The Velvet Room

Tema en 'Persona' iniciado por Kaito, 21 Marzo 2020.

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    Kaito

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    Aries
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    Una habitación extraña, desconocida, misteriosa...

    Al abrir los ojos, habiendo ingresado al lugar, uno se encuentra en el interior de un compartimiento de tren considerablemente amplio, al menos dos veces del tamaño de un compartimiento normal.

    Las paredes eran oscuras, completamente negras, y un candelabro oscilaba en la parte superior de la habitación. La luz del candelabro, único origen de iluminación en el lugar, eran de un color azul pálido, dándole un toque fantasmagórico a la recámara. Una única ventana se encontraba del lado izquierdo de la habitación, pero era imposible ver hacia el exterior. Lo único que se alcanzaba a ver era un cielo nocturno, y una gruesa capa de niebla que impedía vislumbrar el exterior con precisión.

    No había muebles en ese compartimiento... excepto por un elegante escritorio de madera marrón, con una silla detrás en la cual había sentada un hombre...

     
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    Kaito

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    Aries
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    Abrieron los ojos bruscamente al oír el sonido de las ruedas del ferrocarril. Se podía oír el rugir de un motor en la lejanía, y el potente ruido de las ruedas avanzando sobre la vía. Esto era... ¿un tren? ¿Cómo habían llegado hasta allí? Lo último que recordabais era haberse ido a a la cama, y quedarse dormido como en cualquier noche normal...

    Al ponerte de pie, te das cuenta de que hay otros sujetos presentes. Contándote a ti mismo, hay diez personas presentes allí, pero... por alguna razón, no puedes identificar sus rostros o sus figuras. Era como si la niebla que se mostraba en el exterior por la ventana las ocultara aquí también.

    No, no era cierto. Eran once. Había una persona más.

    Sentado detrás de un imponente y largo escritorio, un hombre se encontraba cruzado de piernas. Era un hombre mayor, pero... había algo extraño acerca de él. Tenía una larga nariz, orejas puntiagudas, y ojos inyectados de sangre. Llevaba puesto un elegante traje negro y guantes blancos. Una indescifrable sonrisa se encontraba plasmada en su rostro.

    —Bienvenidos al Velvet Room —dijo el hombre con una voz fuerte, que imponía respeto... y sin embargo, no parecía ser amenazante. Sino más bien sonaba divertido... como si estuviese presenciando el comienzo de un juego.

    ¡Bienvenidos al rol de Persona! Ya pueden comenzar a rolear que despiertan en el Velvet Room :D

    Yugen Hygge Balam Mori No u Kuno Vizard Lucas Diamond GalladeLucario Chrollo Gigi Blanche
     
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    Kaisa Morinachi

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    Tauro
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    Nagi Watanabe

    Dio un pequeño estornudo sin abrir los ojos al sentirse desprovista de sus sabanas, de a poco los fue abriendo, pero con la tenue luz no sirvió de mucho, y apenas notar que estaba tirada en el pisó se apresuro a levantarse.

    —¡¿Mamá?! —gritó mirando a todos lados, confundida sin pensar siquiera en sus acciones, al notar más detenidamente que se encontraba ante unas ¿Seis? ¿Ocho personas más? Sintió como de apoco los nervios y el miedo se apoderaban de ella, y claro, la vergüenza también por lo que acaba de exclamar, quedando expuesta como una verdadera miedosa.
     
    Última edición: 21 Marzo 2020
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    Hygge

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    Yule Shirai

    El corazón le dio un vuelco cuando el estridente sonido de las ruedas de un tren resonó en sus oídos, con una claridad abrumadora. El aire se le escapó de los pulmones, su cuerpo irguiéndose por inercia, y pronto intuyó que no se había tratado de una de sus recurrentes pesadillas. No esa vez, cuando una fantasmagórica luz azul alumbraba tenuemente los recovecos de la estancia en la que se encontraba, en lugar de su lámpara de noche.

    Sintió una gota de sudor frío recorrer su frente a medida que el murmullo de otras voces llegaban hasta sus oídos. Sus pulmones demandaron más aire del que podía permitirse, y sin darse cuenta comenzó a encaminarse peligrosamente al conocido y ya recorrido terreno de los ataques de pánico. Se llevó una mano al pecho, arrugando la camiseta al cerrar su mano en un puño, y se esforzó por regular su respiración. Su paradero actual y las intenciones de las personas a su alrededor eran cuestiones que gritaban en su cabeza por una respuesta inmediata.

    Abrió sus ojos, sin embargo, cuando un grito resonó muy cercano a él. De hecho, no se extrañaría en apostar, a pesar de la escasa iluminación, que se trataba de la jovencita que se encontraba a su lado. Parecía tan asustada como él, y buscaba con todas sus fuerzas a quien parecía ser su madre. Y Yule, comprendiendo con genuina claridad las emociones convulsas de la chica, apartó lentamente la mano de su pecho, destensando los dedos agarrotados por el miedo, y la estiró hacia ella, observándola de soslayo con cierta duda en la mirada.

    —Hey... R-Respira hondo, ¿sí? —murmuró, con la suficiente claridad como para que ella la escuchase, en aquel mar de expresiones y gritos ahogados. No sabía si era adecuado que un extraño se le acercase de esa forma, menos en una situación que gritaba secuestro a los cuatro vientos. Pero era lo que el corazón le decía que hiciese. Y él nunca podía negarse—. Puedes apretar mi mano si quieres. O... O no, c-claro.

    Con su mano libre jugó con uno de los mechones de su frente, claramente nervioso.

    >>Al menos a mí me solía funcionar.
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Hiroki Usui

    Hiroki abrió los ojos de súbito al percibir lo que parecían ser las ruedas de un ferrocarril chirriando contra las vías. ¿Ferrocarril? ¿Vías?

    —¿Qué cojones...?—gruñó en voz baja casi como un animal atrapado. Ronco, con la voz ligeramente pastosa. Se llevó la mano a la cabeza. Dolía. Le martilleaban las sienes de forma incesante. Casi era como estar en una especie de sueño lúcido. Así se sentía.

    Extraño e irreal.

    Se incorporó con pesadez y sus ambarinos ojos dirigieron una mirada crítica a su alrededor. Parecía el vagón de un tren. La fantasmagórica luz azul de un candelabro se mecía siniestramente sobre su cabeza dibujando sombras irreales sobre el suelo y las paredes. Y allí, repartidos por todo el vagón, pudo descubrir la silueta de otras personas. De su edad probablemente. Las percibía vaporosas y poco nítidas, como cubiertas por una densa niebla.

    —Agh...—gruñó.

    ¿Qué mierda había hecho la noche anterior? Recordaba haber dado de comer a su perro, Ike. Y había pateado una máquina expendedora porque se negaba a darle su refresco de cola. Joder. Luego se había ido a dormir y... ¿Qué mierda? ¿Estaba drogado? ¿Era eso?

    Allí, tras un escritorio, se encontraba una figura totalmente negra con las piernas cruzadas. Su aspecto difería completamente del resto de figuras del tren porque en este caso podía ver sus ojos. Brillantes, rojos, llenos de una extraña burla que se le antojó sumamente molesta. Sus orejas acabadas en punta y su siniestra nariz picuda eran rasgos de todo menos humanos.

    Hiroki soltó una risa irónica y tosca por la nariz.

    —"Bienvenidos". Y un carajo—replicó con acidez con la voz ligeramente ronca ante el saludo de aquel extraño ser. Su puño prietamente cerrado, marcando sus venas por la presión, impactó con fuerza contra la pared del vagón—. ¿Qué mierda es todo esto? ¿¡Eh!? ¿Qué coño es un velvet room?
     
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    Kaisa Morinachi

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    Nagi Watanabe

    Cuando alguien tocó su hombro dio un pequeño sobresalto para voltear directamente a su costado encontrándose con un chico de peculiar cabello, recién ahí se percató de que había estado temblando, estaba más asustada de lo que era consciente ¿Y cómo no estarlo? Ya había comprobado que estaba sola con un montón de desconocidos. El chico dijo que respirara hondo, así que dejo salir todo el aire acumulado en un suspiro irregular.

    El chico le ofreció su mano, ante esto la chica mira el rostro del chico y la mano a intervalos...
    —... N-no necesito eso... gracias—dijo casi en un susurro, ese joven parecía casi de su edad, cosa que le extraño ¿Por qué necesitaban a jóvenes encerrados en un tren? — ¿Tú estas bien? — Y a pesar de la pésima situación, el gesto la había calmado bastante — Te ofrecería mi mano, pero de seguro mi madre me retaría por andar haciendo esas cosas en vez de estudiar — Ella misma sonrió levemente ante su comentario tan fuera de lugar, pero es que la situación no la hacia pensar con todos los tornillos y los nervios le provocaban decir estupideces.

    Aunque la poca calma no duró mucho al empezar a escuchar los gritos de otra persona que recién despertaba.
     
    Última edición: 21 Marzo 2020
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Anna Hiradaira Soria

    Lo primero que notó fue la superficie dura y fría contra su espalda, agarrotándole los músculos. Eso era... ¿un tren? Estaba en movimiento, ¿verdad? Se incorporó lo más rápido que pudo, aunque el hacerlo tan bruscamente le envió un intenso mareo a la cabeza. Apretó los dientes, sintiendo cómo su boca se secaba y una fuerte opresión en el pecho la obligaba a buscar más y más aire. Estaba oscuro, jodidamente oscuro, y una extraña niebla parecía rodearla y taparlo casi todo. Entornó los ojos a su alrededor. Eran... siluetas, ¿no? Siluetas humanas.

    Dios, ¿qué había pasado? ¿Qué hacía allí? ¿La habían secuestrado? Mierda, mierda, mierda.

    El miedo se sentía horrible en todo su cuerpo, y sólo recrudeció cuando reparó en la extraña criatura sentada detrás de un escritorio. Sus pies se movieron instintivamente hacia atrás, hasta dar con la pared del vagón, y comprimió los puños. Le temblaban las extremidades, pero debía permanecer de pie. No era capaz, sin embargo, de articular palabra alguna. Apenas pudo escuchar los gritos a su alrededor y la bienvenida de aquel bicho. ¿Velvet room, había dicho? ¿Qué era eso? Sonaba a una cámara de tortura sadomasoquista. Las preguntas y los posibles escenarios, uno peor que el otro, se sucedían en su mente y le impedían razonar con calma. Se quedó allí, contra la pared del vagón, viendo en todas direcciones y aguardando por que algo pasara.

    Dios, ¿qué iba a ser de ella?
     
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    Reual Nathan Onyrian

    Reual Nathan Onyrian Adicto

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    Sanji Allende

    Me encontraba roncando de forma estrepitosa, completamente desparramado en el asiento como si me hubiera derretido sobre el mismo. El chirrido de ruedas sobre vías me despertó de improviso, y mientras cuestionaba en un dialecto que era una extraña mezcla entre castellano y japonés mezclado con sueño, me caí del asiento, de espaldas.

    — Bueno, ya me desperté.— dije, mientras me incorporaba con una mueca de dolor y me frotaba la nuca.

    Me acomodé el sombrero y contemplé a mi alrededor. ¿Dónde puñetas estaba? Lo último que recordaba antes de levantarme era que había dormido en...dormido en...¿en dónde había dormido? ¿Era mi casa? No, la de mi padre. O eso quería creer. Había otras personas a mi alrededor, aunque era difícil notarlas, la verdad. La cabeza todavía me estaba dando vueltas. ¿Acaso estaba sufriendo de resaca? No recordaba haber tomado nada la noche anterior. Aunque para ser sincero, no recordaba mucho sobre la noche anterior en sí. Era todo un hueco negro en mi memoria. Je, hueco negro, noche negra. Soy un jodido genio.

    Un grito me llamó la atención, que parecía provenir de una de las personas que estaban a mi alrededor. Carajo, ¿por qué era tan difícil verlas? ¿Y había llamado a su madre? ¿Estábamos con niños aquí? Esto cada vez se ponía más extraño. Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue la ¿persona?, el hombre que se encontraba detrás de un escritorio. Parecía una caricatura: traje, guantes blancos, nariz puntiaguda, y...esos ojos. No le vendrían mal unas gotas, se los notaba extremadamente irritados. ¿Velvet Room? No pude si no soltar una risa sorda. Sonaba a bar nocturno de cuarta.

    Al parecer, a otra de las personas allí también le hizo gracia, pues soltó una risa irónica, y demostró que debía ser una persona completamente sociable y agradable. Sonaba más como un perro que como una persona. Sonreí, y me dirigí hacia esa figura.

    — Oh, ¿qué te pasa, pequeñín? ¿Te quedaste atrapado en el cuerpo grande y feo de un horrible adolescente hormonado? No te preocupes, seguramente encontraremos la forma de que vuelvas a ser una linda cosa peluda.— le dije, mientras le arremolinaba el cabello y le hablaba en el mismo tono bobalicón que se le hace a un cachorro callejero.— Al menos todavía conservas tu collar. Lástima que no tiene las chapas con tu nombre, ¿eh? De verdad eso nos ayudaría, Fido.

    Le guiñé un ojo y me alejé de allí, rápidamente, para evitar cualquier golpe que pudiera lanzarme. El tipo era grande. Mis pasos se dirigieron hacia el escritorio de la persona misteriosa, y allí, me senté sobre el mueble, mirando luego alrededor.

    — Bueno, hombre-pingüino, creo que a todos nos vendría bien una explicación. Agradezco la bienvenida, pero no nos dice demasiado sobre por qué aparecimos en un tren excesivamente grande y con extrañas nieblas místicas que nublan la visión.— dije, alegre, mientras le sonreía.— ¿Velvet Room? Suena a una especie de prostíbulo o motel. No te niego que hacer un prostíbulo en un tren es innovador, pero no resuelve ninguna de nuestras dudas. Así que...¿en dónde carajos estamos?
     
    Última edición: 22 Marzo 2020
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  9.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Hiroki Usui

    El puño apretado contra la pared le tembló de ira hasta que finalmente lo dejó caer. Aquel tipejo excéntrico aparecido de la nada fue la gota que colmó el vaso. ¿Quién carajo era ese tipo? ¿Qué estaba haciendo? ¿Se había metido un speed acaso?

    Daba vueltas a su alrededor, abrazándolo, revolviéndole el cabello como si fuera su hermano mayor cuando no pasaba un palmo del suelo, como si fuera un mocoso de cinco años.

    ¿Fido? ¿Qué clase de nombre de mierda era ese? Le estaba buscando las cosquillas. Era eso, por supuesto. Quería jugar el perrito y el perrito le iba a arrancar la mano de un mordisco.

    Su propia mano tembló.

    Si hubiera tenido tiempo a reaccionar probablemente le hubiese estampado el puño contra la cara. Pero no pudo. Ocurrió demasiado rápido. Y todo lo que hizo cuando el tipejo se alejó fue acercarse hasta él, ahora sentado en el escritorio de aquella criatura, y alzando el rostro en pose chulesca, con las manos en los bolsillos le espetó con una frialdad escalofriante:

    —Mi nombre es Hiroki Usui, capullo.

    Ni siquiera lo pensó. Él no pensaba, él actuaba. No tenía paciencia ni era reconocido precisamente por su simpatía y sociabilidad. Era como un perro callejero apaleado.

    De forma rápida, en un visto y no visto, en un abrir y cerrar de ojos... Hiroki había levantado al tipejo del sombrero por su camisa. Había fiereza en sus ojos dorados pero también una distante frialdad. Desagrado. Las manos que sujetaban su ropa temblaban tensas, fruto de la ira.

    Alzó el rostro con chulería. Con los labios apretados en una mueca desigual.

    —Vuelve a respirar cerca de mí y te meteré ese sombrero donde no te da la luz. ¿Lo captas cabronazo?
     
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    MrJake

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    Akiko Brooks

    Los ojos me pesaban. Con lentitud, fui abriéndolos, y tanto mi vista como mis oídos comenzaron a escuchar con nitidez, poco a poco. Fui lentamente asimilando qué era lo que sucedía. ¿Un tren? ¿Estaba en un tren? Y sonaba como si estuviese en marcha...

    Varias personas parecían encontrarse también en la zona. De entre todas ellas, quien más me llamó la atención fue... el tipo que estaba detrás del escritorio, ese hombre con nariz alargada, de rostro caricaturesco y una mirada siniestra. La piel se me erizó. ¿Q-Qué hacía yo aquí? ¿Qué era este sitio? ¿Quiénes eran estas personas? ¿Por qué...?


    "Bienvenidos al Velvet Room".


    —Velvet... room —repetí, lentamente, mirada cansada. Con ansiedad, mis manos buscaron instintivamente en los bolsillos de mi pantalón, pero no tuve éxito: ¿y mi teléfono? ¿¡Dónde estaba!? No podía pedir ayuda así, y estaba en un lugar desconocido, rodeado de gente desconocida—. ¿Qué es esto? —susurré. No era lo bastante valiente como para que mi voz se alzase por encima de las de los demás. Se quedó mi pregunta en un susurro, un eco en el aire. Unas palabras que pronuncié casi para mí misma, no para los demás.

    Lentamente, me pegué a una de las paredes, asustada, sintiéndome vulnerable, y, abrazándome a mí misma, como si sintiese frío, observé con miedo a mi alrededor.

    Si esto era un sueño, quería despertar. Quería despertar cuanto antes.
     
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  11.  
    Chrollo

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    Tauro
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    Kentaro Monjiro

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    Monjiro está sumergido en un gran sueño, por fin se va a declarar a su Idol favorita cuando inesperadamente suena de fondo el chirrido de las ruedas de un tren. Tanto la Idol como él, son distraídos por un instante pero Monjiro decide no dejar escapar esta oportunidad, se pone de rodillas y le confiesa su amor:

    —Yo siempre… yo siempre te he quer…

    Monjiro es despertado por los gritos de, al parecer, una niña pequeña en busca de su madre.

    Al abrir los ojos, no se percata de la situación, se encuentra confundido y con un extraño dolor en la cabeza.

    ¿Dónde estoy? —Piensa mientras apenas puede ver por la poca luz presente en la sala.

    ¡Oh no, parece que me han secuestrado! Esa gente de ahí… Parecen estar sufriendo una situación similar a la mía. He de calmarlos… Pero tampoco sé si no son el enemigo… —piensa desconfiando de todos a la vez mientras no se movía ni un centímetro para no delatar que había despertado.


    A medida que más gente se despertaba, al parecer confusa y desesperados, Monjiro se enteraba de todo lo que ocurría poniendo mucha atención en sus acciones. Al parecer los jóvenes no sabían lo que ocurría, sólo aquel señor sentado en una silla al lado del escritorio.

    He de intervenir, ayudar a que no corra el pánico, se encuentran personas más jóvenes que yo por lo que puedo ver… Pero, ¿qué digo? No me caen bien, no los conozco… —debate consigo mismo.


    Uno de los presentes se queda mirando a Monjiro.

    ¿Qué le ocurre a ese? Espera, no actúes aún, no hasta saber qué se le pasa por la cabeza … —sigue manteniendo el silencio.

    Al cabo de un rato, cuando por fin hay momento para hablar en la conversación, otro adolescente empieza a hablar y Monjiro le interrumpe pensando que era el momento adecuado.

    —Yare yare daze —dice con tono serio—. Oh no, le interrumpí, no era mi intención y ahora todos me habrán escuchado —piensa abochornado y desvía la mirada.
     
    Última edición: 21 Marzo 2020
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  12.  
    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

    Tauro
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    Nagi Watanabe

    Tantas cosas estaban pasando y Nagi ya empezaba a confundirse, al parecer dos personas más ya se habían levantado, de algún lugar debían salir esos golpes contra la pared que claramente demostraban que alguien se apoyaba bruscamente en esta.

    Le sorprendió mucho cuando con dificultad siguió los movimientos de un chico con sombrero , y más impactada aún quedo al ver como trataba sin tapujos al chico que hace unos momentos gritaba con un vozarrón digno de una fiera ¡Y no acababa ahí! Si no que después le hablo como si nada a la espeluznante criatura que parecía mover los hilos de todo esto, recién se había percatado de ella ¿Qué diablos era? Pobres nietos de esa cosa.

    Y aún más rápido fue cuando el chico con sombrero agarró al otro por el cuello. Empezó a temblar nuevamente, la situación no le gustaba para nada.

    —¡¿Qué diablos creen que hacen ustedes nos?! ¡Paren! ¡¿Por qué pelean?! — Su voz poco a poco se iba haciendo más quebradiza —¡Nadie sabe que nos puede pasar! —Y ahora si que agarró la mano del tipo a su lado , porque sus nervios estaban a flor de piel. —Nos pueden dañar— Terminó en un murmullo mirando el piso, mientras lagrimas le recorrían el rostro.
     
    Última edición: 21 Marzo 2020
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  13.  
    Reual Nathan Onyrian

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    Sanji Allende

    Sonreí en cuanto el perro en forma humana me levantó por la camisa. Ah, era tan fácil hacerlos estallar. Tan solo un poco de contacto, unas palabras, y su mecha corta se acababa en apenas unos segundos. Me pasé la lengua por los labios, de forma desafiante, mientras me soltaba sus amenazas.

    — Tranquilo, que con el aliento que tienes, dudo que siquiera una mosca se te acerque.— le dije, dándole unas palmaditas en las mejillas.— Un gusto en conocerte...¿Hiroki? ¿O prefieres Usui? Nunca me acostumbro a como ustedes los japoneses mencionan sus nombres. ¿Era el apellido primero o...?

    Me encogí de hombros.

    >> Bueno, no importa. Creo que nos vamos a llevar fenomenal. Ahora, si me pudieras soltar, te lo agradecería. No me gusta que se estire mi ropa.— comenté, guiñándole un ojo.— Creo que no tiene sentido alterar más a la gente a nuestro alrededor, ¿no? No al menos hasta que tengamos respuesta de donde estamos. ¡Mira si nos han secuestrado y tenemos que pelear por nuestra libertad! Nos vendría bien toda esa bravuconearía para defendernos, ¿no crees?

    Los gritos de la niña que antes había gritado por su madre llenaron el lugar, diciendo que frenáramos, que no debíamos pelear. Yo no hice más que volver a mirar a Hiroki, mientras levantaba las cejas y seguía sonriendo.

    — Ya oíste Lobezno. No tiene sentido que peleamos ahora. Después te puedes desahogar con un hueso, si quieres.— le dije, con una sonrisa vanidosa, en un tono que rayaba lo cómico y lo seductor.

    Si explotaba, más diversión. Si no explotaba y me dejaba ir, me libraba de una golpiza. De cualquier manera, salía ganando. O eso quería creer.
     
    Última edición: 21 Marzo 2020
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    Kaito

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    —Tranquilos, niños —susurró una voz serena sus espaldas.

    Tanto Sanji como Hiroki se volvieron súbitamente ante aquella voz, muy distinta a la del hombre que les dio la bienvenida. Esta voz era pertubadoramente calma.

    Un hombre alto se había materializado, aparentemente de la nada, detrás de ellos dos. Nadie lo había visto llegar. Tenía cabello oscuro y ojos azul cristalinos, que se asemejaban al reflejo del océano al amanecer. Llevaba puesto un elegante traje que lo hacía parecer un mayordomo, y de uno de sus bolsillos se asomaba lo que parecía ser un reloj de bolsillo dorado. El hombre tomó a ambos chicos por el cuello de sus camisas, y como si pesaran lo mismo que una pluma los apartó el uno del otro, elevándolos a unos centímetros del suelo. Luego los lanzó a extremos opuestos del compartimiento de tren; cayeron en cuatro patas los dos, sin hacerse mucho daño... pero probablemente más enfadados por el hecho que por el propio impacto.

    —Heh, estos mocosos son inquietos, de seguro —comentó otra voz distinta.

    Esa voz era claramente diferente; pertenecía a una mujer. Y en efecto, junto al hombre que estaba sentado apareció una chica que, en apariencia, parecía de la misma edad que ellos. Pero algo respecto de ella... su porte... se notaba que era distinta a ellos. La chica tenía largo cabello grisáceo, piel blanca sobrenaturalmente pálida, y unos brillantes ojos dorados. Su ropa era completamente negra, pero a diferencia de los otros dos distaba mucho de ser formal. Remera negra, y sobre ésta una chaqueta negra. Un short negro atado con un cinturón plateado, y una cruz negra colgaba de un pendiente alrededor de su cuello. Llevaba las manos en el interior de los bolsillos de su chaqueta, y su expresión parecía indicar que estaba un poco irritada.

    —Isander, Alice, esa no es forma de recibir a nuestros invitados —replicó el hombre sentado; parecía ser quien estaba a cargo de la situación—. Estoy seguro de que ellos se comportarán... ¿verdad?

    —Como usted ordene, Maestro Igor —replicaron ambos al unísono, haciendo una rápida reverencia ante él.
     
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    Yugen

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    Hiroki Usui

    El rostro de Hiroki fue llenándose más y más de ira hasta que los chillidos desesperados de la niña irrumpieron la tensión. Su voz rota por el llanto desenterró recuerdos de un pasado oscuro no muy lejano. Retazos, como flash-backs repentinos destellaron en su cabeza... recuerdos de su madre, de su padre, de él mismo lleno de moratones y golpes. Agh, mierda. Mierda. Joder. Terminó apretando los dientes, conteniéndose, forzándose a no romperle la cara a aquel imbécil. Tuvo que dar todo de sí. La ira y sus recuerdos se mezclaron en una elipsis caótica y terminó empujando al tipo contra la pared más cercana.

    Su espalda chocó con brusquedad contra la fría superficie del vagón.

    Hiroki respiraba con dificultad, agitado. La presión de su propio pasado sobre sus hombros era aún demasiado intensa. Se pasó la maga de la camiseta por la boca luchando por calmar sus discrepantes emociones.

    —Tiene que salir a defenderte una niña, menudo mierda que eres—se llevó la mano al rostro, a los ojos, y alzando la cabeza rio. Una risa seca, tosca, más similar a un gruñido animal—. ¿Dónde están tus pelotas? ¿Por qué no te defiendes capullo?

    Hiroki parecía incapaz de entender que había más formas de defenderse a parte de los puños. Las palabras hirientes, las patadas, los golpes e insultos. Él, desde su infancia, solo había conocido esa. Las palabras le resultaban vacías. El lenguaje del odio y la violencia era lo único que tenía significado y sentido. Para él, el tipejo del sombrero solo era un cobarde que se retorcía como un gusano atrapado en una red. Le daba asco. Le desagradaba profundamente.

    Joder.

    Terminó pasándose la mano por el cabello apartándolo de su frente con ansiedad. Pero los dispersos mechones ceniza volvieron a caer en el mismo sitio, como las cartas cuando se barajan.

    >>No soporto a los imbéciles como tú—le espetó—. Te juro que si vuelves a tocarme las narices te partiré esa cara de mierda que tienes ¿¡lo entiendes!?

    Exclamó.

    Y estampó el puño contra la pared junto a su cabeza. Con fuerza. Con rabia. Y el chirrido resultante hizo eco por todo el vagón.

    ***

    Cuando quiso percatarse, sin embargo, estaba en el suelo. Había sido elevado con sorprenderte fuerza y arrojado al otro extremo del vagón por una extraña figura aparecida de la nada.

    ¿Qué mierda...?

    Pero no pudo incorporarse. Porque al hacerlo un extraño escalofrío, gélido, le erizó la piel. Todos sus sentidos se pusieron en alerta.

    La saliva se secó en su garganta y el corazón en el pecho, por un momento, le pareció haber dejado de latir.

    ...

    ... ¿Qué mierda estaba pasando ahora?
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

    Leo
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    Shiori Kurosawa

    La superficie dura bajo su espalda fue lo que la despertó, seguido del chirrido terrible de las ruedas del tren, haciendo que su corazón se acelerada al punto de resultarle doloroso.
    Se levantó del golpe y su cuerpo no lo tomó demasiado bien, porque de inmediato sintió como todo a su alrededor daba vueltas, apenas pudo escuchar el grito de una chica, la bienvenida del hombre raro y el pleito del que parecía iba a ser el dúo de entretenimiento de turno.
    Los podían haber secuestrado, ¿qué demonios les pasaba actuando tan frescos?

    Velvet Room.

    No sonaba lindo. Sonaba a bar de mal gusto, a club nocturno o a motel.

    Apoyó la espalda en la pared, esperando tranquilizarse y eliminar de sus oídos el palpitar de su corazón aterrado, hasta que volvió a escuchar los gritos de, intuyó, la misma chica que había gritado inicialmente. Quería que el dúo de tarados parara, y era lógico, su teatro realmente solo alteraba aún más el ambiente.
    Identificó su silueta apenas unos metros más allá, junto a la de alguien más. Se acercó a ella y le colocó con suavidad la mano derecha sobre el hombro, apretando con cuidado. El hilo de voz que le había salido al final fue suficiente para indicarle que estaba llorando y aunque ella estaba asustada, no podía ignorar algo como eso.

    —No les hagas mucho caso —murmuró, su voz era casi igual de suave que la forma en que había tocado su hombro—. No parece que sepan comportarse de otra forma, incluso si no estuvieran metidos aquí.

    La respuesta del perro solo reforzó su punto y casi hizo que se le escapcara una risa, que hubiese sido más producto de los nervios que de cualquier otra cosa, pero la aparición de otras dos personas le bloqueó la garganta.
     
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Al no percatarse de los pasos que se acercaban, que alguien posará su mano en su hombro le hizo pegar un grito, aunque duró tan poco que se perdió entre tanto revuelo. Ahora era una chica, que sosteniendo su hombro con una suavidad que raramente sentía, la estaba tratando de calmar, su voz era tan dulce que quedo embobada por un rato, pero la verdad es que de a poco se estaba empezando a sentir un tanto acorralada estando alrededor de dos personas que ni sus nombres sabía, y a pesar de eso no podía hacer mucho, pues entendía que ambas personas tan solo pretendían ayudarla sin saber nada de ella.

    Nagi miró de reojo como el chico gruñón amenazaba al otro con que ni se le ocurriera volver acercarse ¿Ese sería el fin de su discusión por ahora? Esperaba que sí, ya bastante tenía con preocuparse de como estaría su familia si ella misma estaba en tales condiciones ¡Su mamá con suerte y podía defenderlos de algún perro callejero! Era casi imposible que hubiera podido hacer algo contra posibles secuestradores profesionales, no quería seguir preocupándose por desconocidos involuntariamente...

    Pero parece que el futuro tenía planes distintos al notar como el chico perro era estampado contra la pared por un tipo que salió de la nada, se quedó completamente paralizada apretando más aun el agarre de la mano del chiquillo a su lado si era siquiera posible eso.

    Y ella que pensaba que lo último estresante que le tocaría vivir ese año era pasar a la secundaría.
     
    Última edición: 21 Marzo 2020
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  18.  
    Hygge

    Hygge Game Master

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    Yule Shirai

    Apartó con suavidad su mano cuando la chica denegó su oferta, y agradeció que no podían verse los rostros, puesto que la vergüenza se asomó ligeramente por su pálida tez. Las voces seguían sucediéndose una tras otra, cada una por encima de la otra, y aquello empezaba a crisparle los nervios con más y más intensidad. El corazón se agitaba contra su pecho en una carrera por comprobar sus límites. Y dolía. Claro que lo hacía.

    Pero, a pesar de su creciente ansiedad, fue incapaz de abandonar a la chica a su suerte. Cuando buscó su mano en medio de la oscuridad supo que ambos, de alguna forma, necesitaban un punto estable del que apoyarse. Y a pesar de que todo su cuerpo temblaba y los pulmones ardían en busca de aire, Yule se mantuvo allí, de pie, con todas las fuerzas que le quedaban.

    Porque mantener su mano con firmeza era lo mejor que podía hacer. Era lo único que sabía hacer.

    Agradeció infinitamente la llegada de aquella chica de voz dulce que apenas pudo discernir, pues las palabras apenas salían de su garganta y le dolía no poder hacer nada por la joven a su lado. Sonrió con gratitud, a pesar de ser consciente de que no podría verle. Acarició la palma de la mano ajena con el dedo pulgar durante un instante, haciéndole saber que seguía allí...

    ...Y comenzó a boquear por aire, puesto que la aparición de todas aquellas personas le habían dejado, literalmente, sin aliento. ¿Qué demonios... estaba pasando ahí?
     
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  19.  
    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

    Tauro
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    Ante el silencio por las dos apariciones pudo por fin escuchar a quien tenía del otro lado, se sintió fatal por haberle ignorado por completo mientras se dejaba cegar por el miedo cuando a él le faltaba el aire, claramente no era la única ahí y lo más probable es que todos tuvieran los nervios de puntas... o la mayoría, recordando al tipo del sombrero. Claramente nada le podría quitar el miedo que tenía ahora mismo de manera tan fácil, pero al parecer la preocupación que empezaba a sentir por aquel chico iba agarrando fuerza, ahora era el turno de ella darle una mano, por lo cual, dicho y hecho, aflojo el agarre que tenían y la posó en su espalda, empezando a sobarla en círculos lentamente, tal vez no funcionara de nada, pues no tenía idea que cosas se debían hacer en tales situaciones, pero una tontería como "Cálmate" era la opción menos posibles.

    —N-no estamos solos— Parece que los temblores de voz se iban a volver constantes de ahora en adelante. — Hay más chicos, no tan solo esos tipos horribles —agrego al notar lo ambigua que fue su frase.
     
    Última edición: 21 Marzo 2020
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  20.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
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    Anna Hiradaira Soria

    La situación había comenzado a desbordarse. Primero, el payaso que parecía tomarse todo aquello como una comedia cutre de bajo presupuesto; segundo, el gruñón de pocas pulgas que se prendía sin recaudos a la mínima chispa; tercero, la niña chillando por que se detuvieran, al borde del llanto. Anna no creía que más tensión pudiera caber dentro de ese vagón, pero los acontecimientos se encargaron de cerrarle la boca. Desde su posición, pudo ver segundo a segundo cómo un sujeto enorme se materializaba detrás del par de idiotas, los alzaba en el aire y los arrojaba en direcciones opuestas; al parecer, sin siquiera agitarse. La violencia de la escena le congeló la sangre en las venas y se comprimió aún más, si era posible, contra la pared del recinto. Sus uñas habían comenzado a rascar el metal sin notarlo y apenas podía parpadear. Una idea se instaló en su cerebro, provocándole nauseas.

    Moriremos aquí.

    Como si de magia se tratase, ahora eran tres los anfitriones de aquella reunión. Se hablaban entre ellos con semejante naturalidad y tranquilidad que sólo lograba reforzar aún más el terror de Anna. No tenía la menor idea de qué estaba pasando, ni qué ocurriría con ellos, ni cómo había llegado allí o por qué. Le echó un vistazo a sus alrededores, a las siluetas moviéndose y hablando entre sí. Al menos, no parecía ser la única en esa posición. ¿Cuál era el punto de todo eso?

    Tenía que hacer algo.

    Reuniendo toda pizca de valentía perdida en su cuerpo, palmeó los costados de su ropa suavemente y frunció el ceño. Mierda, no tenía el celular encima. Y no solo eso, sino que la suave y mullida textura que sus manos encontraron le hizo bajar la vista hacia sí misma. Al notar que iba con su pijama puesto soltó una breve exclamación de sorpresa y se abrazó por reflejo, juntando las rodillas.

    —Pero la puta madre —masculló en español, su idioma natal, sintiendo el calor ascender a su rostro.

    No solo la habían secuestrado dentro de un vagón con nombre de película porno y rodeada de gente extraña y bichos apareciendo del aire, sino que también iba en sus pantalones y camiseta de felpa con ositos haciendo esquí. ¿Qué más iba a pasar?
     
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