Desde los antepasados años de nuestros abuelos, tíos, hermanos mayores, y tatarabuelos hemos visto que en cada una de las vidas pasadas yace una fruta de la cual los seres humanos tienen prohibido consumir en un momento dado. Muchos han de decir que aquella es solamente la manzana de la serpiente, y otros podrían decir que es la manzana de la discordia. Pero en este caso os narraré acerca de la verdadera prohibición más dolorosa que han conocido sólo ciertos seres humanos o tal vez unos más que otros. Aquel sentimiento de dolor que parte en dos al ser humano, que mortifica la muerte en vida, que cuando estamos frente a él nuestras manos tiemblan inevitablemente. El cuerpo se tensa, en cada paso que damos día a día se nos dificulta seguir en pie, la cabeza nos explota del cansancio, los nervios se distribuyen alrededor de cada parte de nuestro cuerpo. Junto con la inconstante respiración que nos hace imposible concibir una calma para sobrevivir aquel nefasto castigo. Sentir como nuestro cuerpo puede sucumbir en cualquier momento, por aquel estrés o sentimiento de impotencia, por aquel que a cada uno a saber cómo mata inconsciente o conscientemente nuestro ser, de la manera más letal hasta dejarnos en un estado hambriento por la libertad, por aquel descanso que se nos es arrebatado. Aquel momento que nos encierra en aquella jaula y nos aleja de todo tipo de socialización, de amistad, de amor, de todo tipo de contacto, para solo enfrascarnos en aquellas páginas sombrías. En los gritos, en las regañías de aquellos seres llamados profesores, los famosos seres "capaces" y encargados de hacer que nuestro camino vaya por el de la sabiduría y el éxito, pero no, son esos seres que nos explotan a diestra y siniestra, quizás con el fatídico hecho que a la final todos los odiemos, y con ello todos aprendamos una valiosa pero dolorosa lección. Que aquel fruto prohibido que se nos arrebató una vez que ingresamos a esos tiempos que cada vez pasaban más lentos, que justo cuando te acostumbras a ellos, empiezan a pasar más rápidos y con ello crece en nosotros aquella ansiedad y euforia descontrolada al mirar la libertad, libertad de no sentirse presionados. Esa libertad en el cual al final podemos descansar cómoda y felizmente en nuestras camas. En el placer prohibido de dormir como se nos plazca por el gran esfuerzo hecho en este largo tiempo, de pesadillas, estrés, felicidad, euforia y aprendizaje que pudimos ser capaces de sobrevivir. Prohibido por aquellos exámenes que nos hacían bulla, y pesadillas constantes en nuestra cabeza, haciendo mella y así pudiéndose observar aquellas famosas ojeras. Dando a luz a fin el pace blanco para al fin caer en coma de una buena vez. El dulce y sabroso fruto prohibido de dormir y disfrutar nuevamente de nuestras vidas junto a nuestros amigos, volviendo a lo que éramos.
¿Esto es una apología a tu regreso? ¿A las vacaciones, quizá? He de decir que me gusta la premisa en sí. Sobre todo a compararlo con un fruto... siempre te queda bien eso de escribir sobre comestibles.
Me pareció interesante como expusiste eso de la fruta prohibida. Siempre estamos acostumbrados a que la fruta prohibida se la compare con el amor que no se puede tener o como bien es conocida, como el pecado original (por lo de Adán y Eva). Pero, ¿por una dormidita o por un día entre amigos? Eso me fascinó porque disfruto de lo mismo y porque en un pasado tuve que dejar de lado esos placeres. No tengo nada más que decir, excepto que fue un gusto leer tu escrito. ¡Saludos!
Esta muy bueno el micro-relato. Me ha encantado. "Fruta prohibida", excelente, simplemente excelente! sigue asi!