Explícito She's spinning a tornado [Gakkou Roleplay | Joey x Alisha]

N/A: últimamente me cuesta un huevo escribir fics wth *c mata* Weno weno, aquí estamos con el décimo quinto cambio de canción JAJAJA Amane 7u7

Advertencia: escenas de sexo heterosexual.

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She's spinning a tornado
She screams like a banshee all night long
And that's how the story goes
I'll burn in the flames of glory cause she won't let me go
I'm in the arms of a goddess tonight

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Dios, si es que era estúpidamente tarde. Alcanzamos la sala no sin algunos traspiés menores, intentando evadir los muebles con la mayor gracia posible y tragándonos la risa que casi salió despedida de mis pulmones cuando Alisha se llevó puesta una silla y estuvo a medio pelo de caerse de cara al suelo. Estúpidos ricos con sus casas llenas de muebles, eh. Me había detenido de golpe y la observé antes de ordenarle a mi cuerpo moverse. Alisha había quedado aferrada al respaldo como una estatua viviente, quizás en un intento por entender lo que había pasado o para evitar que la mierda hiciera ruido. Me acerqué a ella algo torpe y me agaché, estampando las palmas en el asiento. Todo el cabello rubio se le había venido encima, no sabía si estaba a punto de desmayarse, vomitar o quedarse dormida, y me mordí la lengua para no reírme.

—Vamos, Ali-chan —susurré, buscando sus brazos para erguirla—. Venga, aún falta lo peor.

Ella echó la cabeza hacia atrás junto a una risa medio vaga y me lanzó su peso encima, tuve que retroceder un paso para no irme de espaldas al suelo. Me di cuenta entonces que la había agarrado con fuerza, llevaba las manos sobre su vientre y más o menos la manipulé hasta echarme su brazo al cuello y conducirla, una vez más, por la sala. El cabello le había vuelto a su lugar y pude verla de reojo. Las luces de la casa estaban apagadas y por los ventanales estúpidamente grandes, como si las mismas paredes fueran de vidrio, se colaba el rastro vago de la luna y los reflectores blancos del jardín.

—Hmm, Joey —se quejó en un ronroneo bajo, pastoso y algo grave, haciendo fuerza para lanzarse al sofá—. Ya quedémonos aquí, no vamos a poder.

—Hay que pensar en grande, Ali-chan~

Ni sé cómo la mantuve junto a mí, en un momento casi se me escapó pero la atraje sin calcular demasiado bien el impulso y, otra vez, tuve que retroceder al recibir su peso encima. Me encontré con la pared a mis espaldas y su sonrisa juguetona justo frente a mi rostro. La observé en silencio y reflejé su expresión, ella alcanzó a rascarme el cabello hacia atrás.

—¿No prefieres dormir aquí, conmigo~? —murmuró, removiéndose contra mí.

Eché la cabeza hacia atrás y solté una risa baja, pasándome una mano por el rostro antes de mirarla y envolver su cintura. La pegué a mi torso, rocé apenas sus labios y la giré en redondo de repente. Alisha soltó una exclamación ahogada y se llevó las manos a la cabeza, intentando no caerse.

—¡Idiota, me mareo!

—¡Shhh!

Más risas. Pasé la cabeza debajo de su brazo y volví a arrastrarla hacia las escaleras con la debilidad del alcohol y el ataque de risa.

—Oye, ¿en serio podemos quedarnos aquí? —susurró.

—Claro, Katty-chan ha dicho que no había problema~

—No te creo, Joey.

Solté una risilla y la seguí llevando hacia arriba, lo cierto era que borracha como la mierda era hasta más avispada que sobria y estaba en lo correcto, pero los Akaisa no se encontraban en la ciudad y Katty-chan no volvería hasta mañana, ¿verdad~?

Que, a todo esto, no tenía el menor sentido intentar controlar el volumen de voz, pero estábamos demasiado borrachos para pensarlo.

—¡Mira! Te juego uno, Ali-chan.

Señalé emocionado la mesa de billar y Alisha, quien por fin logró mantenerse en pie por sí sola, se mordió el labio y me dio un empujón suave hacia atrás. Di con el borde de la mesa y me senté encima, balanceando las piernas.

—No seas idiota, Joey, ya vamos a dormir.

—¿Hmm? —ronroneé, sedoso, y clavé los codos en la carpeta para apuntarla con un pie—. Qué aburrida, linda~

Le eché un vistazo allí de pie, con los brazos en taza y la piel bronceada iluminada suavemente por las luces pálidas de afuera. El vestido dorado era ceñido al cuerpo, de escote pronunciado y, por supuesto, falda corta, estúpidamente corta. Sus piernas acababan en unos tacones capaces de quebrar tobillos pero que, sin ánimos de pasarme de adulador, le quedaban más que bien. Y la cascada rubia, claro, serpenteando sobre uno de sus hombros. Cuando volví a sus ojos noté que estaba reflejando mi sonrisa y alcanzó mi pie para sacarme el zapato de un tirón.

—¡Eh! —me quejé, haciendo tope con las muñecas en los bordes de la mesa para no irme a la mierda.

—¡¿Por qué te falta un calcetín, Joey?!

Alisha se rió y se acomodó entre mis piernas, alcanzando mi corbata maltrecha para obligarme a erguirme.

—¿Qué con las pintas de niño pijo? —susurró, bastante más calmada, detallando los ribetes de la camisa.

Desvié la mirada hacia un costado, mofándome en voz baja.

—Un mero préstamo —resolví—, nada que no pueda quedar entre nosotros, ¿verdad?

Seguí sus movimientos mientras se encogía de hombros y seguía jugando con mi ropa aquí y allá. Coló los dedos dentro del saco abierto, casi por distracción, y buscó mis ojos a medida que la deslizaba fuera de mis brazos.

—Vistes para impresionar, ya veo —murmuró.

—No, linda. —Alcé su barbilla con el costado de un dedo y le sonreí—. Me desvisto para impresionar~

Soltó una carcajada breve, jalándome sin fuerza, y me zarandeó un poco hasta que me reí junto a ella. Dejó caer la frente sobre mi pecho y me hice hacia atrás, cayendo en la carpeta. Alisha se vino conmigo, prácticamente reptó hasta encontrar mis ojos y se echó a mi lado. Lancé un brazo encima de mi cabeza, con la risa todavía floja, y mis dedos rozaron las bolas de billar.

—Oye —dije, con la vista clavada al techo—, ¿le dimos de comer a Nova?

Un breve silencio nos hizo mirarnos y volvimos a estallar en risas, ya sin pretender contener el sonido ni nada. Me llevé una mano al estómago y Alisha se giró sobre su costado, cubriéndose la boca. Su frente alcanzó mi hombro y busqué alzarle la barbilla, para recibir el azul brillante de sus ojos.

Estaban bastante empañados por el alcohol, de todos modos.

—Oye, oye —la llamé, con la voz entrecortada por la risa—, ¿te acuerdas esa vez que encontramos esa botella de dudosa procedencia, de camino a casa?

—¿La de la mierda púrpura? —Asentí y me dio un golpe suave en el hombro, arrancándome una risa baja—. ¡Imbécil! ¡¿Cómo pudiste tomarte eso?!

—¡Fue por el bien de la ciencia! —exclamé, volviéndome boca arriba con los puños extendidos.

—¡Pensé que ibas a morir!

—Bueno, sí que vomité bien feo. ¡Pero valió la pena!

Alisha se echó sobre mi pecho, sentí sus manos deslizarse en toda su extensión.

—Y encima te lo bebiste todo —destacó, divertida—. ¿A qué habías dicho que sabía?

—Hmm, era como de uva y naranja, gaseosa pero sin mucho gas, con bastante vodka y un olor a…

Me interrumpí brevemente por la risa y ambos exclamamos al mismo tiempo:

—¡Y un olor a Gatorade que te cagas!

Largamos la carcajada y la rodeé con los brazos casi por inercia, apretándola contra mi cuerpo. Cerré los ojos, relajando los músculos, y cuando los abrí de vuelta algunos parchones negros danzaban aquí y allá sobre el techo, las paredes, los cristales que daban al jardín y el cielo oscuro. La última risa se convirtió en una sonrisa floja y chasqueé la lengua repetidas veces, meneando la cabeza. Sentí a Alisha removerse junto a mí, se arrastró sobre la mesa de billar hasta alcanzar mis ojos y mantuve su cabello a raya para que no se metiera en medio. Reflejaba mi expresión, como siempre, y su aliento a cerveza y quién sabe qué mierdas más me alcanzó la nariz.

—Hueles a mierda, Ali-chan.

—Mira quién se queja~

Estaba estúpidamente cerca y aún así logré enfocar sus ojos, aunque quizá sólo fue idea mía. Llevaba las pupilas tan dilatadas que el azul parecía haber sido engullido dentro de un par de agujeros negros, me recordó a mi propia mierda. Entreabrí los labios para recibir apenas el roce que me concedió, tentándome, y fui repentinamente consciente de sus piernas enredadas entre las mías, las manos colándose dentro de la camisa, sus pechos presionándose contra mis costillas.

Y la dejé hacer un rato.

Hasta que jalé su melena dorada y le comí la puta boca.

Sus codos cedieron bajo el peso y ladeé la cabeza para recibirla sin problemas, la cabrona no tardó ni medio segundo en empujar la lengua dentro y colé la mano libre dentro de la espalda descubierta del vestido. Su piel estaba caliente y el beso era jodidamente húmedo. Se separó unos centímetros para girar la cabeza y la vi a los ojos justo antes de seguir a lo nuestro. Era ansioso, algo brusco, nos sincronizábamos con una facilidad irrisoria y, joder, tenía una capacidad para calentarme que no era ni medio normal. Deslicé los dedos por el borde inferior del vestido, sonreí al alcanzar el valle de su espalda baja y apretó las caderas contra mi pierna, buscando una fricción que me activó todos los malditos interruptores. Llevé la mano que mantenía entre su melena a su nuca, y erguí la cabeza lo suficiente para lanzarme a su cuello. La oí suspirar al aire y me jaló del cabello, acentuando el ritmo de sus caderas. Lo recorrí de punta a punta con la lengua, y seguí irguiéndome y bajando hasta alcanzar la silueta de sus pechos presionados dentro del vestido. Sonreí, rozando la piel con los labios humedecidos, y le eché el aliento encima. Había por fin acomodado las piernas a los costados de mi cuerpo y arrastré las manos por sus muslos hasta levantarla la falda. Su peso cedió, se presionó contra mi entrepierna y ahogó el silencio con un gemido agudo.

—Ali-chan —susurré, agitado, alzando la cabeza para buscar sus ojos—. Qué ruidosa~

Y seguíamos en la puta mesa de billar.

Me rodeó el rostro con ambas manos, me miraba desde arriba con la vista empañada y volvió a besarme, reiniciando el vaivén de sus caderas. Un gruñido pronunciado vibró en mi pecho y empecé a enderezarme hasta quedar sentado. Ella clavó las rodillas en la carpeta y enterré los dedos en sus glúteos, pegándola a mi cuerpo. El impacto separó nuestros labios unos centímetros y soltamos a la par un suspiro que se fue entremezclando con una risa floja. Nos detuvimos un instante, saboreamos el silencio y nuestras respiraciones pesadas. Alisha arrastró las uñas entre mi cabello, la miré a los ojos y sonrió ampliamente antes de inclinarse y trazar el contorno de mis labios con la punta de la lengua. Una mueca burlona se me adhirió al rostro mientras la dejaba hacer y la imité, buscando su lengua con la propia antes de empujarme dentro de su boca una vez más. Enredé la mano en su cascada dorada con tanto ímpetu que la hice ladear la cabeza y el cabello acompañó el movimiento, derramándose sobre sus hombros. Otro gemido ahogado que murió en mi boca, otra sonrisa burlona, otro golpe de caderas. El cerebro, denso de por sí, ya no me funcionaba en absoluto y la única mierda que me interesaba era follármela hasta enloquecerla, hasta que gritara mi puto nombre. Donde fuera.

Me erguí lo suficiente hasta enganchar las manos bajo sus muslos y se separó apenas de mí, me miró y trazó mi mandíbula con la yema de los dedos. Eran movimientos algo vagos, lentos, producto de todo el jodido alcohol que llevábamos encima. La condenada sonrisa de zorro se amplió en mis labios y alcancé sus hombros, atento a sus reacciones, para deslizar las mangas del vestido suavemente por sus brazos. La piel se erizaba a medida que la descubría y cuando los pechos se liberaron del ajustado escote rebotaron un poco. Me pasé la lengua sobre los dientes y busqué el azul de sus ojos, risueño.

—Oye —murmuré, alzando la mano a tientas para rozar la curvatura de sus pechos—, ¿qué teníamos que hacer mañana?

Alisha se mordió el labio e intentó aplacar el escalofrío que le recorrió la columna, cerrando los ojos un momento antes de esforzarse por poner sus neuronas en orden. Todo eso y más podía adivinar simplemente mirándola.

—Uhm, granny nos había pedido que pasáramos por la, eh, tienda de limpieza para—

Sus palabras se ahogaron en una suerte de suspiro repentino cuando alcancé a pellizcar uno de sus pezones. Mi sonrisa se ensanchó, Alisha evitaba el contacto visual y tenía escritas las sensaciones en toda la puta cara. Joder, si es que era tan fácil provocarla~

—¿Para qué, linda? —insistí, acercando la boca a su torso—. ¿Qué hay que comprar?

Le eché mi aliento caliente justo sobre el pezón, sentí sus ligeros escalofríos debajo de las manos que ahora descansaban en su cintura y, una vez más, la oí intentando acomodar sus ideas. Sus dedos se enredaron en mi cabello.

—Uhm, una botella de lejía, desinfectante con aroma a… —Volvió a ahogar un gemido cuando me llevé el pezón a la boca y comencé a trazarlo con la punta de la lengua, rozando apenas el botón erecto—. A limón, y… cera para… pisos.

Sus manos me tiraban del cabello en direcciones anárquicas y arqueó la espalda para volver a chocar sus caderas contra las mías, echando la cabeza hacia atrás. La cascada dorada se deslizó en dirección al vacío y sus puntas me rozaron los dedos, enterrados en la piel de su espalda. Estaba caliente, toda ella. Siguió gimiendo y suspirando, cada vez con más intensidad, mientras succionaba, mordisqueaba y presionaba su pezón justo en las formas que le gustaban. Lo liberé apenas para respirarle encima y besar su pecho en toda su extensión, trazarlo con la lengua, y pasar al otro. Dios, hacía tanto ruido que temía que acabara hiperventilada o algo. Sus caderas no tardaron en acompasarse a su jodida ansiedad, lanzándome descargas por el cuerpo entero, chocándome como si la vida se le fuera en ello.

—Muy bien, Ali-chan —murmuré, ligeramente agitado, alzando la barbilla para verla—, ya se me habían olvidado~

No sé de dónde sacaba energías para molestarla si yo tampoco daba más. Pestañeó, la confusión le cruzaba toda la cara y no la culpaba por haberse olvidado de los productos que acababa de enlistar. Sonreí, mordiéndome el labio inferior, y volví a enganchar sus muslos para incorporarme con ella encima. Se enredó en mi cuello con los brazos y avancé hasta hacerla chocar contra el cristal que funcionaba de pared. Rebotó suavemente, abrió la boca y colé mi lengua dentro para ahogar su gemido. Volví a devorarle los labios, apretando mis caderas contra ella como si pretendiera quebrarla o algo, y coló las manos entre nosotros para quitarme la camisa. La dejé hacer, le clavé los dedos en las piernas casi con maña, sin dejar de comerle la puta boca. Alisha ya había perdido la cabeza por completo y no paraba de hacer ruido, suspiré pesadamente al separarme y sentir su aliento encima, más agitado que la mierda.

Se removió algo inquieta y la devolví al suelo, ella se quitó los tacones de un manotazo y me arrastró por el pasillo casi al trote. Solté una risa floja, detallando cómo rebotaba su cascada dorada de aquí allá, la luna arrancándole destellos pálidos. Fue abriendo y descartando puertas hasta que se echó contra el marco de una y me atrajo para besarme. Le eché un vistazo fugaz a la habitación antes de enganchar su cintura y abocarme por completo a ella.

Una habitación de huéspedes, ¿eh?

Qué considerada, Ali-chan.

Terminé de quitarle el jodido vestido, le bajé la cremallera que llevaba a la espalda y lo empujé hasta que cayó por su peso. Ella, mientras tanto, se encargó de mis pantalones. Tracé su silueta, presionando la yema de los dedos, y me pegué a su torso para sentir sus pechos desnudos. Otro gemido.

Me lancé a sus labios, no tenía idea ya de la cantidad de veces que había hecho eso a lo largo de la noche, y alcancé uno de sus pechos para masajearlo y estrujarlo hasta arrancarle cualquier clase de sonidos de la garganta, que murieron contra mi boca. Entonces la despegué del marco de la puerta y la empujé hasta lanzarla en la cama. Soltó una risa floja al rebotar sobre el colchón y permanecí de pie unos segundos, observándola. Tracé el contorno de sus muslos, apenas rozándola, y ella se removió inquieta bajo mi tacto. Esbocé una sonrisa torcida.

—¿Ansiosa, sweetheart?

No respondió, la vi morderse el labio y gruñir, cerrando los ojos cuando mis dedos alcanzaron la tela de sus bragas. La bordeé lentamente, como el hijo de puta que podía ser, y recién entonces deslicé dos dedos sobre su intimidad. La prenda estaba más húmeda que la mierda y me relamí, enganchándola para quitársela poco a poco. La dejé caer al suelo y presioné fuertemente sus muslos para atraer sus caderas al borde de la cama. La oí soltar una especie de exclamación, mezcla de sorpresa y expectativa, que se convirtió en un auténtico y agudo gemido al lamer su intimidad de punta a punta. Enredó los dedos entre mi cabello y me presionó, ansiosa, a lo que obedecí sin chistar.

Y me la comí entera.

Recorrí los labios con la punta de la lengua, por dentro, alrededor, para alcanzar luego su clítoris y estimularlo repetidas veces. Clavé los dedos en sus piernas, ella presionó los muslos a ambos lados de mi cabeza y me hundí dentro suyo, saboreándola por completo. Sus putos gemidos no se cansaban de perturbar el silencio y me separé apenas para echarle un vistazo, colando una mano para penetrarla apenas con un único dedo. Sus pechos subían y bajaban en absoluta agitación y se retorcía como una jodida serpiente. Solté una especie de bufido.

Ya no aguantaba más.

—Venga, cariño, ¿a que lo estás—?

—Cierra la puta boca, inglés —espetó al aire—. Y fóllame de una maldita vez.

Se me escapó una sonrisa de auténtico depredador y la lancé al centro de la cama. Repté por su silueta desnuda, arrastrando la lengua de tanto en tanto. El valle de su abdomen, el espacio entre sus senos, sus clavículas, la curvatura de su cuello.

—¿Cómo dices? —susurré a su oído—. No te he oído.

Se mofó, algo hastiada, y buscó mi cabello para jalarme hasta verla a los ojos. Me sonreí.

—Que me folles.

—¿Eh~? ¿Ahora?

—Me cago en tu puta madre, imbécil, ¿vas a hacerme—?

Las palabras se ahogaron en su boca al sentirme penetrándola y le sonreí, sedoso, hundiéndome en ella lentamente. No rompimos el contacto visual un solo instante ni ella selló sus labios, como si necesitara aire a bocanadas. Cerró los ojos, un gemido agudo desgarró su garganta y tensó la mandíbula, tirándome del cabello con fuerza. Me arrancó un gruñido del pecho y arrugué el acolchado, empezando a marcar el ritmo. Sus caderas se acoplaron a las mías y enredó las piernas en mi cintura, presionándome con ansiedad. Lo leí en sus ojos, en el azul empañado y demandante.

—Vamos, Joey, fóllame duro.

Me sonreí y toda mi expresión se oscureció por completo en cuanto, finalmente, le solté la jodida correa al demonio que llevaba dentro. El fuego arrasó, los interruptores explotaron y la embestí con tanta fuerza que las maderas de la cama crujieron. Los gemidos de Alisha se convirtieron en auténticos gritos de perra y la follé justo como quería.

Duro, fuerte, profundo.

Sus pechos rebotaban de una forma exquisita, casi obscena, y no podía dejar de mirarlos. Tensé la mandíbula y me salí de ella para girarla sin delicadeza, levantar sus caderas y ponerla en cuatro. No esperé a una mierda, no la tenté una mierda, le estampé una nalgada que le arrancó otro gemido y volví a follármela. Busqué su cascada dorada, la envolví en mi mano y jalé de ella, embistiéndola como si fuéramos putos animales. Me cerní sobre su cuerpo, en el puto trono al que me gustaba subirme, y recorrí su columna con la lengua antes de alcanzar uno de sus pechos y estrujarlo con fuerza.

Empezó a soltar pedidos inconexos entre los gemidos y la lucha por aire, era en inglés y en una pequeña chispa de lucidez me di cuenta que llevábamos un tiempo hablando así, sólo que no sabía cuánto. Deslicé la mano sobre su silueta y me curvé para alcanzar su intimidad, sin detener mis caderas. Estimulé el clítoris en movimiento circulares y el cuerpo de Alisha me dijo por sí mismo lo que esperaba saber. Pasaron unos segundos hasta que arqueó la espalda, la voz se congeló en su garganta y dejó caer el rostro sobre el colchón. Clavé los dedos en sus glúteos y no tardé en correrme también, cerrando los ojos con fuerza.

Qué puto placer.

Recién entonces fui consciente de que no me había molestado en buscar un jodido condón.

Solté un bufido y me desplomé junto a ella, estaba agotado. Tragué saliva y Alisha se arrimó a mí, acomodando la mejilla en el hueco de mi hombro. Me tomé un rato para recuperar el aliento antes de carraspear la garganta y llamarla.

—Alisha.

—¿Hmm?

—Nos olvidamos del condón.

Alzó la cabeza para verme y le acaricié el cabello, un poco por reflejo.

—Oh, shit.

—¿Estás tomando los anticonceptivos?

—Sí, claro, pero bueno.

Solté un suspiro y la envolví con un brazo, buscando una punta del acolchado para al menos echarnos la mitad encima.

—Nevermind, mañana te compro la pastilla y nos olvidamos del asunto.

Ella asintió y me tallé un ojo, bostezando. Qué puto sueño me había agarrado de repente.

—Y no lo olvides —agregué—, hay que alimentar a Nova.

Allí murió, sin embargo, su respiración pesada me hizo dudar si me habría oído y tampoco le brindé mucha importancia. No tardé nada en caer también noqueado.