-No irás es mi última palabra.-Dijo con sorna el mitad demonio. -Sí iré y tú vendrás conmigo.-Respondió la azabache. -¡Feh! ¿Y qué te hace pensar que aceptaré? -Vamos Inuyasha será divertido ¿No te emociona la idea de pasar un día en la playa? -¿Por qué habría de hacerlo? En ése momento la miko ya no sabía qué decir, abrió y cerró la boca varias veces en un intento de dar alguna buena razón por la cual sería divertido que Inuyasha la acompañara a su época y pasar un lindo día en la playa, pero no se le ocurría nada. Podía imaginar que a Inuyasha le resultaría divertido pero no sabía explicar el por qué, en su interna búsqueda por convencer al ambarino, tuvo una fantasía de ella lanzándole una vara al mar y él corriendo por ella para entregársela de nuevo, lo cual provocó una sonrisa traviesa en la sacerdotisa. -Ay no, esa sonrisa no me gusta, seguro me va a decir “abajo” tantas veces que me va a doler la cara una semana-pensó el hanyou mientras se tocaba con preocupación el rostro. -Está bien, iré contigo.-Comentó. -¿De verdad? Oh, es fantástico juro que te va a encantar.-Le respondió Kagome mientras tomaba la mano del híbrido y daba pequeños saltitos. Sango estaba poniendo a hervir agua mientras que la joven azabache buscaba el ramen en su mochila. Revolviendo sus cosas en la gran bolsa amarilla encontró el frasco donde guardaba los fragmentos de la perla y mientras lo tomaba entre sus manos vio a sus amigos imaginándose cómo sería disfrutar de la playa todos juntos. -Sango, Miroku, Shippo ¿Les gustaría acompañarme mañana a mi época e ir a la playa?-Preguntó la miko expectante. A los tres se les iluminó el rostro y se les formaron unas sonrisas tan grandes como nunca, sería toda una aventura viajar a la época de Kagome. -¡Claro!.-Gritaron al unísono. Inuyasha se limitó a bufar con desdén. Al día siguiente tomaron sus cosas y se dirigieron al pozo, Kagome le entregó un fragmento a cada uno y juntos saltaron al pozo. Sango y el monje observaban con admiración todo a su alrededor, entraron a la casa y la madre de la azabache fue la primera en recibirlos. -Cielos miren qué tenemos aquí. Son los demás amigos de Kagome, por favor pasen siéntase como en su casa ¿Les gustaría algo de comer? Antes de que pudieran contestar la señora Higurashi le entregaba a cada uno una bola de arroz y un poco de té. -Disculpe señora pero se olvidó de mí.-Dijo con inocencia el zorrito. -Un zorrito pero que cosa más tierna ¿Puedo cargarte? Shippo apenas iba a pronunciar palabra cuando la madre de la miko ya se encontraba estrujando en sus brazos al pobre Shippo. -Orejas de perro llegaste, Oh y vieron tus otros amigos hermana.-Dijo Souta saludando a Sango y al monje. Una vez que terminaron de conversar con la familia de Kagome, ella y sus amigos subieron a las habitaciones para cambiarse. Souta les prestó al ambarino y a Miroku trajes de baño mientras que Kagome le prestaba otro a la castaña. -K…Kagome ¿Estás segura de que esto es apropiado?-Preguntó la exterminadora acomodándose el traje de dos piezas que Kagome le había dado. -Claro que sí no te preocupes, yo traigo puesto uno igual sólo que de diferente color. -Está bien, si tú lo dices. -Va a hacer mucho calor allá así que ven, te voy a recoger el cabello. Kagome recogió el cabello de Sango en un chongo para después hacerse uno ella. Le prestó un vestido y guardó toallas, bronceador y ésas cosas en una maleta. Para después salir y encontrarse con los muchachos. -Tardaron demasiado.-La reprendió Inuyasha. -Teníamos que arreglarnos. -¡Feh! Lucen exactamente igual. -Abajo.-Dijo Kagome mientras chispas le salían de los ojos. -Inuyasha, crece de una vez.-Lo reprendió Shippo. Una vez que el hanyou pudo levantarse y maldecir lo más bajo que pudo, se fueron a la playa. El sol era muy intenso, la arena era suave, el mar brillaba y la brisa era refrescante. Todos aspiraron profundamente el olor salino del mar y se alistaron a darse un chapuzón. Miroku e Inuyasha corrieron hacia el mar y comenzaron a chapotear hasta que el monje atrajo la atención de Inuyasha. -Inuyasha, amigo mío hoy es un día glorioso y de un paisaje precioso y no hablo sólo del mar.-Dijo pícaramente señalando a las dos muchachas que acababan de quitarse sus vestidos y se colocaban bronceador haciendo que su piel brillara. Inuyasha tragó duro. Ese bikini que llevaba puesto Kagome dejaba poco a la imaginación y el monje tenía razón, ella era toda una preciosura. -Idiota.-Musitó el ambarino. Después de que el bronceador se secara Kagome, Sango y Shippo saltaron al mar para nadar con el monje y el mitad demonio. -Sango amor mío te ves radiante éste día.-Dijo agarrándole el trasero consiguiendo una buena bofetada y que la castaña se alejara. -Sanguito espera, no te vayas regresa.-Dijo el monje siguiéndola Kagome le lanzó agua en la cara a Inuyasha en forma de broma para después salir corriendo en un juego de “alcánzame si puedes” Inuyasha corrió detrás de ella tomándola por detrás y tirándose junto con ella al mar. Después de reír un rato notaron que sus rostros estaban a pocos centímetros de distancia. En un impulso mutuo fueron acortando ésa incómoda distancia hasta que Shippo se puso en medio de ellos. -¡Al fin vas a besarla Inuyasha! El ambarino y la sacerdotisa se separaron abruptamente e Inuyasha golpeaba constantemente a Shippo. -Abajo.-Dijo la miko cruzándose de brazos. Inuyasha se zambulló en el agua siendo arrastrado por una ola, mientras que gritaba maldiciones y Kagome se dedicaba a consolar al pequeño demonio. Entonces observó a Miroku tratando de contentar a Sango, a Inuyasha siendo grosero, en fin todo como habitualmente era y se sintió feliz, feliz de estar al lado de las personas que más amaba y se dio cuenta de que no importaba la época ni el lugar siempre y cuando estuviera con ellos, porque donde ellos estaban, estaba su hogar.