One-shot Straight to hell [Gakkou Roleplay | Joey & Alisha]

N/A: esta cosa es rara y ofc salió super de la nada luego de esa Ali breakdowneada que me tiraste and then i screamed and then here i am, recién salidito del horno. Me pasé meses sin saber cómo escribir de estos pendejos y ahora salen a tropel, mira nomás. Amane jujuju

---

i'm having trouble in believing
and i just started seeing light at the beginning of the tunnel
but he tells me that i'm dreaming
when he talks i hear his ghosts, every word they say to me
i just pray the wires aren't coming

---

Straight to hell
.
,
.​

Observó el humo ascender mientras caminaba, hasta fundirse en el cielo oscuro. Había algo matándolo lentamente que nada tenía que ver con el veneno quemándole los pulmones. Vio el humo ascender y podría jurar que oyó la nicotina del tabaco desintegrándose calada tras calada. Era un chasquido silencioso, el retoño de un incendio. Pequeño, invisible, apenas un brote, pero no lo volvía menos peligroso.

Sus pulmones, después de todo, estaban quemándose. Llevaban haciéndolo tres años, puede que más.

El aire también podía quemar.

Vio la luz roja del semáforo antes de cruzar la calle. Los faros del coche recortaban su sombra con malicia, la convertían en una versión afilada, escuálida y deforme de él mismo. Era todo lo que quisiera, y estaba atada a sus talones y jamás se desharía de ella. Y le dio otra calada al cigarro. Había un estúpido y arrollador silencio a su alrededor. La luz era sangre y cuando se convirtió en primavera oyó los coches en movimiento a sus espaldas. No se volvió, siquiera pensó en hacerlo. Caminar en línea recta era todo lo que sabía y todo lo que sabía le ayudaba a mantener su vida, su cuerpo, su sombra atada con alambres de acero.

Dejó caer el cigarro muerto en la acera y no demoró en iniciar otro pequeño incendio. Nunca sería suficiente humo. Le echó un breve vistazo a ese brote de infierno antes de que su brazo bajara en peso muerto y doblara en la esquina; el silencio comenzaba a solaparse con una música insoportable. La brisa que soplaba estaba fría y le corría el cabello desprolijo del rostro, allí donde el sudor ya se había secado, los ojos perdían su vida y la cicatriz de lágrima contrastaba sobre el moretón violáceo impreso con maña contra el pómulo. Si no lo tocaba, no dolía, era una regla que más o menos le funcionaba siempre y tenía sentido que nunca tocara si sabía que iba a doler. ¿Para qué?

El incendio en sus pulmones lo calmaba. Una vez había tenido la simpatía suficiente de buscar información sobre los cigarros. Aparentemente para Joey la ignorancia no era felicidad, podía prescindir de ella. Tenía esta capacidad admirable (o lamentable) de apagar las luces a su antojo; las que quisiera, cómo, cuándo y dónde así lo dispusiera. Era el poder de un Dios.

O del diablo.

Y esa información se filtraba y aparecía escrita sobre las paredes con el destello lúgubre del cigarro, y estaba ahí y no podía ignorarla. Comenzó a murmurar la lista que llevaba grabada en el cerebro a cada paso que daba.

—Benceno, como el cemento de goma.

Quizá supiera apagar las luces, excepto esa que siempre encendía a voluntad.

—Butano, como el combustible para estufas portátiles.

Todos somos esclavos de algo, ¿verdad?

—Cadmio, como en las baterías y pinturas de aceite.

Un brote del infierno, o el infierno mismo.

—Fenol, como en plásticos y desinfectantes.

¿Y si las llamas del averno habían iniciado así? Un simple cigarro mal apagado.

—Toluene, como el solvente industrial y pegamento.

Una chispa sobre terreno inflamable, y ya todos podían volver a casa. No necesitaban más. Los alambres de acero resistirían el calor, las sombras se retorcerían sobre las paredes de la caverna pero nadie voltearía a verlas. No lo soportarían. Puede que la ignorancia no fuera necesaria para la felicidad en tanto mantuvieran las luces apagadas.

La sonrisa de Joey era opaca y estaba llena de humo cuando se detuvo frente a las puertas del pub, en la acera de enfrente. Buscó el móvil con cierta pereza y se lo llevó a la oreja tras marcar. Golpeteó el cigarro, las cenizas cayeron al suelo y aguardó.

Al suelo o al mismísimo infierno.

Puede que la puerta siempre estuviera abierta bajo sus pies.

—¿Hola? ¿Ali-chan? Ali-chan, me cuesta oírte. ¿Dónde estás?

El bullicio de la línea lo obligó a correr el aparato y una sombra de molestia empañó su rostro. La escuchaba pero no entendía una palabra de lo que decía. Estaba exaltada, frenética y no paraba de reír. Otra calada.

—Alisha. Dime dónde estás.

No necesitó una respuesta, de cualquier forma. Reconoció la figura de Welsh saliendo del pub con un tío pisándole los talones, que la sujetó por la cintura y se pusieron a juguetear mientras ella reía. Reía y reía, sus carcajadas limpias e histriónicas chirriaron en los oídos embotados de Joey. Aplastó el cigarro con la punta del borcego y cruzó la calle, deteniéndose frente a ellos.

Estaba desconectado, había arrancado todos los malditos cables de cuajo y la ciudad se sumió en penumbras. No podía ver nada y no podía saber lo que era la felicidad.

—¿Joey? ¡Ah, Joey! ¡Eres tú, pal! How you doin’, bro?

Se había lanzado a sus brazos con la alegría de una niña pequeña. Joey la atrapó con movimientos automáticos y clavó su mirada en el tipo.

—Lo siento, hermano, la llevaré a su casa esta noche. —Estiró los labios en una sonrisa vacía—. Otra vez será.

—¡¿Eh?! —Alisha se alejó de Joey y lo apuntó con un dedo—. ¿Qué eres? ¿Mi papá?

Reparó por primera vez en su aspecto. Su cabello dorado era un desastre, llevaba todo el labial embarrado en la cara y la copa del sostén negro asomaba por sobre la blusa mal puesta. Joey alzó las manos para acomodarle la ropa, pero Welsh se aferró a su muñeca cuando había alcanzado el tirante sobre su hombro.

—¿O quieres ser otra cosa~?

—Ali-chan —insistió, en voz baja—, no esta noche.

La rubia frunció el ceño, confundida.

—¿No esta noche?

Joey se sonrió y le lanzó una última mirada al tío ese para que desapareciera; por suerte obedeció sin mayores quejas que algunos improperios mascullados al vacío. Soltó el aire por la nariz y su voz recobró aquel tono suave, ligeramente juguetón, que Alisha siempre había conocido.

—Nop. Vamos, tienes que descansar.

—¡Espera! ¿De dónde saliste? ¿Sabías que estaba aquí? ¡Y espera! —exclamó, deteniéndolo con ambas manos sobre el pecho—. ¿Qué te pasó?

Puede que estuviera más borracha y puesta que la mierda, sólo Dios sabía qué había consumido para modular así de horrible, pero Joey le entendió y, además, alzó las cejas. Bueno, era imposible disimularlo, de cualquier forma. Procedió a evacuar todas sus dudas con calma.

—Katty-chan me hizo una llamada bastante oportuna, al parecer tenías espías ahí adentro~ Y sobre esto… —Hizo una breve pausa para detener su mano, a medio camino entre su pecho y la mejilla amoratada, y darle un apretón suave—. Me metí en una pelea.

¿Tenía sentido mentirle? ¿Valía la pena?

Retomó la marcha de repente, Alisha tuvo que coordinar sus piernas y decidió mandarlo al diablo y quitarse los tacones. Iba a irse de boca al suelo si no.

—¿Otra vez? —le reprochó, dándole un golpecito en el brazo.

Joey se sobó la zona y soltó una risa sin gracia. ¿Qué iba a decirle?

—Sip, otra vez.

¿Mi viejo es una basura asquerosa y siempre prefiere golpearme antes de escucharme?

—Ali-chan —agregó, rodeando sus hombros con un brazo; la chica se dejó hacer e incluso sonrió en medio de su espesa bruma—. ¿Todo bien?

—Oh, man. What a great night. Es una pena que no vinieras.

—Ah, estaba ocupado. Otra vez será.

—La música era genial, y el alcohol super barato, ¡y los tíos! Fuckin’ paradise.

Alisha tendía a hablar aún más en inglés cuando estaba borracha, eso a Joey solía causarle gracia pero ahora… ahora sólo lo entristecía. No lo soportó ni un segundo más y encendió un tercer cigarro. Ahí estaba, la luz inevitable. El calor del infierno abrasándole los pulmones y obligándolo a ver su propia sombra, los alambres de acero, las heridas recientes y las viejas también. Ver a Alisha, su mente confundida, las palabras inconexas y los pies temblorosos, y todos sus estúpidos miedos y la cortina espesa que había colgado frente a ellos.

Las sombras eran menos aterradoras si uno no podía ponerles nombre ni cara.

—Parece que la pasaste bien, linda.

—¡Sí, sí! ¡Hasta que tú apareciste! Damn, ¿no viste lo bueno que estaba? Me cago en tus muertos, Joey.

Volvió a reír y le frotó el brazo desnudo con mimo, acercando los labios a su cabello enredado; olía a cerveza y tabaco.

—Lo siento, lo siento.

—Anda, Wickham, hazte cargo de lo que me quitaste —se quejó, inflando las mejillas.

Su expresión ciertamente desentonaba con todo lo demás; sus ojos inyectados, la máscara espesa, el olor a pub y sus manos colándose dentro de la camiseta de Joey. El muchacho la dejó hacer en silencio, incluso había aminorado la marcha, y sopló el humo hacia el otro lado cuando Alisha lo detuvo por completo y se pegó a su cuerpo. No la miraba. Alcanzó su espalda, aplastó sus pechos contra él, respiró en su cuello y él no la miraba. Lo besó allí, lo recorrió con la lengua y rodeó con fuerza el bulto en sus vaqueros. Los movimientos de Alisha eran erráticos y desesperados, y Joey no la miraba; sólo comprimió la mandíbula y apretó los labios.

Estaba a punto de perder la maldita cabeza.

Se dejó hacer, Alisha lo empujó hacia la pared y siguió tocándolo y besándolo. Buscó sus labios y coló la lengua dentro, y le jaló del cabello y gimió sobre su boca al apretarse contra él. Joey cerró los ojos y gruñó, y la devoró sin decoros. Sus brazos la rodearon como una fuerza omnipotente, la cubrió por completo y afianzó los alambres de acero. Era débil, estaba roto y el humo se colaba por todas las hendijas. Pero retrocedió.

Directo al infierno.

—Ali-chan.

Estaban cayendo directo al infierno.

—No esta noche, ya te dije.

La detuvo con suavidad, sostuvo sus muñecas y buscó sus ojos para sonreírle y menear la cabeza. Alisha se veía molesta, frustrada, pero sólo bufó y cedió.

—Qué maldito aguafiestas.

Joey sonrió y le acarició el cabello, indicándole que ya comenzaran a caminar otra vez.

—No puedo negar eso~

Era doloroso mantener los ojos abiertos, ver las luces, leer las mierdas escritas sobre la pared. Era doloroso y un grano en el culo, pero a veces no quedaba de otra. Joey lo sabía; esa noche ni él ni Alisha podrían jalar de los alambres sólo teniendo sexo. Sin importar cuánta piel compartieran, a cuántos putos orgasmos llegaran, el vacío los seguiría esperando de pie en una esquina; como una sombra escuálida, afilada, deforme. Silenciosa. Ominosa.

Alisha se estaba ahogando en su propio océano y él, bueno, él se estaba quemando. Los puños de su viejo aún le laceraban la piel.

El cigarro en su mano se había consumido casi por completo, pero alcanzó a darle una última y profunda calada. Retuvo el humo caliente con la intención suficiente de asfixiarse y lo soltó al cielo nocturno, sin quitarle la vista de encima. Había algo matándolo lentamente que nada tenía que ver con el veneno quemándole los pulmones.

—¿Tienes hambre, Ali-chan?

—Oh boy, moriría por una hamburguesa.

Así y todo, también tenía personas a las que cuidar.

—¿Cuarto de libra?

—Tú siempre sabes, darling.

Su viejo pondría un pie en la tumba antes de tocarle un pelo a Matty, y él haría el camino desde el pub hasta la casa de Alisha las veces que hicieran falta.

—Ah, creo que tengo un cupón con QR en el móvil.

—¿En serio? Uh, ¿oyes eso? ¡Es un puto coro de ángeles!

—Mira, nos alcanza para unos McFlurry también.

—Oh, cielo, creo que podría besarte.

Puede que la puerta permaneciera siempre abierta a sus pies, pero aún no tenía intenciones de saltar. Y si se iba directo al infierno lo haría solo.

—Guárdatelos para mañana, Ali-chan. Tus besos de buenos días son los mejores~

Totalmente solo.