Microrrelato Superficial contacto [Oculto entre hojas y espinas]

Superficial contacto
En el inicio de algo

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¿Qué te lleva a estar en este mundo? ¿Qué derecho te da a nutrirte de la tierra, aprovecharte de la naturaleza? ¿Dónde empieza lo humano, dónde termina lo racional?

¿A dónde nos dirigimos? ¿Somos en verdad animales? ¿Tenemos una existencia más allá de lo corporal?

Preguntas tras preguntas invaden una mente inquieta, la niña juega con las rosa de su jardín, con tranquilidad daña sus dedos en un intento de conseguir las rosas. Rojas, como la sangre. Las mira una vez están sobre su regazo, ignora el par de heridas hechas por las púas, pues solo se centra en diseccionar lo que una vez estuvo vivo.

Una púa, otra, un tallo desprolijo y enclenque. Se partió a la mitad. Pega un chillido con otra, una arañita negra como la noche se ocultaba entre sus pétalos. Tras haber chillado cae sobre su vestido, brusca la aparta de un manotazo. No le ha picado y de hacerlo puede que no le hubiera importado, ve como la araña está a unos pocos centímetros de distancia. La mira con claro enfado, desagradada por su inoportunidad.

"De estar muerta me la hubiera llevado a casa" meditó mirando al pequeño ser de apariencia insignificante, pero tal vez ella era un sinsentido mayor. Volvió a centrarse en sus flores, hermosas rosas, ¿era real aquello de que eran venenosas? No lo ponía a prueba solo por no anhelar la muerte, a pesar de que ests le ocasionara muchas preguntas. No le tenía real miedo, era más bien intriga inquietante, era una lastima también cuando personas curiosas no volvían a tener presencia en esta tierra de una manera clara y física por culpa de esa tal señora caprichosa... O talvez caprichosa era la vida, una consentida y quejumbrosa. Le hacía más sentido aquello.

Una hoja, dos hojas, destruía de afuera hacia dentro la hermosa flor, la despojaba de su belleza y no podría importarle menos los sentimientos de una planta ya muerta. Su rostro serio y meditativo lo analizaba todo, todo...

Sin hojas, sin espinas. Alzó un poco lo que quedaba de flor, dejando así que se bañara con los rayos del sol...

—Que lamentable —habló con decepción y su rostro reflejó el rechazo y desagrado ante el resultado.

Ya no era bello, era desabrido y desagradable... No, espera. Frunció más el ceño al encontrar algo que no previo...

Si tenía su gracia, demostraba debilidad y en cierto modo pureza. Sonrió con sorna, una expresión algo retorcida para una niña... Era patética, esa flor sin sus pétalos, ese tallo sin sus espinas.

Podía confirmarlo, algunas mujeres sí eran como rosas... Ella no, no era una niña que fuera como una rosa, dudaba que las niñas pudieran ser rosas. De momento era algo más lúgubre, lo sabía... Alguna flor morada, era de sus colores preferidos...

Un erisimo, eso pegaba más con las niñas de su edad. Eran tiernas, pequeñas, sencillas... Pero ella no era un amarillo, de risueños colores.

Era el morado, como bien había mencionado, por algo era de sus colores preferidos.

Le seguían el rojo y el blanco.

Sangre y huesos.​