Argumento ¡Oye tú! Sí, tú, él que lee esto, te tengo una pregunta… ¿Qué harías si todo lo que soñaras se hiciese realidad? ¿Si cobrara vida de la nada al lado tuyo? Me imagino que ya estás pensando en miles cosas que harías, ¿verdad? Me presento, mi nombre es Jessica, pero podéis llamarme Jess. Cumplí mis dieciséis años ayer y además de eso descubrí algo… algo que nunca pensé que sería. Soy una Ðecßœchan†eè, o en español, una soñadora. Una persona capaz de realizar todos sus sueños… Pero también todas sus pesadillas. Un regalo y una maldición… Algo que me condena a ser siempre precavida. ¿Algo saldrá mal? Sí, mi instinto me lo dice…
PRÓLOGO Mis oídos. Tapé mis orejas con las palmas de mis manos, tratando de apartar el fuerte sonido de la música que se hacía oír hasta las afueras de la casa. Un largo suspiró se coló entre mis labios al ver toda la gente abarrotada en mi casa bailando, bebiendo, fumando, charlando y hasta… Iugh. Que se consigan un cuarto. Negué varias veces al ver tales demostraciones de amor en mi sillón favorito. No me volvería a sentar allí, jamás en lo que quedaba de mi vida. Seguí caminando a tropezones y empujones, necesitaba llegar lo más rápido a mi habitación. Tenía que alejarme de tanta gente urgentemente, ya me estaba abochornando entre tantas personas. Un gran suspiro de alivio se escapó de mi boca al mismo tiempo que daba un portazo, cerrando con seguro la puerta de mi habitación. Que lindos dieciséis. Llevé mi mano izquierda a mi cabello y acomodé el flequillo que me tapaba un poco la cara. — ¡Jess! —Escuché el grito de mi hermano, seguido de varios golpes en la puerta. ¿Y éste qué quiere ahora? Masajeé mis sienes a la vez que me acercaba de nuevo a la puerta, dispuesta a abrirla. — ¿Qué quieres Chris? —Hablé con un tono de cansancio y molestia, mientras abría la puerta. Apenas si había abierto un poco el portón y éste ya había entrado con rapidez, cerrando la portilla tras de sí, como yo lo había hecho un minuto antes. Me crucé de brazos, mirándolo detenidamente, esperando que dijera algo —. ¿Bien? ¿Necesitas algo? — Afuera es una locura. Recuérdame nunca dejarte hacer de nuevo una fiesta así. — Por si no recuerdas, querido hermano, TÚ fuiste el que invitó toda esa muchedumbre desconocida para mí. Así que TÚ te encargarás de deshacerte de ella. —Le dije, haciendo énfasis en los tú, para que entendiera que yo no tenía que ver nada con el alboroto en la casa. — Pero… — Nada de peros. Fuera de mi cuarto, perro sarnoso. — Ay, pero que amor —dijo con sarcasmo. — Lo sé, soy maravillosa. Ahora, chu. Christian se enderezó y dijo algo por lo bajo, saliendo de mi cuarto y dando un portazo. Paz y tranquilidad al fin. Me acerqué a mi cama y me tiré sobre ésta, quedando boca abajo, aplastando mi cara contra la almohada. Con una de mis manos saqué el móvil del bolsillo trasero de mi jean y luego me giré, para quedar de espalda contra el colchón. Desbloqueé la pantalla del celular y me dispuse a buscar entre mis contactos a Liza, mi mejor amiga. Un tono… Dos tonos… Tres to... — ¡Perra! Hola —reí ante el saludo tan alegre de Liza. — Hola zopenca, ¿cómo estás? — Pues aquí, triste por no poder estar para tus dulces dieciséis. — Pues de dulces no tienen nada… —dije con un suspiro de cansancio. — ¿Qué fue lo que pasó? —Preguntó ella y ya me la imaginaba afilando su shuriken. — Christian. Un silencio se hizo al otro lado de la línea, y después el ruido de un objeto golpear contra una pared me hizo imaginarme la shuriken favorita de Liza clavada en el muro de su cuarto en Londres. — Vuelvo mañana a Phoenix Heart y le daremos el merecido a ese gorila. Ten eso por seguro —El ruido de una carcajada supuestamente “malvada” se hizo presente, seguida de la tos de mi amiga. Solté una gran risotada, casi al instante de que ella tosiera. — Deberías de tratar de dejar de hacer esa risa. No te sale de ninguna manera. —Dije sin parar de reír. — ¡Jamás! —Gritó como si de una batalla se tratara, lo cual ocasionó que me riera aún más—. Bueno, querida perra, me debo ir. Las fuerzas armadas de Narnia me necesitan y no puedo defraudarlas. No me extrañes tanto y cuídate mucho… ¡Ah! Casi lo olvido, tu regalo esta debajo de tu cama. Te quiero estúpida. Ten una buena noche. —Reí ante tales ocurrencias. — Lo mismo pendeja. Descansa, y gracias. Luego de eso, el pitido de que se había terminado la llamada llenó mi oído derecho y despegué el aparato de mi cabeza, para luego bloquearlo. Me senté en el borde de la cama, para después bajarme y mirar debajo de ésta. Agudice mi vista y observé una caja de buen tamaño al fondo. La saqué con algo de dificultad, pero lo logré. Me subí de nuevo a la cama con la caja en mis brazos. La puse encima de la almohada, mientras yo me sentaba al frente de esta en forma de indio, intentando adivinar que habría dentro de la caja. Alcé los hombros, dándome por vencida para saber que era, así que comencé a abrirla. — Oh. Por. Dios —susurré al ver lo que contenía la caja. Era el libro que tanto había querido, junto con un vestido verde aguamarina que tenía un cinturón de color dorado, también había una cartera y unos tacones que hacían juego con el cinturón. — ¡Te amo Elizabeth! —Casi chillé de alegría, dando saltitos por todo mi cuarto, apretando contra mi pecho el precioso libro de Red Queen. Cuanto quería a mi mejor amiga, era la mejor de todas. Me recosté en mi cama de nuevo, comenzando a leer el libro. No sé cuánto tiempo habría pasado, pero había terminado dormida, perdiéndome en el mundo de mis sueños… § ҉ § Mis ojos se abrieron con lentitud, encontrándose con el resplandor de un rayo de sol que me cegó por un momento. Cuando me acostumbré a la excesiva luz, observé el lugar que me rodeaba. Estaba en un bosque, un muy lindo bosque… — Tienes que irte de aquí… —escuché una voz en alguna parte del bosque, pero no lograba descifrar de dónde provenía. — ¿Hola? ¿Hay alguien aquí? —Grité, sin temor a que hubiese tal vez un asesino o un violador. Éste lugar me daba mucha tranquilidad, tanta que parecía un sueño… Un sueño… — ¡No! ¡No pienses que es un sue...! —Gritó de nuevo esa voz, pero se fue distorsionando a la vez que todo se ponía borroso. Lo último que vi fue un ser extraño. Un animal, que parecía ser un zorro, pero éste era de color blanco con rojo y tenía ojos azules, que me pedían ayuda desde la distancia… Luego todo se volvió negro… § ҉ § Desperté exaltada por aquel extraño sueño. Lo había sentido tan real, pero era imposible. Sacudí la cabeza, tratando de apartar todas aquellas imágenes y me levanté de mi cama, bostezando. — Hola… —Miré hacia abajo, donde creí escuchar una voz y que grande fue mi sorpresa al ver al zorro de mi sueño, mirándome tímido, pero sonriente a la vez… ¿Qué carajos?