Un Invitado Especial

Tema en 'Relatos' iniciado por Cami Chan, 23 Diciembre 2011.

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    Cami Chan

    Cami Chan Usuario común

    Acuario
    Miembro desde:
    10 Marzo 2011
    Mensajes:
    304
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Un Invitado Especial
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    815
    Hola a todos. Es la primera vez que escribo un original, y estoy feliz de que sea en una ocasión navideña. Éste es un pequeño escrito, dedicado a todos los usuarios de FFL en ésta Navidad 2011, especialmente a mis queridas amigas del foro: Alexa Mosary, ALeXandra la Zero, Aomecita, Mikura 700, Kahory y Kai Sakka. ¡Feliz Navidad!
    -o-o-o-
    Un Invitado Especial
    Cuánta gente ajetreada había aquel día por la calle. Todos cargando cosas. Todos moviéndose con movimientos torpes por la calle.

    Marcie miró por la ventana. Para su corta edad, era increíble la forma en que se quedaba tan tranquila que casi no se notaba su presencia. Le gustaba quedarse pensando, analizando. A sus espaldas podía escuchar a su madre revolviendo varias cosas en la cocina mientras discutía con su padre.

    Para ella, aquél día era el más contradictorio del año. Era víspera de Navidad. Se suponía que todos debían estar felices y contentos, tal como decían en la tele. Pero eso no era lo que sus ojos veían.

    En Navidad todos se volvían torpes e irritables. La gente se estresaba. Querían que todo se viera perfecto para aquella noche, en la cual todas las familias se juntaban a cenar. La familia de Marcie no era la excepción.

    Todas sus cinco Navidades habían sido iguales, aunque no recordara todas. Sus padres peleaban más en ese día que en todo el año, retándose mutuamente por cada detalle fallido que pudiese arruinar la noche. ¿No se suponía que todos debían danzar y cantar villancicos felices bajo la nieve?

    El timbre de la casa sonó y Marcie escuchó cómo sus padres corrían a abrir la puerta. La voz de sus tíos y abuelos resonaron en la estancia, preguntando por ella.

    —¡Marcie, cariño! Ven aquí, llegó la familia —llamó su madre.

    Con un cuidado poco propio de una niña de cinco años, Marcie se acomodó el lindo vestido lila que llevaba puesto y corrió hasta la puerta, siendo recibida por fuertes abrazos y los típicos comentarios de «¡cuánto ha crecido!», que no se hicieron esperar.

    Entonces era ahí cuando parecían todos felices. Cuando las visitas llegaban y era hora de disfrutar de todo lo preparado con tanto esfuerzo durante todo el día. El pavo que mamá había horneado con tanto trabajo y esfuerzo se esfumó en menos de media hora. Pero Marcie apenas lo había probado. Algo la mantenía inquieta.

    —¿Qué sucede, hija? Apenas has probado tu comida —su padre le preguntó.

    —Es que no entiendo.

    —¿Qué es lo que no entiendes? —intervino su abuela.

    —No entiendo por qué cada año ponemos un plato de más en la mesa. ¿Vendrá alguien más? —preguntó la niña con inocencia.

    Era cierto. Allí, en el extremo de la mesa, frente a su padre, había otro plato con una pequeña porción de comida. Los rostros de su familia pasaron por la mente de Marcie, preguntándose si se estaba olvidando de alguien, pero todos estaban allí.

    —Ah —asintió su madre con un brillo especial en los ojos—. Pues es que todos los años en esta fecha nos visita una persona muy especial.

    —¿Y dónde está, mami? No lo veo —analizó Marcie.

    Su madre, que se hallaba sentada a su lado, le acarició la cabeza.

    —A ese invitado especial no lo podemos ver, porque está aquí —le tocó el pecho, justo dónde se encontraba su corazón—. Dentro de todos nosotros.

    Una pequeña arruguita se formó entre las cejas de Marcie y se tocó el pecho. Unos segundos después, su expresión se suavizó y sonrió.

    ¡Claro! Por eso era que todos se revolvían tan ajetreados. Todos recibían a ese invitado especial en sus casas aquella noche. ¡Y vaya que debía ser especial! Ya que todos ponían tanto empeño para recibirlo.

    Marcie miró de nuevo hacia la silla vacía al extremo de la mesa y sus ojitos no pudieron disimular la sorpresa. Allí, un hombre joven, barbudo y vestido con lo que a ella le parecían unas sábanas, le sonreía.

    —¡Hasta que llegas! —exclamó Marcie sonriente— No tienes idea de cuánto te han esperado todos.
     
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