Soy una con la bestia.

Mi cuerpo esta sudado y mi respiración sigue agitada para cuando escucho esas palabras, un susurro en mi oído que intenta ser romántico y calmo pero que me corroe por dentro en una ola de culpa como si hubiese matado a alguien, pero quizás sea peor, matare su espíritu.

Miro consternada la figura masculina junto a mi cuerpo desnudo, sus ojos verdes y su sonrisa satisfecha brillan en la semi oscuridad que nos encontramos, hasta que él halla esa mirada no cambia su posición casi sobre mí. Salgo del cuarto teniendo en la mano solo una pequeña parte de la ropa que traía cuando llegue, hace un par de horas, unos jeans y mi chaqueta de cuero, me los pongo apresurada por salir de ese lugar.

Monto mí bebe, una moto obscura como la noche que me cubre y si no fuera por la llamarada de fuego que es mi cabello poco me podría diferenciar de ella, la noche: obscura, fría y solitaria.

Las lágrimas corren por mis mejillas como si alguien las empujara de una patada por el culo ¿las lágrimas tienen culo? No lo sé, ¡Maldición! ¿Qué me importa si tienen culo o no? Acabo de salir casi desnuda de la casa de un chico con cual me acuesto hace meses, sólo porque me dijo esas palabras idiotas.

Me siento escoria cada vez que recuerdo sus caricias, devotas y sensatas. Intento no ser una idiota pero sale de mí y pierdo en control, intento ocultarlo, sin que nadie lo vea. Pero apenas escuche esas palabras la bestia rompió la cerradura d que tenia cerrada con llave.

Detesto ser así: insensible, egoísta, ególatra. Aunque lo oculte sale a la vista cada vez que abro la boca ¿Dónde se fue la niña dulce, que se sonrojaba si un niño le hablaba y que sonreía a los que la rodeaban? Ah sí, se la devoro el monstruo.

Aceleró, hace mucho que pase el límite de velocidad, pero aun así le duplico la potencia a la moto que para alguien que me vea no es sino un mancho negro. Apenas siento mi cuerpo cuando algo vibra en mi bolsillo devolviéndome a la realidad. Bajó la velocidad hasta detenerme abruptamente, bajar de la moto y patearla furia.

Contesto el teléfono sin ver y es él.

—Tú no conoces a la verdadera chica, Andrew. Y quiere salir, no permitiré que te haga daño a ti también.

—Claro que te conozco— escucho su voz replicando, grave con ira brotando en todas direcciones pero con el dolor grabado a fuego lento en cada letra. Lo interrumpo.

—Ella está escondida dentro de mí mente y el armario está lleno de sus víctimas— ya pare de llorar, mi voz se llena de decisión antes de que me vuelva interrumpir, concluyo —No te dejare verla, aléjate de mí— corto la comunicación.

¿Por qué alguien no viene a ayudarme, a hacer que esto termine? Porque la bestia me hace daño: me crea y me destruye, ella y su ira son incontrolables; está en todas partes.


La pesadilla recién comienza la siento poderosa bajo mi piel, me repugna lo que soy ahora, bueno, lo que somos ahora.