Contenido oculto Esto es algo que escribí hace años y que aún no entiendo. No tiene estructura, no tiene rima, no tiene vida porque está tan muerto como yo cuando lo escribí. Apenas se nota que leía a Bukowski. Primer acto: La llegada. Bebías ginebra y fumabas. El humo del cigarro me da asco, pero en tus labios no era diferente a tu cabello. Y tu cabello era santo y seña de mi pasión. Llamé por su nombre a mis instintos cuando tu voz quebró la escasa cordura, ese hilo fino que enhebra mis sentidos, llamándome 'desgraciado'. Te amo. Y lo sabes. Decidí que sonreír era adecuado. Entonces comprendí por qué siempre dices que me equivoco. Y el golpe resonó en mis entrañas. Ay, cuánto te quiero. Dicen que si repites mucho una mentira acaba pareciendo verdad, y creo que es cierto. Yo me repito a diario que soy tuyo y que eres mía y que las luces del puerto no son más que golondrinas deslucidas. Quería colores claros en mi cueva porque, aunque a oscuras no los viera, sé que estarían allí, esperándome. Y lo sabes. Segundo acto: Las súplicas. Mierda. No sabrás hoy ni mañana -y puede que nunca- las horas muertas que paso intentando revivir las horas contigo. Que soy lo que quieras que sea, no me importa. Seré lo que nunca tengas si así quieres vivir. Pero déjame un lugar, un espacio/tiempo, diminuto, para compartir. Algo a que aferrarme. Me miras y frunces el ceño, con voz de falsa arrepentida comentas que no controlas tus deseos. Yo tampoco, y aquí estoy. Luego me abrazas. Fuerte. Gracias. Gracias por ese espacio/tiempo -diminuto-. Luego me doy cuenta de que quiero más y te lo pido. No me lo das, pero me guiñas el ojo. Gracias. Tercer acto: Asfalto mojado. Este mes que empieza y no se acaba y jamás terminará porque este mes será infinito y en el infinito quedará me quedé mirando las estrellas que no miran que no miras, porque solo tienes ojos para verme casi (casi) como un resorte. Era casi (casi) como una escena de esas películas que nadie ve pero que todos aman, como yo te amo, incondicionalmente. Hasta que todo terminó y, como en las películas, nadie quiso explicaciones. Tu camino y mi camino ya no eran algo de tierra y pequeño sino autovías de carriles con camiones. Tú viraste y yo también. No hacia el mismo lado pero sí, sin entenderlo, francamente, con el mismo objetivo marcado.