One-shot de Naruto - Sobre ruedas [Oficios al estilo Naruto]

Tema en 'Fanfics Terminados de Naruto' iniciado por Bruno TDF, 14 Octubre 2015.

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    Bruno TDF

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    Título:
    Sobre ruedas [Oficios al estilo Naruto]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Comedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2290
    ¡Buenas, estimada gente!
    El relato que vengo publicar fue el que presenté para participar en el concurso Oficios al estilo Naruto, organizado por Junho. Mediante el azar, se decidía un personaje que debía emplear como protagonista y un empleo en el que hacerlo actuar.
    A mí me tocó Obito y Mecánico. De esta combinación derivó el One-Shot que comienza a continuación.
    ¡Espero disfruten su lectura!


    ___________________________________________________________________________

    Sobre ruedas

    Los cuatro rostros que coronaban la Aldea Oculta entre las Hojas recibieron las suaves caricias del amanecer, que dio vida a sus expresiones dibujando sombras entre las rocas. Así, como cada mañana, los cuatro Hokages eran los primeros en despertar en un nuevo día en la aldea, y a ellos seguían lo ninjas, y después los civiles. En cuestión de unas pocas horas, el aire se vio zambullido en un murmullo de voces, invadido por la resonancia de cientos de pasos… Y contaminado por el ruido de motores.

    En una de las disparejas esquinas de la Aldea, un joven estuvo a punto de ser atropellado por un vehículo metálico, que se desplazaba sobre cuatros ruedas y echaba humo por un tubo que sobresalía de uno de sus costados. El muchacho, en cuya frente brillaba la banda con el símbolo de la aldea, ahogó un grito mientras se echaba hacia atrás. La brusquedad del movimiento hizo que las herramientas que colgaban de su cinturón tintinearan.

    —¡Mira por dónde caminas, inútil! —gritó el hombre que conducía el fascinante vehículo enseñando un puño desde la ventanilla, pero sin detenerse.

    —¡¿Uh?! ¡¿Inútil yo?! —exclamó el otro, visiblemente fastidiado y enseñando el puño a su vez— ¡Ya verás cuando le falte aceite a tu cacharro!

    Pero su interlocutor ya había desaparecido en la distancia dejando un camino de humo negro. Obito dejó escapar un bufido. Apretó los puños, irritado, y se alejó de allí sintiendo la mirada de los transeúntes. Le bastó con saltar sobre un par de tejados para perderse de vista.

    —Maldición, por esto llegaré más tarde que nunca al taller –se quejó.

    Aunque, a decir verdad, la idea de llegar al taller tampoco lo entusiasmaba. Para Obito era un oficio extremadamente aburrido andar revisando los motores de aquellos vehículos a los que la gente denominaba “automóviles”. Maldijo la Tercera Gran Guerra Ninja, sucedida diez años atrás, y el avance que significó para la tecnología mecánica, centrada principalmente en mejoras para el desplazamiento de las tropas. Era cierto que el automóvil les supuso una gran ayuda a él y a Kakashi para rescatar a Rin de su secuestro sin sufrir lesiones de gravedad; pero aun así, no podía sentirse contento con esas cosas del diablo. Presentaban fallas a cada rato, como toda tecnología naciente. Y él era el ninja de Konoha que mejor las comprendía. Si bien se caracterizaba por ser alguien descuidado e impuntual, contaba con una habilidad innata para los asuntos mecánicos.



    El Taller de la Hoja, conocido así en el mundo ninja, era un galpón construido con sólida madera y mineral de hierro, de dimensiones espaciosas.Se ubicaba en lo alto de una colina, casi a la misma altura que el monumento a los Hokages. En el pasado, durante la Tercera Gran Guerra, había servido como centro de construcción y restauración de vehículos de asalto bélico, tarea que fue realizada por un cuerpo de “Ninjas Mecánicos”, entre los que se había enrolado Obito en el afán de ser un héroe para su pueblo. Pero llegada la época de paz, la emocionante rutina de la guerra se redujo a un monótono servicio de reparación de vehículos civiles, y los Ninjas Mecánicos pasaron a ser simples empleados del gobierno de Minato Namikaze, el Cuarto Hokage que actualmente cumplía sus funciones.

    En la entrada de este sitio, el panorama del día de Obito empeoró. Pues una persona le esperaba de pie en la entrada del Taller de la Hoja. Era Teuchi, el dueño de Ichiraku Ramen. Tras él, relucía el automóvil más caro y lujoso de toda la aldea, un rodado de color rojo con detalles dorados en las puertas, que dibujaban cabezas de dragones; era un vehículo de diseño aerodinámico, elegante, impresionante, que siempre llamaba la atención de aldeanos y ninjas.

    —¡Hola, Teuchi-san! —Obito saludó alegremente desde el tejado del taller, acomodando las gafas naranjas sobre sus ojos— ¿Ha venido para lo de siempre?

    —¡¿Sabes qué hora es?! —vociferó su cliente— ¡¿Se puede saber por qué vuelves a llegar tan tarde?!

    —Verá, estuve a punto de ser atropellado en el camino hasta aquí y…

    —¡Otra vez con tus excusas, siempre igual! —Teuchi sacudió la mano y fulminó al ninja con la mirada— ¿Y bien? ¿Te piensas quedar ahí parado? ¡No tengo todo el día!

    Obito suspiró, sintiéndose exasperado. El señor Teuchi no era el mismo desde que, gracias a su negocio gastronómico, se había podido permitir ese fabuloso automóvil. Los halagos de los aldeanos, las miradas de las chicas y el brillo en los ojos de los niños habían incrementado su ego, al punto de volverlo un ser engreído.

    Con un ágil salto, el joven mecánico se postró junto al automóvil.

    —Veamos qué tienes hoy, “Baby”… —dijo entre tarareos.

    Obito tenía por costumbre ponerle apodos a los autos de los aldeanos, y el de Teuchi se había ganado el que consideraba más halagador. Caminó alrededor del auto, entrecerrando los ojos y llevándose la mano al mentón. Se acuclilló junto a la rueda delantera izquierda, la cual movió con la fuerza de uno de sus brazos. Corroboró que presentaba la misma falla de todas las semanas: se encontraba fuera de su eje, y eso no iba a ser bueno para la llanta. Pero se sonrió.

    —¡No tema, se lo tendré como nuevo en unas dos horas! —anunció poniéndose, con un salto, de pie— El pago será un almuerzo gratis en su restaurante.

    —Lo que sea con tal de que me lo tengas listo pronto, muchacho —gruñó el hombre.

    Obito le saludó con una mano mientras su cliente se retiraba. Pero apenas desapareció por los empinados escalones que daban a lo alto de la colina, la sonrisa simpática se desdibujó de sus facciones.

    —Cómo odio ser Ninja Mecánico… —empezó a decir cuando extrajo de su cinturón una llave grande, con la que empezaría el trabajo del día— ¿Por qué no intenté meterme en los ANBU, como “Bakakashi”? O trabajar cerca del Hokage, o incluso ser médico. Pero no, aquí estoy, soportando el mal genio de un viejo...

    Y así continuó, farfullando sin cesar. No se había tomado la molestia de ingresar el automóvil al interior del taller, pues le resultaba agradable sentir el sol matutino contra su piel, y el joven no pensaba perdérselo por estar dentro del frío Taller de la Hoja. Las herramientas fueron y vinieron, entre un montón de tornillos y otras piezas mecánicas que dejaron manchas oscuras tanto en su ropa como en su rostro.

    Para reparar el eje de la rueda, Obito tenía que colocarse de espaldas al suelo y arrastrarse hasta quedar con hombros y cabeza debajo del automóvil. En esta posición, su visión del entorno se veía reducida considerablemente. Por esta circunstancia, no se había dado cuenta de que alguien se había colocado a su lado… Hasta que esa persona hizo escuchar su dulce voz.

    —¿Hay alguien ahí abajo?

    Era imposible para él no reconocerla. Sintiendo que se le subía la sangre a las mejillas, el joven ninja mecánico quiso incorporarse de forma rápida. Pero tuvo la mala fortuna de chocarse la frente contra las partes inferiores del automóvil. El impacto fue de una violencia tal, que hasta el propio vehículo se levantó unos centímetros del suelo y se desplazó un poco hacia atrás. Obito ahogó un grito de dolor para después comenzar a rodar sobre la tierra, mientras se cubría el rostro con las manos.

    —¡Obito! —exclamó la voz con un tono que delataba preocupación— ¡Obito! ¿Te encuentras bien?

    Se dejó de retorcer al sentir cómo se arrodillaba junto a él. Unas manos suaves aferraron las suyas y, con firmeza, le obligaron a descubrirse la cara. El joven la vio en todo su esplendor, su hermosa silueta tapando el sol, pero coronada de luz a su alrededor. Aquella mañana, no lucía el uniforme de las ninjas de la Aldea; estaba ataviada con un vestido confeccionado finamente con telas violáceas, que a la mínima brisa se movían como si se tratara de humo. Su cabellos castaños también danzaban y sus ojos brillaban, despertando poesías. Y a pesar del cambio de atuendo, conservaba las marcas violetas en su esbelto rostro.

    —Rin… —sonrió, contento de verla.

    Su vieja compañera de equipo suspiró, negando con la cabeza.

    —A pesar de los años, no perdiste la manía de sufrir heridas —esbozó una cálida sonrisa—. Tengo la sensación de que te gusta que te cure.

    Obito estuvo a punto de confirmar esas palabras, pero se mordió la lengua y tan sólo se dejó guiar por Rin hasta los interiores del Taller de la Hoja.


    A su alrededor se amontonaban piezas de repuesto para automóviles, desde tornillos hasta carrocerías completas, que conformaban intimidantes torres de metal. De las paredes pendían herramientas de todos los tamaños. Y bajo estas, descansando sobre mesas ennegrecidas, se podían encontrar latas de grasa, aceite y gasolina.

    —¿Y qué te trae por aquí, Rin? —preguntó Obito. Al sentir el algodón con agua oxigenada entre sus cejas, allí donde la lastimadura sangraba, reprimió una mueca— ¡Auch! Pensé que estarías trabajando en las oficinas del maestro Minato ¡Ay!

    —Hoy me dieron el día libre —explicó Rin, tomándole de una mejilla para se quedara inmóvil— Y me pareció buena idea aprovechar el día para venir a verte a tu trabajo.

    —¿Venir a verme? —sintió que su corazón se aceleraba ligeramente ¿De verdad había destinado su día libre sólo a él? ¿Por qué?

    —¡Claro! —la ninja médico asintió con entusiasmo. Le colocó una curita entre las cejas— Siempre quise saber cómo trabaja un Ninja Mecánico hoy en día.

    —Oh, es por eso —el joven sintió que algo se desinflaba en su interior.

    —¿Pasa algo malo?

    —¡N-No, no, no, no es nada! —se apresuró a aclarar Obito con una risa nerviosa— Es sólo que… No es tan interesante ser Ninja Mecánico en la actualidad —se encogió de hombros mientras se rascaba la nuca, pensativo— Antes servíamos de apoyo a las tropas que se desplazaban en coches blindados, ya sabes, esos artefactos que no podían ser penetrados con nada, ni jutsus ni armas. Incluso, a algunos de estos carros les instalábamos cañones de artillería; ay, si supieras los pitidos que nos quedaban en los oídos cuando los probábamos —se echó a reír, recordando los viejos tiempos con sus ex-compañeros mecánicos— No quiero sonar arrogante —se rascó la nuca, sonriendo con pena—, pero yo pienso que la Tercera Gran Guerra la ganamos gracias a los Mecánicos; mientras los vehículos de nuestros enemigos sucumbían a fallas de todo tipo, que ellos no sabían reparar, nosotros supimos mantener el buen funcionamiento de nuestras unidades. Eso nos aportó una ventaja clave —se cruzó de brazos y asintió, orgulloso de sí mismo—. Pero ahora… Los Ninjas Mecánicos dejamos de ser vistos como esos pequeños héroes que empujaron nuestra nación a la victoria. Con el correr del tiempo fuimos infravalorados, al punto de que yo soy el único que sigue cumpliendo sus funciones, aunque éstas sólo consistan en reparar vehículos civiles y soportar el malhumor de los conductores, además de la suciedad y el aburrimiento.

    —Para mí sigues siendo un héroe…

    Se produjo un silencio inesperado, en el que ambos se miraron sin saber qué más decir. Incluso, a Obito le pareció detectar un rubor en las mejillas de Rin. No podía estar del todo seguro, pues la mujer había bajado un poco la cabeza, tal vez avergonzada por esas palabras que nacieron de su corazón. El joven mecánico, que no se dio cuenta de esto, igualmente se sintió feliz. Se levantó de su silla con energía.

    Rin levantó la vista y le vio empuñando una llave inglesa. Una sonrisa diferente marcaba los labios de Obito. No se detectaba solamente la alegría que lo caracterizaba, sino también una mezcla de seguridad, confianza y ganas… Por primera vez en mucho tiempo, pensó que ser Ninja Mecánico no era tan malo.

    —Entonces déjame enseñarte cómo arreglar una rueda que se encuentra fuera de su eje —invitó.

    Rin sonrió, complacida por lo que escuchaba.

    —¡Me encantaría!

    —¡Entonces vamos! —dijo Obito tomándola de la mano y llevándola con él al cálido exterior— Seré feliz si me ayudas a terminar de arreglar el auto del viejo Teuchi… ¿Eh? ¡NO PUEDE SER!

    —¡¿Qué?! ¡¿Qué?! —preguntó Rin asustada.

    —El auto… no está.

    Y no era broma. El flamante coche rojo del dueño de Ichiraku Ramen ya no estaba. Había desaparecido. Sintió perlas de sudor frío en su frente.

    —¿Qué demonios…?

    —¡Obito! ¡Por allá!

    El joven se volteó ante el llamado de Rin. Al ver lo que pasaba frente a sus ojos, sintió que se le caía el mundo encima.El auto de Teuchi se estaba desplazando colina abajo, levantando nubes de polvo… En dirección a la viviendas de la Aldea

    ¿Cómo había llegado hasta allí? ¡No tenía explicación alguna! Entonces…

    Entonces recordó tres detalles importantes: que el auto no tenía asegurado su freno, que su Taller quedaba muy cerca de la pendiente de la colina… Y que fue él el que lo había empujado cuesta abajo, cuando sin querer lo chocó con su frente. Sólo que el desplazamiento había sido tan, tan lento, que tardaron en darse cuenta. Ahora la catástrofe avanzaba sobre cuatro ruedas.

    Obito y Rin echaron a correr.

    —¡Waaah! ¡No me importa lo que digan! —gritó el joven tirándose los cabellos— ¡Definitivamente odio ser Ninja Mecánico!
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    Última edición: 15 Octubre 2015
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    MelodiaVal

    MelodiaVal Noctambula

    Tauro
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    Escritora
    ¿Sinceramente? MORÍA de ganas por leer esto, y me saco el sombrero porque en serio no puedo creer lo genial de tu relato! es fantástico!!

    Aprovechaste el universo alterno de una manera que jamás hubiera imaginado, demonios, y la historia es increíble! todos los detalles en los que te fijaste, desde los de la guerra, el rescate de Rin la actualidad de ella y Obito, los cambios de comportamiento, en serio me encanta, y todo tiene su por qué, ¡me resultó una maravilla de relato! El final fue super cómico y admito que realmente se me hizo muy tierno el pequeño momento que compartió con Rin, de veras me gustó demasiado como reparaste en todo y la verdad que admiro un montón como te las ingeniaste para usar a tal personaje en tal empleo, simplemente una maravilla, ¡mis felicitaciones! Hermosamente escrito y muy entretenido *-* gracias por publicarlo, de verdad quería leerlo, un saludo!
     
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    Bugs Bunny

    Bugs Bunny Die Hexe Usuario VIP

    Piscis
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    Vuelvo a aplaudir tu escrito. Realmente fue uno de los que más me gustó, en todo aspecto muy pulcro y muy entretenido. La manera en que incluíste los personajes, cómo justificaste el cambio de actitud de otros, fue muy certero, en definitiva disfruté volverlo a leer.

    Saludos.
     
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    Tarsis

    Tarsis Usuario VIP Comentarista supremo Escritora Modelo

    Cáncer
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    Ok, es simplemente estupendo. Los detalles de la guerra ninja eran tan verosimiles que me quedé así como, ¿me habré perdido una parte de Naruto? Jajaja, fue estupendo, el cambiod e actitud de Obito apenas vio a Rin, la torpeza, los nervios e incluso el orgullo de poder compartir tiempo con ella. Pero ese final me hizo reír muchísimo, simplemente estupendo. :3
     
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