Comedia Sosonia 2: Continúa la diversión

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Sonia de Arnau, 21 Octubre 2011.

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  1. Threadmarks: ¿Y las mascotas?
     
    Sonia de Arnau

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    Sosonia 2: Continúa la diversión
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    Género:
    Comedia
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    19
     
    Palabras:
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    1.- ¿Y LAS MASCOTAS?

    Hola, ¿creían que era el final de Sosonia? Pues ¡qué mal! Se llevan una gran decepción ya que con esta historia, llamada como el título, comienza el segundo libro (temporada) de Sosonia.

    Bueno, la historia comienza así:

    Era na mañana muy alegre, como siempre, en el pueblo de Sosonia. Coletas salió de su casa para ir a la presidencia a trabajar; pero no iba solo, en esa ocasión estaba siendo acompañado por Reloj, porque solo iría a limpiar la oficina del señor Reyd y después de eso irían a dar la vuelta.

    Poco antes de llegar a la presidencia, se encontró con Dulce, quien iba cargando a su gatita. Al verla, Coletas intentó girarse y tomar otro camino, pero ella alcanzó a verlo.

    —¡Hola Coletas! —lo saludó, apresurando el paso.

    —Hola, Dulce. ¿Qué tal?

    —Qué grata coincidencia, ¿verdad? —Bajó su vista y miró al dalmata—. ¿Estás paseando a tu mascota? ¡Qué coincidencia! Yo salí a llevar a Bombón al veterinario —La bajó un momento mientras se acomodaba el cabello.

    —Dulce, ahora mismo, estoy...

    —Por cierto, Coletas, ¿lo has escuchado?

    —¿Eh? ¿El qué? —Por alguna extraña razón no quería escuchar "eso", sea lo que fuera.

    —¿No? ¿No has escuchado los rumores? La gente dice que tú y yo hacemos una bonita pareja.

    —¿Eh? ¿Eso dicen? —Coletas retrocedió cuando ella dio un paso hacia adelante.

    —¿Y sabes por qué lo dicen?

    —No.

    —¿Por qué crees que lo dirán? ¿No será porque realmente hacemos bonita pareja?

    —Dulce, realmente estoy muy ocupado —Comenzó a sentirse algo sofocado—. El señor Reyd me llamo, debo irme.

    —De acuerdo. Ven Bombón. Deberíamos ir a tomar un café o algo, un día de estos.

    Coletas apresuró el paso porque iba algo tarde. Ya sintiéndose a salvo, Coletas suspiró, no evitaba ponerse nervioso cada vez que Dulce se le acercaba, era la única persona que lo ponía en una situación tan complicada. Una vez que terminó su trabajo y de llevar a pasear a Reloj y luego llevarlo a casa, decidió ir a visitar a Hijo y ver si podían ira a comer a Los Mil Gustos. Al llegar a la tienda, miró a Braket viendo la pantalla del pequeño televisor que tenían sobre el mostrador.

    —Hola, señor, ¿está Hijo?

    —Sí, está en su habitación, pásate.

    —Gracias.

    Coletas subió las escaleras para entrar a la casa y encontró a Hijo sentado en uno de los sillones de la sala.

    —Hola, Hijo, ¿estás viendo una película?

    —¿Eh? Ah, hola, Coletas. Nada, sólo aquí aburriéndome y cuidando a Rabitt.

    —¿A Rabitt?

    —Sí, el conejo de Flor.

    —¿Por qué?

    —Es que Flor se fue con su papá a la ciudad Caliente a visitar a sus abuelos y me pidió que cuidara de él.

    —Uy, qué mal. Eso significa que no me podrás acompañar a Los Mil Gustos.

    —Se me antojó una chimichanga, con agua de horchata. ¡Te acompaño! Dame un minuto para ponerme los tenis.

    —¿Estás seguro de eso? Tienes que cuidar de Rabitt.

    —Sí, pero no es que Flor se la pase todo el día con él. Solo le dejo su lechuga y ya, y su agua. Oye, ¿cómo le haces con Reloj? Eso de cuidar animales es bien complicado. Yo tengo al conejo hace dos días y es una lata. Hasta el pescado que tiene papá es complicado de cuidar, y yo pensaba que con solo tenerlo en agua y darle de comer era suficiente.

    Coletas rio.

    —Toda mascota tiene su cosa complicada. Después de todo es cuidar de un ser vivo.

    Con esto, el par de amigos bajaron para salir.

    —¿A dónde vas? —preguntó Braket—. ¿No tienes que cuidar de Rabito?

    —Iré a comer con Coletas, y es Rabitt, no tardaré.

    —Ah, está bien. Antes, ¿puedes pasar con don Lupe y entregarle ésto? —accedió Braket mientras le entregaba una caja de donas.

    Con esto, Coletas e Hijo salieron de la donería y se dispusieron a hacer su pendiente, después de comer al restaurante, decidieran ir a quemar calorías al parque y echarse una partidita de básquetbol. Ya por la tarde noche fue que Hijo llegó a su casa.

    —Por fin llegas. ¿Ya le diste de comer a Rabio?

    —Es Rabitt, papá. Antes de irme le deje lechuga. Iré a ver como está.

    Hijo subió las escaleras y al llegar al segundo piso se dirigió a la habitación, a un lado de su cama, había puesto la jaula del conejo. Se acercó para verlo y su corazón dio un brinco al ver la jaula vacía. ¿Dónde estaba Rabitt? ¿Había olvidado cerrar la puerta cuando le dio de comer? Intentó calmarse, no era momento de ponerse paranoico. No podía haber ido lejos. ¿A dónde podía ir un conejo cuya casa era desconocida?

    Primero se arrodilló para mirar bajo la cama. No había nada, ni rastro de caca o algo. Después comenzó a buscar al rededor de la casa, la sala, cocina, el baño, el cuarto de su padre.

    —Rabitt, Rabitt, ven bonito, ven —chifló—. Ay, Hijo, ¿qué estás haciendo? No es un perro... Está bien, no importa. Inhala, exhala, no te pongas nervioso.

    Demasiado tarde, los nervios comenzaron a invadirlo. Fue al la cocina y comenzó a buscar los cereales que Flor le dejó para alimentarlo y llenó un pequeño plato de éstos. Pensó que quizá vendría cuando tuviera hambre. No podía estar lejos, y si de casualidad bajó las escaleras seguro que su padre se hubiera dado cuenta, así que tenía que estar dentro de casa.

    Pensar en eso lo tranquilizo, aunque no por mucho tiempo cuando sintió como la fría brisa de la tarde-noche circulaba por la casa. Asustado y con el corazón en la mano, se apresuró de donde venía la , la ventana del cuarto de su padre estaba abierta.

    —De acuerdo, esto no es bueno —Se asomó y tragó saliva con gran inquietud al ver la altura—. No es nada bueno... los conejos no caen de pie, ¿verdad?

    Bajó las escaleras tan rápido como sus piernas y nerviosismo se lo permitieron.

    —¿A dónde vas con tanta prisa? —preguntó Braket—. ¿Le diste de comer a Rabito?

    La inquietud de Hijo aumentó. ¿Qué era esto? ¿Un interrogatorio?

    —Yo... este... ammm... en teoría. ¡Ahora vuelvo, no tardo!

    —¡Espera, Hijo!... ¿en teoría?

    Hijo, ya afuera y al no encontrar ningún rastro de Rabitt, estado preocupado y tenso, sin saber siquiera a dónde dirigirse, corrió de un lado a otro como desquiciado.

    —Ahora sí, Hijo —se decía—. Flor te cortó, te dejará por tu incompetencia. Marcó a Coletas, pero antes de que éste contestara, Hijo soltó—: Tienes que venir aquí.

    —¿Qué sucedió? —preguntó, lo escuchaba ansioso y se preocupó.

    —Este... el conejo, Rabitt, desapareció.

    —¿Cómo que desapareció? Espera, ahora voy.

    Hijo se mantenía afuera esperando, moviéndose de un lado a otro como león enjaulando. Era definitivo, Flor lo dejaría por no haber cuidado bien de su apreciada mascota. Sabía que había sido un regalo de su abuela. Solo tenía un trabajo que hacer. ¡Solo uno! y lo hecho a perder.

    Levantó la vista al divisar a Coletas . Éste había , pero Hijo, en vez de dejarlo descansar y dejarlo tomar aire, lo tomó de los hombros y lo zarandeó con fuerza.

    —¡Coletas, es el fin del mundo! ¡Estoy perdido! ¡Por favor entiérrame vivo, será mejor que ver a Flor enojada conmigo...!

    —Tranquilizate, amigo —pidió el moreno retirándose de su agarre—. ¿Qué sucedió exactamente?

    Hijo le contó lo sucedido. Coletas comenzó a meditar. Miró a su alrededor, la noche había caído y aunque quisieran hacer algo al respecto, no lograrían nada en la oscuridad, así que le propuso que lo mejor sería hacer algo mañana, en pleno día. Ahora era muy tarde.

    —¡Estás loco! ¿Qué tal si el pobrecito tiene frío?

    —En realidad, yo me preocuparía por otra cosa —Rio nervioso Coletas.

    Sabía que si en verdad había escapado y salido, éste correría peligro afuera, pero ¿qué podían hacer? Calmó a Hijo y lo convenció de esperar. Le propuso que utilizarían a Reloj para buscar sus rastro. Por invitación de Hijo, esa noche durmió en casa de su amigo. Así en la mañana, muy de madrugada, cuando Braket comenzaba a preparar la masa para hacer las donas, se levantaron para dirigirse a casa de Velasco.

    Una vez allí, Coletas llamó a Reloj, pero éste no respondió al llamado ya que no se acercó a los jóvenes. El ojinegro se extrañó bastante. Reloj no tardaba en ir a su llamado. Comenzó a buscarlo, pero no estaba en ninguna habitación. Ayer, antes de ir con Hijo lo vio. ¿Dónde estaba? Frunció el ceño. Algo no andaba bien.

    Ante ese extraño suceso, bajaron al centro para ir a la policía y contar dos desapariciones. Fue entonces que los dos adolecentes se dieron cuenta que varia gente se reunía en la presidencia y fue allí donde se dio cuenta que todos los presentes tenían algo en común, sus mascotas habían desaparecido de un día para otro.

    El alcalde salió y miró a la gente.

    —¿Alguien ha visto a mi tortuga Sally?

    Ante esa pregunta, todos se miraron.

    —¿Y las mascotas? —se preguntaron y la gente empezó a hablar y preocuparse.

    Reyd los calmó diciendo que haría todo lo posible por encontrar a las mascotas desaparecidas. Así que las personas se formaron en pequeños grupos para emprender una búsqueda. De entre esa gente, Triple se acercó, curioso por el agrupamiento y preguntó lo que había sucedido.

    —¿Qué? ¿Han desaparecido todas las mascotas? ¡Pobres! Qué bueno que yo no tengo animales —se quedó pensativo unos instantes—. Pero hablando de animales, ¿dónde se metieron mis secuaces? No los encuentro desde ayer.

    Mientras tanto, Hijo y Coletas caminaban hacia el bosque, irían a entrevistar a los vagabundos para ver si sabían algo al respecto.

    —Coletas, ¿tú crees que ellos... se los...?

    —No digas esas cosas siniestras —lo interrumpió—. Pero lo que es cierto es lo extraño que es que todas la mascotas de Sosonia hayan desparecido. ¿Quién crees que haya sido? ¿Y por qué?

    —¡Qué emoción, ¿no?! Por fin podremos investigar algo serio como detectives reales, ¿verdad? ¿Y las mascotas? Si esto fuero el capítulo de nuestra serie detectivesca, se llamaría así. —Hijo puso una pose pensativa y dijo en voz grave—: ¿Y las mascotas?

    —Hijo, déjate de bromas.

    Una vez que legaron al hogar de Fea, Payaso y Jumbo les preguntó si habían visto algo extraño. Ellos no sabían nada, al contrario se sorprendieron de escuchar tal hecho extraño e inusual.

    —¿Ustedes no se los comieron verdad? —preguntó sin pelos en la lengua Hijo.

    Coletas lo golpeó levemente del brazo con su codo.

    —Ignórenlo —se disculpo por él.

    —Oye, seremos vagabundos, pero tenemos gusto refinado —dijo Jumbo, ofendido.

    —Ahora que lo recuerdo —dijo Payaso al recordar algo—. Ayer por la tarde tuvimos la misteriosa visita de alguien.

    —¿De quién? —preguntó el moreno curioso.

    —Es cierto —continuó Fea—. El chico extranjero rico que vive después del bosque.

    Coletas e Hijo se miraron. "Michigan" fue el nombre que se les vino a la mente.

    Del otro lado, Triple se dirigía a casa para ver si allí estaban sus secuaces, los necesitaba, si no tenía suerte, tendría que ir a pedirle ayuda a los vagabundos. Una vez que cruzó el puente de madera, frunció el ceño al ver unas extrañas huellas que parecían arrastrar algo, y que se dirigían a la mansión de Michigan, curioso las siguió para ver hasta donde llegaban.

    No había llegado a la mansión cuando levantó la vista alcanzó al ver una enorme bóveda de metal, tan alta como una casa de dos pisos. Con la boca completamente abierta, el castaño se acercó.

    —¿Qué?... ¿cómo?... ¿de dónde? ¿por qué? —se preguntaba.

    —¡Hola, Triple, amigo! —escuchó una voz desde la parte más alta de la fortaleza.

    —¡Michigan! —gritó Triple, incrédulo, se encaminó a las escaleras que daban acceso a la parte de arriba—. ¿Pero qué significa todo ésto?

    Una vez en la segunda planta, Triple observa que el extranjero llevaba una bolsa de lo que parecía croquetas para perro. No era necesario que dijera nada, volvió su vista a la parte de abajo solo para ver que aquella bóveda era en realidad una jaula que encerraba a muchos animales. A las mascotas de toda Sosonia.

    —¡¿Qué es ésto, el arca de Noé?!

    —¡Claro que no! No es el arca de Noé, es MI arca. ¿Me acompañas a darles de comer a mis mascotas?

    Triple lo miró con incredulidad. Sabía que Michigan estaba loco de remate, pero eso era una exageración.

    —¡Estás loco! Esto es robar. ¿Estás zafado a qué? —Triple lanzaba chispas por los ojos del enfado que sentía—. Pero cuando le diga a... —guardó silencio—. No, espera. ¡Es grandioso, Michigan!

    Lo tomó de los hombros y comenzó a zarandearlo mientras su rostro reflejaba felicidad y murmuraba la grandiosa idea que cruzó por su mente.

    —Y me dices a mí el loco —ironizó Michigan apartándose mientras se dirigía a la escalera que descendía por el interior de la fortaleza. Triple lo detuvo, provocando que Michigan frunciera el ceño.

    —¡¿Qué?! —lo interrumpió Michigan, desconcertado—. No, no, no te vas a llevar a mis mascotas.

    —Si me entregas las mascotas, yo seré un héroe y por fin podré vencer a...

    —¡¿What?! Olvídalo, no pienso darte mis mascotas —aclaró mientras soltaba la pesada bolsa de croquetas.

    —¿De qué estás hablando, loco? Estás no son tus mascotas. Son de los del pueblo.

    Michigas negaba mientras decía que eran suyos, se encaminó a las gradas y comenzó a bajar. Triple lo observó y luego lo siguió, bajando él también, decidido a ir al centro del pueblo y contarle al señor Reyd que encontró a las mascotas desaparecidas.

    Una vez que Michigan bajó y antes de que Triple llegara, chasqueó los dedos y cinco perros doberman aparecieron ladrando con furia y fuerza. Triple se sobresaltó y subió con rapidez de nuevo las escaleras.

    —¿Qué es esto?

    —Son perros, ¡dah! —Michigan se burló de su ignorancia.

    —¡Eso ya los sé, idiota! Me refiero a que, ¿de dónde salieron?

    —Lo siento, Triple, eres mi amigo, pero no puedo permitir que interfieras en mis cosas.

    Triple chistó la lengua con molestia.

    —¡Michigan! —gritó realmente fúrico—. ¡En cuanto baje de aquí te voy a matar!

    —Hola, jefe, ¿qué está haciendo aquí?

    Triple giró sobre su eje para encontrarse con el dueño de la voz, descubriendo a uno de sus secuaces.

    —¿Pero qué...?

    —¿Vino a ayudarnos a alimentar a los animalitos? —preguntó otro al verlo.

    —¿Y ustedes qué es lo que están haciendo aquí? —Se dio una palmada en la frente al comprender cómo fue que Michigan reunió a todas esas mascotas—. ¡Michigan! No solo no estás conforme con las mascotas, te atreviste a robarme a mis secuaces. ¡Definitivamente no te vas a salvar de esta! ¿Me escuchaste?

    Se dirigió a sus dos secuaces.

    —¡Y ustedes no se queden allí parados, bajen y desháganse de esos cuadrúpedos!

    —No podemos, todavía no hemos terminado de alimentar a todos —dijo tomando la bolsa y dirigirse a la parte de abajo.

    —¿En serio?

    Triple miró hacia abajo, allí continuaban esos pequeños demonios en forma de perros. Mientras sucedía todo eso, Coletas e Hijo se dirigían hasta ese lugar, su sorpresa no cupo en sus rostros cuando divisaron ese edificio cerca de la residencia City.

    —¿Puedes ver eso, Coletas? —inquirió Hijo, anonadado.

    —Claro que lo veo. Se podía ver desde el espacio.

    —Mira, Coletas, allá, es Triple. Debimos imaginarlo —Los dos se acercaron y Triple los vio desde su posición e Hijo continuó—: Has hecho muchas cosas dudosas, Triple, pero está vez te has pasado secuestrando mascotas.

    —¿De qué hablas? Yo aquí soy la víctima, también fue secuestrado, ¿no lo vez? —Miró a sus lados, los perros no se veían, así que aprovechando, intentó bajar.

    Coletas como Hijo vieron como los cinco doberman se acercaban a toda prisa, ambos se alejaron y éstos se pusieron, parecía que solo iban por él. Triple chisitó, muy molesto.

    —Esto es obra de Michigan, ¿verdad? —preguntó el moreno.

    —Definitivamente. Solo existe un loco de remate que haría algo así.

    —Hijo, vayamos a avisarles a los dueños sobre ésto.

    —¡Hey! ¡Esperen! ¡Sáquenme de aquí primero! —gritó Triple mientras observaba como se iban. Cruzó los brazos y se sentó en el suelo—. Genial, no solo me obliga a estar aquí, sino que hizo que perdiera y me viera ridículo ante mi enemigo —Apretó su puño—. De esta no te salvas, Michigan.

    Michigan estaba en su casa, había terminado de comer algo.

    —¿Necesita algo más, señor? —preguntó el mayordomo.

    —Estoy bien así, saldré a ver como siguen mis mascotas.

    Levantándose de la mesa, estaba dispuesto, cuando escucha el ladrar de los perros y posteriormente el murmullo de muchas personas. Salió apresuradamente, preocupado.

    ¿What's happening here? Esta es propiedad privada, ¿qué hacen? —Intentó detener, pero era ne vano, no podía detener a tanta gente—. ¡Mis mascotas!

    —Esas no son tus mascotas, son de nosotros.

    —Eh, Michigan.

    El nombrado se tensó al descifrar al dueño de la voz.

    —¿Triple? —preguntó mientras se giraba para ver al susodicho. Sonrió nervioso—. Hello my friend, ¿cómo va todo?

    —De maravilla —dijo mientras se tronaba los dedos.

    —Espera, Triple, espera. Lo siento, realmente lo siento. Es que eso sólo fue una reacción humana mía.

    —Oh, sí, claro, una reacción humana —fingió estar de acuerdo y con sarcasmo—. Y lo que voy a hacer ahora, también es una reacción humana mía.

    Michigan salió corriendo, huyendo de Triple.

    Todos los dueños comenzaron a hacer final para obtener a sus respectivas mascotas, felices de por fin tener de vuelta su amor. Los seis secuaces de Triple eran los que iban entregando las mascotas a cada dueño. Hijo vio a Rabitt y le dio un fuerte abrazo. Coletas también abrazó a Reloj.

    Y colorín, colorado, este capítulo se dio por terminado.


    Bye.
     
    Última edición: 13 Marzo 2022
  2.  
    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
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    Hola, vaya, que bueno ver ya a nuestros lindos personajes de Sosonia xD
    Aunque pasaron varios días desde que terminaste la primera, la verdad no tanto como pensé que te tardarías, gracias por eso, porque en verdad, uno de los fics que me han gustado en este foro, es este xD

    Bien, el cap estuvo igual de divertido que los anteriores. Misterioso también. Las mascotas desaparecidas es un caso que nunca se me hubiera ocurrido a mí, pero debí sospecharlo. Michigan se adueña de todo, ¿verdad? Tarde o temprano tenía que adueñarse de las mascotitas de los demás. Oh, también me encantó el cambio de nombre de rabitt, xD. ¿rabiti? ¿rabio? ¿rabito? ahahaha, y Braket nunca dijo el nombre exacto xDDD

    Bueno, eso es todo por hoy, sólo espero que Triple le haya dado unos buenos a Michigan, o cuando menos, que le quite sus bosques xD

    Espero la próxima aventura de estos divertidos chicos. Saludos.
     
  3.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

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    Oh, amiga, la segunda temporada comienza bien, jajaja. ¡Qué gracioso y divertido! Ok, lo que le pasó a las mascotas no fue nada divertido y eso, por Dios, se perdieron toditas. ¿Qué clase de mentre criminal y retorcida se las llevaría? Sí, debí haber imaginado que sería Michi. Sólo a él se le ocurre apropiarse de algo que simplemente no le pertenece y jamás será suyo, jo. No sé, pero en verdad considero que ese chico tiene algo mal en la cabeza. Es una mera sipocición, pero eso creo.

    Ahora bien, Triple quiso ser el héroe una vez más y sus esfuerzos se fueron por eñ W.C. Jajaja, y pensar que creí que Bambi era su amigo XD Bueno, sí, pero con lo suyo no se mete nadie, ¿eh? Aun así, Triple sufrió mucho, así que en verdad espero que le haya dado sus buenos a Michigan -no, no tengo nada conta de él-.

    Jajaja, espero ansiosa el siguiente capítulo. A ver qué sorpresas más nos traeran estos queridos personajes de Sosonia.

    Hasta otra.

    P.D. Al inicio del capítulo, en verdad Dulce se le declaró a Coletas O_o
     
  4. Threadmarks: El primer día de clases
     
    Sonia de Arnau

    Sonia de Arnau Let's go home Comentarista empedernido

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    Bien, aquí el segundo capítulo. Gracias por seguir leyéndome. Me animan.

    2.- EL PRIMER DÍA DE CLASES

    Una puerta se abrió y aquel que realizó la acción entró a la oscura habitación. La luz se encendió, reveladora, dejando ver a un Braket muy emocionado en la habitación de su único hijo, quien yacía desparramado sobre la cama, aún perdido en el reinado de Morfeo; cosa que no duró mucho porque el adulto lo sacó del ensueño al gritar:

    — ¡Primer día de clases! ¡Arriba, arriba, arriba! ¡Primer día de clases!

    — ¿No eres muy viejo para ir a la escuela? —inquirió Hijo con voz somnolienta y cargada de pereza.

    — ¡Hijo! Tú eres el que irá a la escuela; así que levántate.

    — ¡Ay, no! —Hijo tomó la almohada que se encontraba bajo su cabeza e hizo que éstas cambiaran de posiciones, encontrándose ahora la cabeza bajo el almohadón—. ¡Se me pegaron las sábanas! —se escuchó la excusa ahogada.

    —Pues despégatelas porque es el primer día de clases.

    Hijo se levantó como si estuviera cargando una manada de elefantes en su espalda y se dirigió al baño a lavarse la cara y lograr espabilarse por completo. Después se cambió y se encaminó a la cocina en donde buscó algo para comer. Una vez terminó esa tarea, salió de casa y fue a esperar el bus. En eso, apareció Coletas, quien muy emocionado le dijo:

    —Hijo, ¿no es acaso emocionante? Es el primer día de…

    —Sí, sí. Mi papá está más emocionado que yo —lo interrumpió el ojiazul.

    — ¿En serio? Pero estoy emocionado por otra cosa.

    — ¿Por qué? ¿De qué? Cuenta, cuenta —lo instó Hijo a hablar mientras le picaba las costillas.

    —Bueno pues, mira, hoy te sientas con Flor para que yo pueda sentarme con… Rojita —mencionó el nombre con un sonrojo en su rostro.

    Antes de que pudieran decir otra palabra, llegó el autobús encargado de llevar a los jóvenes a la preparatoria. Coletas e Hijo subieron y cada quien se sentó en diferentes asientos; al poco rato, subió Flor y al verla, Hijo le gritó:

    — ¡Flor, por aquí!

    Flor caminó hacia donde su novio estaba sentado, pero antes de llegar Coletas la detuvo.

    —Oye, Flor, ¿dónde está Rojita?

    — ¿Rojita? Ahorita viene —y ahora sí se fue con Hijo.

    Coletas siguió esperando mientras más gente subía, incluso Gordo. Ya sé lo que están pensando, Gordo tiene diecinueve años, pero él reprobó y todavía va a la prepa. Coletas mantenía su espera, pero no contó con que Dulce llegaría y ocuparía el asiento a su lado. La rubia vio al chico y lo saludó con inocencia.

    —Ah, hola, Coletas. ¿No me digas que estabas aquí?

    —Ah, pero Dulce…. Este asiento está…

    — ¿Ocupado? —preguntó ella—. ¿Realmente está ocupado?

    —Bueno… —Coletas no podía mentirle—. No, no está ocupado.

    Dulce le sonrió y Coletas se la devolvió sin ganas. En eso, Rojita subió y cuando Coletas la vio, miró de soslayo a Dulce, quien se miraba en un espejo de bolsillo y se maquillaba. El joven se hundió en su asiento.

    — ¡Por aquí, Rojita! —gritó Gordo desde los asientos del fondo. Rojita se sentó junto a éste.

    Al ver como Coletas seguía con la mirada a Rojita, Dulce se molestó.

    —Coletas —el joven posó su atención en la rubia, por lo que ella continuó—. Dime, ¿cómo crees que será este día? Es el primer día que vas a la prepa, ¿cierto?

    —Es cierto, pero creo que será divertido.

    Entonces, Dulce se acercó más a Coletas, acosándolo. El pelinegro tan sólo retrocedía lo más que podía, pero su límite llegó cuando chocó con la ventanilla.

    —No te preocupes, Coletas. Si tienes algún problema no dudes en llamarme, yo ya conozco la prepa de Krill muy bien.

    —Eh… Sí… gra-gracias.

    —De nada —concluyó ella mientras volvía a sentarse derecha en su silla.

    Unos asientos atrás, Hijo observaba todo.

    —Pobre, no le salió el plan.

    —Y pobre de Rojita —comentó Flor dirigiendo su visión a la parte trasera del bus, observando a Gordo hablar y hablar y la infortunada chica no hacía más que escuchar.

    —Pobre chicos, pobres chicos —se lamentó Hijo después de suspirar. Por desgracia no podía hacer nada por su amigo, con respecto a eso no. Eran cosas que Coletas y Rojita debía hacer por ellos mismos.

    El bus se detuvo en la parada designada una vez llegó a Krill. Enseguida, todos los pasajeros desbordaron notando que frente a ellos se encontraban las instalaciones de la preparatoria de Krill. Ese día entraban los alumnos de nuevo ingreso. La lozanía completa se adentró al terreno. La prepa era lo suficientemente grande como para lograr mantener cuatro carreras auxiliares y ese primer día para los nuevos implicaba mostrarles las carreras para que al día siguiente decidieran a cuál entrar. Así, el día comenzó.

    Cuando los cuatro amigos entraron, miraron a un hombre que en el patio hablaba mediante un micrófono y decía:

    —Todos, por favor, entren a sus respectivos salones. Los chicos de primero, por favor, quédense aquí en el patio. Se les darán algunas indicaciones e instrucciones.

    Con esto, los de segundo y tercer año se fueron a sus clases y los nuevos acataron la orden del hombre con el micrófono, quien prosiguió con su discurso una vez los demás se hubieron retirado.

    —Bienvenidos, chicos. Como sabrán, yo soy el rector del plantel y en unos minutos los llevaremos a que recorran las instalaciones y vean las especialidades, para que mañana puedan elegir en cuál desean quedarse en su estadía aquí.

    Al terminar el pequeño mitin, comenzaron a recorrer la escuela iniciando con las diferentes profesiones.

    En Sosonia, Triple caminaba por las tranquilas calles del pueblo. Anduvo un rato hasta que llegó a la tienda de jugos, subió las escaleras y se ubicó frente a la puerta de su destino: la casa de la familia Nieves. Tocó y al instante se alisó la camisa y se arregló el cabello.

    —Hola, buenos días —saludó la madre de Rojita, quien fue quien atendió al llamado.

    —Buenos días, señora. ¿Se encuentra Lin-Lin?

    —Claro que sí, voy a llamarla.

    Unos minutos después, Lin-Lin salió de la casa y al ver a Triple dijo con voz seca:

    —Oh, eres tú, ¿a qué vienes tan temprano?

    —Lin-Lin —inició el castaño colocando su mano en el hombro de la chica—, ¡sal conmigo!

    —Ya estás afuera —informó Lin mientras quitaba la pesada mano masculina de su hombro.

    —No, a eso no me refería.

    —Lo sé —aceptó fría, cortante—. Me gustaría conversar un poco más, pero tengo algo muy importante que hacer, así que adiós —y cerró la puerta en las narices del ojiverde.

    — ¡Rayos! —masculló Triple, frustrado—. ¿Por qué nunca la encuentro desocupada? —Bajó los escalones—. Pero no importa, mañana vendré otra vez.

    Caminó otro rato y arribó a la plaza. Se detuvo al divisar a uno de sus secuaces, que se dirigía a él. Una vez su súbdito estuvo frente a él, cuestionó:

    — ¿Qué reportes de Coletas me tienes?

    —No… No… No lo encontré —avaló el otro intentando que su jadeante respiración, por correr tanto, se regularizara.

    Triple se extrañó sobremanera al escuchar aquello pues era sabido que a esas horas Coletas iba a la presidencia a trabajar y así poder desocuparse temprano.

    —Entonces, ¿todavía está dormido? —El secuaz negó con la cabeza y Triple se exasperó— ¡¿Dónde está entonces?!

    —En la escuela.

    — ¿En…la…es… cue…la? ¡Qué! —Triple se sorprendió a tal grado que sujetó a su adepto por el cuello de la camiseta y lo zamarreó con fuerza— ¡Eso es imposible! ¿Qué se supone que haga en toda la mañana que él esté en la escuela? —El secuaz iba a responder, pero antes de que su boca emitiera sonido alguno, Triple lo soltó con brusquedad haciendo que cayera al suelo—. Ahora tendré que molestar a alguien más.

    Lo último lo dijo en un susurro y emprendió su camino pensando qué hacer para aquella problemática situación.

    En Krill, en la escuela, todos estaban en receso, sí, ya era hora de entretenerse un poco.

    — ¡Por fin! ¡Algo divertido de la escuela! —gritó Hijo mientras se estiraba.

    —No digas eso, Hijo —le recriminó Flor—. Las explicaciones que nos dan son muy útiles y si lo miras de maneras positiva, también son divertidas.

    —Es cierto —apoyó Rojita.

    —Mejor disfrutemos del primer día— mencionó Coletas—. Demos un paseo.

    —De acuerdo —aceptaron todos.

    Así, los cuatro amigos dieron una vuelta a los edificios.

    — ¡Comida! —chilló Hijo emocionado mientras corría hacia el puesto de ésta.

    —Tú y tu comida, Hijo —soltó Coletas en manera de suspiro.

    El trío restante se acercó al puesto y pidieron algo para comer que, en comparación con Hijo, resultó bastante ligero. Tomaron asiento en el jardín ya que todas las mesas y sillas se encontraban llenas por lo demás estudiantes. Terminaron de degustar sus alimentos y dejaron limpia el área que necesitaron. Estaba por continuar con su auto-tur cuando una voz los hizo detenerse. La dueña era nadie más que la mismísima Dulce.

    — ¡Coletas! —Llegó repentinamente y lo monopolizó en unos instantes con un abrazo—. ¿Qué tal tu primer día de clases?

    Coletas miró a Rojita y se despegó de la rubia.

    —Estuvo bien.

    —Coletas, quiero que vengas conmigo, quiero presentarte la escuela y a algunos profesores —le pidió la ojiazul mientras lo estiraba del brazo.

    —Espera Dul… Dulce… Yo —sin poder hacer nada al respecto, Coletas fue arrastrado por las coquetas garras de Dulce.

    — ¡Pero qué grosera es Dulce! —espetó Flor un tanto molesta por su actitud.

    —Sí —concordó Hijo, igual de enojado—. Esa Dulce.

    La pareja observó a Rojita y la notaron triste. La pelirroja se dio cuenta de que sus amigos la miraban y sonrió de manera forzada.

    —Es muy grosera, ¿verdad? ¿Saben?... Creo que voy a ver algo de la pizarra —anunció mientras caminaba.

    — ¿Quieres que te…?

    — ¡No! —Interrumpió a la morena—. Estoy bien, gracias.

    Se alejó de los dos. Una vez solos, Hijo se acercó a su novia, pasó su brazo por los hombros de ella y suspiró.

    —Sigo diciéndolo: ¡pobres! Lástima que no podemos hacer nada. Ellos deben hacer las cosas por su cuenta —dijo observando el cielo azul.

    —Sí —la última palabra la tomó la ojiverde.

    Después de un completo día de ajetreo y de haber visto cada “vocación”, los de primero, una vez terminó la escuela, se fueron a sus respectivos hogares. Los de Sosonia esperaban el autobús en el lugar de encuentro.

    —Ah, pero qué día tan abrumador —se quejó Hijo.

    —No digas eso, fue divertido —lo retó una vez más Flor.

    —Concuerdo —le dio la razón Rojita.

    —Pues, no creo que hubiese sido igual para Coletas —anunció Hijo al ver a su amigo algo deprimido.

    —Pasar todo el día con Dulce no es muy… dulce.

    —Agradable, esa es la palabra correcta.

    En eso, el camión llegó y todos subieron deseosos de regresar a su amado pueblo; antes de que Coletas lograra entrar siente como alguien lo agarra del brazo y al volverse para descubrir a su captor, encuentra a Dulce.

    — ¿Dulce?

    —La misma —aseguró mientras jalaba al chico al interior del furgón.

    —Espera… Dulce —más antes de poder defenderse o hacer algo, Coletas se vio sentado junto a la rubia, una vez más, en lugar de estar junto a la chica que quería.

    Una hora de camino después, el bus llegó a Sosonia y todos lo abandonaron.

    —Mañana me volveré a sentar junto a ti, Coletas — aseveró Dulce antes de desaparecer del lugar.

    —Claro… —dijo Coletas despidiéndose y sin muchas ganas—… Espero con ansias —suspiró prolongadamente y con fuerza—. ¿De nuevo?

    — ¿En serio vas a sentarte con ella? ¿De nuevo? —inquirió Hijo acercándose a él—. ¿No te vas a sentar con Rojita? —susurró lo último.

    —Eso quería, pero Dulce es un poco… un poco…

    —Molesta.

    —Sí, eso.

    —Ni modo, ¿ qué le vamos a hacer? Esa mujer es demasiado persistente.

    Con esto, los chicos se reunieron con las chicas y se dirigieron a la donería. Una veza allí, Braket les preguntó en cuanto los vio:

    — ¿Qué tal el primer día de clases?

    —Pues, regular —dijo Hijo sin darle completa importancia. Al instante, la morena salió en defensa del día al decir:

    —Fue divertido. Fuimos a diversas clases para ver qué carrera tomaríamos. Rojita y yo decidimos entrar a contabilidad, ¿verdad?

    —Sí.

    — ¿Y ustedes a dónde entrarán? —preguntó Braket a los jóvenes.

    —Hijo y yo entraremos a electromecánica, ¿verdad, Hijo?

    —Am, Coletas, verás… Creo que yo no voy a entrar a esa especialidad. Es cierto que lo había dicho, pero no sabía que daban cocina y a eso quiero entrar.

    — ¿A cocina? Está bien. Como quieras Hijo —dijo Coletas algo decepcionado.

    — ¿Cocina? —Preguntó Braket con una sonrisilla—. ¡Ese es mi hijo! Siguiendo los pasos de su padre, pero que aun así, animaría a su mejor amigo.

    —Realmente no es eso —se defendió Hijo—. Es sólo que electromecánica es algo pesado y cocina, bueno, es divertido y puedo comerme las tareas que haga.

    Con esto, todos empezaron a reír.

    Jumbo, Payaso y Fea iban caminando hacia la casa de Triple. Fea se veía muy contenta. Llevaba una canasta colgando del brazo. Comentó esperanzada:

    —Espero que a Triple le guste este regalo.

    — Quien sabe, conociéndolo —vociferó Jumbo.

    Llegaron a la cabaña y tocaron la puerta. Abrió el mismísimo Triple.

    —Hola, Triple —lo saludó Fea y él la ignoró olímpicamente, así como al pelirrojo. Enfocó su visión en Jumbo.

    — ¡Ah, Jumbo! Qué bueno que estás aquí. Necesito que me lleves mañana a la prepa de Krill.

    — ¿A la prepa? —inquirió Jumbo extrañado y por demás sorprendido—. ¿Usted va ir a la prepa?

    —Por supuesto, no puedo darle completa libertad a Coletas. Quizás se me escape en una de esas. Debo vengarme a como dé lugar.

    —Pues… bueno, lo haré.

    —Oh, qué bien. Me alega —y ¡pum!, cerró la puerta. Fea tocó una vez más. El dueño volvió a abrir.

    —Hola, Triple —volvió a saludar la chica —. Te traje unas galletas.

    Triple sonrió de manera forzosa y por su mente se revivió la escena de la primera vez que probó las galletas Fea. No quería enfermar, pero por no ser descortés las aceptó, no muy convencido. Ahora sí, el trío se fue. Triple cerró la puerta.

    — ¡Chon! —Gritó una vez en el interior—. Te trajeron un regalo.

    — ¿Qué es?... ¿Galletas? Mmm, de las que me gustan.

    Se dirigió ahora a tres de sus secuaces.

    —Edwin, Billy y Luis. Ustedes me van a acompañar mañana a la prepa y entrarán conmigo.

    Y eligió a estos tres por ser los de la edad apropiada para cursar la escuela media superior.

    A la mañana siguiente, Jumbo, Triple y los tres secuaces se encaminaron a la escuela en un pequeño coche que Triple rentó. Arribaron y se dirigieron con el director.

    —Vengo a inscribirme esta escuela —así, sin más, sin rodeos.

    — ¿Viene a transferirse? —le preguntó el director.

    —Ah… sí, yo… acabo de mudarme.

    —Muy bien, ¿y a qué especialidad asistía?

    —… ¿Eh?

    —Bueno, aquí está la de contabilidad, cocina, electromecánica y administración de empresas.

    —Ah… ¿Administración de empresas? —ni siquiera era una afirmación.

    —De acuerdo, ¿puede mostrarme sus papeles?

    —Este… Y no los tengo. Se perdieron en la mudanza.

    —En ese caso necesito que haga un examen de la especialidad para comprobar que tiene el conocimiento necesario para estar aquí. ¿Quiere hacerlo ahora o mañana?

    —Ahora, entre más pronto mejor.

    —Bien —. El rector observó a los otros—. ¿Y estos tres?

    —Ah, sí, vienen conmigo, pero creo que entraran a otro lado.

    Los secuaces se miraron y exclamaron en una sola voz:

    —Electromecánica.

    La razón por escoger aquella: les sonó la más fácil. El director los llevó a una sala de computación que se encontraba vacía y allí les entregó los exámenes a cada uno. A Triple para entrar a tercero de administración empresarial. A un par de secuaces para tercero de electromecánica y al restante para entrar a segundo de electromecánica, por ser el menor. Terminaron al cabo de una hora.

    —Perfecto —exclamó el hombre al tener los exámenes en sus manos—. Puede volver mañana si lo desea o esperar un par de horas, si no hay inconveniente, después del receso, para entregarles sus resultados hoy mismo.

    Triple lo pensó casi un segundo cuando declaró:

    —No hay inconveniente.

    En tanto, Jumbo esperaba recargado en el auto, sufriendo el despiadado sol mañanero y un intenso calor, sofocante.

    —Espero que no se tarden mucho —murmuró en un ruego mientras se abanicaba con la mano.

    Llegó la hora del receso y Triple junto a sus súbitos buscaban a su adversario a quien encontró en la cancha de baloncesto, jugando. Se acercó a él y al estar lo suficientemente cerca descubrió la sorpresa marcada en su rostro al verlo.

    — ¿Triple?

    — ¿Creíste que te desharías de mí? Pues te equivocas. Sea donde sea que estés, yo estaré también para demostrar que soy mejor que tú.

    Y en el “tú” Triple tuvo la osadía de empujarlo. Coletas se molestó por el acto agresivo y devolvió el empujón al castaño. Al ver esto, la multitud de jóvenes comenzó a congregarse en donde los peleoneros se encontraban, rodeándolos.

    — ¡Pelea! ¡Pelea! ¡Pelea! —gritaron todos los estudiantes.

    No tuvieron la oportunidad de hacerlo, un maestro que merodeaba por allí los detuvo.

    — ¡Ustedes no peleen! ¡Acompáñenme a la oficina del director!

    Se los llevó y una vez dentro, el director vio a Triple y le dijo:

    —Ni siquiera has entrado a la escuela y ya te metiste en problemas.

    —Él empezó —culpó el castaño al pelinegro.

    —No, no, no —negó el hombre—. No me interesa saber quién empezó. Los jóvenes como ustedes deberían estar aquí para estudiar, no para pelear. Los voy a dejar ir, porque es demasiado temprano para castigarlos, pero la próxima vez habrá detención severa. Pueden irse.

    Salieron de la oficina principal y Triple estaba a punto de decirle algo a Coletas cuando una secretaria se acercó a él, para darle los resultados de la prueba. Además, en ese momento la campana se hizo escuchar y, aprovechándola, Coletas se fue de allí, veloz.

    —Triple, quería hablar de tu examen —le dijo la secretaria una vez a solas con él.

    Triple se asustó al escucharla.

    —Escuche, sé que no fue muy bueno, pero realmente necesito estar aquí. Yo…

    —No, no es eso —lo interrumpió la dama—. En realidad fue muy bueno. Sacaste 94 —aquí le mostró el examen revisado—. Se nota que se te da esto de la administración y nos encantaría tenerte estudiando aquí.

    Con esto, Triple ingresó a la escuela y mañana empezaría su primer día de clases. Dándole lata a Coletas y jugando con él unos paridos de baloncesto, donde, obvio, el desenlace sería con un Coletas triunfador por uno o dos puntos, siempre.

    Fin.

    Que conste que es el fin del segundo capítulo, eh. Bien, espero les haya gustado.

    Bye.
     
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    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

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    Jajaja, ¡qué cosas! Los chicos ya entraron a la escuela y vaya que si es primer ingreso es aterrador. Estoy segura de que gracias a esto lo que les espera serán más aventuras.

    Ah, Triple tuvo que entrar por seguir haciéndole la vida imposible a Coletas. ¿Acaso puede llegar más lejos? En verdad está obsesionado con eso d su vnganza. Bueno, realmente no sé que más deicr, además, no tengo mucho tiempo. Así que espero ansiosa la conti.

    Hasta otra.
     
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    Marina

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    Jaja, wao, hasta que veo que estos jovencitos van a la escuela. En verdad, alguna vez me pregunté si en Sosonia existían las escuelas xDD Pero veo que ellos tuvieron que viajar a la ciudad de Krill y además que ingresaron a la preparatoria.

    ¿En serio Triple sacó esa calificación? ¡Woooow! Quedé muy sorprendida con esta parte, digo, jamás pensé que tuviera un coeficiente tan alto. ¿Entonces por qué no lo utiliza para hacer buenos planes y derrotar a Coletas de una buena vez? Jajaja, pero ya debería darse por vencido en cuanto a Coletas y mejor disfrutar el peor de los sufrimientos que nuestro Coletas pueda tener xDD

    Ese sufrimiento con bellas piernas y "dulce sonrisa" llamado Dulce xDDD

    Pobre Coletas con ella. Tendrá que buscar la manera de evadirla, de lo contrario, rojita puede salir más lastimada de lo que ya está porque el muy tonto no se atreve a hablarle de su amor e imagínate, verlo ahora así de cerquitas con esa rubia come... Coletas xDDD

    Me gusto y divirtió como siempre el capítulo.
    Espero el que sigue. Cuídate y gracias por estar pediente de actualizar. Saludos.
     
  7. Threadmarks: Los nuevos chefs
     
    Sonia de Arnau

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    Sosonia 2: Continúa la diversión
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Comedia
    Total de capítulos:
    19
     
    Palabras:
    5121
    Aquí también pongo la continuación.

    3.- LOS NUEVOS CHEFS

    —Coo —nombró Jefe a su compañero mientras bajaba la llama de la estufa—, ten cuidado con la carne que se quema.

    —Lo siento, Jefe —se disculpó éste desde una esquina de la cocina rebanando jitomate y cebolla.

    —Prueba esto —dice Remmy sacando una cuchara con un poco de salsa de una sartén—. A ver si está bueno.

    Jefe se acercó y probó la salsa, la que le encantó.

    —Está deliciosa —arrojó la cuchara al fregadero de los trastes sucios.

    — ¿En serio? Creo que le falta algo más —meneó la salsa—. Ah, ya sé.

    — ¿Alguien sabe dónde está la pimienta? —preguntó Jefe.

    —A un lado del azafrán —señaló Coo.

    Los tres famosos chefs, que atendían el restaurante Los mil gustos, habían estado bastante ocupados debido a que ese día, domingo, era el día de la semana que tenían más clientela.

    Afuera del restaurante, en la presidencia, Coletas se encontraba frente al escritorio de la secretaria donde Reyd le pagaba lo de su semana de trabajo. Poco. Desde que entró a la escuela, se limitaba a trabajar un rato en las tardes. Una vez recibió su salario, salió a donde Hijo lo esperaba.

    — ¿Ya te pagaron?

    —Sí —respondió guardando su dinero en el bolsillo.

    — ¡Genial! —exclamó en tono contento. Se acercó a su amigo—. Gracias por invitarme a comer al restaurante.

    — ¿Adónde? —preguntó sin gracia alguna.

    —A almorzar.

    —Hijo, acabamos de comer — miró a Hijo, quien mantenía una sonrisa enorme en su rostro—. Está bien, vamos.

    Así, ambos se dirigieron al restaurante, el cual se mantenía lleno de personas, pero no tantas como en la mañana, pues ya para esas horas, de 11:30 a 2:30 p.m. no había tanta gente, se tranquilizaba un poco el ambiente. El par de amigos se sentaron frente a una ventana y saludaron a Lin-Lin cuando ella se acercó para anotar sus órdenes.

    En la cocina, Remmy, que lavaba unos trastes, mencionó, por sacar algo a la plática:

    —Es un poco cansado esto, pero me alegra mucho que el restaurante haya aumentado en clientela este año.

    —Sí —respondió Coo secando trastes y pasándoselos a Jefe para que éste los colocara en su sitio—. Además, me encanta este trabajo —se quedó un momento pensativo y añadió—. Pero extraño un poco el golf.

    Ante el comentario, los tres suspiraron nostálgicos mientras su mente recreaba el tiempo cuando fueron jugadores del mejor deporte, claro, para ellos.

    —Golf —dice Jefe—. Gracias al juego nos conocimos. ¡Sí! Los tres somos buenos, pero el mejor jugador…

    — ¡Soy yo! —aseguraron los tres al mismo tiempo. Ante aquello, el trío se miró con reto.

    —Ja —tomó la palabra Remmy—, es obvio que soy un poco —hizo el ademan de “poco” con sus dedo índice y pulgar— mejor que ustedes.

    —Un poco mejor yo —insistió Coo preparándose para la disputa.

    —Chicos, chicos —dijo Jefe—. No hay que discutir —se encaminó al cuarto de limpieza—. ¡Mejor hay que jugar!

    Abrió la puerta y sacó tres palos de golf y una pelota.

    — ¡A jugar! —Gritó emocionado Coo—. ¿Por qué está eso allí?

    Jefe goleó con fuerza el cristal de la puerta trasera de la salida del restaurante. Remmy chasqueó la lengua.

    —Jefe, tienes que meter la bola en el vaso —señaló el vaso de plástico que estaba a un lado de la puerta de salida/entrada—, no romper el vidrio,

    —Ya sé cómo jugar —indicó mientras tomaba la pelota y volvía a ponerla en un agujerito improvisado para volver a golpearla—. Sólo estaba calentando —siguió tratando de ocultar el hecho de que estaba oxidado.

    Mientras tanto, Lin seguía atendiendo a los comensales sin saber lo que sus jefes estaban haciendo en la cocina… bueno, lo que no estaban haciendo. Cuando se dispuso a entrar a la ésta para pedir los platillos ya ordenados, se encuentra con la sorpresa de que algo pequeño y veloz pasó por encima de su cabeza, rozándola e hizo que se sobresaltara.

    —Lo siento, Lin —se disculpó un chef.

    La pelota cayó en un plato de espagueti casi lleno. El dueño de la comida se sorprendió ya que la pelotita apareció ahí en un abrir y cerrar de ojos. Estaba por tomarla para quitarla y seguir disfrutando de su comida cuando…

    — ¡No, no, no! —Gritó Remmy acercándose a la mesa del señor—. Déjela donde está. Con permiso —Remmy se trepó a la mesa—. ¡Jefe, Coo! ¡Necesitamos un plato de espagueti en la mesa siete! —pidió mientras se preparaba para golpear la bola.

    Una vez la hubo golpeado, el espagueti voló junto con ésta. La bola chocó en la pared, rebotó un par de veces y rodó otra distancia. Jefe y Coo salieron de la cocina para ver el movimiento realizado por su contrincante en juego. Remmy bajó de la mesa y buscó la pelota, encontrándola en medio de unos pies calzados con zapatos muy bien lustrados, por cierto.

    —Con permiso —dijo sin levantar la vista.

    — ¡¿Qué significa esto?!

    Los tres chefs e incluso la clientela, fijaron su mirada a los dueños de los pies bien calzados. Ésta vestía un pantalón de vestir y camisa blanca, con una corbata roja y llevaba lentes de sol; estilo agente secreto. Se sacó los lentes.

    —Señor Vidal —lo reconoció Remmy lanzando el palo de golf lejos de sí.

    Reyd salió de detrás del hombre.

    —Hola, chicos. ¿Todo bien?

    —Nada bien —respondió Vidal t señaló a los chefs—. Ustedes tres, ¿qué están haciendo con mi restaurante? Esto no es para jugar ping-pong…

    —…Golf.

    —…es para preparar comida y satisfacer las papilas gustativas de los clientes con un servicio de calidad. ¿Entienden? Servir comida ¡no golpear la comida de los clientes!

    —Lo sentimos mucho, Sr. Vidal —habló Jefe—. Le prometemos que no volverá a pasar.

    —Por supuesto que no volverá a pasar, ¡porque están despedidos!

    — ¡No haga eso! —gritaron Coletas, Hijo y hasta Reyd, quien continuó—. Escuche, Siro, no les haga esto. Deles una segunda oportunidad.

    Coletas, Hijo, Jefe, Remmy y Coo asintieron a las palabras del alcalde. El hombre pensó un poco y soltó un poco de aire.

    —Está bien, pero…

    No pudo completar la frase porque la alarma de incendio sonó con fuerza, ya que de la cocina salí humo a la sala de los comensales ocasionando que se activaran los rociadores automáticos de agua, por si había fuego; además, esto provocó que la gente saliera rápidamente del restaurante, empapada y asustada.

    —Ups —soltó Coo, apenado— Creo que se me olvidó apagar la estufa.

    — ¡Despedidos!

    — ¿De nuevo?

    —Sr. Reyd —dijeron Coletas e Hijo.

    Reyd alzó las manos con velocidad, como si lo hubiesen agarrado in fraganti.

    —Lo siento, no puedo hacer nada. Él es el dueño de Los mil gustos. Él decide.

    — ¿Va a cerrar el restaurante? —le preguntó Coletas preocupado.

    — ¡Claro que no! Voy a contratar nuevos chefs.

    — ¿Qué? —exclamaron los presentes, luego Hijo siguió—. No puede hacer eso.

    —Pero claro que puede —le dice Reyd—. Debido a que es el dueño puede quitar y poner lo que quiera. En tanto no infrinja las reglas de Sosonia.

    —Serán personas más responsables. ¡Está decidido!

    El hombre se fue y Reyd junto con él, aunque preocupado, igual que los que dejó atrás.

    —La regamos —admitió Remmy.

    —Sí —concordó Hijo ganándose un codazo por parte de Coletas—. ¡Oye!

    —No puede acabar así, tal vez si tratamos de…

    —No, Coletas —lo interrumpió Jefe—. Está bien. Tal vez esto sea lo mejor para Los mil gustos.

    —Mira el desastre que hemos hecho —dice Coo al ver todo el lugar mojado, con las mesas volcadas, la comida en el suelo, hecho un tiradero.

    Así, los tres ex-chefs se retiraron del lugar. Coletas estaba pensando en cómo hacer para convencer al dueño del restaurante de declinar su decisión. Era verdad que quizás sí se había pasado un poco. Miró todo su alrededor; pero estaba convencido de que Los mil gustos sin esos tres no sería nada. Bueno, eso era lo que pensaba y no sólo él.

    —Mientras la comida esté buena —comentó Hijo.

    Coletas miró con seriedad a su amigo al escuchar su comentario. Iba a decirle algo cuando Lin-Lin se acercó por detrás y echó un ojo al lugar.

    —Oigan, chicos, ¿qué pasó? —les preguntó al perderse gran parte de la conversación al ser una de las personas que corrió al escuchar la alarma y prenderse los rociadores de emergencia.

    —Despidieron a los chefs.

    — ¿En serio? No bromees, Coletas.

    —Esto no es broma, Lin —ahora respondió Hijo muy serio—. Es muy en serio.

    —En ese caso tenemos que hacer algo —concluyó ella al igual que todos, preocupada.

    Dos de los secuaces de Triple caminaban a toda prisa hacia la casa del nombrado. El ojiverde estaba sentado en un bote de pintura, jugando ajedrez con otro de sus secuaces.

    — ¡Jefe! ¡Jefe! ¡Jefe! —entró primero un secuaz, emocionado.

    — ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué?

    Se acercó y al ver el juego, agarró una pieza de su homólogo y con ésta tiró el rey de Triple.

    — ¡Jaque Mate!

    — ¿A eso viniste? —Le preguntó hecho un berrinche tirando todas las piezas del tablero—. ¿Por qué vienen empapados?

    —Oh, bueno, es que le tengo una noticia.

    — ¿Una noticia? Pues dila.

    —Despidieron a los chefs de Los mil gustos.

    — ¿Qué? —Triple se levantó dramáticamente del bote.

    —Y van a contratar a nuevos cocineros —concluyó el otro secuaz.

    —Pobre de mi Lin-Lin, se ha de sentir muy mal —corrió hacia afuera—. Tengo que consolarla.

    — ¿Jugamos? —pregunta un secuaz a otro.

    —Sí.

    — ¡Jefa! ¡Jefa! — gritó Jumbo corriendo con todas sus fuerzas al bosque hasta su vivienda. Llegó y ser arrodilló en el suelo, derrotado y con la respiración entrecortada—. ¡Ay, Dios! Me… mue-ro.

    —Te he dicho que hagas más ejercicio —le recordó Payaso, acostado en una hamaca.

    — ¿En qué problemas no has metido ahora, Jumbo? —Preguntó Fea dirigiéndose a su amigo a darle una mano—. Ahora sí exageraste —sigue diciendo al verlo todo mojado—. ¡Has sudado a mares!

    Aún sin poder hablar por lo “rápido” que corrió, Jumbo hizo un ademán con su mano, indicándole que no era lo que creía. Tomó aliento tan así, que pareció que fuese el último que tomaría.

    —Ten-go u-na noticia.

    —Por fin perdiste a los policías —quiso adivinar Payaso ayudando a Fea a poner en pie a su amigo, derrotado una vez más por el correr.

    — ¡No! Despidieron a los chefs.

    — ¿Qué? —gritaron sorprendidos los dos y soltaron a Jumbo, quien cayó de posaderas al suelo, una vez más.

    — ¡Oigan!

    — ¿Eso es posible? —preguntó Fea, impactada.

    —Van a contratar a nuevos chefs —terminó Jumbo mientras le decía con señas a Payaso que mejor se quedaba en el suelo—. Espero que estos nuevos sean más fáciles de robar —se dijo Jumbo en tono sarcástico.

    —Vamos a comprobarlo —dijo Fea mientras caminaba para irse al pueblo, detrás de ella Payaso.

    — ¡Sí! ¡Déjenme morir sólo! —gritó Jumbo en tono enojado.

    — ¿Pero por qué todos vienen a mí? —se preguntó Reyd un poco asustado viendo desde una ventana a mucha gente reunida fuera de la presidencia, la cual quería saber de lo del despido de los cocineros.

    —Porque es el alcalde —dijo su secretaria.

    — ¿No puedes ir tú?

    —No, lo buscan a usted.

    — ¿A mí? ¿Por qué?

    —Ya se lo dije —insistió la secretaria mientras empujaba por la espalda a Reyd para que saliera—. Haga su trabajo.

    El alcalde abrió la puerta y la gente reunida comenzó a hacerle preguntas al mismo tiempo y Reyd no pude entender ninguna de las incógnitas, así que levantó las manos para callarlos.

    — ¡A ver, a ver! ¡Uno a la vez! ¡Uno a la vez! Gracias, gracias.


    —Sr. Reyd, ¿es cierto que despidió a los chefs? —preguntó uno.

    — ¡Yo no fui! —Dijo a la defensiva—. Eso lo decidió el daño del restaurante.

    — ¿Aquí está el Sr. Vidal? —se preguntaron un poco extrañados.

    Al saber esto, la gente empezó a alejarse e ir a sus respectivos hogares, dejando por fin sola la presidencia. Reyd suspiró profundamente, sintió paz; pero se sobresaltó al escuchar que alguien lo llamó. Al descubrir que se trataba de Coleas, dijo con nueva paz:

    — ¡Ah! Eres tú… hijo.

    —No, yo soy hijo —mencionó el nombrado que estaba a un lado de su amigo.

    —Sí, lo sé —dijo el alcalde—. Me refiero a… olvídalo. ¿En qué puedo ayudarles?

    — ¿Pudo convencer al señor Vidal de no despedir a Jefe, Remmy y Coo? —preguntó Coletas.

    Reyd ya estaba cansado de este tema. Nunca imaginó que esto afectaría tanto a la gente de Sosonia.

    —Lo lamento, no puedo hacer nada. Ahora déjenme dormir tranquilo, ¿o me quieren ver enojado?

    Reyd se metió a la presidencia.

    — ¿Cómo será el señor Reyd enojado? —preguntó Hijo pensativo. Coletas se limitó a mirarlo.

    Debido a que el restaurante estaba cerrado temporalmente hasta que los nuevos chefs llegaran, Lin-Lin estaba en la casa de su prima, donde a ella y Flor les contaba lo que sabía, y al igual que todos los que sabían aquello, se asombraron.

    — ¿No sabes quiénes van a ser los nuevos cocineros? —preguntó Rojita.

    —No, pero Coletas e Hijo iban a hablar con el Sr. Reyd, a lo mejor saben quiénes van a ser. Vamos con ellos.

    —Sí.

    Así, las tres chicas salieron de la casa de Rojita y caminaron hacia la plaza.

    — ¡Lin-Lin! ¡Lin-Lin!

    —Ay, no —se dijo ésta al reconocer la voz. Sintió como esa persona la abrazaba—. ¡Triple! —dijo intentando de despegarlo de su cuerpo.

    —Mi bella Lin-Lin —dijo mientras sentía las suaves manos de ella en su cara, para separarse de él—. He venido a consolarte.

    — ¿Por qué? —inquirió ella despegándose del joven.

    —Porque escuché que corrieron a los tres chefs y que te quedaste sin empleo.

    — ¿Me quedé sin empleo? No, sólo hasta que lleguen los nuevos chefs.

    — ¿Quiénes son los nuevos chefs?

    —A eso íbamos a la presidencia. A preguntar por ellos —le informó Rojita.

    —Oh, está bien. Entonces vamos.

    Y tomó a Lin-Lin del brazo y la arrastró consigo mientras ella forcejeaba para librarse de él.

    Hijo y Coletas caminaban hacia la plaza cuando escucharon que alguien los detuvo. Se encontraron con Fea y compañía.

    — ¿Es verdad eso de que se acabó el restaurante? —preguntó ella.

    —De que despidieron a los chefs, sí; pero de que haya alguno nuevo, no lo sé— respondió Coletas.

    —Entonces vamos a preguntar —sugirió el pelirrojo dando un paso hacia adelante para empezar el trayecto, cuando Hijo lo detuvo y anunció:

    —Mejor ni vayan ahorita porque en este instante Reyd está muy enojado.

    — ¡Ah, rayos! —suspiró Jumbo—. Yo quería saber si eran fáciles de robar.

    Allí mismo se encontraron con Triple y las chicas. Triple y Coletas se miraron con desafío, al igual que Fea y Lin-Lin.

    — ¿Qué están haciendo aquí? —preguntó Fea en tono brusco y poco amigable sin dejar de mirar a Lin-Lin.

    —Vamos a la presidencia a preguntar lo de los nuevos chef —contestó Triple concentrándose en Coletas.

    —Ni se le acerquen a Reyd porque está cansado y seguramente ya dormido —repitió Hijo.

    —No, no hay que molestarlo, entonces —concordó Triple al recordar su castigo por haberlo despertarlo una vez.

    —Hay que encontrar una solución y lo mejor que se me ocurre es ir a hablar con el Sr. Vidal —mencionó Coletas, como siempre.

    — ¡Sí, es cierto! —gritó Triple—. Qué grandioso plan tuve. Hay que ir a convencer al Sr. Vidal.

    Sujetó a Lin-Lin de la muñeca y empezó a correr.

    —Vamos, Lin-Lin, lo haré por ti.

    —Hazlo solo —argumentó la chica estirando su mano para librarla del agarre.

    Triple siguió corriendo mientras se decía:

    —Tengo que encontrar al Sr. Vidal y decirle antes que Coletas lo haga.

    —Triple tramposo —replicó Hijo nada contento—. La idea fue de Coletas. Vamos, Coletas, antes de que Triple arruine tu plan.

    Y el par de jóvenes se alejaron de los demás corriendo tras el castaño.

    —Hay que ir con el jefe a ayudarlo —les dice Fea a sus subordinados y cuando estaban a punto de cumplir con la orden, Lin-Lin sujetó a Payaso por el brazo y le preguntó, emocionada:

    — ¿Eso lo harás por mí?

    —Lo siento —respondió Jumbo mientras sujetaba al pelirrojo por el otro brazo—, lo hará por órdenes.

    Y estiró a su amigo, pero como Lin-Lin estaba reacia a soltarlo, comenzaron a pelearse por él, causándole daño.

    —Chicos… ya basta. Me duele… ¡Me desprenderán los brazos del cuerpo! —tan sólo se quejó el ex circense.

    En tanto, después de haber corrido un buen tramo, Triple se detuvo en seco, extrañado.

    — ¿Y exactamente a dónde voy?

    — ¿Exactamente adónde vamos? —le preguntó Coletas a su compañero. Los dos se detuvieron y se miraron.

    —Realmente no lo sé, sólo estamos siguiendo a Triple.

    En eso, el par de chicos observaron a Fea correr, rebasándolos, y no detuvo su andar hasta que llegó con Triple, que no estaba muy lejos de ellos.

    — ¿A dónde vas? —le preguntó ella.

    — ¡Y yo qué sé! Yo sólo salí corriendo y los burros atrás de mí.

    —Yo vengo a ayudarte a deshacerte de los burros —Fea se puso a la defensiva al instante para no ser contada entre los burros.

    Después se dieron cuenta de que el Sr. Vidal no se encontraba en Sosonia y que regresaría al día siguiente junto a los nuevos chefs. El día siguiente llegó y obvio, como era lunes, quienes asistían a la escuela no se encontraban presentes.

    Más o menos al mediodía, en casa de Rayo, se encontraban él y Michigan en una lucha. Mientras el americano tiraba del matón, éste ponía resistencia.

    —Vamos a ver a los nuevos chefs —pidió Michi con su acento extranjero.

    —A mí no me interesa nada de eso —espetó Rayo forcejeando.

    —Anda, vamos, vamos a ver.

    —Ve tú solo.

    No obstante, Michigan no hizo caso de Rayo ni de su desprecio, por lo que siguió insistiendo. Harto de él, Rayo decidió acompañarlo, para callarlo. Los dos arribaron al restaurante y allí observaron a la mayoría del pueblo, congregados fuera del lugar, esperando y murmurando cosas.

    — ¿Qué hacen todos aquí? —le preguntó Rayo a un señor a su costado derecho.

    —Queremos conocer a los nuevos chefs. No sé qué pasa allá adentro, pero sólo están Reyd, el Sr. Vidal y los nuevos. Estamos esperando que abra, digan lo que sea o algo. Hay demasiado suspenso.

    En ese instante, las puertas del establecimiento de comida se abrieron un poco y todos guardaron un silencio sepulcral. Observaron salir a Reyd y a Siro que parecía hablar de algo. Reyd tocó el hombro de su acompañante en, al parecer, señal de despedida. Siro vio a la muchedumbre.

    —Que pasen buen día —se despidió el empresario y desapareció de la vista de todos.

    Ahora, las puertas se abrieron por completo y alguien completamente desconocido para los habitantes de Sosonia se colocó frente a ellos, vestido elegantemente de chef y que con acento francés les dijo:

    —Bienvenidos a Los mil gustos.

    Todos entraron al restaurante y observaron su alrededor desmintiendo su propia imaginación a algún cambio súbito del edificio, era completamente igual que antes, salvo el sujeto aquel que les dio la bienvenida y a otro par que parecían trabajar en la cocina de donde, por cierto, emanaba un exquisito olor. Los presentes descubrieron que los nuevos cocineros eran de diferentes nacionalidades. El primero que conocieron era francés, otro era italiano, descubierto también por su acento y la única chica del grupo era oriental.

    La multitud tomó asiento y se dispuso probar el alimento que aquellos tres preparaban. Nada anormal o al menos para la mayoría, porque en ese instante Lin-Lin se mantenía preocupada. Ella quería a sus antiguos jefes. Así que se fue de allí. Había ido a reclamar su empleo, pero decidió que no era buena idea.

    El camión que traía a todos los estudiantes llegó a Sosonia y el conocido cuarteto de amigos salió disparado del bus y se encaminó al restaurante. Se sentían ansiosos por saber qué había pasado con el tema; sin embargo, en el camino escucharon a varias personas halagar la comida del restaurante en gran manera y eso los preocupó.

    —Será mejor que vayamos con los antiguos chefs —habló Coletas deteniéndose y haciendo que los demás lo imitaran—. Hay que pedirles su opinión con respecto a todo lo que está pasando y de paso los convencemos de que persuadan al Sr. Vidal de que los perdone y los restablezca.

    —Mejor hacemos esto —mencionó Hijo después—. Vamos a probar la nueva comida y si está más buena nos quedamos con estos.

    Todos lo miraron con irritación.

    — ¿Qué? Bueno… Vamos, pues. Sólo era una broma.

    Se fueron a buscar al trío, pero como no encontraron a ninguno de ellos en su casa, la cual no quedaba lejos la una de la otra, pensaron que quizás estarían en el parque jugando golf, así que hacia allí se dirigieron. En efecto, allí se encontraban jugando golf.

    — ¿Ya vieron a los nuevos chefs? —le preguntó Coletas a Remmy por ser el más cercano.

    —Sí, ya los conocí y parece que a la gente sí le gusta su comida.

    —Sí, también parece que están muy bien organizados —se incluyó Jefe a la plática.

    —Y al parecer no son nada distraídos —comentó Coo acercándose también.

    —Pero aun así, debería luchar por su puesto —los animó Rojita.

    —No se preocupen por nosotros —les consoló Coo—. Estamos muy bien así. Hoy nos levantamos temprano y no reunimos aquí para jugar un deporte que hacía años no practicábamos y ya añorábamos.

    Sin remedio alguno, sabiendo que no haría desistir a esos tres, los amigos salieron del parque para ir ahora, al restaurante por la insistencia de Hijo de querer probar los nuevos alimentos. Ingresaron y al igual que a muchos, el delicioso aroma a comida los recibió, encantándolos al instante, por lo que tomaron asiento y ordenaron lo que deseaban comer. En eso, vieron llegar a Lin-Lin, quien laos miraba enojada.

    — ¿Por qué estás tan enojada? —le preguntó la morena, asustada de la mirada de ella.

    —Porque la comida está buena, por eso —soltó la joven entre dientes.

    En casa de Jefe, éste se encontraba cocinando y de manera mecánica, como acto reflejo, costumbre o como quieran llamarlo, comenzó a dar órdenes.

    —Remmy, la sartén —demandó al escuchar que el interior de ésta hervía. Se volvió al no percibir reacción y recordó—. ¡Oh, es cierto! Estoy solo.

    Y empezó a hacer todo solo.

    Remmy se encontraba cocinando en su casa, debido a que ya era la hora de comer, y como era costumbre en él, terminó por crear un platillo nuevo.

    —Mira, Coo, prueba esto —giró sobre su eje y se descubrió solo—. ¡Ah, es verdad! Estoy solo. ¡No! Nadie probará mis platillos nuevos —chilló con penuria recargándose en la pared, lamentándose.

    Coo cocinaba y debido a su naturaleza distraída, olvidó bajarle a la llama de la estufa y provocó un incendio que, por ende, activo la alarma y las regaderas incrustadas en el techo comenzaron a funcionar. Coo alzó la vista y extendiendo los brazos hacia arriba exclamó:

    —Lo olvidaba. ¡Estoy solo!

    Con esto, los tres se dieron cuenta que ninguno de ellos podía vivir sin el otro… en la cocina. Eran un equipo y trabajaban como tal. Pero también sabían que no podían hacer nada para recuperar sus antiguos puestos. A la gente de Sosonia le gustaba mucho la comida de los nuevos chefs, así que no podían hacer nada más que soportarlo.

    Pero sus días… bueno, su día de sufrimiento terminó la mañana siguiente cuando se dieron cuenta de que lo único que se escuchaba en las calles del pueblo era un “ugh” y gruñidos estomacales, mientras la gente se tomaba el estómago y corría a su casa, al baño.

    — ¿Por qué todos vienen conmigo? —inquirió Reyd levantando la cortina de la ventana que dejaba ver a la gente.

    —Ya le he dicho por qué —insistió la secretaria.

    Reyd abrió la puerta y el único hombre capaz de hablar, por ser el menos adolorido, le dijo:

    —Alcalde, tiene que correr a esos endemoniados chefs. ¡Nos quisieron envenenar! Le pusieron algo a la comida. ¡Córralos! Si no lo hace, nosotros los correremos.

    — ¡Sí! —Apoyaron los demás alzando sus puños—. ¡Los correremos! ¡Los correremos! —y luego un gemido unánime—. ¡Ugh!

    —Ouch, eso se oyó doloroso —vociferó Reyd.

    El alcalde notó que alguien se hacía paso entre todos y al llegar a la base de las escaleras que daban acceso a la presidencia, descubrió que se trataba de Siro, quien preguntó extrañado.

    — ¿Qué pasa aquí?

    — ¡Eso es! —Exclamó Reyd—. Cúlpenlo a él. Yo ya me voy.

    Y entró al edificio presidencial con velocidad envidiable dejado a Siro con expresión aun más confundida. La muchedumbre le contó las nuevas del día y pidieron que corrieran a los chefs. Siro se dirigió al restaurante a aclarar las cosas con los cocineros, teniendo a la gente detrás de él. Al llegar, descubrió al trío fuera del restaurante con mohín de confusión, ya que desde que había abierto, ni señal de los comensales. Se acercó a ellos y antes de que el dueño pudiera hablar, los pueblerinos comenzaron a gritarles:

    — ¡Lárguense! ¡Largo de aquí! ¡Le pusieron algo a la comida! ¡No los queremos!

    El francés, que al parecer era el jefe del trío, se ofendió y se defendió él y a sus compañeros:

    — ¡Ustedes, pueblo insignificante e ingrato, no saben apreciar una buena comida, de calidad y magnífica! ¡Nos vamos de aquí!

    Y junto a sus ayudantes, se fue son más, mientras Siro se desesperó.

    —No, esperen, no se vayan. ¡Ah! No puede ser, ahora tendré que cerrar el restaurante.

    Y en eso, Coletas apareció junto a su fiel amigo, Hijo y dijo:

    —Sr. Vidal, no cierre el restaurante. ¿Por qué no les da una segunda oportunidad a los antiguos chefs? Ellos trabajaban bien.

    —O por lo menos duraron más de un día —sinceró Hijo.

    —Siro suspiró, pero accedió al instante.

    —Está bien, los contrataré una vez más.

    Y cuando se dio la vuelta para ir a buscarlos, se encontró con la sorpresa de que los tres queridos chefs ya se encontraban presentes.

    — ¿Y ustedes de dónde salieron?

    —Oh, eso no importa.

    —Están contratados.

    Y con esto, la armonía reinó en Sosonia. Todo siguió normal e igual que antes.

    Reyd se encontraba en su silla y lanzando un suspiro de alivio, se dijo:

    —Paz, al fin paz.

    Se acomodó mejor y durmió lo que el día anterior no pudo hacer con tranquilidad.

    Fin

    También espero que lo disfrutaran.

    Bye.
     
  8.  
    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

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    Oh, vaya, creí que nos quedaríamos sin esos deliciosos platillos, chile, mole, pozole y mojito a la fritanga xDD

    Los franceses cocinan delicioso, eso dicen, pero por lo visto, no mejor que los tres chef. Qué bueno que pudieron volver a sus trabajos. Fue un capítulo divertido, como todos. Me gustó la parte donde se ponen a jugar al golf dentro del restaurante, esos hombres siguen siendo niños, como es propio de Sosonia, también me gustó la parte donde Triple está jugando ajedrez y llega el secuas y le da jaque mate xDD. Donde Triple sale corriendo a buscar al señor Vidal, pero tiene que detenerse porque no sabe a donde va en realidad y los burros que lo siguen... excepto Fea, se detienen también xDD

    Y Reyd, ajajaja, es como otro niño, un bebé que sólo quiere dormir xDD

    Buen capítulo, saludos xD
     
  9.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

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    Ah, jajaja en verdad que este capítulo estuvo divertídisimo. Oh, no, yo me creía que los chefs eran los únicos normales allí, cumpliendo con sus trabajos normalmente y nada. No puede ser, son como todos los adultos que han salido allí, como unos completos niños. Vaya. Así que por extrañar tanto el golf se pusieron a jugarlo en la cocina del restaurante. ¡Esa acción carece de sentido común! En verdad estabas desesperados por jugarlo. Lo malo es que después sufrieron su castigo O_O

    Me asusté, en verdad me asusté cuando leí que los habían despedido. Pensé que cerrarían el restaurante, pero no, luego el dueño dijo que contrataría a otros chefs. Jajaja, me pareció gracioso todo lo que los personajes hicieron por saber quiénes sería los nuevos chefs. Jajaja, primero, los secuaces fueron con Triple y se lo informaron, aunque uno de ellos le ganó al ajedrez, jaja y el se emberrinchó, jajaja. Esa parte estuvo divertida. Y luego de Jumbo, ja, ese sujeto me mató de al risa, es verdad que tiene problemitas al correr, pero no creo que sude tanto, je. Muy dramático, ¡me encanta el chico!

    Y lo de los burros estuvo muy padre también. De veras que allí todos siguen al rey burro XD Ejem... Oh, francés. La verdad no he probado la comida francesa. La italiana y la oriental... la china, en realidad... sí las he probado y vaya que están buenas. Pero como que a los pueblerinos no les gustó. ¡Genial! Así pudieron regresar los originales chefs, porque, sin duda, los Mil Gustos no son nada sin ellos. Gran capítulo. Espero el siguiente ansiosa para saber con qué nos sorprenderán estos pesonajes.

    Hasta otra.
     
  10. Threadmarks: Pelea de papás
     
    Sonia de Arnau

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    Título:
    Sosonia 2: Continúa la diversión
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Comedia
    Total de capítulos:
    19
     
    Palabras:
    3163
    Hola, aqui dejando el siguiente capitulo, comenten si les gusto xd.

    4.- PELEA DE PAPÁS

    Toda aquella gente que se disponían ir a Sosonia, estaban esperando el camión en Krill. Una vez éste hubo llegado todos los estudiantes y alguna que otra persona, subieron a bordo para ir a su hogar.

    Hijo y Coletas platicaban sobre los trabajos y tareas que esa mañana les habían dejado, y como era de esperarse del joven Wills, decidió cambiar de tema. Después de unos minutos, observaron que desde la primera fila Gordo Padilla se dirigía a ellos y se notaba bastante ansioso.

    —Chicos, chicos —llegó y vio que no había asiento desocupado junto a ellos—. ¡Muévete de aquí! —le dijo al chico sentado detrás de los dos amigos.

    — ¡¿Por qué?!

    —Porque esto es de vida o muerte, ¡muévete! ¡Rápido!

    Sin más opción, más bien por obligación, el chico aquel se quitó. Al presenciar lo acontecido, Coletas e Hijo se miraron extrañados. ¿Qué sería eso tan importante?

    — ¿Saben lo que pasó? —preguntó Padilla una vez acomodado.

    —Si lo supiéramos no estarías aquí —obvió Hijo.

    — ¿Conocen a Marina y Claudia?...

    —No

    —…Bueno, pues ellas se han peleado. ¡Se han peleado! Es increíble, ¿no? De ser las mejores amigas ahora son las peores enemigas. Tengo que seguir contando esto. ¿Dónde están Flor y Rojita?

    —Por allá —respondió Coletas apuntado un par de filas atrás.

    —Los dejo —dijo mientras se ponía de pie y se acercaba a las chicas e, igual que antes, corrió al mismo chico del asiento. Éste se volvió a sentar donde un principio estaba y enojado se preguntó:

    — ¿Por qué todos tratan tan mal a Benji Benjino?

    —Yo no conozco a ninguna María y Sandra —mencionó Hijo a su mejor amigo.

    —Marina y Claudia. Y no, yo tampoco las conozco, pero parce que fue muy impactante que se hubiesen peleado.

    —No. Gordo siempre hace que cualquier cosa se oiga “impactante” —hizo el ademán de las comillas en la última palabra. Coletas pensó un poco en lo que mencionó su amigo.

    —Sí, tienes razón.

    —Ah, de todos modos tú y yo siempre seremos los mejores amigos y nada va a hacer que eso cambie, ¿verdad? —Coletas se limitó a asentir—. Vamos a ser igual que mi papá y el Sr. Todd. Siempre amigos —señaló al pelinegro—, siempre así desde que se conocieron en la secundaria.

    Después de decir esto, empezaron a platicar de otros temas hasta que el camión llegó a la parada de Sosonia, así que los pueblerinos comenzaron a bajar del bus amarillo y se dirigieron a sus respectivos hogares. Rojita y Flor se juntaron con Coletas e Hijo.

    — ¿Les dejaron trabajos? —preguntó Flor a los muchachos.

    —A mí alguno —contestó Coletas.

    —A nosotras bastante —dijo Rojita con expresión poco animada y un suspiro de desaliento.

    —Ah —Hijo también soltó un suspiro de desanimo—, no hablen de esas cosas, ¿quieren?

    — ¿Te dejaron mucha tarea? —le preguntó Rojita al verlo tan triste.

    El chico negó con la cabeza y luego con la voz:

    —No, no me dejaron nada.

    — ¿Entonces de qué te quejas? —inquirió Coletas.

    —De todo lo que tenga que ver con la escuela.

    —Ay, Hijo, nunca vas a cambiar —aseguró Flor.

    Ante esto, todos se rieron a excepción del nombrado. Comenzaron a caminar a la tienda de jugos para tomar uno de éstos y así compensar la mañana. Unos metros antes de llegar al puesto, vieron como Braket y Todd discutían en la entrada del puesto Remus. La discusión no se oía muy agradable.

    — ¡Eres la persona más desconsiderada que he conocido! —dijo con gran enfado Braket.

    —Y tú la persona más ignorante —contraatacó Todd.

    Braket hizo una expresión de dolido.

    —Eres… el peor amigo.

    La única reacción que los muchachos atinaron a hacer fue la de mover la cabeza de un lado a otro mientras escuchaban la polémica. Se sorprendieron aún más cuando escucharon decir algo preocupante a Todd:

    — ¿Sabes qué? ¡Olvídalo! Hoy, se acaba nuestra amistad.

    — ¡Eso iba a decir yo! —Fijó su mirada en Hijo—. ¡Hijo, vámonos de aquí!

    —Pero papá…

    — ¡Ahora! —y apuntó su casa.

    —Ok —accedió porque jamás lo había visto tan enojado.

    Hijo caminó, con su padre detrás de él, pero las siguientes palabras de Braket hicieron que se detuviera.

    —Y no quiero que te vuelvas a juntar con la hija del señor Remus.

    — ¡Papá! —se iba a volver, mas no lo suficientemente rápido porque Braket lo empujó por la espalda.

    —Vámonos, vámonos —y cruzaron la calle, alejándose.

    — ¡Papá! —Flor miró a su padre, suplicante, teniendo la esperanza de que los detuviera y le dijeran que lo que pasaba no era más que una broma. Las siguientes palabras acabaron con aquellas esperanzas.

    —Sí, hija, no quiero que te asocies con el hijo del Sr. Wills. Vámonos, hija.

    Y sin más remedio, Flor lo siguió, con la mirada triste y a punto de llorar. Cerraron la puerta, dejando al par restante con la boca abierta.

    — ¿Viste lo que vi? —le preguntó Coletas a Rojita.

    —Por desgracia, sí —respondió ésta.

    Más transcurrida la tarde, se encontraban tanto Rojita como Lin-Lin en la casa de Flor y la mayor se encontraba, aparte de sorprendida, bastante molesta por la noticia que acababan de comunicarle.

    — ¿Cómo es posible no los dejen verse? —inquirió con voz sofocada por la ira.

    —Pues sí, es increíble. Yo tampoco lo entiendo muy bien —declaró Flor—. Pero debió ser en verdad grave. Los des se veían muy enojados.

    —Ah, es inimaginable —confesó Lin sentándose en una silla, un poco más calmada—. Jamás creí que ocurriera algo como eso de que el Sr. Todd y el Sr. Braket se pelearan hasta el grado de hablarse por sus apellidos.

    —Sí, creo que papá se está tomando las cosas muy personales —dijo Flor.

    —Oh, pensándolo bien, quizás el Sr. Braket esté exagerando. Ya saben que él es… exagerado —indicó Rojita.

    —Pues sí, también sea posible que el Sr. Braket haya empezado la pelea. Como dices, Rojita, es muy… exagerado —concordó Flor, pensando bien las cosas.

    —No importa quien haya empezado la pelea —las retó Lin-Lin—. Aquí lo sobresaliente es el hecho de que se pelearan. Según lo que sé, son amigos desde hace mucho y una amistad así no acaba por cualquier cosa.

    En casa de Braket, Coletas se encontraba con Hijo, animándolo.

    —Me resulta imposible pensar que ya no sean amigos. Se veían sumamente molestos, Hijo. El rostro se les desfiguró de tanta ira expresada en él.

    —De seguro el Sr. Todd empezó la pelea. Hizo enojar mucho a mi papá.

    —Ah, Hijo… —Coletas lo miró.

    —Tienes razón, seguro fue mi papá. Es exagerado. ¿Ahora qué voy a hacer? Si bajo me preguntará a dónde voy. No le puedo decir que al baño porque el baño está aquí arriba.

    —Ay, Hijo, no exageres. Encontraremos una solución. Seguramente es una pelea pasajera.

    —No creo que lo sea. No son adolescentes como para que tengan esas peleas pasajeras.

    —No hay problema, Hijo, la solución se hallará. Iré a la casa de Flor porque creo que allí están las chicas. Podemos planear algo.

    Coletas bajó las escaleras.

    —Nos vemos al rato, señor —se despidió de Braket.

    —Adiós, Coletas —le sonrió con amabilidad, luego su rostro se tornó serio—. Vas a la casa de Todd, ¿cierto?

    —Ah… eh… ¿Sí?

    —Cuídate de él, cuídate de él.

    —Sí, sí.

    Cruzó la calle y llegó a la casa.

    —Hola, Coletas… Estabas en casa de Braket, ¿cierto?

    —Ah… ¿Sí?

    —Ten mucho cuidado, ten mucho cuidado.

    —Eh… sí, gracias. Pasaré a ver a Flor.

    Llegó al cuarto y las chicas vieron que estaba raro.

    —Esto en verdad es un problema —dijo sintiéndose presionado.

    E idearon un plan para hacer recapacitar a los padres.

    Hijo se encontraba aburrido en su cuarto, además de desesperado hasta el grado de casi arrancarse los cabellos. No podía salir por nada del mundo. Tenía que bajar forzosamente por donde su papá estaba y él podría descubrir si quería ir a visitar a Flor. ¡Se encontraba cautivo! Estaba al borde de padecer un episodio de locura cuando escuchó un ruido en su ventana. Como si algo pequeño la hubiese golpeado. Se dirigió a ésta, la abrió y se asomó, descubriendo a s dulce novia. Se alegró de verla.

    — ¿No es bello, Hijo? —Le preguntó no alzando mucho la voz—. Es como una historia de amor. Como Romeo y Julieta.

    — ¿Y quién se supone que soy yo? ¿Julieta?

    —Es romántico, ¿no?

    —La historia termina trágica. Eso no me gusta.

    —Entonces hay que ponerle nuestro final.

    — ¿Y cómo vamos a hacer eso?

    —Fingiendo una llamada a papá para un encargo. Coletas se encargará de hacerla y como papá no tiene transporte para ir, ya que es tu papá quien lo lleva siempre a la ciudad, no tendrá opción.

    —Perfecto, a lo mejor sí funciona. Ansío que sí.

    —Bien, sólo bien a avisarte eso. Mañana en la escuela lo haremos. Buenas noches.

    —Buenas noches, mi Romea… Ignora eso, ignóralo.

    A la mañana siguiente, en la escuela, los cuatro esperaban ansiosos la hora del recreo, para pedir un teléfono y hacer la llamada previamente planeada. En efecto, cuando sonó la campana fueron con la secretaria y le pidieron si, por favor, les permitía, por una súper emergencia, llamar a la casa Remus.

    — ¿Es muy urgente? —preguntó la secretaria, queriendo estar segura.

    —No tiene idea de la urgencia de esto —corroboró Coletas.

    La mujer accedió y lo dejó a solas con el teléfono. Marcó el número indicado y espero que contestaran.

    — ¿Diga? —habló Todd al otro lado de la línea.

    —Sr. Remus —Coletas fingió la voz a una más ronca—, quisiera unas diez cajas de su jugo para la ciudad.

    —Ah, claro, deme su domicilio.

    —Llévelos a la cuarenta… de la norte, en la avenida ocho.

    —Claro que sí. Los jugos llegarán dentro de tres horas y media a cuatro horas.

    Todd colgó.

    — ¿Qué es lo que voy a hacer ahora? Braket era quien me llevaba, pero no, ya no puedo ir con esa persona. ¡Ya sé! Iré con el Sr. Cintrón.

    Y fue.

    —Lo siento mucho —le dijo Cintrón—, el único auto que rento se lo lleva siempre un joven todas las mañanas para ir a la escuela. Lo lamento. Y no le puedo prestar mi auto porque sé que usted va hasta la ciudad y tarda mucho en regresar. No puedo prestarlo.

    — ¿Ahora con quién voy? —se preguntó pensando algo.

    Fue con otro de sus vecinos y pidió prestado el auto. El sujeto se lo prestó y muy agradecido, aunque batallando porque el auto no era más que una carcancha, se fue a la ciudad.

    En tanto, el cuarteto de amigos se bajó del camión, muy emocionados todos porque esperaban que ya se hubiesen reconciliado los adultos. Se les hizo raro encontrar la tienda de jugos cerrada y la donería no. Eso no era bueno. Siempre que los dos iban a la ciudad, de ahora que sus hijos estaban en la escuela, los dos negocios permanecían cerrados. Sospechando lo peor, Coletas e Hijo, solos, fueron hacia la donería y, haciendo cale, preguntaron por Todd.

    —No quiero que vuelvan a nombrarlo en mi presencia ni en mi casa —les dijo Braket, exaltado, y con esto los chicos descubrieron que su plan había fallado.

    —La regamos, Hijo.

    —La regaste, Coletas.

    En eso, observaron llegar a Todd en un remedo de auto. El hombre se veía enojado, como nunca lo había visto Flor, ni siquiera el día de la pelea. Todd bajó del destartalado auto y se encaminó a la donería pisando con todas las fuerzas que la ira le dio.

    — ¡Fuiste tú, ¿cierto?! —Apuntó con su dedo índice a Braket—. ¡Tú hiciste la falsa llamada! ¡Cruzaste el límite! Pero si quieres jugar de esa manera, jugaré de esa manera.

    Braket se levantó de la silla en la que estaba y se defendió, fuera lo que fuera que hubiera hecho.

    —Si planeas jugar así, bien. Así será.

    Después de aquello, el par de hombres comenzaron a gastarse bromas entre ellos. Ya fuera que Todd le pusiera “lávame” a su camioneta sucia o que Braket le pusiera el cojín ruidoso. Sí, ese tipo de bromas. Hasta que los cuatro amigos llegaron a sus límites y no se hablara de los hijos. ¡Estaban hartos! Y por eso, idearon el plan B. Se congregaron en casa de Rojita, como punto clave para que ni Flor ni Hijo batallaran con sus padres.

    Al día siguiente, igual que antes, los chicos se encontraban ansiosos por llegar y ejecutar el plan acordado. Flor e Hijo se dirigieron, cada quien, a su casa.

    Con Hijo y Braket. El hombre veía el televisor que reposaba sobre el mostrador. Se hallaba entretenido cuando llegó Hijo.

    —Papá, haz cometido un error —Braket lo miró sin entender—. Y ese error fue pelearte con Todd. Recuerda esos momentos que pasaste junto a tu mejor amigo. Recuerda cómo lo conociste en la secundaria. ¡Recuérdalo!

    Él era el popular de la secundaria y el más atrabancado, aún más con respecto a retos. Un día, junto con algunos estudiantes que en aquel entonces solían ser su compañía, hizo una rampa con material botado que habían encontrado por allí arrumbado. Se preparó para descender la pendiente con la bicicleta. Lo hizo y a una velocidad increíble. La experiencia de sentir el viento en el rostro y sentir recorrer la adrenalina correr por todo su cuerpo fue inolvidable. Nada podía ser mejor ni podía ir mal, hasta que en su camino se le atravesó el chico más normal de la escuela.

    Con Todd y Flor.

    —Papá, yo quisiera que recapacitaras por lo que… el Sr. Braket pudo haberte hecho. Recuerda esos momentos juntos. Por ejemplo, ¿cómo se conocieron? Recuérdalo, recuérdalo.

    Después de sentir que algo enorme y pesado lo empujaba con brutal fuerza y lo arrastraba varios metros por el patio escolar, lo último que recordaba era que ya se hallaba en la enfermería junto con otro chico, que al parecer, por lo que decía la enfermera, se la vivía allí y era el chico más problemático del instituto.

    —Lamento no haberte visto —se disculpó el chico problemático—. Aunque, si lo hubiera hecho no hubiera podido detener la bici en cualquier caso. Aun así, lo siento.

    No hay problema. Estamos vivos y es lo que importa.

    Y desde allí, Braket comenzó a tratarlo con más frecuencia. Según él, le había caído bien. Y Todd también admitía que pasar el tiempo con aquel chico era agradable.

    Braket acabó de recordar.

    —Es verdad…

    —Ahora, ¿te acuerdas cuando te atoraste en esa reja y no podías salir? ¿Quién estuvo allí para apoyarte? ¡Todd! ¡Todd estuvo allí!

    —Sí, tienes razón —reconoció Braket—. Iré a disculparme.

    — ¿Recuerdas cuando te atoraste en esa reja? —le preguntó Flor a su padre—. ¿Quién estuvo allí apoyándote? ¡Fue Braket!

    —Es cierto, tienes razón. Iré a disculparme con él.

    Se encontraron a media calle.

    — ¡Oh, amigo, lo siento! — dijo Todd a Braket mientras se abrazaban.

    —No, yo lo siento. Soy muy exagerado.

    —Sí, tienes razón.

    Los dos hijos se encontraban irradiantes de felicidad.

    —Sí, soy algo exagerado. Debía haberte dejado esa última papa.

    — ¿Una papa? —preguntó Hijo no sabiendo si sentirse iracundo o sorprendido.

    — ¿Se pelearon por una papa? —inquirió Flor igual que su novio.

    —Pero no fue cualquiera papa. Fue una papa “Star”.

    —Sigue siendo una papa —insistió Hijo.

    Ya los padres ni les prestaron atención, siguieron riendo como si nada de lo que días pasados hubiese pasado. En tanto, Flor e Hijo, con caras rojas de furia, se dirigieron a su respectiva casa pensando no existía nada más absurdo que pelearse por una papa.

    Todd y Braket platicaban y comían papas en la tienda de jugos, cuando Braket dijo:

    —Yo nunca me atoré en una reja.

    —Y tú nunca me ayudaste a salir de una reja, ¿o sí?

    Observaron la última papa de la cazuela y se miraron.

    —Tómala —dijo Todd.

    —No, no. Cómetela tú.

    —No seas testarudo y tómala.

    —Tú no seas terco y cómetela tú.

    —Te digo que tú.

    —Y yo te digo que tú.

    Eso es todo por hoy, hasta la proxima. Bye
     
  11.  
    Borealis Spiral

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    No puedo creerlo! Que les pasa a estos adultos? No puede ser y yo que crei que se habian peleado por algo, uff, no se, sumamente importante, algo que en verdad los dos hubieran considerado imperdonable, pero, por una papa?! Eso no tiene sentido! EN verdad que esos dos son unos ninios muy malcriados.

    Ah, pero bueno, el capitulo estuvo genial, sabes. Jejjee, claro, los padres se pelean y los hijos son los que tiene que pagar las consecuencias, eh. Ah, pobres novios, pero eso de la escena sacada de Romeo y Julieta estuvo genial. Hijo era Julieta XD

    Menos mal que las cosas se arreglaron entre los padres... o eso espero, porque al final parece que iban a tener otra rinia. Oh, oh, pero ya no me asustare cuando vuelvan a pelearse, jojo. Espero el siguiente capitulo para ver que otras aventuras tienen estos divertidos personajes.

    Hasta otra.
     
  12. Threadmarks: La casa de Krill
     
    Sonia de Arnau

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    Sosonia 2: Continúa la diversión
    Clasificación:
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    Género:
    Comedia
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    Dejando el siguiente capitulo.

    LA CASA DE KRILL
    —Hace mucho tiempo, en Krill, cuando aún no había muchos habitantes ni casas, existía un hombre que era misterioso, raro y que no se asociaba con las demás gente; era ignorado y él ignoraba. Un día, para no tener nada que ver con la sociedad, quiso hacer una casa, alejada de las demás, para poder vivir en paz. Pero no deseaba que su casa fuera idéntica a las otras, común y corriente; quería que fuera diferente y original. Así que construyó una mansión, enorme, con puertas aquí y allá; pasadizos secretos en los que podrías perderte con facilidad. Pero como toda la gente se acaba, él envejeció y murió, en su sótano, solo, y allí quedó su cadáver. Ahora, dicen que su fantasma ronda por la casa, cuidándola, para que nadie entre y le haga algún cambio. ¿Ustedes sabían de esa historia? —preguntó Gordo a Hijo y Coletas, todos hallándose en el autobús.

    —Sí, sí me la sabía —respondió Coletas.

    — ¿Sí se la sabían? —inquirió una vez más, indignado—. ¿Por qué me hace perder el tiempo? Me hubieran dicho que ya se la sabían… ¡Feliz! —gritó dirigiendo su vista a los asientos delanteros, donde se encontraba el nombrado—. ¡Feliz! ¿Tú te sabes la historia de la casa de Krill?

    —Eh… no, creo que no.

    —Perfecto —los ojos de Gordo brillaron de manera extraña, y muy emocionado, se alejó del par de amigos para dirigirse con Feliz y sentarse a un lado de él, claro, después de correr a un chico para que le dejara el asiento.

    —Oye, Coletas, ¿qué te parece si vamos a esa casa para ver si asustan realmente? —le preguntó Hijo con la curiosidad a flor de piel.

    Coletas no le respondió. Llegaron a Sosonia, bajaron del autobús, se reunieron con las chicas y los cuatro fueron a la tienda de jugos.

    — ¿Y ese milagro que se pasan por acá en vez de ir a la donería? —les preguntó Todd emocionado y con una sonrisa.

    Los chicos sonrieron apenados. Todd les acercó unos jugos y mientras ellos disfrutaban de la bebida y hablaban de lo que les pasó en el día, Coletas cambió el tema drásticamente al preguntarles a las chicas:

    — ¿Qué tal si vamos esta noche a quedarnos a dormir en la casa de Krill?

    Hijo lo miró espantado.

    — ¿Qué? ¿Vamos a ir? Coletas, era una broma lo que te dije.

    —Se oye divertido —dijo Rojita.

    — ¿Qué le ves de divertido entrar a una casa ajena llena de fantasmas?

    —Vamos, Hijo, ¿no me digas que tienes miedo? —le preguntó su novia con sorna.

    —Claro que no, yo no creo en eso. Es precaución.

    Se armó una ligera discusión y Coletas logró convencerlos.

    —Está bien, pero lástima que no nos va a dejar ir —Hijo se volvió a Todd—: ¿Verdad que no, Sr. Todd? ¿No dejará ir a Flor a la casa de Krill?

    —Claro, claro que sí. Vayan, suena divertido, por mí no hay problema. Pueden ir.

    —Ok… pero mi papá no me va a dejar ir, lo conozco muy bien como para saberlo.

    —Bien, vamos a convencerlo.

    Cruzaron la calle y llegaron al otro negocio.

    — ¿Verdad que no, papá? —fue el ojiazul el primero en hablar.

    — ¿No qué? —cuestionó Braket.

    — ¿No me dejar ir a la casa de Krill, en la noche, a dormir? —completó la inquisición.

    —Claro que sí —aceptó emocionado y cogió las llaves del mostrador—. ¿Los llevo?

    Los cuatro salieron a pasear al parque a jugar un rato, a empezar a disfrutar el fin de semana, mientras comentaban lo de su viaje. En eso, un secuaz de Triple escuchó la conversación y corrió directamente a su casa a comunicarle todo a su patrón. Lo encontró en el baño con navaja en cuello.

    — ¡No! —Gritó el secuaz—. No se suicide, jefe. Yo sé que Coletas es mejor que usted y que Lin-Lin lo evita a toda costa, pero no lo haga. Todo se solucionará.

    Triple lo miró con la boca abierta y con un tic en el ojo derecho, tratando de procesar lo que había escuchado. Respondió enojado y apuntando la puerta del baño:

    — ¡Largo de aquí! ¡No me iba a suicidar, me estaba rasurando! Fuera o te mato aquí y ahora —mostró la navaja.

    El secuaz asustado y tuvo que esperar hasta que salió.

    —Jefe.

    — ¿Ahora qué?

    —Coletas y sus amigos se van a ir a la noche a la casa de Krill.

    — ¿A la casa de Krill? —repitió Triple, confundido—. ¿Qué acaso no hay muchas casa en Krill? ¿Por qué esta es diferente a las demás? ¿Tiene parientes allí? ¿Qué es esa casa? —se dirigió a su secuaz.

    —Ah, bueno, en realidad no lo sé. Sólo escuché que iban a ir a esa casa.

    — ¿Qué clase de secuaz eres al venir i traerme información incompleta? Iré con la persona que lo sabe todo en Sosonia: Gordo.

    Y en eso se fue. El secuaz se sentó, tomó su libro y siguió leyendo de donde se quedó la noche anterior.

    Triple llegó a la casa de Gordo y tocó. Abrió el joven y lo saludo extrañado.

    — ¿Triple?

    —Gordo, tengo algo que preguntarte: ¿qué es la casa de Krill?

    — ¿No sabes la historia de la casa de Krill?

    —No…

    —Pasa, pasa, pasa.

    Y pasó sin darse cuenta de lo que realmente le esperaría allí; porque el resto de la tarde transcurrió, hasta que casi su puso el sol fue cuando Triple abrió la puesta para salir, mareado de tanto escucharlo.

    —… ¿Cómo ves? Y eso le pasó —concluyó Gordo una historia y luego recordó algo—. Oh, oh, y me sé otra parecida a esa. Es de…

    —No, no, no, Gordo, en serio. Tengo mucha prisa, muchas cosas que hacer. Otro día vengo si quieres con galletitas y té y todas esas cosas; pero ahorita tengo algo muy importante que hacer.

    Y antes de que Padilla pudiera pronunciar una palabra más, salió corriendo de allí hacia el bosque, mientras aún resonaba en su cabeza la voz de Gordo. Se encontró con los tres habitantes del bosque haciendo lo que mejor sabían hacer… acostados en las hamacas, apreciando el bello atardecer.

    — ¿Jefe? —inquirió Payaso sorprendido al verlo.

    — ¡Triple! —Fea se asió de inmediato de la hamaca.

    —Necesito hablar con Jumbo.

    — ¿Conmigo? ¿Por qué mejor no habla con Payaso o con Fea que está a su lado?

    —Necesito que me lleves…

    “Oh, no”, pensó Jumbo, “¿Por qué le enseñé mi licencia?”

    —… a la casa de Krill.

    — ¿A la casa de Krill? —Preguntaron los tres, extrañados, luego Jumbo continuó—: ¿Y qué es eso exactamente?

    —Oh, yo te lo cuento en el camino, pero no vayas con Gordo. En serio, no vayas con él.

    Y con eso se lo llevó, junto a tres secuaces suyos, los mayores. Llegó primero que Coletas y los demás.

    —Jumbo, te quedarás aquí, escondido, hasta que lleguemos —ordenó Triple.

    —No —alargó la palabra como un alarido.

    —Hay comida en la guantera.

    — ¡Yupi! Me quedo todo lo que quiera.

    Y se adentraron a la casa gracias a que Triple puso en práctica la maniobra que Rayo le enseñó de abrir las puertas con un alambre. Esperó a que su enemigo llegara.


    La noche había caído y los cinco se bajaron de la camioneta de Braket.

    —Si hay problemas me llaman —les dijo Braket antes de irse—. Que tengan dulces sueños —y desapareció.

    —Eso quisiera yo —se dijo Hijo casi llorando.

    Se acercaron a la casa.

    —Ah, es una lástima que la puerta esté cerrada —fingió desaliento el ojiazul—. Ni modo, llamemos a papá.

    Lin-Lin, que también fui invitada y aceptó sin chistar, se acercó a la puerta y la empujó un poco, logrando que ésta cediera un poco.

    —Mira, Hijo, está abierta la puerta.

    —Sí, ya lo noté.

    Cuando la abrieron por completo un chirrido escalofriante se dejó oír, perturbando un poco a los presentes. Ingresaron al lugar.

    — ¿No es extraño que la puerta estuviera abierta? No es por nada, pero en verdad pensé que estaría cerrada —comentó Rojita. Flor asintió.

    Lin-Lin aspiró hondo y un olor repugnante se adentró a su nariz.

    — ¡Qué asco! Huele a Triple.

    Triple, desde su escondite no muy lejos de allí, escuchó aquello y se olió. Molesto, aunque en voz baja, se dirigió a sus secuaces y les recriminó:

    —Les dije que esa colonia no servía —luego se percató bien que Lin-Lin estaba allí—. No puede ser —se dijo preocupado—. No quiero asustarla a ella. Oh, no, mi plan fracasará… Espera, es perfecto. Sí, perfecto.

    Imaginación de Triple.

    Lin-Lin se asustó por un ruidito que él y sus secuaces hicieron.

    ¡Oh, no! gritó ella y en eso llegó é, abrazándolo protector mientras la consolaba y decía:

    No te preocupes mi bella Lin-Lin, aquí está tu hombre para que te proteja y te salve de toda calamidad que hay aquí.

    Oh, Triple aferrándose más a él—, mi héroe. Te amo…

    Realidad de Triple.

    —Sí, sí, sí. Mato a dos pájaras de un tiro. Excelente.

    E inició su operación asustar a Coletas para demostrar lo gallina que era y tener en brazos a Lin-Lin. Mientras los cinco recorrían la casa, Triple y compañía comenzaron a mover y arrastrar muebles y demás cosas que habían encontrado en varios lugares de la desolada casa. Al escuchar el tétrico chirrido de las cosas arrastradas, un estremecimiento se apoderó de los cinco.

    — ¿Qué ha sido eso? —inquirió Rojita, insegura.

    —No lo sé, pero de lo que sí estoy bien seguro es que debemos salir de aquí —contestó Hijo asustado.

    —No, chicos. Seguramente fue nuestra imaginación, estamos sugestionados —aseguró Lin-Lin —. Voy a seguir, hay que seguir.

    Siguieron caminando por el pasillo.

    —Ustedes —dijo Triple a sus secuaces—, hagan eco.

    Los tres colocaron sus manos alrededor de su boca y lanzaron una exclamación indescifrable que se prolongó por el solitario pasillo como un eco aterrador que para los cinco pareció un “boo”. Un nuevo escalofrío recorrió a los amigos, pero pensando que fue el sonido del viento, aunque la noche era calmada, o de algo del exterior, se armaron de valor y continuaron adentrándose a la enorme mansión.

    —Son más valientes de lo que esperaba —admitió Triple—. ¿Qué podré hacer?

    Intentó pensar en algo en verdad concreto porque la verdad era que nunca supo qué hacer, sólo había improvisado. Pasos lejanos se hicieron oír. Los cinco se detuvieron y Triple dejó de pensar.

    —Oigan, quédense quietos. No hagan nada que no les diga —reprendió Triple a sus secuaces, viéndolos a su lado muy serenos.

    —No hemos hecho nada.

    Se repitieron los pasos, ahora más cerca, como si se dirigieran a ellos.

    — ¿Sí oyeron eso? —preguntó Flor sumamente amedrentada.

    Los cuatro la miraron con expresión sombría y se limitaron a asentir. Ahora, escucharon un rechinido de una puerta al… ¿abrirse? ¿Cerrarse?

    —Es el hombre de la historia —susurró Triple con la piel de gallina.

    Un azote de puerta se hizo presente esta vez y luego múltiples murmullos por demás inentendibles, lo que hacía de la situación más aterradora. Triple salió de su escondite y se acercó a los cinco, con mucho miedo.

    —Oigan.

    Los cinco pegaron un gritillo y hasta saltaron del susto. Luego, Lin-Lin, al verlo, frunció el ceño molesta.

    —Ah, conque fuiste tú.

    —No, no, no, espera, espera —se defendió Triple—. Sí fui yo el de los ecos y las cosas arrastrando, pero lo que escuché yo no lo hice.

    —Entonces es el hombre —reconoció Hijo.

    —Sí, eso fue, eso fue.

    Coletas iba a decir algo cuando oyeron risas, terribles y espeluznantes risas macabras. Y esto los exaltó aún más. Ahora sí, habló el moreno:

    —Hay que ir a ver qué fue eso. Debemos acabar con lo que empezamos.

    Y los nueve se adentraron más y más a la casona, encaminándose a una puerta al final del pasillo que les resultó bastante sospechosa. Antes de estar por completo frente a la puerta, un grito salió del otro lado de ésta y ya no pudiendo soportar más la situación, Triple salió corriendo de allí con su trío detrás de él.


    Jumbo seguía comiendo y al echar una miradita por el retrovisor observó como Triple se acercaba al auto como alma que se lleva el diablo.

    — ¿Tan rápido vino? —le preguntó Jumbo.

    —Arranca, Jumbo, arranca porque ese hombre está detrás de nosotros.

    Haciendo caso a su jefe, el joven encendió el motor y anduvo.

    — ¡Espérennos! ¡Espérennos! —Gritaron los secuaces de Triple corriendo tras el coche y agitando los brazos—. ¡No nos dejen aquí!


    En tanto, los cinco seguían en el mismo lugar. No se asustaron, no corrieron ni nada por quedar pasmados al ver a Triple correr de esa manera.

    — ¡Uf! —Refunfuño Lin—. ¡Vaya valentía la suya!

    Hijo colocó su mano sobre el hombro de su amigo.

    —Coletas, Triple rompió tu récord.

    Escucharon ser manipulado el cerrojo de la puerta y los cinco centraron su atención, una vez más, en ella. La curiosidad por saber qué había allí y qué pasaría si se enteraban de aquello, superaba por mucho su terror, y el apresurado latido de sus corazones se debía o bien al miedo o a las ansias de saber. Se quedaron allí, inmóviles, mientras la puerta se abría poco a poco. Tragaron saliva sintiendo la tensión en el ambiente.

    La puerta se abrió por completo y salió un joven que se asustó de verlos, aunque él causó la misma reacción en ellos. El joven puso su mano en su pecho y suspiró, relajándose.

    — ¿Vinieron a la fiesta? —les preguntó éste.

    — ¿A la fiesta? —repitió Coletas sin entender.

    —Sí, a la que siempre hacemos aquí dos veces a la semana por ser el único lugar donde no nos regañan.

    —Oh, así que una fiesta —dijo Lin-Lin atando cabos de todo lo que había escuchado.

    — ¡Sí! ¡Comida! —gritó Hijo olvidando su sentir anterior, corriendo a la fiesta.

    Así, descubrieron que ese mito, leyenda, historia, era falsa. Como cualquier historia de este tipo.

    Bueno, es todo por hoy. Hasta la proxima.
     
  13.  
    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
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    Ajajaja, pero qué dos capítulos tan geniales. Me han encantado. En verdad jamás esperé que Braket y Todd se pelearan de esa manera, parecían dos niños... bueno, qué digo niños, pero que sus propios hijos xDD Y luego la manera de convencerlos nuestros queridos jóvenes, inventándoles esa historia que finalmente los hizo ir a pedirse disculpas, ahahaha, fue lindo. ¿Y por una papa se pelearon? Es inconcebible que haya sido por una papa, pero bueno, ¿qué se puede esperar de los adultos de Sosonia?

    Y este último capítulo me ha gustado mucho más. La narración fue muy buena, la historia como se contó y sobre todo el enrollamiento de los personajes, es decir, el desempeño que tuvieron en la historia. Yo también me emocioné al pensar en pasar una noche es una casa embrujada, jajaja, y mira los padres, tan apoyadores en este caso para que sus hijos hicieran eso. Me encantó la manera de como hijo quiso impedir la ida a la casa de Krill xDD

    ¿Triple corriendo como niñita asustada? Ah, no importa, me encanta Triple, sé que algún día se armará de valor para dejar de ser un cobarde xDDD ¿qué? Las esperanzas mueren al último, ¿no? Y extraño a Payaso, este chico hermoso es otro de mis personajes preferidos xD.

    ahaha, me gustó la manera como Lin Lin olió a Triple sin equivocación alguna. Ah, estuvo geial este capítulo. Al final resultó que lo de la leyenda, mito o lo que fuera eso, era mentira. Espero que los chicos se hayan divertido mucho en esa fiesta. Lástima, Triple y sus amigos se la perdieron.

    Espero el siguiente capítulo. Saludos y cuídate mucho.
     
  14.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

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    Jajaja, que divertido capitulo, en verdad que si. Uff, yo conozoco a personas que hablan y hablan y ni dejan de hablar igual que Gordo y si, en verdad marean y mucho, pobre de Triple.

    Ah, lo de la casa embrujada estuvo genial, eh. Las historias de ese tipo abunda y pues obvio que no podia faltar una aqui. Y eso de pasar una noche alli, ufff, que miedo! Estoy igual que Hijo y Triple, ellos demostraron ser los mas cobardes, aunque por lo menos Hijo no corrio como Triple XD

    Jumbo, insisto, ese chico me gusta, tiene una personalidad genial y me gusta que ame la comida tano como yo, mira que quedarse solo por eso. Genial capitulo. Espero ansiosa el siguiente, ok?

    Hasta otra.
     
  15. Threadmarks: El documento
     
    Sonia de Arnau

    Sonia de Arnau Let's go home Comentarista empedernido

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    Hola! Por fin! aqui dejando el capitulo seis.

    6.- EL DOCUMENTO
    Feliz caminaba por el parque mientras su mirada recorría su alrededor, buscando al conocido cuarteto. Y los encontró en la cancha de basquetbol, donde estaban Hijo y Coletas jugando mientras Flor y Rojita veían a los chicos, conversaban de algo y reían. Se acercó a ellas y la saludó. Las jóvenes devolvieron el saludo.

    — Me preguntaba si hoy, que es sábado y no hay clases, quisieran ustedes, Hijo y Coletas ir a mi casa a comer unos pastelitos y tomar té.

    Las chicas intercambiaron miradas y accedieron, contentas. Feliz se retiró, dejándolas solas unos instantes porque momentos después Coletas e Hijo se acercaron a ellas, quienes les informaron lo de la invitación de Feliz.

    — ¡Por supuesto que voy! —dijo Hijo jubiloso—. Si se trata de comida yo voy a donde sea.

    Y así, los cuatro se dirigieron a la casa del anfitrión, un lugar muy lindo por cierto, tocaron y la madre de Feliz los atendió.

    —Hola, chicos. Adelante, pasen, siéntanse como en su casa. Feliz está en la cocina, no tarda en regresar.

    La mujer los condujo a la cocina y les indicó que tomaran asiento, luego se retiró. Minutos antes, Feliz acababa de preparar todo.

    —Déjame ayudarte —dijo Flor a punto de levantarse de la silla al ver al chico con una gran charola entre sus manos, donde estaban los pastelitos y las tazas.

    —No, no. Tú eres invitada aquí, yo lo hago, gracias.

    Luego, Feliz repartió el té y a cada uno le dio un pedacito de pastel en un plato.

    — ¿Qué? ¿Eso es todo? ¿No nos van a dar otra cosa o algo así? —inquirió Hijo, desilusionado.

    Sus compañeros lo miraron con irritación y a Feliz le pareció un mal agradecido, pero decidió tranquilizarse y se sentó, desgraciadamente, a un lado del ojiazul. Comenzaron a hablar de temas diversos y fue cuando Feliz les mostró un suéter.

    — ¿Qué opinan de esto? —les preguntó—. Es un regalo que le daré al nuevo hermanito de Mio, Mario Natanael.

    —Ah, pues acaba de nacer, ¿verdad? —mencionó Rojita.

    —A ver, quiero verlo —pidió Hijo mientras sujetaba una manga de la pequeña prenda.

    Feliz, no tan dispuesto a dejar que alguien tan desastroso como Hijo lo viera, se resistió al jalarlo de la otra manga.

    —Déjame verlo —siguió diciendo Hijo estirándolo más y, ante el forcejeo, los dos tiraron sus tazas con té a medio llenar. Como acto reflejo ante esto, Feliz soltó el suéter y se levantó de la mesa; luego, Hijo soltó la otra manga y se tomó la cabeza—. Los siento.

    Se disculpó y sin poder evitarlo, el suéter cayó en la mesa y podría decirse que fue éste el que limpió el té derramado, mojándose en mayor parte. Feliz levantó la prenda que había tejido con sus propias manos y miró la gran mancha, sabiendo que eso no se le quitaría ya. Se molestó.

    —Largo —pidió con voz sofocada por la ira.

    —Lo siento, yo…

    — ¡Largo de aquí!

    Y no sólo Hijo, sino todos, se levantaron para dirigirse a la puerta y salir de la casa de Feliz, muy avergonzados. Debido a que el ojiazul les había arruinado el día, las chicas se fueron por su lado, dejando al par de amigos solos.

    —Oye, Hijo, en la mañana cuando me levanté estaba limpiando los estantes que hay en el sótano de mi casa para acomodar un montón de cajas que había allí. ¿Me ayudarías a acomodarlas?

    Al instante, Hijo puso cara desganada; en definitiva, la idea no le agradó, pero le dijo que sí lo ayudaría, era un buen amigo después de todo. Llegaron a la casa de Coletas y bajaron al sótano donde se podía ver un desastre total por esas cajas.

    — ¿Todo esto ya estaba aquí? —le preguntó Hijo.

    —Sí… —Coletas tomó una de las cajas para empezar a acomodar todo aquello.

    — ¿Y sabes lo que tienen? —volvió a inquirir el otro.

    —No. No veo por respeto a la gente que vivió aquí…

    Pero Hijo no lo escuchó porque ya había abierto una de ellas.

    —Mira, Coletas, ¡fotos!

    —Tú no tienes respeto por las personas, ¿verdad?

    Sin remedio, Coletas se acercó a su amigo y observó muchas fotos antiguas. Hijo sacó una en blanco y negro donde se mostraba la presidencia a medio construir y a mucha gente trabajando. Hijo apuntó a un niño que muy sonriente, a pesar de estar chimuelo, se había puesto frente a la cámara.

    — ¿Sabes quién es él, Coletas?

    —No.

    —El Sr. Reyd

    Coletas se sorprendió mucho.

    —Se parecen mucho —siguió diciendo Hijo sacando otra foto, mucho más antigua que la otra, donde se veía a una mujer de mediana edad junto a un adolescente—. Ella es la fundadora de Sosonia, Sonia y él es su hijo, Martín Cipriano —volvió a dejar la foto en su lugar—. Muchas fotos, muchas fotos. Hay cosas interesantes en estas cajas.

    —Ya deja de chismosear y ciérrala. Mejor ayúdame a acomodarlas.

    Al verse regañado, Hijo tuvo que acatar lo dicho y comenzó a ayudar a su compañero.


    En la alcaldía, Reyd hacía lo que siempre hacía, es decir, dormir. Estaba en su tercer sueño de la mañana cuando escuchó, medio no queriendo, la voz de su secretaria que lo llamaba. Abrió los ojos con pesadez para verla.

    —Sr. Reyd, vienen a buscarlo.

    — ¿Ahora quién? Si no es nada importante diles que vengan después —y volvió a acomodarse para seguir con su siesta.

    —Es importante. Son licenciados de la Ciudad que viene en nombre del presidente de allá y necesitan hablarle de algo delicado.

    — ¿Licenciados? Debe ser importante.

    Se levantó de su cómoda silla y fue a verlos. En efecto, allí se encontraban un par de hombres vestidos con traje y cargando maletines. Hicieron los respectivos saludos, luego uno comenzó a hablar:

    —Sr. Mandamás, estamos aquí para informarle que se construirá una fábrica de automóviles aquí en Sosonia…

    —Alto, alto —lo interrumpió Reyd—. ¿Con qué derecho si el pueblo no ha hablado?

    —Son órdenes del presidente…

    — ¿Pero por qué? Sosonia no tiene nada que ver con ellos. Es algo aparte.

    — ¿De qué está hablando? Este lugar es una fracción de la Ciudad.

    —No, no, discúlpeme pero no. Sosonia es un municipio aparte de la Ciudad. Hace mucho se sabe que el pueblo es independiente a cualquier lugar que lo rodea. Es más, está el documento de prueba. Se lo mostraré —se dirigió a su secretaria—. Ve a buscarlo en los archivos— la mujer estaba por cumplir lo ordenado cuando Reyd volvió a hablar—. No, espera, yo mismo lo buscaré —y recalcó el “yo mismo”.

    Fue a su oficina y comenzó a buscarlo, para su sorpresa no lo encontró. Desesperado, le pidió a su secretaria que lo ayudara a revisar cada folder. En tanto, los hombres miraban el reloj constantemente. Tenían prisa.

    —Regresaremos al día siguiente —dijo uno—. Si al volver no nos muestra ese documento declararemos que Sosonia forma parte de la Ciudad y se hará lo que el presidente diga.

    Los hombres se retiraron, dejando a un preocupado Reyd, quien buscó y buscó por todo los papeles y no lo puedo encontrar. Incluso revisaron todo dos veces, pero el anhelado documento no apareció. Un rato después, llegó Coletas, listo para trabajar y vio a Reyd como nunca antes lo había visto: moviéndose de aquí para allá, algo que en definitiva lo preocupó.

    — ¿Le pasa algo, Sr. Reyd?

    —Estamos en terribles aprietos —fue su introducción para después contarle todo lo que pasaba—. Si no encontramos ese documento se desperdiciará este hermoso lugar con una espantosa fábrica.

    —Quiero ayudar —se decidió Coletas y empezó a buscar también.

    Hicieron y deshicieron la oficina de Reyd e incluso buscaron en el museo, que estaba a un lado de la oficina de Reyd. El alcalde concentrado estaba en seguir buscando que no notó que alguien había entrado a su oficina y se había quedado allí, quieto, sin decir nada.

    — ¿Qué es lo que quieres, Luis? —inquirió el Mandamás una vez notó la presencia del chico—. ¿No ves que estamos ocupados buscando algo sumamente importante?

    —Ah, sólo venía a decirle que ya terminé el servicio comunitario de hoy.

    —Bien, bien, ¿qué esperas? Puedes irte.

    Reyd siguió con su labor en tanto Luis corría a su humilde morada para comunicarle a su jefe de aquello tan importante que el hombre buscaba.

    — ¡Jefe! —gritó a todo pulmón en cuanto entró a la choza.

    — ¿Qué? —preguntó Triple con los ojos entrecerrado, justo enfrente del chico.

    —El Sr. Reyd está buscando algo sumamente importante y también Coletas.

    — ¿En serio? —la oportunidad que Triple necesitaba brilló—. En ese caso también hay que buscarlo —se dirigió a sus otros secuaces—. ¡Dejen de hacer lo que están haciendo!

    —Yo no fui —se defendió uno alzando las manos. Triple lo miró con la boca abierta.

    —De acuerdo… después me enteraré de eso. Primero, tenemos que buscar eso tan importante. Vayan y háganlo.

    — ¡Sí!

    Los secuaces salieron de la casa dejando solo a Triple, poco después, regresaron.

    —Ah… ¿qué se supone que tenemos que buscar?

    Triple miró a su secuaz informativo.

    —…No lo sé.

    — ¿Y luego? ¿Qué clase de información incompleta es esa? No puede ser, no puede ser. ¿Por qué siempre me hacen esto? Creí que cambiarían, pero lo dudo, lo dudo. ¿Qué hacen aquí? Investiguen lo que estén buscando.

    Y junto a sus subordinados, él también se dirigió a saber qué se buscaba con tanto empeño y por qué era tan importante. Entonces, el castaño decidió que la mejor manera de enterarse de todo lo que pasaba era preguntándoselo a Reyd directamente, pero de manera insospechada. Se dirigió a la presidencia y lo encontró fuera del edificio.

    —Sr. Reyd, ¡qué bueno que lo encuentro! —comenzó Triple—. Verá, estoy haciendo una encuesta sobre: ¿qué es lo más importante para usted?

    —Dormir.

    Triple lo miró extrañado. “No creo que estén buscando el mundo del sueño”.

    —Bueno, ¿qué cosa es mucho muy importante para usted?

    —Mi osito de peluche.

    “No, no creo que esté buscando el mundo de su peluchito”.

    —De acuerdo, ¿qué es para usted algo tan importante que podría afectar Sosonia?

    —No poder dormir.

    Triple se quedó en blanco. No podía creer lo que estaba escuchado.

    — ¿Se terminó la encuesta?

    — ¡Sr. Reyd! —Salió Coletas de la presidencia—. No está en ningún lado. ¿Podría estar en algún otro lugar?

    —Búsquenlo bien, búsquenlo bien. Ese documento tiene que ser hallado —Reyd dejó de lado a Triple y entró a la presidencia.

    —Ah, con que un documento, ¿eh? —se dijo el chico pensativo—. Entonces hay que encontrarlo y si lo hago, seré el héroe porque es muy importante. Una oportunidad única… Pero, ¿dónde podrá estar? Si no está en donde debería estar, entonces está donde no debería estar ¿y dónde no debería estar? Si está donde no debería estar, puede estar en cualquier lado.

    Pensó un momento más y decidió ir a donde se encontraban los más viejos de Sosonia. Quizá ellos sabían o tenían conocimiento de algo respecto a esto; no le hacía mal preguntar. No obstante, por mucho que indagó no llegó a ni una respuesta concreta ni a una mísera pista siquiera.

    Ya habían transcurrido algunas horas de búsqueda intensiva sin resultado; así que, en la presidencia, Reyd le dijo a Coletas:

    —Ya está bien, muchacho. Es hora de comer, será mejor que repongas esas energías con alimento. De cualquier manera, mi secretaria y yo vamos a mi casa y lo buscaremos allá.

    Coletas asintió y salió del edificio, caminó hasta que llegó a la plaza, donde se encontró con Hijo.

    — ¿Qué hay, Coletas? —lo saludó enérgico—. Oye, ¿qué tal si vamos a algún lado a comer?

    —No puedo ahora, Hijo. Estoy buscando algo importante.

    — ¿Qué es? —la personalidad curiosa de Hijo salió a flote.

    Coletas le hizo un recuento de todo lo que había pasado con los licenciados y la importancia del documento ese.

    —Pero no hemos tenido éxito. El Sr. Reyd fue a buscarlo a su casa, espero que esté allí —concluyó el moreno.

    —Oye, Coletas, si ese documento no está donde se supone debería estar, entonces está en donde no debería.

    —Es cierto, a lo mejor sí está en casa del Sr. Reyd, ¿verdad?

    —No, yo hablaba de tu casa.

    Ante lo escuchado, a Coletas se le prendió el foco y recordó las cajas viejas que estaban en su sótano y todo lo que encontró en ellas.

    — ¡Tienes razón! —reconoció y con paso veloz se dirigió a su casa, teniendo a Hijo detrás de él.


    Mientras, Triple ya había terminado de hablar con el último anciano y caminaba por las calles, decaído.

    —Esto es imposible. Por más que pregunte nadie sabe nada. ¿Qué hago? ¿Dónde estará? ¿Dónde, dónde?... Espera —razonó bien las cosas—. Y si lo que hice estuvo mal. No es que lo sepan los viejos de Sosonia, sino que esté en la casa más vieja de Sosonia. La de Coletas.

    Y aprovechando que su enemigo estaba en otro lado, corrió a su casa.


    Coletas e Hijo llegaron a la casa del primero. Entraron y bajaron al sótano rápidamente para buscar ese papel, sin notar que Triple arribaba a esos dominios.

    —Oh, fue más fácil de lo que pensé —se dijo Triple al descubrir la puerta abierta y poder entrar sin problemas. Iniciaría su búsqueda por el sótano, así que bajó a éste encontrando a Coletas y a Hijo—. ¡Hey! ¿Qué hacen aquí?

    — ¿Es en serio? —Cuestionó Hijo incrédulo—. Esta es la casa de Coletas, ¿qué haces tú aquí?

    Y mientras Triple e Hijo discutían, Coletas siguió buscando, ignorándolos por completo, hasta que dio con lo que buscaba.

    — ¡Aquí está! —gritó feliz alzando el documento, victorioso. Sin embargo, Triple se lo arrebató—. ¡Hey!

    Como el ojiverde se olvidó por completo de Hijo, éste aprovechó y logró quitarle el papel a Triple, quien, obviamente molesto, se abalanzó sobre él y tras un forcejeo, consiguió quitarle el documento. Ya teniéndolo en su poder, subió las escaleras con los otros dos detrás de él y lo corretearon por toda la casa hasta que lo acorralaron entre una pared y ellos.

    —Eso no es justo. ¿Dos contra uno? ¡No se vale! —replicó el castaño.

    — ¿En serio? —volvió a inquirir Hijo, sin creerlo—. ¿Hablas de justicia cuando estás invadiendo propiedad privada?

    Los dos amigos se lanzaron contra Triple y volvieron a quitarle el papel; luego, ni tardos ni perezosos, salieron de la casa como almas que se lleva el diablo, teniendo a Triple, furioso, a sus espaldas. Entonces Hijo se quedó a retener al mayor mientras Coletas continuó su camino a la casa de Reyd, donde seguramente seguía el alcalde, pensó Coletas. Llegó y tocó la puerta con desesperación.

    — ¡Sr. Reyd! ¡Sr. Reyd, abra! —gritó con prisa.

    — ¿Qué pasa? ¿Qué pasa? —El hombre salió de su casa y Coletas le mostró el documento—. ¿Lo encontraste? ¡Oh, qué alivio! Chico, eres el salvador de Sosonia, muchas gracias.

    Triple apareció en el momento en que Reyd le decía a Coletas lo de su heroísmo y eso lo enfureció mucho. Otro intento fallido. Sin más, cabizbajo se fue de allí y así concluyó el día, demostrando que Sosonia es un municipio aparte de la ciudad Ciudad xD



    Eso es todo por hoy. Hasta luego. Bye
     
  16.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

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    Jajaja, este capitulo estuvo increible, la verdad es que si. Me divirtio desde el principio. Oh, pobre de Feliz con Hijo, hay no, de veras que... hay no. Como pueden aguatar a ese chico sus amigos? Hm, y vaya que les arruino el dia. Oh, asi que Coletas tiene cosas que revelan un poco del pasado de Sosonio. Jejeje, me imagine a Reyd y me dio risa y luego eso de la fudadora Sonia, con razon el pueblo se llama como se llama. Y me gusto el nombre del hijo. Martin Cipriano, genial.

    Oh, ese papel en verdad era importante. Cuando no lo hayaron me asuste un buen. Como asi que iban a arruinar el pueblo con una fabrica? No, no, que bueno que todo ese asunto se arreglo, pero por lo que tuvieron que pasar. Triple, ah, Triple, me das tanta penita. Simplemente tu opotunidad para brillar no llega todavia, pero espera, ya llegara. En verdad genial en capi, espero ansiosa el siguiente.

    Hasta otra.

    P.D. Los puntos que le dio Hijo a Triple estan para pensarselo bien XD

    P.D. La ciudad Ciudad, de verdad que todo aqui es orginal :P
     
  17.  
    Marina

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    Ajaja, en verdad no hay algún capítulo que no me saque un par de risas y ese razonamiento de Triple y posterior de Hijo "si el documento no está donde debería estar, entonces está en donde no debería estar..." ahaha, sí que es genial. Y fue así como pudieron encontrar el anhelado documento que mostró que Sosonia es independiente de la ciudad Ciudad, xDDD otra frasesita que me hizo sonreír xDD

    Muy divertido el capítulo, aunque me extrañaron todas esas cajas con fotos del Mandamás y la fundadora de Sosonia. Los antiguos dueños sí que coleccionaban cosas xD

    Estaré pendiente del siguiennte capítulo. Cuídate y gracias por tan divertidas aventuras.

    Abrazos.
     
  18. Threadmarks: El lago MC
     
    Sonia de Arnau

    Sonia de Arnau Let's go home Comentarista empedernido

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    Sosonia 2: Continúa la diversión
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    Estoy feliz por que voy a retomar esta absurda historia/serie. Deseó terminarla. Así que, de nuevo me tienen por aquí para seguir subiendo de esta comedia rara, pero que no puedo dejarla sin más, ya que por ser la primera de todas, le tengo una enorme estima. Con su permiso, les dejo el capítulo 7.

    Capítulo 7.- EL LAGO MC

    Era como siempre una mañana muy alegre en Sosonia y, como siempre, estaba Coletas junto a, como siempre, su mejor amigo Hijo, quienes se encontraban en el restaurante Los Mil Gustos en tanto ordenaban un platillo especial de la casa; como siempre, Lin-Lin los atendió y mientras conversaban acerca de lo que ellos tendían hablar, entró al restaurante, como siempre… Ah, esperen. ¡No! Entró al restaurante Ironio y se sentó en la mesa que acostumbraba, la que se encontraba a un lado de la puerta de la cocina y a la que normalmente nadie le gustaba, pero a este misterioso sí. Coletas e Hijo lo observaron sorprendidos.

    —Hola, Iro —lo saludó el chef Remmy—. ¿Lo de siempre?

    Por alguna extraña razón, los chefs eran siempre quienes lo atendían; ya ni Lin-Lin desde que trabajaba allí como camarera lo atendía, aunque la verdad era que casi nunca se veía por esos lares.

    Ante la pregunta del cocinero, el chico tan sólo se limitó a asentir con la cabeza, sin hablar, algo poco inusual en él. Remmy entró a la cocina a prepararle lo que siempre pedía cada vez que se pasaba por allí. Antes curioseaban sobre qué lo traía por allí, pero como siempre decía lo mismo: “sólo una vuelta”, decidieron no preguntar más. Unos minutos después, el niño fijó su vista en Coletas e Hijo, quienes continuaban mirándolo con asombro y voltearon a otro lado la cabeza pretendiendo que no lo notaba cuando él clavo sus ojos en ellos; aun así sintieron la penetrante mirada del joven sobre ellos.

    —Oye, Coletas —susurró Hijo.

    —¿Qué pasa? —inquirió en el mismo tono.

    —Ese chico me da miedo.

    Coletas giró un poco su cabeza para detallar de reojo a Ironio, quien ya no los miraba.

    —A mí me parece misterioso.

    —Es misterioso, por eso me da miedo. No se sabe lo que piensa y ni siquiera se sabe de dónde vino.

    —De su mamá, ¿no? —dijo Lin-Lin provocando que los chicos se sobresaltaran un poco al no sentir a la chica junto a ellos. Ella les dio los platos con la respectiva comida—. Yo ni siquiera conozco a ese chico. Por los chefs sé que se llama Ironio Xocoyote y tiene tan solo diez años. Iré a hablar con él.

    Se dirigió a la mesa de él. Coleta e Hijo vieron como ella, al llegar a su lado, decía algo y el asintió. Ella tomó asiento y comenzó a hablar en tanto él sólo soltó palabra un par de veces. Lin-Lin se puso de pie cuando llegó el plato del pequeño y regresó con los chicos.

    —¿Y? —preguntó Hijo intrigado.

    —Nada. Sólo dijo sí y bien, es todo. Es un chico un poco raro, ¿no creen? —Los dos asintieron—. Bueno, me voy a trabajar.

    —Coletas —volvió a decir Hijo una vez la joven se fue a atender a los demás clientes—, ¿y si perseguimos a Iro cuando acabemos de comer?

    —¿Eh?

    —Sí, sería una gran idea. ¿No te intriga saber qué hace o a dónde va? A mí sí.

    —Hijo, nunca vas a cambiar, ¿cierto?

    —¿Entonces qué? ¿Sí?

    El moreno no se lo pensó dos veces, cuando respondió:

    —Está bien.

    Para qué mentir si él también tenía el gusanito de la curiosidad. Quería saber lo que hacía ese niño y la mejor manera de averiguarlo era seguirlo a escondidas. Eso fue lo que hicieron una vez ellos y el niño terminaron de comer lo que había en sus platos.

    Primero, Ironio salió del restaurante como cualquier persona que estuviera dentro de éste; hasta ahí, todo normal. Después empezó a caminar, nuevamente, todo normal. Después de un rato de andar deambulando por toda Sosonia, pensaron que eso ya no era normal. Caminar sin rumbo. Coletas e Hijo iban a retirarse al ver que no hacía mucho, pero entonces Iro comenzó a ir en dirección al lago MC y aunque eso no era muy sospechoso, sí era fuera de lo común. Lo siguieron y descubrieron que Iro entró a la tienda, ellos se mantuvieron afuera para no verse sospechosos. Casi en seguida, Xocoyote salió con un traje de buceo en mano.

    Definitivamente eso sorprendió mucho a Coletas, era la primera vez que iba a esa zona del lago MC u nunca imaginó ver algo así allí. Cuando Iro se alejó lo que consideraron suficiente, Coletas e Hijo entraron a la tienda.

    —¿Por qué hay una tienda de buceo aquí? —preguntó el moreno, anonadado e incrédulo de lo que sus ojos apreciaban.

    —¿Cómo que por qué? —Hijo lo miró—. Para rentar trajes de buceo y bucear, ¡dah!

    —¡Precisamente a eso me refiero! ¿Quién bucea aquí?

    —¿De que hablas, Coletas? ¿Qué nunca tuvieron clases de buceo?

    —No.

    —¿No? —Se extraño Hijo—. ¿No sabes bucear?

    —No.

    —¿Que en la ciudad no les dan clases de buceo en secundaria? Eso es esencial, Coletas. Todo el mundo sabe que después del cuarto grado de primaria se enseña natación y en la secundaría se enseña buceo.

    —¡No!

    Hijo miró a su amigo, como quién no creyendo en lo que decía Coletas.

    —Qué extraña es la educación en la ciudad si nunca los enseñaron a bucea.

    —¡Extraña la educación aquí! ¿A quién se le ocurre tener una clase de buceo? Eso no es normal.

    Ignorando ese hecho, Coletas e Hijo ingresan a la tienda e Hijo rentó un equipo de buceo, después siguieron las pistas del menor, quien caminó hasta llegar al lago MC. Los jóvenes espías quedaron atónitos al ver que Iro se ponía el traje y luego se lanzaba al agua.

    —¿Viste eso, Coletas? —Wills no podía no estar sorprendido.

    —Claro que lo vi, no estoy ciego.

    —Vamos a ver lo que hace —su voz se oyó alegre y emocionada.

    Hijo se colocó su traje correspondiente, ambos se subieron a un bote y remaron hasta que Hijo se arrojó al agua. Al principio le pareció raro porque no vio o se topó con Xocoyote. El lago era grande por lo que estaban seguros de que no pasaría eso. Pasaron los minutos e Hijo se divertía pues hacia tiempo que no había buceado de esa forma, sin embargo, no podía perder mucho tiempo pues Coletas lo esperaba en la superficie, así que nadó hasta el fondo de la masa de agua dulce y con la luz de la linterna especial que llevaba, alumbró una parte donde había visto con anterioridad un tenue brillo. Con curiosidad se acercó a éste y escarbando en la tierra se dio cuenta de que se trataba de un anillo que llevaba las iniciales de MC. Una vez afuera, le mostró el anillo a Coletas.

    —Mira, Coletas, es un bonito anillo de oro, ¿verdad?

    —¿Te lo encontrarte en el lago? Debemos entregarlo a su dueño.

    —¿De qué hablas? Es un viejo anillo del que su dueño seguramente ni vive. Además, nadie a dicho nada de algo perdido, por lo que quien se lo encuentra se lo queda.

    —Tal vez no sea de nadie, ¿de verdad te lo vas a quedar?

    —Pero claro que sí.

    Con eso, los jóvenes se dirigieron a sus respectivos hogares, y ya estando Hijo en su casa, comió algo y se encaminó a la presidencia para hablar con Reyd. Al llegar vio que el alcalde dormía como una bebé detrás de su escritorio.

    —Señor Reyd —lo llamó con voz baja porque si lo despertaba muy repentinamente y con timbre alto, se enojaría. Mandamás abrió los ojos con lentitud.

    —¿Qué sucede, qué sucede? —preguntó asustado, luego vio a Hijo.

    —Oh, eres tú, Hijo. ¿Qué pasa? Hoy no trabaja hm… el muchacho que viene a limpiar.

    —Coletas y no, no lo busco a él. Vine a preguntarle algo.

    —¿Qué es?

    —Si por ejemplo yo me encontrara un anillo en el lago MC con las iniciales de MC, ¿de quién sería?

    —Bueno, de alguien cuyas letras MC correspondieran a su nombre o sería de Martín Cipriano.

    —¿Martín Cipriano? —Hijo intentó recordar el nombre pues ya lo había escuchado—. Oh, sí. El hijo de Sonia la que fundó Sosonia, ¿verdad?

    —Exactamente, cuando Sonia empezó a construir Sosonia y había poquita gente ayudando, Martín Cipriano estaba profundamente enamorado de la hija de un noble constructor. Un día se le declaró y ella amablemente lo rechazó…

    ¿Amablemente?”, pensó Hijo con incredulidad. Fuera cual fuera o como fuera la manera en que se rechazaba a una persona, era dolorosa.

    —…Cipriano quedó destrozado, así que fue al lago y embarcándose en un pequeño bote, remó y allí se suicidó ya que no sabía nadar. ¿Ahora puedo ir a dormir?

    —Sí, sí, muchas gracias, Sr. Reyd.

    Estaba por irse a su casa cuando la voz de Reyd lo detuvo.

    —Una cosa más, Wills. Dicen que quien encuentre el anillo y se lo lleve de esas aguas, traerá una maldición.

    Ahora sí se retiró de la alcaldía, riendo en sus adentros debido a que él no creía en esas cosas, sólo se trataba de un mito, una leyenda urbana o en este caso pueblerina. Mirando su nuevo y genial anillo se dirigió a casa de Flor.

    —Mira, Flor, ¿no es bonito? —le preguntó una vez llegó a su casa y le mostró el anillo.

    —Es bonito. ¿Lo compraste?

    —No, lo encontré.

    Flor se sorprendió.

    —¿Te lo encontraste? Es impresionante que alguien lo haya tirado. ¿No le pertenece a alguien?

    —No te preocupes, fui con Reyd y no, no es de nadie.

    Conforme la tarde avanzaba, el cielo comenzó a oscurecerse y los nubarrones hicieron acto de presencia hasta que empezó a llover. Todo parecía normal, excepto por el hecho de que desde hacía tres días completos no dejaba de caer una gota de lluvia. En casa de Triple, él y sus secuaces se encontraban observando por la ventana el exterior.

    —Odio la lluvia, es mi peor enemiga —mencionó Triple irritado.

    —Porque cuando llueve no puede vengarse de Coletas, ¿verdad? —dijo uno de sus secuaces.

    —Oh, sí, sí; por esa razón.

    Entonces no sólo siguió lloviendo, sino que granizo comenzó a descender del cielo, lo que sorprendió a todo Sosonia ya que hacia muchísimo que no caía granizo. Un viento atroz sopló con fuerza que hasta los árboles se mecieron de un lado a otro salvajemente. Triple se dirigió a su cama para acostarse y dormir, con la esperanza de que al rato o para mañana la tormenta pasara; pero antes de llegar, escuchó que alguien tocó la puerta y con gran desesperación.

    —¿Pero quién podrá ser?

    Uno de sus secuaces abrió la puerta, dejando entrar aunque sin invitación, a Jumbo, Payaso y Fea, quienes mojados, ¡no!, empapados, se sacudieron como perros.

    —Oigan, oigan —se acercó el dueño de la choza—. ¿Quién los dejó entrar?

    —Déjanos pasar la noche aquí —pidió Fea—. Nuestra casa se inundó y un par de ramas de árboles cayeron en nuestras hamacas, no tenemos dónde quedarnos.

    —Está bien, pero…

    Los tres se pusieron contentos.

    —Voy a buscar ropa —dijo Fea.

    —Yo voy al baño —informó Payaso.

    —Yo voy a la cocina —mencionó Jumbo corriendo al lugar nombrado.

    —Esperen, ¿y a ustedes quién…? ¡Oye, Jumbo! Ni se te ocurra tocar mi comida.

    —Pero jefe, ya que estamos aquí déjeme comer un tantito —dijo abriendo el refrigerador—. ¡Mire! Todo lo que está aquí es un tantito.

    —¡No! Vas a hacer que…

    Triple no continuó porque un ruido lo interrumpió, una especie de crujido; en eso, el techo de la casa se vino abajo dejando entrar el agua de la lluvia.

    —¡Mi casa! —gritó el dueño triste.

    —Yo no fui.

    —Ni yo.

    —Yo tampoco.

    Se escucharon los secuaces mirándose entre sí.

    —¡Mi comida! —gritó Jumbo mirando en sus manos la comida que se había mojado por completo. Lloró con agonía—. ¡No!

    Gritó mirando el cielo, frustrado, acompañado del grito de Triple.


    En la casa de Coletas, él estaba colocando velas por toda su casa debido a que el día anterior la luz se había ido después de que se oyó un trueno estruendoso. Afuera estaba horrible. La lluvia y el granizo se escuchaban chocar con fuerza contra las paredes. En eso, es escuchó el ladrido de Reloj, quien corrió a la puerta principal, ahora escuchó el timbre. ¿Por qué se escuchó el timbre si no había luz? Pues porque era de pilas. El caso es que el moreno se acercó a la puerta y la abrió, dejando ver a Triple, Fea, Jumbo, Payaso y los seis secuaces del primero. Realmente se sorprendió al verlos, pero lo hizo todavía más al verlos pasar sin su permiso.

    —Triple, ¿qué hacen aquí? —preguntó al fin.

    —Es una larga historia, te la resumiré: a los tres vagabundos se les inundó su casa y a mí se me cayó el techo, no tenemos dónde quedarnos.

    —Está bien, creo que pueden quedarse —notificó no estando del todo seguro.

    —Pero que quede algo bien claro —habló Triple—, cuando deje de llover, seguiremos siendo enemigos. No te confíes mucho, ¿eh?

    —D-de acuerdo.

    Con eso, los jóvenes se pusieron cómodos. Jumbo fue directo a la cocina a tomar algunos alimentos, aprovechando la generosidad de Coletas. Al ponerse frente al refrigerador, su rostro mostraba tal iluminación que toda la cocina brillaba, abrió la puerta del frigorífico y su rostro se tornó sorprendido y desilusionado al ver ¡nada! No había nada en el aparato, estaba completamente vacío.

    —¡No! —Gritó mirando el techo en tanto se hincaba—. ¡¿Por qué?!

    —¿Qué sucede?

    Sus amigos y Coletas se acercaron presurosos al escuchar ese aterrador grito.

    —¡No hay comida! Está vacío, toditito.

    —Lo siento —se disculpó Coletas en tanto explicaba—: Desde ayer se fue la luz por lo que tuve que tirar toda la comida del refrigerador porque unas cosas ya se había echado a perder y apenas bueno porque la luz no ha llegado.

    —Vamos, Jumbo —dijo Payaso acercándose a su compañero y tratando de levantarlo, con la ayuda de Fea también.

    —¡No, déjenme aquí para llorar junto a mi amigo el refrigerador! Llorar por lo mismo; porque amos estamos vacíos.

    —No es para tanto —comentó Fea un tanto avergonzada por la actitud del mayor y por el hecho de que estuvieran en casa de Coletas.

    Lorenzo y Luis correteaban a Reloj en tanto Triple intentaba detenerlos ya que al pisar el suelo podían escucharse el crujir de las tablas. En eso, los tres se cayeron al sótano y no sólo eso, sino que por una extraña razón empezaron a haber goteras en todo el techo.


    En la casa Wills, Hijo se encontraba mirando fuera por la ventana de su habitación, después enfocó su atención en el anillo que portaba esas letras; MC y que sostenía en una de sus manos, preocupado recordando las palabras de Reyd. Negó con la cabeza para esfumar esa idea de su mente. Era imposible, las maldiciones no existían. Concentrado en eso estaba, cuando el timbre de la casa se dejó oír ocasionándole un susto que no pudo evitar pegar un saltito y un gritito. Se tranquilizó al saber que era sólo el timbre y escuchó como su padre se dirigía a la planta baja, al negocio, el cual se mantenía cerrado debido al mal clima. Hijo también bajó y cuando abrieron la puerta, se dieron cuenta de que, sin alguna invitación, entraron Coletas, Triple, Jumbo, Fea, Payaso y los secuaces de Triple escurriendo agua por todos lados.

    —¿Qué les sucedió, chicos? —inquirió Braket sorprendido.

    —Es una larga historia, señor —tomó la palabra Triple—. A los tres vagabundos se les inundó su casa, la casa de Coletas se quedó sin piso y le salieron gotera, y a mi choza se le cayó el techo, así que no tenemos dónde quedarnos.

    —Pensé en su casa —concluyó Coletas.

    —Coletas puede quedarse —dijo Hijo—, pero Triple y sus secuaces no.

    —¿Y nosotros? —preguntó Payaso.

    —Son igual, secuaces de Triple.

    —¡No! Ni sé quién es ese —se apresuró a decir Jumbo.

    —¡Jumbo! —se escandalizó Fea, indignada.

    —¿Qué traen ahora contra mí? —cuestionó Trile enojado.

    —Hijo, no tienen dónde quedarse —mencionó el hombre del negocio—. Pueden quedarse hasta que sus casas estén arregladas.

    No duraron mucho tiempo allí ya que la casa de los Wills sufrió un par de ventanas rotas debido a que los granizos eran más grande de lo que alguna vez había visto y porque caían con tanta fuerza, que los cristales no resistieron. Ahora sí que Hijo estaba nervioso, no quería creer pero nunca había sucedido algo como esa tormenta en toda Sosonia. Desde que tomó ese anillo del lago MC esas desgracias de casas destrozadas mostraban que estaba maldito.


    —Es muy extraño que esté lloviendo de esta manera tan espantosa —comentó Todd mientras acercaba un par de vasos de chocolate caliente a la mesa, donde estaba Flor sentada en una de las sillas.

    —Tal vez haya pasado algo.

    Ambos escucharon que tocaban la puerta desesperadamente. Todd se acercó a abrirla.

    —¿Qué significa todo esto? —preguntó extrañado al ver que un montón de gente entraba a sus aposentos.

    —Es una larga historia… ¡Ya me cansé de contarla! El punto es que los tres vagabundos traen mala suerte.

    —¿Nosotros?

    —¡Así es!

    —¡Esperen, esperen! —Todd detuvo la posible discusión—. ¿Por qué están en mi casa?

    —Es una larga historia como dice Triple…

    —Es mi culpa —aceptó al fin Hijo interrumpiendo a Coletas.

    —¿Tuya? —Preguntaron todos con sorpresa.

    —¡Lo sabía! Hijo es el de la mala suerte —se atrevió a gritar De Lizaldy.

    —Acaba de decir que era de nosotros.

    Mientras Triple y Jumbo mantenían una discusión y Fea y Payaso procuraban detenerlos, Flor le preguntó a su novio:

    —¿Por qué dices que es tu culpa?

    —Porque cuando Coletas y yo fuimos al lago MC, me encontré con un bonito anillo y me lo traje y Reyd dijo que se trataba del anillo de Martín Cipriano y que este estaba maldito.

    —No creo que sea eso —opinó Coletas con una sonrisa.

    —¿Cuál es la explicación entonces?

    —Tal vez la tormenta ocurre porque hay un huracán cerca…

    —¡Eso no es! —Interrumpió Hijo a su novia—. Es el anillo porque el lago está maldito y la ira de Martín Cipriano está en esta tormenta…

    —Tranquilo, Hijo —intentó calmarlo Coletas al verlo tan alterado—. Debe haber una explicación un poco más razonable.

    —No lo creo y en una oportunidad que tenga, iré al lago y lanzaré el anillo de nuevo.

    Y fue precisamente así como hizo al día siguiente una vez que la lluvia dejó de caer, aunque el cielo se veía todavía oscuro por las nubes. Hijo salió de su casa tomando rumbo al lago y al estar frente a susodicho, arrojó con todas sus fuerzas el anillo y lo vio caer al agua. ¡Por fin! Se había librado de esa maldición. Después, las nubes empezaron a disiparse dejando que, después de muchos días, los rayos del sol alumbraran el pueblo, que había quedado un poco destrozado por toda esa lluvia y granizo. Hijo caminó por las calles hallándose más tranquilo y libre de un enorme peso.

    —¡Hijo! —Escuchó la voz de su mejor amigo, quien se acercaba a él— Hablé con Reyd y me dijo que en la costa de Mafle hubo un fuerte huracán y por esa razón los lugares de cercanía sufrieron una tormenta, incluyendo Sosonia.

    Hijo lo miró durante unos instantes para después sonreírle.

    —Ya lo sabía.

    Después de ese suceso, todo volvió a la normalidad relativa que puede verse en Sosonia. Jumbo, Payaso y Fea arreglaron su morada inundada; Triple obligó a sus secuaces a reparar el techo de su choza; Coletas y compañía taparon las goteras de su techo y pusieron madera sólida, pues las termitas habían acabado con la madera vieja y al haber tenido tanta gente aquella tarde hizo que el piso se rompiera; Braket colocó nuevos vidrios; Todd y Flor limpiaron las cochinadas de tener tantas personas e Hijo aprendió la lección: para la próxima que se encontrara algo que le gustara, no diría nada y se lo quedaría sin más.

    En el lago MC, Ironio salió del agua, se quitó la máscara de buceo y teniendo el anillo en su poder lo miró.

    —Al fin lo encontré.
     
    Última edición: 10 Abril 2021
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    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

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    Oh, déjame llorar antes, ¿quieres? TuT Claro, de felicidad. ¿Sabes el contento me dio que continuaras esto? Ah, Sosonia, entrañable pueblecillo de locos xD No, no, en serio me trajo un montón de recuerdos, jajaja. Awww, extrañaba tanto a cada uno de estos personajes, jajaja y más que faltan que salgan. No puede ser, no hay manera de que no me hagas reír un poco al menos con esto. ¡Jumbo! Se llevó el premio xD Es tan... convenenciero y hace lo que sea por comida. Me encanta; lo sabes, se parece tanto a mí xD Ok no, sólo por amara la comida y por considerar el amor una pérdida de tiempo (? Fue un buen capítulo para retomar esta historia tan bonita, ¿eh? Hm, por allí noté un par de dedazos, pero nada grave, simplemente debes revisar bien la próxima vez. Me releí el libro dos, hm, ya habían contado la historia de una casa embrujada, claro que faltaba la de la maldición. Vaya, por un momento hasta yo creí que sí era culpa del anillo y que Martin Cipriano estaba empeñado en efectuar su maldición. Oh, curiosidad, ¿el lago MC se llama así por él? Interesante.

    Y ¿qué puedo decir? Solo que no es verdad que es absurda... bien, quizás un poquito, pero es el encanto que esta historia tiene. Y nada, espero ver a todos estos pueblerinos por aquí más a menudo. Ansío ver a Rayo, mucho, no sé por qué; más recuerdos, creo. Me identifico con él también, jejeje. Te dejo y te cuidas.

    Hasta otra.
     
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    Sonia de Arnau

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    Sosonia 2: Continúa la diversión
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    Gracias Borealis, sabes que por ti es que sigo esta historia, además que me gusta mucho. Agradezco a los que leen también (tengo la esperanza de que exista :D). Espero no tener tantos errorcitos aquí, ya que esto es sacado del "boceto original" y en ese tiempo era una inexperta en gramática y ortografía, que hasta a mi me da flojera re-leer xD

    El campamento

    La tienda de donas, como siempre, se veía con clientela a todas horas; de vez en cuando era cuando ni una mosca se pasaba por allí. En cambio, la tienda de jugos siempre se observaba sola y vacía; de vez en cuando una persona ingresaba para comprar un jugo natural o simplemente para pedir el baño.

    Todd estaba aburrido, lo único que hacía era ver a su vecino teniendo éxito en su negocio; el entrar y salir de las personas. Después miraba a su alrededor y veía los estantes todavía llenos de jugos. Dio un suspiro de frustración, debía pensar en algo urgentemente para que todo eso terminara. La tienda de jugos cerró mucho más temprano de lo acostumbrado. Tal hecho extrañó al dueño del negocio del frente, pero pensó que tal vez Todd iba a hacer algo. Braket continuó despachando a su clientela.

    Al día siguiente y como siempre Braket despertó temprano para abrir su próspero negocio. Una vez hizo eso, no se hizo esperar la clientela y como buen dueño, los despacho con amabilidad. Después de media hora, él echó un vistazo al negocio de al lado, extrañándose de no verlo abierto. Pero no se preocupó, continuó con su labor; tal vez su amigo se había quedado con un par de horas más de descanso, eso era la ventaja de tener su propio negocio.

    Fue que Braker se preocupó cuando pasó otra media hora y nada de Todd. Aquel hecho le mortificó más cuando la hora se convirtió en dos horas; Todd nunca había sido tan impuntual en abrir su negocio. Lo que era más, Todd era por mucho más responsable que él

    —No puede ser —el hombre comenzó a ponerse sumamente preocupado —¿Y si le pasó algo malo? —tan solo pensar en esa idea hizo un escalofrío se apoderara de él —¿Y si tuvo un accidente? ¿Y si le dio un paro cardiaco? ¿Y si al meterse al baño, se resbaló y se ahorcó con la cortina? ¿Y si…? —se le vino a la mente una terrible idea, algo espantoso —¿Y si se fracturó un dedo?

    Salió corriendo a la ayuda de su mejor amigo. Cruzó la calle para llegar a su casa, importándole momentáneamente un comino su negocio, y derribó la puerta con varias patadas al ver que estaba cerrada e ingresó al interior de la casa.

    —¡Todd, resiste amigo! ¡Yo te ayudaré! —gritó mientras se dirigía al cuarto de baño e igual que con la puerta principal, derribó esa y sin pensarlo dos veces o siquiera ver si de verdad algo sucedía, el hombre entró a la bañera y moviendo sus brazos como loco desprendió la cortina y esta lo cubrió sin dejarlo ver nada —No te preocupes, amigo mío. Te ayudaré. ¡Solo resiste! —seguía gritando.

    —¡Braket! —una voz conocida se escuchó por todo el pequeño cuarto —¿Qué se supone que estás haciendo?

    Braket, quien dejó de hacer lo que hacía, se quitó de encima la cortina; en ningún momento despegó la mirada de su amigo, se levantó —porque se había arrodillado —con una sonrisa en pleno rostro y se acercó a Todd, quien lo seguía mirando con pasmo. Wills lo tomó de los hombros.

    —¡Amigo! Estás sano y salvo —lo abrazó contento.

    —Sí lo estoy —afirmó lo obvio con un tono de disgusto —Pero, ¿Qué estabas haciendo? Y ¡¿Porqué derribaste mi puerta?!

    —Lo siento, de verdad. Creí que te había pasado algo malo cuando no vi que abrías la tienda.

    —Sobre eso, ayer estuve pensando mucho sobre ese tema.

    —¿Cuál?

    —Mi negocio no ha ido muy bien. No ha habido mucha clientela, por esa razón decidí dejar de vender jugos.

    —¿Qué? —al escuchar tales palabras, no evitó sorprenderse, pero también con disgusto —¿De qué hablas? Tu negocio está bien, es más, es un complemento del mío. ¿Qué pasaría si uno de mis clientes se empezara ahogar con una dona? Obviamente iría a tu tienda y compraría un jugo, ¿lo ves?

    Todd miró a Braket arqueando una ceja incrédulo.

    —Tú le podrías dar un vaso de agua.

    —Bueno sí, pero con un jugo se desahogaría con estilo.

    —Braket, no creo que eso vaya a ocurrir, ni en un millón de años.

    —¡Oh, de acuerdo! ¿Y qué piensas hacer ahora?

    —Lo que siempre había soñado cuando era niño, ser guía de campamento —mientras decía eso sus ojos se iluminaban con un destello de alegría y más imaginándose que por fin iba a lograr aquello —Deseo que los chicos obtengan experiencias y que se enfoquen en la supervivencia grupal y personal. He investigado sobre el tema y creo estar preparado, y lo demostraré llevando de campamento a los muchachos.


    —Me niego —Hijo cruzó los brazos decidido una vez escucho el plan de Todd.

    Coletas, Rojita y Flor se encontraban juntó a él, habían sido reunidos en la casa de la última.

    —¿Por qué no, Hijo? —deseó saber Braket.

    —No quiero morir tan joven —miró a su novia —Lo siento Flor, pero no creo que tu padre esté capacitado para ser guía.

    Flor no mencionó nada, ya que estaba de acuerdo con su novio.

    —No me juzgues —se defendió el hombre, después miró a su amigo, quien le devolvió la mirada algo indeciso, para decir:

    —También pienso igual que Hijo, pero te lo puedes llevar —ahora miró a su hijo, quien lo miró con la boca abierta, ¿cómo estando de acuerdo con él aun así lo dejaría ir? —Piensa que se trata de una excursión. De una aventura.

    —La verdad va a ser una excursión y una aventura —informó Todd.

    Transcurrieron unos minutos y el haber obligado a Hijo de ir, Todd y Braket comenzaron a empacar las cosas que necesitarían para la supervivencia; comida, agua, tiendas de campaña, primeros auxilios y una vez terminaron, las bolsas las pusieron en la parte trasera de la camioneta que les prestó el dueño de la donería. Todos los muchachos y el nuevo guía subieron. Todd dio marcha al motor y con eso, la camioneta se fue al oeste, para así dirigirse al bosque Misterioso, lugar, según Todd, perfecto para demostrar supervivencia.

    —Papá, ¿no era mejor si traíamos un mapa? —preguntó Flor.

    —No hija, esto se trata de supervivencia. Además, vamos a dirigirnos al bosque Misterioso, no existe mapa alguno de él. Y no es difícil llegar allí.

    Con eso y teniendo confianza en sus palabras, llegaron a su destino. Estacionaron la camioneta en las afueras del boscaje, ya que no entraba al dichoso lugar. Por orden del nuevo guía, los muchachos bajaron todo de atrás y prosiguieron a seguirlo. Al encontrar el lugar perfecto empezaron a acomodar todas las cosas y así tener el campamento listo para pasar la primera noche al aire libre.

    —¿No crees que es emocionante? —preguntó Flor a Hijo.

    El varón simplemente se limitó a observarla, sin mencionar nada, por ello, Flor supo la respuesta a la pregunta sin que él hablara. En ello Todd se acercó a Hijo y una vez cerca posó su mano sobre el hombro del joven.

    —Sí es emocionante y se pondrá más cuando oscurezca —miró el cielo que los árboles podían dejar ver. Tan solo faltaba poco para que el cielo oscureciera —Imagínate, dormiremos en las tiendas de acampar y también podremos apreciar la belleza de las estrellas.

    —Siempre oscurece, dormir en una cama es mejor y podemos ver las estrellas desde el centro de Sosonia —informó con tono negativo el muchacho.

    —No lo veas desde ese punto —habló Coletas —Velo como una nueva aventura. Algo nuevo a experimentar.

    Coletas era el más entusiasmado, a él siempre le agradó la idea, así que sin querer, el entusiasmo de Velasco se pegó a Wills, quien animoso, mencionó:

    —Tienes razón, amigo.

    —Ese es el espíritu —atinó a decir Todd feliz por Hijo.

    Con ello, la noche llegó y Todd junto con los muchachos se fueron a buscar troncos o pedazos de madera para poder hacer una fogata y así alumbrar un poco los alrededores, además de calentarse y calentar algo de la comida que llevaban. Los chicos y el guía se sentaron alrededor de la fogata una vez que terminaron de encenderla. Comenzaron a platicar entre ellos, experiencia y demás. También empezaron a cantar unas canciones, para después pasar a contar cuentos de terror.

    Al estar haciendo eso, empezaron a sentir algo entre ellos y no se trataba de un espectro, era algo más pequeño, se trataban de mosquitos, y eran un montón de esos pequeños mosquitos hicieron aparición entre la fiesta, lo que provocó que todos se levantaran molestos por las picaduras y como acto de reflejo manoteaban al aire deseosos de apartar ese pequeño ejército, pero su pelotón era por mucho más peligroso.

    —No se alarmen —mencionó el adulto acercándose a las mochilas y así poder coger un par de repelente —Oh no —se escuchó mientras buscaba en todas las bolsas, pero al parecer, no encontró nada y lo hizo saber: —¡Chicos! ¡Retirada, el enemigo nos ha superado!

    Con esa orden, los muchachos se metieron en la seguridad de las tiendas de campaña, en una todos los varones y en la otra las señoritas. Esperaron a que terminara y eso fue hasta el día siguiente, pues el sueño les había alcanzado. Al despertar y alistarse, salieron de la tienda, que por cierto, se encontraban doloridos ya que no estaban acostumbrados a dormir prácticamente en el suelo, sin contar que la fogata se había apagado y como tuvieron miedo de salir porque escucharon el aullar de un lobo, nadie la alimentó con leña y por consecuencia, pasaron la noche con frío.

    Flor se acercó a las bolsas para tomar una lata o lo que fuera que contuviera alimento, al abrirla la soltó con fuerza, mientras gritaba con susto se acercó a su padre.

    —¡La mochila esta repleta de hormigas!

    Todd se acercó a estas y efectivamente, toda una colonia de hormigas ahora residían en la mochila y estas se había comido o adueñado de la comida que se mantenía en una bolsa, lo único que se salvó de su conquista, fueron las latas. Como pudo, Remus las apartó de lo demás.

    —No se alarmen —mencionaba el mayor al tiempo que sacudía las latas.

    —¿Que no nos alarmemos? —cuestionó Hijo nada tranquilo —¡Sin comida estamos muertos! —exageró Wills y precisamente eso iban a decirle sus compañeros, pero decidieron guardar silenció por aunque comenzaron a comprender que Hijo tenía razón; fue un mala idea ir allí.

    El señor Remus trató de tranquilizarlos y animarlos cuando vio que sus rostros emanaban pesar; les enseñó una lata, y les mencionó que aun había comida. Volvió a la mochila y buscó con desesperación el abre latas, desafortunadamente no lo encontró, pero él aun no desistió, pues deseaba enseñarle a los muchachos que siempre hay esperanza.

    —Papá.

    —No te preocupes hija, estoy seguro que por aquí está el abrelatas —mencionó, pero más que ser esa palabras un aliento a su hija, se las decía para él mismo —intentaremos abrirla con algo más, hay muchas rocas, seguro que con una piedra bien filosa, se logrará.

    Volvió a mirar a los jóvenes, quienes sin dejarlo de mirar, comprendían lo que estaba tratando de hacer y estaban agradecidos, pero cuando algo debe terminar, debe terminar.

    —Papá, déjalo —volvió a escuchar la voz de su hija llena de comprensión.

    El hombre suspiró cansinamente.

    —No soy bueno en esto —admitió, después dirigió su vista a los cuatro jóvenes —Lo siento, no debí obligarlos a venir, debieron pasar pésima noche.

    —Entonces, ¿ya podemos irnos? —la emoción ante la esperanza de un “Sí” se escuchó en la voz de Hijo; por un momento su mejor amigo se sintió mal porque el muy descarado preguntó tal cosa, pero para qué mentir, él también deseaba regresar al centro de Sosonia.

    Con esa resolución, recogieron todo el campamento y se encaminaron hacía la salida, donde dejaron el transporte. Transcurrieron 20 minutos y a Todd se percató que estaban dando vueltas; se encontraban perdidos. Se detuvo y los muchachos hicieron lo mismo, él se viró para verlos y les sonrió.

    —Estamos perdidos, ¿verdad? —la afirmación de Rojita fue una flechada directa a su orgullo y tan solo puso asentir.

    —Pero no se preocupen.

    ¿Cuantas veces había dicho eso desde la partida de Sosonia? Aun así, creía que esas palabras tranquilizaban a sus “pupilos”, pero no era así, cada uno de ellos, mostrando rostros hambrientos, cansados, se desanimaron y tomaron asiento en el suelo. El señor Remus se viró y miró adelante.

    —Iré a buscar el camino —terminó de decir. No obligaría a que ellos lo acompañaran, era su misión después de todo —Esperen aquí.

    Transcurrieron solo cinco minutos, cuando los jóvenes volvieron a escuchar que Todd regresaba, ¿acaso ya había encontrado la camioneta? Pero no se trataba de eso, el hombre provocó que los muchachos se asombraran y se preocuparan, cuando lo vieron con el rostro y la piel roja, ya que accidentalmente cruzó por una hierva venenosa.

    —¿Qué sucedió, papá?

    —Hierva venenosa. No la conozco, así que probablemente rocé con ella —comenzó a rascarse con insistencia el brazo, ya no podía aguantar la terrible comezón que se apoderaba de su cuerpo —¡Ah, que rayos! Preocúpense, estamos perdidos, sin comida y con un hombre que le pica todo —soltó sin más, fastidiado —Debo de admitir que no fue mi mejor idea la de....

    —¿Todd?

    Todos los presentes se dirigieron a la nueva voz, sus rostros se iluminaron al ver a Braket acercarse a ellos. Hijo nunca estuvo más feliz de ver a su padre, es más juraría que casi le decía héroe. Se acercó a él y lo abrazó, llenando de sorpresa al progenitor.

    —Papá, nunca volveré a portarme mal, lo prometo —comenzó a decir Hijo—, pero por favor, no me vuelvas a obligar a salir nunca más con el señor Todd —miró a su novia —Lo siento Flor, pero tu papá como guía es pésimo.

    Y por segunda vez, ella guardó silencio. Por otro lado, Braket no sabía qué estaba sucediendo.

    —¿Qué sucedió en es viaje? ¿Por qué estás todo rojo, Todd?

    —Amigo mío —ahora fue Todd quien se acercó y lo abrazó como hizo Hijo, es más, primero lo hizo a un lado—, Hijo tiene razón, soy muy malo para este trabajo.

    Ninguna de sus preguntas fueron respondidas, por ello aun sin comprender lo que sucedió, Braket parpadeó extrañado, fuera lo que fuera, el bosque Misterioso era verdaderamente Misterioso, pues hacía que la gente se comportara de manera inusual.

    —Por cierto, ¿por qué está aquí, señor? —preguntó Coletas por la repentina aparición de él.

    De una de sus bolsas de la chámara que tenía puesta, sacó un artefacto y se los mostró.

    —Se les olvido el abrelatas.

    Los cinco se miraron con incredulidad, pasaron de nuevo de largo a Braket y recogiendo las mochilas del suelo, pidieron que el señor Wills les dijera donde estaba estacionado, ya que lo único que deseaban era llegar a su dulce hogar.

    “Mejor seguiré haciendo lo que mejor sé hacer; jugos” pensó Todd Remus mientras subía a la camioneta de su mejor amigo.
     
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  1. Sonia de Arnau
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