Teoría del Tormento

Tema en 'Relatos' iniciado por Blueberry, 28 Marzo 2010.

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    Blueberry

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    Teoría del Tormento
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    Teoría del Tormento

    Teoría del Tormento
    Ariel
    Desperté aun sintiendo su aroma de colores, estaba en todas partes, en mi ropa, en el aire, en el viento, en mi recuerdo aún ardiente y principalmente en la fantasía que yo iba formando poco a poco para ocultar que sin embargo ella se había ido horas atrás.
    Me escondía, corría de la idea de no saber qué haría más tarde o mañana, solo unas horas fueron suficientes para que pensara que podía estar con ella un poco más, un segundo más, uno tras otro.
    Ariel me hacía dormir por las noches, era quien me decía a donde caminar y a donde ir, era mi inspiración y era mi razón, la quería como a una enfermedad y como al error que había cometido para llegar a este punto en mi vida, un lugar que yo amaba, un momento que yo seguramente siempre recordaría con cariño.
    Conocerla fue un milagro, no tenía otra razón para explicarlo. Sin creer en el destino podía decir que el mismo destino había hecho todo lo posible para que pudiéramos hablar, que ella soportará la locura y que finalmente todo lo que pasaba en mi vida pudiera suceder.
    No quería que se fuera nunca, la idea de que un día pronto, mucho más pronto de lo que quería me mataba y me hacía ir al infierno.
    Deseaba desaparecer, olvidarla, correr y no tener miedo.
    Quería ser yo de nuevo.

    El Gran Verde
    -Sus garras era enormes, corrí y corrí.
    Decía una muchacha que apenas podía pararse del temblor que recorría por sus rodillas.
    -A mi casi me sujeta, sentía sus uñas pálidas en mi pierna.
    Le respondió a su amiga que lloraba mientras relataba la historia.
    La leyenda por aquí contaba de un ser que salía las noches más solitarias, cuando nadie se atrevía a salir y la tristeza abordaba las calles que llevaban al corazón. Yo lo conocía, a veces era mi amigo, le decía El Gran Verde.
    El Gran Verde era un monstruo que se alimentaba del miedo, bebía las lágrimas y lo que era más atemorizante, era yo mismo, era todos los demás, es una mutación que se adquiere cuando tememos a lo mismo que amamos, cuando no nos enfrentamos al futuro.
    Me abrí paso atreves del circulo de gente que lloriqueaba y gritaba espanta, atormentados por el misterio que por bajo sus parpados había pasado.
    Me limpié la garganta para hablar.
    -Yo lo mataré.
    Me vieron todos desconcertados, aún con lágrimas en los ojos.
    -Lo desafiaré a un duelo, y le ganaré para que nunca regresé a atormentarnos. Me debe tanto, me debe mi vida que se llevó años atrás.
    Todos callaron, no tenían nada que decir, no confiaban en mí.
    -Mañana por la noche, yo mismo lo buscaré y con una mirada le venceré. No dejaré esta vez que el miedo se aproveche de mí.

    Eskimo
    No podía ver a ningún otro lado, estaba concentrado, estaba enamorado y fascinado por la idea que el futuro me decía. Este era yo, de nuevo yo, lo que había extrañado y deseado con tanta fuerza ahora estaba justo enfrente de mí, viéndome también a mí con sus ojos de miel encriptada, con el fuego de la pasión de sus sueños, con la quimera que sus labios formaban para crear la fantasía del momento.
    Mi rebeldía surgió con inspiración, inteligencia, creatividad, amor, tristeza, melancolía, colores, amargura, sabores que antes no estaban, recuerdos que aún no pasaban, momentos que ya no se veían amarillos o azules, eran de colores como la lluvia de una noche indescifrable y romántica.
    Ese era yo, lo que yo sentía y pensaba, se sentía bien regresar a casa y contarle a todos los malos momentos que había pasado antes de conocerla a ella.


    Me despedí, iría a hacer las cosas que tenía pendientes, prendí un cigarro para caminar mientras veía el sol, escuché la música del viento, sentí el tiempo pasar cálidamente sobre mi piel y el atardecer posarse tranquilo en mis ojos que casi lloraban al sentirme satisfecho por primera vez en tanto tiempo.
    Una voz llegó abruptamente a mi corazón.
    -Te veo y te acompañare, ahora eres mío.

    Teoría del tormento
    Llegué temprano, sabía yo donde buscarlo y como llamar su atención, era el momento de la verdad, podía morir o irme por fin de este lugar que yo solo había aprendido a odiar.
    Me veía con sus profundos ojos verdosos y atemorizantes, se paseaba en sus cuatro patas de un lado para otro, sacaba sus ácidos colmillos; los mostraba para que yo corriera. Pero no podía tener miedo, Ariel estaba conmigo, me acompañaba en mi última batalla.
    -¿Entonces, Eskimo, crees que puedes ganarme?
    Se carcajeo abiertamente mi reptil enemigo.
    -Te ganaré
    Contesté.
    -No podrás clavarme tus esperanzas a través de mi escamosa piel que tú mismo me has fabricado, siempre que te despedías tenías miedo. Ella es la culpable, todo lo que ustedes hicieron me convirtió en algo más grande, esto que ahora no puedes controlar.
    Lanzó El Gran Verde su primer golpe hecho de mentiras, de miradas y pesadillas. Pero lo esquive cerrando los ojos y recordando aquella primera noche.
    Respondí inmediatamente a ese fuerte golpe, abrí mis ojos y le clave una profunda mirada mientras a mi regresaban las imágenes de una bella noche de tragos y perfumes.
    Sin embargo el oscuro recuerdo de cómo la noche amenazó con no dejarme ver nunca más la luna hizo que el golpe que se dirigía directo a su corazón se desviara hacía el vació
    -¿Eso es todo lo que puedes hacer?
    Me dijo mientras mantenía su diabólica sonrisa sobre mí.
    -¡Ahora te mataré Eskimo, serás pesadilla de por vida!
    Preparó su golpe más fuerte, se paró firmé sobre sus cuatro patas, saco sus afiladas garras y mostrando su amargo semblante me mandó una mira oscura y penetrante que no pude esquivar.
    El golpe me tiró, me arrojó hacía donde yo no quería ir, había terminado para mí.
    Me abordó el recuerdo de cuando yo pensé que no podría ver nunca más a Ariel, la vez que le grité y que exploté en coraje, la noche que juramos nunca más vernos y no hablarnos nunca más.
    Aquellos días oscuros y llenos de incertidumbre, de no poder levantarse para intentar seguir soñando, aquella lejana vez que pensé que nunca más podría sentir su perfume, ver sus ojos y mirar sus labios mientras hablaba de uno de esos temas que yo siempre disfrutaba.
    Era el final para mí, Ariel estaba a punto de irse, se vía en una imagen borrosa a través de la niebla de mis lágrimas.
    Sin embargo logré ver sus ojos, tenían una lágrima dibujada, igual que la vez del tenebroso recuerdo de rechazo.
    Logré por primera vez ver lo que sus ojos me decían, que ella no se iría, que se quedaría de una u otra forma, que entre tanto caos y tanto miedo ella y yo siempre podríamos tener una de esas largas pláticas para olvidar las tardes difíciles.
    Mientras cerraba los ojos tiré mis últimas lágrimas, estaba Ariel, estaba el futuro, todo se veía de nuevo con colores. Había terminado todo para mí pero no de la forma en que esperaba, sino de una mejor manera, escaparía a un mundo donde vivía Ariel, pero El Gran Verde no podría perseguirme.
    El Gran Verde me veía, su piel se iba deshaciendo ya sus garras despareciendo y su mirada nublándose, no dijo nada, no tenía aliento, solo terminó de esfumarse en una madeja de melancólicas canciones que Ariel cantaba mientras veía la escena de la batalla.
    Ariel me vio mientras el amanecer llegaba. Me dijo.
    -Me quedaré, y tu conmigo.



    N/A: Escribir este relato me parecio un poco dificil, por el tema de los limites.
    Aún así me ha gustado el resultado y tengo que decir que disfrute escribiendolo.

    Una opinion sincera me gustaría bastante =)
     
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    Quelconque

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    Virgo
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    Pluma de
    Escritor
    Re: Teoría del Tormento

    Me pareció original lo épico que pareció la lucha interna, pero no me gustó ese toque autobiográfico que fuera de este foro es un tanto raro, pero los nombres son lo que menos importa.

    Me pareció que todas las descripciones, y corrígeme a palos si me equivoco, son palabras que suenan bien pero que leyendo ya no tienen sentido las unas junto a las otras. Tal vez yo soy muy palurda para imaginarme cosas tan abstractas como el color de un olor, y sin embargo siento que sólo eran palabras rimbombantes usadas prólijamente para suplir una carencia de real vocabulario concatenante.

    De cualquier modo, me pareció que es un escrito que no debe tener una interpretación rígida ni clara y fue bueno leerlo.

    Saludos.
     
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