Crepúsculo Tentación.

Tentación.

Tentación.

Sus ojos negros como el carbón la observaron entrar, mientras sentía ese terrible ardor en la garganta al momento en que por sus fosas nasales entró el embriagante olor. Deliciosa, pensó su parte más débil. Y sin embargo, se controló para no avalanzarce sobre la chica nueva y tomar su sangre hasta dejarla sin una gota de ese líquido rojo vital para los seres humanos.

Ella se acercó hasta sentarse en el puesto a su lado, tal como el profesor se lo había indicado, dando torpes tropezones, y él se alejó lo más que pudo. Durante la clase, no pudo concentrarse: se pasó todo el tiempo pensando en la mejor manera de matarla.

Pero no... Él no era un monstruo, no lo era y no lo sería. Jamás, se juró a sí mismo con rabia, luchando contra sí mismo. Escuchó el sonido de la campana y se paró inmediatamente, para salir de esa aula y no asesinar a Isabella Swan en el acto.

Corrió hasta alejarse lo más que pudo y suspirar con los ojos entrecerrados. Todo era culpa de esa tonta niña, no sabía en lo que se estaba metiendo.

-Es demasiada tentación -admitió para sí mismo- Si no la soporto, sé que no lo podré superar. No quiero ser un monstruo -suspiró con irritación.

Él definitivamente no se convertiría en un asesino... Y mucho menos por una niñata ridícula y caprichosa que había decidido vivir con su papá para arruinarle la vida.