No prestes atención de lo que digo, pues realmente no digo mucho, incluso puede que nada. Aunque también puede que lo diga todo, intentando no decir nada. Son palabras vacías y líneas sinsentido, conteniendo un grito ahogado de auxilio tras una carta de amor. ¿Amor a quién? Amor a todo lo que no se puede amar y todo lo que ya amaste. Porque lo sabes, hubo días en los que realmente amaste. Repartiste amor entre tantos que apenas y quedo una pizca para ti, pizca que se evaporó nada más cerrar los ojos. Amor mío, mi amor. Ya no recuerdo tu rostro, mucho menos tu nombre o tu voz. Pero aún te amo. Lloro a las tantas de la noche por ti, por no tenerte ni recordarte. Amor mío, mi amor, ¿me perdonarías el haberte arrebatado la vida? Ya no recuerdo que hice ayer, pero lloro al ver mis manos teñirse de rojo. La suciedad y el hedor de mi cuerpo penetran mis fosas nasales y revuelven mis entrañas, provocándome ganas de vomitar. Pero eso no se compara con la peste de lo que él guarda en el sótano. Me dice que no es nada, pero con cada día apesta más. Nunca me gustó el olor a muerto. Amor mío, mi amor, ya no soporto estos gritos que escucho a diario. El dolor y la agonía en sus voces me destrozan por dentro, azoto con fuerza mi cabeza contra el piso, deseando que eso las haga callar. Entonces los gritos se vuelven risas de burla e insultos. Grito desesperado, me golpeo y golpeo todo lo que tenga cerca, intentando hacer que todo pare. En un acto desesperado, tomo un cuchillo y me dispongo a ponerle fin a todo, pero entonces aparece él. Me mira con arrogancia y, haciéndome menos, me obliga a ponerme de rodillas y besar sus pies. Acaricia mi cabello y me lo jala, obligándome a verlo desde abajo. Me avienta al suelo y chasquea sus dedos, haciendo que los lamentos y los gritos sean incluso más fuertes que antes. Amor mío, mi amor, nunca hagas un pacto con el diablo. Hoy me levanté mareado, siento que me acosan en sueños. Me quedo quieto en la cama, sin poder mover ni un músculo, mientras un sinfín de aberraciones bailan junto a mi cama. Ayer conocí a una linda chica, es tan linda y encantadora, que no podría olvidarla aunque quisiera. Muchos me advierten de ella, diciéndome que es una bruja desalmada. Por mí puede ser lo que sea, mientras sea mía. Vendería mi alma por su amor, pero hace mucho que no tengo una. No prestes atención a lo que digo, porque no digo nada. La verdad es que no sé dónde empieza, mucho menos sé si acaba. Es un cuento mal contando que no quiere ser un cuento. Es una súplica que no puedo decir, oculta tras una escalofriante verdad. Yo no existo, pero él es real.
Mucha tela por cortar; pero de antemano, me encantó. Disfruto mucho el género y siento que lo manejaste con la fluidez y el toque necesario para sacarme una sonrisa y que me sentará a leerlo varias veces hasta formar una opinión, una versión más de tus palabras. El primer párrafo me impactó. La primera vez que lo leí, he de pensar yo, lograste tu cometido: pensé que era una carta, una historia o una crónica más de un corazón desvalido frente al desamor rutinario. Sin embargo, cuando analizas todo el texto algunas veces, te das cuenta que en el primer párrafo la chica ya está muerta; mejor dicho, los lectores asistimos en primera fila al asesinato en tiempo real de la chica. "Repartiste amor entre tantos que apenas y quedo una pizca para ti, pizca que se evaporó nada más cerrar los ojos." No puedo resistirme a la tentadora idea de pensar que la chica le fue infiel al protagonista, cosa que desencadenaría en el suceso del cual somos testigos. Ahora bien, no solo se puede atribuir a ello, alrededor del segundo párrafo sabemos que algo no anda bien. Sutilmente nos pones un ejemplo del típico texto del enfermo mental, pero, con rapidez, nos sacas de esa idea con lo del diablo que a mi parecer no es más que la realidad: es un pacto con el diablo. En la misma línea, y teniendo en cuenta el cuarto párrafo, puedo deducir que el protagonista de nuestra historia es, efectivamente, un hombre sin muchas fuerzas en la vida, un fracaso en el amor y un desesperado de caricias; en otras palabras, un solitario obsesivo. He de deducir que aquel solitario conoce a la primera chica (la asesinada ya desde el inicio de la historia) y se enamora profundamente; o al menos eso piensa él. Al intentar conseguir su amor, fracasa miserablemente varias veces. Frente a la cruel situación, decide pactar con el diablo el amor ciego de aquella muchacha; pero hay una regla, una regla irrompible en el trato (además de la entrega del alma, claro está): si la chica llegase a tener otros amoríos pasajeros, pasados o futuros, el firmante del trato será el protagonista de la muerte de la chica. Yo no existo, pero él es real. El trato se terminó, fin del juego. Gran escrito. <3
Me alegra que te haya gustado. Y, wow, creaste tu propia versión, he de decir que bastante sólida, con lo poco que dice en el escrito. No andas muy lejos de lo que pasaba por mi cabeza, cosa que me alegra porque significa que me expliqué medianamente bien. Sin más, gracias por comentar y dar tu opinión.
Me da la sensación de que fue le que la mató por el mismo pacto que lo tiene atado al diablo y lo lleva a ¿morir también? La frase final de que no existe, da esa sensación de que finalmente, ha dejado de vivir o sólo es una metáfora de estar muerto en vida. Personalmente, me encantó. ¡Un abrazo!
