Crepúsculo Soledad.

Soledad.

Soledad.

Sollozó sin lágrimas una vez más... ¡Qué horrible se sentía estar sin él! Aún no podía creer que había muerto, era imposible. No lo aceptaba, aunque TODO, TODO indicaba que él ya no estaba en este mundo: lo habían cortado y quemado, ya ni sus cenizas quedaban.

¡James había sido asesinado! Estaba prácticamente en shock; y pensar que sólo unos días atrás habían estado cazando tranquilos en Forks. Pero claro, tenían que aparecer los Cullen y su maldita mascota.

¡Maldita, maldita, maldita mil veces! Edward Cullen e Isabella Swan pagarían por eso, se juró a sí misma, mientras el dolor y la amargura se mezclaban con la rabia y la sed de venganza.

Otro sollozo atacó su garganta al recordar lo sucedido... ¡Qué horrible era la soledad! Y todo era por culpa de ellos, de los Cullen. Já, pues ella los haría pagar, ojo por ojo, diente por diente, aunque al final esa venganza acabara con ella misma.

Edward Cullen e Isabella Swan sufrirían tanto o más que ella. Eso estaba seguro.