Saint Seiya Un montón de tierra

Tema en 'Fanfics de Anime y Manga' iniciado por Arkannos, 25 Marzo 2022.

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    Arkannos

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    Escritora
    Título:
    Un montón de tierra
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1421
    Los personajes no me pertenecen, pertenecen a Masami Kurumada.
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    Un montón de tierra

    "Los muertos reciben más flores que los vivos porque el remordimiento es más fuerte que la gratitud" -Ana Frank

    Hay mucho silencio, más del que me gustaría que hubiese.

    El único sonido que mis oídos perciben, aparte del eco de mis pisadas sobre los pequeños charcos de agua, son las tímidas gotas de lluvia que caen en esta noche oscura, sin estrellas, sin luna, sin nada. Las nubes grises, amenazantes, y mi tristeza me acompañan en mi camino.

    Me vuelvo a preguntar por enésima vez ¿Qué diablos estoy haciendo? ¿Por qué diablos estoy haciendo esto? ¿Qué estoy haciendo?

    No debería estar aquí, menos aún con la guerra que se acerca. Guerra que culmina mí perfecto plan fabricado desde hace trece años.

    Dominar la tierra y los salvajes mares.

    Yo debería estar en el Atlántico Norte, custodiando mi Pilar, dirigiendo al ejército de Poseidón, moviendo cada hilo, midiendo cada paso, controlando cada respiración de los chicos bajo mi mando. Escuchando las quejas de Isaak o Ío sobre Sorrento y su estúpida manía de tocar la flauta todas las noches. No aquí.

    No aquí.

    Suspiro y me aparto los mechones empapados del rostro con fuerza y entrecierro la mirada para poder distinguir mejor las lápidas que se muestran frente a mí.

    Varios nombres las adornan, muchos en realidad, que no hacen nada más que pasar al olvido año tras año. Pasan al cruel olvidó de sus seres amados -si es que aún queda alguno-, compañeros y Diosa

    ¿Para esto es qué se volvieron Santos? ¿Para ser olvidados en una maldita tumba? Pues vaya honor.

    Aunque ese es el destino de todas las personas; De la vida a la muerte y de la muerte al olvido. Pero ese, no será mi caso. Dejaré mi huella en el mundo, será imborrable y con el paso de los años seguirá causando el mismo daño, o incluso, será mayor. Yo soy quien dicta mi camino, mi destino, no una estúpida Diosa que se oculta tras sus Santos y espera que mueran por su causa.

    Sacudo la cabeza para espabilarme y encontrar la razón por la que estoy aquí.

    Comienzo a caminar, con pasos lentos e inseguros. Buscando algo que no quiero encontrar. Pero, aun así, mi subconsciente me impulsa a hacerlo.

    Lo busco y no lo encuentro. Una parte de mí se alegra por un pequeño instante y otra ruega por que busque más, que lo confirme para aceptarlo. Ruega que lo encuentre y acepte la realidad.

    Qué mi hermano está entre estas tumbas olvidadas.

    Qué mi hermano se suicidó.

    Qué mi hermano está muerto.

    Qué mi hermano me dejó solo.

    Solo.

    Trago saliva, aprieto la mandíbula. Contengo las lágrimas que hacen arder mis ojos y me llevo una mano al pecho donde hace días que siento un enorme hueco que no puede ser llenado. Dónde hace días que un ruido sordo hace que quiera gritar hasta desgarrarme la garganta, llorar hasta que ya no me queden más lágrimas por derramar y morir para que el dolor se desvanezca.

    Él está muerto, simplemente lo sé.

    Pero mi estúpida razón no lo quiere entender, se niega a aceptarlo del modo que mi corazón -hecho pedazos- lo hace... Muy a la fuerza.

    Sigo caminando con la plena seguridad de que nadie me vera, ya que siempre he sido un experto en el arte de permanecer oculto, tanto físicamente como de cosmos. Para eso fui entrenado, para estar oculto, para ser una sombra.

    Camino más y más. No sé cuántos minutos han pasado, solo sé que tengo que seguir buscando.

    Y me detengo de golpe.

    Parpadeó varias veces, no creyendo lo que veo.

    Camus de Acuario

    Shura de Capricornio

    Ángelo de Cáncer

    Afrodita de Piscis

    Yo los conocí cuando solo eran unos mocositos. Leo sus nombres una y otra vez, y siento como si me diesen un golpe en el pecho. Cada respiración se hace más difícil. Y los pocos pedazos que quedaban de mi corazón se fracturan, pero el siguiente nombre, hace que ya no quede nada. Solo la sensación de que algo fue arrancado, literalmente, de mi pecho.

    Mi corazón está muerto, como la persona que está enterrada en esa solitaria y apartada tumba donde no la acompaña más que una piedra con su nombre grabado sin delicadeza.

    Cierro los ojos con fuerza, pero el nombre se ha quedado grabado a fuego en mis retinas.

    ˜Saga de Géminis˜

    Saga. Mi hermano mayor. Mi gemelo.

    Sin pensarlo más, de dos zancadas ya estoy frente a él, mi cuerpo tiembla. No lo soportare más, sin gracia caigo de rodillas, importándome poco el que me enlode las prendas que traigo encima.

    Mis manos temblorosas tocan la piedra y con la yema de los dedos acarició el nombre grabado en ella. Cómo si con ese simple contacto acariciase la suave y pálida mejilla de mi gemelo.

    Las lágrimas que luche por retener esa maldita noche en la que su cosmos ardió con fuerza por última vez, ahora corren libremente por mi rostro, bajando por mi barbilla hasta caer a la tierra mojada, mezclándose con las gotas de lluvia.

    Me abrazó a mí mismo, como si haciendo eso impidiera que se me rompiera más el alma.

    Abro los labios, pero nada sale de ellos, nada más que sollozos mal contenidos.

    —Saga...

    Digo en un susurro. Después de trece años de odio, rencor, cuando solo recordar o pronunciar su nombre era para maldecirlo... ¿Y ahora? Ahora lo digo con voz quebrada y ahogada en llanto. Jamás imagine que lo diría en estas circunstancias. Sé que le desee la muerte, pero hay veces que cuando se está molesto se habla sin pensar, se dicen cosas que causan daño no solo al que las recibe, también a quien las dice. Duelen más las palabras que un golpe... Joder, que si duele más.

    Saco fuerzas de donde ya no hay y hablo nuevamente, con la voz un poco más clara.

    —Saga, hermano... —mi mano derecha se posa sobre la tierra y la acaricio con mimo, como solía hacer mi gemelo cuando yo lloraba —Yo... Perdóname...

    "Perdóname por ser el causante de que tu mirada se entristeciera al solo contemplarme. Perdóname por decepcionarte.

    Por no apreciar tus sinceros "te quiero" por el no aceptar tus abrazos, joder que no sabes cuánto necesito en estos momentos tus brazos rodeándome, o como mínimo, tus manos enmarañándome los cabellos o haciendo esas estúpidas trenzas de lazos de colores que aún no sé de dónde sacabas.

    Perdóname por burlarme de tus sueños, de tus anhelos.

    Perdóname por siempre acabarme la Nutella y el agua caliente. Por haber besado a varias Amazonas haciéndome pasar por ti.

    Perdóname por ser el causante de que lloraras por las noches. Por haberte causado lágrimas de coraje, desesperación y tristeza. Cada una de ellas la estoy pagando con creces.

    Perdóname por todas las cosas que hice y te dije en momentos de furia.

    Perdóname por nunca decirte lo mucho que me importas y el cuanto te quiero.

    Perdóname por quererte y nunca habértelo demostrado.

    Perdóname por ser lo que soy; un maldito bastardo que te quiere con cada pedacito de su corazón.

    Pero sobre todo...

    Perdóname por no ser el hermano que te merecías.

    Perdóname por todo, Saga..."

    Tantas cosas por las que quiero pedir perdón. Pero las palabras no abandonan mi garganta, tal parece que ya no tengo voz.

    Ya no puedo pedir perdón. Ya no puedo. Ya es tarde. Ya es muy tarde.

    Debí hacerlo cuando Saga vivía, no ahora que está muerto.

    Ahora está muerto.

    ¿Y yo?

    Yo estoy pidiendo una disculpa que no sé si será aceptada. Estoy derramado lágrimas que no serán secadas con ternura. Estoy buscando un abrazo que nunca quise recibir cuando aún Saga estaba junto a mí. Estoy pidiéndole perdón no a mi hermano, si no a un montón de tierra donde yacen sus restos.

    Yo quiero a mi hermano aquí, frente a mí. Ver su sonrisa una última vez. Estrechar su cuerpo en un fuerte abrazo y escuchar su voz. Oler su aroma. Quiero tenerlo frente a mí. No a un montón de tierra.

    Porque eso es lo que hay.

    Yo no le estoy llorando a mi hermano.

    Yo le estoy llorando a un montón de tierra.

    Y duele, como el infierno, duele.

    ~•Fin•~
     
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