Explícito Un joven ingenuo en Halloween

Llegaste a la fiesta de Halloween en el patio del primo de un amigo.

Tu amigo te invito más o menos de última hora así que hiciste todo el esfuerzo que pudiste en tu disfraz: maquillándote algunos golpes y una cortada falsa que atravesaba tu rostro por encima de uno de tus ojos, vistiendo una playera cualquiera debajo de una camisa abotonada vieja que no importaba que le dieras tijeretazos y la mancharas de sangre falsa.

Después de una hora de estar pegado a tu amigo bebiendo harta cerveza, a pesar de que había personas más interesantes para voltear a ver, una sensual bruja tenía fijos ojos en ti.

No estabas seguro si debías ir inmediatamente hacia ella, dejándote llevar por tu curiosidad, o si debías hacer como que no la habías visto; al menos por un momento, como para no verte desesperado por su atención. Sin embargo, en realidad ella no te dio demasiado tiempo para pensarlo, pues a los pocos segundos de haber hecho contacto visual estaba caminando hacia ti con su bebida en mano y una pequeña pero muy encantadora sonrisa.

Le sonreíste de vuelta cuando solo estaba a algunos cuántos pasos de ti, y probablemente te sonrojaste sin poder evitarlo cuando de pronto la tenías a solo centímetros de distancia. La música sonaba tan alta en los altavoces que decidió acercarse a susurrar cerca de tu oído.

—¿Me acompañarías adentro y me ayudarías a entrar en calor?

De pronto notaste que hacía más frío de lo que pensabas; tal vez tu temperatura corporal había subido junto con todo el alcohol que habías bebido hasta el momento. Decidiste entonces que lo más apropiado era concederle su petición a la señorita y echarle una mano.

Asentiste para no gritarle “sí” con entusiasmo de más, increíblemente seguro de que sabías exactamente lo que quería de ti porque te dedicó una sonrisa y te susurró al oído. Entonces ella tomó tu botella y su vaso para soltarlos por ahí, te tomó de la mano y te guio hasta adentro de la casa. Para tu sorpresa, te llevó a la planta alta y abrió un espacioso armario, haciéndote una seña con su dedo índice para indicarte que entraras con ella. Obedeciste.

Te jaló de la camisa como apurándote y cerró la puerta, encendiendo la débil luz de aquel armario e inmediatamente regalándote un beso en los labios con sus brazos a tu alrededor.

Muy apenas tuviste tiempo poner tus manos en sus caderas y ella ya estaba metiendo su lengua en tu boca, aferrándose a ti como si te le fueras a ir. Casi no te dejaba tomar aire, pero se apartó para quitarte camisa y playera, para rápidamente seguir con los besos. Después se rio, tirándote al piso, colocándose sobre ti, y se agachó a susurrar una vez más.

—¿Acaso te excitan los disfraces de humana disfrazada de bruja?

Y te clavó sus colmillos.