Dr. House Todo el mundo muere [Dr. House Fanfic]

Tema en 'Fanfics sobre TV, Cine y Comics' iniciado por Cygnus, 20 Septiembre 2013.

  1.  
    Cygnus

    Cygnus Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

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    Escritor
    Título:
    Todo el mundo muere [Dr. House Fanfic]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1802
    Bueno, tenía la espinita de realizar un relato sobre un caso médico de Dr. House. Consciente de lo difícil que sería, sobre todo por mis conocimientos limitados sobre medicina, había aplazado esto hasta hoy, que me decidí a cumplir mi reto personal.
    Espero que no me haya quedado tan mal, juzguen ustedes. Es un caso inventado por mí, aunque con toques reales de la serie.


    ____

    —Drogas —aseveró House, lanzando el expediente que su subordinado le había entregado con cuidado —. Han esperado demasiado para practicarle un examen de dopaje.

    —La insuficiencia en la contracción muscular puede deberse a múltiples factores —contestó Foreman levantando las hojas tiradas, con apacibilidad, acostumbrado a los improperios de su jefe—. Su madre ha comentado algunos antecedentes familiares sobre parálisis. Sin duda que debe tratarse no sólo de un problema genético sino neurológico.

    —Claro —dijo House, mirándolo con socarronería—. Es más probable que una jovencita de 16 años tenga problemas dignos de un anciano, a que consuma drogas.

    —Le administramos componentes naturales de electrolitos. Un problema de hipofosfatemia podría derivar en la contracción involuntaria de los músculos —dijo Chase, desde su lugar—. Y hemos detectado altos niveles de carbohidratos en su organismo, por lo que pensamos que podría ser una posibilidad. Eso explicaría sus problemas respiratorios: baja actividad muscular y disnea podría ocasionar que los pulmones no se expandan correctamente.

    —¿Alguien les explicó en la facultad de Medicina que una alza repentina de fósforo en la sangre es mucho peor que una deficiencia, o se durmieron en esa clase? —preguntó House a los que se encontraban en la estancia—. Dáñenle los riñones y tendremos una cadena de problemas inconexos.


    Volteó a ver a la pizarra, en la que había un montón de garabatos.


    —¿Y ha sido tan difícil investigar sobre su consumo de drogas? —añadió.

    —Nos comentó que no ha consumido nunca drogas —dijo Cameron.

    —Bien, gracias por redefinir el concepto de investigar —contestó House sin voltear, mientras escribía en la pizarra “fallas renales”.

    —¿Fallas renales? ¡No las tiene! —exclamó Chase.

    —Las tendrá. Ahora vayan y realicen un examen de dopaje antes de que sea demasiado tarde. Si se le presenta otro ataque de asfixia podría ser su fin —dijo House—. Asegúrense de mantener alejada a su madre una vez que firme el consentimiento.


    Los doctores a su cargo voltearon a verse mutuamente con desgano antes de incorporarse de sus asientos. Estaban seguros de que un problema de drogas no podía ocasionar una atrofia de diafragma tan severa como la que la paciente Anna había presentado y por lo cual se le había internado de emergencia. Pero todo debía hacerse según la voluntad del excéntrico House.


    Fue entonces cuando las alertas que todos llevaban comenzaron a sonar de manera escandalosa. Los nerviosos pitidos de los aparatos de emergencias pusieron enseguida a correr a los médicos al cuarto en donde Anna se hallaba internada. Seguramente alguna nueva desgracia inminente los volvería a poner en jaque.


    —¡No puede ser! ¿Qué habrá ocurrido? Ya se encontraba relativamente estable —comentó Chase mientras corría junto a sus compañeros.


    Al llegar al recinto, una enfermera tomaba un enorme tubo de plástico de un cajón, mientras una jovencita, en medio de convulsiones, se agitaba en su cama con los ojos desorbitados.


    —¡Pronto, pronto, que mi niña se está ahogando! —exclamó la angustiada madre, a los pies de la cama.


    Los doctores se amontonaron junto al cuerpo convulso de la muchacha, que se agitaba en la cama presa del pánico, con la mirada desesperada y la boca muy abierta. Manoteaba sin cesar, logrando derribar un vaso incluso, que se encontraba en una mesita cercana.


    —Deténganla, ¡contrólenla! —exclamó uno de ellos.

    —¡Su pulso cardiaco está subiendo demasiado! —indicó Cameron con desesperación.

    —¡El administrador de oxígeno! ¡Enfermera, démelo! —exclamó Foreman.


    Chase retenía a la paciente por los hombros, mientras ésta hacía intentos inútiles por tomarse el cuello.


    —Insertando tubo de oxígeno —dijo Foreman, tembloroso.

    —¡Dense prisa! ¡Le falta el aire, su rostro está azul! —les gritó la madre.

    —¡No puedo! —les dijo Foreman a sus colegas.

    —¡Doctor, dese prisa! —exclamó la madre corriendo junto a él.

    —Sáquenla, ¡sáquenla de aquí! ¡Enfermera!

    —La arritmia es preocupante.

    —¡Va a colapsar!

    —¡No tiene oxígeno, no puedo administrárselo!

    —¡Deprisa, Foreman, su cerebro no recibe oxígeno!

    —¡El infarto será inminente, hagamos algo!

    —¡Y su maldita garganta está cerrada! ¡Chase, ábrela! ¡Procedamos a la traqueostomía!


    La muchacha se agitaba cada vez menos, sus ojos se salían de sus córneas, del cuello hacia arriba mostraba un color decrépito y fatal.

    Chase tomó una válvula, le cortó por la tráquea y le instaló el dispositivo.


    La madre, con una mano en la boca, detrás de la puerta de cristal, contemplaba la escena.

    Junto a ella, un hombre alto con un bastón observaba inquisitivo el procedimiento que los jóvenes doctores realizaban. En su mirada profunda relucía el brillo de la intuición. Él sabía lo que ocurriría con esa joven.


    —Todo el mundo muere —murmuró para sí.


    _____________________________________________________________________


    —Se encuentra estable —dijo Foreman, pasado un tiempo considerable luego del evento final.

    —Por ahora —dijo House—. En unas horas más, no lo estará.

    —House, ¡todavía tenemos la opción de una cirugía! —le exclamó Chase—. ¡No es demasiado tarde!

    —Para qué, si su cerebro ya está tan dañado que pronto no sabrá si se encuentra en el hospital o en el parque de diversiones —contestó House.


    Se giró a ver a su equipo y después de un resoplido, continuó.


    —Trombosis cerebral. ¿A qué les recuerda eso? Vamos, no sean tímidos, contesten.

    —¿Arteriosclerosis? —opinó Cameron, un tanto insegura.

    —A mí me recuerda más a la muerte —sentenció House.

    —En caso de ser cierto eso, ¡el coágulo puede disolverse si intervenimos! —dijo Chase.

    —Así es, hace cinco minutos hubiera funcionado —le contestó su jefe—. No los puedo culpar del todo a ustedes y a su negligencia, porque realmente esta nena es una verdadera idiota.


    Cameron se le acercó.


    —House, si es posible hacer algo ahora, ¡hagámoslo antes de que sea más tarde!


    House la miró pensativo.


    —Sí. Aún no cierran la funeraria, supongo; puedes mandar a hacer una corona fúnebre —mirando al resto de su equipo, añadió—, pero me interesa saber quién irá a darles la noticia de que la parálisis con la que ha quedado esa niña no quedará sólo así. Pronto va a dejar de funcionar el miocardio, y su evidente falta de oxigenación le causó daños irreparables. Era muy probable que ocurriera algo así.


    Foreman también se levantó de su asiento.


    —¿Qué ocurre, House? ¿Dónde quedó el House luchador e irreverente, que llega hasta las últimas consecuencias para tratar de curar a sus pacientes? ¿El que rompe reglas para alcanzar su objetivo hasta las instancias más increíbles? ¿Se rinde así?

    —Bueno, podría rezar —le contestó—. Pero me gusta romper las leyes divinas también.


    Los miró en medio de un silencio de ultratumba.


    —Escuchen, están perdiendo el tiempo. A esta joven le queda poco tiempo de vida y sería preciso que por lo menos, antes de irse, supiera cuál es su afección. Andando.


    Todos se quedaron en su lugar, de brazos cruzados, mirándolo fijamente.


    —No seré yo quien vaya —dijo Chase—. Sugerí una intervención quirúrgica.

    —Claro, Chase, han funcionado siempre en los cadáveres —contestó House.

    —Ni yo seré —anunció Cameron—. No me parece justa esta decisión.

    —Sí, Dios es un bastardo arrogante que maneja las vidas a su antojo, supongo que yo también me encuentro incómodo con su decisión. Gran futuro el que iba a tener esta brillante jovencita drogadicta. Y supongo que tú tampoco irás, Foreman. El remordimiento de conciencia que te causa haberle dejado desoxigenado el cerebro y provocarle una arteriosclerosis no te lo vas a sacar viéndola a los ojos. ¿Me equivoco?


    Foreman lo miró con una sonrisa sarcástica.


    —Mejor ahórrese eso, House.

    —Bien, equipo, tendré que ser yo quien vaya. Gracias por su inútil participación.


    Apoyando cuidadosamente el bastón en su adorada alfombra, salió a paso lento de la habitación en dirección a la convaleciente.


    _________________________________________________________________

    En la estancia de la moribunda, una mujer de edad madura le tomaba la mano con compasión y la miraba tiernamente.


    —Sé que te pondrás bien —le murmuraba—. Confía en mí.


    Anna no sentía las piernas y movía sus labios azules con dolor.


    —Mamá...


    De pronto el doctor House entró a la estancia, deslizando la puertecilla de cristal y apoyando sutilmente su bastón en el suelo. La miró a los ojos, luego a su madre, captando la atención de ambas.


    —Morirás —dijo, lentamente.

    —¿Qué? —murmuró la madre, con los ojos desorbitados.

    —Lo lamento —susurró el doctor, bajando la mirada.


    La madre se levantó de donde se encontraba inclinada, las rodillas le temblaban. Con su mirada inquisitiva, intrigada, acuosa, volvió a cuestionar.


    —¿Qué dice, doctor? ¿Es posible?

    —Lo es.

    —¿Cuánto tiempo le queda de vida?

    —Unas horas —respondió en un murmullo.


    La mujer, abnegada siempre a su hija, no dejó deslizar del todo sus lágrimas, limpiándolas inmediatamente con el torso de su mano. Anna lo miraba con la vista perdida, quizá enfocándolo doble.


    —Lo siento, Ally —le dijo House.

    —Anna —corrigió la convaleciente.

    —Eso. No suelo tratar con mis pacientes. Pero tu memoria es buena señal.

    —¿De que se recuperará? —dijo la madre, con un brillo en los ojos.

    —...de que podrán compartir unas horas amenas, aún...


    Las lágrimas de la madre arreciaron.


    —Está bien, mamá, está bien...


    House miró a su paciente, una muchachita de cabellos castaño claro, de tez pálida y ojos oscuros.


    —Déjenos solas un momento, doctor. Por favor —pidió Anna.

    —Las causas del deceso se deben a una trombosis cerebral —explicó el doctor House.

    —Está bien...

    —...la cual fue causada por una arterioscleroris inoportuna. La irrigación del oxígeno a las células cerebrales es de vital importancia para que puedas continuar realizando todas tus funciones...

    —Lo entiendo, doctor... déjenos solas...

    —...asociado a tu problema neurológico que impedía realizar de forma correcta las funciones musculares. El diafragma solía atrofiarse debido al problema congénito que cargaban, y la función motora de tu cerebro se obstruyó completamente con el abuso de drogas...

    —¿Drogas? —preguntó la madre, sorprendida, pero Anna resopló.

    —Doctor, ¡guarde silencio y lárguese! Todas esas explicaciones me tienen sin cuidado. No por ello habré de vivir. Déjeme pasar las últimas horas de mi existencia con mi madre. No tenía por qué revelar mi problema de drogadicción frente a ella en mi hora funesta...

    —Está bien, hija, no te preocupes... —murmuró su madre, muerta de la angustia, mientras se acercaba a acariciarle el cabello, actuando de forma comprensiva.


    Anna miró furiosa al doctor House.


    —Hágame el favor de largarse...


    House asintió, pensando en lo irracional que es el ser humano.


    —Tu existencia es inútil si nunca entiendes por qué abandonas este mundo. Espero que encuentres consuelo.


    Dio media vuelta y caminó lentamente hasta la salida de la estancia.

    Una vez cerrando la portezuela de cristal, murmuró para sí: “al final, todo el mundo muere”.
     
  2.  
    Fernandha

    Fernandha Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

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    ¡Hola, Cisne!

    A decir verdad me sonó muy House toda la situación, me gustó y fue de fácil lectura. Nada cargado, tan irónico y directo como sólo Greg sabe ser.
    La idea en sí me pareció fascinante, más que te hayas centrado en algo así, como si hubiese sido un caso más de los que aparecen; no comprendí muy bien el por qué de su estado depresivo, si bien House es analítico y prefiere mantener sus emociones fuera de sus casos no puede evitar ser humano.

    Sentí OoC al final, más que nada porque para Gregory el perder a un paciente no hace sólo un análisis de la patética vida que ésta pueda tener, ni mucho menos aceptarlo con tanta naturalidad y acidez; House hace hasta lo imposible para preservar la vida de cualquiera de sus pacientes, sin importar el problema por el que se encuentra ahí, así que se me hizo raro que sólo quedara con el "al final, todo el mundo muere" que si bien es bastante creíble le faltó un punto de quiebre para él. El nefrólogo es bastante débil cuando deja ir a alguien, aunque no lo demuestre tan visiblemente, y la mayoría de las veces termina explotando con el consumo inmoderado de Vicodín o molestando a Wilson.

    Pese a esto sabes que me encanta tu forma de escribir, más el que te animaras a publicar algo que no fuera Original.

    Mis felicitaciones, Cyg. Gracias por la invitación.
    Bonito día tengas.

    At: Fer-chan
     
    Última edición: 22 Septiembre 2013

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