Después de no haber publicado nada en, ¿cuatro, cinco meses?, aquí tengo una historia para la actividad (hacía tiempo que no participaba en una): "Background Music". Estoy segura de que muchos pensarán que la música no pega con la historia, es más, no quería hacerla tan larga y compleja cuando me vino la idea. Pero bueno, entre las clases de Ética y alguna que otra tutoría del colegio, me pongo muy filosófica. Espero que os guste, tanto como yo me he llevado tiempo reflexionando. Música: Yiruma - It's your day Thank you La habían sacado de casa. La habían arrastrado de un lugar a otro contra su voluntad. La habían forzado a permanecer en el banco donde ahora mismo se hallaba sentada. Después de numerar todas esas causas, no era de extrañar que Charlotte observara su alrededor con enojo; era el sentimiento que, según su frente arrugada, reflejaba. Especialmente hacia el sujeto que se encontraba junto a otros niños frente a ella. Para él iba dedicado sus más fulminantes miradas. Para el culpable por estar ahí. Philippe se dio cuenta de que la chiquilla lo observaba e, ingenuo a todo, la saludó con la mano, sonriente. Charlotte sintió cómo sus labios forzaban una sonrisa, mientras por dentro se preguntaba si todos los estudiantes universitarios eran tan pánfilos, o solamente lo era él. Suspiró. ¿Seguro que ella solo tenía nueve años y él diecinueve? Porque ahora se lo empezaba a cuestionar. La miraba fijamente, como si le estuviera invitando a que se uniese, pero ella no se movió de su sitio. Los niños corrían y reían. El joven universitario también. La única que no sonreía era ella, la niña de nueve años. Porque estaba enfadada. Porque consideraba aquello como un sinsentido. Porque, a pesar de haber pasado junto al parque en numerosas ocasiones mientras iba de vuelta a su casa, parecía que era la primera vez que lo visitaba. —¿No irás a jugar con los otros? —le preguntó de pronto Philippe, que se había acercado sin darse cuenta. Ella no contestó de inmediato. —¿Y qué hay de ti? No deberías de estar malgastando el tiempo de esta forma. —Estoy tomándome un descanso, un descanso. Hay que salir a tomar el aire fresco de vez en cuando. Y como no veo que salgas mucho de casa, te he llevado conmigo. —Nadie te lo ha pedido. —Lo sé. El muchacho entonces se sentó a su lado, y ambos se quedaron en silencio durante un buen rato. Quería preguntarle muchas cosas, especialmente el porqué insistió tanto en que le acompañara cuando apareció frente a la puerta de su casa, pero intuyó que no se lo contaría, así que no dijo nada. El sol recortaba las siluetas de los niños y las sombras se hacían cada vez más largas y oscuras. La noche estaba ya al caer. Pero ninguno de los dos se levantó. Se limitaron a observar cómo los chiquillos continuaban jugando. —Hacía tiempo que no venía al parque —dijo de repente Charlotte con tono monótono, por dar un tema de conversación simplemente. Philippe hizo un gesto en señal de que la escuchaba—. Solía hacerlo a menudo con mi madre, pero ahora que ella no está no he tenido ni un momento de respiro —rió con amargura—. Ya entiendo por qué los adultos siempre se sienten tan cansados, en especial las madres. Su locutor permaneció unos segundos callado antes de tomar la palabra. —Ha tenido que ser difícil desde que la hospitalizaron. ¿Cómo se encuentra? —Bien. Al parecer su salud ha ido mejorando estos últimos días. Pero parece que no le darán el alta en una buena temporada. Hasta donde ella sabía, su madre siempre fue una mujer de salud muy débil, por lo que debía de visitar al doctor cada cierto tiempo. Pese a ello, nunca se retrasaba para recogerla o para preparar la cena; procuraba ser lo más puntual posible, porque no quería preocuparla... hasta que, por primera vez, no se presentó para llevársela a casa. Desde entonces, su madre lleva permaneciendo en cama, y Charlotte la reemplazó en su lugar. Quien la recogía, quien hacía las tareas del hogar, quien la ayudaba con la tarea. Todo lo hacía ella misma, aunque con un poco de ayuda por parte de su vecina y madre de Philippe, quien se molestaba en ir a su casa a visitarla cuando disponía de tiempo libre. En cuanto a su padre... Bueno, no había por qué pensar en alguien a quien no conoces en primer lugar. De todas formas, la niña se las apañaba bastante bien aun sin sus padres a su alrededor; era un verdadero logro considerando su edad actual. Lo único que había tenido que sacrificar era su tiempo para ser una cría, así que estaba bien. Era por eso que no sabía qué hacer en el parque, porque la antigua Charlotte se había ido, y no tenía necesidad de jugar por ahí. Eso fue lo que pensó su mente hecha adulta, mientras veía el sol ocultarse. Philippe se dio cuenta de todas esas cosas con tan solo ver cómo se obligaba a ser madura. —Puede que tarde mucho en regresar. ¿Hasta entonces vas a estar sustituyéndola? Ella siguió observando indiferente el horizonte. —No me importa. Que dure todo el tiempo que haga falta. Pero tendrá que volver en perfectas condiciones. Además —añadió tras una breve pausa—, esta vez poseerá más ayuda que antes. Ya no soy una niña después de todo. A Philippe se le escapó una carcajada. —Claro, como cumplir nueve años te hace más adulta —bufó él. Charlotte entornó los ojos, ofendida. —Pues lo aparento mejor que tú, viejo. —Oye, cuidadito con lo que dices, mocosa —replicó el chico de diecinueve años—. Aunque, por ser tu cumpleaños, lo dejaré pasar. Es más, mientras el día dure permitiré que me pidas cualquier capricho tuyo. Lo dijo con indirectas, pero era indudable que Philippe le estaba preguntando por su regalo de cumpleaños, aunque a su manera. Igual que un niño pequeño: orgulloso e innecesariamente considerado. Aquello era molesto, era insoportable... E iba a mandarlo de paseo, a él y a su estúpida oferta. Es lo que tuvo que haber hecho desde un principio. Pero, por alguna razón, no podía hacerlo. En ese momento, y antes de que ella pudiese abrir la boca, habló. —Charl, ¿realmente crees que podrás con las obligaciones de tu madre? —¡Por supuesto! Puedo tender la ropa, lavar los platos, limpiar la casa... Puedo hacer todo lo que hacía mi madre. Al fin y al cabo, ya soy una adulta. Sin embargo Philippe solo sonrió con sarcasmo y alivio a la vez. —Sigues siendo una niña, después de todo. El rostro de Charlotte se tiñó de rojo. Estaba a punto de reprocharle cuando su interlocutor se le adelantó, ahogando sus propias palabras en su garganta. —Ahora estamos en la parte en donde dirías: «¡Tú te comportas de manera más infantil que yo!», ¿no piensas eso? —Charlotte permaneció callada, con los labios apretados—. Tomaré eso como un sí, y otra prueba que demuestra lo mucho que te falta aún por crecer. Oye, Charl, ¿qué es lo que pierde una persona a medida que va creciendo? Pierde pañales sucios, pierde inexperiencia, pierde pelo... Y a cambio consigue otras cosas. Pero lo que uno no podrá recuperar es la niñez y la infancia; no podrá recuperar el tiempo. Y sin embargo existen los álbumes de fotos y la memoria, para poder recordarlas al menos durante un breve periodo de tiempo, y continuar con la vida cotidiana después de echarle una ojeada. ¿Qué conseguirás tú, una cría que dejó de usar el chupete hace poco, empeñándote en crecer ahora, en actuar como una adulta? Piénsalo detenidamente. ¿Qué cosas que merecían la pena podrás recordar, si nunca existieron en primer lugar? ¿Qué harás cuando te des cuenta de que has perdido una parte importante de tu vida por acelerar un proceso que seguirá desarrollándose durante muchos años? Los argumentos que le estaba planteando el universitario eran, claramente, muy avanzados para ella, pero, de alguna forma, logró entender más o menos hasta dónde quería llegar con ello. ¿Y qué hay con eso? Si el muchacho pensaba que no se lo había planteado con anterioridad, estaba completamente equivocado. Porque, ¿cuántas veces quiso poder jugar en el parque que se encontraban en estos mismos instantes? ¿Acaso se veía feliz por lavar la ropa e ir sola al colegio? ¿Quién podría afirmar con certeza que no había deseado vivir como los demás niños de su edad? Por supuesto que ella no era diferente en ese aspecto. Quería ser como el resto. Simplemente ocurría que se auto-obligaba a reprimirlo y a resignarse. Porque si empezaba a depender de su vecina, a depender de alguien, a ser débil, ¿quién le garantizaba que podría salir de esta más adelante? Nadie. Absolutamente nadie. Sí... En comparación con unas hojas más en su álbum, su deseo de seguir hacia delante era mucho mayor. Incluso si debía de matar una parte de su vida para ello. Al fin y al cabo... «...no me queda más remedio, ¿no?», fue lo que su mente llegó a pensar. —Charl, imagínate que soy un mago y puedo concederte cualquier deseo, pero solo uno, ¿qué es lo que desearías ahora mismo? —Eso es una tontería —se burló ella. —¿Por qué no lo intentas al menos? Dale todo el tiempo que necesites. ¿Que qué desearía, dice? Eso no tenía que plantearlo siquiera. Era evidente que elegiría... ¿Eh? ¿Qué iba a elegir ella? ¡No, no, no! No, no es que no lo supiera, tampoco se le había llegado a olvidar; estaba segura de que tenía la respuesta delante de sus narices. Lo sabía. Sabía qué quería escoger. Lo que deseaba, sin embargo, era completamente imposible. Porque ese deseo implicaba convertirse en ambas cosas: en una niña y en una adulta. Y eso no podía ser posible. Eran contradictorias, para empezar. La niña empezó a sentir pánico. A pesar de las vueltas que le dio Charlotte, de preguntarse a cuál de las dos debía de abandonar como si estuviera dudando entre un juguete y otro, no obtuvo ningún resultado. ¿¡Por qué!? ¿Por qué no podía simplemente desechar uno y ya está? Apretó los labios más todavía y retuvo las ganas de llorar. Silencio. Después, clavó la vista hacia el frente; los niños estaban a punto de irse a sus casas con sus madres. Aunque, si lo pensaba con detenimiento, ¿de verdad solo se trataba de eso? Apoyarse en una persona. Independizarse. Había generalizando demasiado. Se había limitado a decidir una a la fuerza, cuando los valores que buscaba eran más que eso. Se encontraban en colores diferentes. Entonces... ... solo tenía que mezclarlas y conseguir un color que la satisfaciera. —Philippe —dijo ella al fin—, ¿sabes? No quiero pedir nada. El muchacho parecía confundido ante dicha respuesta. —¿Por qué? —Bueno —se levantó—, porque, después de todo, no puedo elegir. No soy capaz de reemplazar el puesto de mi madre, y no me atrevo a aceptar la ayuda de los demás. Si hiciera todo por mí misma, no duraría mucho tiempo sola, y si fuera ayudada cada dos por tres, más adelante no sabría qué hacer por mi cuenta. Lo más seguro sería que, tarde o temprano, me volviera mal de la cabeza. Por eso, si no tengo posibilidad de ser una niña ni una adulta, seré una mezcla de ambos. Un gris del que pueda sentirme orgullosa. Y, dicho esto último, los rayos del sol desaparecieron por completo y la primera farola se encendió. Todo se veía bastante oscuro y no quedaba nadie salvo ellos en el parque, pero la espera había merecido la pena, pensó Philippe. Seguía siendo una mocosa de cuerpo, sí, pero al menos había dado un gran paso. Un paso que también Philippe tuvo que dar. ¡Y mucho antes que él, debía de admitir! Lo que no se esperó, quizá, fue que le tirase por detrás de la camiseta y dijera: —Gracias por el regalo. Ha sido una buena charla de padre. —Y la niña de nueve años sonrió. «Oh, por favor, ¿tan viejo me consideras?», se cuestionó Philippe por dentro. «Como mucho, di que me he comportado como un buen hermano mayor» Philippe, sin embargo, lo dejó pasar. Qué más daba. Bien está lo que bien acaba, ¿no? Entonces los dos, el universitario en el frente y con la chiquilla agarrándose a un extremo de su camiseta, regresaron a casa.
Awww, no sé qué decirte, me has dejado sin palabras. Me ha encantado este relato. Yo... amé este escrito xD Charlotte me daba no sé que; es decir que sí, muy madura y lo que sea, pero ese anhelo interno de realmente desear ser como los demás niños me desarmó. ¿Vamos? Quién no lo desearía, es parte del desarrollo humano después de todo. En realidad, hasta como aquí lo demuestras, aunque uno alcanza cierta edad y grado de madurez, siempre habrá un "yo" interno que seguirá siendo infantil, como Philippe, aunque también hay que ser moderados. Hasta cierto grado me da pena Charlotte por ese orgullo que tiene de no querer pedir ayuda, pero si sabe que jamás podrá hacer todo solo, llegará el momento en que tenga que mezclarse un poco con otros ;D, sólo un poco que dos colores se necesitan para hacer el gris n.n En serio me gustó el escrito y la canción, a mí me pareció perfecta especialmente para la parte final en la que ella llega a su conclusión después de tanto debate mental y al darle gracias a ¿su padre? Jejeje, pobre Philippe, lo mataron con eso xD De verdad, muy buena historia. Gracias por compartirlo. No hay duda de que esta actividad está haciendo un gran trabajo dándonos inspiración. Sin más que añadir me despido deseándote bien. Hasta otra :)
Es un lindo escrito. Muy a menudo nos ha pasado esto en nuestra infancia, pero no de tal extremo, por lo menos no a mi. Pero si llega ese momento en la niñez donde suceden cosas y necesitas madurar más rápido de lo "normal" y te das cuenta del gran paso que das y de lo que dejas atrás. ¿Quién no ha querido volver a la niñez? Jugar, reír despreocupadamente. Pero si das un paso atrás, también te das cuenta de lo que dejas por delante. Es como la conclusión de Charlotte, es buscar un equilibro. Aunque claro, ella, su madre estando muy enferma, no tuvo más opción que dar muchos pasos hacia adelante sin pensarlo dos veces. Pero así es la vida, y son cosas que pasan realmente. Mmm, realmente el que la canción combine con el escrito lo pongo en tela de juicio. Por momento, por tramos de párrafos, me pareció que la canción caía como anillo al dedo al escrito, pero luego no, me parecía muy incongruente. Iba y venía, y yo dije que tuvieran cuidado en eso :/ Pero en fin, fue un lindo escrito. Mi nota es: Bueno. Saludos<3
Un lindo escrito he de decir, te hace recordar tu niñez, y ése punto en particular en el que tienes que tomar desiciones muy importantes. Me gustó el personaje de Charlotte, muy madura, aunque me hubiese gustado un poco de más descripción por parte de los personajes, saber cómo eran al menos... (yo me imaginé como una niña bajita, de colochos, rubiecita y con los cachetotes cuando se enojó xD) Pero no senti que el escrito se acoplara completamente con la canción, hubo veces en las que sentias que si iba, y otras en las que quedaba floja, y se volvia solo una cancion de fondo sin relación alguna... Nota: Regular
Lool yo me la imaginé igualita así xD Kirino, tienes n buen gusto para nombres, y el título le encaja muy bien a la historia. Me encantó tu historia<3 tú nunca me decepcionas, una tramay ortografía impecable, buena narración y redacción... la cosa fue la descripción en cuanto los personajes y más sentimiento (sí me llegó pero le faltó más fuerza esa parte, sólo te falta pulir), como dijo K M, me hubiese gustado que describieras a los personajes, sé bien que ya es cosa del escritor sí hacerlo o no, pero ya que es para un actividad se exige. Pocos detalles que vi por ahí, nada grave. Vaya, es que la idea fue inusual porque el principio me hizo pensar otras direcciones. La niñez, sí, no vuelve jamás, pero ella aún no lo entiende; ashgfd ese diálogo de Philippe fue tan real, tan maduro de él, me gustó. Pero sabes, yo le hubiese puesto al menos dos años más a Charlotte, tanta madurez en una niña de nueve años es difícil de creer, más no digo que no sea cierto. Y aunque ella sea seca, al final demostró a su manera que quiere a su vecino, aw. Y se sabe que aunque ella sea independiente como quien dice, él siempre la ayudará junto a su mamá. La melodía, uhm, de que encajó, encajó, pero a veces da puntos en que no, por confusión. Esta melodía es en parte suave y gran parte algo fuerte, cambia; y es irónico, pero esta vez -a mi pensar- la historia fue un poco más fuerte que la canción, ese es el punto erróneo del encaje, pero yo lo veo así: fuerte por parte de Charlotte y la suave por parte de Philippe, cual da gracia también, cosa que se siente en la melodía. Por eso digo que sí acopló, a diferencia de las otras juezas. Mi nota: Muy bueno.