Yugen y Hitori ; ¿Saben de lo que me he dado cuenta? Que estos tres, todos sus problemas y traumas, se deben principalmente a que vivieron en una familia disfuncional por el tiempo suficiente para que les marcara de por vida. Y ahora que se encuentran y conviven, no mucho más que agregar; de esa idea nace este Three-shot uwu La brisa del viento Contenido oculto: Estoy orgullosa de que también seas malvado Era otoño, el sol brillaba como en verano y la brisa recordaba a la primavera. Nagi Watanabe iba a un paso algo acelerado y descuidado, revisando constantemente la hora en su celular, mientras se "concentraba" en no chocar contra algo o nada. Pocas veces había ido a casa de Hiroki, en las contadas ocasiones había llegado junto a Kurosawa, por lo que en esos momentos estando sola los nervios se le resbalaban de las manos, como las bolsas y mochila que llevaba a cuesta. Aparte, según su madre el barrio no era el más "lindo" ni "tranquilo" de todos, pero le puso la fianza a su hija ante la determinación de sus ojos y, a sabiendas, de que iba a hacerlo de todas maneras aunque eso significara mentirle, engañarla y defraudarla; así que la mujer, resignada, le dejó ir a pasar el fin de semana con esos dos tortolos. Cuando llegó tocó la puerta con suavidad, a pesar de que se notaba claramente agitada y su rostro era digno de una competición al mejor tomate, pero lo bueno era que no tenía que ver con miedos o inseguridades, solo la impaciencia de ir a encontrarse con sus senpais. Más ahora que Kurosawa estaba metida de lleno en los estudios y Usui se centraba en el trabajo de turno. Al entrar fue Hiroki quien la recibió, con la cara de amargado casual que no demoró en ser borrada, porque la pequeña lo envolvió en sus brazos, abrazándolo con la ausencia de suavidad y cuidado con los que trataba a Shiori. —¡Buenas, grandulón! —dijo y el más alto trastabillo hacia adentro, no demorando en aferrarse con cuidado y aún más firmeza a la pequeña espalda, temiendo que se fueran a irse de trasero al suelo o quién sabe qué. Aún así, una risa mullida y grave brotó de su boca, enternecido por la pequeña. —Buenas Nagi, ¿qué tal todo? —contestó con calma, mientras mantenía el abrazo que la chica no deshacía, ahora que estaban parados con más firmeza. La enana sobó con su mejilla el torso ajeno, mimosa, mientras lo "estrangulaba" con sus delgados brazos todo lo que podía. Luego alzó el rostro, sin soltarle, mirándolo con una sonrisa de oreja a oreja. —¡Genial, senpai! —exclamó más que feliz, soltando una ligera risa de por medio—, ¡más ahora que estoy aquí con ustedes!— El mayor soltó un suspiro, ampliando su sonrisa a labios cerrados, mientras desordenaba con suavidad los cabellos castaños de la "niña"— ¿Y tú? Watanabe se distanció de a poco, despojándose de la euforia inicial y volviendo a ser el viento calmo que era; fresco, apacible, tranquilo. Usui, mientras tomaba alguna de las cosas con las que ella cargaba, la miró con un deje de agotamiento, pero no eliminaría la sonrisa de felicidad genuina que se cargaba. —Se hace lo que se puede, Usagi —soltó el sobrenombre que usaba con Watanabe, con el cual ella estaba de acuerdo mientras fuera solo él quien le dijera así. En cambio, él no se enojaba cuando le decía "Perro" o "Baka-Inu"... bueno, no tanto; podía pasarlo por alto sin mayores complicaciones. También le daba una gracia extraña el otro; "pulga malhumorada", ¿no se supone que esa era ella cuando andaba de malas? —Entiendo —soltó Nagi con calma, aferrándose a la mochila donde guardaba su ropa y demás, pues Hiroki se había encargado de sostener las otras bolsas. Empezaron a caminar sin decir palabra alguna, como sí se entendieran por telepatía; él iría a dejar las cosas que trajo Nagi donde correspondían, ella iría en busca de Kurosawa. Y como era de esperar desde que olió al cruzar el marco de la puerta, la chica que cada día le sentaba más a mujer, estaba cocinando curry o algo así; no importaba mucho, pues el aroma era delicioso. Se saludaron tranquilas, haciendo un par de intercambios precisos y concisos de como habían sido sus últimos días, indagando más de lo que indagó Nagi con Usui hace unos momentos. La pequeña se amarró el delantal del mayor a la cintura, le quedaba enorme, y se propuso a ayudar con lo que le faltara a la azabache tras dejar su mochila en un sillón de la casa. Shiori se negaría a su ayuda de ser posible, pero entendía que ya no había caso, las dos podían llegar a ser igual de testarudas. Así, la calma con la que pasaron la mañana Shiori y Hiroki, se vio avivada por entusiasmo con la llegada de su pequeña Nagi. Y no podían ser más felices en ese bello y efímero día, el cual deseaban que durara por siempre.