Sigue adelanteCuando pensaba en él, no podía evitar desear tomar el primer bus hacia mi ciudad natal y verlo. Al despedirnos, aquél amor furtivo de adolescentes quedó suspendido en el aire, con la mera promesa de algún día volver a encontrarnos. Se dice regularmente, que la fe es lo último que se pierde. Yo mantendría firme mi idea, después de todo lo amaba, o quizás amaba a ese glorioso pasado. Porque, aunque cumplí a cabalidad con mi propósito de ser fotógrafa, todavía me encontraba inmersa en una extraña soledad. Una que radicaba de él. Tenía plena consciencia de que habían pasado una cantidad prolongada en años. Más que más, ya no era aquella niña inocente que miraba al mundo como si viese una perfecta dulcería. Ahora mi realidad era otra, y no me molestaba en lo absoluto. Mi vida no era rutinaria, tenía lo que deseaba. Estaba casi satisfecha. Sí, casi. Cada cierto tiempo, mi mente me hacía la jugarreta de recordar la promesa que, estaba oxidándose cada vez más. Pero seamos sinceros. Si no me subí al bus hace años, ¿Qué cambiaría al hacerlo en el presente? Tal vez, él estará casado con una típica mujer hogareña, de esas que viven para limpiar y hacer buena comida, cosa que a mí en lo particular no me resulta en lo absoluto. También existe la posibilidad de que tenga hijos. Ya los imagino, tres preciosos niños parecidos a él, haciendo de este mundo algo más soportable. Definitivamente, nunca podría darle semejantes cosas, soy un desastre. Aunque lo niegue, debo armarme de valor e ir una vez por todas a ver al único hombre que me hace sentir con algo de espíritu joven. Tomo mi bolso y verifico si hay dinero suficiente como para ir a esa ciudad escondida tras los cerros que yo veía infinitos. Tengo todo para ir. Ya en el bus, observo cómo el camino que hace años no recorro no es el mismo. El asfalto y su color gris predominan. La belleza se ha perdido. Al parecer, hasta los lugares ceden al tiempo como el humano. Cuando pongo un pie fuera del bus, noto que el entorno se ve deteriorado. Es como si todo se notara cansado. Voy a la que alguna vez fue mi casa y, me alegra de ver que sigue igual. Mi madre, es la misma mujer insoportable que siempre encuentra en mí algún pero. Para ella estoy demasiado delgada, que debo peinarme mejor, y la pregunta típica que no puedo soslayar ¿Tienes novio? Para casos incómodos como esos, lo mejor es sonreír pretendiendo que eso es un leve sí o un leve no. Arrancando de mi progenitora, voy a buscarlo. No obstante su casa es ocupada por otros moradores. No puede ser posible ¿Tan tarde llegué como para marcharse? Me niego a aceptarlo. Busco y busco por todos los rincones habidos y por haber de la ciudad. Nada. Ya cansada, entro a un bar a beber una cerveza. Merecía una gratificación por mi gran e infructuoso esfuerzo. En mi primer sorbo no pude evitar un asqueroso olor a vino en mal estado, casi vinagre. Disimuladamente busqué su origen y mi eficaz nariz me guió hacía una mesa en un rincón en donde había un hombre tirado casi bebiendo a cuestas. Era desagradable su sola presencia. Sin embargo cuando procedí a voltearme para seguir en lo mío, escuché que de los labios de ese individuo salía una canción conocida por mí. Más, dame un poco más quiero intoxicarme en vos… Intuitivamente me levanté de mi asiento y fui a ver de cerca a ese sujeto. Indescriptible sería mi sorpresa, era él. El mismo ser con el que comíamos pasteles después de clases, el mismo que robó mis primeras veces, el mismo que rondó mi mente con la promesa de un reencuentro. ¿Por qué tenía que ser él? Decidí acercarme a él. Ofrecerle algo más de lo cual nutrirse. No concebía que el alcohol lo alimentara. — ¿Le importa si lo acompaño? — Fingí no conocerlo. — Claro que no muñeca, es un honor que una belleza me acompañe — Difícilmente pudo responder. — ¿Desea que lo invite algo para comer? Mire que beber no alimenta mucho que digamos. — ¡No! ¡Qué va! Yo le invito un whisky. — Insisto, coma algo. Mire cómo está. — ¡Qué insoportable! Te pareces a una… — Al parecer, por fin me reconoció — No puede ser, ¡No me mires! ¡No puedes ser tú! No volviste, no puedes ser tú, no ibas a volver — Su voz comenzaba a entrecortarse. — Se suponía que serías feliz. No volví porque sabía que no me iría de tu lado. Fui cobarde, lo acepto. Pero siempre pensé que no era para ti. — No sabes nada niña tonta, nada — su risa sonaba tan fingida y dolorosa que me provocaba ganas de llorar — ¿Caminemos en el parque de siempre? Fue imposible rechazar su propuesta. Caminamos por horas y tengo que aceptarlo, éramos un par de extraños unidos por un sentimiento pudoroso de un pasado que alguna vez brilló con fuerza. Hablamos de infinitas cosas. Queríamos que el otro supiera todo, como queriendo fingir con eso la presencia que no estuvo por años. — Debes irte — Dijo al fin él. — Quiero quedarme a tu lado. — ¿Pretendes que te hunda conmigo? Tienes un futuro maravilloso, un presente envidiable. Soy un miedoso, no quiero arriesgar lo único que al parecer tiene valor. Vuelve a esa ciudad y déjame acá. Sé todo lo que no quiero ser. Me dejó sin aliento. Las palabras volvieron sólo para notar que él se iba y no se despedía. Tenía razón, ya era muy tarde para un nosotros, sólo quedaba una solitaria yo que debía volver a su lugar. Al subirme al bus sentí que ya no volvería, también intuí que nunca más volvería a pensar en él. La cancioncita que tanto nos gustaba, no me afectaría. Tenía muchos motivos para creerlo. Por última vez quise mirar el pedazo de mi pasado. Ahí, justo afuera de la ventana de mi lugar en el transporte estaba mirándome el ser de mi pasado. Con fuerzas se sostenía en sus pies y creo que me dijo: — Sigue adelante y no mires atrás. No sé por qué pero no pude llorar por más que lo desee. Estando sola, encuentro que hay un vacío y quiero saber cómo llenarlo. Miro hacia adelante, sin embargo el pasado en donde está él, es tentador. Sigo mirando hacia adelante ya en mi casa, y al final de un largo pasillo, colgada en una muralla hay una fotografía. El ángulo en que fue sacada es pésimo, pero lo que tiene en su interior es una yo y un él felices, que nunca se atrevieron a mirar al futuro. Espero que ellos sigan estando alegres en ese recuerdo.