Microrrelato Tu fallida autoridad.

Deberías echar un vistazo a lo que has dejado, de vez en cuando. Míralo. Contémplalo un poco, y sal de tu embrutecimiento perpetuo. Estás tan sumergido en tu universo paralelo que te olvidas que la mente y los pies los tienes en dos dimensiones separadas.
No llegues solamente así, no extiendas el caos. Dale un vistazo al vacío que has creado, a esa negrura que has potenciado, a esa noche sin luna que se erige tras las puertas de tu vivienda.
Ahí, ahí hay un ser desvalido, empapado de tu desprecio.

Mira cómo la rendición de su existencia lo está tragando completo; adivinaste, la culpa no es de él. ¿Ya notaste el ritmo desacompasado de sus latidos? Se agitan cuando has de llegar, cuando tocas la puerta, cuando penetras en la estancia. Entonces su espíritu desequilibrado se aminora, se enrolla, se apergamina y se guarda en el rincón más apartado de su corazón.
Se ha quedado sin palabras, míralo, date cuenta. No hay más sentimientos que salgan de sus labios, porque su garganta perdió la capacidad de emitir vocablos, y su alma de generar expresiones.

Demacrado como lo tienes del rostro, así es como te gusta que viva, tal parece. Que no pueda resistir ver su propio reflejo al contemplarse, que no pueda sostenerse en pie, que no pueda gritar, que no llore, que no gima. Que la furia de su corazón se pelee intensamente con las ganas tremendas de acabar con todo. Tú no lo entiendes. Tú sólo llegas y lo maltratas aún más. No estás conforme con lo mucho que te ha maltratado la vida; tú deseas extender esa podredumbre hacia el más débil.

El pobre anhela la purificación de su espíritu; incesante, mira hacia la ventana esperando una corriente que lo purgue, que lave su dolor, que lo inunde con su ráfaga, que cuando la respire quede limpio por dentro y sano.
Pero no lo ves. Nunca lo verás porque le arrebataste todo. Ahí está su cuerpo. Su esencia se ha volatizado. Nunca entendiste lo que era el amor. Él tampoco lo entendió porque nunca se lo enseñaste como era debido, como te correspondía por obligación para preservarle su integridad. Ahora se aferra a sus rejas internas, y vuela en su mente, quiere viajar, quiere salir, quiere escapar de la realidad que le has impuesto con tu fallida autoridad. Pero sólo en su imaginación lo logra, ya que las alas le has cortado y sus plumas no puede extender para elevar un vuelo sideral. No puede, no se lo permitiste.

Continúa así, pronto obtendrás éxitos. Pronto no lo tendrás más contigo, se habrá fugado en cuerpo y alma.