ARCO I: Origenes PROLOGO “Desde los tiempos antiguos, en donde los dioses aun caminaban entre los hombres, se dice que cuando el mal acecha al mundo y amenaza con destruirlo...los caballeros de Athena aparecen para defenderla. Las leyendas cuentan que ademas de luchar sin armas por mandato de su diosa, sus puños eran capaces de desgarrar los cielos, y con un solo puntapié, abrían profundas grietas en la tierra.” Se sabe que, desde la era del mito, dos dioses han estado en guerra eterna: Por un lado esta Athena, patrona y defensora de la humanidad; el otro es el mismísimo dios del inframundo, Hades. Ambos dioses han librado cruentas batallas a lo largo del tiempo, siendo Athena siempre la vencedora, gracias a sus valerosos caballeros...pero en especial a uno, el llamado “asesino de dioses”, mejor conocido como el caballero de Pegaso. Los siglos han pasado y las guerras también, siendo cada una mas sangrienta y terrible que la anterior. Los esfuerzos por detenerlas han sido muchos, pero los daños causados lo son aún más. Cada guerra significa destrucción para la humanidad, y el sacrificio de una casi una generación completa de nobles caballeros al servicio de Athena, aunque al final, todo termina con el ejército de Hades siendo destruido y sus almas, junto a las del rey del inframundo, selladas. Con tantas derrotas sufridas a manos de su sobrina, Hades pensó y pensó cada vez que se sumergia en su sueño sobre el porque de su fallo. Su alma, oscura como el carbón, divagaba sin parar en los infinitos recuerdos de su longeva existencia en busca de respuestas. Todo parecía llevarlo una y otra vez al principio: siempre fracasaba por culpa de los miserables humanos que él odiaba, siempre era desafiado por los caballeros de Athena, siempre era derrotado por un santo...aquel que le pudo herir en la antigua era mitológica y que siempre reencarnaba en otro guerrero que heredaba su voluntad y devoción hacia Athena Sin aun hallar respuesta a su dilema, una vez mas los siglos pasaron, y eso significaba que la guerra santa volvería a comenzar... Siglo XIII, en algún lugar de Europa El cielo estaba despejado, sin señales de nubes. El sol estaba casi escondido en el horizonte, a punto de morir para dar paso a la noche. Bajo este paisaje estaban incontables cadáveres, así como dos hombres en pie, uno con armadura azul y otro con armadura negra. Ambos estaban moribundos y a punto de caer. Era la batalla final de aquella guerra santa — Se acabo...Hades— Dijo un muchacho de cabello castaño vistiendo una esplendorosa armadura azul con imponentes alas en su espalda, aunque una de ellas había sido destruida. Ese joven tenía la piel algo bronceada y el cabello castaño que le cubría los ojos. Tenía una ligera línea de sangre saliendo de su boca, así como numerosas heridas por todo su cuerpo, en especial su pecho. Además de la armadura divina que llevaba, el valeroso caballero de armadura azul portaba en su brazo derecho un rosario con 108 esferas, todas de color negro, salvo una que era especial y sobre la cual había un talismán especial hecho por la mismísima Athena Ese era Pegaso, el caballero más poderoso y noble de Athena…en pocas palabras, su campeón. Con esas tres palabras, Pegaso había declarado el fin de otra guerra santa, y el inicio de otros 200 años de relativa paz. Frente a él estaba el señor del inframundo, o mejor dicho, el cuerpo humano que su alma poseía en reemplazo del suyo propio que descansaba en los campos elíseos. Este cuerpo mortal tenia el cabello de color rojo largo hasta la cintura y los ojos azules, producto de su oscura influencia. Su apuesto rostro parecía ser el un muchacho de unos 20 o 22 años de edad. Llevaba puesto el sapuris personal del dios de la muerte, aunque este había sido parcialmente destruido por el caballero de Pegaso. — Maldición...de nuevo derrotado— Dijo el señor del inframundo mientras se ponía una mano en el costado derecho de su tórax. Había sido herido de muerte y además de la sangre que salía de la herida, se podía ver como un miasma purpura brotaba. Era el espíritu del dios que abandonaba el cuerpo Se encontraban en unas vastas praderas que una vez fueron hermosas, pero ahora estaban repletas de cráteres y numerosos cuerpos tanto de caballeros, como de espectros, los funestos soldados de Hades. De repente, Pegaso, el caballero mas tenaz de Athena, dio su ultimo respiro. Se tambaleo como si estuviera mareado y finalmente cayó al suelo tras haber ejecutado su técnica insignia, los meteoros de pegaso, la cual estaba potenciada por su armadura divina y había alcanzado la capacidad de elevar su cosmos al punto de poder herir de muerte al huesped del dios de la muerte. Pegaso había muerto y Hades estaba moribundo, a punto de sucumbir y ser sellado de nuevo por el rosario que llevaba el caballero de bronce en su brazo derecho Sin poder hacer nada al respecto, Hades se sumergió en sus pensamientos una vez mas mientras esperaba su destino. Justo como lo había predicho, Athena se interpuso en su camino de conquista, y una vez más se vio obligado a enfrentarse contra el caballero Pegaso del siglo XIII, y por ende, la reencarnación del único humano que había logrado herir su hermoso cuerpo en la antigua era mitológica. — Pegaso...Pegaso...¡maldito Pegaso!...— Dijo una y otra vez el dios de las tinieblas mientras sentía como su alma abandonaba aquel cuerpo humano que había sido escogido por el mismo para ser su vasija. Mientras maldecía el destino y la vida de aquel guerrero, una revelación vino a su mente Hasta ese momento, nunca fue Athena quien terminaba por vencerle...en realidad, el principal artífice de su derrota ERA y siempre fue Pegaso. Ese mortal siempre aparecía en el momento justo cuando estaba por lograr su meta y con sus puños se encargaba de hacerla trizas mientras protegía a la diosa de la guerra. — Fu...fufu...fufufu...JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA— Una fuerte carcajada resonó por todo el lugar haciendo eco. Reía desquiciadamente mientras pensaba en lo absurdo que había sido encontrar la respuesta a su dilema de eones. La niebla que había en su mente terminó por despejarse y ello le causo tanta gracia que incluso olvido que había perdido la guerra santa y estaba por volver a ser sellado — Si Pegaso es el responsable de mi fracaso, entonces todo lo que debo hacer...¡Es acabar con él ahora que puedo!— Concluyó el señor de las tinieblas mientras forzaba al cuerpo que le hospedaba a levantarse. Ahora que Pegaso había muerto, su alma, por muy especial que fuera, era la de un simple mortal, y por ello, estaba por entrar al inframundo...a sus dominios, un destino del cual ningún alma humana podía escapar. Restaban muy pocos segundos para que el mortal que le hospedaba se muriese del todo, por lo que Hades debía ser rápido. Tras dar varios pasos hacia donde se encontraba el guerrero caído, el señor del inframundo tomó su espada, que estaba clavada en el suelo y avanzó hasta donde yacía moribundo el joven y valeroso caballero. — Hora de tu final...Pegaso— Dijo Hades mientras estiraba su mano en dirección hacia el moribundo cuerpo de Pegaso. De repente, algo blanco y resplandeciente empezó a salir del cadáver de Pegaso: era su alma, la misma con la que se había enfrentado en la antigüedad Tras extraerla toda de su cuerpo, y además de ver como esa luz blanca se había transformado en un imponente caballo alado, Hades notó que ese espíritu era más fuerte de lo que esperaba. Pensó que si tal vez estuviera en su verdadero cuerpo y con su máximo poder, habría podido destruir esa alma con facilidad, pero no tenía tiempo para regresar por este antes de que el alma de Pegaso entrara en el ciclo de la reencarnación. De nuevo, la suerte y gran voluntad de Pegaso habían salido de sus expectativas — Miserable....si no puedo destruirte...entonces, ¡me encargaré de debilitarte!— Gritó el rey del inframundo mientras apretaba con fuerza su espada y partía en dos aquella alma con un fuerte, pero limpio corte. SLASH El sonido de la espada obsidiana cortando el viento resonó por el silencioso campo de batalla. Finalmente, el alma de Pegaso había sido dividida en dos y con ello, este no volvería a estorbar en los planes del rey del inframundo. Aunque una de ellas estaba completamente pura, la otra parte albergaba parte del maligno cosmos de Hades que le impedía volverse a unir con su otra mitad. Ambas partes incapaces de unirse nuevamente terminaron por separarse en caminos diferentes. Tras ese último esfuerzo, finalmente la fuerza vital del huésped de Hades se agotó y ello significaba la derrota del dios. Pronto, su espíritu abandonó del todo el cuerpo y finalmente fue atrapado por el rosario que llevaba Pegaso en su brazo. Una vez más, Hades había perdido la guerra, y debía esperar una vez más para volver a tener la oportunidad de volver a la tierra y conquistarla. Sin duda, normalmente habria estado iracundo por su derrota y humillación...pero esta vez era diferente. Para la siguiente guerra santa, estaba seguro de que Athena estaría indefensa sin su mano derecha, sin su campeón. Solo era cuestión de tiempo para que el sello se volviera a debilitar y él fuera libre de nuevo. Estaba ansioso y complacido porque el tiempo estaba de su lado por ser inmortal...por ser un dios superior a los hombres. Finalmente, su espíritu fue sellado, y con ello, la guerra santa había acabado...justo cuando el ultimo rayo de sol desapareció, y dio paso a la oscuridad de la noche. Sin que nadie se diera cuenta de lo sucedido, Hades había logrado una pequeña victoria en contra de su odiada sobrina para la siguiente guerra santa, sin siquiera haber comenzado. Con lo que Hades no contaba, o tal vez olvidaba, es que el espíritu humano es mas fuerte de lo que pensaba...mas el de alguien como Pegaso, quien era conocido por no sucumbir fácilmente, incluso cuando todo esta perdido. “Incluso si es separada, un alma dividida buscará a su mitad perdida para volver a ser una sola y cumplir con su destino..."
¡Hola! Me gusta tu historia, se vería muy interesante ver como Pegaso sale victorioso de esa, además de que me gustan ese tipo de historias con protagonistas con conflictos internos y juegos de los dioses. Espero que puedas continuarlo, saludos.