Tan cálido (nalu)

Se detuvo para mirar el cielo. Podía perfectamente ver su propio aliento, blanco por el frío del invierno, e intentó calentar sus manos, cubiertas por los guantes, con él. Rara vez nevaba en Magnolia, por eso era bastante sorprendente que la nieve no se hubiese detenido luego de tres días. Sus mejillas estaban sonrojadas por el frío de algunos copos que aterrizaban en su rostro de vez en cuando. La ropa que traía, que no era poca, era en su mayoría de lana, incluso el gorro rosa que protegía sus dorados cabellos, y que acababa en un pompón.

El llamado de Plue le recordó que debían apresurarse para llegar a casa, a menos que quisieran acabar congelados. La nieve se amontonaba por todas partes, y resultaba algo complicado avanzar por el solitario camino. Todos estaban ya en sus casas, junto al fuego y tomando alguna dulce bebida caliente, que envidia. No era sorprendente no ver a los hombres en el bote, que solían advertirle del peligro por caminar al borde del río, dado que este se encontraba en su mayoría cubierto por una fina y transparente capa de hielo.

Contempló, solo un momento más, el anaranjado tono del cielo, anunciando que pronto anochecería, y retomó el camino. Incluso se le dificultaba caminar con tanta ropa encima, el gorro, los guantes y la bufanda no ayudaban en nada a mantener su escaso calor corporal, por lo que apretó un poco el paso.

Plue volvió a llamarle, algo más adelante que ella, ya que se había detenido perdida en sus pensamientos, reaccionó diciendo que la esperara, sonrió y volvió a retomar el ritmo, el pequeño Nicola intentó advertirle de algo, pero ella solo lo miró sin entender demasiado, antes de caer en la congelada agua, a causa de la muy resbaladiza nieve.

¿Donde estaban las advertencias de los hombres del bote cuando se las necesitaban?

Sacó la cabeza del agua, completamente agitada, y respiró con dificultad, ya se encontraba temblando, la ropa que momentos antes apenas la abrigaba ahora estaba cubierta de pequeños trozos de hielo, pegándose a su cuerpo, inmovilizándola y causándole un frío de terror. Salió del río con mucho esfuerzo y con ayuda de sus delgados y congelados brazos, sus dorados cabellos no hacían más que pegarse a su cara y a su nuca, haciendo que el hielo, cuando se derretía, recorriera su cuello y la obligara a temblar.

Su aliento era mucho más visible que antes, y Plue saltaba de un lado al otro alterado, se quitó sus empapados guantes, su bufanda y su sombrero, se alejó lo más que pudo del río y comenzó a correr, como podía, hacia su casa. Estaba congelada, cada parte de su cuerpo le dolía y sin duda estaba demasiado pálida, el viento fresco en su cara no ayudaba y temblaba contra su voluntad y sin control. Pensar que momentos antes estaba comentando lo afortunados que eran de que nevara en una zona en la que no era muy común, era enfermizo. En algún momento del camino había soltado las prendas que acababa de quitarse, ya que sus manos temblaban demasiado y apenas tenía fuerza, pero realmente nada de eso le importaba, solo quería llegar a su casa lo más pronto posible.

Se le cruzó por la cabeza que si comenzaba a llorar sus lágrimas se congelarían, sonrió un poco al pensar en esa tontería, sonrisa que se ensanchó al divisar su hogar. Jamás se había sentido tan feliz de llegar allí. Ingresó apresuradamente, sin siquiera saludar a la casera, subiendo las escaleras con las pocas fuerzas que le quedaban, pero a gran velocidad. Calentó lo más rápido que pudo la bañera y se metió en esta, no sin antes encender la estufa, que a pesar de estar obviamente caliente, ya que Plue se derretía solo de acercarse, no la ayudó a entrar en calor.

Cualquiera podía decir que el agua estaba hirviendo, pero a Lucy apenas se le antojó tibia. Se abrazó a sí misma sentada en la bañera y cerró los ojos, esperando que el agua la ayudara a estar más templada para poder finalmente acostarse y dormir hasta el verano de ser necesario. Luego de un rato, bastante largo de hecho (Plue se había ido, pero ella no notó cuándo ni por qué), decidió finalmente salir, ya que el agua empezaba a enfriarse, o al menos eso le parecía. Se colocó un pijama muy abrigado, color turquesa, y se metió rápidamente en la cama, sin molestarse en usar el secador en su cabello.

Cerró sus ojos, pero dudaba mucho poder dormir en un futuro cercano, ya que su cuerpo seguía temblando sin parar y respiraba de forma algo irregular, tal vez ya se había enfermado. Suspiró, se acurrucó un poco más y volvió a cerrar sus ojos chocolate.

No estaba segura de cuanto tiempo había transcurrido, seguía despierta, pero nuevamente solo se había quedado pensando en trivialidades y cosas que ni le importaban (como pagar la renta). Sintió finalmente que el aire era más templado, dejó de temblar, al menos un poco, y logró calmarse. Sonrió levemente y cerró sus ojos una vez más, esperando conseguir dormir de una vez, pero volvió a abrirlos de repente, no era normal que no hiciera frío de repente, independientemente de lo conveniente que resultara.

—¡¿Natsu?!

El chico en cuestión estaba sentado junto a ella mirándola fijamente, con una mirada de total inocencia y con un poco de nieve en su cara. Demonios, no podía verse más adorable. No, eso no era lo importante, se había metido, otra vez, en su casa sin su permiso ¡Tenía que sacarlo rápido! Happy no estaba, había comentado que el hielo no le permitía pescar en la zona y que iría unos días a otro sitio. Natsu lo habría acompañado, pero Erza lo obligó a quedarse, ya que pronto tendrían que ir a una misión, y para encontrar al gato cuando eso pasara, necesitaban el olfato del Dragon Slayer...o algo por el estilo.

—Haz espacio, tengo sueño—Exigió bostezando.

—¿Qué? ¡Vete a tu casa!

—Pero está nevando, tu casa está más cerca y tengo sueño—Repitió, dejándose caer en la cama y aplastando a la rubia.

—¡Quítate! ¡Natsu! No respiro...—Chillaba intentando apartarse.

—¿Te sientes bien Lucy? Estás más débil que de costumbre...—Susurró medio dormido sin apartarse. Era admirable su capacidad de dormir en cualquier sitio.

—Es que hace frío, además creo que me estoy enfermando—Explicó, sin rendirse en su intento de quitarse al chico de encima, literalmente—¡Ahora quítate, por Dios!

—Estabas bien hace rato—Rodó para salir de encima de la chica, ¿Como esperaba que pudiese dormir si no se quedaba quieta? Acabó junto a ella, se sentó y refregó su ojo, bostezando nuevamente—Además estás pálida.

—¿Tanto sueño tienes?—Murmuró sorprendida al ver como se le cerraban los ojos y él se esforzaba por mantenerse despierto—Me caí al río—Aclaró, sin saber muy bien porqué.

—El río no es el mejor lugar para aprender a nadar, Lucy.

—¡Yo sé nadar! ¡Me caí! ¿Entiendes? ¡Me caí!

—Quisiera haber estado ahí... debe haber sido... gracioso—Hablaba más dormido que despierto, apenas mantenía sus ojos abiertos y sonreía como idiota.

—¡No lo fue!—Se quejó—¡Creí que mori...!—Se detuvo cuando el chico se desplomo junto a ella, roncando levemente. ¿Qué demonios había hecho para tener tanto sueño? Aunque eso era normal en él.

Intentó apartarlo, pero se dio cuenta de que sería desperdiciar las pocas fuerzas que tenía. Además, no quería admitirlo pero, dado la naturaleza de la magia de su amigo, la habitación estaba más cálida, y lo que más necesita en ese momento era calor. Sus ojos se fueron cerrando contra su voluntad, todo eso era tan cálido...realmente daba sueño. Maldita magia de Natsu. Inconscientemente se aferró con una de sus manos, que ya no temblaban, a la bufanda del chico. Preguntándose si realmente el calor provenía de la magia de Natsu, o simplemente era por la presencia de este.

—Es tan cálido...—Susurró, antes de dormirse finalmente.

Fin
Sé perfectamente que es un cliché, pero dicen que todo escritor de NaLu debe escribir sobre esto al menos una vez (¡No me juzguen! (?)) Emh, creo que no está TAN mal, así que espero que les guste. Por cierto, la ironía es que escribo esto en pleno verano (es que tenía calor)
Aixa-chan, fuera~