Una chica llamada Olvido

PRÓLOGO​

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Se llamaba Olvido. La más joven sirvienta que estaba bajo las órdenes de su señor, era una muchacha de doce años que convivía, día y noche, con el resto de criados y habitantes de la mansión del noble.

Su cabello era rubio, liviano, que recogía en una coleta alta con ayuda del lazo, conocido entre los suyos como el Katyusha, que le adornaba la cabeza; la niña alegraba el día cuando miraba directamente a los ojos con sus dos luceros de armoniosas tonalidades violáceas y púrpuras, expresivos y sonrientes. Trajeada con un vestido negro y un delantal blanco, libre de excesivos ornamentos; por lo general andaba descalza ante la estupefacción del resto de compañeros, todos mayor que ella, y unos incomprendidos de la felicidad y la libertad, ambos sueños infantiles.

Olvido nunca había salido al exterior, por lo que desconocía el mundo y confiaba en que todo lo existente estaba presente dentro de la casa de su Señor, uno de los nobles más ricos y célebres de la región. Su simple vivienda ocupaba densos territorios de la comarca, y los que tenían la suerte de vivir bajo su protección, se sentían realmente satisfechos y afortunados. La población que en residía en este lujoso lugar doblaba la que vivía a sus afueras. Era, la casa del Señor, como una gran ciudad que constaba de numerosas habitaciones. Había criados, mayordomos, cocineros, guardaespaldas, instructores, aconsejadores…

Era esta razón por la causa de que existiera en Olvido una inconsciencia de la existencia del mundo más allá de las puertas del castillo. Su vida, ya estaba habituada a ese estilo de vida.

Olvido perdía el tiempo, cuando no tenía que servir a su superior, (al que tenía la maravillosa suerte de haber sido considerada como su hija adoptiva) en rebuscar e investigar entre los adornos de palacio, que eran más bien excesivos, entre cuadros, cortinas, sábanas, cachivaches raros…y todo lo que técnicamente se podría encontrar en una gran ciudad cuya gente pasaba el tiempo en sus propias habitación-casas.

Cada nuevo descubrimiento, cada insólito hallazgo… servía para Olvido para mucho más que para adornar una ciudad.

Por eso, cuando encontró un libro abierto sobre uno de los incontables escritorios de la Ciudad, de hojas adornadas con desconocidos símbolos y decorado con coloridos dibujos de personas, Olvido fue la primera en darle un valor a ese objeto más que un simple objeto de adorno.