Explícito Teeth [Tokyo Revengers]

Tema en 'Fanfics de Anime y Manga' iniciado por Temarii Juuzou, 4 Marzo 2022.

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    Temarii Juuzou

    Temarii Juuzou Maestre

    Piscis
    Miembro desde:
    6 Agosto 2011
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    Escritor
    Título:
    Teeth [Tokyo Revengers]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    8
     
    Palabras:
    150
    Teeth

    Personajes: Izana Kurokawa/Kakucho Hitto.
    Anime: Tokyo Revengers.
    [Historia subida a wattpad]

    __________________________________________________________________________________
    Prologo.

    Su belleza era acorde al misterio que traía, como una maldición: mientras más hermoso, más secretos debe guardar. A veces llegaba a la habitación tan noche que su piel se mezclaba con la oscuridad, dejando que la luz lunar delineara su perfecta silueta. Y suele no hablar de él, de su vida... de nada, le vuelve loco no saber quién es o que hace.

    Pero el solo roce de sus labios, las caricias y esa mirada tan feroz le hace olvidar cualquier carencia que Izana atrae a la relación.

    Pero todos tienen su límite.

    ¿Acaso llegará al suyo cuando la piel morena de su pareja este manchada con la sangre de un inocente?

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆ ​

    —Todos teneos secretos. Todos deseamos olvidarnos de algo ¿Qué hay de ti, Kakucho? ¿No hay algo que desees olvidar?
     
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  2. Threadmarks: Capítulo 01
     
    Temarii Juuzou

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    Teeth [Tokyo Revengers]
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    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    8
     
    Palabras:
    2702
    01

    Lo llamaban el terror nocturno, la sombra peligrosa, el rayo de la muerte. Tenía tantos apodos, así como identidades, pero nadie jamás había visto su rostro sin perder la vida con ello: era como un regalo, o, al menos, eso era lo que pensaban sus víctimas antes de morir. Se quitaba la tela que cubría su preciosa sonrisa y los miraba con esos enormes ojos, inexpresivos, antes de disparar. Lo último que miraban eran esos ojos sin vida, sin expresión, nada de remordimiento ni placer. Nada.

    Mostraba sus blancos dientes, creando el perfecto contraste con su piel canela y eso era todo. Un regalo antes de morir, un rostro de demonio, un demonio precioso.

    Un asesino a sueldo que mataba en las sombras, no dejaba huella y nunca nadie le había visto. O eso es lo que todos creen.

    Kakucho Hitto sí que lo había visto. Hacía años, mucho antes de entrar a la pubertad. Tendría unos 12, era tarde y sus padres le matarían por llegar tarde, pero simplemente el tiempo se iba volando de tal forma que no era capaz de percibir cuanto tiempo pasaba en casa de su mejor amigo, Takemichi, hasta que el Sol se ocultaba dándole paso a la Luna de iluminar la oscuridad de la noche. Había salido como un rayo de la casa de su amigo y corrido por las calles de Shibuya, esperanzado de alcanzar el último tren del día. Por suerte lo logró, pero aún le faltaba por llegar a casa. Fuera de la calidez que el tren le brindaba, se enfrentó a un frío casi sepulcral, de esos que te hacen pensar que algo no va bien.

    Podía ver su edificio desde donde estaba, un suspiro convertido en vaho escapo de sus labios y por fin pudo aminorar su paso, Estaba cerca, podría abrazar a sus padres después de ser reprendido y acurrucarse en la calidez de su cama. Dormir como un oso en pleno invierno, tenía todas las vacaciones para ello ¿Qué podría salir mal?

    Entonces un golpe le dio de lleno en el estómago, haciendo que se arqueara y cállese al suelo. Unos ladrones, a tan solo una cuadra de su hogar ¿La vida podría ser más inesperada? Ojalá hubiera visto a su madre sonreír por última vez, pensó, en cuanto el sujeto frente a él saco una navaja cuya hoja afilada brilló en cuanto la luz de la única farola en la calle chocó contra ella. Pudo ver su pequeño reflejo en la cuchilla, rostro asustado, cuerpo tembloroso. La poca nieve que caía empapando su cabello y ropa. El sujeto frente a él sonreía con malicia, lo conocía, sus padres le habían advertido, la televisión hablaba de él casi a diario; era un ex pandillero, se había vuelto loco de poder cuando lo expulsaron de su pandilla e iba por la vida llenando su cuerpo de drogas y alcohol, matando y violando a quien fuera lo suficientemente estúpido para andar solo por las calles de su pequeño barrio. Como él, que había olvidado completamente las advertencias de sus padres.

    Era su fin. Su padre sería llamado en la mañana para ser avisado de que habían encontrado su cuerpo, desnudo, lastimado y sin vida en algún barranco. Sabrían que fue él, aunque no lo encontrarían, porque, así como era de malvado, era de escurridizo ¿Cómo lo había llamado su padre la última vez que encontraron el cuerpo de una adolescente? Una rata asquerosa. Una escoria.

    Un movimiento rápido y el rostro le ardió. Un grito salió de su boca y sintió la palma de una mano chocar contra su mejilla, la fuerza le hizo caer en el suelo, golpeando sus pequeñas manos con el pavimento húmedo de la nieve que poco a poco caía. Era la primera nevada de invierno e iba a morir.

    Llevo su mano a donde le ardía, justo donde el sujeto le había enterrado la punta de la navaja. Desde la frente, por donde comenzaba su cabello, cruzando en diagonal, atravesando su ojo, con el cual solo miraba rojo. Sentía la sangre gotear, ya estaba marcado. Todas las victimas lo estaban, disfrutaba con desfigurar los rostros ajenos ¿No era así?

    —Mamá...

    Su voz salió gruesa y entrecortada, mataría por abrazarla, aunque fuera por última vez. El sujeto jadeo, lleno de energía, con esos terribles ojos llenos de una asquerosa lujuria. Se abalanzó a Kakucho.

    El pequeño cerró los ojos en cuanto lo sintió saltar, pero el golpe nunca llegó, no quiso abrir su único ojo sin lastimar, se dedicó a ocultar su cuerpo con sus delgaduchos brazos, escuchando unos pies golpear contra la nieve. Los abrió lentamente. Aquel asqueroso hombre estaba tirado contra la nieve, unas enormes botas negras le pisaban la mano, con malicia, la navaja se encontraba lejos del alcance de este. Ya no le prestaba atención, miraba al chico encima de él, con terror en los ojos.

    Kakucho también sintió el pánico.

    Era el terror nocturno, el rayo de la muerte.

    Había aparecido unos dos años atrás. Su padre decía que mataba gente mala, pero que eso no lo hacía un justiciero ni una buena persona, porque era un asesino. Todos le tenían miedo, porque nunca se sabía cuándo, porque o donde atacaría. Y siempre era lo mismo, atacaba, mataba a las víctimas con un simple balazo y desaparecía. Se sabía que era él, porque siempre era una bala en el mismo sintió y con una precisión de miedo: justo en el corazón, destrozándolo completamente. Al principio parecía ser un justiciero, un héroe de los inocentes, hasta que sus víctimas comenzaron a ser no solo la gente mala oculta entre las sombras; políticos, famosos, policías... Pareciese ser que cualquiera podría aparecer en la lista de muertes de aquel extraño. Tan solo en ese mes habían muerto unas 20 personas.

    Y quizá ahora él también moriría.

    Kakucho no sabía nada de aquel asesino, más allá de lo que su padre susurraba en casa o lo que las noticias decían, quizá mataba por gusto o quizá alguien lo controlaba desde arriba. Su respiración se agito, el miedo recorrió su cuerpo y la desesperación de no poder hacer nada: si corría, moriría, si se quedaba ahí, era lo mismo. No había salida.

    —No, no, no... ¡Por favor, no!

    Escucho a su primer atacante suplicar. Terror puro en la voz y no entendía por qué. Era mucho más grande, más corpulento. El chico frente a él lucía un cuerpo delgado, casi parecía un chico unos años más grande que él. Abrió los ojos con terror, el chico ya se había quitado la capucha que le cubría el rostro y la cabeza, dejando que una cabellera blanca fuera movida por la brisa de la noche. Piel morena, Kakucho jamás había visto una piel así de preciosa en japón.

    —No eres más que una basura. Ellos también te quieren muerto, me ahorras el buscarte.

    Voz suave, casi como un canto del ave más exótica del mundo. Un acento impecable, precioso. Si era lo último que Kakucho escucharía, no le importaba morir en ese momento.

    Un disparo, se cubrió la boca con una mano y con la otra el oído que no estaba pegado al frío pavimento. Abrió ambos ojos, sintiendo una punzada de dolor en el lastimado, los cerró de golpe. El chico frente a él se dio la vuelta, lo sintió caminar hasta él, abrió su ojo, al menos lo vería antes de irse.

    Era hermoso.

    Un ángel de piel canela, ojos enormes y cabello de nieve. Se miraba tan joven, tan hermoso.

    —Vive.

    Las sirenas de policía se escucharon a lo lejos y luego una bota se estampó contra su rostro, dejándolo inconsciente.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆ ​

    Despertó en urgencias, sin sus padres esperándole, lo cual le lastimo. Quizá estaban más ocupados en resolver el asesinato de aquella rata que no podían darse el tiempo para ir a ver a su hijo desobediente. No le importaba, lo entendía, su padre era el jefe de policías de la ciudad y su madre la mejor detective que japón pudiese desear. Tenían trabajo que hacer.

    Llevo su mano a la cabeza, tenía vendada la mitad de esta y el labio partido.

    Después de que una enfermera pasara por su ventana, un agente de policía entro. Lo reconoció, era amigo de su padre. No lucía para nada bien y lloró en cuanto estuvo frente a él, lo cual le hizo entender. El señor Tachibana era el segundo al mando de su padre, su mano derecha. Conocía a sus hijos y los consideraba amigos, su padre lo apreciaba. “Como hermanos, unidos por el amor a la justicia” le había dicho su padre. Y las lágrimas que soltaba el hombre frente a él eran lágrimas de perdida, de la pérdida de un hermano.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆ ​

    Despertó sudando frío. La respiración agitada y el cuerpo empapado del asqueroso sudor. Se sentó en la cama y cerró los ojos, comenzó a recitar en su cabeza los países y capitales de América y luego se pasó a los de Europa. Se sabía los de África y Asia también, pero hacía años que había logrado calmar su ansiedad a la mitad de los países de Europa, que no era necesario recitar los demás continentes. Estaba acostumbrado a esos sueños, era un milagro si dormía y lograba no soñar. Tomó su celular y suspiró, aún faltaba una hora para que los demás en la casa se levantarán.

    Salió de la cama y camino hasta el baño, donde se dio una ducha fría, para calmar sus nervios.

    Hacía seis años de la muerte de sus padres, la misma noche donde casi era violado y un demonio le había salvado la vida. Pero también le había quitado la suya a sus padres.

    El señor Tachibana le había contado por partes cuando había despertado en el hospital, era un sobreviviente, podía describir al asesino y lo atraparían... pero en su memoria aquel demonio se miraba borroso. Recordaba ojos grandes, cabello de nieve y eso era todo. Le habían golpeado el rostro, lo que termino por explotarle el globo ocular que le había herido el otro hombre con su mugrosa navaja. Sobrevivió de milagro, pero había perdido su ojo.

    Lo que no le importaba, lo peor fue saber que también había perdido a sus padres. El rayo de la muerte le había salvado de pura casualidad, pero no la casualidad de estar caminando por allí solo porque sí, se encontraba ahí porque, unos minutos antes de asesinar a su agresor, había asesinado a sus padres. Kakucho no hablo durante esa semana que estuvo ingresado, simplemente se negaba a creerlo y miraba a la puerta, con su ojo bueno, esperando a que su madre entrará y lo abrazará con esa calidez que solo ella sabía brindarle. Pero jamás pasó.

    Vivió esos últimos años con los Tachibana, quienes le aceptaron como uno más a la familia. Nunca le hizo falta nada —más allá de sus padres — porque, así como su nueva familia adoptiva estuvo para él, la familia de los Takemichi le procuraban de la misma forma. Lo agradecía, pero todo ese amor nunca sería suficiente.

    Sentía un vació en el pecho que no sabía explicar.

    — ¿Otra vez pesadillas?

    La suave voz de Hinata le hizo pegar un brinco. Había salido del baño, con la toalla amarrada a la cintura y las gotas cayendo por su espalda. Se giró para mirarla, ella le sonreía con esa ternura de hermana mayor que había usado desde que la conoció. Kakucho negó con la cabeza.

    —Estoy nervioso. Hoy empezamos la universidad y me sigo sintiendo un niño.

    Y en parte era así. Él, Hinata y Takemichi comenzaban su educación superior, en el mismo campus. Hinata y él estudiarían para ser docentes, así que la mayoría de las clases las tendrían juntos. Takemichi estudiaría leyes, quería ser policía como su suegro. Como su padre lo fue. Se mudarían juntos y comenzarían la aventura de ser adultos, de entrar a la sociedad. Eso le aterraba, preferiría mil veces quedarse bajo las sábanas, durmiendo, lleno de paz, con el deseo de que fueran las suaves manos de su madre quien le despertara.

    Hinata le sonrió, le conocía tan bien que las palabras sobraban para poder entenderlo, Kakucho lo agradecía, porque no le gustaba hablar. La chica entro a su habitación y el mayor suspiro, luego entro al suyo propio.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆ ​

    Había más gente de la que esperaba, pero era lo normal. El primer fin de semana antes del inicio de clases, todo mundo deseaba recorrer el campus, obtener una buena habitación y conocer los cursos extracurriculares que la escuela otorgaba. Camino detrás de sus dos amigos, quienes no se soltaban la mano y miraban todo con emoción. Chicos de primer ingreso caminaban amontonados, aceptando cada folleto que chicos de mayor rango les ofrecían. Sus amigos incluidos. Él no acepto ninguno, no quería hacer más que estudiar y aprobar, no necesitaba unirse a ningún club universitario, lo único que deseaba era llegar hasta la administración para obtener las llaves de su nuevo dormitorio y descansar hasta que el lunes llegara.

    Soltó un suspiro y sonrió al ver como su querido amigo no podía sostener tantos papeles con una sola mano, le ayudaría ofreciendo quitarle toda esa basura que seguramente no leería porque, por más que intentara imaginarlo, no podía ver a Takemichi en ningún club cultural o intelectual. Pero se quedó helado a la mitad de camino.

    Una fragancia, una cabellera blanca y una piel de canela le hicieron congelarse. Sintió a los chicos a su alrededor pasando a su lado, golpeándolo en el transcurso, vio por última vez la cabellera rubia de su amigo y la pelirroja de su amiga, alejándose y todo se oscureció. Solo quedaba él y aquel moreno, que caminaba con una gracia de bailarín hasta uno de los stans culturales que había ignorado olímpicamente hacia tan solo unos segundos. El chico no tardó en sentir su mirada y giro el rostro, sus ojos chocaron por unos segundos que parecieron horas y luego, le sonrió.

    Y con la sonrisa todos los sonidos a su alrededor regresaron; la gente empujándolo e insultándolo por quedarse parada en medio del camino, la voz de Takemichi a lo lejos halagando las costuras de una chaqueta en alguno de los stans más alejados a él. Sus mejillas se colorearon de rojo.

    Eran muchas las personas en aquel sitio y, aun así, aquel chico lograba resaltar ante sus ojos. Vestía ropa cómoda, su cabello blanco bailaba con el aire y su piel... sintió un escalofrío que no supo explicar. Incluso sintió vergüenza cuando los ojos del contrario estudiaron su rostro.

    Extraño. No sentía vergüenza, jamás. Tenía una enorme cicatriz en el rostro y un ojo de vidrio, pero jamás le importó si en la calle le miraban, pero en ese momento quiso ocultarse.

    El moreno no le despegó la mira y tampoco borró su sonrisa. Lo vio girarse y hablar con uno de los alumnos de aquel sitio y luego se acercó a él. Kakucho quiso moverse y huir, pero sus pies no respondían.

    — ¿Te interesa el club de fotografía?

    El más alto parpadeo.

    — ¿Disculpa?

    —Es que no dejabas de mirar. Toma, esta tarde tendremos la primer junta del año; ve al edificio de arte, estamos en el tercer piso, el salón 303. Eres bastante interesante, si lo tuyo no es la cámara, podremos tenerte de modelo.

    Y le volvió a sonreír. Una sonrisa falsa, vacía, pero hermosa. Con la misma gracia con la que había pasado a su lado, se dio la vuelta y camino hasta los demás chicos de último año, entonces Kakucho pudo prestar atención: era un pequeño stan con una simple mesa de madera, unas cámaras puestas en ella y varias fotografías de distintos tamaños colgadas alrededor. Lámparas apagadas y un chico mostrando un enorme reflector que podía doblarse hasta hacerse un círculo muy pequeño. Varios chicos de primer ingreso emocionados, observando las fotografías —sin tocarlas — y aquel moreno sonriendo con la boca únicamente.

    Y una fotografía frente a él, la misma que se mostraba en la portada del folleto que sostenía: un callejón lleno de nieve en la noche, el mismo callejón donde hacia seis años, él había presenciado a un demonio.
     
  3. Threadmarks: Capítulo 02
     
    Temarii Juuzou

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    2930
    02

    Kakucho había esperado una hora en lista de espera para poder subir a su habitación. Le daban prioridad al alumnado que pagaba o a los miembros destacables de ciertos clubes deportivos para poder escoger habitación y compañeros; Kakucho era de primer ingreso y un becado, así que debió esperar a algún cupo vacío en alguna habitación. Quizá ese año podría destacar en artes marciales para así no tener que esperar por horas un hueco en alguna habitación con desconocidos. Envidió por un momento a Takemichi, quien había obtenido las llaves de la suya casi de inmediato, había bastado con dar su nombre y listo. Claro que al ser de primer ingreso no conocía a nadie, así que había elegido una vacía con la esperanza de que Kakucho pudiese terminar en esa.

    Soltó un suspiro mientras miraba el número en la llave que le habían dado. E17. Ya escuchaba ruidos dentro, por lo que supuso que sus compañeros ya estarían ahí dentro. Abrió la puerta y entró sin esperar nada en especial. Dentro ya había dos chicos, uno encima de su litera con un libro entre sus manos, ni siquiera se molestó en despegar la vista de su lectura y el otro se encontraba guardando lo que seguramente era su ropa.

    Pensó en saludar, pero aquellos dos no parecían ni haberse percatado de su presencia, así que decidió que lo mejor era hacer lo mismo. Se acercó a una de las dos literas vacías, la más cercana a la ventana.

    —Esa no, ya tiene dueño.

    El chico con el libro hablo. Kakucho se giró a verlo y levantó una ceja. La cama estaba sin tender, el escritorio debajo de esta totalmente vacío, lo cual significaba que estaba libre. Aquel desconocido cerró su libro y bajo de un salto de la cama. Su largo y negro cabello lo llevaba atado en dos trenzas y le miraba con seriedad. Entonces se pudo percatar, una vez pudo ver el rostro a la perfección de sus nuevos compañeros, que ambos eran familiares por ese gran parecido.

    — ¿Es de alguna de ustedes?

    —No, pero el dueño no tardará en llegar.

    El moreno suspiro, lo que menos deseaba era pelear con las personas a las que tendría que ver durante todo el primer año escolar. Dejo su mochila en la litera de aún lado y comenzó a tender la cama que le correspondía. Miró con su ojo bueno a los otros dos, que, después de esa pequeña charla, habían pasado de él de nuevo. El más alto había guardado su libro en su pequeño librero, donde había otros tomos igual de gruesos que aquel. Miro su mochila y su equipaje y, por primera vez en su vida, sintió un poco de pena. Aquellos dos daban esa sensación de niños ricos, con sus mochilas impecables, sus docenas de libros de pastas gruesas y toda esa ropa de marca que, el más pequeño, intentaba meter en el pequeño closet. A lo mucho, Kakucho llevaba cinco o seis mudas diferentes.

    —Chicos, lamento la tardanza.

    Aquella voz hizo que Kakucho sintiera un escalofrío recorrerle la espalda. Ni siquiera podía recordar lo que hacía en ese momento, ni siquiera porque la playera que doblaba se encontraba frente a él. El compañero que faltaba paso por detrás de él, lanzando con total gracia dos mochilas igual de baratas que la suya a la cama cerca de la ventana. No tuvo ni que girar su rostro, su ojo bueno lo percibía a la perfección: piel morena, pelo blanco.

    —Oh… ¿Tú no eres el chico de hace rato? Que coincidencia. Soy Izana, Izana Kurokawa, quinto semestre.

    Aquel desconocido le extendió su mano. Se miraba delicada, pero fuerte. Las uñas brillaban, como si hace poco hubiesen sido esmaltadas. Kakucho la tomo y sonrió con amabilidad.

    —Kakucho Hitto. Primer ingreso.

    —Eso era obvio. Ellos son Ran y Rindou Haitani.

    Kakucho miró a los dos desconocidos y les sonrió con amabilidad, el único que pareció cortes en regresar aquel gesto fue el de trenzas, pero hubiese preferido que no lo hubiera hecho: una sonrisa llena de burla y superioridad, el moreno ya estaba cansado de ese gesto.

    —Cualquier cosa que necesites, estaremos para ayudarte.

    Y aquel chico de piel morena le volvió a sonreír. Una sonrisa vacía que daba escalofríos y que, por alguna razón, se le hacía cada vez más familiar.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆

    —El próximo año seguro que podemos ser compañeros.

    Kakucho sonrió. Había pasado todo el fin de semana con sus nuevos compañeros de habitación y no tenía queja alguna. Los Haitani eran muy ordenados y reservados con él, a diferencia de Izana que tendía a botar todo, pero no pasaba de los límites de su lado de la habitación. Aquella mañana, antes de que sus compañeros salieran, el albino lo había invitado a desayunar con ellos. Claramente aquel chico se había negado, pero apreciaba ser tomado en cuenta por el moreno. Un fin de semana había sido suficiente para saber que podría tener un primer año en paz y calma; mirando a su ubio amigo, no estaba seguro de querer compartir habitación con él: Izana dejaba su ropa colgando en los barandales de la litera, calcetines regados en el suelo bajo su escritorio o sudaderas mal acomodadas sobresaliendo del armario, pero respetaba los límites de los demás. En esos dos días, Kakucho estaba seguro de que Takemichi ya tendría problemas con sus nuevos compañeros debido a su falta de organización.

    —Claro, pero para eso tendría que meterme a un club…

    Lo cual no estaba en sus planes. Hinata, por otra parte, había optado por entrar al club de cocina. Quizá no sobresaldría ya que ese club no concursaba en nada, pero sería de ayuda para la supervivencia en el campus. La comida de la cafetería iba incluida en el plan de becarios, pero solo a ciertas horas y ciertos menús. “Debería regresarle el favor y buscar algún club de utilidad” había pensado el Hitto de regreso a si habitación. Pero no tenía más que el folleo del club de fotografía lo cual no resultaba para nada de utilidad. Entró a la habitación y saludó al menor de los Haitani, quien ordenaba sin expresión alguna la parte de Izana.

    —Mañana tenemos las dos primeras horas libres…

    Escuchó al mayor de los Haitani hablar mientras entraba a la habitación, Izana iba detrás de él. Ambos llevaban sus horarios en la mano, lo cual hizo maldecir a Kakucho para sus adentro. Tendría que ir a gestión escolar por su horario y quizá eso le tomaría horas por lo tarde que ya era; haberse quedado con Takemichi paseando por los alrededores había sido mala idea.

    —Toma, Rin. Tus horarios.

    Kakucho paso a un lado de sus compañeros, pero Izana le detuvo mientras movía una hoja de papel de un lado a otro frente a su cara.

    —Me tome la molestia de traer el tuyo. Me deberás un favor.

    Kakucho agradeció aquel gesto de amabilidad sin saber que aquel favor podía costarle muy caro en un futuro.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆

    No era la gran cosa la vida universitaria, al menos, eso decía Takemichi. Kakucho estaba conforme, era simple y monótona, nada que ver con todas esas películas americanas donde el protagonista invisible terminaba siendo el centro de atención y lograba cosas grandiosas. Hinata y él tenían el mismo horario, por lo que solo no se sentía, al menos no en el horario escolar, pero al final su amiga tenía un club y un novio con quien pasar el tiempo y Kakucho prefería no ser la tercera rueda. Los primeros meses la paso en la biblioteca, leyendo tantos libros como le eran posibles, hasta que llegó la época de exámenes y era casi imposible encontrar algún sitio tranquilo para leer.

    —Sabes que tienes una habitación ¿Verdad?

    La voz de Ran le hizo dar un pequeño salto. Miró a su compañero de habitación, llevaba dos grandes libros, uno de derecho y el otro de contabilidad. No pudo evitar fruncir el ceño; llevaba tres meses durmiendo en la misma habitación que él y no sabía nada más allá de su nombre y de que, claramente, venía de los Roppongi. El más alto se dio cuenta de aquello y sonrió con diversión.

    —Vamos, mientras Izana no esté en el dormitorio podrás estudiar con tranquilidad.

    Mala suerte para ambos, porque al llegar sí que estaba en la habitación y no estaba solo. Una chica salía furiosa a la par que Ran abría la puerta, maldiciendo a Izana por ser tan poco considerado con ella y sus sentimientos. Kakucho miro a la chica hasta que esta se perdió por el pasillo: era guapa, linda figura y cabello brillante; luego miró a Izana quien, con el contraste que la luz del Sol hacía en su figura, haciendo que su piel brillará más de lo normal, se miraba mucho más hermoso que cualquier chica que Kakucho hubiese visto. Luego se sonrojó al darse cuenta de que el peliblanco se encontraba en ropa interior, despreocupado.

    Ran suspiro mientras dejaba los dos pesados libros en su escritorio.

    —No puedes seguir tirándote a tus modelos, te quedarás sin personas a quien fotografiar.

    —La escuela es grande y cualquiera daría lo que sea para ser fotografiado por mí.

    Kakucho sintió en cada momento la mirada de Izana siguiéndole por la habitación. Ya le había propuesto tres veces posa para él, pero simplemente creía que se burlaba. No era una persona guapa, incluso se podría decir que más allá de común o normal, era intimidante, con su cicatriz y su ojo de vidrio, pero, aun así, Izana insistía en que tenía una belleza… interesante.

    Lo ignoró. Izana era hermoso y tenía razón, cualquiera mataría por posar para él si eso significaba pasar por su cama. Cualquiera, menos él.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆

    —Posa para mí cuando caiga la primera nevada.

    La voz suave del moreno y el aliento cálido goleando su oreja le hizo saltar de su asiento y caer junto a la silla. Su pecho se agito mientras trataba de captar donde y que hacía: era de noche, la oscuridad inundaba la habitación, haciendo que la mirada morada del chico frente a él sobresaliera de forma espectacular. Sentía la saliva seca en su mejilla, parpadeo varias veces buscando ayuda, pero estaban solos.

    —Me debes un favor.

    Y no tuvo más que aceptar. Si tenía suerte, la primera nevada tardaría en llegar e Izana encontraría alguien mejor para fotografiar. Kakucho en verdad deseaba que eso pasara, así que no entendía porque esa idea le molestaba tanto.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆

    La semana de exámenes le hizo acercarse a Ran más de lo que hubiese deseado. El mayor de los Haitani era agradable, muy culto y un gran amante de los libros. Como sospecho, era de una familia de dinero: su padre tenía una empresa que, tanto él como su hermano heredarían, por lo que, más a fuerza que por ganas, se encontraba cursando su tercer semestre en administración. Estudiar con Ran era divertido, no tenían las mismas clases, pero ninguno tenía problema alguno en ayudar a repasar al otro. Aquella cercanía hizo que Rindou, el menor, comenzará a ser más considerado con Kakucho, algo que no pasó desapercibido ante los ojos de Izana, que más allá de parecer contento o indiferente, parecía molesto.

    —Kakucho.

    La voz del moreno le hizo detenerse. Iba tarde para su última clase del día y, por lo que entendía, la facultad de Izana no era la misma que la de él, por lo cual no pudo evitar sentir curiosidad del porque ese chico estaba allí y emoción de imaginar que estaba allí solamente por él.

    —El sábado al anochecer, No importa si no cae la primera nevada, solo necesito tus fotografías. Te veo en la fuente frente al auditorio.

    Y se fue. Dando media vuelta y caminando con total elegancia.

    El menor frunció el ceño. Izana no le había permitido ni aceptar ni negarse a aquella petición, tampoco entendía porque se lo había pedido a medio día, en un jueves, teniendo en cuenta que compartían habitación. Pero, de esos meses conviviendo con aquel chico, ya sabía que podía esperar cualquier cosa, una de ellas era no verlo por días. Ran decía que seguro iba por ahí follando con quien se dejará, Rindou… bueno, él hablaba más bien poco y prefería tenerlo fuera, así el orden de la habitación se mantenía. Kakucho era consciente de que no tenía razón alguna para molestarse, pero no podía evitar pensar que si Izana se había tomado la molestia de avisarle aquello era porque no lo vería esa noche ni la siguiente, que seguramente estaría en los brazos de alguien en alguna cama ajena y eso le incomodaba.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆

    Como supuso, ni el jueves en la noche ni el viernes vio a Izana. Actúo con total normalidad, pero sentía una molestia extraña que no le gustaba; aquel moreno no era ni su amigo, así que no se sentía con el derecho de enojarse, pero era inevitable. Así de inevitable como el haber despertado con emoción aquel sábado porque, aunque se negara a creer que pasaría, la idea de ser modelo de Izana Kurokawa le daba la pequeña esperanza de ser ahora él quien tuviera entre sus brazos al albino. De imaginar que si ese sábado por la noche, Izana no pasaba la noche en la habitación, él tampoco.

    Y era raro.

    Porque no conocía a Izana en realidad; sabía que estudiaba ciencias sociales, que era el líder del club de fotografía y que, a pesar de que todas sus cosas eran tan o quizá más barata que las suyas, no era un becado. Pero más allá de eso, no lo conocía: el moreno pasaba poco tiempo en la habitación, no coincidían en horarios y tampoco hablaban más de lo necesario, así que para Kakucho era extraño sentir cosas por alguien que tan desconocido para él.

    “Así funciona el amor” es lo que le había dicho Hinata, pero el Hitto se negaba a creer poder sentir amor por alguien como Izana, quien desprendía misterio por todas partes.

    Terminó de alistarse. No se había puesto la gran cosa, pero se miraba elegante. Un suéter de cuello largo café tejido, unos pantalones negros y una gabardina. Hacía frío, podía sentir la nariz congelándose poco a poco, pero iba tarde y volver por una bufanda le haría no querer salir de la calidez de su habitación. La fuente frente al auditorio era grande y suele estar encendida incluso con el frío. En las noches la luz brillante hace que el agua parezca mágica y muchas parejas suelen quedar en aquel sitio, pero esa tarde en especial, Kakucho se encontraba solo. Estaban a una semana de salir de vacaciones y la mayoría de los estudiantes ya se habían ido a sus hogares para pasar las fiestas, solo quedaban los becados que solo podían irse una vez las clases terminaran y uno que otro estudiante privilegiado.

    Se sentó en una banca frente a la fuente y metió las manos dentro de la gabardina. Sentía el aire frío entrar por sus pulmones y salir por su boca en un vaho espeso. Espero y espero y deseo un café caliente o unos labios igual de cálidos y continúo esperando con la esperanza de obtener alguno de esos dos hasta que sintió su cuerpo entumecido de haber pasado la ultima hora bajo la luz de la Luna, en el frío de invierno y con la mirada clavada en el agua de aquella estúpida fuente.

    Se sintió estúpido. Suspiro y cerró los ojos. No tenía uno y aun así sentía ambos fríos y el bueno le escocía. Al abrirlos la calidez de un café y ese delicioso aroma a tostado le dio un golpe de realidad y emoción. Sonrió imaginado de todo menos encontrarse al mayor de los Haitani frente a él, entregándole un gran vaso de café.

    —Creo que ya esperaste mucho.

    Kakucho se sonrojo y tomó aquel vaso, sintiendo el calor recorrer desde sus manos hasta sus brazos. Le dio un sorbo grande y la calidez le inundo el cuerpo. Se levantó, quedando cerca del contrario, con un poco de vergüenza y nada de ganas de ver a nadie. Como niño chiquito se había ilusionado, pero ¿Ilusionado con qué? Izana jamás le había prometido una cita, ni un café ni puntualidad, solo le había exigido estar en cierto lugar a cierta hora para fotografiarlo. El que se había hecho ideas erróneas había sido él.

    —Vamos, te vas a congelar.

    — ¿Cómo supiste que estaría aquí?

    Ran le miro con esa mirada de superioridad que siempre tenía y esa sonrisa llena de diversión; Kakucho no pudo evitar molestarse, hacerse ideas ¿Acaso Izana le había dicho algo? ¿Se estarían burlando de él y su ingenuidad?

    —Quizá llevo rato… observándote.

    Y Kakucho entendió que no es que lo hubiera seguido o que hubiera pasado la última hora mirándolo en las sombras mientras se congelaba. Entendió que lo observaba, que sabía de su existencia, que lo tomaba en cuenta.

    Que lo miraba.

    Y que alguien como Ran Haitani te observe era para sentirse orgulloso, porque los Haitani no tienen tiempo de mirar a quienes no lo valen.

    —Oh… comenzó a nevar —habló Kakucho con un poco de nerviosismo.

    Un copo de nieve cayo en la mano enguantada del mayor de los Haitani y sonrió. Ambos miraron el cielo oscuro y como poco a poco se pintaba de blanco. El frío aumento, pero fue imposible de sentir en cuanto sus miradas se habían cruzado. Un movimiento elegante, rápido y los labios de ambos se juntaron.

    La primera nevada de invierno había llegado y, con ella, el primer beso de Kakucho Hitto.
     
  4. Threadmarks: Capítulo 03
     
    Temarii Juuzou

    Temarii Juuzou Maestre

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    03

    Izana despertó con el sonido de la alarma retumbando sus oídos y le agradeció mentalmente. Había soñado con aquel chico de nuevo, aquel estúpido niño a quien le había salvado la vida en un estúpido impulso hacia tantos años; ese mismo chico a quien no solo le dio la oportunidad de vivir, no, se lo exigió porque había arriesgado mucho al quedarse a salvarle la vida. El pequeño Izana había pensado que al menos un solo acto de bondad demostraba que no era el monstruo a quienes todos en Japón temían, pero, mientras terminaba la tarea de matemáticas de esa semana, lo vio en televisión. El hijo huérfano de aquellos policías que había asesinado.

    No era una buena persona, era un monstruo y tratar de convencerse de lo contrario era inútil.

    Pero era tan solo un niño tratando de no sentirse una basura. Una máquina que deseaba sentir algo, sobre todo, sentir bondad; o, al menos, se trataba de convencer de ello, de que podía sentir.

    Y no es que le importase lo que pasaba con la familia de sus víctimas, el problema es que él mismo había condenado a ese niño a vivir sin padres, solo en un mundo tan horrible y cruel.

    Él mejor que nadie sabía lo que eso era.

    Pero bueno, eso era sentir algo ¿No? Lástima, culpa…

    No le gustaba sentir.

    Había nacido en Filipinas, en un barrio pobre, pero vivía bien. Su madre le cuidaba con amor y le enseñaba a amar todo lo que le rodeara. Su padre… un día llegó y se lo llevó. Entre lágrimas le pidió disculpas por el daño que le estaba causando y lo subió a un avión que lo dejó en Japón, donde fue recogido por gente que se encargaría de criarlo como lo que era en ese momento: un asesino, una máquina. Desde los seis hasta los diez años, se le dio un entrenamiento estrictamente militar junto a varios niños cuyos rostros preferiría olvidar; fue el único que resulto útil, lo que fue una suerte para él porque se le dio un empleo y una razón para vivir con cierta libertad, cosa que a los demás no se les otorgo. A sus once años no había entendido la suerte que tuvo y no fue hasta más tarde que, después de su primera visita a un antro, se percató.

    Pero recordar tantas cosas a una hora tan temprana solo hacía que sudara más y le doliera la cabeza. Estaba por comenzar el año escolar, lo cual le daba las mejores coartadas para continuar su trabajo y también le hacía sentir una persona normal. No es que amará su carrera, pero estar rodeado de personas de su edad que le miraban como uno más de ellos, le daba paz, le hacía sentir que no era un monstruo. Y la atención que recibía de otros, la sensación de sentirse amado, le gustaba.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆

    La vida lo odiaba. No solo había soñado con su rostro, ahora lo veía. Lo cual era una idiotez; el campus estaba lleno de gente y si bien, no era imposible que aquel chico entrara a esa universidad, sí que lo era el encontrárselo entre tanta multitud. Pero no, era definitivamente aquel chico. Lo pudo comprobar y tuvo el descaro de acercarse.

    Estaba siendo muy impulsivo.

    Debía hacer lo correcto, deshacerse de los testigos y no dejar evidencia alguna, pero le chico parecía no recordarlo y se miraba tan amable y estúpido mientras le hablaba, que decidió no hacerlo. Por ahora. No lo quería cerca, pero tampoco deseaba tenerlo tan lejos. Tendría que observarlo, porque sus instintos así se lo pedían: Ese chico podría haberle reconocido y, de ser así, podría mandarlo con sus padres en un abrir y cerrar de ojos.

    El resto de la mañana pasó en calma.

    Después de haberse encontrado con aquel chico, haber llamado la atención a los nuevos en el campus para el club de fotografía y después de asegurarse de tener la habitación que con antelación había solicitado, se pudo marchar a descansar. No tenía trabajo en esos días, pero en cualquier momento le citarían para entregarle un folder con alguna foto que olvidaría en cuestión de minutos y luego tendría que regresar con sigilo para terminar algún proyecto o simplemente dormir.

    Porque, al estar ya en quinto semestre, todo se volvía más complicado.

    Era su último semestre antes de empezar su servicio social, la infinidad de exámenes y los miles de proyectos que solo a un casi graduado le dejarían. Pensó en dejar la escuela varias veces, pero su jefe se lo había prohibido: era la coartada perfecta y tener un empleo “normal” le ayudaría en el futuro con más coartadas. No podía andar por la vida como un desempleado viviendo bien, eso llamaría la atención de las personas.

    Pero Izana pensaba que un trabajo común como servir café en algún restaurante barato sería tan buena coartada como el de ser oficinista o trabajar como asistente o secretario de algún imbécil. De igual manera, nunca le gustaron los lujos y gastar en marcas de ropa solo era un pretexto para gastar la enorme cantidad de dinero que tenía ya acumulados desde que había comenzado a trabajar.

    Más de 200 personas reflejadas en miles y miles de yenes a los que nunca veía fin, porque nunca dejaba de matar.

    Suspiró antes de entrar a su habitación, donde espero todo menos tener a cierto chico como nuevo compañero.

    Maldijo para sus adentro, pero, aun así, no dejó de sonreír.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆

    Había pensado que podría obtener información, averiguar si aquel chico le conocía de algo o le recordaba, pero el tiempo que pasaban juntos era tan limitado que comenzó a desesperarse; era bueno acosando gente, averiguando vidas y su mejor atributo era entrar en las vidas de sus víctimas y que estas no se percatarán de él, por más llamativo que fuera entre los nipones. Así que eso hizo.

    Se mantuvo tan cerca de Kakucho que descuido un poco algunas materias, nada que no pudiese recuperar; conoció a sus amigos sin la necesidad de hablarles y se aprendió el horario de este: sus clases, sus maestros, lo que normalmente almorzaba, incluso termino por aprenderse sus hábitos y sentir cierto asco por tantos lápices que pasaban por los labios ajenos y después de haber tocado el suelo o una mesa sucia. Paso semanas acosándolo y este parecía pasar de él, incluso parecía evitarlo

    Y eso le molesto.

    Pero no entendía la razón de ello; debería haberse sentido aliviado, aquel chico no le recordaba y eso era bueno, no tendría que matarlo y eso evitaba tener que cambiarse de escuela o inventarse mil y un pretextos para no ser culpado. Que Kakucho Hitto le evitara como si tuviera la peste, era lo mejor que podría haberle pasado después de tantas jugadas de la vida, porque si su jefe o algún miembro de los altos rangos de la asociación se enteraban de que había dejado vivir a un testigo, él estaría muerto y Kakucho también, incluso si no sabía quién era.

    En ese momento lo mejor que podía hacer era seguir su vida, dejar ese acoso constante contra el chico y tratar de no suspender psicología.

    Pero no podía.

    Porque Kakucho le seguía evitando y le hablaba tan poco; no es que tuviese mucho que decir o que pudiera decir, pero simplemente le molestaba sentir que alguien de su entorno no le apreciaba ni veneraba el suelo que pisara, así que comenzó a hacer de todo para provocar al chico. Sin obtener algún cambió en la actitud de este más allá de sonrojos ¡Pero cualquiera podía hacer sonrojar al Hitto sin problema alguno! Comenzaba a irritarse y pensar que todo era mero capricho por aburrimiento, pero en cuanto comenzaran a llegar los trabajos, aquel chico desaparecería de su mente.

    —Es bastante lindo ¿No crees?

    Izana no solía fumar porque eso le arruinaría los pulmones y necesitaba una resistencia física total, sin problema alguno, pero nunca le decía que no a un buen porro, mucho menos si este era con la compañía de Ran, quien solía ser la persona más graciosa en todo el mundo bajo el efecto de la marihuana. Aunque tampoco es como si Izana conociera a más personas para hacer esa comparación.

    — ¿Quién?

    Izana se dio la vuelta y se recargó en el barandal del balcón que su habitación tenía. Miró lo mismo que el mayor de los Haitani admiraba: Kakucho Hitto, quien estaba terminando de recoger su ropa mientras reía de algo que Rindou le estaba diciendo, cada uno en su lado de la habitación. El moreno hizo una mueca y miró a su amigo, quien miraba al menor con una sonrisa boba en la cara, sintió una extraña molestia mientras le daba otra calada a la pipa y se la pasaba a su amigo.

    —No es mi tipo.

    Porque, si lo pensaba bien, no lo era; Izana solía salir con chicas altas y delgadas, de esas arrogantes que sienten que nadie en el mundo las merece o los chicos pequeños y adorables que le siguen como cachorritos perdidos. Kakucho Hitto no era nada de eso; de arrogante no tenía nada y de cachorrito perdido mucho menos, físicamente tampoco era su tipo, porque era más musculoso que él.

    —Lo invitare a salir.

    Y no hablaron más del tema.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆

    Apreciaba a Ran lo suficiente como para dejar a un lado su extraño juego de molestar a Kakucho hasta tenerlo venerándolo, pero ver a ambos chicos siendo tan cómplices le molestaba demasiado y no sabía explicar por qué. Últimamente hacia sus trabajos de tan mal humor, que dejaba casi irreconocibles a sus víctimas, lo cual no era tan malo ya que esos asesinatos no se los adjudicaban a él, pero también se estaba volviendo un poco descuidado.

    Decidió calmarse, pero ni el sexo le quitaba de la cabeza a esos dos.

    Así que se atrevió. Le exigió al Hitto posar para él; ni siquiera le pregunto, le dijo que le debía un favor y lo cito en un cierto lugar, justo frente a Ran. No quería que supiera que estaba interesado, solo dejarle en claro que podría estarlo.

    Por alguna extraña razón, el día acordado para la cita, Izana se estaba arreglando más de lo normal. Solo lo iba a fotografiar, ni siquiera tenía planeado algo más allá de acercamientos más de lo necesario y uno que otro toqueteo que pusiera nervioso al menor, y aún así, se encontraba poniéndose brillo labial y arreglando su cabello más de lo normal. Y su teléfono, ese que nadie sabía que tenía, empezó a sonar; maldijo para sus adentro, pero deseo que solo fuera un aviso para más tarde o para el día siguiente, pero al verlo y ver la palabra Urgente, supo que tenía un máximo de cinco horas para terminar ese trabajo. Era tan lejos que en motoneta tardaría tres horas de ida y vuelta, si se apuraba podría quizá volver a dos y llegar justo de tiempo para su cita.

    Cita. No era una cita y no tendría por qué priorizarlo ante su trabajo.

    Se puso su ropa de trabajo y salió con sigilo del campus. Estaba nevando y sabía que no tardaría dos horas en volver.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆

    Aquel imbécil había dado pelea y como odiaba cuando sus víctimas se resistían. El hombre le había visto, era un ex miembro de la corporación y conocía a Izana porque también había requerido sus servicios antes; al parecer, aquel hombre había salido sin avisar y había comprado boletos de avión que saldrían al día siguiente, al otro lado del mundo. Como si Estados Unidos fuera la mejor y nada obvia opción para esconderse, Izana a menudo fantaseaba con huir y esconderse en Egipto, Marruecos, lugares donde en definitiva no lo buscarían.

    Pero no tenía razones para querer huir.

    Al final había tardado tres horas, supuso que Kakucho estaría en la habitación, pero por alguna extraña razón, fue hacia la fuente principal, esperando verlo ahí. Pero era un impulso idiota el creer que alguien le esperaría casi dos horas, sin importar el clima; Izana podría ser toda una genialidad, pero no un chico al que alguien esperaría.

    Y así fue.

    Kakucho no estaba en ese lugar y la nieve comenzaba a llenar la banca donde seguro había estado sentado, esperándolo. Decidió ir a la habitación, podría pedirle disculpas e inventarle que había salido para ver a su abuelo hospitalizada o cualquier tontería, esa escusa funcionaba demasiado bien, porque tampoco era tan mentira. El padre de su jefe, un hombre anciano, le había dado sus apellidos para poder estudiar y tener una vida un tanto normal en lo posible e Izana en verdad le apreciaba, al igual que ese hombre a él, y el anciano llevaba en cama tanto que la excusa del abuelo enfermo se había convertido en realidad.

    Llegó a la habitación, mirando con una ceja alzada a Rindou, quien platicaba sentado en el pasillo con un muchacho de cabello rosa, no les prestó atención y los pasó de largo, casi llegando a la puerta.

    —Yo no iría ahí si fuera tú —le grito el menor de los Haitani, haciendo que el albino se diera la vuelta para verlo.

    — ¿Por qué? Es mi habitación.

    Rindo le miró con una sonrisa divertida mientras compartía una mirada cómplice con el pelirrosa a su lado. Izana pegó su oreja a la puerta y escucho besos, demasiados, pero no estaba la estúpida media en la manija ni el cartel que solían poner si alguno de los Haitani decidía meter a alguien a la habitación. Suspiro y pensó en los luares donde podría buscar a Kakucho, quizá la biblioteca o la habitación de ese rubio con quien siempre le veía.

    — ¿Dónde está Kakucho? —le pregunto Izana mientras se acercaba, el idiota amigo de Rindou comenzó a reírse.

    —En la habitación.

    — ¿Qué? No me digas que esta con esa chica de su clase…

    Rindou le miró con una ceja alzada. Los Haitani sabían acerca de Hinata y Takemichi porque, en algún momento, Kakucho se los presentó, pero Izana jamás había estado presenté ni en esos momentos ni cuando el Hitto los mencionaba. Quizá sí que eran cercanos.

    —No, esta con Ran. Platicaban de algo hasta que empezaron a besarse y fue demasiado incómodo para mí, incluso si llevaba audífonos puestos.

    Izana hizo una pequeña “o” con su boca, lleno de sorpresa. Luego sonrió con diversión y le anuncio a Rindou que entonces les daría privacidad, que buscaría en que cama dormir esa noche. El menor delos Haitani le dijo que igual y se terminó por meter a la habitación de aquel pelirrosa, al parecer solo estaba esperando a Izana para evitarle el bochorno.

    Izana le agradeció y busco en su mente alguna chica o chico con quien dormir esa noche, pero lo único que podía pensar era en Kakucho, con la respiración entrecortada y las mejillas sonrojadas y un Ran Haitani de la misma forma y eso le hizo gruñir de molestia, sin entender por qué.

    Termino durmiendo en un aula vacía con el ceño fruncido y los dientes apretados.
     
  5. Threadmarks: Capítulo 04
     
    Temarii Juuzou

    Temarii Juuzou Maestre

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    04

    Ran Haitani era muy empalagoso, algo que Kakucho jamás hubiera imaginado. Se sintió aliviado de que este, junto a su hermano, tuvieran que volar hacia Roppongi para ver a sus padres en la Navidad, por lo que solo había tenido que aguantarle una semana en ese estado. No eran novios, como le había tenido que explicar a una extrañada Hinata, quien creía al Hitto le gustaba el moreno; pero tampoco eran amigos. Todo era demasiado extraño.

    Después de haberle dado su primer beso al mayor de los Haitani, la nevada había aumentado y ambos había decidido que lo mejor era hablar de aquello a solas. La habitación que compartían no estaba solo, Rindou leía un libro en su cama con audífonos y parecía no prestar atención a nada más, así que se habían sentado en la cama de Kakucho para hablar en susurros.

    —Me gustas desde hace mucho.

    Y eso jamás se lo habían dicho. Normalmente la gente le tenía repulsión o miedo por la enorme cicatriz que adornaba su rostro, porque al mirar solo lo hacía con un ojo. Así que se sonrojo, no pudo evitarlo.

    No eran novios porque Kakucho no quiso. Ran lo entendió, pero le dijo que terminarían por serlo. Y se había abalanzado hacía él, para llenar la boca del Hitto con la suya propia, importándole muy poco que su hermano menor estuviera literalmente en la cama de enfrente a la suya.

    Al final, Rindou había salido casi corriendo y no había vuelto. Kakucho sintió la esperanza de ver a Izana entrar por la habitación, no porque quisiera verlo, estaba muy enfadado, pero si para poder quitarse a Ran de encima. Pero eso jamás pasó. Kakucho durmió con el mayor esa noche, pero nada había pasado; con vergüenza le había confesado que él le había dado su primer beso, por lo que era obvio que seguía siendo virgen. Los ojos de Ran habían brillado de forma peligrosa antes de soltar una pequeña risa; le acaricio con ternura las mejillas y se había acurrucado encima para dormir, aquella tranquilidad en verdad desconcertaba al Hitto.

    Una semana entera lo tuvo que aguantar así, encima de él. Si Kakucho escribía en su escritorio, Ran le abraza por detrás y le llenaba el cuello de besos; si Kakucho se encontraba recostado leyendo, Ran se encontraba a su lado, descansando sobre su abdomen. Aquello le parecía tan extraño, pero no le molestaba.

    Por otro lado, Izana parecía demasiado distante, más que antes.

    El moreno había entrado el día después, despeinado y con ojeras. Les había pedido una disculpa, por si había interrumpido algo, lo cual Kakucho negó a lo que Ran comentó que si no había pasado era porque querían ir lento. Izana solo había sonreído, esa sonrisa vacía que siempre mostraba.

    —Lamento no haber ido donde quedamos. Mi abuelo enfermo.

    Fue todo lo que le dijo antes de recostarse en su propia cama y quedarse dormido. Después de eso no había dicho más, pero por el resto de las vacaciones tendría que aguantar su presencia. Kakucho no deseaba hacer que los Tachibana gastaran más de la cuenta en hacerlo volver a casa en Navidad y, de todas formas, esa era una época para pasar con amigos o pareja y Kakucho solo tenía dos amigos, que eran pareja. Así que había optado por quedarse en el campus; jamás creyó que Izana hiciera igual.

    —Mi abuelo vive lejos y está siempre enfermo, prefiero solo verlo cuando me necesita. Tiene más nietos que le cuidan.

    Le dijo una tarde mientras amos se encontraban solos, pero no dijo ni pregunto nada más. Estar con Izana era extraño, pero jamás había sido incómodo, como en ese momento.

    — ¿Qué harás en Navidad?

    Izana se quedó pensando un rato, mientras miraba la nieve. El Kurokawa no tenía grandes planes en realidad; probablemente, si no tenía suerte, tendría trabajo, pero eso no era algo que podría decirle a Kakucho. Giro su rostro y le sonrió, Kakucho se sonrojo.

    Por un momento pensó que lo invitaría a salir y su corazón se aceleró.

    — ¿Conoces a Kisaki Tetta? Es lindo, quizá pase la noche con él.

    —Ah, ya veo.

    Y no se volvieron a hablar.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆​

    El 24 fue un día aburrido, pero no es como si los años anteriores hubieran sido distintos. Kakucho se había quedado en la habitación del campus, leyendo hasta quedarse dormido. Solo despertó cuando escuchó la ventana abrirse, obviamente sobresaltado. Las personas dentro de la universidad eran, como mínimo, unas tres o cuatro, y que alguien quisiera entrar por su ventana le hizo pegar un salto en su cama.

    —Oh… Entonces no saliste…

    Izana le miró, con esos enormes ojos. El purpura brillaba tanto y la luz de la luna delineaba tan bien la silueta del contrario que varias imágenes del pasado volaron a la mente del Hitto. Aquella noche que sus padres habían muerto, aquel asesino que les quitó la vida, pero le permitió seguir viviendo la suya… Y la cabeza le dolió. El peliblanco se acercó al chico hasta quedar frente a frente. Olía extraño, como a sangre, pero no tenía mancha alguna de esta ni en su cuerpo ni en su ropa. Se le quedó viendo, tanto que el moreno se sonrojo por tanta cercanía.

    Nunca lograría entender la extraña forma de ser de este chico.

    —No, me quede en la habitación… Tu… tu…

    El chico había dicho que se acostaría con un tal Kisaki, no entendía que hacía entrando por la ventana de su habitación cuando debería estar dando saltos en la cama de algún chico de la universidad. A menos que aquello solo hubiera sido una mentira para ponerlo celoso, porque Izana sentía celos de su cercanía con el mayor de los Haitani. Si, seguramente; y el haber entrado en su ventana fue solo la forma de dejarle en claro que estaba ahí, con él y que la noche buena aún no terminaba y podían pasar navidad juntos.

    —Oh, eso. Kisaki se fue a casa de sus padres para las fiestas navideñas.

    El chico sonrió. Esa sonrisa falsa. Pero Kakucho estaba acostumbrado a recibir de esas sonrisas, lo que en verdad le hizo que le doliera el corazón, fue darse cuenta que sus suposiciones no eran más que eso; ideas que él mismo se hacía, porque en ningún momento Izana había dado indicios de querer algo con él ni nada por el estilo. Eran solamente ideas que él se hacía solo porque el chico le gustaba tanto que no había forma de explicarlo.

    ¿Qué le gustaba de Izana? El chico era una preciosura, eso nadie podía negarlo; pero realmente ¿Qué sabía de él? Tomaba fotos, estudiaba en esa misma universidad, pasaba más tiempo fuera que dentro de su habitación y cuando estaba distraído, parecía desaparecer del mundo real y escapar a otro, a uno propio donde quizá si era capaz de sonreír con sinceridad.

    —Podemos hacer algo ahora.

    — ¿Qué cosa…?

    Kakucho miró de reojo el reloj a un lado de su computador. Faltaba un minuto para que fuera media noche y seguramente todo estaría cerrado y lo abierto con más gente de la necesaria. Quiso decir que era tarde, pero que tenía varios bocadillos en su closet y podían comerlos mientras miraban una película navideña. O de terror; en casa de los Tachibana, solía ver películas de terror con Naoto y Hinata en navidad, cuando ninguno de ellos salía. Pero no alcanzó a decir nada; los labios del moreno atraparon los contrarios y se fundieron en un beso con sabor a nieve; fríos y dulces. Los besos de Izana eran distintos a los que Ran solía darle: el Haitani solía acariciar su mejilla con delicadeza y parecían besos con calma, como si tuvieran toda una vida para seguir besándose, por el contrario, Izana le besaba como si de eso dependiera su vida; con violencia, fuerza y desesperación, sentía los dientes del contrario morder con fuerza al grado de sentir el sabor a hierro y la lengua contraria se metía en su garganta como si quisiera entrar hasta lo más profundo de su ser.

    Pero no le molestaban.

    Ni siquiera le molestaba el hecho de que necesitaba respirar y el contrario le había tomado con fuerza de la nuca para no dejarlo escapar.

    —Feliz navidad, Kakucho.

    Le dijo con una sonrisa mientras se separaba. Un hilo de saliva aún unía sus labios y el moreno, con la respiración agitada y las mejillas sonrojadas, sintió la necesidad de devorar la boca contraria una vez más. Se abalanzó contra el moreno y ambos cayeron contra el colchón, donde el Hitto intentaba seguir el ritmo de Kurokawa en aquel beso, pero le era un tanto imposible. No supo cuándo ni porque, pero su camiseta estaba tirada del lado de los Haitani en la habitación y la de Izana se encontraba volando por sobre su cabeza; sus manos temblaban al igual que todo su cuerpo entero, pero valía la pena con tal imagen ante él.

    Los pezones de Izana sobresalían de su hermosa piel morena, se miraban tan hermosos y delicados la necesidad de devorarlos solo se detuvo al ver una pequeña herida en el costado del moreno. Un moretón enorme que seguramente le dolería horrores si lo tocaba.

    — ¿Qué te paso?

    Peguntó con preocupación, pero el moreno le restó importancia con la mano y con brusquedad tomo la cabeza del menor para llevarla a su pecho y obligarlo a lamer todo lo que se le ocurriera.

    —Si dejas alguna marca te golpearé hasta que llores.

    Y Kakucho empezó a lamer los pezones del contrario como si su vida misma dependiera de ello, olvidándose totalmente se aquel enorme moretón.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆​

    —Nunca habías hecho esto ¿Verdad?

    El contrario se sonrojo, lo cual le pareció de lo más tierno a Izana. Aquella noche había sido un infierno para el moreno; había ido a visitar a su abuelo para desearle una feliz navidad, incluso había cenado con este y dos de sus nietos, Mikey y Emma. Los conocía, pero su trato con ellos no era de hermanos, no como el que compartía con el mayor de los Sano, quien le quería como un miembro más. Aquella era lo más cercano a una cena familiar en Navidad que el Kurokawa podría haber tenido hasta que uno de los hombres de su jefe había entrado para dejar, encima de su plato con un delicioso filete, un sobre manila con información de un chico a quien debía matar.

    Odiaba cuando le pedían que matara personas jóvenes. Le recordaban su debilidad ante aquel niñito y le aterraba que su corazón lo traicionara.

    Se tuvo que despedir sin acabar su cena y viajar al otro lado de Japón para encontrarse con su víctima.

    Era navidad y la nieve caía por montones. El chico estaba con su novia, lo cual significaba que ella también tendría que morir y lo que le había parecido un trabajo fácil, no lo había sido para nada. Aquel chico puso resistencia, le había golpeado con algo duro en el costado antes de que Izana pudiera disparar y se había tenido que quedar en la escena del crimen limpiando cualquier cosa que pudiese dejar huella.

    Para cuando terminó, creyó que lo más prudente sería volver a la universidad. Los Sano no eran su familia y no tendrían por qué esperarlo a terminar un trabajo para volver a la cena o seguir celebrando aquella fecha; seguramente ni siquiera tendrían un regalo para él. No le molestaba, jamás había tenido uno, ni siquiera cuando vivía con su madre, porque eran demasiado pobres como para poder costarse algún juguete o ropa nueva.

    Pero todo eso era una tontería.

    Gastar en una cena enorme, en regalos estúpidos. Era una fecha comercial más.

    Lo que no esperaba era que Kakucho si se quedara en aquella habitación. Supuso que Ran haría una estupidez romántica como ir por él en su enorme limosina para llevarlo a alguna cita romántica, así que por su cabeza jamás imagino que terminaría follando con aquel chico que parecía un cachorro perdido.

    —No te avergüences, yo te enseño.

    Izana le hizo acostarse boca arriba. Ya ninguno llevaba ropa, pero de los besos y las caricias tímidas no pasaba el moreno y el peliblanco comenzaba a impacientarse. No estaba acostumbrado al trato cariñoso en el sexo y Kakucho le tocaba como si fuese porcelana, como si en cualquier momento se fuera a romper.

    Izana se sentó en el pecho del contrario. Tenía buen cuerpo, no musculoso, pero si firme. La cicatriz en su rostro le daba una apariencia ruda y la forma en como le miraba y acariciaba… era el arquetipo perfecto de las chicas, un chico rudo de lo más tierno en la privacidad. El filipino metió dos de sus dedos en la boca contraria & le obligo a ensalivarlos bien; no es que fuese necesario, pero siempre procuraba prepararse un poco, antes que nada.

    —A la siguiente te tocará a ti, así que aprende. —Entonces, habría una segunda vez. Pensó con emoción.

    Izana metió sus dedos y comenzó a moverlos, aflojando su entrada. Aquella imagen hizo que Kakucho sintiera vergüenza, quería no mirar, darle su privacidad, pero estando sentado sobre él, podría sentirlo todo. Los muslos de Izana haciendo fricción con sus costados, el roce del miembro contrario contra su abdomen y el mismo rose del cuerpo del peliblanco contra su miembro mismo. Estaba a punto de volverse loco.

    El Kurokawa ni siquiera le aviso. No fue como en las películas donde uno pregunta si puede, si está listo… solo lo hizo.

    Se insertó el miembro contrario y comenzó a moverse como todo un profesional. Kakucho tuvo que aferrarse al cuerpo del contrario, apretando aquel moretón con fuerza sin siquiera percatarse. Izana lo sintió, el dolor a su costado y el placer que sentía; le dolía, pero estaba acostumbrado a que todo le doliera, sentía que lo merecía. Aquel chico que había matado, seguramente tenía planeado estar en una situación similar con su novia, pero el filipino le había robado eso. Él se encontraba lleno de placer, brincando en el miembro virgen de su compañero de habitación mientras que su víctima yacía en el piso de su hogar con una mancha de sangre rodeándole la cabeza y su amada lejos de él, porque ni siquiera los pudo matar juntos.

    Sin darse cuenta, había llevado una de sus manos hasta la mano del Hitto que aprisionaba su moretón y la apretaba; tenía que dolerle más.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆​

    El sexo no había sido grandioso, pero para haber sido la primera vez de Kakucho, no había estado tan mal. Kakucho se había corrido dentro de Izana en esa primera posición y luego, cegado por la pasión y lujuria del momento, había puesto al filipino con el rostro contra las almohadas y le había follado hasta volverse a correr. Fue inevitable para el mayor no hacerlo en aquella posición y con tal energía.

    —Lo siento.

    Kakucho iba saliendo del pequeño baño que tenían en aquella habitación. Izana le sonrió; se habían mudado a su cama al haber dejado la del menor llena de fluidos y este mismo le había invitado a dormir juntos. El moreno ya se encontraba limpio y con una camiseta que usaría de pijama, esperando al contrario que solo llevaba su ropa interior puesta.

    —Estuvo bien, así que deja de disculparte.

    Kakucho sonrió y se acercó para tomar asiento en el borde de la cama, pidiendo permiso al contrario para acostarse a su lado. El Kurokawa sonrió con ternura; literalmente lo había follado hacía menos de cinco minutos y el chico todavía le pedía permiso para meterse en su cama.

    —Ven aquí, chico lindo.

    El chico se acercó, pero antes de levantar a cobija se detuvo.

    —Espera.

    Fue hasta su lado de la habitación; la cama estaba hecha un desastre, pero él buscaba otra cosa dentro del closet. Había ido al pueblo más cercano con Hinata y Takemichi antes de volver al campus donde, inevitablemente, había terminado por comprar una estupidez. Varios pequeños regalos para sus amigos, claro, incluso algo para los Haitani. Pero también un par de aretes rojos que había visto y que inevitablemente le hicieron pensar en Izana, aunque no entendía por qué. Eran artesanales, hechos de madera y se miraban preciosos contra la luz del sol. Estaban en una caja pequeña, igual de madera, y un pequeño lazo la cerraba. Se acercó al moreno y se la entregó.

    —Feliz navidad, Izana.

    El filipino miró aquella caja y la tomo, con delicadeza. Kakucho se acostó en la cama y le dio la espalda, avergonzado de aquel acto. No eran amigos, eso era definitivo, y acababan de follar ¿Qué pensaría Izana de él? ¿Qué estaba secretamente enamorado de él?

    Pero para el peliblanco el que Kakucho le diera la espalda fue lo mejor, así no tendría que explicarle que había comenzado a llorar porque nunca nadie en la vida le había obsequiado nada; porque no sabía que decir o cómo reaccionar ante aquello. Abrió con delicadeza y lentitud la caja, sintiendo su corazón retumbar. Los aretes dentro eran preciosos y, sin siquiera pensarlo mucho, se habían convertido en el objeto más preciado para Izana en ese momento.
     
  6. Threadmarks: Capítulo 05
     
    Temarii Juuzou

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    05.

    Kakucho pensó que después de aquello su relación con Izana podría evolucionar, quizá no ser pareja, por lo que sabía, el albino no tenía parejas, pero si creyó que, al menos, serían más unidos… quizá esos amigos con derecho que ahora todo el mundo parecía tener. Pero no fue así. Todo seguía exactamente igual.

    Lo cual era doloroso.

    Para Izana no había sido más que un acostón, pero para Kakucho fue la pérdida de su virginidad, fue estar de forma íntima con alguien… y de saber que así serían las cosas, hubiera intentado disfrutar más. Como la suave piel morena bajo sus dedos y quizá contar todas esas cicatrices que parecía tener en partes al azar de su cuerpo. Lo cual, si lo pensaba, era extraño. ¿Qué tanto peligro podría sufrir un estudiante de Servicio Social, como para tener su cuerpo con tantas marcas? Quizá del pasado, aún seguía sin conocer realmente quien era Izana.

    Tampoco es como si hubiese mucho para explorar. El filipino siguió desaparecido hasta año nuevo, el día que Ran y Rindou volverían al campus.

    — ¿No festejan el año nuevo en familia? —preguntó Kakucho. Izana se encontraba recostado en su cama, con la cabeza en su estómago, cada uno en sus celulares. Pero al menos, estaban juntos y eso ya era algo.

    —No, sus padres salen a Europa… o algo así.

    Izana se encontraba tan centrado que no encontró emoción alguna en su contestación, pero así era normalmente. Kakucho suspiro y continuó revisando sus redes sociales… aunque no había mucho que revisar. Fotos de Hinata y su familia, de Takemichi con gente que no conocía.

    A veces envidaba la forma en como estos se desenvolvían tan fácil, a él le costaba demasiado mirar a la gente a la cara y ellos hacían amigos a donde sea que fueran; Izana parecía ser igual, cada que salía saludaba a todos a su paso y todos deseaban ser íntimos de él. El instagram del moreno no tenía ni una foto de él, pero las que tenía eran tan hermosas, que entendía el porqué de sus más de tres mil seguidores… Lo miró. Se encontraba tan serio mientras sus orbes purpura se movían con rapidez, quizá leía algo importante, porque incluso parecía un poco ansioso por terminar; y mientras le miraba, pensó en lo tan insignificante que era él en el mundo de Izana. Un seguidor más entre tres mil. Si el siguiente año no estaban juntos en la misma habitación, era probable que no volvería a saber nada de él hasta su graduación. Continuó revisando el perfil del contrario y se dio cuenta, que no había foto alguna de nadie en solitario. Fotos de paisajes preciosos, animales, selfies donde su rostro no se ve o fotografías grupales. Si él lograba ser tan importante para Izana, dejaría de ser uno más de esos tres mil para pasar a ser el primero que fotografía y presume al mundo.

    —Fotografíame.

    Izana detuvo el recorrido de su mirada en la pantalla de su móvil y volteó a ver, al contrario. Levantó una ceja y sonrió con diversión.

    — ¿Ahora?

    —Aún hay algo de nieve, seguro sale lindo.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆​

    La nieve se pegaba al cabello de Izana de una forma tan adorable. Los pequeños copos en sus pestañas las hacían lucir aún más grandes de lo que eran y el menor podría jurarle a cualquiera que se encontrara que no existía ser más hermoso en la tierra que el filipino.

    Con delicadez, como si tratase de acercar su mano a un animal salvaje, quito un copo de nieve del cabello del contrario. Este le sonrió mientras le empujaba levemente y le indicaba como sentarse, como posar. Kakucho se sentía avergonzado, jamás fue fanático de las fotografías, le avergonzaba su rostro y jamás se sintió una persona atractiva… aun así, se sentía tan natural posar si era para Izana,

    El filipino sonrió mientras se acercaba al contrario y sentarse a su lado. Le había sacado un total de diez fotografías y todas, a palabras del fotógrafo, eran preciosas. Sin avisar, elevó la cámara y tomo una foto de ambos, la cual probablemente saldría demasiado movida y para nada estética, pero eso era lo de menos.

    —Tus ojos se iluminan mucho cuando tomas fotografías.

    Izana sonrió y se acercó, al contrario, tan cerca que el vaho que salía de sus bocas comenzó a mezclarse. Olía delicioso, a bosque de pino que se combinaba con el olor del frío… extraño, delicioso, único; sintió sus labios rozar con los suyos y su corazón comenzó a brincar de alegría en su pecho.

    —Es porque te miraba a ti.

    Y se besaron. Fue lento, tierno, sin necesidad de ir más; tan solo un beso, suave, con sabor a chocolate de menta que tanto le gustaba al filipino.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆​

    Ran y Rindou llegaron ese día en la noche, con pollo frito para celebrar entre los cuatro; Izana no estaba, últimamente no dormía en la habitación y Kakucho no podía evitar sentir celos, imaginando quien sería el afortunado de compartir cama esas noches en las que el Kurokawa no llegaba. Todas esas imágenes que solo le hacían doler el corazón no le dejaron concentrarse en las películas que los Haitani habían puesto en el computador, ni siquiera estaba consciente de que Ran lo mantenía cerca y con su brazo envuelto en sus hombros.

    —Oh… ya están aquí.

    La voz de Izana hizo que los tres chicos voltearan por un segundo para luego lo hermanos volverse a la pantalla. Izana miró con el ceño fruncido lo cerca que se encontraba Kakucho de Ran, pero no dijo nada, Hitto se sintió avergonzado, pero si Izana sentía celos de él, debía significar algo ¿No? Pero ya había aprendido que hacerse ideas era lo que menos le ayudaba.

    No. Debía ser un adulto, ser directo.

    Izana se acostó en su cama y los ignoró por completo, tomando un libro para leer, pero siempre mirando de reojo las acciones del más chico en aquella habitación.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆​

    —Ya han pasado diez días y nada.

    Kakucho soltó un suspiro mientras se sentaba, si era sincero consigo mismo, jamás había sentido nada igual a todas las emociones que Izana le hacía sentir. Después de que las clases comenzaran, habían vuelto a la rutina de verse en las noches… y no en todas. El Hitto al menos imagino que alguna de las tantas fotografías que el Kurokawa le había tomado serían subidas a su instagram o a cualquier lugar; quería sentir que era especial para el albino y no uno más con el que se acostaba. Hinata le acaricio el cabello mientras le miraba, el primer amor no siempre duele, pero pareciese ser que para Kakucho no sería nada fácil.

    —Quizá no quiera compartir tus fotografías con nadie.

    Aquello le daba un poco de esperanza, pero quería dejar de sentirse así, con la idea infantil de que Izana le correspondería sus sentimientos en cualquier momento. Diez días… no era una eternidad, pero para él se sentía como una, una eternidad donde poco a poco crecía un aviso entre ellos dos. Takemichi llegó justo en el momento que su celular vibraba, era una notificación.

    De Instagram.

    De Izana.

    Se enderezó en el asiento y, con emoción, abrió la aplicación solo para ver la historia de un dibujo extraño en la pizarra del salón. Nada de él, nada que mostrara que el filipino le pensaba, aunque fuese unos miserables segundos. Se sintió un tanto avergonzado.

    Kakucho jamás había querido lo que Hinata y Takemichi tenían, pero en ese momento, lo deseo más que otra cosa. Una pareja que quisiera presumirlo en cada momento, tomarle siempre de la mano y con quien estudiar para las materias que le fuesen más difíciles; entonces pensó en Ran y en como todo sería mucho más sencillo si tan solo se hubiera fijado en él en primer lugar. Pero Hinata siempre decía que uno no decide de quien se enamora, eso solo pasa y es mera suerte ser correspondido… odiaba su suerte en ese momento.

    Para cuando las clases terminaron y Kakucho entró en su habitación, se sorprendió al ver a Izana dentro, escribiendo en una libreta. No recordaba nunca hacerlo visto haciendo tarea, pero se miraba tan bonito, con el lápiz entre sus labios por unos segundos antes de ponerse a escribir con tanta emoción.

    — ¿Te quedarás ahí viéndome toda la tarde o piensas entrar y cerrar la puerta?

    El albino levanto el rostro y le sonrió a Kakucho, esa sonrisa vacía pero tan seductora, que solo lo hizo sonrojarse; el Hitto entró y después de dejar sus cosas encima de su escritorio se sentó en el borde de su cama, buscando una manera de comenzar a hablar con Izana sin parecer una novia posesiva.

    Porque no era posesivo y tampoco eran novios.

    —Izana, yo…

    Pero no terminó de hablar. El peliblanco se había sentado encima del contrario, con sus brazos alrededor de su cuello y una sonrisa juguetona en el rostro. Kakucho no esperaba aquello, pero como si así fuese, sus manos viajaron hasta la cadera del contrario; sus manos se aferraron a estas mientras el más grande repartía varios besos en el cuello del contrario. El aroma de Izana era suave, como la nieve y quedaba totalmente embriagado cuando este llenaba sus fosas nasales. Y las manos, joder con esas manos. Tan suaves, poco creíble si las mirabas detenidamente como ya lo había hecho: Uñas limpias e impecables y callosas en las palmas, como si estuvieran acostumbradas a la dureza, pero suaves pese a todo y le hacían estremecer cada parte de su cuerpo con solo un poco de tacto.

    —Oh, cielos… ¿Interrumpo?

    La voz de Ran le hizo saltar en su lugar, ni siquiera se había dado cuenta de en qué momento sus manos se habían abierto paso por la camisa del contrario y el paseo entre la larga y delicada espalda del albino había comenzado, tampoco supo en que momento había cerrado los ojos. Se sintió avergonzado, pero no culpable; él y Ran no eran nada, se habían besado, sí, pero siempre fue directo al decirle que no… que no estaba listo para comenzar una relación.

    —Un poco, pero es mi culpa, no puse el calcetín ni nada…

    Izana se levantó como si nada, como si aquello fuese tan normal y lo hicieran todo el tiempo o como si no importara, y le dolió. No entendía porque, pero el corazón le comenzó a latir con fuerza y dolía… ¿Un infarto?

    —Como sea, me largo.

    Ran no era una persona que sonriera o riera mucho, pero nunca había sentido la vibra a su alrededor tan oscura, tan molesta y Kakucho se sintió culpable, sobre todo porque a Izana parecía no haberle afectado en nada; había regresado a su lugar en aquel escritorio y escribía con emoción, como si nada. Admiraba esa indiferencia, Kakucho jamás podría ser así.

    —No entiendo…

    — ¿El qué?

    —Cómo puedes… actuar como si nada.

    Izana levantó el rostro de su cuaderno y volteo a verlo con esos enormes ojos, con el purpura brillando en su iris.

    — ¿Acaso fue algo?

    —Claro que lo fue.

    —No sabía que salías con Ran.

    — ¿Qué? No, no lo hago…

    No entendía. Pero debería estar acostumbrado, todo alrededor de Izana era extraño e inexplicable.

    —Entonces no fue nada.

    —Nos estábamos besando.

    —Ya nos hemos acostado, esto no es nada.

    Y no lo decía con malicia, en verdad no significaba nada para él y le destrozo por dentro, tanto que hubiese llorado si no lo hubiera visto venir. Kakucho respiró hondo y se armó de valor para decir todo lo que deseaba decir.

    — ¿Por qué no has subido las fotografías que me tomaste?

    El Kurokawa sonrió con diversión. Se giró para quedar frente a su escritorio una vez más y comenzar a escribir, como si aquella pregunta fuese tan estúpida que no mereciese respuesta alguna.

    —Dime, por favor.

    Izana suspiro, pero no dejo de escribir.

    —No me apetece subirla.

    —Esa respuesta no me complace.

    —No me importa, Kakucho —el Hitto se levantó e hizo girar la silla de Izana, obligándolo a verle a la cara, este levanto una ceja. Ya no sonreía. —Tu y yo no somos nada, nos acostamos una vez y si me apetece te besaré, porque al parecer estas encantado con eso. Así que no me exijas que actúe como no novia amorosa, porque jamás tendrás eso de mí.

    Kakucho no necesito escuchar más. Tomó sus cosas de la escuela y salió directo a la biblioteca, esperando no encontrare ni a Ran, Takemichi o Hinata. Necesitaba llorar solo.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆​

    Había sido más cruel de o que había deseado, pero sus redes sociales no eran más que apariencia; no podía ser un adolescente normal si no tenía una cuenta “normal”. Jamás subía nada de él a ningún sitio. Fotos con su rostro distorsionado, fotos grupales de gente que no conocía o lugares lejos de los sitios en los que solía dejar cuerpos sin vida. Tener a Kakucho en su vida complicaba todo, porque en un principio quiso mantener la distancia hasta que no pudo y ahora… sí que quería actuar como novia. Una novia que no era y jamás podría ser.

    Miró las fotografías en su galería. Tenía varias bastante simples que solía subir cada cuanto para despistar; no es como si él fuese sospechoso de algo, pero la vida que llevaba lo había hecho tan precavido, que cada pequeño detalle contaba.

    Kakucho no entraba en esos detalles. Estar juntos solo le traería problemas, le haría daño. Izana no quería ser el culpable de más dolor en la vida del Hitto, bastante había hecho con haberle arrebatado a sus padres.

    Aun así, al llegar a una de las miles de fotografías que había tomado de esos pendientes que el menor le había regalado, no pudo evitar publicarlas con un pie de página demasiado cursi “Un regalo de una persona especial”.

    No estaba siendo cuidadoso.
     
  7. Threadmarks: Capítulo 06
     
    Temarii Juuzou

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    06.

    Simplemente no lo entendía y dudaba que alguien más lo hiciera. Izana no era su pareja, no eran más que amigos que habían tenido relaciones un par de veces y eso estaba claro. Ninguno tenía derecho el uno del otro, no podían exigirse nada y el Hitto estaba consciente de eso… y entonces Izana comenzó a usar aquellos pendientes a diario justo después de publicar una foto de estos mismos en sus redes sociales; no importaba si el rojo intenso de los pendientes no lograba combinar con lo que llevara puesto aquel día, las usaba.

    Lo cual solo molestaba a Kakucho.

    Izana le había dejado en claro que no eran nada, entonces ¿Por qué hacía eso? Era como darle esperanza de que algo podría pasar entre ellos cuando era claro que no.

    —Es un idiota.

    Takemichi y Hinata miraron extrañados y, para que negarlo, un tanto divertidos ante aquella actitud; antes del filipino, Kakucho era un ser viviendo únicamente, sin jamás haber expresado la necesidad de querer estar con alguien o de siquiera hacer algo con su vida, lo cual le lastimaba el corazón a la Tachibana. Si, estaba molesta con Izana por jugar de tal forma con su mejor amigo, pero también le agradecía por hacerlo sentir.

    —Así pasa a veces en el amor, Kakucho.

    Takemichi le palmeo la espalda con ternura a su mejor amigo y continuó su alimento. No había mucho que decir, porque el único que conocía al albino era el Hitto y, si era sincero, tampoco era como si lo conociera realmente.

    —No tengo ni porque estar molesto. Lo que paso solo pasó una vez y desde hace días no me habla. Lo mejor será que deje de hacerme ilusiones.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆

    Las noches de enero son frías, Kakucho siempre ha odiado el frío porque le recuerda a la noche en la que sus padres murieron y el solo hecho de sentir ese escalofrío helado recorrer su cuerpo lo ponía tenso; diciembre había sido soportable porque, de una u otra manera, con Izana no se sentía solo. Durante los primeros días de diciembre, aunque no hablaran ni se vieran por días, Kakucho siempre lo sintió en las noches y después de haber dormido juntos, no hubo día en el que no estuvieran el uno pegado al otro.

    Pero enero era diferente. El frío le hizo entrar en esa etapa depresiva que le hacía no querer levantarse de cama. Agradeció no tener que recurar ninguna materia, porque podría esperar al menos otras dos semanas para iniciar con su curo nuevo y no había ninguna necesidad de salir de su cama.

    Hasta el último viernes libre que le quedaba; había cerrado las ventanas antes de acostarse y ninguno de los Haitani había protestado. Izana llevaba un largo rato dormido, así que parecía no importarle tampoco. Y, aun así, fue a media noche que sintió aquel horrible escalofrío recorrerle el cuerpo: el frío entrando por su piel y clavándose como agujas en sus huesos.

    Ni siquiera era cuestión de si hacía frío o no.

    Era su cabeza que le hacía sentir miedo.

    Recordaba el hielo contra su cara, su ojo herido. Su sangre combinada con la sangre de aquel hombre que quería hacerle daño y, como si se tratara de Harry Potter, no pudo evitar sentir molestia en la enorme cicatriz que adornaba su cara. Se levantó justo en el momento en que miraba Izana salir por la ventana; lo había visto entrar, pero jamás salir y eso le causo intriga. Se levantó miró por la ventana como el albino se alejaba con la agilidad de un gato. Frunció el ceño y negó con la cabeza varias veces; quería saber a dónde iba, pero eso era algo que no le importaba…

    Tampoco tenía la agilidad para salir por la ventana.

    Ni le gustaba el frío.

    Pero Izana no llevaba suéter. Fuese a hacer lo que fuese a hacer, aquella ropa toda negra no se miraba nada abrigadora y, pese a no hablarse, pese a que solo de verlo quería comerle la boca y luego golpearlo, no se sentiría bien si se enfermaba.

    Así que tomo el suéter más abrigador que encontró y salió corriendo, deseando poder alcanzar al filipino.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆

    Le habían enviado un mensaje urgente ante de irse a dormir. Tenía trabajo no muy lejos del campus, así que acepto… aunque no es como si pudiese negarse. O quien sabe, jamás intento decir que no, ni siquiera cuando una de las víctimas era un niño. Como un arma viviente, Izana hacía todo lo que le decían, la púnica vez que hizo algo por impulso, sin que se lo ordenaran, fue cuando salvó a Kakucho de morir.

    No se arrepentía, o eso se repetía siempre que lo recordaba.

    Camino con agilidad, tratando de dejar la menor cantidad de huellas posible, pero a mitad de camino hacía el estacionamiento, sintió una presencia. No era peligrosa o, al menos, no la sintió de esa forma, pero no podía darse el lujo de bajar la guardia. Comenzó a caminar más lento, dejando que el oído le guiara donde estaba el peligro que lo asechaba.

    Llevo su mano a la pequeña navaja que guardaba en su bota y de un movimiento elegante y veloz, aprisionó el cuerpo que le seguía contra el frío hielo que cubría el pavimento. La navaja bailaba peligrosamente en el cuello del enemigo… hasta que vio que para nada era un enemigo. Soltó un gruñido de molestia.

    Kakucho Hitto se encontraba debajo de él y no de la forma en la que le hubiese gustado tenerlo; temblaba, probablemente de frío o probablemente de miedo… por más que intentara, no podía hacerse una idea de cómo se miraba ante los ojos del contrario.

    O si…

    —Joder ¿Qué mierda, Kakucho? ¿Por qué me sigues a mitad de la noche como si fueses un sucio ladrón?

    El contrario tembló y abrió la boca varias veces, deseando poder decir algo que jamás salió. Izana alejó la navaja y se sentó en el regazo del chico, aún con el ceño fruncido y esperando una respuesta coherente. Kakucho parecía ser de lo más inocente, pero no podía olvidar que hacía años, él había matado a sus padres y había cometido el error de mostrarse frente a él… ¿Y si lo había reconocido? Todo podría ser un sucio truco para cobrar venganza.

    No, por favor, no.

    —Ha-hace frío…

    Dijo el contrario. Izana parpadeo, un tanto perplejo y de un gruñido se levantó. No estiro su mano para ayudar, al contrario, todo podía ser una trampa. Kakucho se levantó con algo de dificultad; sus dedos estaban rojos al igual que su nariz; labios morados y piel temblorosa… era un imbécil por haber salido tras él.

    —Dime, ¿Por qué me sigues?

    El de la cicatriz lo miró con una mueca y bajo la mirada avergonzado; si estaba actuando, le salía tan natural. Izana apretó la navaja en su mano, dispuesto a atacar si era necesario, Kakucho lo noto y no pudo evitar dar un paso hacia atrás… Algo en el ambiente se sentía tan familiar que le asustó.

    —Hace frío.

    —Eso ya lo sé.

    —No quería que te enfermaras.

    Izana abrió la boca y luego la cerró. Esa era una estúpida escusa, una que no iba a creerse. Si, el chico llevaba un abrigo con él, pero eso no significaba nada.

    —Vuelve a la habitación.

    Izana se dio la vuelta. Guardo la navaja una vez más dentro de su bota y continuó caminando, como si no le importara lo que Kakucho quisiera hacer o darle; escucho las pisadas contrarias, así que seguro se estaba alejando, pero luego sintió la mano de este tomando la suya, sin dejarlo ir. Se giró con molestia, apretando el puño y dispuesto a enterrar este en el rostro contrario, pero no pudo al mirar al Hitto: con esos ojos de cachorro perdido llenos de vergüenza y esos labios temblorosos.

    — ¿A dónde vas?

    El albino levantó una ceja.

    —No te importa.

    —Si me importa.

    El agarre del contrario se hizo más fuerte, la desesperación en el rostro de Kakucho era notable; Izana sonrió con diversión y trató de zafarse, pero no lo logro.

    —Por ahí.

    — ¿Te verás con alguien más?

    Kakucho levantó la mirada. Parecía a punto de llorar y aquello desarmo totalmente al filipino, quien jamás imagino que aquella escena fuese algo posible. Movió la mano con brusquedad, solo así pudo zafarse del agarre contrario. Soltó una suave risa que fácilmente podría perderse con la brisa invernal y suspiro, soltando tanto vaho como si hubiese estado fumando un cigarrillo.

    — ¿Acaso estas celoso?

    Kakucho hizo una mueca, Izana sonrió triunfante.

    —Contéstame, Kakucho. Dime, quiero oír como mueres de celos al imaginarme en brazos de otro hombre…

    Izana se acercó peligrosamente a Kakucho, soltando ese vaho directo en su rostro. Riendo, provocándolo; lo estaba disfrutando.

    —Dime que te retuerces de celos por alguien que no es nada de ti. Dime que todas las noches sueñas con que tus brazos sean los únicos para mi… dímelo.

    El susurro de Izana golpeo directo en su oreja, haciéndole estremecer. Pero no solo era el nerviosismo de tener al albino tan cera, era el hecho de que no podía evitar temblar de la ira que le recorría el cuerpo por sentirse humillado ante las palabras del contrario; que se burlara de lo que sentía, era doloroso, porque significaba que para Izana no era más que un chiste.

    Y eso no lo iba a permitir.

    —Sí, me dan celos. Porque…

    Kakucho lo tomo violentamente de las mejillas. Sus rojos y fríos dedos tomaron la piel canela del contrario, sintiendo como el calor que emanaba el rostro de Izana se combinaba con el frío de la punta de sus dedos. El filipino le miro, desafiante. Los ojos morados chispeantes de emoción golpeaban los suyos propios.

    —… porque eres un maldito sin sentimientos, incapaz de valorar a los demás.

    Kakucho comenzó a avanzar y lo terminó aprisionando contra un árbol. El instinto de Izana le decía que debía tomar su navaja y protegerse; pero estaban dentro del campus y no se sentía realmente en peligro.

    —Porque solo me confundes y estoy cansado de eso.

    Y lo beso. Con tanta fiereza que le pareció increíble que fuesen los labios de Kakucho quienes buscaran los suyos, los dientes contrarios quienes mordieran primero y la lengua ajena penetrando con violencia su boca. Sin darse cuenta, Izana terminó envolviendo sus brazos alrededor del cuello de Kakucho, dejando que este le comiese la boca a placer mientras sus piernas se levantaban para aferrarse a la cadera contraria. Kakucho llevó sus manos a los muslos del moreno para no dejarlo caer y solo se alejó cuando necesito aire.

    Izana sonrió, lleno de burla.

    Kakucho frunció el ceño.

    Y se volvieron a besar con la misma violencia.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆

    Izana terminó llevando a Kakucho a su auto, no estaba tan lejos del estacionamiento. Casi nunca lo usaba, la mayor parte del tiempo se encontraba parqueado sin uso alguno, así que tuvieron que usar sus cuerpos ´para calentarlo un poco. Fue Kakucho quien hizo todo; una vez dentro del vehículo, Izana había sido lanzado contra los asientos traseros mientras Kakucho entraba y cerraba la puerta tras él. Los besos salvajes no cesaron y las manos del menor despojaron al contrario de su pantalón, lo cual fue un tanto difícil debido a las varias armas que llevaba escondidas en su ropa.

    —Soy muy lindo, alguien podría hacerme daño.

    Y Kakucho no lo negó ni cuestionó, no le importaba en ese momento.

    El sexo no fue la gran cosa realmente; un lugar reducido, con muchos quejidos por parte de ambos debido al tamaño y el cómo eso dificultaba los movimientos entre ambos. Aun así, lo habían hecho dos veces seguidas e Izana agradeció no tenerle ningún apego a ese maldito auto porque lo que menos quería era sentir la necesidad de limpiarlo tan pronto como pudiera. Le dolía la cadera, pero al menos Kakucho había caído rendido poco después, entre besos y caricias suaves.

    Por un momento se quiso quedar así.

    Olfateo el cuello lleno de marcas del contrario y sonrió, porque sentía como las suyas propias picaban por ser tan recientes. Con delicadeza alejo el cuerpo de Kakucho del suyo y se vistió, tomando todas sus armas y cubriendo el cuerpo del menor con toda su ropa y ese abrigo que se había tomado la molestia de llevarle.

    Y se fue.

    Cuando Kakucho despertó, se encontró solo en un auto desconocido; con vergüenza y no por lo que había hecho, si no, porque al parecer no había servido de nada.

    Kakucho nunca podría retener a Izana a su lado, porque simplemente no podía darle lo que parecía ser, el albino deseaba. E Izana jamás podría estar con Kakucho, porque había un secreto entre ambos que el menor desconocía, pero que al filipino lo perseguiría por el resto de sus días.
     
  8. Threadmarks: Capítulo 07
     
    Temarii Juuzou

    Temarii Juuzou Maestre

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    Teeth [Tokyo Revengers]
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    07.

    Se sentía estúpido y usado, pero aquello era de lo más infantil. No es como que pudiera exigirle a Izana que fuese un buen novio con él y despertará a su lado en vez de dejarlo desnudo en un auto cualquiera… y ese era justo el problema principal: no eran novios.

    Ni siquiera sabía si podía llamarlo su amigo.

    Se visitó sintiéndose usado, un imbécil. Uno más de los tantos que pasaban la noche en los brazos de Izana, pero peor; se fue directo a su habitación, pero sintió el pánico inundar su cuerpo mientras su mano tocaba el pomo del cuarto. Se escuchaba la voz de los Haitani dentro de la habitación y Kakucho aún no sabía cómo mirar a Ran sin sentirse una mierda.

    Agarrando valor, entró a su habitación y sonrió amablemente a los hermanos, los cuales le sonrieron de forma incómoda y se giraron para continuar platicando, como si el menor no existiera; no le importó, así era mejor.

    La espalda le dolía, dormir en un auto en definitiva no era lo mejor del mundo, así que, ignorando a los Haitani, se recostó en su cama y en cuanto sintió la suavidad de su colchón, se perdió totalmente.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆​

    Izana no volvió a la universidad durante los siguientes dos días; le dolía el cuerpo y se sentía tan cansado; no había pegado ojo en toda la noche y haber trabajado después de haber tenido sexo con Kakucho en definitiva no había sido la mejor opción del mundo.

    En el pequeño y oscuro departamento en el que se estaba quedando no había ventilación, lo cual era perfecto porque el frío que estaba haciendo en Japón era demasiado y sentir la calidez de su pequeña casa era reconfortante. Pero, por primera vez en su vida, se sentía solo. Comenzó a quitarse la ropa que llevaba, dispuesto a lavarla antes de acostarse a dormir; sacó todo lo que tenía en los bolsillos de su ropa y sonrió al ver aquellos pendientes tan rojos que llamaban la atención, pero de alguna manera, importantes.

    ¿Cuándo había sido la última vez que alguien le había regalado algo? No recordaba son exactitud, porque todos los recuerdos con su madre eran tan borrosos que el miedo de perderlos por completo le atormentaban todas las noches. Terminó de lavar y se vistió con calma antes de meterse en la cama.

    Despertó ese mismo día tan noche que no le encontró sentido el volver a la universidad. En cualquier otro momento hubiese preferido no ir durante varios días, incuso a veces deseaba dejarla, no le encontraba un sentido realmente… pero la imagen de Kakucho le hizo sentir la necesidad de volver. Era extraño, pero estaba comenzando a sentir que pertenecía a un lugar por primera vez.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆​

    —Esto está muy rico.

    Hinata sonrió con alegría mientras alzaba su pecho llena de orgullo; se había inscrito al club de cocina, nada más por probar algo nuevo, y lo estaba haciendo tan bien, que ahora se dedicaba a hornear en su tiempo libre. Kakucho se acomodó un poco mejor en aquella banca y volvió a tomar una cucharada de aquel pastel de chocolate y sonrió.

    —Gracias, en verdad me estoy esmerando. Quizá lo pueda usar como un pequeño trabajo.

    Kakucho le sonrió a su amiga y continuó comiendo. La chica comenzó a hablar de ingredientes y cosas que le habían pasado en los últimos días mientras este le escuchaba atento, incluso si no conocía la mitad de los nombres que aquella chica le decía. Sonreía con ella y anotaba cada detalle, no quería olvidar aquellos nombres que, por lo que parecía, serían nombras muchas más veces por su amiga; entonces, su sonrisa se borró al ver al peliblanco pasar; tenía unas ojeras que incluso con su piel canela se miraban a distancia y se miraba cansado, con sus ojos purpura buscando desesperadamente algo.

    Por un momento, Kakucho se quiso sentir especial e imagino que lo buscaba a él.

    Pero pronto se quitó esa idea en la cabeza ¿Qué se creía? ¿Qué un chico cualquiera podría lograr que Izana se interesará en él únicamente por unas cuantas noches de sexo? Era estúpido y engreído por pensar de aquella forma. Y fue en ese momento que su mirada conectó con la contraria, lo que le hizo sonrojar y olvidar completamente a Hinata, quien aún hablaba sin detenerse de como unos gemelos cocinaban tan bien, que no entendía que hacían estudiando arquitectura si podían ser unos grandes chefs.

    Entonces el menor soltó una carcajada de lo más fuera de lugar mientras tomaba la mano de Hinata con cariño y la miraba, como si ella fuera la persona más divertida que alguna vez hubiese visto. Ella tan solo le miró con una ceja levantada sin entender aquella actitud.

    No había dicho nada divertido.

    —Eres muy divertida, Hina.

    Kakucho le acaricio la mejilla con el pretexto de colocar un mechón detrás de oreja, la chica se sonrojo hasta las orejas y trató de alejarse de su amigo, cuya actitud le estaba comenzando a incomodar. Izana frunció el ceño y se fue, no es como si pudiese hacer un escándalo… él mismo había dejado a Kakucho en un auto, desnudo, después de follar, en medio de una noche fría. Si aquel pequeño idiota quería coquetear con una chica sin chiste alguno, ya no era culpa de él; o eso se repetía mientras caminaba furioso a cualquier lado.

    Para cuando el moreno volteó en busca del albino, este ya no estaba y se sintió tan mal, porque, por un momento, imagino que Izana iría hasta él y le alejaría de Hinata para llevárselo lejos… quizá, luego de discutir, se besarían y terminarían siendo pareja. Lo cual le hizo ilusión a la par que se sentía tan ridículo de imaginar que su vida podría ser una comedia romántica barata.

    —No vuelvas a hacer eso…

    Solo en ese momento se dio cuenta que su mano seguía aprisionando la de su amiga con fuerza y se sintió aún peor. Hinata se miraba claramente incómoda y era comprensible; pidió disculpas y se disculpó, a lo cual la chica solo escuchó con atención antes de levantarse y decirle que dejara de ser un idiota.

    —Si te gusta tanto, se lo tienes que decir. Lo peor que alguien puede hacer es tratar de conquistar a una persona metiéndole una inseguridad.

    Y Hinata tenía tanta razón que Kakucho solo sintió que todo se le salía de las manos; pero es que no podía evitarlo, era un inexperto total con todo lo que estaba sintiendo en ese momento; jamás en su vida había sentido algo tan extraño como lo que sentía por el filipino, a quien quería ver todos los días, con quien se ponía nervioso y a quien deseaba besar, cada minuto del día, si le era posible.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆​

    Al final Izana terminó por no ir a su habitación y se había desviado un poco. En medio de un pasillo miraba con desinterés las fotografías que uno de sus compañeros de club le enseñaba. Eran buenas, pero no podían interesarle menos. Aquel chico pasaba las fotos mientras pedía su opinión y el moreno tan solo le daba indicaciones acerca del exceso de zoom, de la iluminación mal empleada y otras cosas más que se estaba sacando de la manga sin siquiera prestar atención alguna; era increíble que aquel chico no se diese cuenta y asintiera como si estuviese aprendido aún más gracias a las sabias palabras de aquel chico.

    El filipino comenzó a cuestionar sus decisiones, por qué había decidido no ir directo a su habitación o incluso al ala asignada a su club, donde podría haberse encerrado en el cuarto oscuro y quedarse un rato ahí, como solía hacer después de acostarse con alguien al azar. Porque dormir con sus parejas sexuales le parecía de lo más innecesario… aunque sí que existía alguien con quien no le molestó dormir después de hacerlo.

    Sin darse cuenta sonrió.

    — ¿Esta te gustó? Sinceramente siento que es la peor.

    Izana frunció el ceño y miró la fotografía y sí que lo era; mal enfocada, mostrando la sosa fuente del campus, apagada, para variar, con un poco de nieve en el suelo. Negó con la cabeza y le dijo que había sonreído porque era tan horrible, que hacía que las otras se vieran dignas de un premio, lo cual solo hizo que el contrario se avergonzara y apagará la cámara de golpe.

    —Supongo que este año, como todos, solo irán tus fotografías al concurso ¿No?

    Izana levantó una ceja. Jamás había pensado en aquello, pero era verdad. Pero en definitiva no podían culparlo, él no era quien tomaba esa decisión año con año, era el profesor encargado del club quien decidía que Izana era el talento suficiente de aquel club. El chico suspiro y se dispuso a irse, pero por el rabillo del ojo reconoció la figura de Kakucho; no quiso voltear a verlo, sentía que, si lo hacía, le reclamaría por lo que había hecho.

    Así que hizo lo primero que se le vino a la cabeza; tomar de la barbilla a aquel chico de su club y besarlo.

    — ¿Y eso… por qué? Yo no soy gay.

    El chico no se miraba molestó, más bien confundido. Izana se alzó de hombros y giro su rostro, Kakucho no estaba ahí y en su lugar, había una planta, cuyas hojas se movían como si alguien las hubiese golpeado al pasar.

    —Solo no dejabas de hablar y me tenías cansado, no conozco otra forma de callar a las personas

    Y esa fue toda la explicación que necesitó dar Izana para comenzar a caminar lejos de aquel muchacho y sus horribles fotografías; con suerte, no lo volvería a ver… pero Izana no siempre tenía suerte.

    ⋆✧⋆—— ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧ *⋆* ✧——⋆✧⋆​

    Kakucho no sabía porque se había empeñado tanto en hablar con Izana, porque en su cabeza aparecía que hablaban y se enamoraban como en esas películas que Hinata tanto disfrutaba; como si su vida fuese un libro de amor adolescente donde logra enamorar al chico guapo mientras él es un cero a la izquierda. Sorprendentemente, no lloró, porque se había esperado algo como eso y llorar por algo que obviamente se esperaba, era inútil.

    Y, como si su vida fuese más un chiste que una comedia romántica, Izana y él llegaron al mismo tiempo al ascensor de su edificio.

    No dijeron nada ¿Qué había que decir? Con sinceridad, Kakucho tenía miles de preguntas en su mente que deseaba le fuesen contestadas. ¿Dónde estuviste? ¿Pensaste en mí durante estos dos días? Porque yo sí. ¿Quién era ese chico? ¿Te gusta más que yo? Pero, por más que deseara escuchar las respuestas de Izana, no habló, porque no serviría de nada; aquel chico nunca respondía nada y, en ese momento, se miraba tan tranquilo, que le dio rabia. Rabia de que su perfil fuese hermoso: con esa nariz tan perfecta, esos labios carnosos y sus largas y plateadas pestañas enmarcando ese purpura tan brillante. El cómo incluso aquellas ojeras le hacían lucir apuesto, pero, sobre todo, le molestaba ver esos pendientes brillantes colgando de sus orejas.

    Ni siquiera llevaba nada rojo encima, no combinaba.

    El ascensor llegó en segundos, pero para Kakucho fue como si hubiese esperado por horas. Izana entró sin pensarlo mucho y miró al contrario con una ceja levantada; el menor dudo en si entrar o no. Por un lado, podía irse por las escaleras y verse, no solo ridículo, también como un tonto por haber esperado el elevador y no usarlo, pero realmente no había pensado mucho que estaría encerrado con Izana en aquel sitio hasta llegar a su piso.

    — ¿Vas a subir o te quedarás ahí parado?

    Kakucho frunció el ceño y entró. Pico e número cinco y espero, poniendo toda la distancia posible entre él y el contrario.

    —Aquella chica era linda ¿La conociste en estos días?

    Claramente mentía. Hinata no le había parecido nada fuera de lo normal, una chica más a al que jamás hubiese volteado a ver; sin chiste alguno para él ni nada que la hiciera sobresalir, pero quería dejarle en claro a Kakucho que los había visto y, por el tono en el que había dicho aquello, que supiese que estaba molesto. El contrario lo volteó a ver y frunció sus labios mientras pensaba en que decir.

    —Es mi mejor amiga.

    Y se arrepintió, pero tampoco es como que pudiese decir otra cosa sin cometer una indiscreción que arruinara su amistad tanto con Hinata como con Takemichi. Izana sonrió con triunfo y se acercó de más al contrario.

    — ¿Así es como tratas a tus mejores amigos? ¿Dónde me postulo?

    El menor frunció el ceño y alejó su rostro del contrario mientras chasqueaba con la lengua. Se cruzó de brazos y observó el reflejo deformado de ambos cuerpos sin decir nada, se sentía caliente de las mejillas y avergonzado.

    — ¿Y tú? ¿Conociste a ese chico durante estos dos días?

    Y se giró para mirar al albino, esperando una reacción diferente a la que tenía en su rostro. Se arrepintió de haber hablado, pues Izana mostraba una satisfacción extraña y un brillo intenso en su mirada que le hizo estremecer. Si no fuese porque debía mantenerse firme, se habría abalanzado contra el mayor y le hubiese devorado la boca con fuerza. Izana sintió que había ganado, Kakucho sí que los había visto y estaba celoso. Aunque no estaba seguro si aquello era ganar, se sentía como un pequeño triunfo en aquella pelea de críos.

    —No, es un chico cualquiera.

    —Oh, ahora lo entiendo, tu acostumbras a besar a cualquiera que esté cerca de ti ¿No?

    —No siempre. A veces me gusta solo besar a gente linda.

    Y Kakucho pensó durante mucho tiempo que decir cuando, de la nada, hubo un apagón que hizo que el elevador se detuviese de golpe, lo cual le hizo aferrarse al brazo del contrario antes de caer. Izana miró la situación sin pestañear, sin perder la calma y aferrando el cuerpo contrario al suyo. Sacó su celular y le mandó mensaje a Rindou antes de voltear a ver a Kakucho con ese mismo brillo en su mirada.

    —Mierda. —Fue lo único que el menor pudo balbucear. Quizá si debió usar las escaleras.
     
    Última edición: 24 Julio 2023
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  1. Temarii Juuzou
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