacaron? —inquirió Brad, curioso.

    —No importan cuantos hayan sido —intentó cambiar el tema.

    —Nos atacaron ocho.

    Los presentes dirigieron la vista a Atur, ya había despertado.

    —¿Estás mejor? —preguntó la mujer.

    El joven asintió mientras tomaba asiento para acompañarlos.

    —¿Ocho? —repitió el castaño triste.

    Aprovechando la reunión, Atur les contó al resto lo que él y Amber vivieron. Aunque capturaron al White, fue evidente que los Poewo los tenían vigilados, y no solo eso, bien al tanto de ellos, Amber dedujo, por la situación, que habían mandado solo a donde donde Irik y Hugo como si supieran que ellos eran los más débiles, en comparación a los ochos que ellos enfrentaron. Sintió un escalofrío recorrer su espalda, eso le preocupaba.

    El enemigo estaba muy al tanto de sus movimientos. Ahora debían estar muy atentos a cualquier anomalía. Sus próximos planes tenían que ser mucho más precisos y cuidadoso, actuó imprudentemente, se dio cuenta tarde. Como deseaba acabar con la captura de los White lo más rápido posible, creyó que separarse sería efectivo. El enemigo era mucho más peligros y astuto de lo que pensó. Ella tenía que serlo todavía más.

    —Por cierto, señora Amber, mencionó que sabe la localización de los White restantes a excepción de uno, ¿cierto? —dijo Brad cuando pensó en eso.

    —También pensé en lo mismo —respondió ella—. Es muy probable que ese White perdido lo tengan ellos.

    —Ahora tienen dos —dijo el castaño, desanimado y luego miró al pelirrojo—: ¿Y qué hacen con ellos?

    Edwin se llevó la mano a la barbilla y la acarició varias veces antes de negar que lo desconocía. Aunque era evidente que debían esperar lo peor. Brad comprendió el silencio del mayor, y se entristeció todavía más, dejando escapar un suspiro.

    No era estricto recolectar a los siete White, les hizo saber Rules, pero si les informó que entre más fueran, sería mucho mejor. Todo el día Brad estuvo muy distraído, pensativo, su estado cambió un poco al recibir la visita de Lana; ya Edwin le había contado que ella fue a buscarlo y que probablemente vendría más tarde, y así fue.

    El rostro de él se alegró de verla. Por otro lado, ella también se alegró de verlo, pero no evitó preocuparse al ver el yeso en su brazo.

    —¿Ésto? —respondió de inmediato para no preocuparla—. Fue un pequeño accidente, pero no te preocupes, sanará pronto... así que no te preocupes.

    Ella lo miró como quien no creyendo, intentó animarlo pues lo notó algo distante y aunque él intentaba demostrarse animado, ella notó que se esforzaba por verse bien.

    —Yo solo vine para hacerte saber que mañana por la mañana las chicas y yo nos iremos de Garza, vamos ha trabajar a otra ciudad.

    —Oh, ¿de verdad? —Esa noticia lo entristeció todavía más—. Bueno, trabajo es trabajo así que no se puede hacer nada.

    —Tal vez no nos veamos por mucho tiempo.

    —Qué mal...

    No le agradaba esa idea.

    Se llenaba de fuerzas cada vez que la veía y el pensar que no la tendría cerca, lo afligió. Era cierto, apenas se conocían, pero Brad sintió que él no podría vivir sin ella y Lana se sentía de la misma manera. Ambos querían conocerse mucho más, pero él tenía trabajo y ella también. Las bailarinas solían tener un recorrido por las ciudades más grandes de la nación.

    Lana frunció el ceño mientras dirigía su vista al brazo enyesado de Brad, se sintió incómoda y luego recordó el estado en que estaba el otro, desmayado. ¿Qué era lo que hacían? ¿A qué se dedicaban realmente Brad?

    —Brad, no me gusta —soltó—. No me gusta lo que hacen. No estoy segura de lo que haces pero mira lo que ese trabajo te hizo.

    —Ya te dije que…

    —¡Pues no me gusta! —alzó la voz porque le dolía tener que verlo de esa forma.

    Ya no era el energético Brad que conoció aquella noche, se le veía cansado y afligido.

    —Lo siento. No sé que me sucedió —se disculpó al comprender que no tenía el derecho de decir eso. Después de todo, ¿quién era ella para él?

    Brad comprendió su dolor y preocupación. Dio un paso hacia ella, un extraño impulso de abrazarla se apoderó de él, pero no lo hizo.

    —Lana, yo…

    La joven lo miró a los ojos, y analizó aquellos brillantes y honestos ojos. Ella se perdió en aquellos ojos verde, soltó algo que realmente sentí pero sabía que era descabellado.

    —Escapemos juntos.

    Aquellas palabras tomaron por sorpresa al castaño, quien por un momento dudó que lo dijera ella, y a la vez tartamudeo.

    —Dices, ¿escaparnos juntos?

    —Sé que es una idea descabellada, apenas nos conocemos, pero no quiero irme —admitió la chica—. No quiero dejar de verte.

    Él tampoco. Por un impulso la tomó de la mano y se aferró a ésta como si temiera perderla. Le agradaba la idea de fugarse, realmente le tentaba decirle que sí… pero…

    —Lana, ¿está bien hacer eso?

    —¿Por qué no? ¿No quieres estar conmigo?

    —¡Claro que sí! Quiero... pero...

    Lana era muy atrevida a pesar de no parecerlo, y eso le gustaba de ella, cada vez que la conocía más, se enamoraba más de ella.

    —¿Qué dirán tus amigas y compañeras? ¿Qué dirían los míos? ¿Dónde viviríamos? Aún así… no mentiré, me atrae la idea. Me gusta.

    La miró detenidamente.

    Estaba dudoso.

    Por un lado fantaseaba con estar a su lado y comenzar a vivir con ella, pero por otro, estaban Amber y los demás. ¡Les fallaría si huía! ¡Sería tildado como un traidor! Se dio cuenta de algo al enfrentarse con aquellos poewos, tal vez nunca estuvo listo para luchar. Sintió admiración por Atur, quien a pesar de estar cansado a más no poder y teniendo a un White en sus manos, derrotó a tres enemigos el solo, ¿y él? A duras penas pudo derrotar a uno, y no protegió al White.

    Nunca fue bueno en eso. En vez de verse como una ayuda en un futuro, se visualizó como un estorbo.

    —Bueno, olvidada lo que dije —habló al final Lana sonrojada al haber dicho esa cosa.

    No eran palabras propias de ella, se dejó llevar por sus sentimientos porque no tenía derecho de entrometerse en la vida ni en el trabajo de Brad.

    Lana estaba dispuesta a irse de ahí pero fue detenida por Brad al tomarla de la mano y decirle algo que la hizo brincar de la emoción.

    —Huyamos juntos; esta misma noche.

    Lo decidió y ella lo miró con ojos de asombro. Sería su secreto. Ella no le contaría nada a sus compañeras, y él tampoco mencionaría nada. Un poco más animados ante esa decisión, hablaron un poco antes de que cada quien regresara a sus respectivos hogares.

    —No te preocupes, Brad —habló Amber al notarlo todavía distraído, creyendo que estaba así por lo del White, y aunque en cierta forma era cierto, en realidad estaba ausente debido a lo que planeaba hacer—. Hiciste lo que pudiste, y ya veremos como enfrentarnos a ellos, Edwin y yo estamos pensando en algo. ¿Recuerdas cuando te dije que te enseñaría una técnica?

    Irik intentó disimular al sonreír y asintió.

    —Te le enseñaré cuando te sientas mejor. Anímate. Cenemos y luego vamos a descansar.

    En la cena Amber habló un poco sobre lo que tenían en mente, aunque lo primordial era comer y descansar. Una hora después, Brad se asomó a la tienda y al percatarse de que estaba vacía, comenzó a empacar sus pertenencias.

    —¿Vas a ir a algún lado? —La repentina e inesperada voz de Atur lo sobresaltó.

    —Sí —contestó, nervioso—. Bajaré al centro.

    Brad se hizo a un lado y observó como Atur entraba y se recostaba en su bolsa de dormir.

    —Ya sabía que no dudarías mucho —comentó él—. ¿Ella lo sabe?

    Brad no respondió nada, y el silencio provocó que el rubio frunciera el ceño. No le importaba que se fuera, pero ¿irse sin decirle nada a nadie? Le pareció decepcionante.

    —¿Huirás con la cola entre las patas? Resultaste ser más cobarde de lo que pensé.

    Brad apretó el puño. Sus palabras le calaron hondo porque lo sabía, le fue difícil tomar esa repentina decisión, y todavía en la cena lo pensó mucho, dudando.

    Él no era como Atur, no pudo si quiera ganarle a un par de poewos como lo había hecho él. Se vería con Lana en una hora, deseaba escapar en silencio, no pensó que Atur lo vería, no quería encontrase con nadie. Antes de salir de la tienda, miró una última vez a Atur.

    —Es algo que decidí hacer —dijo en susurro—. Tenías razón. No estoy hecho para ésto.

    —En primer lugar, nadie te obligó a estar aquí —soltó.

    Brad se alejó y volvió a mirar el campamento, y luego levantó la vista y detalló el estrellado cielo.

    Las últimas palabras de su compañero taladraron su cabeza. Dio un par de pasos y se detuvo, tragó saliva con dificultad; ¿qué culpa tenían Edwin y Amber de lo que estaba por hacer? Imaginó la decepción que sentirían cuando se dieran cuenta que había huido.

    En primer lugar, ¿quién lo obligó a estar en ese lugar? Él mismo, entonces, también tenía derecho a renunciar si así lo deseaba. Se giró y suspiró con pesadez, no podía solo irse y ya, Atur tenía razón, tenía que enfrentarse cara a cara con Amber y con Edwin y decirles que ya no quería estar allí, y que ahora deseaba tener una vida normal, al lado de Lana.

    Sí.

    Tenía que armarse de valor y expresar lo que le afligía. Se fue en busca de ellos para despedirse correctamente.

    —Amber… Edwin… —los llamó.

    Los encontró cerca del comedor improvisado, estaban planeado algo porque tenían un mapa extendido sobre la mesa.

    —¿Qué haces despierto tan noche? Debes descansar —dijo Amber mientras Edwin lo miró con tristeza.

    —He tomado la decisión de irme de esta misión —habló con claridad.

    —¿Qué? —inquirió Amber levantándose de la silla, impactada—. No puedes hacernos esto… te necesitamos.

    —Honestamente, no me importaba lo que pudiera ocurrir cuando vine. Ni siquiera morir —se sinceró Brad—. Después de todo, no tenía a nadie, mamá murió, papá también, si moría qué importaba, ¡nadie lloraría por mí! Ahora… ahora es diferente porque haría llorar a alguien, y es lo último que deseo.

    —¡Eres un cobarde! ¡¿Cómo piensas abandonarnos de esa forma?!

    Brad agachó la cabeza mientras Amber acortaba distancia entre ambos.

    —Amber… —Edwin intentó detenerla porque se le vio tan molesta que por un segundo pareció que lo golpearía o algo similar.

    —Solo quiero vivir para ella y tal vez… ¡no! Quiero formar una familia —aclaró él, con voz firme.

    —¿Crees que los Poewo te dejarán en paz si solo dejas de entrometerte? ¡Eso es una estupidez! A ellos no les importa si estás o no en su contra. Te buscarán y te matarán. ¿Crees que dejarían vivo a alguien que posea Energía?

    —¡Pues me hubiera gustado no desear tener Energía! ¡Ahora maldigo mi herencia!

    Sus palabras golpearon el corazón de Amber.

    —¡Yo también! —dijo Amber con voz ahogada—. ¡Yo también maldigo y odio ese poder! ¿Crees que eres el único que se ha sentido de esa forma?

    Hubo un silencio sepulcral. Brad miró a Amber a los ojos y pudo ver en ellos odio, pero más que nada, un sentimiento de melancolía.

    —Soy la primera en desear con el corazón no haber poseía esta maldición llamada Energía —Observó sus manos—. Sé que quieres ser feliz, lo entiendo. Sé que deseas vivir con esa muchacha, pero créeme cuando te digo que ni ella estaría a salvo mientras tú estés a su lado. Desde el momento en que naciste con ese poder, tu destino se marcó… tarde o temprano ellos te encontrarán y matarían a cualquier persona involucrada. Ésto no parará hasta encontrar a los White.

    Brad quedó en shock ante las palabras de ella porque vio rencor en cada una de ellas.

    —¡Vete! Si quieres hacerlo, vete.

    Brad se quedó inmóvil y Amber lo tomó de los hombros para zarandearlo y decirle:

    —¡Vete si crees que con irte conseguirás una vida feliz!

    —Pero Amre… —Ella levantó la mano para indicarle a Edwin que guardara silencio y luego añadió:

    —¿Y qué hago? No se le puede obligar, si no quiere hacer ésto, no podemos hacer nada.

    —Lo siento —dijo Brad antes de apartarse—. En verdad lo siento.

    Brad salió corriendo hacia la oscuridad, se dirigió hacia el lugar de encuentro.

    Cuando alguien es algo, no se puede esconder de ello hasta que se le de un fin.

    Brad se detuvo al recordar esas palabras de su padre. Las había dicho aquel día en que lo vio empacar su ropa en la maleta para irse a la guerra. Su madre suplicó que no fuera, él también lo hizo porque le dolía ver a su madre sufrir de esa forma. No obstante, Brad lo sabía, supo cuando los soldados americanos fueron exclusivamente a hablar con él para decirle que luchara en el ejercito.

    Brad estaba presente ese día, y recordó como ellos lo querían exclusivamente a él porque era bueno en lo que hacía. Los soldados americanos habían escuchado hablar de quién fue él. Lo querían en su armada.

    ¿Los protegió de alguna forma?

    Poco después él se enteró que su padre fue conocido como un excelente asesino, actuaba de forma muy sigilosa y el gobierno lo quería por sus dotes, “Iré a darle fin y volveré.” Finalizó al cruzar la puerta.

    Las palabras de Amber y las palabras de su padre le hicieron recapacitar mejor. Se dio cuenta que huir del problema no solucionaría nada. Tenía que enfrentarlo. Luchar por su liberación, y cómo lo haría si corría de él. Tenía que ponerle fin a lo que había comenzado porque si no se enfrentaba a él, nunca se liberaría.

    Había estado confundido, pero por primera vez, vio una pequeña luz entre ese caos que ahora era su mente.

    Brad llegó al lugar de reunión y esperó a la joven quien no tardó en llegar. En su mano tenía una bolsa llena de sus prendas y por primera vez sintió sentimientos encontrados.

    —Lana… —Acortó distancia entre ambos—. Lana. Lana.

    Deseaba irse con ella, lejos de todo el peligro, pero aun así, dudas crecían en su interior. ¿Esa decisión sería la correcta? Si lo que le dijo Amber era cierto, ¿no estaría poniendo en peligro a Lana?

    —¿Sucedió algo, Brad? —inquirió ella al verlo cabizbajo, pensativo.

    —He tomado una decisión, Lana —habló el joven acercándose más a ella y la tomó de la mano y aquel acto hizo que ella se sorprendiera y se sonrojara—. Pienso que huir sería un acto de cobardía —Sus palabras la dejaron asombrada—, y que si en verdad deseamos estar juntos, debemos hacer bien las cosas. Claro que me pondré triste no poder verte, pero también tengo que ayudar a mis amigos, ellos me necesitan y no puedo dejarlos con toda esa carga.

    Lana bajó la mirada y recordó el rostro de todas sus amigas antes de venir, desconocían que ella tenía pensado escapar, por ende, todas antes de irse a descansar le dijeron buenas noches porque se volverían a ver el día siguiente. Así que comprendió las palabras de Brad.

    —Iré a darle fin a mi misión y volveré. Así que espérame, Lana.

    Lana lo miró con una sonrisa al asentir, estaba de acuerdo con él. No podían huir de sus responsabilidades y obligaciones. Los dos se quedaron un rato charlando un poco, y fue allí que reafirmaron su noviazgo. Se prometieron que mantendrían comunicación por telegrama o carta. Poco después, ambos regresaron a sus respectivas casas.

    Para cuando todos despertaron, se encontraron con Brad Irik ya levantado, como tenía costumbre. Él los saludó con una amplía sonrisa en su rostro, no aparentaba que ayer hubiera tenido dudas. Amber y Edwin se asombraron y se alegraron de verlo allí, habían creído que para ese momento estaba muy lejos.

    —Así que, al final ni siquiera tuviste el coraje de huir, ¿eh? —soltó Atur.

    —No sé lo que al final sucedió —habló Reza, disimular su alegría—. Pero me alegra verte aquí.

    —La verdad es que medité en todo y, creo que lo mejor que puedo hacer por ahora es quedarme aquí. Darle final a mi misión, para poder vivir con tranquilidad.

    —Aunque con ese brazo no podrás hacer mucho, debiste irte —dijo Atur, de forma jocosa.

    Brad no evitó reí ante el comentario.

    —Perdí por no dar lo mejor de mí —admitió al mirar su brazo enyesado—. Por dudar. Pero ahora lo tengo claro, ahora no dudaré más —se dirigió a la mayor—. Me disculpo por lo que dije ayer. Quiero continuar aquí y terminar con mi misión.

    —¿Estás seguro? —preguntó con total seriedad—. No quiero a nadie débil en mi equipo.

    —Sí —Brad apretó su puño más decidido que nunca—. Esto es lo que quiero hacer. Darle fin a todo.

    —Bienvenido de vuelta —sonrió Amber.

    —Por cierto, existe una cosa que me ha estado molestando un poco —mencionó Irik y luego miró a Edwin para preguntarle—: ¿Cuántos Poewo nos atacaron la noche en que íbamos a Gram?

    —Si no mal recuerdo fueron nueve o diez.

    —¿Y la noche del bar? —preguntó ahora a Atur.

    —Fueron seis.

    —Y esta vez, a ustedes los atacaron dos y a nosotros ocho —mencionó Amber al comprender el punto al que iba Brad.

    —No nos han atacado más de diez, así que por lógica, solo hay diez poewos.

    —¿Y saber eso en qué nos ayuda? —inquirió Atur, no comprendiendo el saber ese dato.

    —En más de lo que crees —dijo Amber con una sonrisa en el rostro—. Saber la exactitud de nuestros enemigos nos facilitará en estar más alerta. Conocer el número de enemigos es bueno a la hora de planificar algo.

    Poco después Amber les hizo saber el próximo movimiento. Su plan no era malo, al contrario, era bueno, ella se dispuso a responder todas las dudas que los presentes tuvieron y una vez todo quedó claro. Decidieron ir por el próximo White. No obstante, aunque era primordial el recolectar a los White, debían descansar y entrenar, así que Amber decidió que en cuatro días irían por el siguiente White.

    —¿De verdad puedo ser de ayuda? —preguntó Stanley con tono preocupado, después de todo, él estaba en el plan.

    La mujer lo tomó del hombro para darle ánimo antes de responderle:

    —Tener más manos siempre es de buena ayuda. Claro, si estás de acuerdo con ello. No estás obligado, Stanley, ya estoy agradecida por todo lo que has hecho.

    Stanley miró a Edwin y éste solo asintió con la cabeza dándole a entender que contaban con él y como respuesta el hombre asintió varias veces; mientras fuera de ayuda, los ayudaría en lo que pudiera. Brad lo miró de reojo y sintió admiración por él porque a pesar de ser una persona normal, sin poderes y haber vivido aquella tragedia, estaba dispuesto a continuar. Él si era un hombre de verdad.

    Brad y Atur entrenaban un poco, por ordenes de la maestra, ese día Brad solo corría, Atur entrenaba el control de su Energía y Stanley practicaba su tiro mientras que Amber repasaba el plan junto con Edwin detalle por detalle para ver que no existiera la posibilidad de errar.

    Todos estaban concentrados en sus quehaceres que nadie se imaginó que alguien inesperado llegaría al campamento. Eduardo Fave bajó del caballo al pie de la colina, amarró al animal en un árbol y se dispuso a subir la empinada colina. Una vez que Edwin se retiró, sin decirle nada a sus padres, se subió al caballo y decidió seguir al hombre. Por cierto tramo lo perdió, aunque no le fue difícil imaginar hacia donde se dirigía al ver los caminos; a la capital del país. Una vez allí se dispuso a preguntar si habían visto a un hombre y dio la descripción de Edwin.

    Cuando anocheció, durmió en un hostal, y luego decidió preguntar un poco antes de regresar a casa. Se alegró cuando una persona le dijo que había visto a alguien con esa descripción. Subió la pendiente esperando ser regañado por él cuando lo viera, mas estaba decidido en aceptar cualquier regaño. Siempre cruzó por su cabeza de seguir a Edwin, mas nunca se atrevió a efectuarla hasta esa última visita.

    Al llegar a la cima se sorprendió de, efectivamente, ver un campamento en ese lugar tan remoto, y más allá lo que pacía una mansión. El joven comenzó a observar dicho lugar. Estaba nervioso mientras un sinfín de preguntas lo invadieron; ¿estaba en el lugar correcto? ¿Estaría allí su madre? ¿Estaba siquiera Edwin?

    Sin darse cuenta, Brad, quien decidió descansar un poco decidió ir a tomar agua. Había un bote lleno de agua cerca del pozo, por lo alcanzó a ver a un joven merodeando, por un momento pensó que quizás se trataba de algún enemigo, peor no porque no sentía el aura, aunque después de verlo bien, el muchacho se parecía mucho a Atur.

    —Hey, hola —saludó el castaño, acercándose al rubio.

    —Ho-hola —contestó un tanto nervioso al pensar que lo regañarían por entrar en propiedad privada.

    —¿Vienes a buscar a Atur? No tenía ni idea de que él tuviera un familiar, ¿eres su hermano?

    Eduardo ladeó la cabeza, extrañado.

    —¿Eres su primo, entonces? —Al notar que el rubio no parecía entender, terminó preguntando—: ¿No eres familiar de Arturo Stan?

    Eduardo negó para añadir:

    —No, no conozco a ningún Arturo Stan. Permíteme presentarme, mi nombre es Eduardo Fave, soy hijo de una familia de granjeros y, en realidad estoy buscando a alguien más, creí que estaría aquí. Ella se llama Amber Reza.

    Al escuchar el nombre de su maestra, los ojos de Brad se agrandaron tanto como pudieron al comprender todo.

    —¿Ella no será tu…?

    No terminó de formular la pregunta cuando Edwin se colocó detrás de él, lo tomó del hombro y lo haló hacia él.

    —Brad, olvida lo que acabas de oír y ver —le susurró con cierto tono de amenaza.

    Brad se giró sorprendido al verlo aparecer tan de repente.

    —Edwin…

    —¿Qué estás haciendo aquí, Eduardo? —preguntó con voz muy seria, después tomó a ambos jóvenes del brazo y los arrastró lejos del campamento.

    Edwin suspiró, se llevó las manos a la cabeza y comenzó a decir con nerviosismo sin dejar de mirar a Eduardo.

    —En serio, ¿qué estás haciendo aquí? Se supone que no deberías estar aquí —Empezó a moverse inquieto de un lugar a otro como si fuera un león enjaulado—. No ahora. No ahora. No ahora —Miró a Brad—. Y tú… —Exhaló aire—, ¿qué estas haciendo aquí?

    —¡Tú me arrastraste!

    —Ya… pero… ¡no me refiero a eso! Más bien ha… demonios. Eduardo, tienes que irte. No puedes estar aquí.

    —¿Por qué? ¡No pienso irme hasta ver a mi madre!

    Entonces es verdad” razonó Brad, “Él es hijo de Amber y él se parece a...

    —Atur es… —susurró, impactado.

    Pero era lógico, en realidad, si se observa con detenimiento Atur tenía un gran parecido a Amber. Entonces los tres, desde su posición, escucharon la voz Amber, quien buscaba a Edwin.

    —¿Es la voz de mi madre? —preguntó Eduardo, emocionado, deseoso de dar un paso hacia adelante para poder verla, conocerla en persona.

    —¡No! —grita Edwin mientras detiene al joven al poner su mano sobre el pecho de él. “Si Amber lo ve seguro que me mata”.

    —¿Crees que voy a desistir de conocerla estando ya aquí?

    Estaba muy decidido a no marcharse hasta poder verla.

    —Edwin —se interpuso Brad—, no comprendo la razón de todo ésto, pero si él quiere ver a Amber, deberías dejarlo, ¿no está en su derecho?

    “Ahora no, Brad” pensó el pelirrojo, pensando que cómo solucionar todo eso.

    —Ya estoy aquí —pidió el menor—. Dejame verla. No me iré hasta conocerla en persona.

    Se sintió entre la espada y la pared al ver la determinación de los dos jóvenes. El mayor bajó los hombros en rendición. Suspiró una última vez. Antes de decirles un, “De acuerdo”. No tenía ni idea de cómo reaccionaría Amber por ver a Eduardo ahí, pero tampoco podía hacer algo al respecto. El joven ya estaba en ese lugar ¿qué más podía hacer?

    Edwin salió y Amber se extrañó de verlo en ese lugar tan escondido, se acercó para preguntarle qué ocurría y luego se detuvo al ver que Brad se dejaba mostrar, y luego otro joven.

    —¿E-eduardo?



    Fin del capítulo
    . . .​
     
    Última edición: 18 Diciembre 2022
    • Fangirl Fangirl x 1
  2. Threadmarks: Capítulo 20.- Un sacrificio para un futuro mejor
     
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    Bienvenidos a esta nueva actualización. Un capítulo un poquito largo, pero espero que lo disfruten tanto como yo al escribirlo. Es, personalmente, mi capítulo favorito de esta primera parte.

    Capítulo 20
    Un sacrificio para un futuro mejor


    Amber miró por unos segundos a Edwin y luego pasó la vista a su hijo. No podía creerlo. Aquel joven era aquel pequeño bebé que dejó años atrás. Había crecido mucho, la última vez que lo vio había cumplido los diez años. Sentimientos encontrados florecieron en Amber. ¿Qué estaba haciendo allí? Buscó una respuesta en la mirada de Edwin.

    —¿Mamá? —preguntó él mientras se acercaba a ella, un poco dudoso—. ¿Eres tú, mamá? —Sonrió y luego la abrazó.

    —¿Qué estas haciendo aquí? —preguntó ella con dificultad, sin recibir el abrazo de él debido a la sorpresa, en ese momento su cabeza era un caos y no fue la intención de herir a Eduardo, quien borró toda alegría de su rostro ante las frías palabras de ella.

    —Quería verte —respondió—. Conocerte.

    Amber tragó saliva con dificultad, a pesar de que era su hijo, se le hacía tan difícil, y hasta cierto grado hipócrita, comportarse como una madre para ese punto. Eduardo era un muchacho muy inteligente y perspicaz al descifrar la incomodidad de ella, se retiró un par de pasos, mas en ningún momento dejó de mirarla, deseaba guardar aquel rostro en sus recuerdos.

    —Esto… es incómodo. Lo siento —se disculpó, aunque estuvo preparado para esa reacción.

    No te disculpes” deseó decirle ella pero no pudo y solo lo pensó.

    Quien debía disculparse era ella, además, Eduardo comprendía hasta cierto grado el ambiente que los envolvía; una gran incomodidad. Aunque a ella le nació el deseo de abrazarlo, pero se obligó a desistir antes esos deseos porque no se sintió con el derecho de hacerlo.

    —Brad —Edwin se acercó al joven para llamar su atención, en voz baja.

    El castaño se dio cuenta que tenían que dejarlos a solas. Siguió al mayor. Brad deseaba de corazón que entre los dos se zanjaran las cosas entre ambos, ¡no! entre los tres.

    —Es cierto. Hay que aprovechar para decirle a Atur que...

    —Brad —Lo interrumpió con seriedad pero con voz tranquila—, quiero que mantengas esto en secreto, sobretodo a Atur, ¿lo comprendes?

    —Pe-pero ¿por qué? —No lo comprendía y frunció el ceño para demostrar su inconformidad.

    Atur tenía todo el derecho de saber que Amber era su madre y a su mente vino aquella vez que él le contó sobre ese tema; a pesar de todo deseaba conocer a su madre, y no le agradaba la idea de que se lo ocultaran. Tenía que saber que su madre no lo abandonó como él pensaba, seguía allí, cuidándolo a su manera. El tema de madres e hijos siempre le afectaba a Brad.

    —Entiendo tu punto —Le hizo saber el mayor—. Estoy de acuerdo contigo, pero debemos recordar que ésto es cuestión familiar y que no debemos meternos en esos asuntos. Podría decirse que fue mi culpa, el que la familia de Amber terminara de esa forma...

    Como Brad ya había descubierto el secreto de su maestra, decidió contarle todo, además, confiaba en él porque ha demostrado ser de mucha confianza.

    Todo sucedió muchos años atrás, cuando llegó a esa época. Sabía que existían linajes en la que sus antepasados y descendientes poseían un poder oculto; el que los humanos llamaron Energía. Mediante información del presente-futuro llegó a saber de esas contadas familias; mas el único inconveniente era saber dónde se encontraban, porque los linajes se iban ramificando. Por esa misma razón, en los próximos días se la pasó investigando en la biblioteca los árboles genealógicos hasta que por fin dio con uno de esos linajes.

    Sin perder más el tiempo, él se dirigió con la acaudalada familia Stan. Una vez allí, se presentó con el señor Emer, el cabeza de familia, como Edwin Rules; un forastero que había llegado a esas tierras a pedir trabajo. La bondadosa familia le abrieron los brazos, y con el tiempo lo aceptaron como alguien más de ella. La idea de Edwin era primero ganarse la confianza del señor y la señora. Convirtiéndose poco a poco en mano derecha de la familia Stan, para después contarles a lo que había ido en realidad.

    En ese tiempo, Arturo, el primogénito, tenía cuatro años de edad, y Edwin estaba jugando con él en el enorme patio trasero que la casa poseía. Amber se mantenía en la casa, observando desde la ventana, divertida ante el corretear de su pequeño. Emer se acercó por detrás, abrazándola por la cintura, tomándola desprevenida.

    —Esta noche te tengo una sorpresa —le susurró mientras recargaba su barbilla en su hombro.

    —¿Sí? ¿Qué es?

    —Si te lo digo no será sorpresa.

    Ella sonrió, se giró para verlo al rostro.

    —¿A cuál restaurante me llevaras?

    —¿A sí de obvio soy? —Se sorprendió el hombre.

    —Amor, por favor, ¿a dónde más podrías invitarme? Tenemos un niño pequeño y no pienso despegarme de él por tantos días.

    —Pero ahora tenemos a Edwin, él puede cuidarlo mientras nosotros nos vamos a un crucero, por ejemplo.

    —A mi no me despegas de mi niño. Sé que estará bien con Edwin, pero… no, no puedo imaginarme estar lejos de él. Menos dejarlo tan pequeño.

    —Eso lo sé —Exhaló aire un tanto resignado. Así era el amor de una madre—. Pero, además de llevarte a comer, te llevaré a otro lado, y no será a un crucero. Eso sí, por esta noche te robaré.

    Ella sonrió, estaba ansiosa de saber a dónde la llevaría. Y estaba bien, era bueno que de vez en cuando los dos disfrutaran de la soledad. Amber observó detenidamente a su marido. Él era cinco años mayor que ella. Recordó como lo conoció. Amer Reza era hija única de la familia Reza, una familia dueña de mucha fortuna, habían inmigrado a Etage y poco a poco ganaron fortuna con sus negocios y bancos.

    Cuando Amber cumplió los dieciséis años, su padre hizo una fiesta para buscarle un pretendiente. Al señor Reza le urgía casar a su única hija para buscar un heredero de sus bancos y fortunas, así que aquella noche Amber bailó con muchos muchachos y señores, se dio cuenta de las verdaderas intenciones, así que se escapó, se sentía muy abrumada. Salió al patio y caminó, disfrutaría un poco del aire fresco antes de que su padre se diera cuenta que escapó y mandara a alguien a buscarla.

    Se dio cuenta que no estaba sola, estaba arriba de una escalera de madera, parecía improvisada, cortando los árboles.

    —¿Qué haces aquí? —preguntó ella.

    —Estoy trabajando, señora.

    Amber bufó, y enfadada se acercó.

    —¡¿A quién le dices señora?! ¡Anciano!

    Emer la miró asombrado, como había oscurecido, no la había visto visto bien, y pensó que se trataba de la sirvienta de la casa, y quien le ordenaba como debía hacer los trabajos. Ella tomó la lámpara de petroleo que descansaba en uno de los escalones.

    —¿Puedes ver en la oscuridad? —preguntó curiosa, alumbrando la figura de aquel arbusto.

    —Es práctica. Diez años de práctica.

    —¿Diez? —Alumbró el rostro de él para observarlo mejor—. No te ves tan viejo.

    —Trabajo de jardinero desde los once años.

    —Entonces, ¿eres tú quien mantiene los árboles con figuras de animales?

    —Sí, mi papá me enseñó.

    La joven Amber dejó la lámpara a un lado y se sentó para observar como él continuaba podando el árbol.

    —No lo sabía.

    —¿En serio? —Sonrió divertido—. Bueno, alguien debía hacerlo, ¿no? Después de todo, no se hace de la nada.

    —Eso es verdad.

    Para ese momento, Emer desconocía que aquella joven era la hija del señor Reza, en un principio pensó que era hija o familiar de alguna de las sirvientas y más cuando ella desde esa noche procuró buscarlo para preguntar varias cosas de su trabajo, pues se vio interesada en las plantas y figuras. Poco más de una semana pasaron cuando se enteró de esa verdad, y aunque en un principio Emer intentó tratarla como tal, ella se lo prohibió, tenía que actuar como lo había estado haciendo antes de saber quien era. Poco a poco nació un autentico cariño entre los dos, y aunque el señor Reza se rehusó a aceptar que su única hija se hubiera enamorado del jardinero, al final tuvo que aceptarlo.

    A los diecisiete años de Amber, se casaron. Disfrutaron un par de años los dos hasta que ella quedó embarazada de Arturo. Vivía muy feliz. Pensó que aquella felicidad perduraría para siempre hasta esa fatídica noche. Emer había salido porque necesitaba llenar un papeleo para hacer cerrar el negocio de franquicia del banco que se iba a expandir en el país vecino, se despidió con un beso de su esposa y luego se fue, prometiéndole que no tardaría.

    Edwin fue al despacho de Amber, aprovechando que Emer se había ido, decidió que era el tiempo de contar la verdad. La puerta estaba abierta por lo que desde allí pudo observarla, como siempre, sentada leyendo, siempre le gustó la lectura. Tocó la puerta para llamar su atención.

    —Señora, si me permite, necesito contarle algo.

    —Por supuesto —dijo ella, cerrando el libro y ponerlo en su regazo—. No tienes que ser tan formal, sabes que ya eres parte de esta familia. ¿Qué ha pasado? ¿Te molesta algo?

    Edwin no evitó sentirse un poco mal porque había estado observando la felicidad de esa familia, y sabía que lo que le contaría a continuación cambiaría por completo todo, por unos segundos dudó en contarle su verdadero cometido. Se había encariñado con los Stan, pero tenía que seguir el protocolo por el bienestar de las generaciones futuras.

    —Tengo algo muy importante que contarle —Se mostró muy serio, tan serio que Amber percibió esa severidad en el ambiente. Escucharía con total atención lo que fuera a decir, no creía que fuera algo grave—. Yo… yo vengo de un futuro en el que la raza humana se verá invadida por extraterrestres sanguinarios...

    La primera reacción de ella fue arrugar el ceño, confundida, incrédula, y la segunda reacción fue seriedad, y mantuvo esa postura hasta que lo detuvo.

    —Espera… ¿estás bromeando, verdad?

    —Me gustaría, pero, es la verdad. Vine a este tiempo para poder detener a esos malos seres y evitar que la tierra sea conquistada y destruida por ellos. Es una larga historia, y estoy dispuesto a contarle todo a detalle; todo lo que este en mi poder contarle.

    —Ah… —Estaba en shock porque no sabía como reaccionar.

    El hombre ante su presencia se había convertido en un hermano y ahora, ante sus ojos, había perdido el juicio, pensó que lo que iba a decirle sería cualquier otra cosa, estaba preparada para otro tipo de cosas, no para eso.

    —Edwin, la verdad es que no sé que decirte en este momento, estoy impactada. Confiaba en ti.

    —Lo entiendo, de verdad… —Dio un paso como mero reflejo y Amber levantó la mano en forma de decirle que no se acercara más, aquel gestó provocó que Edwin comprendiera que era posible que desde ese momento perdería la completa confianza de la familia.

    Estaba listo para esa reacción.

    —Bien —dijo poniéndose de pie, y continuó algo dudosa—: Digamos que eso es cierto, ¿por qué me lo cuentas?

    —Porque usted viene de un linaje que posee Energía y esa fuente de poder puede capturar a los White…

    Y le contó todo. Todo lo que le fue permitido hasta que Amber, un poco cansada de escuchar aquella historia que a sus oídos era fantasía; como muchos de los libros que solía leer, pero eran eso, libros llenos de fantasía.

    —Mami —Amber escuchó a Arturo, se giró para ver como el pequeño entraba a la habitación—. ¿Puedo jugar con Edwin?

    —Señora...

    —¿Puedo jugar yo contigo, hijo? —pidió ella, acercándose al pequeño rubio—. Es posible que Edwin no pueda hacerlo más.

    —¿Por qué no? —preguntó curioso mirando al susodicho.

    Ella sonrió para animar al pequeño porque él se había encariñado mucho con Edwin y no quería que se fuera.

    —Porque Edwin tiene un compromiso y tendrá que irse —le respondió y luego se volvió a Rules—. En verdad lo siento pero te voy a pedir que empaques tus cosas y te vayas de esta casa.

    —Señora, necesito que…

    —Edwin —Lo llamó con esa voz tan calmada pero firme que tenía—. No hagas esto más difícil, por favor. Arturo, ve a tu cuarto por un momento, iré a jugar contigo en un momento, ¿de acuerdo?

    El pequeño asintió y luego se fue, dejando a los adultos a solas. Hubo un silencio de un par de segundos, pero fueron los segundos más largos para los dos.

    —Mi esposo llegará en un momento, si pregunta por ti, le diré que tuviste una emergencia familiar y tuviste que ir.

    —Si usted no captura a los White, quién terminara haciéndolo será Arturo.

    —¡No metas a mi hijo en esto! —dijo sin evitar mostrarse enojada por meterlo en la plática—. ¿Me estás amenazando o algo así, Edwin?

    —No es mi intención, señora —añadió—. Es solo que si no es usted, será él. Alguien tiene que hacerlo, Arturo es su hijo, él heredo esa Energía de usted.

    Amber lo miró con seriedad, si bien pareciera ser una simple ama de casa, en realidad, tenía un fuerte carácter, pero debía admitir que cuando quería hacerlo, Edwin parecía ser de roca y no sentía intimidación. Fuera quien fuera, necesitaba que alguien que tuviera Energía capturara a los siete White que estaban esparcidos en el país. Por el contrario, Amber quería hacer eso de la forma más sencilla sin tener que sacarlo a la fuerza.

    —Disculpe molestarla, señora Stan —llamó la ama de llaves—, pero hay dos hombres en la puerta que desean hablar con usted.

    Amber se extrañó porque no esperaba a nadie. Miró fugazmente a Edwin y luego se volvió a dirigir a la sirvienta.

    —Pásalos a la sala, ahora voy —le ordenó.

    Edwin no evitó sentir una corazonada y mientras veía como la señora se alejaba, le dijo:

    —Amber, tenga mucho cuidado.

    Si estaba un poco ansiosa, aquellas palabras no la animaron nada, así que más que nerviosa, Amber se dirigió a la sala, y fue una vez ahí que su corazón se comprimió en su pecho al observar que aquellos hombres eran en realidad policías.

    —Buenas noches —dijo ella mostrándose tranquila—. ¿Puedo ayudarles en algo?

    Los hombres se levantaron y la saludaron formalmente.

    —Tome asiento, señora Stan —le invitaron.

    Escuchar esa oración provocó que se pusiera todavía más nerviosa, pero así lo hizo, volvió a mirar a los hombres que parecían pensar en lo que dirían y aquel incómodo y sofocante silencio la volvería loca, ¿qué había sucedido? Deseó gritar que le dijeran lo que pasaba pero a la vez no porque sus labios simplemente temblaron con nerviosismo. Uno de los hombres la observó, y aquella mirada le dijo todo, así que para cuando escuchó a lo que fueron, sus ojos se cristalizaron.

    —Encontraron a su marido muerto —le dijeron.

    Todo a su alrededor se derrumbó. Se llevó la mano al pecho, estaba muda, las reprimidas lágrimas comenzaron a salir y resbalar por sus mejillas. Intentó limpiarlas pero era en vano porque éstas continuaban emanando como si fueran una cascada. Se sintió mareada.

    —No puede ser cierto —susurró con voz quebrada—. Debe haber una equivocación, oficiales. Mi marido no puede… él no puede…

    Su cabeza estaba nublada y llena de caos que no podía completar las frases.

    Los dos hombres se miraron y ese gesto solo provocó que ella rompiera en llanto, continuaba negándolo, se rehusaba a creer que Emer estuviera muerto cuando todavía lo vio esa tarde. ¿Cómo era posible? ¿Qué sucedió? ¿Cómo murió? Eran tantas las preguntas que se hacía pero que no podía articularlas.

    —¿Tuvo un accidente? —Fue Edwin quién preguntó.

    —El señor Stan no murió por un accidente, fue un asesinato.

    Desde su posición Edwin tragó saliva con dificultad ante tal noticia. No solo para su señora fue impactante, también para él. ¿Emer? ¿Quién pudo haberle quitado la vida aquel hombre de tan buen corazón? Al ver el estado de Amber, una de las sirvientas se apresuró al lado de ella para abrazarla, consolarla e intentar tranquilizarla un poco, por otro lado, Edwin levantó la vista para ver como los dos policías se acercaban a la desconsolada mujer.

    —Sé que es difícil para usted —habló uno de ellos con voz tranquila. No era la primera vez que veían a una mujer triste ante tal noticia, sin embargo, nunca se acostumbrarían a darlas—. Deseamos que nos acompañe a la morgue para identificarlo y para llenar unos papeles. Cuando se sienta un poco mejor, por supuesto.

    No era el momento para decir eso pero necesitaban hacer tramites y papeleo. Iban a dejarla sola, así que se irían y estaban dispuestos a hacerlo cuando Edwin los detuvo.

    —¿Están seguros de que se trata del señor Emer Stan? —También tenía esperanza de que se hubieran confundido.

    —Nos gustaría que la señora lo confirme —contestó uno de ellos—. Por eso la citamos a la morgue.

    —También encontramos los documentos de él en su cartera, así que suponemos que debe tratarse del señor Stan —finalizó el otro.

    Edwin les agradeció por la información y los guió hasta la salida.

    Esa noche fue la noche más larga de sus vidas. Amber deseaba con todo su ser escuchar la puerta principal abrirse y escuchar la voz de su marido. Todo el resto estuvo al lado de Arturo, intentó jugar con él un rato en un intento de despejarse, pero no podía permanecer tranquila por mucho tiempo cuando se levantaba para llorar en el baño.

    —¿Y papá?

    La pregunta de Arturo la despertó de su embobamiento. El niño miró a su madre, extrañado porque a esas horas él ya se encontraba en casa.

    —Él… —reprimió un llanto—. Él tardara en venir hoy.

    Arturo no volvió a preguntar más, desconocía lo que ocurrió, aun así, percibió que su madre estaba profundamente triste, como nunca la había visto aunque aparentaba estar bien. Por el contrario, Amber tragó saliva con fuerza al notar lo tarde que era. Durmió a su hijo e intentó dormir ella. La cama fue una tortura mientras que su almohada era el contenedor de lágrimas. Se levantaba y se volvía a acostar. Miraba por la ventana y luego bajaba al vestíbulo donde observaba la puerta principal. No podía estar quieta, con un pequeño ruido su corazón brincaba con la ilusión de que fuera Emer, pero no, ya no era posible, ya era muy tarde y Emer nunca llegaba tan tarde y mucho menos cuando le prometió que llegaría temprano.

    Volvió a llorar y lloró hasta que se quedó dormida.

    Durmió por tres horas y luego, resignada, se levantó de la cama y se arregló un poco. Tenía los ojos hinchados y grandes ojeras, pero no le daba importancia a su aspecto físico, así que con el pecho oprimido se dirigió a la morgue. Edwin la acompañó porque ella no quería ir sola, no podría hacerlo, necesitaba la compañía de alguien cuando lo viera.

    Todo el trayecto de la mansión al destinatario fue en silencio. Al llegar, los encargados comenzaron a hacerle preguntas sobre su marido y ella comenzó a impacientarse porque deseaba terminar con aquel tormento, así que exigió ver el cadáver, sería duro pero necesitaba hacerlo para que su alma descansara.

    Amber se adentro a la helada habitación mientras la encargada, detrás de ella, intentaba detenerla porque existían reglas, además de advertirse de algo.

    —Señora Stan, por favor, antes de entrar debe llenar...

    Ella estaba en ese lugar para verlo, no para hacer nada más. Encontró a dos policías, uno de ellos lo reconoció como uno de los que fueron anoche, bajó la mirada hacia la camilla que ambos oficiales miraban, pensó que era donde estaba el supuesto cadáver de su marido. Los dos oficiales se sorprendieron de verla en ese lugar.

    —¿Es él? —interrogó sin dejar de ver la blanca sábana que cubría el cuerpo. Estaba exaltada.

    —Señora, antes de que lo vea necesitamos advertirle algo...

    —¡Exijo verlo, ahora! —gritó al momento que forcejeaba con los hombres quienes intentaron detenerla.

    —Entendemos como se siente pero antes necesitamos decirle que…

    No pudieron retenerla por mucho tiempo así que ella se zafó del agarre de ellos y, con rapidez destapó el cuerpo para ver si en verdad se trataba de él, de su Emer, porque a pesar de todo, aún se encontraba esperanzada, sin embargo, al levantar la cobija se llevó el peor golpe de su vida.

    —Todavía no hemos encontrado todas las partes del cuerpo —finalizó el sargento con tristeza, había sido tarde, ella lo había visto.

    Amber se tapó la boca con la mano y cubrió un grito ahogado, retrocedió realmente aterrada. Sí, era él. Quien estaba ahí era Emer. Estaba su cabeza, y su cadáver… estaba en pedazos. Lo habían desmembrado y todavía faltaban partes de su cuerpo. Eso no fue un simple asesinato; quién lo asesinó no lo hizo para robar dinero, lo hizo por mera diversión.

    Edwin observó el cuerpo, o mejor dicho, las partes de Emer antes de volver a ser cubierto, estaba impactado.

    —¿Quién fue? ¿Quién lo hizo? —preguntó Edwin acercándose al detective, exigía una respuesta.

    —No lo sabemos —informó el oficial—. ¿Usted es familiar?

    —Soy amigo íntimo de la familia Stan.

    —No tenemos ni idea de quien pudo haberlo hecho. Es un caso raro porque toda su documentación y dinero estaba en su billetera, así que no fue un ataque de robo. Creemos que fue por venganza…

    Edwin tan solo negaba a las palabras del hombre. No, él sabía que no fue un ataque de venganza, ni siquiera de ira.

    —¿Conoce a alguien que quizá odiara al señor Stan?

    Volvió a negar. Eso era imposible, Emer era varón recto y de buen corazón, procuraba no meterse con nadie. El autor de tal horroroso crimen no era humano y él lo sabía; aquel acto no fue por venganza u odio, había sido por sadismo, por diversión. Hasta los mismo policías de la ciudad estaban asombrados porque nunca había sucedido algo de tal magnitud. Si bien había asesinatos, eran más bien entre borrachos, no obstante, desmembrar a alguien de esa forma no era nada común, ese era el primer caso.

    Por otra parte, una terrorífica idea cruzó por la cabeza de Edwin haciéndolo temblar ante tales pensamientos. Fueron los Poewo. Ellos estaban allí y descubrieron que la familia Stan poseía Energía, creyeron que Emer era el descendiente del linaje de dicho poder pero en realidad era la familia Reza; Amber era usuaria de Energía, no Emer. Asesinaron a un inocente y ahora, ahora irían por Arturo.

    Con el más grande de sus pesares, días después de preparar el funeral del Emer, Edwin le contó a Amber que ella y su hijo estaba en peligro y también, le contó todo y tendido; desde quienes eran los Poewo, los White y por qué necesitaba su ayuda. Tardó dos días y medio para tenerla al tanto de todo, dejándola que descansara para que ingiriera la noticia. Amber simplemente lo escuchaba como si ya no le importara nada. Lo escuchó y no hizo ninguna pregunta, dejándolo que él contara lo que tenía que contar.

    Amber nunca dudó sobre esa dichosa Energía porque desde niña, especialmente cuando jugaba con sus amigos, sintió que algo fluía dentro de ella. Una vez se lo contó a su madre, ella no le creyó pero cuando se lo contó a su padre, él si la comprendió, porque él se llegó a sentir de ese modo, aunque pensaban que era algo natural y que venía de familia. Nunca le dio tanta importancia hasta ese momento.

    Lo único que le importaba era el bienestar de su hijo. Terminó creyendo a Edwin por la convicción de sus palabras y ante la extraña y brutal muerte de su marido. Lo último que deseaba era que Arturo se involucrara en todo eso, por lo que tomó la decisión de que ella entrenaría su Energía para poder capturar a los dichosos White. Tomó esa resolución para proteger el futuro de su hijo. Sería ella quien se arriesgaría en la recolección.

    —No quiero que le digas nada a Arturo, nada —Amber estaba empacando un par de ropa.

    —Pero si él pregunta...

    —Miéntele —respondió antes que finalizara la oración.

    —No puedo mentir, no deliberadamente. Quizá puedo ocultar detalles.

    —Dile cualquier cosa. Realmente no deseo que él se involucre en esto. No quiero que tenga el mismo destino de su padre, ni el mio —Dirigió su vista a Edwin—. ¿Cuento contigo? Sé que puedo contar contigo. No olvides que es posible que esos engendros del demonio estén buscándolo, muévanse por todo el país, no se queden en un mismo lugar. Te mandaré dinero. Todo el que sea necesario. Te dejaré algunos terrenos.

    Le daba tanta rabia si quiera pensar en esos seres, que aunque no los conocía, los aborrecía con toda su alma. Edwin asintió. Él estaba ahí con un único objetivo; que capturaran a salvo a los White y si cuidando a Arturo, Amber lograría hacer eso, lo haría con gusto. A pesar de eso, Rules continuó buscando a más linaje de Energía para que pudieran ayudar a Amber.

    Esa misma noche, Amber tomó sus bolsas dispuesta a irse cuando escuchó a Arturo bajar del segundo piso a toda prisa.

    —¿A dónde vas? —preguntó el pequeño—. ¿Te vas? ¿Por qué?

    Él comenzó a llorar mientras rogaba que no se fuera, aferrándose a ella. Él no lo comprendía; su padre los abandono y ahora ella lo abandonaba. Amber, respirando con fuerza y creyendo que lo que estaba haciendo era para mantenerlo a salvo, se inclinó y lo abrazó con fuerza, aguantando todo su dolor para que no la viera llorar, le susurró algo y luego se despidió. El pequeño Arturo deseó agarrarse a ella para evitar que se fuera, el no comprendía lo que estaba pasando, pero si entendía que no volvería a ver a su progenitora.

    Edwin lo agarró para que no la siguiera y Amber se fue, dejando a un Arturo desolado, siendo sus llantos lo último que escuchó de él, y fue hasta que subió al carruaje que ella no pudo más y se desahogo, lloró.

    La comunicación nunca faltó. Ella preguntaba por Arturo mientras le facilitaba dinero a Edwin para que lo mantuviera bien, y aunque Arturo nunca lo supo, él siempre estuvo al cuidado de su madre. No obstante, semanas después de que comenzó con su entrenamiento para mejorar y conocer la Energía de su poder, se dio cuenta que su cuerpo ya no le pertenecía solo a ella; estaba embarazada. Como desconocía si era bueno o no para el bebé utilizar Energía, decidió posponer su entrenamiento para dedicar a los próximos meses a descubrir dónde se escondían los White.

    Así transcurrieron los siete meses siguientes hasta que estaba a punto de dar a luz y, como nunca dejó de moverse por todo el país, y al no tener en cuanta que daría a luz un mes antes de lo previsto, aquello la tomó por sorpresa, así que se encontraba en una zona aislada. Afortunadamente, Edwin la acompañaba ese día. Él solía ayudarla por unos días (especialmente desde que supo que estaba embarazada), dejando a Arturo al cuidado de la familia Hugo.

    Edwin conducía el carruaje, deseaba llegar a un pueblo o por lo menos a una casa, estaba nervioso ante los gritos de Amber pues estaba a nada de parir, la fuente se había roto.

    —¡Edwin! —gritó al mujer desde el interior—. ¡Para este maldito trasto! —gritó, adolorida, los movimientos bruscos del vehículo provocaban que las contracciones fueran peores. Necesitaba estar recostada—. ¡Voy a parir aquí y ahora, así que detente!

    —¡Espere un minuto, Amre! —gritó Rules, nervioso, no estaba preparado para la llegada de un niño terrícola. No sabía que se hacía en esas circunstancias. ¡No estaba listo para eso!

    —¡¿Crees que… es fácil?! ¡¿Cómo me pides… ¡qué espere!?!

    A lo lejos Rules observó una granja. Era el lugar perfecto para que ella pudiera descansar, se acercó a dicho lugar, los dos dueños se extrañaron al ver como un carruaje desconocido se estacionaba, así que curiosos se acercaron y se sorprendieron de ver a una mujer embarazada.

    —¡Esta mujer va a tener un bebé, necesitamos ayuda! —alzó la voz Edwin mientras ayudaba a Amber a bajar del vehículo.

    El hombre y la mujer ante las palabras del varón se apresuraron a ayudarlos. La llevaron hasta una de las habitaciones y fue ahí donde la mujer hizo de partera, ayudando a Amber a dar a luz.

    —¿Qué es lo que estaban haciendo tan retirados de un pueblo o una ciudad? —interrogó el hombre a Edwin—. Sin la atención adecuada madre e hijo hubiera corrido peligro.

    Edwin solo asintió, estaba de acuerdo pero la tenacidad de Amber era muy fuerte.

    —La llegada del bebé fue imprevista —terminó por decir Rules.

    —Aún así —Lo miró con rostro un tanto molesto, por la negligencia de ambos—. A esas alturas ella no debería estar viajando.

    Edwin no podía estar más de acuerdo.

    —¿Usted es el padre?

    —¡No! No lo soy —La pregunta lo tomó por sorpresa—. Soy amigo de la madre.

    Segundos después la casa se llenó del llanto de un recién nacido.

    —¡Ya nació! —gritó emocionado el hombre mientras observaba a Edwin—. ¡Nació bien!

    Aquel matrimonio eran los Fave, y les dieron una calurosa bienvenida a Eduardo y a Amber Reza. Aquel matrimonio no pudo tener hijos así que poco a poco se encariñaron con el bebé y, ese afecto lo estuvo observando la madre. Se dio cuenta que hizo bien en quedarse en esa granja, era una pareja muy trabajadora y amable, haberle dado un techo a una desconocida solo hizo que ella los apreciara más.

    Los meses pasaron y Amber tomó una decisión; dejaría a Eduardo con esa familia. Aunque esa resolución no fue sencilla. Eduardo ya había cumplido los doce meses y creía que era el momento perfecto para irse. Sabía que viviría bien con los Fave. Aquella noche en la que se marcharía, Amber estaba muy pensativa, dudaba un poco. Estaba acostada en la cama teniendo al niño a su lado, entre la almohada y ella, estaba durmiendo plácidamente.

    La mujer se giró para observarlo, su pequeño, lo acarició de la frente mientras cerraba los ojos al pesar en lo que haría; le dolía tener que volver a abandonar esa vida. Se le cruzó por la mente quedarse ahí, con la familia Fave, sin embargo, no podía hacerlo. A sus veintiséis años, Amber solo deseaba tener una vida normal, estar al lado de sus hijos, pero sabía que no podía quedarse en un mismo sitio. Por temor a que aquellos seres infernales la estuvieran buscando.

    Con gran pesadumbres, se levantó, cargó a Eduardo con cuidado y lo puso sobre la cuna para no despertarlo.

    —Te deseo una vida feliz —susurró para luego darle un beso en la frente—. Adiós, hijo mío.

    Rápidamente guardó sus pertenencias en una bolsa, y con sigilo salió de la casa de los Fave. Intentando no hacer ninguna clase de ruido al abrir la puerta.

    —¿Amber?

    La mujer se sobresaltó al escuchar la voz de la señora Fave, exhaló aire al momento que cerraba los ojos, quería irse en silencio.

    —¿A dónde vas? —inquirió la mujer al no obtener respuesta de Amber. Esta última se giró para verla y luego soltar:

    —Cuide de Eduardo, se lo encargo.

    —¿De qué estás hablando? —Se apresuró ella, susurraba para no despertar a su esposo—. ¿Cómo me pides hacer eso? —preguntó, no porque no lo quisieran cuidar sino porque era algo impensable cuando a ella se le veía amar a su hijo.

    —Ustedes lo aman, ¿cierto?

    —Por supuesto que sí —Desde la llegada de los dos, ese lugar se había animado. La verdad es que la llegada de aquella indefensa criatura fue la felicidad para ellos, pero a pesar de todo reconocían que Eduardo necesitaba de su madre. Él necesitaba estar con ella y se lo hizo saber al decirle—: No entiendo por qué estas apunto de hacer eso. ¿Por qué una madre dejaría atrás a tu hijito?

    —Es… —Amber respiró hondo porque le ere difícil explicar—: Es complicado. Tengo que irme y a donde voy no puedo llevarlo. Por eso les pido que cuiden de él.

    —No sé que es lo que está sucediendo, pero no puedes abandonar a un hijo. No puedes hacer eso.

    Cuando lo decía se escuchaba tan mal, pero no tenía otra elección.

    —Le prometo que —Su voz tembló—, le prometo que volveré. Volveré por él, por mi hijo.

    La mujer vio en los ojos de ella una gran tribulación, como si algo ajeno a ella le obligara a hacer eso. El hecho de que una madre abandonara de esa forma a su amado hijo, debía ser por algo realmente importante, la señora Fave no se imaginaba otra razón.

    —Te esperaremos, Amber —dijo la señora dándole un fuerte pero fortalecedor abrazo. Era lo único que podía hacer por ella.

    —Gracias —Fueron las últimas palabras. Amber estaba muy agradecida por la cordialidad de los Fave y nunca olvidaría sus hospitalidad.

    ”Los Fave la esperaron y continúan esperándola aunque ya han pasado diecisiete años desde esa promesa, y como confiaban en que Amber volvería, nunca le ocultaron a Eduardo la verdadera identidad de su madre. Por el contrario, Amber, sabiendo que Eduardo estaba en buenas manos, continuó con su misión. Entrenó y continuó entrenado su Energía, los años pasaron hasta la actualidad...

    —… y así es como se convirtió en la maestra de Energía. Además, para su mala suerte, se dio cuenta que no podía capturar a los White sola, si se puede, capturó a uno, pero era más complicado de lo que imaginaba. Mientras tanto yo, continúe buscando a más descendientes de Energía y luego di contigo, con la familia Irik".

    Brad prestó una gran atención a la historia contada y si todavía tenía alguna duda, en ese preciso momento en que Edwin terminó de contar el pasado de ella, desaparecieron por completo. Ante la verdad solo pudo respetar más a Amber. Ella sacrificó mucho, ¿por qué él no sacrificaría una sola cosa?

    Además, Atur estaba ahí, ¿cuán difícil era para ella ver a su hijo involucrado? Debía de admitir que Amber era fuerte, no solo físicamente también emocionalmente. No la tenía fácil.

    Una motivación lo invadió, ahora ya no solo lucharía por él, también por su maestra, para que su sacrificio no fuera en vano. Capturaría a los White para que no solo él pueda vivir con Lana, sino para que Amber también logré su felicidad, al lado de su familia; sus hijos.



    Fin del capítulo.
    Gracias por llegar hasta aquí.
     
    Última edición: 18 Diciembre 2022
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  3. Threadmarks: Capítulo 21.- Cuarta fase: Recolectar a los White Parte 2
     
    Sonia de Arnau

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    Capítulo 21
    Cuarta fase: Recolectar a los White Parte 2


    El ambiente se envolvió en un incómodo silencio.

    Ni hijo ni madre sabían que decir, pero tenían que romper aquel silencio.

    Ahora era el momento perfecto para hablar cara a cara, y quizá recuperar el tiempo perdido. Todavía no era demasiado tarde; por lo menos eso pensaba Eduardo, quien estaba dispuesto a olvidar y perdonar, por eso había ido hasta allí. El joven amaba a los Fave porque los consideraba sus padres, sin embargo, siempre deseó conocer a su madre biológica porque deseaba conocer sus orígenes.

    Por otro lado, Amber, a pesar de mostrarse como una mujer fuerte, su debilidad siempre fueron sus hijos, y aunque por muchos años de corazón deseó verlos y reunirse con ellos, nunca creyó que sería de esa forma tan imprevista; a Arturo enseñándole a controlar la Energía y ahora a Eduardo en ese lugar. Sus labios temblaron. Lo observó detenidamente y al final exhaló aire, sintiéndose rendida ante toda la situación. Ya no podía mantener esa mascara de frialdad.

    Estaba exhausta de fingir hacerse la dura ante sus amados hijos.

    —Bueno —rompió el silencio—, era inevitable. Ya debes saber quien soy, Eduardo. ¿Cómo has estado? —reprimió la palabra hijo, palabra que deseaba exclamar pero pensaba que no tenía el derecho de decirla.

    Los labios de Eduardo dibujaron media sonrisa, sin evitar sentirse algo decepcionado, como si estuviera esperando algo más.

    —Yo estoy muy bien, mamá…

    Escucharlo decir mamá le trajo sentimientos encontrados, por un lado se dio cuenta que “mamá” era una palabra que le quedaba muy grande, y por el otro, le ilusionó escucharlo decírselo. Fue de esa forma que el ambiente se aligeró un poco y empezaron a platicar. Una conversación que empezó algo apagada mas con los segundos se volvió una conversación más relajada. Pese a que el joven deseaba preguntarle un sinfín de cosas como por qué lo dio en adopción, por qué no le escribió…, ante la situación e incomodidad, decidió que lo más correcto sería preguntarlo cuando hubiera más confianza entre ambos.

    Se dedicaron a hablar sobre nimiedades, y hubieran continuado con esa primera amena charla sino fuera porque la mujer se inquietó al escuchar la voz de Atur, quien la estaba buscando. Escucharlo le recordó a Amber que no era el momento de estar tan relajada. Lo último que deseaba era que Arturo preguntará quien era Eduardo, y no se encontraba preparada para ningún tipo de drama, por lo que tuvo que decirle a Eduardo que la disculpara pero en ese momento estaba ocupada. Él, por supuesto, al principio se negó a irse porque necesitaba saber muchas cosas, pero comprendió que había llegado de improvisto.

    —Me iré por ahora, pero… regresaré.

    —Te prometo que cuando termine este trabajo, los iré a visitar, a ti y a los Fave.

    —Las promesas no se rompen. Te esperaré, pero si no vienes, te buscaré.

    —Iré yo y alguien más, que deseo que conozcas. Dale mis más grandes saludos a los Fave.

    Cuando toda esa misión termine también le contará todo a Arturo. Estaba consciente que una vez que cuente la verdad, no llegarían a ser una familia feliz o unida, pero ambos tenían que conocer la historia de su padre, de sus hermanos y la de ella. Tenían derecho a conocerla. También estaba consiente de que ante el fuerte carácter de Arturo, probablemente reaccionaría mal, pero independientemente de lo que decidiera hacer, lo seguirá amando porque era su hijo. Nunca dejó de verlo como tal.

    Confiando en las palabras de su madre biológica, por ahora, Eduardo se retiró tras despedirse de Edwin. Una vez sola, la mujer dejó salir un largo suspiro mientras su corazón volvía a latir con normalidad. A pesar de haber estado intranquila ante la llegada de Eduardo, no pudo ocultar su felicidad, por lo que el resto del día se le observó de buen humor, sonriente y hasta tarareando canciones, contagiando a Brad, a Edwin y a Stanley, excepto a Atur, quien se extrañó porque era la primera vez que la veía actuando de esa forma.

    Aprovechando el resto del día, Reza terminó por contarles los detalles del plan y cuando el cielo comenzó a dar indicios de que estaba anocheciendo, el grupo se fue temprano a descansar, el día siguiente se dedicaron a entrenar un poco, Atur con ayuda de Amber a perfeccionar la técnica de “múltiples ataques” (como la nombró el rubio) y Brad con Edwin. De esa forma otro día había finalizado y preparados mentalmente de que mañana sería el gran día se fueron a dormir.

    El grupo se levantó muy de madrugada.

    Amber, Atur, Brad, Edwin y Stanley arribaron a la zona en la que uno de los White descansa. Se trataba de uno de los bosques del país. El lugar no era tan profundo pero si muy extenso y funcionaba más como la frontera que separaba un estado con el otro. En esa ocasión Brad y Atur serían quienes se encargarían de atrapar al White; Stan siendo quien lo agarraría mientras que Irik sería quien lo acorralaría hasta llevarlo a las manos de su compañero, porque continuaba teniendo el yeso en su brazo.

    Rules y Stanley se mantendrían en el noroeste del bosque, teniendo cerca una colina con una pared rocosa, ambos vigilarían las cercanías; el oeste y norte, mientras que Amber se posicionó en el este para vigilar el noreste y sureste.

    Brad, Amber y Edwin tenían un radio con el que se mantendrían comunicados. Los radios los facilitó este último. Los dos jóvenes se acercaron para observaron el terreno piedroso, Brad, quien tenía el mapa que marcaba esa zona con un circulo rojo, lo miró para cerciorarse de que estaban en el lugar correcto. Una pequeña nota de Amber describía el lugar; en medio de un árbol con una rama torcida al lado una piedra en forma rectangular, decía la descripción. El castaño levantó la vista para mirar a su compañero.

    —Según el mapa, este es la zona. Por aquí mismo.

    Atur clavó la pala en el suelo, sus manos temblaron al notar la dureza de la superficie. Sería difícil palear y rastrillar la zona.

    —Creo que lo mejor sería primero limpiar el lugar —opinó Brad al notar la mueca de disgusto de su compañero—. Hay muchas piedras y raíces.

    —Mi pregunta es, ¿cómo demonios llegaron esos animales a estos lugares?

    Brad rio por el comentario mientras arrancaba una raíz del suelo, le era un poco difícil moverse con el yeso, aunque para ese punto el brazo ya no le dolía y pensaba que el yeso le era una carga.

    —Por cierto, quiero hablar contigo sobre algo —continuó el rubio.

    Brad se extraño no del comentario en sí sino del tono serio que empleó en la oración. Lo conocía lo suficiente para saber que fuera el tema que tocaría era algo muy serio.

    —¿Te sucede algo?

    —¿Hablas del brazo? —cuestionó inocentemente Irik.

    —No. Hablo de que he notado desde ayer que te comportas extraño.

    —¿Extraño? No entiendo ha lo que te refieres —respondió algo nervioso—. Estoy actuando normal.

    —He notado que no has dejado de mirarme a mí y a Amber, ¿por qué? ¿Acaso ella dijo algo sobre mí?

    Brad se puso nervioso pero continuó limpiando, fue inevitable ocultar lo que sabía sobre él y Amber. Saber esa verdad, no los volvería a ver de la misma forma. Inconscientemente comenzó a observar a madre e hijo tan cerca pero tan lejos le parecía extraño y triste a la vez.

    —Me están ocultando algo, ¿verdad?

    Comenzó a molestarle el silencio de Brad.

    —Estás exagerando —Brad tuvo que ocultar su inquietud y hablar con claridad—. No sé por qué lo preguntas. Todo está bien. La maestra no me ha dicho nada sobre ti, de verdad. ¿Te preocupa?

    —No lo sé. Ayer ella comenzó a actuar de forma extraña, menos dura de lo que suele ser en los entrenamientos, se lo pregunté y ella solo me dijo que había mejorado. Sentí que mentía —Comenzó a palear con fuerza, ya había comenzado a cavar. Se sentía ofendido de ser la última persona en enterarse de las cosas—. Es obvio que me ocultan algo. Estoy seguro que ella piensa que soy malo en controlar la Energía y se ha rendido conmigo. Seguro que se burla de mí.

    Bad no supo que responder, se limitó a solo escucharlo, al parecer no sospechaba nada de nada, y menos mal. Para calmarlo un poco le volvió a reafirmar que ella nunca habló nada de él, que si le preocupaba que se haya rendido con él porque no mejoraba en su entrenamiento o algo así, estuviera tranquilo, por lo menso en ese aspecto.

    Al cabo de unos diez minutos escavando y limpiando el área, los dos se detuvieron y se miraron cuando sintieron el leve aura del White. Para su fortuna, el animal no estaba tan enterrado como los anteriores dos. Al rubio se le ocurrió una idea, dejó la pala recargada en el tronco de un árbol y comenzó a juntar Energía en sus manos. Le indicó a Brad que se preparara porque cuando se mostrara amenazante el peludo animal despertaría.

    Y así fue.

    El White despertó de su letargo y salió a la superficie a una velocidad que Irik se sorprendió mientras que Atur recordaba la noche en que Amber y él fueron a capturar al primer White, había salido disparado de esa forma. Era más práctico asustarlo de esa forma que continuar cavando. Y sin pensárselo dos veces ni perderle de vista, Brad se fue detrás al igual que Atur. Esa vez estaban más confiados y sería más sencillo capturarlo.


    * * *​

    Entretanto, Stanley y Edwin continuaban vigilando. Como ninguno de ellos tenía la capacidad de detectar a los Poewo, no dejarían pasar a nadie, no existiría ninguna excepción y si alguna persona se acercaba o deseaba visitar los alrededores sospecharían de él o ella. Stanley estaba ahí en apoyo. Desde su posición, a unos dos metros alejados de su compañero, Rules observaba por unos binoculares su alrededor, que aparentaba estar todo en orden. Lo único a destacar era que alguien acampaba a varios metros de ellos, lo supuso al detectar el humo de una fogata elevándose por el aire. Quitando ese detalle (que no ignorarían) todo parecía estar bien.

    —Debemos estar atentos a cualquier ruido o movimiento —dijo Edwin acercándose a su amigo—. Teniendo en cuenta que tenemos desventaja para detectar a los Poewo.

    Lo bueno era que Edwin tenía los cinco sentidos muy desarrollados por lo que podía sentir cualquier ataque sorpresa.

    —Si tú dices eso, ¿dónde me dejas a mí?

    —Por lo menos tú si puedes ver a los White, eso todavía me deja a mí con desventaja.

    —Así que ahora nos pelearemos por ver quien está con más desventaja, ¿eh?

    Sin perder la concentración ambos adultos se enfrascaron en una amena charla. Tenían tiempo en que no lo hacían. Edwin le preguntaba por su esposa, hija y el pequeño que aún no nacía. Todo parecía ir viento en popa y hubiera continuado de esa forma si no fuera porque escucharon el crujir de ramas y hojas, dejaron de hablar y guardaron silencio. Las pisadas de un hombre de poco más de cuarenta años se iban acercando a donde ellos. Poco después un varón se hizo ver, llevaba una escopeta.

    —Oh, no pensé encontrar a gente aquí —dijo asombrado el hombre.

    —¿Quién es usted y qué hace aquí? —interrogó Edwin de forma inmediata.

    No quería sonar agresivo pero las circunstancias lo ameritaban. El hombre dio un paso hacia atrás, anonadado.

    —¿Y por qué quieren saber eso? ¿Quienes son ustedes y qué hacen aquí? —Ahora exigió saber el hombre frunciendo el ceño, desconfiado.

    —¡Responda! Necesitamos saber que hace aquí —volvió a preguntar, con más aplomo. En esos momentos todos eran sospechosos hasta que se mostrara lo contrario.

    El hombre exhaló aire, si no tenía más remedio se los diría.

    —No sé quienes son usted ni por qué quieres saber quien soy. Mi nombre es Ditry, soy cazador y como es temporada de caza solo he venido a cazar algunos venados, así que si me disculpan…

    —¡No se mueva y quédese donde esta! —gritó Stanley, sorprendiendo a Edwin, si bien no pensaba dejarlo pasar por precaución, le asombró la repentina actitud de su amigo—. Baje la escopeta —ordenó.

    —¿Pero de qué…?

    —¡Baje el arma! —Hugo interrumpió al supuesto cazador para luego desenfundar su arma y apuntarla al recién llegado—. No lo volveré a repetir, baje el arma.

    —Oye, amigo, ¿qué sucede? Tranquilo —se pronunció el hombre por nombre Ditry mientras tiraba la escopeta bajo sus pies y levantó las manos, miró a Edwin y luego posó la mirada a Stanley—. Quien debería bajar el arma eres tú —añadió.

    —Stanley —Edwin se acercó todavía más a él para susurrarle—: ¿De qué me perdí?

    —Es cierto, es temporada de caza —comentó Stanley sin quitarle ni un segundo la vista al hombre—. Como debes saber, uno de mis hobbies es la caza, por lo que me sé los mejores lugares para hacerlo en su temporada. Él ha dicho que es cazador, pero me pareció extraño que lo dijera teniendo en cuanta que en este bosque no hay venados. En este lugar se cazan las aves y conejos. Este bosque es famoso por esos animales.

    —¿Viniste a cazar venados? —Edwin dirigió sus vista al supuesto cazador.

    —¿D-de qué hablan? —Ditry miró a uno para luego ver al otro, estaba confundido y comenzó a ponerse nervioso y a sudar. No entendía por qué habían llegado a esa conclusión ni la razón de su comportamiento.

    —Si es amateur —continuó Stanley—, debería estar acompañado de alguien experimentado. Si ya es un “cazador” debería tener conocimiento de los animales de cada zona —Se dirigió a Ditry—. Si en verdad eres un cazador, muestra tu licencia.

    Ante las palabras de su compañero, Edwin empezó a dudar de aquel hombre que aparentaba estar confundido.

    —¿Puedes mostrar la licencia? —preguntó Edwin.

    —Lo admito, no soy cazador profesional ni tengo licencia alguna, ¿bien? —admitió mientras levantaba la voz, alterado—. ¿Pero a ustedes que les importa eso? ¡No saben nada de mi situación! Ustedes son los más sospechosos. Sa-saben, no quiero meterme en ningún problema, me voy a ir, ¿de acuerdo?

    —¡No te muevas! —ordenó Rules al ver que el hombre bajaba las manos con la intención de tomar la escopeta del suelo.

    Como no estaban seguros de que Ditry fuera un simple civil, un montañista, un campista, un nómada que cazaba de forma ilegal (los que solía haber más de lo que se imaginaba) o un Poewo disfrazado de cazador, tampoco era prudente actuar bajo suposiciones y a la vez no querían dejarlo ir. Lo mejor era llamar a Amber para asegurarse.


    * * *​

    Amber cerró los ojos y se concentró para sentir lo que había a su alrededor. Concentró el poder de su Energía para ampliar todavía más su alcance y de esa forma sentir a cualquier enemigo. Todo parecía estar en orden. No había nadie sospechoso; solo pudo notar levemente un aura; la de Atur.

    De nuevo estás desperdiciando demasiada Energía” pensó, “Le dije que Brad tenía que ser quien acorralara al White” Intuyó que Atur era quien estaba haciendo el trabajo que Brad debía hacer. Bueno, a esas alturas ya no importaba quien fuera el que lo capturara. Estaba ansiosa de que todo terminara, y esperanzada de que la captura fuera fácil y no involucrarse en una confrontación.

    Ya habían pasado cuarenta minutos y pensó que continuaría de esa forma, tranquila, hasta que escuchó la radio, al principio pensó que se trataba de sus pupilos para decirle que capturaron al White, pero al segundo escuchó la voz de Edwin.

    Amre. Tenemos a un sospechoso aquí y no estamos seguros de que sea quien dice ser. Dice ser un cazador pero Stanley dio un par de puntos que nos hace sospechar que no lo es. Cambio.

    —No le quiten el ojo de encima. Ahora me dirijo para allá. Cambio —contestó.

    La mujer inhaló y exhaló, realmente deseaba que dicha persona fuera alguien normal, comenzó a caminar hacia la dirección de los varones, iría solo a cerciorarse pero preparada para luchar.

    Al caminar unos cuantos metros se detuvo pensativa, repasando el comentario de Rules. Se giró para ver el lugar que había dejado atrás mientras que una corazonada crecía en su interior. Algo no cuadraba. Algo no estaba bien.

    ¿Sería correcto dejar su puesto? Volvió a cerrar sus ojos para volver a ver si había alguien a su alrededor, solo sintió a los muchachos, y muy tenuemente. Todavía Stanley y Edwin se encontraban lejos de su rango para ver si aquella persona era un Poewo o no. Dudó sobre dejar el puesto, tomó la radio para comunicarse de nuevo con Rules y decirle que mejor mantuvieran al sospechoso en la mira hasta terminar con la captura… y entonces un repentino pensamiento vino a su mente al comprender la situación.

    Es… ¡es una trampa!” pensó Amber y se apresuró a donde ellos, preocupada.


    * * *​

    Brad escuchó la conversación desde la radio que tenía.

    —Al parecer Stanley y Edwin se han encontrado con un sospechoso —comunicó la noticia a su compañero.

    —Presta atención, Brad —refunfuñó el rubio cuando pensó que había acorralado al animal pero este fue más veloz y volvió a escapar. Miró al castaño para decirle—. Lo que a continuación pase solo determinará lo que va a ocurrir, solo existen dos opciones; que susodicho sea o no un Poewo, y en cualquier caso, lo más probable es que sea una trampa. Nuestra prioridad es capturar al White y cuando lo hagamos, debemos reunirnos con ellos.

    —¿A qué te refieres con trampa? —inquirió el castaño.

    Atur se limpió el exceso de sudor.

    —Amber debió darse cuenta ya, claro, si es que es perspicaz. Si susodicho es uno de esos alienígenas atacará a Stanley y a Edwin; teniendo como ventaja que ellos no pueden herirlos de gravedad, o en su defecto, esa persona es un civil y los poewos aprovecharán esa confusión para atacarlos. Así que Amber irá para ayudarlos sí o sí, ¿y adivina qué?

    —La zona que Amber custodia estará expuesta —Brad se giró para ver dicha dirección.

    Ahora comprendió todo el panorama. Ese lado sería un blanco fácil para acercarse y atacarlos.

    Edwin. Iré inmediatamente para allá. Cambio —Escucharon la voz de Amber desde el transmisor—. Muchachos. Atentos. Cambio.

    —Nuestra misión es atrapar cuanto antes al White.

    Esos bastardos planearon bien la jugada; fuera lo que ocurriera, Amber iría a donde Edwin y Stanley para ayudarlos y por ende, Brad y Atur lucharían contra los Poewo sí o sí, razón por la que debían atrapar al White antes del ataque.

    Tenían que admitirlo, el enemigo era inteligente, aunque ellos no estaban en desventaja porque descifraron el plan con tiempo. Los estaban subestimando, tampoco es que Edwin fuera tan débil. Nadie del equipo lo era.

    * * *
    Ni Edwin ni Stanley le quitaban la vista al cazador, quien comenzaba a mostrarse impaciente y nervioso por ser apuntado con un arma.

    —Ésto me parece absurdo —Ditry intentó llegar a un acuerdo con ellos—. No sé que está pasando, pero ¿podrían dejar de apuntarme? Me pone nervioso. Es ridículo, ¿saben que puedo demandarlos por ésto? Esto es abuso. Ustedes no son dueños del bosque, ¿qué hacen aquí como si les pertenecieran estás tierras?

    —También es delito cazar y portar un arma sin licencia —informó Stanley.

    —¿Por lo menos puedo bajar los brazos? Es que ya me canse.

    —De acuerdo, pero lentamente —dijo Stanley.

    Edwin prestaba detenida atención a su alrededor, atento de cualquier “ataque sorpresa”, imaginándose el peor escenario que era estar rodeado por varios poewos. Tanto silencio lo estaba incomodando demasiado.

    —Y díganme, ¿por qué están aquí? —preguntó Ditry, ya que lo tenían de “rehén”, mínimo aprovechar el tiempo para charlar algo.

    Stanley se limitó a arquear la ceja. Comenzó a dudar que ese hombre fuera un enemigo. Entonces los tres escucharon un rugir extraño y para cuando Edwin se giró, un lobo se levantó contra él, sorprendiéndolo y tirándolo al suelo pues no se esperaba que semejante animal estuviera vagando por los alrededores, su reacción fue tomarlo del hocico, de esa forma evitó ser mordido.

    Stanley, impresionado, disparó al canino, hiriéndolo.

    —No tenía ni idea de que hubiera lobos aquí —dijo Edwin, apartando el cuerpo del lobo y luego poniéndose de pie.

    —No debe haber —susurró Stanley llamando la atención de Rules—. Solo hay lobos en la montaña y la montaña ésta muy al norte, es imposible que haya bajado hasta aquí.

    El lobo se levantó de golpe, como si la bala no le hubiera afectado nada, y fue entonces que se dieron cuenta de la verdadera naturaleza de dicho animal.

    —¡Ten cuidado, es un Poewo! —advirtió Rules, esquivando al animal, sacó un cuchillo pequeño.

    —¿También pueden poseer cuerpos de animales?

    —A mi también me sorprende —admitió—. Pero los animales también son seres vivos así que por lógica sí, es posible.

    El lobos gruñó y volvió a atacar, de nuevo Stanley disparó, no le atinó a diferencia de la primera vez, pero lo alejó de ellos. Los habían acorralado. Edwin miró a ambos lados en busca de algún otro animal o persona sospechosa pero sin quitarle por mucho tiempo la vista al feroz lobo. Entonces enfocó su vista a Stanley, atacaría al más débil. Stanley comenzó a temblar porque sabía que en cualquier momento el lobo lo atacaría a él, y Edwin no deseaba actuar antes de previsto, observó lo nervioso que se ponía su compañero. Los ojos del lobo volvieron hacia Edwin, estaba calculando.

    ¿A quién atacaría primero?

    El ambiente se volvió muy tenso. El lobo se inclinó poco a poco, listo para atacar y cuando lo hizo, se giró hacia su derecha, hacia donde se encontraba Stanley, quien disparó como defensa, y aunque logró darle dos veces, el Poewo ignoró los balazos y continuó, sin embargo, Edwin adivinando el movimiento del enemigo se apresuró a su compañero, metiéndose como escudo, siendo mordido en el brazo. Ante el movimiento brusco y el ataque del lobo-Poewo, la radio salió volando, cayendo lejos de ellos. El temor del Lkijo era que fuera destruido, por lo que intentando zafarse del agarre del lobo, golpeándolo en la nariz y ojos con fuerza.

    Con aquel cuchillo que Edwin tenía, acuchilló al lobo-Poewo en el ojo y el hocico, fue de esa forma que lo soltó. Stanley aprovechó para disparar, siendo fácilmente esquivados. Edwin desviaba la vista hacia la radio y mientras el enemigo estaba distraído esquivando las balas, el Lkijo aprovechó para recuperarlo, no obstante, el Poewo se interpuso en su camino cuando a Stanley se le terminaron las balas del cartucho.

    La preocupación de Hugo era estar desperdiciando municiones porque no tenía demasiadas balas. Edwin ahora tenía que lidiar con el enemigo. Era mucho más difícil luchar contra un animal (o por lo menos contra un lobo) que con un humano. El lobo evitaba los movimientos del Lkijo, tenía mejores reflejos que en versión humana, pero recibía uno que otra corte; heridas que sanaban a los minutos.

    El Poewo los estaba cansando tanto física como emocionalmente, sin saber si había más Poewos esperando a atacar en cualquier momento, en cualquier dirección.

    Edwin. Escuchame bien. Probablemente el tipo sí sea un Poewo. Cambio.

    El nombrado volvió su vista a la radio, intentó burlar al enemigo para poder tomarlo e informarle a Amber que el cazador no era el enemigo, pues éste, al ver al feroz animal había salido corriendo asustado. El verdadero enemigo era un lobo.

    Intentó tomarlo, pero el canino no lo dejó al irse contra él, Edwin se vio en la obligación de desviar el ataque tomando la dirección contraria al comunicador, escuchó un par de disparos uno de ellos rozó al animal pero éste continuó detrás del Lkijo. Edwin volvió a encararlo, el lobo saltó y lo mordió en el hombro. Rules le enterró el cuchillo en el estómago. El canino cayó al suelo.

    —¡Edwin!

    El nombrado comenzó a sangrar mucho, las mordidas de un canino grande no era poca cosa, y si se trataba de un lobo normal, él sería el vencedor pero como no, el lobo se puso de pie.

    —Estoy bien —le hizo saber a su compañero—. Agarra la radio y… comunícate con Amber. Dile lo que está pasando.

    El lobo gruñó y volvió a atacar. Si Edwin estuviera peleando con un humano la cosa sería diferente. Esquivó al perro; tenía que pensar en algo para detenerlo, no podía luchar contra la agilidad y el mordisco de un temerario lobo.

    Edwin. ¿Por qué se han movido? Cambio —preguntó Amber desde la radio.

    —¿Qué acaba de decir? —inquirió Edwin confundido.

    ¿Moverse? ¿Qué estaba sucediendo?




    Fin del capítulo
     
    Última edición: 26 Junio 2023
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    Borealis Spiral

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    ¡Holis! Ya ves cómo sí cumplí y te comenté rápido :)

    ¿Qué decirte? En serio me gustan tus historias, sobre todos las que tiene ese toque shonen como esta. Es que me gusta el shonen, jajaja. Pero en serio, a releerla me redescubrí un par de cosas interesantes, como que la edición que le hiciste te quedó genial. Obviamente que todavía tienes tus detalles, tus dedazos y esas frases a medias, pero vamos, que sin eso no sería tú, ah. Y también redescubrí me amor por Atur :v En serio, es que amo a ese tipo, creo que tiene mucho potencial de mejoría pese a su fuerte personalidad. Además, mi amor por Edwin y Amber también se redescubrió. Y de Brad... bueno, qué te puedo decir, es el protagonista xD Okno. Esos detalles sobre su padre y su pasado de ser ex asesino (y que creo que no estaban en la otra versión o es que de a tiro no me acuerdo), me gustaron mucho, como le dio más vida a la historia de Brad y a por qué sabía defenderse tan bien.

    Ahora sí, hablando de los capítulos recientes. Ese en el que Brad duda de su misión y de si en verdad debería seguir haciéndola y de que preferiría huir con Lana, wow, me ha gustado mucho porque es raro que los personajes como él, así de positivos y eso, tengan ese momento de debilidad en el que desean abandonar todo; o al menos a mí no me ha tocado leer o verlo mucho, no sé, me ha gustado. Pero claro, ¿qué sería de la historia sin el protagonista, no? Al final Brad tuvo una gran sacudida por parte de su maestra de que esto debe hacerlo para que la paz no sólo en la tierra de ahora y del futuro permanezca, sino que para que su propia paz y seguridad se mantengan.

    Hablando de Amre, ese capítulo de su pasado estuvo genial *u* Ya tenía ganas yo de leer el pasado de esta fuerte mujer, sobre todo teniendo en cuenta que tiene dos hijos. La verdad es que fue un pasado muy triste, de mucho dolor, uno que le dejó una gran huella a ella y una gran responsabilidad también, no sólo como madre, sino como protectora del planeta. Sin duda un capítulo que reforzó mi gusto por este personaje. Me dio cosa cuando quiso correr a Edwin después de que él le confesó por qué la había buscado, y cuando perdió a su marido y cuando enfrentó su segundo embarazo... En fin que me toco la dibra sensible. Pero al menos conoció a esa gran pareja que serían los padres adoptivos de Eduardo, supo que estaría en buenas manos mientras ella seguía su misión de un futuro mejor.

    Y hablando de Eduardo, esa manera de aparecerse así como así al campamento exigiendo ver a su madre me dejó sin palabras. Se nota que el muchacho es decidido, algo saco de su madre, ¿eh? Mas me alegra que aunque tuvo su deseo de hablar con ella un momento, supo discernir que no era le mejor momento y se fue rápido. Es un sujeto muy atento y observador, la verdad me gusta bastante. Nada que ver con su hermano a quien se le tienen que ocultar las cosas porque de lo contrario hará un drama del tamaño del mundo. Da pena que se le mienta, sí, pero eso dice mucho de la clase de persona que es Atur; tiene que cambiar un friego xD

    Y nada, me quedé empicada con el ataque del lobo Poewo a Stanley y Edwin. Si se nota que esos son seres inteligentes que piensan con cuidado las cosas y se aprovechas de la más mínima situación. ¡Nuestros héroes no pueden bajar la guardia ni un momento! Me inquieta que pueda pasarle algo malo a Edwin, algo pero que una mordida, o Stanley que es el más débil, aunque no por eso inútil, ¿eh? Cómo supo que Dirty (¿guiño a algo?) no era cazado fue genial.

    ¿Y cómo es eso de que Amber cree que se han movido cuando no es así? O_o Pues a esperar la siguiente actualización. Por ahora dejo mi testamento y me despido. Te cuidas.

    Hasta otra.
     
    Última edición: 22 Enero 2019
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  5. Threadmarks: Capítulo 22.- ¡Cuidado! El enemigo está más cerca de lo que crees
     
    Sonia de Arnau

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    Título:
    Misión: Recolección [Trilogía: Una misión; Un futuro mejor 1]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    30
     
    Palabras:
    3940
    Capítulo 22
    ¡Cuidado! El enemigo está más cerca de lo que crees


    La mujer, quien continuaba corriendo dirección a los varones, se detuvo repentinamente al distinguir a alguien a lo lejos. Se escondió detrás de un árbol y frunciendo el ceño vio a un hombre vestido de cazador, parecía estar desorientado, como si estuviera buscando algo. Se movía de aquí para allá. Al sentir que no era un Poewo, se hizo visible a él.

    El cazador enfocó la vista a la mujer, su expresión denotaba terror y confusión, miró a los lados como quien queriendo asegurarse de que nadie lo estuviera persiguiendo. Amber se acercó a él e iba a preguntarle si estaba bien y por qué estaba en ese lugar cuando el hombre, inmediatamente, sorprendiéndola, le advirtió:

    —No vaya hacia allá —dijo con voz entre cortada al momento que apuntaba dicha dirección—. ¡A-allá hay un lobo! ¡Un lobo! Do-dos hombre están peleando con él y-y... no vaya por su bien. ¡Es peligroso! ¡Este lugar es muy peligroso!

    Ante las palabras y la expresión del hombre, Amber se pudo imaginar lo traumático que debía ser para él esa experiencia.

    —Tranquilícese —intentó calmarlo un poco pero el hombre estaba muy nervioso—. ¿A dicho que hay un lobo? ¿Hacía donde?

    Era muy raro que hubiera lobos por esa zona, pero tras pensarlo un segundo se preocupó, era probable que el enemigo era ese lobo, y que aquel civil fue meramente una tapadera. Se sorprendió ante la idea de que los Poewo pudieran poseer animales aunque tampoco podía negarlo.

    —¿A dicho que ellos están hacia allá? —inquirió y apuntó para estar segura.

    El hombre asintió mientras Amber fruncía el ceño.

    —¿Está seguro?

    —¡Sé lo que vi! —alzó la voz.

    Amber no dudaba de su palabra, solo se le hizo raro que apuntara hacia el otro lado. ¿Se habían movido? Y si fue así ¿por qué lo hicieron? Se supone que debían quedarse en su poción pasara lo que pasara, ¿por qué se desplazaron a otro lugar? Era ilógico, a menos de que... la preocupación de ella aumentó cuando se le cruzó por la mente que tal vez fueron engañados, o se vieron en la obligación de moverse por el enemigo, probablemente los guiaban hacia otra trampa. Debía apresurarse a su encuentro.

    Dejando al cazador a su suerte y teniendo una prioridad, Amber se dirigió hacia el lugar apuntado, muy preocupada por la situación de sus compañeros.

    —Edwin. —habló por la radio sin dejar de correr—. ¿Por qué se han movido? Cambio.

    Esperó a que contestara pero no hubo respuesta. ¿Por qué no regresaba su llamado? ¿Qué estaba sucediendo? Sintió temor al no descifrar lo que ocurría. ¿Qué estaba pasando?

    —Atur. Brad. Estén atentos a cualquier cosa. Cambio.

    Y aunque también estaba preocupada por sus pupilos, sabía que ellos podían defenderse así que su gran prioridad era ayudar a Edwin y a Stanley.

    Y entretanto, con Rules y Hugo, el Lobo-Poewo se mantenía muy cerca del primero, acechándolo y yéndose contra él como si pudiera ver a través de sus movimientos, cosa que provocaba que Stanley batallara en acertar un disparo por temor a darle sin querer a su compañero, por lo que dudaba a la hora de apretar el gatillo. Edwin estaba perdiendo la paciencia pues lo único que deseaba era alcanzar la radio para intentar hablar con Amber porque lo dejó intrigado, ¿moverse? ¡Ellos no se habían movido! Si ella se dirigía hacia otra dirección en vez de a esa, daría al rival tiempo para derrotarlos e ir por Brad y Atur, sin contar que no estaba seguro si aquel Poewo era el único o había más vigilándolos en la lejanía, esperando el momento para rematarlos.

    Edwin miró a Stanley, quien estaba anonadado y un poco indeciso, con el arma apuntando de un lado a otro.

    —¡Olvídate del Poewo y ve por la radio! ¡Comunícate con Amber y dile nuestra localización!

    Al escuchar eso, el lobo posó sus ojos al Lkijo, gruñó para girar hacia el humano e irse contra él. Este último vio la oportunidad perfecta para disparar, sin embargo, los reflejos del Poewo fueron más veloces por lo que esquivó el ataque, mas para su sorpresa, el Lkijo, quien previó la acción, saltó sobre el lomo del animal, lo asió del pecho y con fuerza lo levantó, gruñendo ante el esfuerzo de levantar treinta y cinco kilos.

    Stanley se movió y descargó las balas en el vientre del animal. El lobo cayó al suelo mientras se retorcía y aullaba de dolor.

    Ante eso, el Lkijo corrió hacia la radio.

    —Amre, no sé lo que está sucediendo pero no nos hemos movido —habló de inmediato—. Seguimos donde mismo. Cambio.

    —¡Huyamos de aquí, Edwin! —escuchó a Stanley, alterado sin dejar de ver como el lobo se incorporaba.

    Edwin se volvió, era lo que deseaba hacer pero sabía que si le daban la espalda sería más peligroso que enfrentarlo cara a cara, debían detenerlo o por lo menos retenerlo hasta que Amber llegara.

    Iré hacía allá. Cambio —escuchó decir a Amber.

    —¡Edwin! —escuchó a su compañero junto a un disparo después de otro.

    El Poewo iba hacía él. Edwin empuñó el cuchillo y atacó, para ese momento se sentía un poco más tranquilo al saber que Amber estaba en camino. Así era, lo único que les quedaba era enfrentarlo, o por lo menos hasta que los refuerzos llegaran. Encaró a la bestia, la que con fuertes gruñidos lo atacaba mientras se defendía y atacaba, hiriéndolo de vez en cuando a la vez que se alejaba cuanto podía para que Stanley pudiera dispararle; disparos que aunque no le hacían nada grave si lo alentaba, dándole oportunidad a Edwin a moverse con más libertad.

    Era imposible hacerle un daño permanente. El poder de los Poewo de regenerarse hacia que el cuerpo del canino no sufriera heridas mayores, aunque notó que la regeneración eran más lentas en ese cuerpo que la de cuando poseían un cuerpo humano. Su próximo punto era la garganta, se la cortaría, no obstante, ante una posible mordida, Edwin colocó el cuchillo como escudo, por lo que el Poewo terminó mordiendo el arma blanca, dañando el hocico pero siendo la oportunidad perfecta para que le quitara el cuchillo al Lkijo, dejándolo ahora sin ninguna defensa.

    Edwin recibió otro mordisco y lanzó un grito; un fuerte grito que retuvo al momento que sus labios dibujaron una leve sonrisa, era lo que buscaba, acachó el arma de Stanley, quien se la había lanzado previamente y con ella le disparó al Poewo en la cabeza, después otra, en el mismo lugar. El lobo plañó mientras caía al suelo, retorciéndose en el piso. Edwin estaba consciente que se regeneraría en unos minutos como lo estuvo haciendo, aunque esa vez intentaría retenerlo allí. Le volvió a lanzar el arma a Stanley quien la tomó en el aire. Dibujó una expresión de dolor mientras se tomaba el brazo herido.

    —Eso fue muy arriesgado —dijo el humano, molesto.

    —Cárgala —le hizo saber con una mueca en su rostro.

    Stanley, aunque preocupado por su compañero, hizo lo indicado y al terminar de cargarla se acercó al Poewo para darle otro tiro en la cabeza al ver que estaba por ponerse de pie.

    —Hay que evitar que se ponga de pie.

    —Yo lo mantendré así, tú vete a detener esa hemorragia.

    —Esto duele, créeme —le dijo entre quejidos ahogados—, pero no me matará, te lo aseguro —Luego soltó en broma—: Solo espero que no tenga rabia.

    —Debiste pensar en eso antes de sacrificar de esa forma el brazo —dijo Stanley, volviendo a disparar.

    —Mientras no me haya roto ningún hueso me sentiré bien servido.

    —¿Estás loco? Con semejante kilos de presión ¿crees que no te haya roto un hueso?

    —Oye… no seas tan negativo.

    —Soy realista. Espero que Amber no tarde porque me quedan tres balas.

    —Tenemos esto —dijo Edwin acercándose a la escopeta que dejó aquel supuesto cazador. Era una escopeta Winchester Modelo 97 y se acercó a su compañero.

    Stanley la tomó y tras admirarla, guardó su arma y luego disparó al Poewo. El sonido se elevó por los aires. Aquel disparo hirió todavía más al lobo. Mientras tanto, Edwin tomó asiento mientras detenía la hemorragia con su misma vestimenta, sacó un encendedor y cerró la herida con el fuego. Ahora solo esperaba que los demás estuvieran bien, tenía a la mano la radio. Poco después, escuchó a Stanely.

    —E-ed-edwin —lo llamó con voz temblorosa.

    El nombrado levantó la vista para ver como su compañero retrocedió asustado y ante la impresión, tropezó con una raíz.

    Edwin se puso de pie inmediatamente y miró a sus lados, en busca de otro enemigo y luego vio que Stanley apuntó donde estaba el lobo-Poewo; ahora solo era un putrefacto cadáver de un lobo.

    —¿Q-qu-qué fue eso? —inquirió, estaba impresionado.

    Había sido testigo de como algo parecido a un “alma” hubiera salido del animal y descendido, o algo así, no lo sabía. No supo lo que vio o sintió. Se encontraba confundido.

    —Cálmate, Stanley —El susodicho lo miró—. El Poewo salió del cadáver —le hizo saber. Aunque comprendió su reacción de pánico al presenciar por primera vez la “forma” del Poewo, aquella forma que se materializaba ante los ojos de la persona que lo veía.

    Pese a eso, podían estar seguros que ya no los atacaría. Se había retirado, por ahora.

    . . .​

    Y mientras la lucha entre los varones y el lobo se efectuaba, en una parte del bosque, Ditry continuaba corriendo, se detuvo un minuto para dirigir su vista hacia dirección donde había dejado atrás a la mujer. Su rostro se mostró triste.

    “Lo siento” pensó al momento de volver a andar.

    Su corazón estaba realmente arrepentido por haberle mentido y manipulado a esa gente, no obstante, no tenía otra opción porque estaba entre la espada y la pared.

    Lo que estaba haciendo era incorrecto, pero lo hacía para proteger a su familia. Ditry continuó cuesta arriba donde quedó en verse con el líder de su pueblo, o mejor dicho, con el usurpador porque sabía que aquel hombre, aunque tuviera la apariencia de quien fue el líder de su pueblo, no era él.

    Fue un suceso extraño.

    Meses atrás el Justo, el líder de su pueblo natal, había desparecido sin dejar rastro. A los lugareños se le hizo muy extraño. Y tal como se hubo ido, regresó, repentinamente, pero con una personalidad diferente. A pesar de ello, los del pueblo no le dieron tanta importancia. Las cosas empeoraron porque para la mala suerte de Ditry y su familia, se dieron cuenta que aquel hombre que volvió de las entrañas del bosque no había sido Justo, había sido un demonio disfrazado de él, se dieron cuenta de eso cuando la familia de Ditry fue secuestrada por él y por ello se le obligó a éste a hacer lo que le ordenaban, para proteger a su amada mujer e hijas.

    Sin saber exactamente en que se había metido, fue obligado a espiar a dichas personas sin saber por qué o quiénes eran; había estado siguiendo a esa mujer, a sus ayudantes y a quienes parecían ser sus pupilos. Documentaba todo lo que hacían ellos para dejar al falso “Justo” al tanto de cada uno de sus movimientos.

    Se había convertido en un espía.

    Entonces, un día, cuando le informó que ellos se movían hacia ese bosque, aquel diabólico ser le dio una nueva orden.

    ¿Has comprendido? —le preguntó al terminar de explicarle el plan.

    Pero cuando haga eso, verán mi rostro y es posible que ya no pueda seguirlos sin miedo a que me descubran —le respondió.

    Es verdad, pero esta será la última orden que te voy a dar porque nos encargaremos de ellos, así que no te preocupes. Tú y tu familia serán libres, lo prometo.

    Y eso fue lo que hizo el hombre, siguió el plan al pie de la letra.

    Primero fingió ser un cazador para distraer a esos dos hasta que llegara la señal, la que aparentemente era aquel lobo. Y era aparente porque en realidad no nunca le explicaron cuál iba a ser esa señal, por esa razón tanto su sorpresa y nerviosismo fue autentico. Igualmente ya el hecho de que sospecharon de que no era un cazador real lo había angustiado, pensando que lo matarían allí.

    Ya después, para finalizar, al llegar la señal debía encontrase con la mujer, a quien debía despistar diciéndole que sus compañeros estaban en otra dirección.

    Al subir a la cima se encontró con ese ser despreciable y manipulador.

    —Terminé. Hice todo lo que me has pedido —dijo con voz entre cortada mirándolo a los ojos.

    Aquel Poewo, quien estaba en en el cuerpo del Justo, quien a su vez era el calvo con quien Amber había peleado días pasados, se limitó a mirarlo fugazmente para luego volver su vista al frente, hacia las copas de los árboles.

    Los Poewo necesitaban estar al tanto de los movimientos que hacían los usuarios de Energía pero como éstos podían detectarlos, no podían acercarse y observarlos de cerca, así que decidieron involucrar a un civil para que fuera quien pudiera mantenerlos informados. Fue por eso que podían aparecer de “sorpresa”.

    Sus labios dibujaron una sonrisa, era divertido, muy pero muy divertido jugar de esa forma con los humanos; fuesen usuarios de Energía o no. Ahora le intrigaba saber cómo reaccionarían ellos al descubrir sus planes. ¿Descubrirían sus verdaderos planes antes de caer en su trampa? Si lograban hacerlo a tiempo les aplaudirían; los humanos eran más ingeniosos de lo que se imaginaron, no obstante, si lograban acorralarlos, bueno, era de esperarse ese resultado.

    —¿A qué dirección están ellos? —inquirió el calvo, refiriéndose a los dos jóvenes.

    —Por allá —respondió Ditry apuntando dicha dirección y luego volvió la vista al calvo para continuar con voz algo nerviosa, aunque intentó disimular—. Ha-harán lo que prometieron, ¿cierto? Dejarás a mi familia y a mí en paz, ¿cierto?

    —¿Con quién crees que estás hablando, humano? —preguntó el calvo dirigiendo su fría mirada hacia el hombre. Aquella mirada provocó que Ditry sintiera un escalofrío.

    Para recordarle con quién estaba hablando, le arrojó algo y como reacción, Ditry retrocedió asustado y aquella cosa cayó al suelo. El varón, con su vista fija hacia el objeto, se agachó un poco para tomar el objeto, al verlo de cerca su rostro se tornó pálido como la misma nieve, y su cuerpo comenzó a temblar, era una oreja; era la oreja de su mujer, la identificó porque tenía el pendiente de oro que le regaló en su boda.

    —Hace mucho que ellos ya no están aquí —mencionó el Poewo, ampliando todavía más su sonrisa al ver la reacción del padre de familia.

    Ditry levantó la vista, sus ojos dejaron de brillar, su familia, su todo, se había ido. ¿Por cuanto tiempo había luchado en vano? Apretó la mandíbula y los puños. ¿Había sido crédulo al pensar que aquel demonio cumpliría su promesa? Tal vez. Quizá muy dentro de sí sabía que terminaría así, pero… a pesar de todo… deseaba creer… creer que luchaba por la salvación de su familia.

    —¡Maldito monstruo! —desgarró su garganta y con ojo llorosos se fue contra el él para derribarlo—. ¡Muere maldito bastardo! ¡Muere, muere, muere!

    El Poewo lo esquivó con facilidad y le devolvió dos golpes en el rostro. Ditry gritó de dolor, le había rompido la nariz, volvió a recibir un par de golpe más, y el varón escupió un diente, levantó la vista solo para ver los ojos de aquel ser mientras sacaba un paño de su bolsillo y se limpiaba la sangre del puño. Con el rostro hinchado, Ditry levantó la vista y observó como el Poewo se acortaba distancia entre ambos. Él comenzó a retroceder mientras el Poewo se acercaba, continuando de esa forma hasta que el hombre se detuvo al llegar al borde del precipicio, miró sobre su hombro la altura de la pendiente, estaba muy alto.

    —Ellas gritaron mientras suplicaban por piedad —expresó el calvo antes de empujarlo para que cayera en el mismo vacío.

    Qué divertido era jugar con los humanos. En verdad lo era.

    El calvo observó el cadáver de Ditry, cuyos ojos reflejaban el más puro horror, luego se volvió cuando uno se sus compañeros se acercó, quien estaba en el cuerpo de un hombre enorme y fornido, que cargaba un enorme garrote.

    —¿Dónde están? —inquirió con aquella voz que imponía.

    —Por allá.

    . . .​

    Brad no evitó preocuparse cuando minutos antes Amber les advirtió que tuvieran mucho cuidado y eso solo significaba que el enemigo empezó a moverse, tal y como lo había dicho Atur minutos atrás, por lo que era inevitable que tarde o temprano se enfrentarían a ellos. Afortunadamente, para ese momento ya habían capturado al White y solo faltaba reunirse con los demás la que era su prioridad. Habían batallado y pasado un martirio para tenerlo en sus manos, no dejaría que nadie llegara a quitárselo así no más.

    —Dile a Amber que tenemos al White —sugirió el rubio.

    Brad asintió y se llevó la radio a la altura de la boca para informar, pero entonces ocurrió, ambos pares de ojos se dirigieron a cierto lugar. Hubo un silencio sepulcral, ni las aves ni el viento se escuchaba. Los dos sintieron un mal presentimiento y no fue necesario que dijeran nada, sabían el significado de aquel silencio. A tantos metros sintieron la presencia de uno de ellos, de los enemigos, y tras levantar la vista, observaron a un enorme hombre musculoso, quien portaba un enorme garrote que arrastraba por el suelo, dejando una marca en su paso.

    Brad y Atur se miraron, por supuesto, no les sería tan fácil huir, así que solo tenían una opción y era la de confrontarlo y debían pensar en cómo porque el Poewo comenzó a mover el arma frenéticamente de aquí para allá como si estuviera amenazándolos mientras sonreía burlón. Tal actitud molestó a Stan. El garrote era el verdadero peligro porque si llegaban a ser golpeados por éste podrían sufrir graves daños.

    El hombre musculoso atacó primero, moviendo el arma para golpearlos, Atur alcanzó a esquivar el ataque, en realidad no podía pelear porque era quien tenía al White. Brad, a su vez, intentó asestarle un golpe en el pecho cuando levantó el arma, pero no previó que el Poewo se movió con rapidez al soltar el arma y golpear al castaño, arrojándolo al aire.

    Brad cayó al suelo con violencia.

    —¡Brad! —gritó impresionado el rubio. Volvió la vista al enemigo quien volvía a tomar el garrote. No solo era veloz, estaba dispuesto a luchar en serio—. ¿Puedes pararte?

    —Sí —dijo poniéndose de pie.

    Afortunadamente se protegió con su yeso, el que comenzó a resquebrajarse, él terminó de romperlo por completo dejando por fin en libertad su brazo.

    —Este enemigo es diferente —comentó.

    —No me lo tienes que decir… —susurró el rubio esquivando los golpes.

    —Yo lo detendré cuanto pueda —le hizo saber Brad—. Reúnete con los demás.

    Atur sonrió, en una forma de ocultar su nerviosismo.

    —Quien debería reunirse con ellos eres tú, Brad. Aquí el mal herido eres tú, todavía no te recuperas bien, ¿cierto?

    Aunque era cierto, no estaba dispuesto a abandonas a su colega.

    —Tengo una idea.

    Pero no tuvo la oportunidad de contársela porque en un abrir y cerrar de ojos el Poewo musculoso hizo un movimiento que Atur no alcanzó a esquivar, obligando a soltar al White para defenderse, el impacto hizo que retrocediera, Atur abrió los ojos tan grandes como pudo al percatarse que había soltado al animal, se giró para ver como Brad se lanzaba para tomarlo.

    El Poewo cambió de objetivo y se fue contra Irik, mas Atur lo detuvo al abrazarlo por la espalda.

    —Tu contrincante ¡soy yo!

    Tarde se dio cuenta que hizo mal en sujetarlo de esa forma, lanzó un grito de dolor cuando muchas cuchillas hirieron sus brazos. Los poewos tenían los cuerpos llenos de armas afiladas, no solo era el garrote, ¡era todo él! Aprovechando la confusión, el Poewo lo golpeó con fuerza, mandándolo a volar.

    No podía tocarlo, tenía que pensar en algo porque el mastodonte era muy fuerte, y si no fuera porque cubrió sus antebrazos con piedras, amortiguó un golpe de cuchillas afiladas. Desde su posición, Brad vio la oportunidad para asestarle una patada llena de Energía, no pareció hacerle efecto alguno, Atur se puso de pie y lo golpeó en la quijada. El Poewo se tambaleó un poco al momento que gruñía porque ese golpe si le afecto. Atur y Brad se alejaron un poco pero sin dejar de mirar al enemigo.

    —Mi patada no funcionó.

    —El muy maldito se cubrió con algo al saber que tu objetivo era allí —respondió Stan entre dientes—. Sabiendo eso, ¿crees que tu plan todavía funcione?

    —Si se hace bien, sí.

    Atur escuchó con atención el plan de su compañero, asintió estando de cuerdo mientras cubría su brazo con piedras al saber su papel se fue contra el Poewo, quien lo recibió con el garrote, pero el rubio se protegió para después atacar con un derechazo. El enemigo desvió un poco de Energía al cubrirse con un metal que salió de su piel. El Poewo miró a su contrincante.

    —Si creen que esta vez será fácil vencernos, están muy equivocados —soltó.

    El rubio retrocedió, pero con una sonrisa en sus labios.

    —Lo mismo decimos nosotros.

    Brad le dejó el White en sus manos al momento que corrió hacia el musculoso, pero antes de atacarlo con el garrote, Irik se deslizó hacia su verdadera meta; la rodilla. Antes de que el enemigo se diera cuenta de su intención, y pudiera protegerse, acumulando Energía en sus dedos tocó una de sus rodillas, destruyéndola. El Poewo se arrodillo y fue entonces que Atur arrojando al White hacia arriba, golpeó con todo a su rival en el pecho mientras Brad agarraba al White.

    La Energía del rubio se distribuyó tan rápido como la misma pólvora y quemó el recipiente, dejando al Poewo sin uno. El cadáver azotó en el suelo y el extraterrestre se fue de allí. Había terminado. Acabaron con el enemigo y por unos momentos les pareció un sueño, los dos se miraron, ambos estaban festejando internamente. El plan de Brad había funcionado muy bien.

    —Debes admitirlo, hacemos un buen equipo —soltó Brad.

    —Hicimos un buen equipo —reconoció, en voz baja—. Pero que te quede bien claro que solo lo hice para ahorrar tiempo porque yo lo hubiera derrotado solo.

    —De eso estoy seguro. Ahora solo queda reunirnos con la maestro, Edwin y Stanley.

    Y sin perder más tiempo se dirigieron hacia allá. Atur se dio cuenta de algo al mirar a Brad de reojo, había cambiado un poco, aunque todavía era un poco distraído y algo inocente, se dio cuenta que había crecido mentalmente, no había dudado ni un segundo en aquella pelea. Y pensar que dos noches atrás estaba por huir con la cola entre las patas y ahora… ahora se veían más resuelto que nunca.

    Al llegar, primero vieron a Amber mirando el cadáver en descomposición de un lobo. Después vieron a Stanley descansando en pleno suelo y a Edwin a un lado, recargado en un tronco. Los tres adultos se volvieron al White, y dejaron descansar su alma.

    —Buen trabajo —dijo Amber, orgullosa.

    Aquella tarde fue una victoria para ellos. Lograron su cometido, el que no fue fácil pero tampoco fue el peor; después de todo habían terminado con su deber.


    . . .​

    White capturados:
    4
    White restante: 1
    White desaparecidos: 2



    Fin del capítulo.
     
    Última edición: 2 Agosto 2023
  6. Threadmarks: Capítulo 23.- No solo se fortalece el cuerpo, también la mente
     
    Sonia de Arnau

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    Capítulo 23
    No solo se fortalece el cuerpo, también la mente

    En el transporte que los llevaba hasta el campamento, las cinco personas intercambiaron información sobre lo que les ocurrió con los enemigos: sobre el Poewo que atacó a Brad y Atur, el lobo y el supuesto cazador, y al tocar ese último punto, no era necesario pensarlo mucho para llegar a la conclusión de que el enemigo los estaban vigilando por medio de ojos humanos. Eso solo significaba que ahora tenían que ir con mucha más precaución ya que cualquiera podía trabajar con ellos. Cualquiera persona podía ser un enemigo en potencia.

    —No creo que ellos quieres hacerlo porque sí —mencionó Stanley, empatizando con esas personas.

    —Puede que los estén extorsionando o amenazando.

    —En pocas palabras, son personas inocentes —comentó Brad.

    —Sí, pero al hacer eso se convierten automáticamente en nuestros enemigos.

    —No lo digas de esa forma, Atur, si en verdad están siendo amenazado tenemos que ayudarlos. Tiene que haber alguna forma de salvarlos de sus garras. Esas personas no son realmente nuestros enemigos.

    —Lo que sucede es que eres demasiado positivo, Brad. A veces es bueno pensar en nuestro beneficio si queremos terminar con esta misión.

    —Me duele decirlo pero Atur tiene razón. Aunque intentemos ayudarlos no creo que podamos hacer gran cosa. Desconocemos la forma en que están operando —comunicó el Lkijo con un vacío en el estómago, era el primero en conocer la verdadera naturaleza de ellos y los presentes debían imaginárselo también, las amenazas que los Poewo pudieran hacerles no serían vacías.

    Un silencio envolvió la atmósfera ante los posibles resultados, era realista pensar que quienes estuvieran involucrados con ellos, ya no tendrían ninguna esperanza. Aunque ya no los ocuparan, no los dejarían libres. Amber miró a cada uno de los presente.

    —Algo dentro de mí pensó que en esta ocasión nos libraríamos de pelear contra ellos. Ahora sé cómo es que saben de nuestros movimientos.

    —Desde mi punto de vista, creo que es mejor así —habló Atur—. Si nos atacan de una vez es mejor. La espera a veces es mucho más frustrante y desgastante que la misma lucha. Por lo menos tenemos la ventaja de que necesitan el cuerpo humano para captura a los White, derrotándolos sabemos que tenemos menos presión. Por lo menos así es como pienso.

    Atur había dicho algo interesante.

    Amber había estado meditando en eso desde hacia tiempo, en que los Poewo los estaban atacando psicológicamente. Esa tarde solo confirmó su teoría. La forma en que se movilizaron solo indicaba que estaban haciendo presión. Entre más se enfrentaba a ellos, más se daba cuenta de que eran muy inteligentes.

    —No se diga más —dijo Amber, entusiasmada—, ese será su próximo y último entrenamiento.

    Ambos pupilos miraron a su maestra.

    —¿“Ese”? ¿Cuál?

    —Un entrenamiento lleno de presión. Ellos nos acorralaron y si no fuera porque teníamos comunicación, posiblemente hubiéramos caído en su trampa —Miró a Stanley y a Edwin—. No me malinterpreten, pero tuvieron mucha suerte de que hayan derrotado al loo antes de mi llegada, pero si no hubiéramos tenido comunicación no hubiéramos sabido lo que estaba planeando.

    —Creo que tienes razón cuando dices que fue suerte —dijo Hugo.

    —Yo no lo creo —dijo Brad—. Me creerán loco pero —Frunció el ceño ante una idea—, creo que ellos aprovecharon que teníamos comunicación.

    —Pienso lo mismo —secundó el rubio—. Si no es así, ¿por qué querrían que Amber se alejara de su lugar? Creo que sé lo que piensa Brad, ellos querían apartarnos de nosotros , utilizaron a Edwin y a Stanley como carnada, y pensaron que nosotros seriamos un blanco fácil. Es innegable que a quien le tienen más miedo es a ti, Amber, siempre intentan separarte del grupo.

    —Entonces Amber tendría que ser la que vaya por el White —opinó el amigo de la familia.

    —Amre y Atur son la mejor opción, sin desacreditarte Brad.

    Amber reflexionó en todo lo que se habló. Era muy factible. Ahora tenía que pensar en un plan para la siguiente y última caza, saber todas esas opiniones la ayudaba para formar un campo y así saber cómo actuar para el próximo movimiento.

    Solo uno más. Solo un White más para que toda esa pesadilla finalizara. Tener que pensar y planear su siguiente movimiento comenzó a sentir mucha presión. Faltaba capturar uno pero si se equivocaba en una cosa, con un pequeño error, podría perderlo todo. A pesar de sentir ese gran peso, se mostró animada y antes que nada, les dijo a sus compañeros que por hoy se relajaran, descansaran porque mañana seria otro día para pensar en todas esa cosas. Por ahora, todos merecían un buen descanso.

    Muy de mañana Brad se levantó y lo primero que hizo fue bajar al centro del pueblo para ir al servicio postal para preguntar si había alguna carta para él. No evitó emocionarse al escuchar que había algo para él, eran dos cartas; cartas que su amada Lana le envió.

    Debido al trabajo de ella, viajaba por toda la república pero le prometió que le escribiría, y aunque el joven cultivador deseaba hacer lo mismo, como las bailarinas no tenían un lugar fijo en donde quedarse, aunque deseara responderle a Lana, no podía recibir sus cartas. Así que solo podía recibir las suyas. Brad las tomó y abrazándolas con fuerza como si fueran la misma Lana, salió del local y con una enorme sonrisa de oreja a oreja regresó al campamento, ansioso de leer las palabras de su amada. Amber, Atur, Edwin y Stanely ya se habían levantado.

    Brad leyó las cartas con mucha atención; ella mencionaba lo mucho que lo extrañaba, lo que hacía con sus amigas, en que lugar se situaban, cómo se encontraba, también le preguntaba a él cómo estaba, si estaba descansando bien, finalizando con lo mucho que deseaba estar a su lado además de disculparse por las trivialidades. Le gustaba saber de ella todo lo posible, sus gustos y disgustos. No le molestaba nada que le contase la cosa más ínfima que para él, no existía. Cuando terminó de leerlas, inspirado como si hubiera sido golpeado por una Musa, tomó una hoja de papel y empezó a escribir sobre él, una respuesta.

    “Querida Lana. No tienes porqué disculparte” empezó escribiendo, “Al contrario, tus palabras son bienvenidas. Me da mucho gusto saber que estés con bien...” de esa forma continúo respondiendo. Agradecía mucho ese medio de comunicación porque hacía que dos personas pudieran mantenerse en comunicación a pesar de la larga distancia.

    —¿Y tú, qué tanto haces? —preguntó Atur al verlo tan ensimismado escribiendo en la hoja de papel. Atur estaba empapado de sudor, había estado entrenando a pesar de que ese día era para descansar.

    —Atur —se sorprendió de verlo y luego se sinceró observando las cartas—: Ahora mismo me siento realmente muy feliz, deseo que termine todo esto, la misión.

    El rubio desvió la vista a las cartas, sabía lo que estaba haciendo, y realmente se sintió feliz por su compañero. Qué bien para Brad Irik que había encontrado una nueva motivación en su vida, hasta cierto punto le tenía algo de envidia.

    —Estoy pensando seriamente en pedirle matrimonio a Lana una vez terminemos de capturar al último White —confesó el castaño—. Quiero pasar el resto de mi vida al lado de ella. Formar una familia con ella. Construirle una casa con mis propias manos y amarla hasta el final de mis días. El amor es… es lo más hermoso del mundo. ¿Tú no tienes a alguien especial?

    Aquella pregunta lo tomó por sorpresa.

    —No. No tengo tiempo para eso —dijo de forma cortante.

    —¿Nunca te has enamorado?

    —Esas cosas no son para mí. Lo mio es ser libre, aventurarme y demás.

    —Bueno, mientras uno tenga ese tipo de pasiones está bien.

    —Por cierto, ¿por qué le escribes si no puedes mandarle respuesta? —preguntó con intención de cambiar el tema, pero a la vez curioso.

    Brad sonrió y mientras volvía su vista a la carta que escribía, contestó:

    —Porque cuando la vuelva a ver, quiero darle todas las contestaciones de cada una de sus cartas. Quiero que sepa que aunque éstas no las recibió a su debido tiempo, cada una de ellas fueron respondidas en su tiempo.

    Atur rio ligeramente ante el pensamiento cursi, no porque se estuviera burlando de él, más bien porque nunca se imaginó que su compañero fuera un romántico empedernido, aunque tampoco salía mucho de su personalidad. A pesar de lo que pudiera parecer, se alegraba de él. Brad tenía un motivo para luchar, en cambio él, ¿qué tenía? Todo lo que hacía lo hacía porque… porque solo deseaba rellenar el hueco que tenía en su corazón.

    —Es absurdo y tonto lo que dices. Hablas como si el amor fuera lo más de todo.

    —Así es el amor. El amor puede hacer eso y más.

    —¿Así? ¿También puede salvarte de los Poewo?

    —¿Por qué eres así de frío, Atur? A ti de veras que te faltó el amor de madre…

    Brad se tapó la boca al comprender que había dicho lo prohibido, no lo dijo en son de ofender, se le escapó. Levantó la vista para ver al rubio, en una forma de disculparse, pero había sido tarde, Atur frunció el ceño evidenciando la molestia ante el comentario fuera de lugar.

    —Lo siento, Atur, no fue mi intención…

    —Ya, está bien. En todo caso, solo venía para decirte que Amber dijo que mañana por la mañana comenzaría nuestro último entrenamiento y que descansemos muy bien.

    —¿Y-y sabes de que se tratará? —preguntó rápidamente, más que nada para que Stan no se retirara con una idea equivocada de él—. Con eso de que dijo que iba a ser un entrenamiento especial.

    —¿Entrenamiento especial? Ja, ¿qué no ha sido un entrenamiento especial? Esa mujer se saca entrenamientos raros de quien sabe donde.

    —Oye, no te expreses así de ella. Ten más respeto a tus mayores.

    —Ah, discúlpeme Edwin Junior, quise decir la honorable maestra —dijo en un evidente sarcasmo.

    Brad lo miró sin gracia.

    —Seguro que eso lo digo al verte, mírate, ¿estabas entrenando, verdad?

    —Nunca está de más sacarse un power-up de quien sabe donde. Tú deberías de hacer lo mismo. Lo que sea. Si preguntan por mí, diles que bajé a la ciudad.

    . . .​

    Esa idea había estado cruzando por su mente desde hace años, la charla que tuvo con Brad solo le reafirmó que todavía no la olvidaba. Tenía miedo de encontrarla, a pesar de que muy en el fondo deseaba hacerlo. Desde toda la vida Arturo Stan había deseado encontrar a su madre y reencontrarse con ella. Quería hacerse fuerte para demostrarle a quién lo abandono que se convirtió en un hombre fuerte. Aunque hubieron ocasiones en que desistía de esa idea, muy dentro de él quería conocer sus raíces.

    Esa aventura estaba apunto de llegar a su fin, era el momento de empezar a buscar pistas sobre su progenitora. Las calles de la ciudad estaban transitadas, era medio día, la hora en la que el comercio estaba a tope. Atur se encaminó a la biblioteca para comenzar a buscar información sobre la familia y apellido; Stan. Tal vez podría empezando con ello encontraría el nombre de su madre y ya teniendo el nombre, podría encontrarla.

    Cuando niño y adolescente siempre le preguntaba a Edwin sobre ellos, sobre sus padres, pero él nunca le contó nada, se rehusaba a hacerlo aunque él lo insistiera tanto. Cuando se dio cuenta que Edwin nunca le diría nada, desistió de preguntarle. Así que lo único que sabía a ciencia cierta era que se apellidaba Stan. Una vez en la biblioteca se dispuso a leer los registros genealógicos de los habitantes de Etage; buscó su apellido. Reunió a varios con ese nombre. Abril Stan, Aisha Stan, Basilio Stan, Ciro Stan, Doro Stan, Emer Stan, Epifasio Stan… entre otros tantos más.

    Atur suspiró, eran muchas personas, como se acostumbraba a que una vez se casaran la mujer adoptara el apellido del esposo, se limitaría a leer información de los varones. Por ejemplo, Abril Stan, según lo que leyó era una mujer de treinta años cuyo registro dice que es soltera, se enfocaría en las familias, si tenía suerte podría hasta encontrar a su nombre. Las horas pasaron volando entre más y más se adentraba a lo que podía leer de algunas de esas familias. Tras leer solo el historial de cuatro, el rubio se recargó en el respaldo y dejó escapar un suspiro mientras se masajeaba los ojos cansados de leer tantas letras. Afuera, el cielo se había tornado naranja, se le había pasado volando el tiempo y sabía que tenía que descansar.

    Desvió sus ojos a las próximas familias; Doro y Emer Stan. Leyó un poco por encima lo de Doro, era una familia humilde que se dedicaba a la jardinería, al parecer solo tuvo un hijo único llamado Emer, bostezó involuntariamente y volvió a masajear sus ojos, estaba cansado y un poco mareado, era la primera vez que había leído tanto.

    —Ya vendré otro día —se dijo para sí mismo mientras recogía todos los papeles del escritorio.

    . . .​

    Ambos pupilos se encontraban pensativos entre lo que, minutos antes, Amber les explicó.

    Se encontraban en un lugar solitario, rodeado de árboles, aunque no era precisamente un bosque. A cada uno se les entregó un radio para comunicarse, de esa forma podían trazar un plan, para mantenerse en comunicación o para lo que desearán. Cuando Amber los guió hasta ese lugar, solo les dio dos explicaciones: 1) Su cometido era llegar al "centro" y tomar la bandera roja antes que ella o Edwin, quienes fungirían como los enemigos, y 2) Cuidarse de no ser derrumbados por ellos porque si llegaban a serlo, perdían automáticamente. No se les dio más explicación. Según en palabras de Amber, esa práctica era una simulación de una lucha contra los Poewo.

    Existían dos desventaja al enfrentarse contra Amber y Edwin que enfrentarse con los Poewos; a estos últimos podían detectarlos sí o sí, a Edwin no (y debían tener en cuenta que podía leer mentes) y Amber podía desaparecer su Energía, podrían tener la ventaja de llegar a la bandera primero.

    El lugar estaba demasiado silencioso, debían prestar más que la debida atención a cualquier ruido.

    —Bien, Brad, lo primero es empezar a moverse, el objetivo está entre setecientos y ochocientos metros de distancia. Ve hacia la izquierda y yo iré a la derecha.

    —¿Nos separaremos? —A Irik no le pareció una buena idea—. ¿No crees que es mejor ir juntos?

    —Pensé lo mismo, pero creo que lo mejor sería que uno identifique al enemigo mientras que el otro se mueve hacia el objetivo.

    —¿Crees que los dos actúen juntos?

    —Honestamente no lo sé.

    Brad miró la radio.

    —Atur, es probable que Edwin y Amber piensen que nos separaremos porque tenemos comunicación.

    —Precisamente por eso —El rubio miró a su compañero—. Eso es lo que desean que pienses.

    —Espera, Atur —Detuvo a su compañero antes de que se fuera—. Creo que sé lo que está pensando Amber. Recuerda que este es un entrenamiento para confrontarnos contra los Poewos, así que debemos pensar que el objetivo es el White mientras que Amber y Edwin son los enemigos; eso significaría que nosotros dos debemos estar juntos. Trabajo en equipo.

    “¿Así que la radio es para despistarnos?” pensó Atur.

    —Esa mujer es astuta —soltó en voz baja.

    —Antier lo comentamos, ¿lo recuerdas? Sobre que los Poewo saben que tenemos comunicación, asi que pensarán que nos separaremos.

    Los dos empezaron a moverse sin dejar de prestar atención al entorno. Reinaba un silencio abrumador. Debían estar preparados para que alguno de los dos atacara. Atur comenzó a ponerse nervioso, a cualquier pequeño sonido movía su cabeza hacia esa dirección, esperando un ataque.

    “Tranquilo”, se dijo a si mismo, “No te pongas nervioso. Piensa en cómo resolver esto y cómo actuarían”.

    Observó a Brad, quien se le veía calmado. Debía aprender a hacer lo mismo, alterarse no lo ayudaba en nada.

    —Tenemos que movernos, o hacer algo —comentó, preocupado—. Si alguno de los dos ya actuó, está a ventaja de alcanzar la bandera y nosotros perdiendo el tiempo aquí.

    —No, ellos no pueden hacer eso —comentó Irik—. Están simulando ser Poewos, así que no pueden saber dónde está la bandera.

    Era verdad, Atur estaba tan preocupado de que Amber y Edwin conocían el objetivo que olvidó que estaba haciendo una simulación. Por mera lógica no podían hacer nada si ellos no se dirigían hacia allá, así que estaban esperando a que ellos se dirigieran al centro para poder conocer la posición de la bandera roja.

    Atur volvió su vista alrededor y entrecerró los ojos. Existían muchas posibilidades, siendo, por ejemplo, uno de ellas que los estuvieran acechándolos y mirando cada uno de sus movimientos y atacar cuando tuvieran la oportunidad. ¡Eso era! Atacarían cuando tuvieran la oportunidad, ¿cuál era esa oportunidad? Cuando comenzaran a moverse al objetivo, ¿y quién sería el atacante?

    —Brad, hay que correr lo más rápido posible.

    —¿Correr? ¿Por qué?

    —Creo que los dos no harán ningún movimiento hasta que estemos cerca de la bandera.

    “Los Poewo nunca nos han atacado antes de que estemos donde el White” pensó.

    —Amber será quien nos detendrá y Edwin aprovechará la situación para ir por la bandera —continuó—. Pero, si nos dirigimos rápidos hacia allá, quien nos asecha no tendrá más opción que la de aparecer para atacarnos y detenernos. Así actuaría un Poewo, ¿no es verdad?

    Irik asintió al comprender las palabras de su compañero, cuando los extraterrestres veían que ellos comienzan a movilizarse con prontitud, tenían que actuar antes. Además, Brad sabía que el plan de Atur era obligar a que Amber los detuviera antes de llegar al objetivo, y ese momento lo aprovecharía para tener un uno vs uno con ella. Él a su vez, tendría una pelea contra Edwin.

    A la cuenta de tres, los dos salieron corriendo dirección al objetivo, y la suposición de Atur era cierta, cuando de adelantaron el acechador aumentó la velocidad para alcanzarlos, sin embargo, no era su maestra, era Edwin.

    Desde su posición, el pelirrojo sonrió al ver que Amber había tenido razón. Salió de su escondite para atacarlos y detenerlos. Se lanzó contra Atur, quien era el verdadero objetivo. Solo tenía que derrumbarlo para ganar.

    —Así que eras tú, Edwin, quien nos seguía —soltó Atur bloqueando la patada del Lkijo—. Perfecto —Se dijo mientras sus labios esbozaban una sonrisa, fuese o no una prueba, lucharía cuerpo a cuerpo contra él.




    Fin del capítulo.
     
    Última edición: 2 Agosto 2023
  7. Threadmarks: Capítulo 24.- Atur vs Edwin y Amber vs Brad, ¿quienes serán los vencedores?
     
    Sonia de Arnau

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    Capítulo 24
    Atur vs Edwin y Amber vs Brad, ¿quienes serán los vencedores?


    La prueba era un simulacro.

    Los mayores interpretaban a los Poewo y éstos no tenían el conocimiento exacto de dónde se encontraba el White, así que Amber debía mantenerse cerca, quizá detrás de Brad, esperando a que uno de ellos se acercara a la bandera para revelar su ubicación, confiaba en que Brad pudiera obtenerla primero.

    Edwin y Atur se miraron y después se pusieron en posición de ataque.

    El primero en atacar fue el mayor, mas Atur, conociendo de antemano el típico ataque de Rules, dio un par de pasos hacia atrás, no para huir sino para desubicar a su contrincante, dándole resultado porque pensó que lo bloquearía, fue en ese momento en que Atur le lanzó un izquierdazo en el pecho para rematar con un derechazo en el rostro. Aquel movimiento sorprendió al mayor, ¿dónde aprendió ese movimiento? Edwin retrocedió mientras observaba como el rubio volvía a su posición de ataque.

    —Tendré piedad de ti, y no usaré Energía —le dijo—, pero supongamos que si la estoy usando y si fueses un Poewo de verdad, ahora misma estarías derritiéndote.

    Los ojos del rubio reflejaron fuego. No iba a dejar que Brad le ganara. Día y noche estuvo practicando para mejorar sus movimientos y su agilidad, y aquella pelea le pareció la más adecuada para poner en práctica lo que había estado aprendido. Por otro lado, Edwin simplemente sonrió un poco excitado, definitivamente lucharía con seriedad. Aunque se tratara del hijo de Amber, iría con todo.

    —¿Así? Ya veremos si no te obligo a usarla —le advirtió.

    El rubio se giró rápidamente a la vez que esquivaba, casi por nada, un ataque de Edwin, aprovechando la posición, Atur dirigió su puño hacia el rostro de su contrincante, pero no tomó en cuenta que Edwin leyó su movimiento y se agachó para esquivarlo, a la vez que con un movimiento le proporcionó una patada, el joven fue lanzado con fuerza y como pudo se mantuvo en pie. Atur se limpió la baba que salió se su boca mientras usó su brazo como escudo, deteniendo una patada de parte de Edwin. Atur apretó los dientes, sería mucho más difícil detenerlo de lo que pensó, tenía que reconocer que Ed siempre fue muy ágil, teniendo la ventaja de que podía leer los movimientos.

    Edwin había tomado la decisión de no volver a ser golpeado por los puños de Atur, y el último se dio cuenta de eso cuando él se acercaba y éste esquivaba, pero contraatacaba. Arturo retrocedió, pero en cuestión de segundos, ya tenía a Edwin a su lado, esquivó su primer ataque, pero el segundo no, le dio un rodillazo en pleno estómago, obligándolo a escupir en el proceso. Edwin retrocedió y Atur levantó la vista para mirarlo.

    ¿De verdad simulaban una pelea Poewo vs usuario de Energía?

    Debía admitirlo, la pelea era mucho más emocionante.

    . . .​

    Desde su posición, Amber sonrió al notar que sus pupilos no la defraudaron. Originalmente quería enfrentarse contra Arturo porque quería medir cuanto mejoró su control de Energía, pero al ver la decisión que tomaron, se dio cuenta que los dos comprendieron a la perfección la finalidad de ese entrenamiento; llegar a la bandera (White). Brad era mucho más rápido que Arturo, así que, con eso en mente se dirigió para detenerlo. Dejaría en manos de Edwin a Arturo.

    . . .​

    En un descuido, Edwin tomó del brazo a Atur, el joven intentó zafarlo, alejarlo de él, pero su agarre era fuerte. Forcejearon los dos, pero ninguno desistía. Edwin solo necesitaba derribarlo para ser el ganador y eso intentaba hacer, pero las sólidas piernas de Atur eran tan firmes como las raíces de un gran árbol.

    —Si crees que fingiré que estás usando Energía, no lo haré. Mi papel ahora es ser un Poewo, si quieres ser el vencedor, debes usar Energía en mí —amenazó el Lkijo.

    “Vamos, demuéstrame que has mejorado”.

    Atur apretó la mandíbula con fuerza, Edwin estaba intentando derribarlo y la única forma de soltarse del agarre era utilizando su Energía, pero… no podía hacerlo porque no deseaba herirlo de gravedad. Tampoco podía alejarlo con un rodillazo porque su movimiento era evidente. Le resultaba difícil atacar en esa posición tan cerca al oponente sin usar Energía.

    La intención del Lkijo era magullar su orgullo, pero no, no se lo permitiría. Pensaría en algo para escaparse de su agarre. En lo único que pudo pensar fue agachar la cabeza a la altura del pecho de Rules, obligando a que él también se inclinara un poco para luego correr hacia adelante, haciendo que Edwin también lo siguiera hasta que la espalda de este último chocara contra el tronco de un árbol, sacándole aire, sin embargo, continuaba asido al rubio. No estaba dispuesto a soltarlo. Aunque ese no era su ataque, Atur retrocedió y se agachó todavía más. Por un momento Edwin no supo lo que estaba intentando hacer sino hasta que la espalda de Stan lo golpeó con su cabeza mientras lo empujaba, así que el golpe en ambos lados (espalda y pecho) fue tan fuerte que sus manos flaquearon.

    Y cuando Atur se soltó no se hizo esperar para darle un fuerte golpe en la cara detrás de otro, estando acorralado entre sus puños y el árbol. El pelirrojo intentó agarrarlo, pero esta vez Atur golpeaba sus pies con sus propios pies para alejarlo. Edwin se dio cuenta que no volvería a caer en la misma trampa.

    ¿Cuándo fue la última vez que luchó contra Atur? Hacia mucho, en realidad. La última vez fue poco antes de que cumpliera los dieciocho años. Le enseñó todo lo que pudo. Hasta ahora se dio cuenta que él no se conformó con eso y había entrenado por su cuenta. Hacia tiempo que lo rebasó en fuerza y destreza.

    La respiración del joven demostraba su cansancio y el sudor en su frente, el esfuerzo que estaba haciendo.

    Si fuera un Poewo y Atur usara Energía, ahora mismo su cuerpo estaría malherido. Se puso de pie y lo desafió a que lo derrotara hasta que no pudiera levantarse. Si no quería usar Energía en él, entonces lo derribara hasta que él no pudiera levantarse.

    —Sabía que no serías un oponente tan fácil —dijo Atur con voz entre cortada, al saber que Edwin no se detendría hasta que usara Energía. Lo estaba obligando a usarla y eso comenzó a molestarle.

    El Lkijo se puso en posición, primero un puñetazo, el que Atur esquivó moviéndose a un lado y luego, rápidamente se movió al otro para desviar otro puñetazo. Y mientras continuaba con sus ataques, observó los ojos del joven Arturo, era la primera vez que notaba que estaba observando sus movimientos para atacarlo en el preciso momento. Ya no atacaba por atacar, estaba guardando energía.

    En ese aspecto, había madurado. Intentó darle una patada pero volvió a retroceder. Podría decirse que estaba huyendo, pero no. Los ojos de Atur estaban fijos a una meta, a terminar esa confrontación en un solo golpe. Y así fue, cuando Edwin se fue contra Atur con una patada y Atur, desviándola con destreza remató con una ráfaga de puñetazos en pleno pecho y para su sorpresa, Arturo colocó su dedo índice sobre el hombro izquierdo de Edwin y éste lo miró, intentando descifrar su mirada.

    —Amber me dijo que mi Energía es muy fuerte, por eso he intentado controlarla mejor. Así que, pido disculpas si te duele mucho.

    Soltó un poco de Energía y Edwin sintió como una descarga eléctrica entraba por todo su cuerpo, sí, le dolió y se tomó la parte afectada a la misma vez que se arrodillaba y apretaba la mandíbula para no quejarse, después de todo era lo quería desde un principio, pero sí, se sorprendió mucho de que terminara usándola. Atur se había dado cuenta que no lo dejaría hasta que lo moliera a golpes al punto de que no se pudiera levantar, usara Energía o ser derribado. Tomó la mejor decisión pero la más arriesgada. Sin embargo, se pudo dar cuenta que ahora Atur había aprendido más auto-control no solo en Energía sino en él mismo.

    —Ya estoy muerto —concluyó Edwin, cansado.

    Levantó la vista al ver que Arturo le estiraba la mano para ayudarlo a ponerse de pie. Ahora que había derrotada al enemigo, debía dirigirse hasta donde Brad para ayudarlo a detener al próximo enemigo.

    . . .​

    Brad no se detuvo ni disminuyó su paso hasta que a lo lejos vio la bandera clavada en la tierra, fue a escasos metros que Amber se dejó ver cuando aceleró su velocidad. No se fue contra él, sino en su verdadero objetivo que era la bandera y si la tomaba sus pupilos perderían, aunque Arturo ganara la batalla, el verdadero objetivo de ella era la bandera. Brad usó Energía para envolver sus piernas y así alcanzar a Amber a tan pocos metros del objetivo.

    Ella sonrió y lo miró asombrada por la repentina velocidad de Brad, iba a detenerla. Ella se detuvo para recibir y detener el golpe del joven, pero para su sorpresa, aquello fue una finta porque él se giró tan rápido como pudo dirigiéndose hacia la bandera. Amber comprendió la intención del castaño, pero no se lo permitiría, así que se fue contra él, con la intención de hacerlo caer y derribarlo, pero Brad, como si hubiese leído su mente, se detuvo al momento que se giraba y atacaba pero su golpe fue bloqueado con un escudo improvisado que usó su contrincante, una rama de árbol.

    Amber quiso atacarlo pero Brad movió sus brazos con velocidad deteniendo el ataque, usando su brazo con Energía, ella notó la rápida reacción de él, lo felicitó en su mente, pero eso no terminaba allí, aprovechando ese movimiento, Amber golpeó su estómago ante la apertura que dejó Brad, ella, como tal, no estaba usando Energía porque simulaba ser un Poewo, sin embargo, sí la utilizaba como defensa, cosa que hizo bien ya que Brad la volvió a utilizar como escudo protegiéndose el estómago, él la miró con sus ojos reflejando decisión, usaría la Energía sin remordimiento porque él sabía que ella lo haría también. Amber no evitó sonreír y es que era más que consciente que Brad, de los tres, era quien dominaba mejor el poder.

    Brad asió el brazo de la mujer con toda la intención de utilizar su propio cuerpo para arrojarla al piso y así tener la oportunidad de tomar la bandera, pero ella, utilizando su Energía, se aferró al suelo tan firme como pudo, así que Brad ante la fuerza que ejerció, se desequilibró un poco y Amber lo iba a golpear para derribarlo por completo, no obstante, Brad se apartó con prontitud, yéndose directo al objetivo.

    El castaño estaba dispuesto a ir por el banderín cuando Amber se dirigió para atacarlo, entonces detuvo el ataque al sentir que alguien le arrojaba algo, ella se giró hacia la dirección y vio a Atur dirigirse a ellos. Éste le había arrojado una piedra para obtener su atención.

    “Así que Edwin perdió” pensó, mas su objetivo era Irik, por lo que ignorándolo se volvió hacia el castaño.

    —Ahora yo seré tu rival —alzó la voz, aumentando la velocidad.

    Arturo se fue con todo para detener a Amber, quien hizo todo lo posible para quitárselo de en cima, para derribarlo pero no le quitaba el ojo de encima a Brad, quien estaba apunto de llegar al banderín. Amber esquivaba a la vez que atacaba, mas debía admitir que Atur se movía muy bien, atacando y esquivando. Aprovechando esa única oportunidad, Brad se dirigió hacia la bandera y la tomó, junto en el momento en que Amber se giraba para detenerlo, fue demasiado tarde, ellos habían ganado. Sonrió al haberse dado cuenta que sus dos pupilos habían trabajado en equipo. La intención de Brad era ir por la bandera mientras confiaba en que Arturo derrotaría a Edwin para ir a detenerla a ella. Al mismo tiempo que Atur confiaba en que Brad haría lo posible para ir por el banderín, confiando en él.

    Los felicitó por su gran empeño. Estaba orgullosa de los dos. Los cuatro se sentaron y descansar un poco, y finalmente se regresarían al campamento.

    —Brad —La mujer lo llamó—. ¿Qué fue lo que hiciste cuando fuiste por mí al principio?

    El joven la miró, en un principio no sabía a lo que se refería.

    —Cuando corriste hacia mí.

    —Ah, usé Energía. La acumulé en las piernas, algo similar a como cuando la uso como un escudo, utilizándola solo momentáneamente, para ese momento y obtener un poco más de velocidad.

    Era la primera vez que pensaba utilizarla de esa forma, si bien se suele usar como un potenciador para obtener más velocidad y fuerza, él solo la canalizó en sus piernas, no terminaba de sorprenderle el excelente dominio que tenía sobre la Energía. Brad tenía una desventaja, si se comparaba con Arturo y ella misma y era que su Energía era mucho más débil, no obstante, podía administrarla y canalizarla a la perfección. De igual forma le asombraba mucho su agilidad mental.

    Una vez que llegaron al campamento. La mujer se acercó a Edwin para preguntarle:

    —¿Cuál es tu análisis?

    —Positivo —respondió el varón—. Hablando de la última vez que me enfrenté a él, Atur ha mejorado y evolucionado mucho, ya no es tan impulsivo a la hora de combatir y aunque en un principio dudó en usar Energía conmigo, terminó usándola al verse acorralado, pero pudo controlarla. Aunque todavía tengo secuelas de eso.

    Se alegró por ellos. Ya estaban más que listos, ya no había nada más para enseñarles. Su entrenamiento finalizaba oficialmente ese día y se los dijo esa noche mientras cenaban. No obstante, les recordó que hasta que obtuvieran el último White, podrían decir finalmente que todo había terminado.

    —Nos falta solo uno; un White.

    —Sí —dijeron al unísono los dos jóvenes.

    Tenían sentimientos encontrados por la situación, por un lado contentos de haber llegado hasta allí, y por el contrario, tristes porque había hecho eso como una rutina.

    —Tenemos que planear muy bien nuestra última jugada. Estoy segura que los Poewo planearán algo, saben que no volverán a engañarnos con las mismas tretas y teniendo en cuanta la última, tenemos que estar preparados para cualquier tipo de ataque.

    —¿Dónde queda el último? —preguntó Atur.

    Amber tomó el mapa, lo extendió sobre la mesa y señaló la ubicación. Era el White más alejado de todos, por esa razón es que Amber quería dejarlo hasta el final. Se encontraba a varios días alejado del campamento.



    Fin del capítulo.
     
    Última edición: 2 Agosto 2023
  8. Threadmarks: Capítulo 25.- Encontrándose con el pasado
     
    Sonia de Arnau

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    Capítulo 25
    Encontrándose con el pasado

    Como se trataba de un viaje muy largo, no solo tenían que tener un plan para cuando llegaran a la ubicación del White, tenían que prestar atención a cualquier persona que pareciera sospechosa. Se encontraban en un punto en el que no podían confiar en nadie. Ese mismo día subieron al carruaje y se alejaron del campamento, primero llegarían a la casa de Amber y se quedarían allí para recolectar víveres, agua y ropa, el viaje sería de dos días y medio, y si continuaban de noche llegarían más rápido.

    El plan era descansar un día y viajar por la madrugada del siguiente.

    Aunque su entrenamiento oficial terminó, Atur y Brad decidieron entrenar por su propia cuenta ese día de descanso. Ambos estaban decididos a dar lo mejor de sí para capturar de forma exitosa al último White. Era su última batalla por lo que significaba que era la más arriesgada. Y aunque Amber les aconsejó que descansar, ellos no quisieron y una vez terminaron de desayunar, se retiraron. Amber respiró el aire fresco de la mañana, se llevó la taza a la altura de los labios y bebió del té. Deseaba terminar con toda esa pesadilla. Deseaba tener una vida tranquila, sin la necesidad de preocuparse por el futuro. Observó a Edwin acercándose, tomó asiento a un lado de ella.

    —Stanley no podrá acompañarnos esta vez —dijo mostrando un telegrama, regresaba del centro de la ciudad.

    —Creo que es lo mejor. Él tiene una familia, lo mejor para es que esté a salvo.

    —¿De qué hablas? Tú también la tienes, Brad también, Arturo y… —La miró—, hasta yo.

    La mujer sonrió.

    —Tienes razón.

    —¿Has pensado en algún plan para esta captura?

    —Arturo y yo iremos directo al White, Brad y tú serán el apoyo.

    —Un plan simple —dejó escapar el varón.

    —Un plan simple no necesariamente dará resultados negativos. La zona en la que el White se encuentra es un prado, no hay montañas o bosques en la cercanía. Toda esa zona es plana, por lo que si hay un ataque de los Poewos, será de forma directa —Ella se incorporó en la silla—. Mi preocupación es cuando regresemos. Existe una alta posibilidad de que el verdadero ataque sea cuando tengamos al White, después de todo es un viaje largo, ellos tendrán la oportunidad de atacar.

    Ambos adultos se giraron al escuchar los pasos de Atur y Brad.

    —¿Ya están planeando algo? —preguntó el rubio.

    La mujer asintió y Atur continuó mientras tomaba asiento.

    —No deberían estar planeando algo sin nosotros. ¿No se supone que somos un equipo? Ya no somos unos simples niños o estudiantes novatos.

    Amber sonrió, era cierto, después de todo, oficialmente su entrenamiento finalizó. Era la última batalla que enfrentarían, así que debían discutirla entre todos, en eso le daba la razón y les hizo saber los equipos y posiciones y lo que habían hablado.

    —¿Cuántos Poewos son? —tomó la palabra el castaño.

    —Por lo que sé, diez, ¿por qué? —contestó Edwin.

    —Ellos tardan en encontrar y controlar un cuerpo, ¿verdad? Podemos tomar esa desventaja a nuestro favor.

    —En pocas palabras aplastar a todos —dijo Atur golpeando su mano izquierda con su puño.

    Amber prestó mucha atención a sus opiniones, sus ideas le parecían interesantes, así que no los interrumpió.

    —Para evitar que nos ataquen en la vuelta tenemos que derrotarlos cuanto antes. Tardarán en conseguir un cuerpo nuevo, y nosotros tendremos la ventaja del tiempo.

    —Es fácil decirlo, pero no sabemos si todos ellos nos atacarán —les recordó Edwin.

    —Hay que obligarlos a salir —tomó la palabra Atur—. Sin su cuerpo humano no pueden tomar al White, si lo quieren, tendrán que ir, saben que es el último y seguro harán lo imposible para conseguirlo. Si nos enfocamos en derrotar a todos los que vayan cuando estemos buscando al White, los que peleen después, serán menos, y más fácil de derrotarlos.

    —Debemos aprovechar la ventaja que tenemos de poder localizarlos —continuó Brad—. Y de que no saben dónde está el White. Nosotros sabemos a donde ir, ellos no saben que el último destino es lejos.

    Amber estaba comprendiendo a lo que se referían y le agradó esa idea.

    —Les tenderemos una trampa —concluyó Amber.

    Después de discutir el nuevo plan, el grupo se dividió para hacer sus respectivos labores.

    Brad había bajado al centro de la ciudad para ver si había llegado alguna carta de Lana, encontró una, la que no tardó en leer cuando pudo. Los ojos de Brad crecieron cada letra que leía porque en la carta decía que esa semana estarían trabajando en la ciudad continua y esa mismo día tendría día libre así que le avisaba que se pasaría ese día por la capital a tales horas, faltaban dos horas para la hora fijada.

    Tenía que ir sí o sí, era su oportunidad de volver a verla desde ya hace tiempo y decidido hacerlo, preparó sus cosas para el viaje, iría corriendo y antes del anochecer regresaría. Esperaba ver a alguien para decirle que no asistiría a la reunión, a quién se encontró en el camino fue a Atur.

    —¿Puedes hacerme un favor? —le pidió y sin esperar a que su compañero dijera algo, continuó—: Diles a Amber y a Edwin que si no me ven es porque estaré en la ciudad, pero regresaré por la noche.

    —¡Eh! ¡¿A dónde se supone que vas?!

    El castaño alzó la voz al responderle porque iba a toda prisa.

    —¡Iré a ver a Lana!

    Atur dejó escapar un suspiro, aunque se alegró por su amigo. Edwin tampoco se veía cerca, no sabía donde estaba, Amber supuso que estaba en su casa. El lugar se veía tranquilo, solo podía escuchar el canto de las aves y el soplar del viento. Decidió hacer lo mismo que su compañero y bajar al centro para continuar investigando sobre su apellido. Volvió a ver a sus lados en busca de los mayores. Ni un alma se veía por los alrededores.

    No podía irse sin avisarle a alguno de los dos que él y Brad estarían en la ciudad. No tenía no idea de donde podía estar Edwin, así que se dirigiría a la casa de Amber para hablar con ella. Tocó la prominente puerta pero no hubo respuesta, de lo que se percató es que se encontraba semiabierta, así que la abrió de par en par y gritó el nombre de Amber para hacerse notar.

    Ingresó a la casa, era la primera vez que detallaba semejante edificio.

    La primera vez que entró fue aquel día en que la conocieron mas nunca la detallo, además fue directo al sótano para enseñarle la apariencia de los White, después de eso, nunca lo hizo. El lugar era literalmente una mansión. Caminó por un pasillo, y silbaba cada vez que veía algo de valor. Amber Reza era alguien con dinero, por lo visto.

    Algo llamó su atención al observar la paredes que estaban decoradas de pinturas de diferente tipo, pero no había ningún retrato de ella o de algún familiar. Por primera vez se preguntó si ella estaba casada, si tenía hijos, esposo o padres. ¿Si quiera se casó? Ante esos pensamientos, su interés en ella creció. No parecía que el dinero le faltase, ¿qué hizo que una mujer como ella haya decidido convertirse en una maestra de Energía?

    No conocía nada de ella, ni de su pasado. Pese haber estado conviviendo con ella por mucho tiempo, no sabía nada de ella. Se detuvo y admiró el acabado de las paredes y techo. Una extraña nostalgia se apoderó de él. La decoración y el estilo del lugar le hizo recordar a su niñez. Se llevó la mano a los ojos y se rió de sí mismo ante esos recuerdos y por tenerlos en ese momento porque evidentemente muchas casas debían tener una construcción similar.

    Comenzó a sentirse incómodo al meditar que estaba en propiedad ajena, así que decidió irse, pero antes vio una puerta abierta, y creyendo que podía estar allí, se asomó para verificarlo.

    —Amber, ¿estás aquí?

    La habitación estaba vacía. Había un escritorio y varios papeles sobre éste y más cosas, curioso se adentró y observó con detenimiento el lugar, le resultaba muy familiar, aquella habitación en realidad era una oficina, se giró para ver la esquina y su corazón se apretujó cuando un efímero recuerdo de una mujer, su madre, sentada en aquella misma silla que permanecía allí, dio un par de pasos hacia un lado, y precisamente en ese lugar todo le pareció idéntico. A ella sentada allí hablando con alguien en el escritorio mientras el jugaba.

    ¿Por qué?

    ¿Por qué estaba recordando eso ahora?

    Su respiración se volvió pesada y tragó saliva con dificultad mientras su rostro se bañaba en sudor, intentó calmarse. Sus pies lo llevaron hasta el escritorio y sobre este notó el mapa del país y algunas anotaciones. Debía admitir que Amber era una mujer muy diligente y trabajadora. Se preguntó cuanto tiempo le habría tomado todo lo que hizo.

    Estaba dispuesto a retirarse de ese cuerpo porque parecía traerle recuerdos tristes, mas sus ojos se enfocaron a una fotografía enmarcada. La agarró cuando algo de ella llamó su atención. Era una familia de tres. El esposo parado detrás de su esposa mientras que ella estaba sentada y un niño sonriente a un lado de ella, abrazándola. Sus ojos se agrandaron al momento que sentía como su corazón palpitaba al reconocer que ese niño; era él. ¿Por qué Amber tenía una foto de él? No. Sus orbes se posaron a la madre, dejó caer la foto, la mujer, esa madre, era Amber, se veía más joven pero era la misma. Incrédulo, imaginando que solo se trataba de una coincidencia, abrió el marco para ver la fotografía por atrás. ¿Necesitaba otra prueba más? Retrocedió impactado al leer el nombre del fotógrafo y abajo el nombre de cada miembro de la familia: Emer, Amber y Arturo Stan.

    “Ella… Amber es…” tragó saliva con dificultad.

    Volvió a tomarla para mirarla mejor. No podía creerlo. Levantó la vista y como si algo le hubiera golpeado su mente, pudo recordar la oficina, era idéntica a cuando niño, quizá toda la casa cambió con los años pero ese lugar continuaba siendo el mismo, cada mueble, estantería, cuadro, todo. Ya no había nada que negar. Aquel hombre era su padre, la mujer su madre y el pequeño era él. ¿Qué más quería saber? Dejó la foto en su lugar y salió del cuarto con sentimientos encontrados, no sabía que pensar, su mente en ese momento era un caos.

    Salió de la casa aprisa para buscar aire fresco. Tenía que meditar en lo que descubrió.

    Se alejó lo que más pudo, por el momento no deseaba ver a nadie en especial a Edwin, no solo porque podía leer la mente sino porque él lo sabía todo y le había ocultado la verdad y sentía tanta rabia por eso que si lo veía lo golpearía sin dudarlo. Se llevó las manos a la cabeza al recordar la forma tan despectiva en que se dirigió a ella en un principio y en varias ocasiones, aunque también se decía que tanto ella como Edwin tenían la culpa por mentirle.

    ¿Cómo debía actuar? Ella lo había abandonado… porque lo hizo, ¿verdad? Recordó las ubicaciones de los White y su entrenamiento para fortalecer su Energía... todo eso no hubiera sido posible si ella no lo hubiera dejado. ¿Hizo lo que hizo para capturar a los White? ¿Ella estaba de acuerdo? Tantas preguntas que su mente formulo. Deseaba encararla, hablar con ella frente a frente, pero a la vez no.

    —¡Ahhh! —gritó a los cuatro vientos con fuerza, dejó escapar toda su frustración en ese grito.

    ¿Por qué le ocultaron todo eso?

    ¿Por qué no confiaban en él?

    ¿Por qué? ¿Por qué?

    La respuesta era simple: porque él era un inmaduro. Desde un principio fue así. Hasta él mismo aceptaba que antes era muy inmaduro e irrespetuoso. Aquel Arturo Stan, el del principio, ¿lo hubiera comprendido? ¿Lo hubiera creído? ¿Hubiera, siquiera, aceptado escucharlos?

    Una idea le aterró, provocando que su piel se enchinara; y ahora, ¿cómo debía verla, cómo debía dirigirse a ella? Lo más normal era hacerlo como siempre, pero... pero ¿podría?

    En esos momento se encontraba sentado, el cielo se había llenado de estrellas y desde su posición las observó y le parecieron lo más hermoso que nunca pudo ver. Por primera vez, ver la hermosura del cielo nocturno, le dio gran paz. Se levantó con rapidez al escuchar que alguien se acercaba, se giró y vio a Edwin.

    —Ah, Atur aquí estás, Amre qui...

    —¡Largo de aquí! —le gritó, como mera reacción, temeroso de que pudiera leer su enreversada mente—. ¡Dije que largo! Ahora no me siento con deseos de nada.

    Edwin lo miró con asombro, era la primera vez que lo veía actuar de esa forma. Era anormal y no sabía, pero respetaría su decisión. No sabía porque estaba con ese humor, pero acató sus ordenes.

    —De acuerdo… me iré, me iré —respondió nervioso—. Amre solo me mandó a ver que estuvieran bien.

    El joven volvió a tomar asiento en el césped, ya un poco más tranquilo al dárse cuenta que su actuar no fue el mejor.

    —Se me olvido decirles que Brad bajó al centro pero regresará por la noche. Yo estaré aquí un rato más.



    Fin del capítulo.
     
    Última edición: 2 Agosto 2023
  9. Threadmarks: Capítulo 26.- Cuarta Fase: Recolectar los White Parte 3
     
    Sonia de Arnau

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    Capítulo 26
    Cuarta Fase: Recolectar los White Parte 3

    Ni los primeros rayos del sol se habían asomando cuando el grupo se levantó y comenzó a prepararse para emprender su viaje. Habían alquilado una carruaje, Edwin la conduciría. Los caballos había sido prestados por Stanley.

    —Espero que hayan descansado muy bien, porque este será un viaje directo a nuestra misión —les advirtió la mujer—, descansaremos quizá un par de horas en alguna posada por la noche.

    Brad dijo que estaba más que preparado, muy contesto, realmente motivado, a saber que ayer fue a ver a Lana, por el contrario, notó que Arturo tenía un semblante más serio, hasta la evitó al apartar la mirada al otro lado, subiendo al carruaje, sin siquiera decir un buenos días. Ella no evitó preocuparse, ¿por qué estaba así? ¿Ayer por la mañana estaba normal? Por la tarde, cuando le dijo a Edwin que fuera a buscarlos, no solo había regresado solo, si no que le dijo que Atur estaba indispuesto y algo alterado. ¿Algo ocurrió? Lo peor de todo es que no se sentía lo demasiado cercano para preguntárselo. Antes de que Edwin subiera al asiento del conductor, lo detuvo.

    —¿Descubriste la razón por la que Arturo está actuando así? —preguntó en voz.

    —No.

    —¿A qué crees que se deba? —Amber estaba empeñada a saber la raíz de su actitud, quizá para intentar hacer algo. Irían a enfrentarse al enemigo y lo último que quería era que no estuviera concentrado.

    —Puede que se deba a muchos factores. Creo que está deprimido. Aparenta algunos síntomas de eso.

    —¿Depresión? —se preguntó extrañada.

    —Sí, bueno, su estado de ánimo no es muy bueno, quizá se deba a que no sabe que hará cuando terminemos . Esa es mi hipótesis. Él es muy así.

    Amber bajó la mirada, a pesar de ser su hijo, no lo conocía de nada, y era verdad, ahora que había aprendido a manejar su Energía y haber capturado a los White, ¿qué sería de él?

    Desde dentro del vehículo, Atur ladeó los labios hacia un lado, dibujando una mueca de disgusto al ver a Amber y a Edwin cuchichear tanto, ¿qué tanto estaba hablando? ¿Desde cuando Edwin era tan a pegado a ella? Se llevó la mano a la cara. En qué demonios estaba pensando en ese momento. ¿Desde cuán se preocupaba por esas cosas? A su vez, Brad notó la impaciencia del rubio al ver su pierna subir y bajar con frenesí, y fue él quien les dijo si ya podían irse. Durante el largo trayecto, Brad era quien hablaba, y dentro de esos temas, sacó a relucir el plan que tenía una vez que terminaran esa misión.

    —¿Y tú, Arturo, qué harás después? —preguntó Amber, interesada, aprovechando el tema.

    Atur la miró con detenimiento y luego desvió la vista. Su plan original era encontrar a su madre para enfrentarla y hablar con ella, pero ahora que sabía que la mujer a su frente era su progenitora, quería conocerla y preguntarle por qué hizo lo que hizo. Escuchar de su boca la verdadera razón de su abandono. ¿Qué pensaba ella de él? ¿Estaba decepcionada de saber cómo era su hijo? ¿Veló por él siempre? Tenía tantas preguntar deseoso de preguntar, pero no era el momento.

    —¿Y tú qué vas a hacer? —respondió con una pregunta.

    Amber no supo que responder en ese momento, quería confrontarlo y sincerarse con él, decirle que era su madre, que él era su hijo. Pero no era el mejor momento. Ninguno dijo nada. Auténticamente querían conocer los planes del otro, pero no sabía que responder. Amber quería contarle la verdad y volver a ver a Eduardo. Deseaba que los tres fueran una familia feliz, cosa que sabía era imposible porque Eduardo ya tenía unos padres que lo amaban, y Arturo no sabía como reaccionaría. La tensión invadió toda la cabina. Todo el resto del camino se mantuvieron cayados, observando el panorama. El cielo comenzó a oscurecer y no fue hasta que fue imposible ver el sendero, y para hacer descansar a los caballos, esa primera noche arribaron en una posada.

    —Iré a rentar dos habitaciones —comentó Edwin mientras terminaba de atar a los caballos.

    —¿Dos habitaciones? —preguntó Atur mirando a los presentes.

    —Sí. Si no mal recuerdo en este lugar solo aceptan dos personas por habitación.

    Atur frunció el ceño.

    —Compartiré habitación con Amre.

    —¿Y por qué?

    Edwin ladeó la cabeza, extrañado.

    —Ella es mujer y tú hombre —dijo lo más obvio.

    —Ah, yo no siento atracción sexual por los humanos, si eso te...

    Atur tomó a Edwin del cuello, sorprendiéndolo y lo zarandeó.

    —¡Serás un…!

    —Creo que Arturo tiene razón —Se interpuso la mujer—. Habrá mucha gente que malinterprete la situación, así que mejor tomaré una habitación para mí.

    —Pero —Edwin la miró—. ¿Dónde dormiré?

    —Aquí hay un establo —soltó el rubio.

    Edwin miró con seriedad al joven, debía estar bromeando.


    * * *​

    Arturo se echó en la cama y dejó escapar un suspiro.

    —Estoy agotado —soltó.

    —Y eso que todavía no nos hemos topado con ningún Poewo.

    Brad tomó asiento en la cama y comenzó a quitarse los zapatos.

    —Amber tenía razón, los Poewo no nos atacarán, ni se mostrarán hasta llegar al objetivo. Me sigue impresionando lo inteligente que son. Recuerdo la primera vez que me topé con ellos, parecían ser simples y torpes.

    —Sí.

    —¿Estás bien? —terminó por preguntar—. Te he notado algo distraído desde que comenzamos el viaje.

    —¿Cómo era tu madre?

    —¿Eh? —La pregunta fue muy repentina—. Mi madre… ella era la personas más amable que haya conocido, bueno, ahora es Lana, pero mi madre era muy considerada y una respetable ama de casa. Nunca me gustó preocuparla por lo mismo, era muy fuerte pero enfermiza —Volvió su mirada a la de su compañero, quien comenzaba a quitarse los zapatos—. ¿Por qué?

    —Sabes, tengo un tiempo para acá que decidí buscar a mi madre.

    Era la primera vez que Atur abría su corazón de esa forma y Brad se lo agradecía, pero no sabía que responder o que decir respecto a ese tema porque él sabía que Amber era su madre.

    —¿Así? ¿Y qué tal va? —fue lo único que pudo preguntar, intentando sonar lo más neutro posible.

    El rubio guardó silencio, y aquello Brad lo interpretó como que no le estaba yendo bien.

    —A veces me preguntaba la razón por la que me abandonó. Llegué a pensar que me odiaba o no le interesaba, y esos sentimientos hicieron que la odiara… pero ahora… ahora solo quiero hablar con ella. Solo eso.

    Sin decir nada más, porque no había que decir, se acostaron y durmieron hasta que hubo un poco de luz iluminando afuera. El carruaje siguió su camino.

    —Tenemos que estar muy pendientes —les comentó Amber—. Ellos nos estás siguiendo, aunque a una distancia en la que no los detectamos, pero ellos nos siguen.

    —Anoche, cuando salí al baño, me percaté de la presencia de uno, fue breve, al parecer se alejó, venía del oeste —comunicó Atur.

    La mujer asintió. Ella también sintió a uno cuando se levantó.

    —Están en la línea limite, pero eso solo confirma que sí nos están siguiendo. Debemos prestar mucha atención a un posible ataque.

    Esa segunda noche, de nuevo decidieron descansar en una posada, pero esa vez, los tres usuarios de Energía harían de guardia, rotándose el turno. A la mañana siguiente tan temprano como pudieron levantarse, siguieron con su viaje, hasta que al medio día se iban a cercando a la zona establecida. Levantaron un pequeño campamento, dejaron allí a los caballos y el carruaje. Desde allí se irían caminando. Los cuatro se iban acercando a la zona establecida. No había ningún tipo de movimiento por parte del enemigo. Llegaron hasta el punto establecido y Brad comenzó a excavar con una pala mientras Edwin, Amber y Atur lo rodeaban como si fueran guardias.

    “Salgan. Vamos, salgan” pensó Amber mirando a su alrededor. Tenían una vista muy amplía. Comenzó a ponerse nerviosa, y no por un posible ataque sorpresa, para los Poewo no existía algo así, si no por el hecho de que no salieran hasta tener al White en manos. Fuera o no eso, parte del plan era que Brad fingiría tener al White en manos.

    Continuaba sin haber movimiento de parte de los Poewos.

    Entonces fue cuando Atur, Brad y Amber sintieron la presencia de dos. El viento sopló a una gran velocidad. Ya había comenzado el primer ataque, tal y como lo predijo Amber, fueron directo a donde excavaban. Uno de ellos se iba acercando a una impresionante velocidad, las tres miradas se enfocaron a esa zona, pero no vieron nada, estaba cerca, lo sentían, se iba acercando a ellos más y más, ¿dónde estaba? ¿Por dónde aparecería? No parecía disminuir la velocidad, su campo de visión era extenso, pero el Poewo no se veía a la vista.

    Fue cuando apareció. El Poewo saltó para atacar a Atur y aunque Atur se dio cuenta, ante el repentino movimiento no pudo reaccionar, sin embargo, Brad fue quien se movió para detener el ataque de una víbora. El Poewo era la serpiente. Fue tanta la sorpresa de que el Poewo hubiera poseído una víbora, que Brad la soltó y maldijo al no haber usado Energía en ésta. El animal cayó al suelo y se arrastró alejándose y luego soltó. Esa vez Atur se adelantó con la intención de matarla pero algo la tomó. Las cuatro miradas levantaron la vista al cielo para ver como un águila la tomó entre sus garras y sobrevolaba. Había aparecido el segundo enemigo que habían sentido.

    —Iré por ellos —avisó Irik, dispuesto a atacar.

    —¡Mantengan la calma! —gritó Amber, específicamente al castaño. Brad se detuvo y ella continuo—: Los animales no pueden tomar a los White.

    “Así que, tenemos ventaja sobre ellos” terminó por pensar.

    —Intentaré distraerlos —propuso Rules mientras desenfundaba la pistola.

    El águila y la serpientes eran simplemente una carnada, y aquella sospecha se solidificó cuando cuatro Poewos más se unieron; dos de ellos tenían un cuerpo muy corpulento, el otro tenía un cuerpo menos corpulento pero igual imponía y detrás un perro de raza Doberman. Uno de los hombre fornido sacó una espada y se fue contra Brad, el otro con dos cuchillos de carnicero en mano y el menos fornido se fueron contra Amber mientras que el canino se fue contra Atur. Aunque el ataque pareció al azar, era lejos de la realidad, fue una alineación deliberado. La guerra había comenzado y el campo de batalla era un caos.

    Desde su posición, Edwin intentaba disparar al ave pero ésta sobrevolaba muy cerca de él, obligándolo a retroceder y a agacharse al sentir como alcanzaba a ser herido por las filosas garras. Su plan era contenerla para evitar ser una molestia para los demás, no obstante, el ave se movía en el aire de forma magistral y rápida, así que le era difícil apuntar y dar en el blanco, y tampoco estaba con el lujo de disparar a diestra y siniestra, tenía municiones pero éstas no eran eternas. Y para colmo, el águila había tirado de nuevo a la serpiente, y aunque él intentó dispararle, solo perdió dos balas.

    La serpiente se deslizó hacia Brad, quien había esquivado un golpe de parte de su enemigo humano. El joven estaba a punto de golpear al enemigo cuando se retiró hacia un lado al sentir que la serpiente casi lo mordía. El musculoso aprovechó esos segundos y se fue contra Brad, quien colocó sus manos, deteniendo la espada, apretó las mandíbulas con fuerza ante el impacto, usó Energía como escudo. Teniendo la espada en su poder, estaba a punto de darle una patada en el estómago cuando volvió a sentir que la serpiente saltó para morderlo. Soltó la espada y retroceder. Se alejó lo más que pudo del enemigo. No lo dejaban descansar. Ambos Poewos estaban contra él. Aunque podía sentir con claridad a la serpiente, su presencia lo desconcentraba.

    En el otro lado, Atur se limitaba a esquivar las mordidas del cuadrúpedo, estaba distraído. Sus orbes se enfocaban en Amber, no en el enemigo. La buscaba. Sus ojos se movían de un lado a otro. ¿Dónde estaba? ¿Estaba bien? ¿Estaba herida? Un montón de peguntas; preguntas que nunca se había hecho, comenzaron a abrumarlo y a cegarlo.

    —¡Arturo! —gritó Amber mientras se acercaba para asaltar al Poewo, alejándolo de un golpe, derritiendo su piel, a la vez que, en un giro patea al canino, arrojándolo al otro lado.

    Él observó, impactado. Estaba actuando de forma impertinente, desastrosa, equivoca. Le estaba dando demasiadas vueltas al asunto. Era cierto, Amber era su madre, pero también era su maestra, y se encontraban en una misión, en una batalla, en la guerra, no era el momento para estar dudando. Era la última misión. No podía continuar actuando de forma inmadura, no delante de ella, su madre. Endureció su mirada, hizo sus manos en un puño y apresurándose, golpeó al Poewo humano que iba a atacar a su madre por detrás, descargó su Energía sobre él, terminando de derretirlo.

    —Necesitaba despabilarme —le dijo—. Aún estaba dormido, pero ahora estoy al cien.

    —Eso espero, no quiero tener que lidiar contigo —le advirtió con una sonrisa, al notar que ya estaba bien.

    Ella tenía sus razones para mantenerse callada y no decir nada, le daría tiempo, todo el tiempo que ella necesitara para contarle la verdad. La esperaría hasta que estuviera lista, mientras que él le demostraría que está listo para ello. Cada uno se centró en su batalla. En el campo habían seis Poewos, eso significaba que cuatro de ellos eran simples espectadores, quizá observando la situación para salir de su escondite.

    Amber analizó la situación. Habían tres Poewos en “desventaja”; que eran los que poseían un cuerpo animal, otro de ellos fue derrotado por Atur y ella, así que en el campo habían solo seis. Algo comenzó a preocuparle. Atur y ella estaban luchando contra el canino y el de los cuchillos de carnicero. Frunció el ceño al notar que se movían de forma extraña, era como si realmente no quisieran pelear y solo esquivaban los ataques. o tal vez solo era su imaginación. Sus movimientos eran rápidos. Por el contrario, Edwin estaba lidiando con la serpiente y con el ave, la verdadera carnada y Brad luchaba con...

    Brad.

    “¿Dónde está Brad?” se preguntó, y luego giró al otro lado, “¿Y Edwin?” Un mal presentimiento la invadió.

    —¡Arturo, están tratando de alejarnos!

    —Lo sé —dijo él, apretó los dientes y se maldijo al darse cuenta demasiado tarde. La verdadera carnada no eran los animales, eran todos.

    —¡Edwin, Brad, tengan cuidado, su objetivo es separarnos! —advirtió la mujer a todo pulmón. Descifró el verdadero plan del enemigo. Su objetivo era Brad.

    Fue demasiado tarde cuando el séptimo Poewo apareció, acercándose al cambo de batalla a toda velocidad, directo hacia donde estaba Brad.

    —¡Brad, cuidado van por ti! —gritaron Amber y Atur al unísono.

    Brad lo sabía, era más que consciente que el enemigo estaba al tanto de la naturaleza de su Energía; su Energía era débil. Los Poewos irían por el más débil. Se percató de su situación cuando se dio cuenta que lo estaban alejando del grupo y entre los tres lo atacarían, maldijo la inteligencia de sus enemigos. Amber estaba dispuesta a ir a ayudarlo, aunque estaba lejos y el Poewo tenía ventaja, corrió a socorrerlo mientras Atur retenía al canino y al de los cuchillos. A su vez, Brad aunque agotara mucha Energía, estaba dispuesto a cubrir su cuerpo de ésta para resistir el ataque. Todo aquello sucedió en escasos segundos, como si el tiempo se hubiera ralentizado, Edwin desvió su vista dirección a Brad, también dispuesto a ayudarlo, pero antes de apuntar la pistola hacia el Poewo, el enemigo hizo un pequeño desvío, sorprendiendo a todos los presentes. Edwin abrió los ojos de par en par cuando sintió que el Poewo tomaba la pistola para desviarla. Lo miró a los ojos. Edwin estaba rostro a rostro con el Poewo. Tembló. Todos pensaron que el verdadero objetivo era Brad, pero se equivocaron, Edwin sintió como el filo de una espada lo atravesaba por el pecho. El Lkijo bajó la mirada al sentir dolor, la espada salía del cuerpo del Poewo.

    El Poewo se inclinó un poco hacia él para susurrarle en el oído:

    —¿Sabes por qué destruimos tu mundo? Porque ustedes son seres muy débiles. Tenemos ganada esta batalla.

    Edwin volvió a sentir tres cortes más; en el estómago, pierna derecha y hombro izquierdo. El Poewo se separó de él mientras guardaba los cuchillos de vuelta y el Lkijo, anonadado, sentía como su ropa se iba empapando de sangre. Cayó de rodillas.

    —¡Edwin...!

    Hubo silencio.
     
    Última edición: 3 Junio 2022
  10. Threadmarks: Capítulo 27.- Cuarta Fase: Recolectar los White Parte 4
     
    Sonia de Arnau

    Sonia de Arnau Let's go home Comentarista empedernido

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    Capítulo 27
    Cuarta Fase: Recolectar los White Parte 4



    Hubo silencio. Un agobiante silencio. Todo sucedió tan rápido que se preguntó lo que había ocurrido. Por un instante se perdió en el tiempo, hasta que...

    “Porque… son seres muy débiles” esa oración retumbó en su mente.

    Palabras crueles pero muy ciertas. Los Lkijo eran una raza muy débil. A pesar de poseer una tecnología avanzada y el don innato de que su mente y cuerpo no sufrían a grandes cambios, no lograron detener la conquista de los Poewo. En esos segundos, como si su vida estuviera pasando frente sus ojos, llegaron a su mente los recuerdos de su mundo, de su planeta, de su tierra, de su gente, de su propia familia, como si fuera una pintura muy hermosa, pero aquella tranquilidad, en tan solo un par de segundos, aquella armonía pasó a ser caos, destrucción, y el terrible recuerdo de cuando llegaron los Poewo invadió su memoria. Como los Poewo tenían la facilidad de poseer cuerpos, nunca pensaron en que entre ellos hubiera enemigos hasta que fue demasiado y fueron invadidos por esa sanguinaria raza. En ese caos hubo muchas traiciones, evidentemente todas fueron por los enemigos… o eso esperaba que fuera. El ver como amigos los atacaban y matarlos para defenderse, matarlos, a pesar de que sabían que los Poewon los habían asesinado para tomar sus cuerpos, les dolía tener que atacar sus cuerpos.

    Eras débiles. Él lo era. No podía rastrear ni pelear mano a mano con ellos, ni siquiera podía ver a los White. Necesita ayuda, ¿y ahora?, ni siquiera ahora era capaz de ayudarlos en esa ocasión. Cayó al suelo al momento que escupía sangre de la boca, escuchó que alguien gritó su nombre. No era el momento de ser débil. Ahora más que nunca necesitaba armarse de fuerza. Se incorporó como pudo, si era necesario para que esos seres despreciables no destruyeran su segundo hogar, estaba dispuesto a sacrificarse.

    —¡No se preocupen por mí! —gritó con fuerza—. ¡Me están usando como distracción! Esto no me matará.

    Precisamente porque sabía que era débil, lo único que podía hacer por Amre, Atur y Brad era no convertirse en una carga. Las tres miradas se sorprendieron, pero como si necesitaran escucharlo decir aquello, Amber se dirigió a Atur.

    —¡Arturo, ve! —gritó.

    Y sin dudarlo, el rubio, apretando con fuerza su mandíbula, se dirigió hacia donde Brad estuvo excavando, siendo obstaculizado por el canino y el fornido, quienes comenzaron a luchar seriamente, quizá porque su plan fracasó. Atur estaba harto y cansado, pero sobre todo enojado porque hirieron a un compañero, y para colmo, estaban en una situación en la que no podían ayudarlo. Se sintió ridículo por haber caído en su trampa. Si tan solo hubiera hecho todo lo posible por derrotarlos antes, quizá no hubieran herido a Edwin. Deseaba usar su Ataque Múltiple pero como se lo recomendó Amber, tenía que hacerlo cuando tuviera una oportunidad de derrotar a varios, no debía derrochar tanta Energía solo para atacar a uno o dos. No podía desperdiciar Energía de a gratis, especialmente ahora, que todo eso era solo un engaño para atraer a todos los enemigos posibles. Poco antes de llegar al agujero, se giró para encararlos.

    —Vengan con todo.

    El perro saltó hacia él y Atur lo recibió, levantó su brazo, usó Energía para protegerse, y tomándolo del hocico, lo asió con fuerza y usó el cuerpo con la intención de usarlo como arma para derribar al otro Poewo, pero Atur abrió los ojos con asombro al notar que aquel Poewo tenía una pistola, la que disparó. Atur usó el cuerpo del canino como escudo y éste fue acribillado. Maldijo por lo bajo al ver como éste arrojaba la pistola descargada y luego sacaba otra de su cuerpo. El cadáver del perro no aguantaría otros balazos. El Poewo disparó, provocando que Atur usara su Energía para proteger todo su cuerpo. Su preocupación aumentó cuando vio como el Poewo fornido, de nuevo, arrojaba la pistola vacía y volvía a sacar otra. ¿Hasta cuando resistiría otros balazos? ¿Cuántas pistolas llevaba dentro de su cuerpo? El enemigo volvió a apuntan y cuando estaba apunto de disparar, se escuchó un fuerte sonido. Atur se dio cuenta que el Poewo había soltado el arma mientras su mano sangraba. Él se giró, sorprendido, y vio a Edwin apuntando con la pistola, aquel movimiento hizo que Amber llegara a su ayuda para ahora enfrentarse al fornido. Atur no perdió el tiempo y sabiendo lo que tenía que hacer, se dirigió hacia a su destino.


    * * *​


    Mientras tanto, desde el otro lado, en el límite, dos Poewos observaban los hechos, uno de ellos miraba por unos binoculares. El cuerpo humano era muy limitante, aunque necesitaban sus ojos para poder ver a los White, para lo demás era un estorbo, aunque era verdad que eran un excelente escudo cuando se trataba de enfrentar el Ilekisch (Energía).

    —Oh, jo, jo. Lo dejarán a su suerte, jo, jo, jo. Qué crueles.

    —¿No te parecen los humanos muy divertidos e interesantes? —preguntó el otro, con una sonrisa de oreja a oreja—. Pensamos que dañando al Lkijo los aturdiría, pero no.

    —Lo único que están logrando es aplazar su derrota. Eso es todo —dejó de mirar por los auriculares—. Uno de ellos ya comenzó a moverse, se dirige al White. Ve.

    Con aquella sonrisa de oreja a oreja, el Poewo asintió y se preparó para correr hacia donde se dirigía el rubio. La suerte parecía ir a su favor.


    * * *​

    Una vez Atur llegó a la zona donde supuestamente se encontraba el White, tomó la pala y comenzó a excavar y con los sentidos más atentos que nunca, por primera vez deseó que todo esto acabara de una buena vez. Todavía sentía una rabia por lo que le hicieron a Edwin, nunca previeron un ataque así, apretó los dientes al sentirse incompetente de no haberlo imaginado. Su seriedad volvió a su rostro cuando sintió al enemigo acercarse a una gran velocidad desde el sur, se agachó para simular que tomaba el White, y salió corriendo. Pese a todo, el plan iba según lo previsto.

    El Poewo alcanzó a Atur porque así tenía que ser, según el plan.

    —Eres el nueve —susurró Atur cuando el tuvo al Poewo pisándole los talones.

    Fue en ese momento en que que se dio la vuelta y levantaba las manos, en una muestra de que no tenían nada. La sorpresa del enemigo se hizo notar cuando sus ojos se agrandaron al ver que estaban vacías. Había sido una trampa. Atur no se contuvo y descargó todo su furia en pleno rostro del enemigo, cargando su puño con mucha Energía, haciendo que la cabeza del Poewo explotara.

    “Definitivo, sí son interesantes” pensó el Poewo. El cuerpo cayó al suelo, sin vida alguna.

    Atur observó el cadáver, y se limpió la sangre que le salpicó. Eran seres aborrecibles. Estaban profanando los cuerpos de los muertos y utilizándolos como meras armas, apretó más los dientes con gran fuerza. De forma inmediata se giró, trotó un poco hasta la pala, la tomó y luego se dirigió hacia el verdadero punto en que se encontraba el White.

    Mientras tanto, con la ayuda de Edwin y su pistola, Brad pudo deshacerse de los enemigos, y tan rápido como pudo se acercó al herido. Se maldijo por ser tan débil como para ser usado como una carnada. Para ese momento, Amber había derrotado a los demás, según los cálculos solo faltaría un Poewo.

    —Brad…

    —Lo sé —El castaño levantó la mirada para ver a su maestra y luego intentaba levantar a Edwin.

    —Ya lo dije —soltó el Lkijo con voz muy baja y en un intento de apaciguar la preocupación de ambos—. Esto no me va a matar.

    —Te lo encargo —dijo Amber, con voz entre cortada.

    Brad la miró y asintió. Ella se dirigió hacia donde estaba Atur para secundarlo en atrapar al Poewo y ser de defensa por si el último enemigo atacaba.


    * * *​

    El Poewo observador dejó caer su brazo que sostenía los binoculares. Observó unos instantes lo que aquellos ojos podían mostrarle. Debía de admitirlo. Esa vez, los humanos habían jugado muy bien sus cartas. Cuando planificaron el plan para ese día, no solo él, ocho más, habían asegurado que el plan no fracasaría. Utilizar al joven con el Ilekisch (Energía) más débil como carnada funcionó. El herir de gravedad al Lkijo para usarlo como distracción, también funcionó. El que uno de ellos fuera a donde el White igual funcionó. Todo iba viento a su favor, sin embargo, la última fase ni siquiera la pudieron ejecutar porque el muchacho nunca los llevó a donde el White. Lo que nunca preverán fue que ese punto había sido un engaño.

    Comprendía un poco más porque uno de sus compañeros alardeaba tanto de que los humanos eran interesantes, en esa última confrontación, así lo demostraron. Los humanos por fin planearon algo contra ellos, aunque eso era lo de menos, porque no se retractaba de lo que dijo. Lo único que estaban haciendo los humanos era retrasar su derrota. Los humanos solo tenían cinco de los White. Ellos tenían los otros dos.

    Aquel extraterrestre se giró y comenzó a marcharse para reunirse con sus camaradas. La caída de la Tierra junto con los humanos era inevitable. ¿Qué eran solo cinco? Rio a sus adentros. No eran nada. Ellos ganarían.

    * * *​

    Brad y Edwin subieron al carruaje y esperaron a que Amber y Atur llegaran de la misión, mientras tanto, intentó atender las herida del cobrizo. Amber y Atur no tardaron en regresar, el varón tenía al White en sus manos, de esta forma. La mujer les advirtió que aunque tengan al White en su poder y que derrotaron a nueve de los Poewo, no se relajaran, continuaban en su territorio, todavía podían tener un as bajo la manga, como el de atacarlos en su forma original y el único con un cuerpo sería el que tomara al White. La mujer subió al lugar del conductor y condujo el carro.

    —Tenemos por lo menos tres días —comentó Edwin mientras intentaba no poner muecas en su rostro al sentir el brusco movimiento del carruaje. Atur y Brad le prestaron atención—. Son tres días los que los Poewo necesitan para que el cadáver que posean tenga buena movilidad —continuó con voz pausada.

    Pese a la respuesta de Edwin, ambos jóvenes hicieron caso a su maestra y no bajaron la guaria. La tensión se emanaba en el ambiente, todos los presentes estando atentos de cualquier ataque sorpresa, aunque había una alta probabilidad de que no ocurrieran. Ya a kilómetros alejados de ese punto fue cuando todos pudieron respirar un poco mejor.

    La primera noche, ante lo previsto pues no estaba en los planes originales, decidieron detenerse en una posada para que alguien atendiera a Edwin, quien para ese momento su cuerpo ardía debido a la fiebre. Él pidió que no era necesario ser atendido, y que la fiebre alta era algo más común en los Lkijo cuando eran heridos de gravedad, pero con reposo sería más que suficiente. No quería convertirse en una carga ni en una molestia. Evidentemente, no le hicieron caso y llamaron a un profesional.

    —¿Cómo está? —preguntó la mujer al médico, en tono preocupado.

    —Necesita reposo y que beba la medicina que que le di. Pero no corre peligro su vida.

    Amber acompañó al médico hasta la puerta de la habitación. Una vez que vio como el médico se perdió de su vista, miró a su lado, donde vio a Brad, quien mantenía de guardia. Se turnarían tanto para hacer de guardia como para mantener al White en calma.

    —¿Cómo estás? —preguntó al castaño.

    Él levantó la vista para mirarla.

    —Mejor que Edwin —respondió.

    Ella sonrió ante la jocosidad del joven.

    —Cualquier cosa, llama.

    Entró y cerró la puerta, después dirigió su vista a Atur, quien se mantenía sentado en una silla, a un lado de la ventana, con el White en manos, se acercó a él.

    —Ve a descansar, Arturo. Te tocará hacer guardia luego de Brad.

    El rubio asintió y haciendo caso, le dejó el White a ella y luego se dirigió a la segunda cama, y se recostó para intentar dormir.

    A la mañana siguiente, quien hizo de chófer fue Brad, y entre él y Amber condujeron el carruaje, esa vez sin detenerse ni un minuto más a excepción de algo muy necesario como ir al baño y hacer descansar a los caballos. El Lkijo había mejorado mucho, y no paraba de disculparse por haberlos retrasado. En el último tramo, fue él quien condujo el vehículo. En ningún momento bajaron la guardia, aun a pesar de que sabían que se habían alejado del peligro. No se sintieron seguros hasta que llegaron a casa de Reza. Habían llegado antes del alba, inmediatamente Amber, con el White en mano, bajó al sótano, donde se encontraban los demás, en cerrados en sus respectivas celdas. Regresó donde los varones se mantenían, cerca del campamento improvisado de sus alumnos, ellos se mantenían sentados en la mesa de campo. Fue en ese momento en que todos se miraron y sonrieron, estaban cansados, molidos, adoloridos, y aunque habían llegado al momento deseado, el agotamiento hizo que no se pudieran alegrar tanto, sentían que estaban muy lejos de eso. Una sensación muy lejana.

    —Todo… terminó —soltó Atur sin dejar de mirar a sus compañeros, sin embargo, sus palabras, más que ser afirmativas fueron en forma de pregunta.

    —Sí —soltó Edwin en un suspiro.

    Los ojos de Brad brillaron, y un poco más animado, miró al mayor.

    —Eso… es ¿verdad? ¿Todo a terminado?

    Amber, desde su posición, soltó una tenue risa.

    —Sí, Brad, este es el final —dijo desviando su vista a Edwin, como buscando su asentimiento.

    El Lkijo se levantó del asiento.

    —Sí. Aunque solo faltaría hacer una cosa —Miró a los demás al sentir que sus miradas se volvían a él—. Pero eso ya es mi trabajo —les respondió—. Moveré a los White a un búnker.

    —¿Un búnker?

    —¿Necesitaras escolta? —preguntó el rubio.

    —No lo creo… no es muy lejos de aquí. Es un búnker que fue construido poco antes de la segunda guerra mundial. Desafortunadamente, el dueño terminó muriendo, así que poco le sirvió. Quedará abandonado, y no es hasta el dos mil diez que lo descubrirán. Por el momento, esconderé allí a los White.

    —Dices que no quieres escolta, pero, aun así te acompañaré —dijo Atur, poniéndose de pie, estaba decidido a acompañarlo.

    —No será necesario, de verdad —dijo él mientras observaba de reojo a Amber.

    —Pero uno nunca sabe si...

    —Arturo…

    El rubio guardó silencio y dirigió su vista a la mujer, se formó un silencio un poco intranquilo, y fue el resonar de las tripas de alguien que cortó aquel silencio. Todas las miradas se dirigieron a Brad, quien avergonzado, se disculpó por el mal momento.

    —Por ahora, lo mejor es que coman algo, y descansen —sugirió Edwin.

    Él, a diferencia de ellos, descansó lo suficiente en el trayecto, y ahora volvía a tener la energía restaurada.

    —Iré a donde Stanley, él tiene la llave del búnket, y aprovecharé para pediré un vehículo más apropiado para llevar a los White.

    Antes de retirarse por completo, miró una última vez a Brad.

    —Ya hablaremos de eso —Miró de nuevo a Amber, y sin decir más, se dirigió al carruaje, y cabalgó para verse con su viejo amigo.



    White capturados: 5

    White restantes: Ninguno

    White desaparecidos: 2


    Esta aventura esta casi en su final. ¿Podrán nuestros amigos cerrar todos lo problemas que tienen? No se pierdan en próximo capítulo para descubrirlo.
     
  11. Threadmarks: Capítulo 28.- Nobles deseos, recuerdos y arrepentimientos
     
    Sonia de Arnau

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    Capítulo 28
    Nobles deseos, recuerdos y arrepentimientos


    Comieron un poco y luego Brad como Atur se fueron a descansar un poco mientras que Amber se dirigió a su oficina, dejó caer su cansado cuerpo sobre la silla y dejó escapar un suspiro. Había terminado, todo, por fin, después de tantos años, de tanto tormento, había finalizado. Dirigió sus orbes a la fotografía que descansaba sobre su escritorio, la tomó y la observó con mucha nostalgia. Era el momento para enfrentarse a sus hijos, tal y como se lo prometió a Edwin, que una vez terminaran con la misión de recolección, les contaría toda la verdad.

    Le confesaría a Arturo que ella era su madre y que además tenía un hermano.

    Se llevó la mano al pecho y sintió como su corazón latía sin cesar. Se encontraba nerviosa, como nunca en su vida lo había estado. El paso que iba a tomar iba a ser, quizá, el más importante que daría desde que decidió emprender aquella misión. Probablemente él la odie, por haberle mentido, pero estaba preparada para cualquier resultado. Arturo tenía el derecho a conocer la verdad y tomar una decisión.

    Se levantó de la silla y con pasos decididos se encaminó en su búsqueda.

    * * *​

    Lo primero que Brad hizo fue bajar a la ciudad para buscar la posible correspondencia que Lana le mandó. Encontró una carta, la que leyó en el transcurso de regreso al campamento, por lo que había acabado de leerla para cuando llegó. Levantó la vista y observó su alrededor. Por fin había acabado con esa aventura. Recordó la primera vez en que Edwin fue a su casa a buscarlo, ahora le parecían días muy alejados, sonrió ante el recuerdo porque si no hubiera aceptado, no hubiera conocido a Lana.

    Era el momento de tomar el próximo paso.

    Buscó a Atur, a quien lo vio observando el horizonte. Se acercó a él.

    —Iré a verme con Lana. Estará en la ciudad —comunicó el castaño.

    En un principio a Atur le extrañó que le avisara porque ahora estaban libres y no era necesario que avisara nada, él podía hacer lo que quisiera, sin embargo, cuando Brad continuó, se dio cuenta la verdadera razón de su presencia.

    —Y estoy pensando en pedirle matrimonio —informó Irik, sin ocultar su felicidad—. Quiero que tú seas uno de mis testigos. ¿Te gustaría serlo?

    Atur se sorprendió como se alegró por su compañero, no, por su amigo. Claro que sí, lo felicito a la vez que aceptaba la propuesta. Con eso, ni tardo ni perezoso, Brad se encaminó a ver a su novia. Mientras observaba la espalda de Brad, la sonrisa de Atur se fue borrando de su rostro poco a poco y luego dejó escapar un suspiro. Levantó la vista al cielo. Era evidente que todos tenían su futuro, ¿qué sería de él? ¿Cuál era ahora su misión? Por fin aprendió de la persona de la que quería aprender. Por fin se hizo más fuerte. Aun así, se sentía tan vacío. ¿Y ahora? Bajó la vista y miró el suelo, pensativo. Desde esa mañana estuvo dándole vueltas a ese asunto, y por esa razón quería acompañar a Edwin a ese último viaje, porque quizá no sabía que más hacer.

    Abrió los ojos con asombro. Estaba asombrado de sí mismo, casi no se reconocía. Se llevó la mano a la frente y sintió su piel fría. Se daba miedo, ¿desde cuándo le preocupaba eso? Movió la cabeza de un lado a otro para retirar esos pensamientos. ¿En qué estaba pensando? Se estaba preocupando por nada. Todavía había algo que concluir. Aclarar toda la situación con Amber, ¡no!, con su madre. Sí, deseaba saber la verdad. Se giró decidido a ir a buscar a Amber cuando la vio a lo lejos, parecía estar buscándolo porque cuando sus ojos se enfocaron en él, acortó distancia.

    La tenía en frente, era el momento de hablar, pero se quedó mudo, ¿qué le iba a decir? ¿Cómo debía comenzar?

    —Brad acaba de bajar para ver a su novia —fue lo primero que se le ocurrió decir, para evitar un silencio incómodo—. Le pedirá matrimonio.

    —¿De verdad? —Amber dibujó una ligera sonrisa—. Me alegro por él.

    —Sí, me pidió ser su testigo.

    —Arturo, sé que te querrás ir.

    “¿Irme?” se preguntó él, asombrado porque no era su plan, aunque era normal que ella pensara eso, ahora que por fin habían acabado con su deber, y sin conocer que él sabía que ella realmente era su madre, era algo lógico que ella pensara que se querría ir. Quiso negarlo de inmediato, pero ella continúo:

    —Sé que quieres acompañar a Edwin, pero me gustaría que supieras algo —Amber no dejaba de mirarlo, escudriñando su mirada para interpretar más o menos lo que podía cruzar por su mente, se le veía sorprendido—: Antes de que digas cualquier cosa, escúchame. Lo que te voy a contar… va a ser algo muy importante, pero tengo que hacerlo con otra persona, así que, mañana por la mañana quiero que me acompañes a cierto lugar. Necesito presentarte a alguien.

    Era la primera vez en todos esos meses que podía escuchar su seriedad y también pudo notar en su voz lo difícil que le resultaba decir lo que estaba diciendo, por esa razón Atur le prestó mucha atención, para así aligerar un poco el nerviosismo de ella… como la de él. Atur sabía que Amber le contaría toda la verdad que tanto esperaba escuchar de su boca. Lo que desconocía era a quién le presentaría. Tragó saliva, pero mantuvo la compostura.

    —Después de que veamos a esa persona, y hablemos largo y entendido —Amber levantó la vista para mirarlo a los ojos—, serás completamente libre.

    Atur dibujó media sonrisa, como un reflejo, y es que no evitó sentirse un poco decepcionado de que no hablara ahora, y es que, desde su punto de vista, aquella persona no le interesaba porque desconocía que se trataba de su hermano, y Amber deseaba hablar con los dos.

    —Bueno… —Amber intentó cambiar de tema.

    Inevitablemente se formó un silencio incómodo.

    —Iré a dar una vuelta… por allá —dijo el rubio dando media vuelta y comenzar a caminar.

    La mujer observó la espalda de su hijo y fue cuando se alejó que dejó escapar un largo suspiro, sus manos temblaban por el nerviosismo, nunca había estado tan nerviosa como en esa ocasión. Podía sentir como su corazón latía a mil por hora.

    Por fin había llegado el día en que aclararía todo.


    * * *​

    La mirada café de Brad observó aquel edificio, por lo que supo en la carta que Lana le escribió, el grupo de bailarinas se encontraba en la capital en ese lugar y permanecerían allí diez días. Se dirigió tan rápido como pudo antes de que Lana se fuera.

    —¿Eres el novio de Lana? —preguntó una mujer de facciones regordetas cuando lo vio asomarse.

    Él asintió. El rostro de la señora de estar serio pasó a ser más amable.

    —Ah, qué alegría conocerte muchacho. Soy la maquillista. Ella ha hablado mucho de ti.

    —Mi nombre es Brad Irik, soy un humilde cultivador.

    —Interesante, ¿eres dueño de una finca? —inquirió emocionada.

    —Es un pequeño terreno.

    —No seas tan tímido, muchacho, como en cinco minutos termina la presentación de ella. Yo le aviso que estas aquí.

    Brad sonrió y agradeciendo la amabilidad de la mujer y decidido a esperarla una hora o más, y poco más de cinco minutos la joven salió buscándolo, ambos se abrazaron al verse.

    —Lana, he terminado el trabajo. Ahora puedo regresar a los cultivos.

    El rostro radiante de ella no cabía de emoción ante esa buena noticia. Decidieron dar un paseo al rededor de la ciudad para conocerla. Primero dieron una vuelta por la plaza y luego comieron en un restaurante cerca y cuando terminaron volvieron a caminar y de esa forma la tarde avanzó. Entonces, cuando llegaron a cierto lugar mucho más privado, Brad hizo algo que a Lana le sorprendió, la tomó de las manos y mirándola a los ojos, se las besó, aquel acto la hizo sonrojarse como feliz, pero aquella felicidad no se acercaba a la que iba a sentir cuando lo escuchó decir:

    —Lana Dubois, realmente no tengo nada, soy un humilde cultivador, tengo una pequeña casa que me heredaron mis padres, un pequeño terreno, sé que no es algo que te merezcas, pero quiero que seas mi mujer. Cásate conmigo, Lana. Juro que te haré feliz.

    —Brad —su voz comenzó a temblar, por tanta emoción que sentía—. Brad, Brad, Brad, claro que sí. No necesito más que solo estar a tu lado.

    Los ojos del castaño brillaron con alegría y no evitó gritar de felicidad ante la aceptación de Lana mientras ella sonreía divertida ante su reacción, derrochando felicidad ante la propuesta. Poco después, ambos jóvenes decidieron disfrutar de su alegría paseando por la ciudad y pasando por los puestos.

    * * *​

    El día iba transcurriendo hasta que el cielo se hubo teñido de rojo, anunciando el atardecer. Atur se detuvo por un momento mientras observaba el panorama. El sudor recorría por todo su rostro, se limpió el exceso con el brazo y luego con su ropa. Había decidido a correr, a la pista a la que una vez Amber lo llevó cuando empezaron con su entrenamiento. Correr le trajo un poco de paz a su ansiosa mente. Admiró por primera vez desde hace mucho tiempo la apuesta de sol.

    La noche estaba refrescando. Era hora de regresar, así que dando la vuelta para retirarse, se detuvo al sentir un escalofrío recorrer toda su espina dorsal. Un mal presentimiento lo invadió ante esa familiar sensación. Abrió los ojos con gran sorpresa combinado con incredulidad. Sus más grandes temores se hicieron realidad cuando vio que un Poewo se iba acercando.

    —Hola, o buenas noches, como dirían ustedes.

    —¿Qué…?

    Atur apretó los puños con fuerza ante la presencia. Una espeluznante idea cruzó por su mente, y como si aquel extraterrestre le hubiera podido leer la mente, asintió a la vez que le decía que afirmaba a lo que creía. Atur corrió con la intención de dirigirse a donde Amber, pero fue detenido por el Poewo, y aunque él deseaba ver a Amber, el enemigo no lo dejaba, se interponía y el rubio se dio cuenta que su intención era esa, detenerlo.

    * * *​

    La noche había caído por completo, Amber, desde el escritorio que era alumbrado por una lampara de aceite, desvió su vista hacia la ventana para observar la magnificencia de la oscuridad, se levantó del asiento y se dirigió hacia la ventana para observar afuera. Todo había terminado, pero el pensar en el futuro le aterraba, todavía más que todo lo que había vivido y luchado. Estaba dispuesta a salir de la oficina cuando se detuvo en seco, sus ojos crecieron tan grandes como platos y un escalofríos recorrió su espina dorsal, se giró hacia donde sentía la presencia de aquellos seres infernales. Los Poewos, se dirigían hacia allí, los diez. Con prontitud corrió hacia afuera.

    —¡Arturo, Edwin, Brad! —gritó, pero solo obtuvo el silencio de aquella noche.

    Maldijo al recordar que no estaba ninguno de ellos, cerró la puerta con seguro, a saber que eso no los detendría pero fue lo único que se le ocurrió en ese instante, luego bajó al sótano donde estaban los White. Se maldijo mientras tomaba cada jaula de los cinco White y las amontonaba todas en un mismo lugar. Apretó la mandíbula con fuerza ante la ignorante y grave falta que hicieron.

    Se iban acercando más, ya habían entrado al terreno. Uno de ellos fue de largo, dirección a la pista. Dos de ellos se quedaron en las cercanías, los siete restantes entraron con fuerza a la casa, rompiendo la puerta. Se sobresaltó al escuchar sus pisadas desde su lugar, se movían de aquí allá, arrastrando todo a su paso, sus orbes miraron el techo, podía sentirlos arriba, buscaban por la casa, tragó saliva con dificultad, miró una vez más las siente jaulas amontonadas entre sí, les colocó una sábana café en cima. Su respiración se volvió entrecortada, para ese punto no podía hacer nada más que rezar que no se dieran cuenta que había un sótano.

    Se calmó, inhaló y exhaló manteniendo la compostura. La encontraron. Derribaron la puerta. Amber se llevó la mano al pecho, su corazón comenzaba a latir de forma normal, se estaba tranquilizando. Los escuchó bajar las escaleras, eran tres de ellos, el resto se mantenía arriba, y dos continuaban afuera, probablemente haciendo guarda para retener a quienes se acercaran. Ahora deseaba que estuviera sola. No deseaba que Brad o Arturo se acercaran, no cuando la mayoría de enemigos estaba congregada en ese punto.

    Debía de admitir que subestimó a los Poewo. Sus labios dibujaron una media sonrisa triste, a saber su destino. ¿Por qué había pensado que podía tener todo bajo control? ¿Por qué pensó que todo había terminado?

    “Edwin” levantó la vista con gran tristeza, “esta misión hubiera sido más fácil si estuviéramos luchando con solo monstruos, pero…”

    Vio como los poewos bajaron las escaleras y ahora miraban a su alrededor, en su búsqueda.

    “… ellos son guerreros expertos”.

    Sí, fue incrédula al creer que se estaban enfrentando solo a seres monstruos inteligentes cuando la realidad era que eran seres conquistadores de planetas. ¿Cuántos planetas han destruido y conquistado antes? Tienen años, tal vez décadas, de experiencia, conociendo y pronosticando el comportamiento de sus enemigos. Se enfrentaron a muchos guerreros.

    Los Poewo eran una raza táctica. Se dio cuanta de eso muy tarde.

    Amber, desde su posición, observó como uno de los poewos la miró con insistencia, más su vista se enfocaba en lo que estaba detrás de ella, aquel bulto.

    —Debo reconocer que los subestime —habló ella—, a pesar de que Edwin me dijo que han conquistado muchos planetas, pensé que solo eran destructores.

    El ser amplió su sonrisa, jocosa.

    —Realmente nunca nos preocupó que se llevaran a los Dang de Beuri, con solo saber dónde los estarían guardando, sería más que suficiente para venir a recuperarlos.

    Amber frunció el ceño, sí, sorprendida pero guardando la compostura. Debió sospechar que vigilándolos sería más que suficiente para recuperar a los White. Comprendiendo que los habían estado atacando solo para ocultar cualquier sospecha.

    —No les voy a dejar tan fácil ese trabajo —sentenció Amber mientras se iba contra ellos.

    Sintió miedo, pero no se detuvo, y se impulsó con sus piernas al usar Energía. Daría todas sus fuerzas para detenerlos. Lucharía como nunca en su vida. No les dejaría tan fácil el obtener a esos White, sufrirían un poco ante de eso, ella se encargaría de ello.

    El Poewo utilizó un tipo de olla para protegerse la parte que atacaría la humana, sin embargo, no vio venir que ella, moviéndose muy rápido, se colocó detrás de él, golpeándolo por detrás espalda. El Poewo intentó esquivarlo, mas no pudo y recibió gran daño en ésta. Amber aprovechó para atacar al otro más cerca. Amber se movía mucho más rápido de lo que previeron los poewos. Habían olvidado que de los tres humanos que poseían Energía, ella era la más fuerte y dominaba con excelencia ese poder.

    Amber utilizó su técnica especial: Énerrain, por lo que los tres enemigos quedaron inmovilizados. Necesitarían refuerzos.

    “Voy a morir” pensó ella mientras terminaba con el tercero y escuchaba a dos más acercarse. Su destino estaba marcado, lo sentía en cada poros de su cuerpo. Estaba luchando literalmente con todo su poder para poder retenerlos. Atacó a los dos recién llegados. Apretó la mandíbula al momento que dejaba escapar una maldición, se fracturó la mano en uno de los golpes. Estaba forzando todo su cuerpo en aquella confrontación. Atacaba y se protegía, los primeros poewos a diferencia de lo que solían hacer cada vez que su caparazón era destruido, no huían, se quedaban a atacarla, con sus cuerpos originales.

    No les temía, ya no. Estaba más que decidida. Esperaba que las futuras generaciones ganaran experiencia con esa pelea. Que sus pupilos aprendieran algo. Que sus hijos la perdonaran por lo que iba a hacer.

    Escupió sangre al sentir que uno de ellos la golpeó en las costillas. Sus pies se mantuvieron firmes. Los observó con desafió, ¿era todo lo que tenían?, gritaba su mirada. Luchó. Atacó, se defendió, continuó atacando, continuó defendiéndose.

    “No quiero morir”.

    Sintió los dedos de su pie derecho helados y adormilados.

    A la mente vino la imagen de sus hijos, de cuando los cargaba recién nacidos. Recordó a Emer. Un par de lágrimas surcaron de sus ojos y empapaban sus pálidas mejillas. Solo deseaba haber tenido una familia feliz, o por lo menos, volver a abrazar a sus amados hijos una última vez.

    “Arturo, Eduardo”, pensó aquello que con muchos deseos quería expresar en palabras: “Los amo”.

    —… perdón… por dejarles… la peor de las carga —susurró sin aliento.


    * * *​

    Arturo no le dio ni la oportunidad de defenderse al Poewo que fue a retenerlo, con una rabia y una preocupación al identificar el plan de ellos, lo atacó y luego se apresuró a donde la casa sin detenerse, sin embargo, su pecho se comprimió cuando el fuerte olor a humo invadió sus fosas nasales, apaciguó el paso cuando a lo lejos, en el horizonte, observó como un fuego abrazador consumía el hogar Reza.

    Arturo se movilizó, impactado e incrédulo, se acercó lentamente, escuchando el crepitar del rojo vivo.

    —Mamá…

    Se arrodilló sin dejar de mirar el tumulto de fuego que se levantaba por el cielo. Ignoró por completo a los Poewo que sintió se iban alejando. Su mente estaba en blanco. Estaba en shock. No podía sentirla. Por esa razón es que lo sabía, sabía que Amber, su madre, perdió la vida, porque ya no sentía su presencia. Fue un par de segundos que sintió como la cólera viajaba por su esófago, dejó escapar un grito hasta quedar afónico, y luego lloró, dejando caer su rostro a tierra, lloró, lloró, y continuó llorando hasta que el fuego se hubo apaciguando.




    White capturados: 0
    White restantes: Ninguno
    White desaparecidos: 7

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  12. Threadmarks: Capítulo 29.- Cuarta Fase: Recolectar los White Parte 5
     
    Sonia de Arnau

    Sonia de Arnau Let's go home Comentarista empedernido

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    Escritor
    Título:
    Misión: Recolección [Trilogía: Una misión; Un futuro mejor 1]
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    Para todas las edades
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    30
     
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    2679
    Lento, pero seguro. Continuamos con esta extraña historia que está llegando a su final.

    Capítulo 29
    Cuarta Fase: Recolectar los White Parte 5


    Lo último que deseaba Brad era que aquella noche terminara, tanto él como Lana estaban tan inmersos el uno al otro que todo a su alrededor había pasado a segundo plano. Aprovechando aquel día, aquella noche, que era la primera donde pasaban juntos tanto tiempo, deseaban amanecer juntos. Aquel era el plan, una vez amaneciera, Brad regresaría al campamento, se despediría de sus compañeros, agradecería todo, regresaría con Lana y finalmente planearían su futuro, contando con el apoyo de los testigos de su matrimonio. Brad creyó que nada podía arruinar sus planes cuando las voces de las personas no se hicieron esperar. El rumor de que hubo un robo en la casa de la colina comenzó a esparcirse por toda la ciudad llegando a los oídos de ambos jóvenes.

    Desde su posición el castaño miró dirección a la casa de su maestra, ¿debía ir? Fue su primer pensamiento, aunque estaba preocupado, a la vez deseaba que aquel rumor fuera meramente una exageración. Aunque deseaba aparentar tranquilidad, Lana se dio cuenta de su distracción y preocupación. No podía ocultarle sus verdaderos sentimientos.

    —Ve —le sugirió ella.

    Brad la miró y sus ojos le agradecieron, la tomó de la manos, y prometiéndole que volvería, se despidió de ella a la vez que apresuraba el paso, tenía un mal presentimiento de todo. Cada vez que se acercaba más al destino aumentaba la velocidad. No detuvo el paso hasta que llegó al pie de la colina, la que subió con la misma intensidad, y fue hasta que llegó a la cima que se detuvo del todo. Ante el panorama, sus ojos se agrandaron tanto como pudieron.

    Para cuando Brad llegó, el fuego casi se había extinguido por completo, el olor a madera quemada impregnó su nariz mientras las rebeldes cenizas que eran levantadas por el aire, intentaban colarse a sus ojos. El castaño tragó saliva con dificultas mientras se acercaba a la finca. Se detuvo al divisar la derrumbada casa de su maestra y mientras buscaba con la mirada a Atur o a Amber en busca de una explicación, con el corazón en la mano y rezando que ellos estuvieran salvos y sanos, sus orbes se enfocaron en el rubio, quien se mantenía arrodillado, con la cabeza agachada, ocultando su rostro cuya prenda de vestir estaba bañada de ceniza y algunas partes quemadas, fue que Brad se dio cuenta de la situación.

    Su incredulidad no se hizo esperar al ver el bulto que estaba frente a Atur.

    —No me digas que… —tartamudeó al ver el bulto frente al rubio.

    Atur se dio cuenta de su presencia cuando lo escuchó, levantó la mirada y sus ojos reflejaron una ausencia de todo, una mirada que nunca creyó que llegaría a verle a su compañero. Brad apretó los puños y la mandíbula mientras un nudo en su garganta se formaba, impidiéndole hablar, confirmar lo que sospechaba y que era obvio. Lo invadió un sentimiento de rabia y odio.

    —Brad —habló él, volviendo su vista al inerte cuerpo que era cubierto por una sábana que tiempo atrás fue blanca pero ahora estaba sucia—. Brad… perdí a mi madre por segunda vez.

    Brad apartó la vista mientras sus ojos se humedecían y por primera vez, maldijo tanto como pudo.

    Arturo por fin lloró amargamente, como nunca en su vida lo había hecho. ¿Por qué se la arrebataron? ¿Por qué no le dieron la oportunidad de re-encontrarse con ella? En un par de horas amanecería, y aquella fría madrugada marcó un antes y un después en los dos. Brad lo acompañó, en silencio.

    No fue hasta que los primero rayos del sol, al rededor de las ocho, que Edwin hizo presencia. Cuando llegó a la ciudad, sin saber con lo que se iba a encontrar, se preocupó cuando escuchó los rumores de un robo en la casa de la colina, que dejando el carro tirado por caballos y subió solo, para encontrarse con aquella triste escena. En un principio pensó que solo se trataba de lo que se decía, que los Poewo se robaron a los White, pero no, era mucho peor.

    Observó a Brad y Atur, observando aquel bulto y no fue necesario nada más para saber que Amber estaba allí.

    —¡Maldición! —gritó frustrado mientras apretaba los puños con gran ira.

    Atur nada más escucharlo, se puso de pies, no lo miró a la cara tan solo se dirigió a donde las tiendas de campaña, las que habían sobrevivido del fuego porque estaban alejadas. Edwin estaba dispuesto a seguirlo pero se detuvo en seguida.

    —¿Desde cuándo la sabías? —susurró y miró a Atur en silencio tomando una pala—. Yo… —continuó, sin aliento—, esperaba que ella te contara la verdad. Arturo… —esperaba que lo mirara a los ojos, que lo mirara con una mirada llena de furia, pero él continuó con lo suyo, comenzó a escarbar la tierra. Allí iba a hacerle una tumba a su madre.

    —¡A mí no me correspondía decírtelo, Atur! —Edwin miró a su alrededor—. ¡Mirame a los ojos y dímelo de frente!

    —Edwin —lo llamó Brad, provocando que el susodicho se sobresaltara cuando fue tocado por él—. ¿Puedes respetar su luto?

    Edwin abrió los ojos con asombro, Brad tenía razón, ¿qué buscaba en la mente ? Acababa de perder a su maestra, a su madre, y él a una gran amiga, sin embargo, lo que realmente le preocupaba era ir a recuperar a los White. Necesitaba que Atur y Brad estuvieran en buenas condiciones para ir a luchar. Se estremeció ante ese pensamiento, se llevó la mano al rostro sudoroso, ¿qué es lo que estaba pasando? ¿En qué pensaba? Amber acaba de morir.

    —Brad, dime, ¿dónde están los White?

    —Se los llevaron —respondió tras pensalo mucho—. El sótano está vacío.

    Los White eran la prioridad. Tenían que recuperalos. Desvió su vista hacia su reloj y lo observó, lo maniobró y en él vio una pequeña luz en esa oscuridad. Todavía no era demasiado tarde para recuperar los White.

    —Necesito de su ayuda para ir por los White—soltó, aquellas simples palabras hicieron que el castaño frunciera el ceño.

    —¿Cómo puedes decir eso ahora? —se sintió decepcionado de ver que continuaba con esa idea en esos momentos.

    —No pienso hacer nada hasta que me cuentes todo —advirtió el rubio sin dejar de escarbar—. Una vez que la enterremos, me contarán todo. Todo, ¿oíste? —Finalizó mirándolo a los ojos.

    Edwin Rules asintió y luego se dispuso a ayudarle al rubio a darle un digno entierra a Amber Reza. Le dolía con todo su corazón la muerte de su amiga, sin embargo, desde que supo que los Poewo se llevaron a los White su mente se centro en eso. Tenían que ir a recuperarlos. Su objetivo, su misión, era recolectar a todos los White disponibles. Cuando terminaron, Edwin le contó toda la verdad a Atur.

    Edwin no evitó recordar a Amber cuando le contó todo a ella aquella vez. Ver como Atur se mantenía callado, escuchándolo con atención, sin preguntar ni interrumpir, le recordó a ella, aquel día después de que perdió a Emer. Y a su corazón vino un gran pesar. Culpándose de todo, y cuando terminó, Atur simplemente se puso de pie y antes de alejarse, lo miró una última vez.

    —¿Es todo? —preguntó, calmado, frío—. ¿O me ocultas algo más?

    Rules negó. Era todo. Se lo contó todo. Le contó todo lo que nunca le había contado, sin saber que dependiendo de eso aceptaría o no en ir a recuperar los White. Brad también había sido participe de esa conversación. Arturo Stan respiró hondo y luego exhaló, una rabia indescriptible lo invadió. Apretó con tan fuerza sus mandíbula que sintió como algunas muelas se trituraban. Su corazón se invadió de odio hacia esas criaturas, deseaba asesinarlas, deseaba matarlas. Les deseaba todo el mal.

    —Iré por ellos —arrastró las palabras por aquella indescriptible ira.

    —¿A dónde? —lo detuvo Brad del brazo—. ¡No hagas una imprudencia, Atur! ¡Tienes que pensar un poco la situación, ahora no es el momento adecuando cuando…!

    —¡Suéltame! ¡Esos malditos me arrebataron a mi madre! ¡A mi madre!

    —¡Arturo! —gritó Brad.

    El nombrado se detuvo y mordió su labio inferior y el castaño continuó:

    —Escucha, sé como te sientes. Yo también perdí a mis padres. Sé lo que es perder a una madre.

    —¿Te despedite de ella?

    Brad se quedó callado. No supo que responder, mas dijo:

    —¡Pero esos alienígenas son mucho más poderosos e inteligentes de lo que pensamos. Está fuera de nuestros control y poder!

    —¿Te despediste de ella?

    Movió la boca, y se mantuvo en silencio, y Atur volvió a preguntar.

    —Sí —respondió al final.

    —Yo no. No me dieron esa oportunidad.

    Estaba decidido a ir. Brad miró a Edwin y el último pudo observar la suplica en sus ojos. El mayor cerró los ojos, los apretó, sintiéndose de lo más peor posible, tragó saliva, dio un par de pasos hacia Atur, dándole la espalda. El siguiente gesto impresionó a ambos. Edwin inclinó su cabeza, apretó los puños.

    —Nosotros no podemos hacer nada. Necesitamos de su ayuda, estoy aquí para lograr ese cometido, por eso te ruego, le ruego a ambos que vayas por ellos. Recuperen a los White, a toda costa...

    Edwin se sentía muy mal, realmente mal, pero ¿qué podía hacer? Podía retroceder el tiempo, tenía esa capacidad, sin embargo, lo pensó pero lo mínimo que se podía retroceder eran 106 meses humanos, casi diez años, no le sería fácil, tendría que revivir todo casi a pie de la letra, tendrá que volver a empezar, contar lo que hizo y dijo, para que todo transcurriera para llegar a ese momento de tener a los cinco White, ¿cuándo sería el momento adecuando para contarle a Amber sobre el plan de los Poewo? También pensó en que podía mandar a los White directamente al búnker, pero, ¿hacer eso no le daría la ubicación de éste al enemigo? ¿Qué tanto los tenía vigilados? ¿Desde cuándo los tenían vigilados? ¿Antes de conocer a Brad o después? ¿Y si cambiaba algo y resultaba peor? ¿Qué debía hacer?

    Brad lo tomó del hombro y lo obligó a mirarlo. El castaño retrocedió al mirar a la cara. Su rostro emanaba una serenidad mientras que sus ojos reflejaban ruego y decisión. Necesitaba ayuda. Todo había funcionado bien a excepción de esa noche.

    Edwin era consiente de que provocó todo eso. Sí. Él más que nadie era cociente que provocó la muerte de Amber y de Emer, la desolación de Arturo y la angustia de Eduardo. Ni siquiera eran los Poewo los verdaderos responsables. Él era el responsable de que su futuro cambiara. Porque en el futuro original la familia Stan vivía de lo más feliz y normal. Todos juntos, los cuatro, una familia unida. Sin la tecnología de los Lkijo de ir al pasado, los Poewo nunca hubieran llegado allí, nunca hubieran asesinado al esposo de Amber, nunca ella se hubiera separado de Arturo y Eduardo y mucho menos hubiera muerto.

    Aunque era verdad, necesitaba a los descendientes de Energía para poder detener la invasión de los Poewo en un futuro. Sí. Obligó a los Stan y a Brad a que lucharan por un futuro que ni siquiera presenciarían. Pero solo podía contar con ellos.

    —Se los imploro, ayúdenme a recolectar a los White, les prometo que si no funciona, haré de mi parte y todo en mi poder para remediarlo, pero necesito de su ayuda.

    Lo estuvo pensando mucho, y tomó la dura decisión de que si fracasaban, retrocedería en en tiempo nueve años atrás, para volver a empezar, y lo haría cuantas veces fuera necesario, aunque eso significaba morir en el intento.

    —Ni siquiera tenemos ni idea de dónde están —soltó Brad, rendido porque llegó a la conclusión de nada haría cambiar de decisión a ellos. Debía admitirlo, tenía miedo. Aquellos seres eran muy peligrosos. Ahora solo deseaba estar entre los brazos de Lana.

    —Yo sí.

    Edwin señaló su reloj, lo maniobró de los botones que contenía la pantalla, por mera curiosidad y esperanza, quiso verificar algo al recordar algo, y se alegró de darse cuenta que los localizadores estaban puestos en las jaulas, Amre las había colocado y encendido, ahora tenía el lugar exacto en que se encontraban los White.

    “¿Qué es esto?” había preguntado ella cuando él le mostraba las jaulas donde serían puesto los White, y le explicaba su funcionamiento. Un año antes de que ella pudiera capturar a la primera criatura.

    “Son localizadores” respondió, ganándose una mirada de parte de ella.

    “¿Localizadores?” bufó “El futuro es muy práctico, ¿verdad? ¿Y qué son esos localizadores?”

    “Son un plan B. Pensamos que si por circunstancias llegaba a morir, uno nunca está seguro de nada, en la última fase, colocaré a cada jaula una y éstos se activarán en en año 2018, de esa forma, uno de mis compañeros los rastreará hasta llegar a donde están, si no me reúno con él a tal fecha”.

    “No digas que vas a morir” soltó ella en voz baja.

    Edwin sonrió.

    “No digo que lo haga en esta misión, pero muchas cosas pueden suceder en tantos años”.

    "¿No puedes ponerlas ahora?".

    "En realidad sí, de cualquier forma estarán reprogramadas para encenderse a tal fecha".

    "¿Por qué?"

    "Porque no durarán tantos años encendidas".

    La mujer miró con detenimiento, esos localizadores eran pequeños y de forma cuadrada, era hasta mágico que algo así funcionaba para rastrear algo, continuaba admirando toda aquella tecnología del futuro.

    “Sabes que toda esta historia es muy compleja para mí” soltó ella en su suspiro, “Yo solo estoy haciendo esto por el bien de mis hijos”.

    "Lo sé."

    Agradecía tanto que Amber haya pensado en encenderlas para poder saber su localización, seguro que pensó en eso cuando sintió la presencia de ellos, a saber que no podría ni huir con ellos por completo o de enfrentarlos a todos. Les devolvió la esperanza.

    —Perfecto, ahora que sabemos donde están, vamos.

    —Atur, espera —lo detuvo Brad, pero el rubio no dejó que él continuara.

    —No estás obligado a venir, Brad. Es más, no quiero que vengas...

    —¿Por qué? —lo desafió.

    —¡Porque no quieres venir!

    —Es cierto, no quiero ir, pero no pudo dejarte solo —Bajó la mirada y apretó los puños con fuerza—. Menos sabiendo cual es tu intención.

    —Estoy tomando esta última misión por algo muy personal. Me aseguraré de arrebatarles esos White. Mi madre sacrificó mucho para hacerlo, no voy a permitir que todo aquel sacrificio sea en vano. ¡Haré cualquier cosa para obtenerlos, cualquier cosa! Brad, tú tienes a alguien que llorará por ti.

    —¡Atur! —El castaño lo detuvo. Comprendía el significado de sus palabras y le dolía tener que escucharlo decir eso—: ¡Por una vez cállate y escuchame! ¡Qué tan egoista eres como para pensar que nadie lloraría por ti! ¿De verdad crees que nadie lo hará? ¿De verdad crees eso? Dejándome atrás, me decepciona que no confíes en mí habiendo trabajando juntos por un año. Entiendo tus intenciones, pero un paso en falso y será todo. No pueden ir sin un plan, no mientras haya una alta posibilidad de que crean o sepan que podemos rastrearlos. Iré. Los acompañaré porque sé que me necesitas, pero primero debemos trazar un plan.

    Una par de horas después.

    Atur y Brad subieron al carruaje estilo carruco, de madera completamente cerrado, mientras Edwin se acercaba a los dos caballos que jalarían el vehículo, uno de ellos era Preciosa. Él colocó su frente sobre la ternilla de la yegua y acarició su cuello, Preciosa aceptó su cariño y como si supiera a lo que se enfrentarían la yegua movió su cabeza para darle animo al Lkijo.

    —Escucha, Preciosa, no dudes en correr y huir si sientes peligro. Si algo te pasara, Stanley me odiaría toda su vida. Así que —La miró y Preciosa relinchó a la vez que pateaba el suelo—, mantente alerta.

    Al decir eso, subió al asiento del chófer, tomó las riendas y jalándolas el vehículo empezó su último destino.


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